Con
el claro objetivo de estudiar las piezas europeas o aborígenes imitando las
formas de la materialidad hispana, y para completar las nuevas investigaciones
comenzadas en 2006 y continuadas en los años siguientes, los expertos revisaron
e hicieron evaluaciones de las piezas colectadas entre 1979 y 1988 que se
conservan en 211 bolsas en los fondos del Departamento Centro Oriental de Arqueología.
Igual
analizaron piezas con esas mismas características que en la actualidad forman
parte de la colección del museo El
Chorro de Maíta, entre ellas la vasija identificada por Guarch Delmonte como
proveniente de Concepción de la
Vega, en República Dominicana; dos monedas del siglo XVI
halladas por trabajadores de esta institución en superficie, en el espacio
estéril al este del museo; un fragmento de vasija con asa, elaborada con
material y tecnología indígena que parece copiar la forma de las jarras de
Mayólica Columbia Simple, y la replica de una vasija que es un vaso pequeño o
jarro de de 5 cm de diámetro y 4 cm de alto, con dos asas; (la original está
depositada en la colección Romero Emperador).
En
el Museo Peabody de la
Universidad de Yale, en una colección de alrededor de 200
piezas obtenidas en Yaguajay, sólo aparece un fragmento de Jarra de Aceite no
vidriada con parte de un asa, que se puede considerar europea.
Y en
el catálogo del Instituto Cubano de Antropología, que es un inventario de 139
piezas obtenidas en el mismo lugar, solamente hay una que se refiere como “asa
colonial”; sin otros detalles de identificación.
Se
tuvo acceso, además, a piezas de la colección del Museo del Gabinete de
Arqueología y del Museo Indocubano Baní, pero ninguna de ellas europea.
Cascabel
En cascabel
encontrado durante la excavación de 1976 es del tipo Clarksdale, con forma ligeramente
oval aunque esto parece deberse a la compresión accidental de sus lados. Su
parte superior e inferior también muestran cierta compresión.
Este
es de mayor tamaño al fragmento encontrado durante las excavaciones de 2008 y
tiene una argolla situada en su parte superior, que fue hecha con una fina
lámina de metal y se inserta a través de una ranura. Esa no está soldada. El
cascabel, que aún conserva el sonador, al parecer un pequeño guijarro, está elaborado
en dos mitades unidas con una pestaña que rodea la pieza. Aún cuando su parte
inferior está deteriorada es posible observar dos perforaciones conectadas por
un corte.
Por
su color probablemente fue elaborado en una lámina de latón.
Monedas
Por
su coloración las dos monedas colectadas en superficie, al este del área del
museo, pueden considerarse de cobre o vellón. Ambas están muy deterioradas en
la zona de las inscripciones. Las dimensiones y peso coinciden con los
ofrecidos por Deagan (2002) para monedas de cuatro maravedíes.
Monedas de El Chorro de Maíta. Posiblemente acuñada entre 1505 y 1531 |
La
que se observa en la fotografía anterior, mide 25 mm por su parte más ancha y
en el anverso, alrededor del borde, apareceuna inscripción. Debajo de esta se
halla una línea que engloba algunos elementos en bajo relieve. En el extremo
superior se distinguen dos coronas paralelas, con sus partes más próximas
unidas o cruzadas, debajo de las cuales aparecen partes de una letra “Y” y de
la letra “F”. En el reverso hay restos de una inscripción en el borde, rodeada
en la parte inferior por una línea. De los detalles que tenía al centro sólo se
conserva, en su parte superior, una corona y parte de una letra.
Presenta
rasgos de maravedíes acuñados en las cecas de Burgos y Sevilla entre 1505 y
1531, destinados a ser usados en América. Muestra la “Y” de Isabel y la “F” de
Fernando por un lado, y lo que pudiera ser una “F” coronada por el otro,
elemento este último que distinguía tales piezas de las monedas de vellón
circulantes en España en ese momento (Deagan 2002; Ortega 1982). Sus detalles
coinciden con los de piezas similares halladas en La Española y publicadas por
Deagan (2002) y Ortega (1982).
Monedas de El Chorro de Maíta. Posiblemente acuñada entre 1542 y 1558. |
La
otra mide 26 mm por su parte más ancha. En el anverso, alrededor del borde,
muestra restos de una inscripción; debajo se halla una línea que encierra una
“Y” con una letra “E” ó “F” a la izquierda, y a la derecha restos de lo que
pudiera ser una letra “A” o un número cuatro. En el reverso sólo se distingue
lo que parece ser una letra “G”, parte de una inscripción alrededor del borde.
Esta
se ajusta a los caracteres de las producidas en la ceca de Santo Domingo
durante el reinado de Carlos I y Juana. En el anverso se observa una “Y” con
los rasgos de la “Y” gótica coronada y a los lados, como es típico en estas
monedas (Deagan 2002:245). También una “F” o una “E” y la marca de
denominación, que en este caso parece ser un número cuatro arábigo. Según
Deagan (2002) la acuñación de estas monedas se autoriza en 1535 pero no
comienza a hacerse hasta 1542, extendiéndose hasta alrededor de 1558. Los
rasgos de la pieza de El Chorro de Maíta son muy similares a los de maravedíes
de Puerto Real referidos por Deagan (2002), y de la ciudad de Santo Domingo,
reportados por Ortega (1982).
Materiales u objetos europeos modificados.
Pendiente en diente de cerdo
Un
canino de cerdo con una clara perforación bicónica en el área de la raíz se
halló entre el material sin clasificación proveniente de El Chorro de Maíta que
se conserva en el Departamento Centro Oriental de Arqueología. La perforación y
el tipo de objeto, similar a los pendientes antillanos en dientes de perro (Jiménez
y Fernández-Milera 2002; Jiménez y Arrazcaeta 2005), indican un trabajo
indígena.
Esa
dicha pieza se considera como un material europeo modificado por la relación
del cerdo con la presencia europea en la Isla; esto no supone que el cerdo o el colmillo
hayan sido traídos de Europa. (pudo ser un animal nacido en el área).
Pendiente en lámina de metal
En
las excavaciones de 1976 se consiguió en la Unidad 6, a unos 0.30 m de profundidad, una
lámina de metal con una perforación. Mide 32 mm por su lado mayor y tiene 2 mm
de grueso. Pesa 5.4 g y fue elaborada en cobre. Dada la ausencia de este metal
en contextos indígenas le estimamos un origen europeo.
Lámina de metal de 32 mm de largo en su lado mayor, con perforación en la parte superior. El Chorro de Maíta. |
Por
su forma irregular, con indicios de martillado y con una perforación hecha desde
un lado, con rebordes y forma no regularizada, parece ser un fragmento de un
objeto mayor que, posiblemente los indígenas lo modificaron para convertirlo en
pendiente.
Cerámica europea modificada
Igualmente
se localizaron dos fragmentos de Mayólica Columbia Simple y uno de Morisco
Verde con perforaciones bicónicas y modificación de los lados. A una de las
piezas le dieron forma triangular (está partida sobre la perforación). A la
otra le dieron forma de disco.
Cerámica europea modificada. Izquierda, fragmento de Mayólica Columbia Simple de 38 mm en su parte más larga. Derecha, fragmento de Morisco Verde de 57 mm en su parte más larga. El Chorro de Maíta. |
Piezas
como estas se consideran indicio del manejo y modificación indígena del
material europeo (Goggin 1968, Domínguez 1978). Por su tamaño es posible que se
emplearan como pendientes, aunque se han valorado también como probables
volantes de husos para hilar (Rouse 1942). Otras piezas semejantes, con forma
circular y sin perforación, halladas en contextos urbanos coloniales se han
identificado como fichas de juego (Deagan 2002).
Restos de fauna
En
la colección conseguida durante las primeras excavaciones (1979-1988) destaca la
elevada diversidad de especies, entre las que están moluscos y crustáceos.
Los
moluscos terrestres fueron los más, pero asimismo se obtuvieron restos de moluscos
marinos, de tres especies de reptiles, en su mayoría jicotea y de siete
especies peces. En el caso de los mamíferos terrestres se encontraron
fragmentos de huesos de tres especies de jutia, del Solenodon cubanus, (restos
de un solo ejemplar), y asimismo fragmentos de huesos de perro y singularmente
aparecieron restos de al menos 21 cerdos, en su mayoría ejemplares jóvenes.
En
opinión de la arqueozoologa que hizo la investigación, (Lourdes Pérez
Iglesias), entre los caracteres de los restos de cerdo no puede estimarse la
presencia de jabalíes. Investigadores como Osvaldo Jiménez y Carlos Arredondo (2011)
también descartan la existencia de jabalíes en contextos como este y su introducción
en Cuba en el siglo XVI.
El
estudio de los restos de arqueofauna se halla inconcluso, pero hasta el momento
Pérez Iglesias ha identificado huellas de roído en los huesos, quizás por
perros, y numerosas marcas generadas por acción humana. Igual en ellos predominan
las fracturas, ocasionalmente relacionadas con corte de huesos y en algunos
casos por posible consumo de médula. Hay, en menor medida, huellas de raspado,
punzado, tajado y corte sin fractura. Muchas de esas huellas pueden relacionarse
con el empleo de instrumentos metálicos de corte y punzado.
La
selección de partes del animal para consumo indica el predominio de huesos del cuarto
trasero seguidos por elementos del cuarto anterior y del esqueleto axial. Las
cabezas también fueron utilizadas, notándose una fragmentación muy grande de
sus huesos.
Finalmente,
los tipos de huesos encontrados sugieren el procesamiento de animales enteros
en el sitio.
Otros materiales. Metal antiguo
En
el material no estudiado proveniente de los trabajos desarrollados entre 1979 y
1988, y en el obtenido durante el período 2006-2009, se encontraron objetos de
metal de apariencia antigua por su consistencia y posible manufactura.
Objetos de metal obtenidos en los trabajos 1986 - 1988. Izquierda, clavo forjado con 87.1 mm de largo. Derecha, cuña de 95.1 mm de largo. El Chorro de Maíta. |
Decoraciones modeladas y aplicadas en cerámica indígena de trabajos 1986-1988. Izquierda, pieza de 80mm de alto. Derecha, 140 mm de largo. El Chorro de Maíta. |
Entre
los objetos de metal que con mayor prefuencia fueron hallados en El Chorro de
Maíta están clavos que por su sección cuadrada y los indicios de martillado en
sus lados pueden considerarse forjados a mano, así como fragmentos diversos de objetos
de estructura laminar. Los clavos (igual que otros fragmentos en forma de
láminas), son de metal ferroso y muestran un fuerte nivel de oxidación y
deterioro que dificulta su identificación. Se encontraron dos láminas de metal
no ferroso, probablemente cobre o latón.
Algunas
láminas y partes de asas que fueron encontradas pueden relacionarse con una
clase de vasija de hierro colado denominada trébede, usada con frecuencia en el
siglo XIX y hallada en espacios domésticos e incluso en sitios de cimarronaje
africano.
El
hallazgo de partes de trédebes y también de loza del XIX, indica el manejo del
lugar en ese período, por lo que el material metálico pudiera ser de esa época.
Muchas de estas piezas son difíciles de diferenciar de objetos más tempranos. Pero
como algunos clavos son muy similares en forma y tamaño a los localizados en La Isabela y Puerto Real
(Deagan y Cruxent 2002; Deagan 1995), no podemos excluir su antigüedad.
Probablemente esos están mezclados con piezas del siglo XIX y de otras épocas.
Entre
los clavos hay 13 con grande probabilidad de que sean del siglo XV ó XVI; esos
muestran dimensiones de entre 5.3 y 9.8 cm de largo y cabezas planas, facetadas
o redondeadas. Dos de ellos tienen puntas dobladas y se cree que estuvieron clavados
a piezas de madera que se deterioraron. Hay además dos clavos partidos, de
cabeza aplanada, de 2.7 y 3.4 cm de largo respectivamente, similares a los
usados para fijar herraduras de caballo.
Otros
diez fragmentos de metal ferroso son láminas que miden entre 2 y 11 cm de
largo, con gruesos variables de entre 4 y 16 mm. Cuatro presentan
perforaciones, dos de ellas conservan restos de remaches y recuerdan empuñadura
o mangos. Se halla además una cuña de 9.5 cm de largo, 3.5 de ancho y 2.6 cm de
alto.
Las
dos láminas de cobre o latón son pequeñas (entre 3.5 y 6.5 cm de largo por 0.2
cm de grueso) y están dobladas.
Por
su tamaño los clavos pudieron relacionarse con trabajos de carpintería
doméstica, muebles, contenedores y elementos arquitectónicos ligeros. Por su
grosor, dimensiones y forma, y por la relación con remaches, las láminas y
fragmentos pueden provenir de hojas de cuchillos y quizás armas o herramientas;
si fue así esas dichas herramientas no deben haber sido de gran tamaño.
Este
material se ubica en casi todas las áreas trabajadas, especialmente en Campo
Moisés, siempre en la capa inicial.
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