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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

29 de marzo de 2019

Personajes de la villa (Mayarí) (Memorias de José Juan Arrom)



Memorias de José Juan Arrom, Profesor Emérito de la Universidad de Yale y Doctor Honoris Causa de la Universidad de La Habana. Académico, etnólogo, hispanista, historiador y divulgador de la cultura cubana. En su obra se mezcla lo erudito y lo popular en un cubanísimo estilo. 


Mayarí, Holguín, Cuba
Todavía me acuerdo de algunos personajes de la villa. No había locos ni mendigos, salvo los sábados por la mañana cuando muchas viejitas de las afueras de la ciudad venían al centro a pedir su limosna. Viejitas blancas, muy vestiditas con sus trajes baratos pero bien planchaditos, acostumbradas a que les dieran un medio aquí y un medio allá. No, mendigos no, pero personajes interesantes, sí.

Había un señor que le decían El Mundo. Nadie sabía su verdadero nombre. Tenía un carretón y vivía de ser carretonero, un hombre fuerte. Y hubo una época en que un médico español hacía unos experimentos tocando el nervio trigémino para que los mudos hablaran. (El médico español Fernando Asuero se hizo famoso en 1929 por sus curas estimulando el nervio trigémino). Entonces a Jonás Galán, que tenía fama de ser un poquito exhibicionista, se le ocurre tocarle el trigémino al Mudo. Calienta un instrumento y le dice: “Abre la boca”. Y le da tal quemadura que El Mudo suelta un grito del diablo. Y la gente, que observaba por la puerta abierta del consultorio, decía: “El Mudo no ha hablado, pero sí gritó”. Y ésa era la risa. Pero nunca habló, porque era mudo.

Había una pobre señora que le decían Lola la Mulata, que estaba alcoholizada. Por las tardes iba a las cantinas pidiendo que alguien le regalara un medio o un real, y con eso se daba un traguito de ron. Y después que se había tomado dos o tres tragos, volvía a su casa medio borracha, riéndose y haciendo chistes, Lola la Mulata.

Otro al que le gustaba darse unos traguitos se llamaba León de León, ése era su nombre y su apellido también era León. Cuando éste se tomaba dos tragos se volvía simpatiquísimo y se metía con todo el mundo. Un día, ya medio borracho, pasó una muchacha fea como ella sola, y le dijo: “Adiós, fea”.  La muchacha, ofendida, le dijo: “Borracho, indecente borracho”. Y él le contestó: “Sí, pero a mí se me quitará la borrachera y a ti lo feo no se te quita ni con cuatro docenas de aspirinas”. Todo el mundo se reía de las cosas de León de León. Y a veces era mal hablado. Un día, borracho como una uva, dijo que iba a cruzar el río a nado, a pesar de que estaba crecido. Sus amigos trataron de disuadirlo, pero él insistió y empezó a meterse en el agua. entonces se detuvo y, con una gran sonrisa, recitó unos versos que se le acababan de ocurrir: “Oh río, crecido estás / conozco tus intenciones / me ahogarás por los cojones / porque aquí viro hacia atrás”. Y sus amigos lo aplaudieron y lo abrazaron. 

Y se usaban mucho los apodos. Había un joven, como de veinticinco años, que caminaba todo doblado, y le decían Barco Vira'o. A mí me parecía muy mal eso y nunca se lo dije. Había una mujer, lavandera, mulata, delgada, muy nerviosa, que se llamaba Nina, y como siempre andaba de prisa, le decían Nina la Vená (de venado), como si fuera un animalito que corría y huía. Y entonces a su hijo le decían Venadito. Pero no se le decía en forma insultante. Es el hecho: también al hijo del bombero le decían bomberito. Todo el mundo se conocía así, íntimamente. Era una sociedad muy cariñosa.


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