Memorias de José Juan Arrom, Profesor Emérito de la Universidad de Yale y Doctor Honoris Causa de la Universidad de La Habana. Académico, etnólogo, hispanista, historiador y divulgador
de la cultura cubana. En su obra se mezcla lo erudito y lo popular en
un cubanísimo estilo.
Cuando ingresé en Yale en 1934, ésta
era una universidad para jóvenes acomodados que tenían todo muy suave y muy
sabroso. Se vivía realmente como en la época de los millones, una vida
aristocrática y fácil. Imagínate que en el comedor había que ir, con excepción
del desayuno, con saco y corbata obligatoriamente, almuerzo y comida. Y las
meseras tenían un uniforme de mediodía para servir el almuerzo y otro más
vistoso de noche para servir la comida. Los menúes venían ya impresos, con
deliciosas comidas. Y si no nos gustaba lo que se ofrecía, podíamos pedir
bistec o chuletas de cerdo o de carnero. Si el postre tampoco nos gustaba, teníamos
la opción de pedir queso Stilton inglés en vino de oporto. Venía en unos
pomitos muy bonitos y nos daban unas galleticas para poner el queso encima.
Recientemente encontré en una
libretica con las reglas de los dormitorios. Una era que se podía poner los
zapatos por la noche a la puerta, y por la mañana, cuando dos despertábamos, ya
alguien los había limpiado por tres dólares el semestre. Y así era todo. Si
queríamos que al levantarnos estuviera calentito el cuarto, dejábamos la puerta
abierta y por seis dólares el semestre alguien entraba y encendía el fuego de
la chimenea. Se vivía en otro mundo, mientras que el resto de América apenas
comenzaba a salir de una depresión que había causado muchísima miseria.
Esa vida se terminó cuando vino la
Segunda Guerra Mundial. En lugar de las meseras, los cubiertos de plata y
vajilla hecha especialmente con als armas de cada colegio, todo cambió. Nos
dieron unas bandejas para buscar nuestra comida estilo cafetería, y luego
teníamos que recoger los platos sucios y llevarlos a la cocina. Es decir,
pasábamos a la vida democrática de una nación que estaba en guerra. Todavía yo
era estudiante cuando empezaron esos cambios, porque ya había rumores de que
los Estados Unidos tendrían que ingresar a la guerra europea. Además, durante
el período de la guerra, hasta el año 1945, Yale se transformó en un colegio
militar. Por la mañana el corneta tocaba diana para que los reclutas se
despertaran y se pusieran a hacer ejercicios. En esos años a mi me tocó
enseñarle español a los soldados. Y después Yale ya no regresó a las costumbres
aristocráticas de antaño.
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