Memorias de José Juan Arrom, Profesor Emérito de la Universidad de Yale y Doctor Honoris Causa de la Universidad de La Habana. Académico, etnólogo, hispanista, historiador y divulgador
de la cultura cubana. En su obra se mezcla lo erudito y lo popular en
un cubanísimo estilo.
Banda Municipal de Mayarí desfila por el pueblo (1952) |
Las fiestas patrias se celebraban con
mucho fervor. Recuerdo el programa de un 24 de febrero en que se conmemoraba el
principio de la Guerra de Independencia. Comenzaba muy de mañana con una diana
que tocaba la banda municipal, marchando por la calle Leyte Vidal. Todos los
niños nos levantábamos entusiasmados para ver a los músicos desfilar. Luego
desayunábamos y nos vestíamos con nuestros mejores trajes, algunos hasta
estrenaban zapatos nuevos. Nos reuníamos en el colegio y salíamos desde allá
con nuestros maestros en un desfile infantil hasta llegar al Centro de
Veteranos.
El acto patriótico siempre era igual.
Se invitaba a algún destacado ciudadano para que diera el discurso de apertura.
Un año se invitó a un farmacéutico santiaguero que tenía fama de ser gran
orador. Todavía recuerdo las frases con que empezó su discurso: “Señores
profesores, queridos niños, damas y caballeros: en esta patriótica ocasión
quisiera ser un Demóstenes o un Castelar para celebrar con una brillante
alocución este importante día. Y quisiera que en este momento el fosfato de
calcio de mi cerebro me permitiera elevarme a la altura y belleza de esta gran
fiesta cubana”.
Mientras seguía su retórica
disertación, los niños y niñas aprovechábamos para sentarnos a la sombra y
algunos para quitarse los zapaticos que les apretaban. Y luego comenzaban las
recitaciones de poemas por los niños que habían sido escogidos para participar
en ese acto. A mí me tocó recitar versos de José Martí que decían: “Del ancho
Cauto a la Escambraica Sierra, / Ruge el cañón…” y por ahí continuaba yo
recitando y rogando a todos los santos que no se me olvidara ningún verso en
medio de mi entusiaso.
Después de más de una hora de
interminables recitaciones, el director de la escuela, don Huberto Tamayo,
cerraba el acto con palabras alusivas a la celebración. Volvíamos a ponernos de
pie y formábamos filas para regresar a la escuela bajo el calor del brillante
sol tropical, nuestra felicidad mezclada ahora con el sudor y el cansancio.
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