Memorias de José Juan Arrom, Profesor Emérito de la Universidad de Yale y Doctor Honoris Causa de la Universidad de La Habana. Académico, etnólogo, hispanista, historiador y divulgador
de la cultura cubana. En su obra se mezcla lo erudito y lo popular en
un cubanísimo estilo.
Lo que más recuerdo de las vacaciones
con mis abuelos pasó en Pedernales. Una mañana, cuando tendría yo nueve o diez
años, salí a caballo con mi abuelo a ver un trabajo que estaban haciendo para
arreglar una cerca. Mientras abrían un agujero para poner un poste principal,
que llamaban madre, salió inesperadamente una piedra muy pulida, de color verde
oscuro, labrada en forma de pétalo. El encargado del trabajo se le dio a mi
abuelo diciéndole: “Don Juan, esto es para su nietecito”. Luego dijeron que se
trataba de una piedra de rayo que tenía muchísimas cualidades mágicas, por
ejemplo, que si se ponía en el fuego con un hilo alrededor, el hilo no ardía.
Esa noche, cuando le pregunté a mi abuelo si era verdad todo lo que decían, me
contestó: “No. Ésa es un hacha petaloide que perdió en nuestra tierra algún
indio que acompañaba a su padre.”
Desde ese momento me pregunté ¿cómo
sería aquel niñito?, ¿estaría caminando con su abuelo cuando perdió su
piedrecita? ¿Qué idioma hablaba? ¿Cuáles serían sus costumbres? Seguí
haciéndome estas preguntas por muchos años. La ocasión para conocer las
respuestas me llegó décadas más tarde cuando ya de profesor pude investigar y
publicar sobre la cultura de los indios taínos. Y desde entonces he guardado
siempre conmigo esa hachita de piedra que mágicamente me abrió los ojos al
mundo prehispánico de Cuba.
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