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29 de marzo de 2019

La lujosa vida universitaria (memorias de José Juan Arrom)



Memorias de José Juan Arrom, Profesor Emérito de la Universidad de Yale y Doctor Honoris Causa de la Universidad de La Habana. Académico, etnólogo, hispanista, historiador y divulgador de la cultura cubana. En su obra se mezcla lo erudito y lo popular en un cubanísimo estilo.



Cuando ingresé en Yale en 1934, ésta era una universidad para jóvenes acomodados que tenían todo muy suave y muy sabroso. Se vivía realmente como en la época de los millones, una vida aristocrática y fácil. Imagínate que en el comedor había que ir, con excepción del desayuno, con saco y corbata obligatoriamente, almuerzo y comida. Y las meseras tenían un uniforme de mediodía para servir el almuerzo y otro más vistoso de noche para servir la comida. Los menúes venían ya impresos, con deliciosas comidas. Y si no nos gustaba lo que se ofrecía, podíamos pedir bistec o chuletas de cerdo o de carnero. Si el postre tampoco nos gustaba, teníamos la opción de pedir queso Stilton inglés en vino de oporto. Venía en unos pomitos muy bonitos y nos daban unas galleticas para poner el queso encima.

Recientemente encontré en una libretica con las reglas de los dormitorios. Una era que se podía poner los zapatos por la noche a la puerta, y por la mañana, cuando dos despertábamos, ya alguien los había limpiado por tres dólares el semestre. Y así era todo. Si queríamos que al levantarnos estuviera calentito el cuarto, dejábamos la puerta abierta y por seis dólares el semestre alguien entraba y encendía el fuego de la chimenea. Se vivía en otro mundo, mientras que el resto de América apenas comenzaba a salir de una depresión que había causado muchísima miseria.

Esa vida se terminó cuando vino la Segunda Guerra Mundial. En lugar de las meseras, los cubiertos de plata y vajilla hecha especialmente con als armas de cada colegio, todo cambió. Nos dieron unas bandejas para buscar nuestra comida estilo cafetería, y luego teníamos que recoger los platos sucios y llevarlos a la cocina. Es decir, pasábamos a la vida democrática de una nación que estaba en guerra. Todavía yo era estudiante cuando empezaron esos cambios, porque ya había rumores de que los Estados Unidos tendrían que ingresar a la guerra europea. Además, durante el período de la guerra, hasta el año 1945, Yale se transformó en un colegio militar. Por la mañana el corneta tocaba diana para que los reclutas se despertaran y se pusieran a hacer ejercicios. En esos años a mi me tocó enseñarle español a los soldados. Y después Yale ya no regresó a las costumbres aristocráticas de antaño.


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