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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

5 de octubre de 2017

A principios del s. XX surgen los primeros y olimpicamente olvidados trovadores holguineros, pero la música lírica continúa teniendo la primacía

Por: Zenovio Hernández Pavón y Ana Luisa Tamayo

Después del inicio del siglo XX, poco a poco se fue expandiendo el interés por la canción trovadoresca en la geografía holguinera. Surgen trovadores que alcanzaron popularidad: en Gibara, Toledo y Pinillos, en Banes, René Torrens, Paquito Guerrero y los hermanos Esteva; en Holguín, Pancho Montoya, Leonel Guitián y Crescencio Batista, pero esos, solamente son algunos e sus nombres que llegaron al presente a través de la prensa y otros documentos.

Lamentablemente no ha sucedido lo mismo con sus creaciones.

De Crescencio Batista, un típico juglar que recorría Oriente con su guitarra cantando a los temas más diversos, solo encontramos la siguiente cuarteta que era su tema de presentación; el trovador la escribió cuando buscó su nombre en los listados de desmovilizados del Ejército mambí cundo comenzaron los pagos a los veteranos, y no se encontró:

“Yo soy Crescencio Batista
y de apellido Palmero
soy sargento primero
y no aparezco en la lista”.

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Además de Holguín, Mayarí y Gibara, otras ciudades, pueblos y bateyes azucareros como Santa Lucía, San Germán, Sagua de Tánamo, San Andrés y Banes, inician o incrementan considerablemente su vida musical: se fundan numerosas orquestas, bandas, cines-teatros, sociedades de recreo y academias de música que estimularon el desarrollo de la cancionística y la cultura en general.

Sacerdote Rafael Font, director del Grupo Artistico de Banes
Y a la misma vez, y hasta bien entrada la década de 1930 las canciones líricas procedentes de óperas y zarzuelas cubanas y extranjeras, creadas por notables compositores como Ernesto Lecuona, Gonzalo Roig, Sánchez de Fuentes o Jorge Anckerman, nutren el repertorio de incontables vocalistas y hasta de grupos que se constituyen para representar zarzuelas y celebrar veladas. Entre esas merecen especial mención las organizadas por las familias Quintana y Viccini en Gibara, las lideradas por Borges Avilés y Armando de Zayas en Holguín y el Grupo Artístico Banense fundado por Jesús Avilés y el cura Rafael Font.

Sofia Hadad, la diva de Banes, Holguín, Cuba
 
Era esa una época en que aún el teatro lírico español vivía momentos de esplendor con creaciones de maestros como Moreno Torroba, Jacinto Guerrero, Soutullo y Vert y Francisco Alonso. Y en Cuba la excelente producción escénica y vocal de creadores como Lecuona, Roig y Rodrigo Prats, llegaba a su plenitud con Rosa la China, Cecilia Valdés, Amalia Batista, Quiéreme mucho, Una rosa de Francia y Siboney, por solo mencionar algunas zarzuelas y canciones de esa trilogía suprema.

Esa sustancial producción se expandió por Holguín y el resto de la Isla a través de la edición de partituras, grabaciones de la naciente industria fonográfica y las presentaciones de valiosos artistas y compañías líricas que, con frecuencia, incluían hacían presentaciones con programas en los que actuaban Esperanza Iris, Matilde Rueda, Hipólito Lázaro, Rita Montaner, María Ruiz, Maruja González y Miguel de Grandy, entre otras que durante décadas fueron favoritas del gran público.

En Holguín aquella intensa vida musical alrededor del canto lírico no generó una creación significativa, limitándose a algunos sainetes intrascendentes que se perdieron con el tiempo, y posiblemente fue bueno que ocurriera, y la producción de algunos pocos músicos que incursionaron en la composición como el pianista Rafael Morales, luego un connotado repertorista y acompañante de las más importantes voces líricas en La Habana.

Un caso muy significativo, único quizás, fue el de Rafael Font, un cura de la iglesia católica de Banes que compuso romanzas, plegarias y otras piezas sacras y profanas que fueron interpretadas por los solistas formados en el coro que dirigía en la iglesia de aquella ciudad. Las obras de Font denotan un alto vuelo artístico y un gran acabado, lo que es evidencias de su sólida formación musical en conservatorios de su país.

Edelmira de Zayas
Por su parte entre los cantantes descolló posteriormente la eminente soprano Edelmira de Zayas, quien poseyó una de las voces predilectas de Lecuona, Roig y Sánchez de Fuentes; y Estelita Pérez Fuentes, atinada compositora de canciones para niños, Esther Mayo y Caridad Ochoa, dos de las más valiosas profesoras de canto de la ciudad.

Un hijo de Caridad, Manuel Ochoa, luego fundador de la escuela coral en el conservatorio habanero Amadeo Roldán, se distinguió frente del coro de la iglesia San Isidoro y en la formación de excelentes voces líricas.


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