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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

30 de septiembre de 2014

El sepelio del Lugarteniente General Calixto García Íñiguez. Un gran momento del fotorreportaje cubano.


Por: Jorge Oller Oller

Calixto García Iñiguez, el valeroso General cubano de las tres guerras patrias, murió el 11 de diciembre de 1898 en Washington, adonde había viajado al frente de una delegación mambíisa que sostenía conversaciones con el Gobierno norteamericano para procurar el reconocimiento de la Asamblea de Representantes de la Revolución Cubana como órgano de gobierno y establecer las bases para el licenciamiento del Ejército Libertador.

Fue enterrado con honores militares en el Cementerio Nacional de Arlington en la capital norteamericana y posteriormente trasladado a La Habana a bordo del buque de guerra US Nashville. El 9 de febrero de 1899 llegó el cadáver a la capital donde fue velado en el Palacio de los Capitanes Generales.

Durante dos días desfilaron patriotas, compañeros de armas y el pueblo capitalino rindiéndole un sentido tributo a su gloriosa memoria. El día 11, según el programa oficial acordado,  se organizó el desfile que lo acompañaría hasta el Cementerio de Colón. El ataúd fue llevado en hombros por miembros de la Asamblea de Representantes hasta la puerta de la calle Obispo y colocado en una carroza. El cortejo estaba encabezado por el Alcalde de La Habana Perfecto Lacaste, los familiares y los asambleístas seguido de las tropas cubanas y el pueblo...

Pero ocurrió algo imprevisto y ofensivo. Cuando el cortejo fúnebre inició la marcha el gobernador militar yanqui general John R. Brooke, su Estado Mayor y su numerosa escolta se situó detrás del féretro separando a los perplejos y confusos cubanos de su querido General. Hubo una gran irritación entre los miembros de la Asamblea, alguno de los cuales agarraron la empuñadura de sus machetes en desafío a la afrenta norteamericana.  El general Freyre de Andrade, indignado, se encaró  al Gobernador militar y exigió enérgicamente el respeto del protocolo, pero fue inútil. Después de exponerle su disgusto y el de sus acompañantes,  solo recibió esta  seca, soberbia y tajante respuesta: ¡That’s my order! (Estas son mis ordenes) y sin mas explicaciones inició la marcha. Los cubanos tuvieron que subir a las aceras de la calle Obispo para evitar que la caballería yanqui los atropellara. Ante la grave ofensa Freyre de Andrade y los miembros de la Asamblea decidieron retirarse de la comitiva junto con las tropas mambisas. Su hijo, el brigadier Carlos García, al terminar el entierro, escribió a la Asamblea de Representantes del Ejercito Libertador: "… como hijo solo me cabe protestar ante el pueblo de Cuba y lamentar que tanta gloria y prestigio de mi padre hiciera que hasta después de muerto le persiguiera la perfidia de los hombres". 


El féretro, con los restos del Lugarteniente General Calixto García, es colocado por sus compañeros de armas en el armón que lo conducirá al Cementerio de Colon. Detrás se van situando los familiares, asambleístas, y amigos.
Foto José Gómez de la Carrera.
Han llegado las tropas yanquis formando un cordón que separa a los asambleístas y al pueblo del féretro, Abajo, a la derecha se acerca la caballería yanqui para rodear el armón y presidir el cortejo.     Foto José Gómez de la Carrera.
El cortejo fúnebre por la calle de Reina cuando se dirigía al Cementerio de Colón. A ambos lados los habaneros despiden con cariño y respeto al General de todas las guerras patrias. Foto de un aficionado
  
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 No era la primera vez que la soberbia de los militares yanquis ofendían a Calixto García y su honrosa gloria. Siete meses antes, en julio de 1898, las fuerzas invasoras yanquis desembarcaron en los alrededores de Santiago de Cuba y sufrieron las primeras y preocupantes derrotas a manos de las fuerzas españolas. El jefe de los expedicionarios general William Shaffter recabó del Lugarteniente General Calixto García su ayuda, quien accedió elaborando los planes de asedio a la ciudad, la toma de los fuertes circundantes y que fueron adoptados íntegramente por los yanquis. Con la participación del jefe mambí y sus veteranas tropas, sus inteligentes tácticas y su habilidad guerrillera para atacar conjuntamente con las fuerzas norteamericanas se obtuvieron significativas victorias que culminarían con la rendición de la ciudad, evitando una vergonzosa derrota al general yanqui y su estado mayor.

Sin embargo, el General Calixto García recibió una gran decepción. A sus espaldas el general Shaffter, pactaba con las autoridades españolas la rendición de Santiago de Cuba, y además, en suprema y soberbia actitud no permitió que el heroico General cubano ni sus tropas entraran a la ciudad, ni participaran en la ceremonia de capitulación.
Estos vergonzosos hechos motivaron la censura más enérgica del Lugarteniente General Calixto García Íñiguez quien renunció  como General en Jefe de la sección oriental del Ejército libertador, retirándose con todas sus fuerzas a Jiguaní y Gibara. Desde este último lugar, el 12 de agosto de 1898, le escribió a su amigo el General Periquito Pérez su decisión inquebrantable de no aceptar jamás “que se considere nuestro país y se le trate como país conquistado y a eso van sin dudas los americanos, o mejor dicho, los americanos que están en Cuba”. Y añadía que mantendría “siempre nuestra bandera, hasta que el pueblo, que es el verdadero soberano, diga si debemos plegarla. Mientras ese caso no llegue, y no llegará, debemos estar unidos para defender la patria en todos los terrenos”.

Fuentes:

Pedro Luís Padrón: La vejación a los libertadores en el sepelio a Calixto García. Periódico Granma, 11 diciembre de 1970

Aníbal Escalante Beatón: Calixto García, su campaña en el 95, La Habana, 1946

(Tomado de Cubaperiodistas)

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