Por Ronald Sintes Guethón.
Fue el tercer
hijo del matrimonio del General Calixto García Iñiguez con Isabel Vélez
Cabrera, se llamó Carlos Gabriel y nació el 29 de abril de 1867 en la finca “El
Tejar”, en Santa Rita, lugar intermedio entre Bayamo y Jiguaní, aunque mucho
más próximo al segundo.
Un año después
de que de Carlos vino al mundo, comenzó la Guerra Grande de
independencia en Cuba (10 de octubre de 1868). El padre, entonces virtualmente
desconocido, pocos meses después se convertiría en uno de los dos alumnos más
brillantes de Máximo Gómez y un estratega militar excepcional. Ido Calixto a la
guerra, la familia le sigue, como fue común.
En 1870 son
hechos prisioneros. Doña Isabel Vélez acompañada por doña Lucía Iñiguez, madre
de Calixto, y los niños son trasladados a La Habana, no sin antes hacer algunas escalas
durante el camino. Muchos años después Carlos escribió: “…fuimos recluidos en
la prisión de Las Recogidas que se destinaba a mujeres públicas y delincuentes,
dormíamos en el piso y con escasos alimentos…”[1]
Por las muchas gestiones
que hace doña Lucía Iñiguez, la familia es liberada a cambio de que parta hacia
el exilio inmediatamente. Los García-Vélez van a Key West, en los Estados
Unidos, los atienden diversas familias de emigrados cubanos, especialmente los
Martínez-Ibor, que fueron la cabeza del emporio de torcedores de tabacos que
sufragaron gran parte de la guerra del 95. Ya adulto, Carlos García Vélez
contrajo matrimonio con una hija de dicha familia.
También los
poderosos Aldama ayudan a los García-Vélez. La mismísima Rosa de Aldama, esposa
de Miguel de Aldama, hizo las gestiones y consiguió que Carlos matricule en el
colegio interno “New York Foundling Asylum” de la orden religiosa Hermanas San
Vicente Paul. En las notas que dejó escritas, Carlos aseguró que guardaba
recuerdos adversos de dicho colegio, principalmente de sus padecimientos de
enfermedades eruptivas en la piel y de la tiña epidémica.
En 1878
concluye la guerra. Calixto García viaja a los Estados Unidos, la familia se
reencuentra y van a vivir a un edificio en 300
West entre 45 y 44 en la Novena Avenida de Nuew York. Las condiciones de
vida mejoran ostensiblemente y Carlos sale del internado. Comienza a asistir a
una escuela pública y trabaja como mensajero en la Telegraf Company,
más tarde en el Comercio de Zell y Po.
Es en esta
época cuando se manifestó en Carlos un latente interés por las artes, la música
especialmente, para la que tenía una particular sensibilidad. Da clases de
solfeo y piano y asiste a conciertos en diversos teatros a los que logra entrar
gracias a los boletos que ganaba por su trabajo como mensajero.
Y a la vez de
sus descubrimientos del piano, durante 1878 y 1879 Carlos conoce a numerosos
patriotas cubanos que visitan su casa para entrevistarse con su padre, el
General. Antonio Maceo entre ellos, de quien Carlos escribió después de muchos
años: “… la impresión que me causó el General nunca la olvidé, si no hubiera
ido a la Guerra
con mi padre habría ido con Maceo y habría estado a sus órdenes…”[2]
Menos de un año
está la familia García-Vélez reunida en Nueva York. Comienza una nueva guerra
en Cuba, la que pasó a la historia de la Isla como Guerra Chiquita, por su brevedad.
Calixto García es el Jefe principal. Carlos tiene que redoblar su trabajo para
ayudar al sostén de la madre y de sus hermanos, pero asimismo se cumple con
tareas independentistas: el traslado de armamentos. Un día lo detienen. Por ser
menor de edad queda exonerado de responder a un proceso judicial que lo habría
llevado a la cárcel si su edad hubiera sido otra.
Cuando finaliza
la Guerra Chiquita,
Calixto García es deportado a España donde guarda prisión. Cuando lo liberan le
prohíben abandonar el país y como el padre no puede ir donde sus hijos y la
esposa, ellos viajan donde él. Se reunifican por segunda vez en 1882 y viven en
Madrid. Carlos prosigue sus estudios en el Instituto de Libre Enseñanza y luego
en el Instituto Cardenal Cisneros. Acerca de esta etapa escribió el periodista
R. Rodríguez Altunaga, el 13 de Noviembre de 1950 en el Periódico Alerta:
“Los estudios
de García Vélez fueron hechos a la usanza antigua, cuando las materias eran cuidadosamente
graduadas y no se adelantaba en unas sin dejar dominadas las precedentes,
debidamente metodizadas, no hechas a trompicones, ni con forros de papel.
“En el instituto
Cardenal Cisneros tuvo de maestro de literatura a don Narciso Campillo; cuyo
texto sencillo aún discurre, con provecho, por las manos de los incipientes
bachilleres, y posteriormente en el de la Enseñanza Libre le
impartieron las materias los maestros don Francisco Cossio, a Pi Margall,
Azcárate, Giner de los Ríos y otros mentores no menos célebres”[3].
Era el deseo del
General Calixto García que su hijo Carlos estudiara derecho, pero él se decidió
por una carrera más corta que le permitiera ayudar económicamente a la familia
en un período más breve. Por tal matriculó en la Facultad de Medicina de
San Carlos para cursar la carrera de Estomatología. Entonces la enseñanza de la
estomatología no era oficial (presencial se diría ahora), y consistían los
exámenes en demostraciones de suficiencia que los alumnos hacían ante un
tribunal formado por médicos, todos catedráticos de la Facultad de Medicina o
dentistas en ejercicio.
Graduado de
Cirujano Dentista en 1887, Carlos García Vélez se traslada a Francia y ejerce
en el Hospital San Juan de la Luz,
en los Bajos Pirineos. Cuando ha reunido el dinero necesario, retorna a Madrid
y funda un Gabinete Dental propio. Pero su estancia en Francia fue mucho más
allá que lo narrado hasta aquí. En Francia el Dr. Carlos García Vélez
estableció relaciones con facultades médicas de varios países y con
especialistas reconocidos, especialmente, con el Dr. Emilio Magitot, fundador
de la revista “L’Stomatologie”, de París. De esta forma el hijo del General
logra especializarse en patologías bucales como la estomatitis, la piorrea
alveolar y otras afecciones muy comunes en la época, a la vez que realiza las
comunes extracciones y obturaciones ayudándose de una novedad: el cloroformo y
trimetileno como anestesia.
El desempeño
profesional de Carlos García Vélez y sus amplios conocimientos de las
enfermedades bucales, lo llevaron a fundar en 1894 una “Revista
Estomatológica”, la primera en España y la segunda a nivel mundial en su tema. Posteriormente Carlos García Vélez hizo
tratamientos a su padre, que desde el famoso disparo que se había hecho bajo la
barbilla para evitarcaer en manos de sus enemigos, durante la Guerra Grande de
Cuba, tenía padecimientos crónicos. La inserción de una prótesis de caucho, muy
popular en la época, sirvió para que el viejo general se sintiera aliviado.
No porque la
estomatología le consumiera gran parte de su tiempo, Carlos García Vélez se
desentendió de la música, sino todo lo contrario. El cada vez más célebre
médico siguió tocando el piano y codeándose con otras personas que, como él,
tenían intereses por las artes en general y también por la ciencia. Dicen las
crónicas que a menudo se le veía en el Círculo de Bellas Artes y que se hizo
muy cercano al Ateneo de Madrid, esta última una institución cultural privada
creada en 1835 que desarrollaba actividades en todos los órdenes culturales y
científicos. Tampoco mermaron en Carlos los ideales libertarios que su madre y
especialmente su padre les habían inculcado a todos sus muchachos. 1895 estaba
cada más cerca cada día.
Máximo Gómez y
José Martí firman el Manifiesto de Montecristi, que fue la plataforma política
para la nueva guerra de independencia de Cuba. De manos de Ana Betacourt llega
el documento a manos de Calixto y con el viejo General, lo leen sus hijos.
Deciden que deben ayudar a la preparación de la guerra. Carlos aprovecha sus
comunes visitas a lugares públicos y allí arroja furtivamente numerosos
ejemplares del Manifiesto, además de repartir proclamas incendiarias entre la
colonia de emigrados cubanos en Madrid.
Un día les
llega la noticia, Cuba se levantó en armas. José Martí, Máximo Gómez, Antonio
Maceo y otras principales figuras del independentismo cubano, obligadas a vivir
en los más diversos confines del mundo, están llegando a la Isla. Calixto García
decide venir a como diera lugar, Carlos lo acompañará si el padre lo permite.
Más que permitirlo, el padre lo exige: es la hora de Cuba y todos sus hombres
deben acompañarla.
Pero las
autoridades españolas vigilan día y noche al General Calixto García, a lo que
se suma que Carlos es dentista de una selecta clientela, si el faltara por unas
horas, todos se percatarían. Calixto prepara el plan.
Para no llamar la atención con el abandono de sus
deberes profesionales llega de Málaga un cuñado de Carlos, esposo de su
hermana, el Dr. Witsmarsh que se encarga de los pacientes del futuro
insurrecto. El nombre de Witsmarsh también es utilizado para separar un
reservado en el Sur-Express que utilizarán el general y su hijo para llegar a
París.
Si los detuvieran
al subir al tren o durante el viaje, padre e hijo deberán informar que viajan a
Villalba a participar de una cacería en un Club situado en aquella villa
fronteriza. Pero en realidad no se detendrán, el objeto es viajar a París. Lo
consiguieron.
Los Clubes
Patrióticos integrados por cubanos emigrados en París saben que la presencia
del General Calixto García en la guerra de Cuba es estratégica y con toda la
urgencia que es posible, lo envían a Nueva York para que de allá lo embarquen
hacia la Isla.
El 26 de enero
de 1896 el General García, su hijo y otros muchos patriotas cubanos suben a
bordo del vapor “Hawkins”, pero no avanzan más que unas pocas millas, las malas
condiciones de la embarcación hacen que esta zozobre. Regresan a tierra y antes
que transcurran dos meses, exactamente el 24 de marzo, desembarcan en tierras
cubanas en una zona cercana a Baracoa.
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