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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

15 de septiembre de 2014

Arcadio Leyte Vidal



Por: Joel Mourlot Mercaderes.
 
Descendiente, por la línea paterna, de una familia de mucho y largo arraigo en Santiago de Cuba, y por el perfil materno, de un teniente coronel malagueño, radicado en La Habana y luego, para el resto de sus días, en la ya mencionada segunda ciudad de la Isla, Arcadio Leyte-Vidal es uno de los no pocos héroes a quienes la posteridad discute su verdadera naturaleza, y les ponen por patria chica las más diversas preferencias.

Nació Arcadio, para unos en las enormes propiedades que su abuelo y su padre poseían en Mayarí Abajo y Cabonico, al norte de la otrora provincia de Oriente; otros sostienen que nació en la caribeña Santiago de Cuba, el 12 de enero de 1846.

Hijo legítimo, del legítimo matrimonio de Elías Leyte-Vidal Soria y Juana Antonia Delgado, lo que sí es claro e indiscutible, que en la ciudad de Santiago de Cuba transcurrió la mayor parte de su infancia y juventud, puesto que era allí, por entonces, la única población de la región donde podía recibir una enseñanza amplia y esmerada, como la que tuvo, aunque, sin dudas, en Mayarí estuvo muchas veces, en solaces o aleccionadoras temporadas.

Contrario a los intereses de una estirpe que siempre juró fidelidad y tanto sirvió a la Corona y que tenía muy vastas y ricas propiedades, los hijos y nietos del viejo capitán de infantería José Leyte-Vidal y Toledo se tornaron más y más grandes opositores al régimen colonial imperante en Cuba, y, entre ellos, el joven Arcadio, quien en 1869 puja ante los representantes de la Revolución Cubana en los Estados Unidos para que se le enviase a pelear a Cuba, anhelo que en breve logró.

Pronto fue de los más destacados cabecillas rebeldes en la zona de Holguín, de lo que dan fe partes de guerra, cartas y otros documentos –de amigos y enemigos- sobre la Guerra de los Diez Años, ya bajo las órdenes de Julio Grave de Peralta, ya de José María Aurrecochea, de Máximo Gómez y Calixto García; así como también, finalmente, de Antonio Maceo Grajales.

Entre muchas acciones, imposible de relacionar en tan breve espacio: estuvo en Potrero de Bejerano (junio de 1872), en el ataque a Baire, de agosto de 1872, y días después se le destaca en Vereda de la Torcaza , donde resultó herido gravemente; en Samá, Veguita de Banes y la gran excursión a Auras y el ataque a Guisa; Cuatro Caminos, Santa María de Ocujal, combate en el cual su llegada con el refuerzo fue crucial en el desenlace de la porfía.
 
Después de cesado Antonio Maceo Grajales como jefe interino del Primer Cuerpo del Ejército Libertador, fue boicoteado el mandato de Arcadio sobre la Segunda Brigada de la división holguinera, a causa del movimiento sedicioso que, desde abril de 1877, consiguió dejar al valiente mambí sin grado efectivo. Restablecido Maceo como Jefe de Oriente, éste hizo a Arcadio jefe de su Estado Mayor, y desde ese puesto el valiente criollo peleó en todos los grandes combates de del líder rebelde, entre ellos los que acaecieron en Vega Sucia, Juan Mulato y San Ulpiano.

Posteriormente Arcadio fue protestante en Baraguá, y acto seguido a esa "actitud" fue ascendido a brigadier del Ejército Libertador, grado con el que combatió en Arroyo Municiones, Caobal y otros encuentros de la prolongación de la contienda.

Con Antonio Maceo salió Arcadio formando parte de la comisión encabezada por el Titán para recabar ayuda en el exterior, yendo a Jamaica y a los Estados Unidos.Y tras el fracaso de esa gestión regresó a Cubay se instaló en Mayarí Abajo, donde residía cuando el estallido de la Guerra Chiquita. Maceo le pidió integrarse a la nueva insurrección, y Guillermón le ofreció la jefatura del movimiento; pero Arcadio –estrechamente vigilado por orden del jefe militar español del Departamento, Camilo Polavieja- desistió, y sin siquiera poder relacionarse con los rebelados en ese poblado nororiental, optó por irse al extranjero con su primo, el teniente coronel del Ejército Libertador Francisco Leyte-Vidal Inarra, en viaje ofrecido por un jefe de la marina de guerra española –presunto amigo familiar-, cuya nave estaba fondeada en la bahía de Nipe. Con él llevaba Arcadio un cofre lleno de prendas valiosas. Ya a bordo del buque, los marinos que respondían a la celada, los amarraron. A Arcadio le quitaron su tesoro, y lo lanzaron a la profundidad, atado. Francisco salvó la vida milagrosamente, pero el brigadier Arcadio Leyte-Vidal Delgado murió ahogado. Fué el 16 de septiembre de 1879. Con la sola excepción de los mayariceros que mencionan su nombre cada día, el resto de Cuba olvidó al héroe.

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