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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

9 de mayo de 2016

LOS CANARIOS DE CANDELARIA, GIBARA, SE CASABAN ENTRE ELLOS



A diferencia de los demás españoles que llegaban a Cuba, los canarios casi nunca tenían parientes ricos ni a un funcionario colonial que los ayudaran. Para obtener alguna propiedad tan solo contaban con sus brazos para trabajar. Ahorrar a veces hasta la exageración era, generalmente, la única forma de hacerse de dinero. A lo que debe sumarse que ellos provenían de una región árida, pobre y olvidada por el imperio español. O eran frugales o nunca levantarían cabeza.

Igual, al llegar a Cuba, en lo espiritual se emparentaba con los peninsulares que era el grupo de control, pero la verdad es que ellos eran tan hijos del coloniaje como los mismos cubanos. Los españoles de Cuba colonial no los veían como sus iguales. En los libros de bautizos, matrimonios y defunciones, se les señala por su lugar de procedencia. Y  durante los primeros años del siglo XX en el Registro de Comerciantes e Industria de la ciudad de Holguín, por ejemplo, se aclaraba que eran canarios, mientras a los demás españoles se les señala, simplemente, como de España, sin especificar la región. (Desde 1910 está practica va desapareciendo).

Ser un No español los hace ver por los cubanos con otra visión. Incluso y pese a la participación de muchos canarios en el bando integristas durante la guerra de independencia, la memoria cubana no guarda con mucho encono tal desliz.

Y para ellos, qué significaba Cuba. Eran los canarios gente pobre que llegaba a un país al que en el imaginario popular de sus islas se le consideraba rico. ¿Cómo incluirse en el mundo al que llegaban?, debió ser una pregunta que todos se hacía.

En la zona oriental, específicamente, encontraron una cultura terrateniente campesina de gran arraigo, vecina de centros urbanos donde había más libertad en el vestir y la forma de ser.  Los cubanos que encuentran son exuberantes en el habla, en el vestir, en la forma de vivir:

“(…) la gente no iba a misa; las mujeres, con pretexto del calor, dejaban al descubierto en toda su amplitud los brazos, llevaban trajes sin mangas, cosa nunca vista en el mundo, o por lo menos en Canarias”[1].  

Los cubanos miraban con cierto desden al canario recién llegado. Aquellos isleños tenían otras costumbres y formas de mirar la vida, por lo que el canario también acabó mirando con desde al cubano. Ellos nos criticaban porque éramos demasiados pródigos, no teníamos sentido del ahorro y nos rodeaban de cierta aureola de irresponsabilidad. Entonces se comprenderá por qué tuvieron tendencia a la endogamia.

La costumbre de casarse entre ellos tuvo mucha fuerza en el barrio de Candelaria. La canaria de allí o sus hijas, cuando no tenía a un canario para casarse, generalmente escogía a un español, incluso, se da el caso de varones que al enviudar escogen a una hermana de la difunta.  Aunque a la verdad que estaban obligados a hacerlo: era Candelaria un batey donde la gente se movía poco, por lo que a la hora “de merecer”, lo más  a mano era otro canario o canaria lo que tenían a mano.

Pero en estudios que se han realizado anteriormente en otros territorios donde la población canaria era reducida, también se observa la tendencia a la endogamia siempre que pueden hacerlo. Incluso existe el caso de un canario que al fallecer su esposa canaria fue a Canaria en buscar otra mujer; por lo que parece este es un caso excepcional porque no hay pruebas de que haya ocurrido muchas veces, pero en la memoria de los descendientes de canarios hay referencia a  que eso era común.




[1] Loynaz, Dulce Maria. Un verano en Tenerife, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1994, p 47.

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