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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

15 de febrero de 2022

LA MUNICIPALIDAD HOLGUINERA 1800-1850 (12)

 12.- Para Pezuela la Ciudad de Holguín tenía en el año de 1827, trescientas noventa y seis casas de mampostería y tejas y trescientas seis de embarrado y guano, y una población de 3 624 habitantes, de los cuales 5 924 lo eran blancos, 1 654 libres de color y 946 esclavos. Que en el año de 1841 su población de lo era de 4 199 habitantes, de ellos 2 364 lo eran blancos, 1 805 de color libre y 750 esclavos; y que en 1846 solo tenía 3 065 habitantes, de los cuales 1 797 eran blancos, 905 de color libre y 363 esclavos. 

Asimismo el historiador español (Pezuela) consigna que en 1846 Holguín tenía 23 Pulquerías, 14 Tiendas de Ropa, 2 Cafés y Villares, 13 Zapaterías, 4 Talabarterías, 5 Sastrerías, 3 Herrerías, 2 Platerías, 5 panaderías, 1 Hojalatería, 1 Armería, 5 Carpinterías, 2 Boticas, 1 Relojería y 11 Tiendas Mixtas. Nos dice, además, que el Término de Holguín era esencialmente ganadero, teniendo en el año de 1817 una población de 15 396 habitantes; en 1822: 16 351 habitantes; en 1827: 17 729 habitantes, y en 1847: 21 684 habitantes; y que en el Término de Holguín en ese año de 1847 había 492 casas de mampostería y 1 697 de materiales inferiores, cuatro Iglesias y dos Ermitas; 92 ingenios y trapiches; 11 cafetales, 47 Haciendas de cría y ceba; 451 Sitios; 37 Potreros; 427 Estancias; 108 Vegas de Tabaco; 59 Colmenares; 4 Tenerías y 8 Tejares.

La diferencia en la cantidad de población se supone que se debe a un error o al fomento de la población de Punta de Yarey en la Bahía de Gibara, que lo fue a costa de la población de la Ciudad de Holguín, así como al caso curioso observado en este periodo histórico, y nos referimos al éxodo de la Ciudad al Campo, todo lo contrario a lo que sucedió después en que los campesinos nutrieron la ciudad.

Sus habitantes estaban clasificados en Blancos, de Color Libres y negros Esclavos, y entonces nos e contaba con un solo asiático, lo que consta en documentos encontrados en el Archivo, sobre todo en uno que es respuesta de otro en el que el Gobierno Superior pide a Holguín que informase sobre el número de asiáticos radicados en ella, y sobre todo, de los que vencido su contrato se habían quedado, y que dijeran asimismo si eran vecinos pacíficos o morigerados, qué vicios les dominaba, si eran dóciles y respetuosos con las Autoridades, si progresaban en sus profesiones, si mostraban inclinación a formar familia, si se relacionaban con los del país y si dejaban acomodados a sus descendientes. La respuesta de las Autoridades holguineras fue que en este término no había ningún asiático. Los blancos eran los dominantes en su población, llegando a sumar 19 179, de ellos 9 958 varones y 9 221 hembras. De esa misma cifra, eran nativos de la Isla 17 179.

Los de Color Libre llegaron a sumar 3 232, de los cuales 1 639 eran varones y 1 593 hembras. 

El esclavo, por su parte, era el elemento de trabajo, constituyendo al principio y mediado de este período histórico que comentamos, y no así a su final, una preocupación para el Cabildo y un problema, no obstante haber sido el mismo Cabildo quien había solicitado su introducción para el progreso de la agricultura y de no ser tanos en su número. Los esclavos de Holguín se usaban en asuntos domésticos, y algunos de ellos en los ingenios y trapiches, especialmente en los fomentados en el partido de Gibara. 

Se encuentran en los Archivos con disposiciones sobre el mejoramiento de la vida del esclavo y su educación, mientras que otras de ellas exigían una mayor vigilancia ante el esclavo que era, dice, alguien que sentía odio por su amo y deseos de libertad, no permitiendo la llegada al territorio holguinero de negros libres y menos si estos procedían de las islas Martinica y de Guadalupe. 

Todo intento de rebelión era castigado con mano dura, y ejemplo es que en 3 de abril de 1812 fue ahorcado en la plaza de Armas, hoy Parque Calixto García, el negro José Nepomuceno, de la dotación del Comandante de las Milicias Disciplinadas de Holguín, don Francisco de Zayas, según la sentencia confirmada por la Real Audiencia, de los negros comprometidos en Holguín para sublevarse contra los blancos, constando las medidas tomadas por el Jefe Militar de la Plaza don ramón Armiñán y comunicada al Cabildo y que fueron las siguientes: 

1ra. Que sesenta hombres de las Milicias Disciplinadas a las cinco de la mañana en ese día 3 de abril de 1812 estuviesen formados en el lugar de la ejecución y veinte más acuartelados.

2do. Que doce hombres de caballería acompañarían al Regidor Alcalde Mayor, el que llevaría de la Cárcel al lugar de la ejecución, al reo y sus cómplices, estos mancomunados, los que presenciarían la ejecución de su Jefe, devolviéndolos a la Cárcel.  

3ro. Que el Regidor Alcalde Mayor tenía que estar al lado del reo hasta que se efectuase su ejecución.

4to. Que los señores Alcalde Ordinario, Regidores, Alcalde de Policía con vecinos de la Ciudad recorrerían los alrededores, no permitiendo la salida ni la entrada en la Ciudad de personas de color, libres o esclavos.

5to. Veinte hombres de Caballería, divididos en patrullas de a cinco, recorrerían la ciudad, con orden de prender a los negros encontrados fuera de la Plaza.

6to. Que ocho soldados de caballería con el Teniente Bruno Batista protegieran la puerta de entrada de la Casa Cabildo.

7to. Que una pieza de a tres, cargada y custodiada por diez artilleros, se colocase en la puerta de la Real Cárcel y una de a dos, con diez artilleros, en la Casa de Gobierno,

y,

8vo. Que los Cazadores francos de servicio estuvieran prestos a salir a la menor señal de alarma.

A partir de ese hecho fueron mayores las medidas tomadas contra los negros cimarrones, creándose partidas para perseguirlos y recorrer los campos, con orden de prender a toda persona sospechosa y a los delincuentes. El Reglamento para la formación de esas Cuadrillas fue enviada a Holguín por el Gobernador don pedro Suárez de Urbina en 22 de marzo de 1814. De acuerdo con ellas, al Gobierno había que darle cuenta de los esclavos fugitivos, con indicación de su nombre, sexo, edad, señas particulares, lugar y fecha de la fuga y nombre del dueño. 

Al objeto de evitar las fugas de negros se emitió un Bando de 24 de marzo de 1816 ordenando que todo negro esclavo, para poder transitar fuera de la finca, necesitaba portar una orden por escrito del amo o del mayoral.

En el Archivo Municipal de Holguín se encuentran los partes de negros cimarrones capturados.

Igual existe la información de 1817 sobre la llegada a Holguín procedente de La Habana y con destino a Santiago de Cuba de don Agustín Puertas conduciendo cien perras amaestradas y enseñadas a perseguir a los negros fugados, dejando una de ellas en Holguín porque el animal parió seis cachorros y también un macho. La pareja de perros, por orden del Gobernador Escudero, se le entregó a un hombre de campo de toda su confianza con el objeto de tener de ellas crías, con orden de tenerlas bien alimentadas, sujetas a buenas cadenas y tratadas con esmero y delicadeza. A la dicha pareja de perros no debían permitir que se le acercara ningún negro y menos que algún negro se familiarizara con ellos. La indicada pareja de perros quedó al cuidado del vecino don Diego Rodríguez.

Los dichos animales eran hábiles perseguidores de los negros fugados, especialmente las hembras, las que según los partes “tenían una natural propiedad de buscar negros cimarrones”. 

Los Bandos relacionados con los esclavos eran frecuentes y por ellos dictaminaron que a aquellos les estaba prohibido hacer tertulias en las esquinas o en las bodegas; el de tener que recogerse a su casa un cuarto de hora después del toque de retreta; el de no poder salir a la calle pasada esa hora sin portar una orden de su amo por escrito; que los esclavos infractores de salir a la calle en horas impropias se les colocaría por cuatro horas en la Picota Pública y su amo multado; el de no poder llevar bastones ni garrotes; el de no poder salir o entrar en la Ciudad sin autorización por escrito del amo o del mayoral; que las personas libres de color se retirasen a sus moradas antes de las diez de la noche y si alguno tenía necesidad de salir, tenía que portar un farol; el de no poder bañarse en los charcos “Tejar”, “paso de Cuba” ni en “paso Largo” los de color libres y menos los esclavos por estar destinados esos charcos a los blancos; la de no poder concurrir a las galerías ni a las casas públicas (prostitución); el de no poder tratar ni contratar con los esclavos, bajo pena de nulidad, pérdida de la especia, devolución del precio en su caso y responsabilidad por los perjuicios causados; la de no poder entra en la Ciudad montado en el caballo, debiendo hacerlo a pie y llevando el caballo sujeto por las bridas; el de no poder salir a la calle faltos de ropa; la de no poder los amos arrojar a la calle a sus esclavos inútiles; sobre penalidades a los que protegiesen a los esclavos fugados y a los que los mantuvieren en sus casas sin dar cuentas a las autoridades.

Igualmente nos encontramos con los Registros de Esclavos, y en ellos recibos sobre el pago de impuestos por el número de esclavos poseídos, que variaban de la Ciudad a los del Campo, de las compras y ventas de esclavos, así como por alquilarlos. 

Igual desconfiaban de los extranjeros, viendo en ellos a un espía al servicio de una nación enemiga de España. Las órdenes sobre ellos siempre procedían de la Superioridad. Así en 1814 daban cuenta al cabildo de los gravísimos males y de los perjuicios ocasionados con la presencia e extranjeros en los dominios de España, no permitiendo su permanencia a os que no poseyeran pasaporte expedido en regla. Y el 3 de enero de 1818 llegó comunicación dando cuenta de que las causas que más influían en el fomento de insurrecciones en las tierras de América era la impunidad con que aventureros franceses, ingleses y americanos permanecían en ellas. Esos señores, dice, siembran las ideas sediciosas entre los habitantes, alimentando y sosteniendo ideas revolucionarias, por lo que se les debía prohibir su entrada asó como no les dejasen salir al campo sin una autorización previa. No obstante lo anterior, aparecen como vecinos de Holguín en 1821: 

Juan Muir, natural de Providencia,

Guillermo Alejandro Necks, natural de Providencia,

Ricardo Lord, de Inglaterra,

Juan Patterson, de Escocia,

Y en el Puerto de Gibara, que era de Holguín, aparecen asentados los siguientes extranjeros:

Antonio Fonseca, de Lisboa, Portugal (1816),

Francisco Leal, de Lisboa, Portugal (1824),

Manuel Da Silva, de Río de Janeiro, Brasil (1828),

Antonio Serafín, de Lisboa, Portugal (1824),

Elías Fransuá, negro libre extranjero, sin que diga el lugar de procedencia (1816),

Luisa Patterson (1823),

Margarita Sanders, (1819),

Gertrudis Clark (1824),

Rosa Solón (1824),

y un tal Sam, de la isla de cabo Verde.

Todos ellos habían sido autorizados a residir en Holguín por su buena conducta y profesar la religión católica.

En el año de 1839 se le recomienda a las Autoridades locales por sus superiores que sostenga una mayor vigilancia a los extranjeros, y en especial, a los que procedían de Jamaica o de cualquier Isla propiedad de Inglaterra y asimismo a los que procedían de las tierras de América emancipadas de España, y que si esos ya residían en Holguín que no se les permitiera relacionarse con las personas de color, y que no entrasen libros ni folletos que permitan suponer que sus dueños pertenecen a Sociedades Secretas, una de las cuales lo eran la Antiesclavista de Inglaterra, no librándose de tales sospechas ni la Santa Sede, y así en 5 de julio de 1841 recibieron comunicación de la Secretaría de Estado de tener informe reservado de que la Corte de Roma poco adepta siempre a las naciones regidas por instituciones liberales y que a su sombra hacían reformas convenientes a su fomento e intereses, acabando de dar un paso indiscreto que consistió en el pronunciamiento de un discurso del Sumo Pontífice en el Consistorio Secreto que era ofensivo al actual Gobierno de España, en virtud de varias disposiciones que aquel Gobierno había tomado en uso de sus facultades, por lo que se ordenaba que no se permitiera que el tal discurso se comentara y menos que entrara su contenido en el Municipio.

Como se ve, por temor al extranjero la Corte mantenía un cuerpo de Espías ante todos los Gobiernos, y sobre todo, ante todos los países libres de América, los que informaban al Capitán General de la Isla de todo movimiento sospechoso contra Cuba, y ésta máxima autoridad lo hacía llegar a los Tenientes a Gobernadores, mientras que estos lo hacían llegar a los Capitanes de Partido para conocimiento de todos los vecinos.

Se recomendaba a todos los Cabildos no permitieran en su Jurisdicción las reuniones secretas y en especial las de los francmasones, institución esta que desde marzo de 1821 se decía que existía en Holguín de forma secreta; e igual, que no se permitiera la entrada en Holguín de los folletos de José Antonio Saco “por lo mucho que tienen las doctrinas vertidas en ellos a fomentar el descontento y entibiar los sentimientos de adhesión de los vecinos de la Isla con la Metrópoli”.

De forma particular orientaron sus superiores al Teniente a Gobernador de Holguín que mantuviera vigilancia sobre el boticario Manuel de Sera, al que tildaban de Jefe de los Conspiradores en Holguín; y que no permitiera la entrada de la Constitución Colombiana, uno de cuyos ejemplares se encontró e incautó en Holguín en 1814 y asimismo se encontró en 22 de agosto de 1848, en manos del Licenciado (Abogado) Nicolás Sánchez Pérez, en Holguín, ejemplares de los periódicos “Patria” de Nueva Orleans, “La Verdad” de New York y “El Siglo” de Madrid.  Inmediatamente que se les encontraron los dichos periódicos lo dejaron cesante de la administración de justicia, asegurándose que la dicha administración y el público en general había ganado mucho con la cesantía del tal Nicolás Sánchez Pérez porque aquel ofendía por su modo de vivir.

Tales comunicaciones y descubrimientos mantenían en constante zozobra al Cabildo holguinero, viendo por doquier espías encargados de liberar a los negros esclavos y la anexión de la isla, “lo que traería la ruina del país”. Por ello en septiembre de 1849 el Cabildo de Holguín dejó constancia en una de sus Actas, su protesta porque unos cuantos aventureros, sin opinión y sin esperanza, trataban de invadir la Isla al objeto de turbar su paz y el reposo, cambiar su administración y su gobierno y de privar a todos de la más noble virtud y de la más querida en Cuba, su Fidelidad…

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