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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

6 de mayo de 2016

LOS CAMINOS DEL ARADO: EL TABACO EN GIBARA



Era el tabaco uno de los cultivos que hacían los canarios asentados en el hinterland del puerto de Gibara. Precisamente había sido en la zona donde los europeos habían visto aquella planta por primera vez. El suceso debió ocurrir cuando el Almirante Cristóbal Colón, anclado en la bahía, mandó una avanzadilla de dos marinos al interior. Al regresar aquellos dijeron haber observado a varios humanos expulsando humos que tenían un olor desabrido[1]. Hoy el hecho es asunto que cuentan una y otra vez los guías de turismo, mientras que la historiografía encargada del tabaco concentra sus intereses en las ricas vegas de Vuelta Abajo, sin embargo, el tema del tabaco en el oriente de la Isla no es nada despreciable: En este territorio también se desarrollo su cultivo en cantidades respetables hasta el siglo XIX. Gibara fue ejemplo muy elocuente de la importancia del cultivo del tabaco aunque hoy a los historiadores se les haya olvidado. Las casas lujosas que hubo en la Villa, las murallas que se levantaron para protegerla de los independentistas cubanos, los muelles del puerto y la locería fina esparcida por en interior de las residencias de los burgueses locales, estaba sustentada en las muy endebles hojas de tabaco, riqueza mayor de la región.

El mercado de Europa del Norte fue elemento decisivo en la producción tabacalera gibareña, luego fue Alemania.

Los primeros que en el hinterland del puerto cultivaron la preciada hoja del tabaco fueron los vecinos con larga tradición de cultivo de tabaco que llegaron hasta Gibara atraídos por la inauguración del puerto, procedentes de diversas partes de la jurisdicción de Holguín.

Fue posteriormente que llegaron los inmigrantes canarios. Ellos no tenían tradición tabacalera, sin embargo muy pronto se relacionaron con la hoja y aprendieron los secretos de su cultivo, hasta el extremo de que muy pronto decir canarios en aquella zona era decir grandes cosecheros del producto.

Hoy no tenemos elementos suficientes para responder la pregunta qué llevó a los canarios a la vega, solo algunas pocas y no muy sólidas hipótesis, entre ellas, las sabidas condiciones del terreno de la zona de Candelaria y otras inmediatas, tan propicias para el cultivo, la cercanía del puerto y las facilidades del transporte. Por demás el tabaco era el producto que de una manera relativamente rápida les permitía obtener capital para pagar la tierra que, en ocasiones, obtenían por medio de préstamos.

Lo anterior debió colaborar para que el tabaco entrara en la psicología de aquellos inmigrantes que, no olvidarlo, llegaron de Islas muy visitadas por comerciantes o viajeros en tránsito a América que necesitan vituallas para el trayecto. Precisamente eso dicho ahora mismo había hecho del canario un emprendedor hombre del comercio. Entonces se entiende que el tabaco era la planta ideal para entrar en el comercio internacional desde su modesta posición.

Pero como todo cultivo comercial, el tabaco necesitaba un capital que sustentara los muchos y obligatorios gastos, cuando se piensa en sembrar grandes cantidades. Fueron los comerciantes establecidos en el puerto de Gibara quienes aportaron el dinero, entre ellos destacan un reducido grupo proveniente de Cataluña y las Baleares.

En los Protocolos Notariales de Gibara, que se inician en el año 1841, se comprueba que desde entonces los prestamos que se hacían se saldaban  en tabaco.

Un ejemplo  de este tipo de transacción se produjo el  4 de febrero de 1847. La cantidad prestada ascendió a 1 550.00 pesos a pagar en 155 quintales de tabaco. Igualmente en ese año se efectúan otras seis transacciones a saldar en tabaco; tres de los que reciben los préstamos son canarios, dos de eran vecinos de Candelaria.

En esas mismas escrituras, pero del año 1848, aparecen un total de ocho préstamos, de ellos cinco a pagar en efectivo y tres en tabaco. De los que debían saldarse en tabaco hay dos que son hechos por la Sociedad Comercial dirigida por el portugués José Leal.  Dos de estos dichos préstamos tienen como fecha de vencimiento el mismo año 1848 y el  tercero debió ser una cifra considerable que no se especifica en la escritura, valorada en 575 quintales de tabaco. Cuatro de los individuos que reciben en ese año son canarios, uno de ellos reside en Candelaria.

Diez años después la situación es muy diferente respecto a los préstamos y en especial a los que se debían pagar en tabaco. Es que para entonces la producción de la hoja había dado un salto significativo. Incluso, hasta la forma de redactar los documentos respecto a los debitos había variado. A diferencia de los años 1847 y 1848, ahora se ofrece mayor claridad y precisión en la información: siempre se expresa la cantidad prestada y lo que se espera obtener en tabaco y, también, se da más información sobre deudores y acreedores.

Quien revisa los documentos gibareños encuentra en esos años más de  mas de 50 transacciones, 28 de ellas debían ser saldadas con tabaco. Por demás 19 de los que reciben los créditos son canarios y de los que se comprometían a pagar la deuda con tabaco, 11 son canarios. (Para entonces eran los grandes prestamistas un grupo de catalanes, santanderinos y vascos). 

A la vez ha ocurrido que la vieja sociedad local, típicamente patriarcal, se va transformando lentamente. Un periodista escribió sobre la concluida década de los años sesenta en estos términos:

“Las familias de los campos, sencillas e inocentes, vivían felices en sus propiedades y abandonaban su campestre morada tres veces al año; por Semana Santa, por Santiago y por Pascua de Navidad: la ciudad ofrecía en esas épocas un aspecto de animación y vida que regocijaba.

“Pero mas tarde el tendero del cuartón, capitalista de doce pesos, comen­zó por llamar la música al cuartón, por llevar a la tienda botitos, vestidos costosos, sillones, manteletas, chals y demás adminículos que antes eran innecesarios en los campos. A las primeras funciones iban montadas las hijas de los hacendados en los sillones que guardaban enfundados para los viajes a la ciudad y las de los labriegos, hacían uso de enjalmas ó lomillos, que era la montura mas usual en el país.

“Repitióse la fiesta otro día y ya todas las muchachas montaban sillones que el tendero fiaba a los padres, a pagar con la cosecha; el listado fue reemplazado con la falsa muselina, los zapatos de dril cuyo :corte era de tres reales, fueron sustituidos con el botito de tres duros, el   pañuelo tan propio de la guajira era inconveniente al lado del chal y la manteleta, el collar de colores era inadmisible al lado de las cuentas azules  y coloradas de la industria francesa, y como el tendero esplotaba(sic) en  terreno virgen aconsejaba en nombre de la decencia semejantes gastos, se hacía la persona mas importante y entendida del Cuartón, fiaba á pagar con la cosecha, y como un esceso(sic) trae otros, mientras las muchachas  bailaban ó eran bailadas al aire libre ó bajo una enramada, los hombres hacían honor á Baco en la bodega (siendo este uno de los graves males de las tiendas de campo)[2] cuando no estaban recreándose mas ó menos  ocultos, con la baraja ó los dados.

“El caso es que llega el primer año de cosecha, y aunque esta bastase á  cada uno de los campesinos para satisfacer la deuda al tendero, se le entrega toda, pero siempre necesita cada cual un pico para este o el otro  asunto, conviene el tendero en anticipar la cantidad que será pagada en tabaco el año siguiente, solo que en vez de dos quintales le pone cuatro y  además el rédito consiguiente al dinero que anticipa[3].

“Si es sabido aquel refrán que dice: labrador empeñado, es hombre arruinado, ¿qué porvenir le aguardará al pobre labriego que embalsado  entre las manos del tendero le queda siempre la tienda abierta para que  el esclavo tenga donde ir a vender lo que roba, para que el hijo frecuente  lascuela de Baco y él mismo para que tenga donde gastar en sardinas, salchichones, galletas y otras baratijas que antes le eran innecesarias?

“Y todavía es nada eso; un campesino va al pueblo y en casa de su antiguo y formalote marchante, que siempre le pesaba bien, compra una arroba de sal, media de café, una cuarta de arroz y una libra de cebollas; llega a su casa arregla su romana de palo y ella le dice que el tendero del campo le cercena mucho de lo que compra pesado, pero vive distante y vale más el viaje que lo que quiere reclamar. Desiste de ello y, con repugnancia al principio y por hábito después, si el tendero engaña al labriego, este le engaña a su vez en la calidad, clase y hasta en la cantidad  de lo que le entrega.

“Por supuesto, a los tres o cuatro años la deuda del labrador es enorme pero el tendero no quiere el perjuicio del labrador, no le quita bueyes ni caballos, sino que se contenta conque le, hipoteque el sitio, porque como somos mortales, prevé la eventualidad de una desgracia mortuoria, y se asegura de ese modo. Por su parte el campesino agradece que no lo lleven á los tribunales y él mismo se pone el dogal al cuello”[4].
Antes de iniciarse la guerra de 1868 el comercio de tabaco era uno de los rubros más importante entre los varios que se desarrollaron en Gibara,  hasta muchos países lejanos llegaban las hojas de tabaco cosechadas en esta zona y eso sirvió para que muchos comerciante se enriquecieran. Muchos emigrantes amasaran fortunas que salieron de las vegas de otros emigrantes más pobres: los canarios.


CANDELARIA, CONSTRUCCIONES



Al llegar a Candelaria los canarios se encontraban con una zona donde no existía una población con casas que pudieran alquilar o comprar sino que generalmente había una casa (bohío) en cada finca, pero los canarios no siempre compraban fincas como tales sino fragmentos de fincas. Por lo tanto ellos canarios tuvieron que fabricar sus casas, que eran al rústico estilo de la que habían vivido los aborígenes.

Muy pronto aprendieron, y algunos quedaron en la memoria colectiva por la agilidad que alcanzaron en construir este tipo de vivienda. Una de las ventajas de los bohíos era el poco gasto que representaban; los materiales los regalaba la naturaleza cubana.

Se dice que llegaron a construir casas muy grandes en las que no utilizaron ni clavos ni alambre, solamente bejucos. En la zona crece un tipo de bejucos popularmente llamados “uví” y asimismo otros que son capaces de soportar grandes pesos y que son resistentes al deterioro que impone el tiempo, la humedad y el calor.

A las piezas de madera grandes le hacían moscas o ranuras para “embonar”, es decir que coincidieran con el horcón donde se insertaban.

Las construcciones de bohíos hicieron aparecer diferentes instrumentos de metal necesarios para aquella labor, entre ellos la aguja de cocer yagua. (Generalmente esta la fabricaba el herrero del barrio[1]. No se fabrica industrialmente). Es la aguja una pieza en forma de cuchillo sin filo en los bordes y con una punta afilada para perforar la yagua. En la parte posterior tiene un orificio u ojo, que es como se le conoce, por donde se pasa una fibra de yarey.


CASA CANARIA EN CANDELARIA






Eran las más antiguas muy grandes o espaciosas, ubicadas a unos 40 metros de distancia de la carretera. Las paredes eran de tabla de la Palma Real y techo de pencas del mismo árbol, a cuatro aguas. Luego las transforman, levantando las paredes de ladrillo y cemento pero el techo sigue siendo de guano.

Generalmente tenía un cercado con alambre de púas, que para los canarios era “un lujo”. La entrada era a través de una portería de madera donde nacía un camino empedrado de cascajos que dividía en dos el jardín. Las plantas del jardín estaban ubicadas muy cerca de las paredes de la casa.

A ambos lados de la casa había terrenos para que pastaran los animales, igual cercado por alambre de púas.

En el fondo o parte posterior todas las casas tenían (y siguen teniendo), algunos árboles frutales que no son muchos y que no son visibles desde afuera. Las especies de frutales eran más o menos las mismas de todas las casas, aunque los canarios y sus descendientes siempre tenían algún naranjo.            
   



CARPINTERIA Y CANARIOS



Un grupo de canarios de Candelaria o sus descendientes estuvieron involucrados en el negocio de las construcciones. Todavía se recuerda a varios de ellos con fama de haber sido buenos carpinteros. Incluso, en el mismísimo pueblo de Gibara había varios carpinteros de ese origen, entre ellos José Rodríguez Amador, que fue quien hizo el barco mas grande de todos los que alguna vez se hicieron en los astilleros de la Villa. Era ese un pailebot nombrado “Antonia” de 100 pies de eslora. (La información anterior aparece en los libros protocolares del notario Carlos Aguilera con fecha de inscripción 21 de octubre de 1865). Siguiendo esos mismos viejos documentos, el otro barco más grande, hecho por el mismo carpintero, solamente alcanzó los 75 pies.  
Desiderio Hernández León (“Tello”) fue otro descendiente de canarios que tuvo grandes dotes como carpintero. Él se jubiló varios años después del triunfo de la Revolución. Ya jubilado continuó trabajando en un taller de carpintería que tenía en su casa.

TEJARES



La familia Guethom tenía un tejar en Candelaria Afuera. Nanao Guethón, que en 2009 tenía 95 años, dijo a Enrique Doimeadios, que vio ese tejar y que vivió su decadencia y su muerte.

Otro entrevistado fue Epifanio Cuenca Gonzáles. Se produjo la conversación en 24 de marzo 2009 en su casa en Candelaria:

“Mi tatarabuelo Jerónimo Fernandez Calero era canario de la isla de La Palma. Él tenía un tejar en La Sirena donde sus esclavos fabricaba tejas y ladrillos que se usaban en todos los campos de Yabazón, La Jandinga y Auras (Floro Pérez).  En 1855 ya no estaba trabajando, lo que le cuento fue antes de ese año. Él llego a Cuba después de 1844, vino huyendo de la sublevación de esclavos que hubo en su tierra y vino a Gibara”.

Otro entrevistado aseguró a Enrique Doimeadios que en Santa Maria o Embarcadero tenía un tejar Gregorio Hernández, que era natural de Aruca en la isla de La Palma. Cuando llegó la pobreza a Gibara en los años de 1940, ese tejar dejó de trabajar porque ya no tenía demanda.

Igual dijo un entrevistado: “En 1974 o 75 yo iba a construir mi casa y necesitaba ladrillos, entonces el esposo de mi tía, que era una persona emprendedora, albañil y carpintero, me aseguró que el ladrillo era facil de hacer y nos dimos a la tarea. Fuimos a la fábrica de ladrillos que hay en Bocas y compramos 500 ladrillos con los que hicimos el horno. Hicimos también un rancho grande y allí fabricamos todo lo que necesitaba para hacer mi casa y después seguimos haciéndolos para vender, hasta que un día tuvimos que parar el negocio porque la tierra de Iberia no es la mejor y por eso había que pasar mucho trabajo; teníamos que jibisarla, (cernirla), para evitar las piedras. Yo conservo los moldes, los guardé y tengo también una especie de molino que se utiliza para remover y moler la tierra. Para mover ese molino se usa tracción animal: todo eso lo tengo guardado.

“En este momento unas cuantas personas tienen tejares en Iberia. Hay allí  una familia de apellido Cobas que son baleares (de las Islas Baleares), pero que la mujer es Hernández, esos Hernández son de descendientes de canarios. También en Embarcadero y en Santa Maria hay tres tejares grandes, uno de una Cooperativa, otro del Poder Popular y otro de una Empresa de Construcción.

“Los tejares particulares son de contrabando, ilegales, así es en la actualidad pero antes de Fidel había un tejar en Embarcadero que hicieron los Beola y que era de jerónimo Hernández. Ese tejar estaba primero en un lugar que se llama El Triángulo, pero allá la tierra no era buena calidad y por eso lo trasladaron”.

CASA DE DOS PLANTAS



La primera de todas en la zona la hizo Mateo Vals que era un catalán comerciante. Abajo la tienda y en la segunda planta la casa de vivienda de la familia. Esa casa ya no existe porque la desarmaron para armar una nueva.

Actualmente en Candelaria hay una casa de dos plantas propiedad del nieto de canarios Roberto Paredes. 

FOGON



Para hacer el más rústico de los fogones, se cogían cuatro piezas de madera rolliza que hacían la función de las patas. Esas se encerraban en un cuadrado de madera rolliza que formaba un cuadrante. Por encima se les ponía unas tablas de palma y quedaba una caja que se rellenaba con tierra, esa tierra hacía la función de sustancia aislante para que no se quemaran las tablas. Arriba de la tierra se ponía ceniza que se mojaba y se aplanaba con las manos.

EL CARBON



Un síntoma de “desarrollo” era dejar atrás el fogón de leña y tenerlo de carbón. El oficio de carbonero era común en la Sierra de Gibara. Generalmente los carboneros también sembraban plátanos, pero el tiempo les alcazaba para también hacer carbón. Por demás, cuando iban a desmontar un terreno para sembrar los platanales, usaban la madera para hacer carbón.



Por demás el platanal se explotaba por unos años, mientras rendía y después se deja que la manigua lo invadiera y mientras tanto se abría un área nueva donde la tierra era virgen. (El área que se abandonaba volvía a enriquecerse al cabo de los años, y por eso podía volver a desmontarse y utilizarse nuevamente para el mismo producto).


LOS ISLEÑOS (Canarios), EN LA HISTORIOGRAFÍA CUBANA DE LA GUERRA

Cuando reiniciaron en Cuba las guerras por laindependencia, los criollos locales incluyeron en el bando integrista a todos los inmigrantes españoles, menos a los canarios. Es que estos eran demasiados cercanos, cada cubano tenía un antepasado “isleño”.

Y es verdad que sicológicamente ellos estaban más cerca del cubano que cualquier otro español y también es verdad que los isleños nunca conformaron las élites de poder y eso les ganó la generosidad de la historiografía local que los acercó al bando cubano o que, por lo menos, los separó de la definición de “catalán” que en la Isla era sinónimo de integrista.

4 de mayo de 2016

COMPAÑIA MAMBISA DE CANDELARIA Y OTROS HECHOS INÉDITOS QUE RELACIONAN A LOS CANARIOS DE LA ZONA CON LAS GUERRAS INDEPENDENTISTAS CUBANAS



En la historiografía cubana son escasos los estudios sobre unidades de combate mambisas. El asunto es más reducido sobre la guerra de 1868. Aunque si bien se han realizado monografías sobre la contienda en algunas regiones, ninguna de ellas es propiamente la historia de una división,  una brigada  o un batallón.


9 de febrero de 2016

Hotel Caballeriza




Por: César Hidalgo Torres

La Caballeriza se llama el nuevo hotel que le están construyendo a Holguín. La arquitecta Karina Pérez Rodríguez es su proyectista principal. 

CESAR: ¿Realmente hubo una caballeriza en la esquina de Aricochea y Miró?

KARINA: Pudo haberla. Aunque a nosotros nada más nos ha llegado la afirmación del historiador Pepito García Castañeda: El dijo que sí.

CESAR: Está bien, le creo a Pepito. Y por otro lado, dijo otro gran historiador nuestro, (Otro Pepe, además), el DR. Pepe Vega Suñol que desde la creación del pueblo y hasta hoy, el campo está adentro de la ciudad. Y no puede ser de otra forma en una ciudad levantada por una fuerte cultura agropecuaria: en la ciudad viven caballos desde que vino el primer ser humano que fundó Holguín. Yo le propongo Karina, que hagamos una revisión de fotografías para recordar qué había donde ya es visible el que será un hermoso hotel.

1 de febrero de 2016

Osvaldo Aguilera González



Lloviznó insistentemente el día que visité a Osvaldo Aguilera y González en su casa, que hasta ese momento no sabía dónde quedaba. Alguien me orientó, más o menos. Caminé envuelto en una capa para el agua, a ciegas, temeroso de que no quisiera aceptar mi invitación al programa. Ya me habían dicho que el locutor de voz hermosa dedica su vida a asistir a un templo donde se reúne con otros espiritistas locales. Por la radio nada más se le ve cuando hay  momentos muy importantes. 

No fui su alumno y en eso envidio a mi colega Sánchez Grass, que consiguió con él una cercanía como me habría gustado. Jamás me llamé a mi mismo locutor cuando Osvaldo estaba cerca, el locutor es él, con una voz tan viril que le brota de los testículos, parece. Su dicción es tan perfecta como mismo su pelo pulcramente peinado. Una de sus manos es más pequeña que la otra y en los ojos le baila una sonrisa a la que le temo más que a la ira de un juez. Pero nunca juzga, (nunca me juzgó), como hacen otros locutores de estirpe menos alta que la de este Maestro indiscutido. Y es esa la causa de mi miedo: no saber cómo me evalúa, aunque una vez entró en una cabina de grabación de la radio donde yo estaba trabajando y después de un minuto oyendo me dijo que tenía buen ritmo. (Tener buen ritmo no lo es todo para ser locutor, pero me puse su piropo en el pecho como la medalla ganada por el soldado en el fragor de la batalla).

Una anécdota de Osvaldo que no he confirmado, es un mito en la radio. Confirmarla era mi propósito si iba a la televisión. Se dice que ocurrió durante una emisión del programa Apartado Popular, que es donde se promocionan los productos que venden los mercados. La locutora acompañante era María Hortensia Ruisánchez. Lo que se cuenta asegura que esa vez ocurrió así:

OSVALDO: ¿Qué oferta esta mañana el Mercado Paralelo de la Calle Garayalde?

MARIA HORTENCIA: (DESPUES DE VARIOS PRODUCTOS ANUNCIADOS) En los cárnicos tenemos etc, etc, etc y Mortadella…

OSVALDO: (INTERRUMPE) Usted querrá decir Mortadel-la.

MARIA HORTENCIA: ¿Así que se dice Mortadel-la, eh maestro?

OSVALDO: DA UNA LARGA EXPLICACION SOBRE EL ORIGEN DE LA PALABRA, INCLUSO HABLA DEL LATIN Y SUS DERIVACIONES Y DE LA PRONUNCIACION DE LA DOBLE L.

MARIA HORTENCIA: Todos los días una aprende algo nuevo, gracias por la lección. Ahora sigo con la oferta del Mercado Paralelo: en los lácteos tenemos yogurt, helados, leche y… (HACE UNA PAUSA Y EN SU VOZ SE ASIENTA EL DUENDE DE LA PICARDÍA) Por favor maestro, ayúdeme: ¿Cómo se dice mantequilla o matequil-la?

Si Osvaldo acepta ir a mi programa voy a tener cojones de preguntarle si es verdad la anécdota, me juraba debajo de la llovizna molesta, cuando su voz me llama. Dijo él que un buen espíritu le avisó que iba a buscarle. Lo cierto es que todas las casas estaban cerradas por el frío y la humedad, también la de él. Pero justamente cuando pasé por allí, salió Osvaldo al balcón y supo que el bulto envuelto en el nylon verde de la capa de agua era yo. 

Mi saludo fue invitarlo al programa. Dijo que sí sin tener que pensarlo. Lo sentí solitario, deseoso de conversar. Me habló de un curso de locución que quiere impartir, pero ningún funcionario se interesa. Le dije que si le falta alumnos, que me tome por tal. Me dijo que a estas alturas no tiene gracia, que su curso es para niños. Nada le dije de la anécdota maldita… mejor lo tomo por sorpresa, me propuse.

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Osvaldo Aguilera González nació en Banes, Holguín, de padre carpintero y madre ama de casa. 

CESAR: ¿Tan desesperado estaba usted por tener un radio, Osvaldo?¿Cómo tuvo el primero?

OSVALDO: Tener un radio era tener el mundo adentro de la casa, pero el mundo costaba una fortuna: 10 pesos. Un día me enteré que unos vecinos vendían su radio y hablé con el viejo. El me miró con unos ojos que denotaban más embullo que el mío. No sé cómo pudo reunir tanto dinero, pero al día siguiente me puso diez pesos de a uno, uno encima del otro y yo salí corriendo, muerto de miedo de que ya lo hubieran vendido. Pero no, ninguno de los vecinos podía darse aquel lujo. Lo compré. Era una caja cuadrada y misteriosa por la que hablaban las voces más lindas del mundo. Papá, que era carpintero,  hizo una mesita esquinera y la puso en lo alto. Debajo mi vieja tenía su máquina de coser. Esos son los sonidos de mi niñez: el ruido de mi madre cosiendo y del radio: las voces, los sonidos, la música.

CESAR: Me habla de las emisoras de radio que entonces oía, quizás de los programas, si los recuerda. 

OSVALDO: REMEMORA LO QUE RECUERDA.

CESAR: Y oía, seguro, a la Cadena Oriental de Radio. 

SONIDO: SE OYEN VIEJAS PROPAGANDAS DE LA RADIO.

CESAR: ¿Qué hizo que usted comenzara a soñar con hablar como aquellas voces que oía por la radio? Por cierto, voces muy distantes del Banes donde vivía.

OSVALDO: Copiaba lo que hablaban los narradores y después lo repetía, tratando de parecerme a ellos.
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CESAR: ¿Cómo es que el hijo de carpinteros se decide a estudiar dirección teatral en Santiago?

OSVALDO: Yo era quien presentaba a las compañías de teatro que iban a Banes: ¿te fijas que lo que quería era ser locutor?

HABLA DE SU PRIMERA ENTRADA A UNA EMISORA DE RADIO EN SANTIAGO. DE CÓMO REGRESA A BANES. FUNDA UNA RED DE ALTOPARLANTES EN TODA LA CALLE PRINCIPAL DEL PUEBLO Y MAS TARDE FUNDA LA PRIMERA EMISORA QUE HUBO EN AQUEL LUGAR AL CAMBIAR UN REFREGIREADOR POR UN TRANSMISOR.

CESAR: Qué o quién es responsable de que usted viniera a Holguín, a trabajar en Radio Angulo.

OSVALDO: Fue el célebre Sergio Antonio González Valero. Todavía recuerdo el olor de la cabina. Olía a aire, a distancias. Esa fue una de mi más grande felicidad.

CESAR: Después usted hizo lo mismo que Valero: trajo a otro gran locutor: Rafael Peña Santana, que era entonces un joven de voz hermosa allá en Puerto Padre.

OVALDO: Decían que Santana podía ser mi competencia, el que me desplazara, pero nunca ocurrió. Convivimos.

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DESDE LA CABINA DE RADIO ANGULO, ENTREVISTA CON ENMA GARCIA, LOCUTORA Y COMPAÑERA DE TRABAJO.

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CESAR: Todavía tiene la voz hermosa, firme, vibrante: y sin embargo, para sorpresa de oyentes y colegas, decidió jubilarse. ¿por qué?

OSVALDO: Un repentino infarto me tomó desprevenido. Yo creía que me iba a morir al día siguiente. 

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En ese segundo que va del final del programa a que los camarógrafos y el coordinador se acerquen, Osvaldo me dijo lo más lindo del mundo: “te has convertido en el locutor más íntimo de la radio”… Y luego repitió la palabra Radio tres o cuatro veces. “En la televisión no sé cómo te irá. Es que las luces son tan fuertes que uno no oye”. Quise agradecerle pero entonces la productora ya se lo llevaba. 

No le dije nada de la mantequilla, ni falta que hace porque lo mejor de las leyendas es que nadie las puede probar. 

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EL TEXTO QUE SIGUE ES UN FRAGMENTO DE LA CRONICA QUE MERECE EL MAESTRO ESCRITA POR SU ALUMNO JORGE LUIS SANCHEZ GRASS:

OSVALDO AGUILERA GONZALEZ, LA PRIMERA VOZ…

La CMKO ha tenido durante años un lujo que es hoy su propio descalabro. Grandes voces de la locución en plenitud de facultades que han alcanzado la longevidad y el retiro sin dejar relevo que medianamente se les parezca. Por eso durante décadas habrá que recordar la personalidad y el estilo de Enma García, la sobriedad de Néstor Salazar, el insuperable modo de animar de González Valero, la manera de narrar de Rafael Peña Santana, la versatilidad de Joaquín Mulén Ojeda, la frescura para colarse en el hogar de Alicia González Diéguez y la eterna manera de presentar la planta de Osvaldo Aguilera González. Otros nombres engrosarán la lista pero aún no tienen páginas en la historia. (...)

Hace unos 30 años, cuando no me sabía dueño de las facultades que te definen como gente que vive de y para la voz, me centraba en los mejores ejercicios de dicción que jamás hizo nadie. Escogía yo cada tarde los mejores destornilladores del pañol de mí padre, seleccionados por sus tamaños y colores, y los colocaba en su tablón de martillar, encajados por sus propios filos. De manera que quedaban dispuestos con el estilo de una tribuna, a la usanza de las utilizadas por los líderes de la Revolución Cubana en sus discursos kilométricos. Ante estos destornilladores y subido en un banco pronunciaba yo mis propias parrafadas, que pasaban entre la improvisación y la lectura de las versiones taquigráficas que salían cada semana en el diario Granma. Nunca me paré por falta de discursos, siempre teníamos efemérides joyantes y sentidas. El jardín de nuestros héroes era y es inmenso. (...)

Mi maestro no es otro, que Osvaldo Silvio Aguilera González, una de las personas más nobles que ojos humanos hayan visto.Mis clases fueron muy particulares, No porque abonara yo tarifas por curso alguno, como se estila ahora en los talleres de los que salen cientos de graduados y ningún locutor después de pagar la matrícula y cada mes de asistencia. Mis clases fueron muy particulares porque se extendieron por más de dos años. Era como un tipo de licenciatura en la que debías aprender anatomía, fisiología e higiene del hombre, porque un buen locutor debe dominar al máximo los órganos de la fonación y las partes del cuerpo humano que intervienen en la emisión del sonido. Se precisaba en aquellas sesiones saber de tonemas, ritmos, estilos, lingüística, cultura general, geografía, definir los estilos y escuchar a los grandes en medio de una sed de monitoreo inmenso. Escuchábamos con pilas casi todas las emisoras. Las clases transcurrían en el portal de Mariana de la Torre 92 altos. Casi siempre con la complicidad de las estrellas e inmersos en un exquisito apagón que nos hacía compañía. Por entonces soñábamos con una máquina de escribir, una grabadora de cintas y algún micrófono de mediana calidad adjunto a una consola pequeña. Los sueños hoy por inalcanzables han ido variando. Mi maestro nunca dispuso de este equipamiento elemental para hacer lo suyo. Nunca hubo sensibilidad ni posibilidad para ayudarlo. Los máximos interesados nunca han estado interesados en este tipo de carencias primarias de este tipo de profesionales.Más que un curso fue siempre un intercambio. Desembarcaba yo con mis reflexiones de mis últimas lecturas, las cuales eran asumidas como un ejercicio de improvisación. Sólo lecturas. Vencidos por las necesidades, en casa dejamos de tener Televisión en Colores, hubo que ceder el último trofeo obtenido por mí padre el Vanguardia. Gestamos juntos un segmento de comentarios y críticas que llegó a ser muy escuchado en el oriente de Cuba. Todavía hoy me sale gente en el Facebook pidiéndome amistad que me revelan que eran oyentes de estos comentarios que estuvieron al aire casi una década contra viento y marea. Cada lunes estábamos en los tribunales de la mediocridad. Las columnas se presentaban en vivo los domingos con una inmediatez impresionante y una valentía sedimentada en algo que me enseñó Manuel Angulo Farrán sin proponérselo: ¨La elocuencia tiene que estar comprometida con la verdad¨ , esta ha sido siempre mi interpretación de su : ¨Diciendo con valor lo que otros callan por temor¨.

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