A principios del siglo XIX en la zona llana próxima a
Candelaria se produjo un importante poblamiento de origen anglosajón llegados,
sobre todo, procedentes de las Bahamas y de los Estados Unidos.
Su importancia no radicó en el número, solamente eran cuatro familias inglesas: los Chapman, los Weathom y los estadounidenses Clark, Noris y los Driggs a quienes acompañaron la familia austriaca de los Eyssing de Seasure y las familias de italianos Calvi y Moro.
Su importancia no radicó en el número, solamente eran cuatro familias inglesas: los Chapman, los Weathom y los estadounidenses Clark, Noris y los Driggs a quienes acompañaron la familia austriaca de los Eyssing de Seasure y las familias de italianos Calvi y Moro.
Con la excepción de los Driggs, que se asentaron unos
años antes, todos los demás vinieron luego de la habilitación del puerto de
Gibara.[1]
Una característica común de estos extranjeros era que contaban con recursos
suficientes para construir ingenios azucareros. Y así ocurrió. En Candelaria
los Driggs fundaron el ingenio “Casablanca” y los austriacos Eyssing de Seasure
el “San José”, (luego lo vendieron a los Driggs). Por su parte los Chapman
crean el “Columbia”. Todos estos dichos ingenios tenían maquinas de vapor, y
asimismo se crearon otros que utilizaban la fuerza animal para moverse, como
fueron por ejemplo, “El Voluntario” de los italianos Benito Moro y Mauricio Calvi y “El Anoncillo” que
era del británico Weathorm.
El historiador gibareño del siglo XIX, Herminio Leyva describe la importancia de cada uno de ellos en 1837 guiándose por la cantidad de esclavos:
El historiador gibareño del siglo XIX, Herminio Leyva describe la importancia de cada uno de ellos en 1837 guiándose por la cantidad de esclavos:
“Santiago Patterson, escocés, posee un ingenio con 91
esclavos, Samuell Chapman, inglés, posee un ingenio con 47 esclavos, doña Rita
Ballerby, inglesa un ingenio con 84 esclavos, Mister Warren Gookin,
angloamericano un ingenio con 22 esclavos”[2].
Exactamente estaban en Candelaria el de Samuell
Chapman y el de doña Rita Ballerby y el de Santiago Patterson estaba
relativamente cerca del barrio. El de Gookin estaba en Santa Lucía.
El lector impaciente dirá que estamos historiando a los sajones en la entrada que dedicamos a los canarios de Candelaria, pero es que muchas veces hay senderos que nos llevan más directos al camino real y este es el caso. El hecho de que fueran británicos y no criollos los que se establecieran en aquella comarca tuvo gran importancia para el posterior poblamiento canario.
La mayoría de los herederos británicos de estas propiedades vivían en lejanas posesiones del imperio o en los Estados Unidos, incluso, herederos del viejo Chapman vivían en la India, Hawai e Islas Bermudas. Por lo que al fallecer los propietarios en la segunda mitad del XIX ninguno de los herederos estaba dispuesto a establecerse en este perdido barrio cubano y, lógicamente, vendieron sus herencias. fue necesario vender parte de la tierra para la herencia y para entonces un grupo significativo de canarios ya vivían por allí y algunos habían logrado reunir cierta cantidad de dinero que les permitió comprar. Igual otros canarios se hicieron de propiedades por aquella costumbre criolla cubana de subdividir sus tierras entre los hijos, hijos que muchas veces vendían la herencia.
Interesante es seguir los rumbos de cómo los campesinos canarios establecidos en el barrio y de otros y colindantes fueron adquiriendo las tierras: Ya desde la década de los cuarenta del siglo XIX se les encuentra poseyendo pequeñas fincas.
El origen de los recursos mínimos para hacer las compras los adquirían por el trabajo duro y el ahorro, aunque parece que algunos contaban con recursos que traían de sus islas y que habían conseguido por herencia de sus difuntos. Esto nos sitúa ante personas cuyo origen no provenían de familias miserables, pero esos eran minorías. Según la tradición oral el grupo más significativo lo consiguieron por esfuerzo propio.
Antes de la llegada canaria, en Gibara se habían establecido y desarrollado un grupo de comerciantes españoles que acumularon suficiente capital para convertirse en usureros. Y como los canarios habían creado fama de trabajadores y honrados pudieron pedir préstamos que pagaron gracias a su incansable laboreo de la tierra.
El lector impaciente dirá que estamos historiando a los sajones en la entrada que dedicamos a los canarios de Candelaria, pero es que muchas veces hay senderos que nos llevan más directos al camino real y este es el caso. El hecho de que fueran británicos y no criollos los que se establecieran en aquella comarca tuvo gran importancia para el posterior poblamiento canario.
La mayoría de los herederos británicos de estas propiedades vivían en lejanas posesiones del imperio o en los Estados Unidos, incluso, herederos del viejo Chapman vivían en la India, Hawai e Islas Bermudas. Por lo que al fallecer los propietarios en la segunda mitad del XIX ninguno de los herederos estaba dispuesto a establecerse en este perdido barrio cubano y, lógicamente, vendieron sus herencias. fue necesario vender parte de la tierra para la herencia y para entonces un grupo significativo de canarios ya vivían por allí y algunos habían logrado reunir cierta cantidad de dinero que les permitió comprar. Igual otros canarios se hicieron de propiedades por aquella costumbre criolla cubana de subdividir sus tierras entre los hijos, hijos que muchas veces vendían la herencia.
Interesante es seguir los rumbos de cómo los campesinos canarios establecidos en el barrio y de otros y colindantes fueron adquiriendo las tierras: Ya desde la década de los cuarenta del siglo XIX se les encuentra poseyendo pequeñas fincas.
El origen de los recursos mínimos para hacer las compras los adquirían por el trabajo duro y el ahorro, aunque parece que algunos contaban con recursos que traían de sus islas y que habían conseguido por herencia de sus difuntos. Esto nos sitúa ante personas cuyo origen no provenían de familias miserables, pero esos eran minorías. Según la tradición oral el grupo más significativo lo consiguieron por esfuerzo propio.
Antes de la llegada canaria, en Gibara se habían establecido y desarrollado un grupo de comerciantes españoles que acumularon suficiente capital para convertirse en usureros. Y como los canarios habían creado fama de trabajadores y honrados pudieron pedir préstamos que pagaron gracias a su incansable laboreo de la tierra.
[1] Hasta 1817 era difícil para un extranjero establecerse
en los dominios españoles donde no les permitían comprar tierras, aunque algunos
lo lograron, como los Driggs, pero aún así era necesario hacer una serie de
trámites muy engorrosos. Sin embargo en 1917 una real orden de Fernando VII de
1817 autorizó el establecimiento de extranjeros en las tierras del imperio.
[2] Leyva, Herminio, “Gibara y su
Jurisdicción. Apuntes históricos y estadísticos”. Establecimiento de Bim.
p. 219
Muy interesante.
ResponderEliminarMe ha sido difícil obtener algún dato de mi bisabuelo Don Ángel Sainz Gándara que no renunció a la ciudadanía española.Debe haber llegado a partir de 1850. Ni mi padre y mi abuelo ya fallecidos me dieron dato alguno. Quizás formó parte de los canarios.
ResponderEliminarMario Sainz Cruz 54005488