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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

24 de abril de 2014

La Virgen de la Caridad y los indios


Síntesis hecha por César Hidalgo Torres con datos tomados de La Virgen Cubana en Nipe y Barajagua
Autores: Angela C. Peña Obregón
             Roberto Valcárcel Rojas
             Miguel Angel Urbina Herrán 


Poco se dice de la relación de los “indios” cubanos con la Virgen de la Caridad y sin embargo ellos tuvieron una trascendental importancia durante los primeros años después que hallaron la imagen. Y la hallaron dos indios, hermanos ellos y un niño negro, Juan Moreno, pero al paso del tiempo uno de los dos indios evolucionó en la memoria popular y comenzó a ser un blanco de nombre Juan, el tercero de los Juanes, y el nombre de Rodrigo, que así se llamaba uno de los indios, (el otro Juan, ciertamente), se borró de las mentes.

Era zona profusamente aborigen el lugar donde dos indios, rebautizados con nombres y apellidos europeos, Rodrigo y Juan Hoyos, más Juan Moreno, encontraron la imagen de la Virgen (Bahia de Nipe y sus alrededores).

Desde unos tres mil años antes del nacimiento de Cristo arribaron a las costas de la isla de Cuba los primeros grupos humanos, y desde entonces no cesaron ni las inmigraciones ni el nacimiento de pueblos, en otros varios lugares de Cuba y en los alrededores de la bahía Nipe. En el caso de Nipe y sus inmediaciones, la alta densidad poblacional convirtió el paisaje en indígena.

Gracias a los indicios arqueológicos hoy se sabe de comunidades (pueblos) de pescadores-recolectores en espacios costeros de la península El Ramón, de Cayo Saetía y en las inmediaciones de la desembocadura del río Mayarí. Y al norte de la bahía está Banes, lugar donde habitó una de las expresiones más potentes de desarrollo indígena en Cuba.


Las provincias indias.

El concepto de provincias indias se maneja en la vieja documentación de principios de la conquista para referirse a un espacio geográfico donde se ubica cierta cantidad de aldeas o pueblos, por lo que la provincia, parece, debió ser un tipo de unidad sociopolítica donde grupos menores aceptaban cierto liderazgo regional.

En la zona que ahora consideramos “la geografía de la Virgen”, Diego Velázquez menciona con el nombre de provincias a Baní y a Barajagua, ambos lugares visitados por él en 1513, previo a la fundación de la villa de Bayamo. Exactamente el dato proviene de una relación enviada por Velázquez al Rey en la cual le informa sobre los avances en la dominación y colonización de la isla. (En dicho documento se desprenden ciertos detalles sobre la estructuración indígena de la región):

(…) á 4 de octubre de 513, con XV cristianos que con el yban, por la mar, en canoas, por la costa del Norte, y llegó a las provincias de Baní y Baraxagua, donde estovo quatro ó cinco días, porque vinieron alló los caciques é indios de las dichas provincias, é les dijo lo que convenia al servicio de V.A., y de allí se partió por las provincias de Guaunaya (Guaimaya) y del Mayzí (Mayyé), fazsiendo lo mismo hasta la de Bayamo. (Pichardo, 1971: 70)

¿Se extinguieron los aborígenes que vivían en las inmediaciones de la bahía de Nipe y en Barajagua en la fecha en que fue hallada la imagen de la Virgen?¿Por qué son dos indios y un negrito quienes encuentran la imagen?

Mujer indigena cubana
El manejo de la fuerza laboral indígena se organiza a partir de los repartimientos, iniciados desde los primeros años por Velázquez bajo la fórmula de un acto temporal y oficializado a partir de 1513 como encomiendas.

Consistía una encomienda en la asignación a un español de cierto número de indios que trabajarían para él a cambio de protección y de la instrucción religiosa que ofrecerían los curas doctrineros. Mediante tal instrucción los indios serían preparados para la vida civilizada. Pero en verdad la encomienda resultó un mecanismo de exterminio pues al no ser permanente el español temía que sus indios fueran encomendados a otro o que la corona suspendiese su vigencia, por ello trataba de lograr los mayores rendimientos con los menores gastos, lo que suponía trabajo excesivo, maltratos y la ruptura de los ciclos de vida indígena y su reproducción biológica, hambre y la propagación de enfermedades para las que los indígenas carecían de defensas.

El suicidio y la renuncia a procrear fueron respuestas a la situación anteriormente narrada, y también, huidas y rebelión.

Las rebeliones se reportaron en casi toda la Isla, intensificándose en momentos en que la conquista de tierras continentales. Verdaderamente las rebeliones nunca lograron cohesionarse en movimientos estables y amplios, pero sí fueron frecuentes, especialmente en la tercera década del siglo XVI, y solo cesaron con la eliminación definitiva de la encomienda.

Paralelo a los procesos de explotación del indígena se produjo, desde la misma entrada europea, la aparición de mestizos: hijos de padres españoles y madres aborígenes. Es fácil entender que entonces la mujer resultaba de enorme interés para una población mayoritariamente masculina, con un fuerte nivel de presión sexual. Pero asimismo la mujer india era muy valiosa para los conquistadores que aspiraban a amancebarse con alguna de ellas que tuviera relación con las jerarquías locales. Lo anterior le daba al español posibilidades de manipulación de los conglomerados indígenas.

Pero también pudo pasar que de alguna manera la situación que provocó la llegada de tantos hombres solos fuera manejada por los propios indígenas dentro de sus estrategias de supervivencia. La mujer que lograra unirse a un español y parirle hijos garantizaba alimentos y tratos diferenciados.

Y luego, mucho más pronto de lo que comúnmente creemos, entran al Caribe los esclavos africanos. Para 1537 el registro de 22 estancias de la jurisdicción de la villa de Santiago de Cuba se contabilizan 92 indios encomendados, 56 indios esclavos y 193 esclavos africanos.

Obviamente la convivencia del indio con el africano también produjo mestizos, aunque, aparentemente, menos que los aportados por las indias y los españoles. De todas formas, el mestizo de india y negro o de negra e indio también pasó a engrosar los estratos más humildes y contribuyó a fomentar un temprano mosaico racial en Cuba.

Luego los libros de historia de Cuba se olvidaron de los indios, de los que dicen que se extinguieron todos, pero eso no es cierto, y lo probaremos más adelante, cuando hablemos de los hermanos Hoyos, que trabajaban en las minas de Cobre para las que hacían monterías.

Los indios conocían a Nuestra Señora, la Virgen María mucho antes de que se hallara la imagen sobre las aguas de Nipe.

Los europeos conquistadores comprendieron desde el inicio la importancia que tenían los caciques como mediadores para el control de la fuerza de trabajo, de hecho, las encomiendas se repartían nombrando a los pueblos con el nombre de su cacique y las leyes reconocían de forma clara cierto privilegios para estos.

Igual, los caciques fueron elemento importante en el proceso de evangelización y hacia ellos y su familia, especialmente a sus hijos, se dirigió el accionar educativo y civilizador buscando convertirlos en difusores de las ideas religiosas entre el resto de los demás aborígenes. Desde entonces hubo indios que pactaron con los santos católicos traídos por los españoles, esperando que estos “cemíes” tan poderosos los ayudaran a ellos como mismo, creían, hacían con los hombres blancos.

Por documentos se sabe que la primera experiencia indígena con las imágenes de la Virgen María se remite al naufragio de Alonso de Ojeda en 1509.

Alonso Ojeda
Después de varios y continuos fracasos el gobernador de Nueva Andalucía y Urabá en tierra firme, Alonso de Ojeda junto a 70 hombres, regresó a Santo Domingo a la búsqueda de ayuda en el bergantín de un bandido pirata español llamado Bernardino de Talavera, que había huido de La Española y pasaba por el lugar. Pero al pirata apresó a Ojeda y no lo quiso liberar, esperando un rescate. Sin embargo, un violento huracán azotó la embarcación y Talavera tuvo que pedir ayuda a Ojeda, también marino. La tormenta arrastró la nave y ésta naufragó en Jagua, Sancti Spíritus, al sur de Cuba. Así, Ojeda y Talavera con sus hombres, decidieron recorrer la costa sur de la isla a pie, hasta punta Maisí, desde donde luego se trasladarían hasta La Española.

Sin embargo, tuvieron dificultades y la mitad de los hombres murieron por el hambre, las enfermedades y las penurias que tuvieron que vivir en el camino.

Ojeda cargaba con una imagen de la Virgen María que llevaba consigo desde la primera vez que se embarcó a América en 1493 e hizo una promesa a ésta de que le dedicaría un templo que haría levantar en el primer poblado indígena que encontrara en su camino y que los recibiera con buenas intenciones.

Poco después, con una docena de hombres y el pirata Talavera, llegaron a la comarca de Cueybá, donde el cacique Cacicaná trató amablemente y cuidó a Ojeda y a los demás hombres, que a los pocos días ya se habían recuperado. Ojeda cumplió su promesa y levantó una pequeña ermita de la Virgen en el poblado, ermita que sería venerada por los aborígenes de la comarca.

En Cueybá estaba Ojeda cuando fue socorrido por Pánfilo de Narváez y con él fue a Jamaica, isla en la que Talavera fue apresado por piratería.

Cueybá era lugar que estaba próximo a Bayamo. Allí los indios, siguiendo las instrucciones de Ojeda, rindieron culto a la Virgen. Años después Fray Bartolomé de las Casas intentó recuperar la imagen de Ojeda dando a cambio otra que llevaba consigo, pero los indígenas prefirieron huir antes que entregarla.

Otra historia que se conoce es la del cacique Comendador, en Macaca, cerca de Cabo Cruz. Este cacique asistió a un marinero enfermo que cuando sanó dio a Comendador una imagen de la Virgen María, a la vez que lo enseñó a reverenciarla. Rapidamente los indios de Macaca creyeron que eran amparados por la Virgen en las batallas que sostenían con otros caciques, aunque en verdad lo que tenían y los hacía superiores era la asesoría bélica del marinero hispano. Desde entonces los indios consideraron a la Virgen María un nuevo y potente cemí y con su imagen reemplazaron a los antiguos dioses de Macaca.

Por cierto, el sabio cubano don Fernando Ortiz dejó claro que no son ninguna
de estas dos imágenes la que apareció en las aguas de Nipe. Sin embargo es evidente que existió una asimilación sincrética. Los indios veían en la imagen de María a los personajes y deidades femeninos de su cultura. (Además de Ortiz, lo anterior lo dicen otros varios estudiosos cubanos: José Manuel Guarch del Monte, Antonio Núñez Jiménez, José Juan Arom y maría Nelsa Trincado).


Un siglo después de la conquista de Cuba, son dos indios y un niño negro quienes hallan la imagen de la Virgen sobre las aguas de la bahía de Nipe. Entonces, posiblemente, ellos estaban familiarizados con la madre de Jesús, ¿sino como es que la reconocieron de inmediato?. Incluso se dice que los indios que encontraron la imagen pudieron leer la inscripción que la identificaba: eso indica que seguramente estaban evangelizados.

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