El sábado 27 de octubre de 1492, el Gran Almirante de la Mar Océana, Cristóbal Colón, avistó por primera vez tierra de Cuba, al observar –según estudiosos de los viajes de descubrimiento- la cima de la montaña hoy conocida como Silla de Gibara.
En la mañana del 28 Colón llegó a la bahía de Bariay, lugar donde pisó por primera vez tierras de la Isla, y allí permaneció durante ese día, sin lograr establecer contacto directo con los aborígenes, porque estos huyeron al ver las naves de los españoles. Y el lunes 29 dió órdenes el Almirante de que alzaran anclas y navegó rumbo al poniente, hasta llegar a la bahía de Gibara, a la que llamó Río de Mares.
El Padre de Las Casas, al copiar el Diario de Navegación de Cristóbal Colón anotó refiriéndose a este hecho:
“Vido otro río muy mas grande que los otros, y así se lo dijeron por señas los indios, y cerca de él vido buenas poblaciones de casas: llamó al río el río de Mares.
Envió dos barcas a una población por haber lengua, y a una de ellas un indio que traía porque ya los entendía algo y mostraban estar contentos con los cristianos, de los cuales todos los hombres mujeres y criaturas huyeron desamparado las casas con todo lo que tenían y mandó el Almirante que no se tocase en cosa.”
El jueves 1 de noviembre, desde sus naves ancladas en la bahía de Gibara, envió Cristóbal Colón las barcas a tierra con el propósito de establecer contacto con los aborígenes, cosa que logró con la ayuda de uno de los nativos de Guanahaní que lo acompañaba. Se produjo ese día, por primera vez en tierra cubana, el contacto personal directo entre europeos y aborígenes. Lo que en Bariay fue vista a distancia, observación llena de precauciones, como es lógico, en Gibara se transformó en el primer intercambio amplio, y en esta ocasión amistoso, entre hombres de diferentes culturas: fue el encuentro entre dos mundos muy diferentes, cuyas consecuencias no podían prever quienes lo protagonizaron.
En el diario de navegación Colón recogió impresiones de su estancia en Gibara. Por él sabemos que llegaron hasta las naves ancladas en la bahía más de 16 canoas conducidas por los aborígenes llevando algodón “y otras cosillas suyas”, y que durante todo el día fueron los europeos a tierra y los aborígenes hasta las embarcaciones con mucha seguridad.
El día 2 de noviembre anotó que hubo de enviar a tierra a dos de sus hombres –Rodrigo de Jerez y Luís de Torres- acompañados de un aborigen de Gibara y uno de Guanahaní, a explorar el interior de la comarca con instrucciones precisas sobre el comportamiento a seguir.
El sabado día 3 el propio Colón subió a una barca y remontó el río hasta llegar al agua dulce navegando, según dijo, cerca de dos leguas. En ese día vinieron hasta las naves muchos aborígenes en sus canoas a cambiar objetos de algodón hilado, sobre todo, hamacas.
El domingo 4 bajó de nuevo el Almirante a tierra para ir a cazar y observó algunos de los cultivos de los aborígenes.
El 5 de noviembre refirió que “mandó a poner las naos a monte”, o sea, dio orden de sacar las naves del agua para limpiar sus fondos y carenarlas, siendo esta la primera ocasión en que la historia del continente americano registra una operación naval de este tipo. Colón tuvo la precaución de que esto se hiciera dejando siempre dos de las naves a flote, aunque él mismo explicó que sin temor se pudieran sacar las tres juntas, porque “aquellas gentes son muy seguras”.
Entusiasmado con la bahía de Gibara dijo el Almirante:
“que aquel puerto de Mares es de los mejores del mundo, y mejores aires y mas mansa gente, y porque tiene un cabo de peña altillo se puede hacer en él una fortaleza, para si aquello saliese rico y cosa grande, estarían allí los mercaderes seguros de cualquiera otras naciones” .
Al final de las notas del martes 6 dice que “tiró la nao de monta” o sea, que la echó de nuevo al agua, y que se preparaba para salir el jueves, pero que un tiempo adverso se lo impidió.
En los 5 días siguientes no aparecen anotaciones en el Diario. El día 12 vuelve a escribir. Refiere entonces que el día anterior había ordenado tomar por la fuerza a un grupo de aborígenes de Gibara, “para llevar a los Reyes porque aprendieran nuestra lengua para saber lo que hay en la tierra, y porque volviendo sean lenguas de los cristianos….” Aprovechó para tomar prisioneros, dice, el que se acercara a las naves una almadía con varias jóvenes aborígenes. Ya apresados estos envió a tierra, a una de las casas, a buscar varias mujeres que también llevó como prisioneras.
Por la noche vino a bordo en una almadía el marido de una de las mujeres que llevaba cautivas, padre de tres de los niños que también llevaba, pidiéndole que le permitiera embarcarse con los suyos, lo que aceptó Colón con agrado.
El día 12 Colón levó anclas continuando su recorrido por las costas de Cuba. En las anotaciones correspondientes al sábado 17 de noviembre acotó que de los aborígenes que llevaba cautivos desde Gibara, dos habían huido.
En la noche del lunes, tal como lo recoge en su Diario el Almirante, regresaron los marineros que había enviado tierra adentro, los que informaron haber andado unas doce leguas y haber visitado una población de unas 50 casas donde vivían mas de mil vecinos. En esta dicha nota, del 6 de noviembre de 1492, habla el marino por primera vez sobre el uso que daban los aborígenes al tabaco. Y lo hace refiriendo lo que a él le habían dicho que vieron Rodrigo de Jerez y Luís de Torres. Textualmente lo que sigue es lo que escribe Colón: “Hallaron los dos cristianos por el camino mucha gente que atravesaba a sus pueblos, mujeres y hombres con un tizón en la mano, yerbas para tomar sus sahumerios que acostumbran”. El 30 de octubre el Almirante abandonó la bahía de Gibara rumbo al noroeste explorando la costa. El miércoles 31, ante evidentes señales del deterioro del estado del tiempo, decidió regresar a puerto seguro en Río de Mares.
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