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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

3 de abril de 2019

De la palabra al proceso mental con que los aborigenes taínos captaban, describían y ordenaban la flora y la fauna.



Conferencia pronunciada por el sabio holguinero José Juan Arrom el día 7 de junio de 1973 en el Salón de Actos de la Asociación de Industrias de la República Dominicana, con motivo de la inauguración de la Sala de Arte Prehispánico de la Fundación García Arévalo, Inc.

Para no dilatarnos demasiado, examinemos sólo algunos términos que nos sirvan para ir de la palabra al proceso mental con que los aborigenes taínos captaban, describían y ordenaban la flora y la fauna.

Maíz, mahizi, mahiz y mayz.

Sea el primero el vocablo “maíz”. Es sabido que el maíz se cultivaba en toda América antes de 1492. De lo que sí había dudas es de cuál fue el lugar de origen, la época en que fue domesticado y si la voz es o no taína.
Apartir de 1954 se han hecho descubrimientos que definitivamente esclarecen dos de estas cuestiones: hace unos 80 000 años que ya existía en México un tipo de maíz silvestre, antecesor del actual, y unos 5 600 añosque en el valle de Tehuacán ese primitivo maíz fue domesticado y paulatinamente mejorado por hibridación con otras gramíneas mexicanas[1].
Precisados el lugar de origen y la fecha de su inicial domesticación, es evidente que luego se extendió por todo el continente, desde el valle del San Lorenzo, en Canadá, hasta las tierras australes de Chile. Agreguemos que en el proceso de difusión, las otras culturas amerindias asimilaban las técnicas de su cultivo y aprovechamiento, pero solían designar al grano con voces procedentes de sus lenguas respectivas. Por ejemplo, en náhuatlse dice centli,  en quechua, chocllo, en guaraní, abatí, en caribe, anachi, en lokono (que es la lengua ancestral de los arauacos), marissi y en taíno, (que es la misma lengua lokono, pero evolucionada en el Caribe) según antiguas grafías, maíz se decía: “mahizi, mahiz y mayz”.
En apoyo de una de estas grafías, y sobre todo del origen taíno del término, citemos el categórico testimonio de Las Casas:
“Sembraban y cogían dos veces al año el grano que llamaban mahiz, no para hacer pan de él, sino para comer tierno por fruta, crudo, y asado cuando está en leche, y es muy sabroso, y también hacían de él cierto potaje, molido y con agua. Era menudo y de muchos colores, morado y blanco y colorado y amarillo, todo esto en una mazorca; llamábanlo: mahiz y de esta isla salió este nombre”[2].
Y páginas más adelante reitera Las Casas el origen de la voz y escribe entonces: “grano que nombraron en esta isla Española mayz (la última aguda)”[3].
Desechadas las dudas tanto del origen del grano como del nombre que le dio el taíno, tratemos de analizar estructuralmente dicho fitónimo. La base “isi”, conservada en las transcripciones del término en la lengua ancestral del arauaco, significa “semilla”. Y como esta aparece modificada por “má, mán” que significa “todo, totalidad, enteramente”. La imagen resultante viene a ser “totalmente de granos o semillas”.
Pero si “mah-isi” alude a todas las semillas de la mazorca, el hablante indígenase hallaría en la necesidad de formar otro término, o combinación de términos, para designar a un solo grano. Y en efecto así fue. Igual que en español hablamos de un diente de ajo, en las lenguas arauacas se dice, “marisi-arí”, con el significado de “diente de maíz”. Y es ese un tropo más afortunado que el nuestro: “diente de ajo”. Si a una chica se le dice:“Tienes dientes blancos y parejos como el maíz en leche”, es un piropo encantador; pero si por el contrario se le dice: “Tienes la dentadura como dientes de ajo”, ya no es piropo, sino improperio.
Y nada se diga del contraste entre el perfume del maíz tierno y el olor de un ajo recién pelado.

Güira.

Esta voz, contiene los morfemas “iwi”, que significa “‘fruta”, más “era, eda”, que es “cáscara”. De modo que “Iwira o iwera” describe al fruto cuyo elemento caracterizadores su recia corteza.
Recia cortea que además de elemento caracterizador del fruto, es, además, material aprovechable en la fabricación de instrumentos mágico-religiosos, como fueron originalmente las maracas[4], y sirve, también, para confeccionar vasijas de uso doméstico.
Porque ya deben haberse percatado que las palabras güira y jigüera, (que es la última lo que se confecciona con la primera), tienen el mismo origen etimológico, pero después adquieren forma y sentido diferentes. 
Veamos a continuación la siguiente curiosidad.
Jigüera o higüera con la grafía “hibuera” pasó a México con Hernán Cortés y su gente, y sirvió para designar al Golfo de las Hibueras y luego al sitio donde se libró el encuentro conocido por la Batalla de las Hibueras.
Los habitantes del actual México tenían una palabra en idioma náhuatl para lo mismo que significaba jigüera, y era esa xícali. Pero como jigüera llegó en la voz de los poderosos conquistadores, xícali desapareció momentáneamente. Solo que al paso de unos pocos años xícali se impuso nuevamente y a su vez penetró en el español general en la forma de “jícara” y así comenzamos a llamar a las antiguas jigüeras, que si lo son en verdad, están hechas de güiras.
La palabra higüera o jigüera hace pensar en otro fítónimo de igual raíz: “hicaco”, y pasemos a explicar su composición y significado. Ya hemos explicado el morfema “iwi”, que significa “fruta”, por tanto despejemos el  sentido del resto: caco. Creo que caco se compone del atributivo “ka” que significa “con”, y la base “ako”: “ojo”. En conjunto “hik(a)-ako” sería como decir “fruta-de-ojo”, o mejor traducido, “fruta en forma de ojo”. Y como así es la fruta, resulta otro ejemplo de fitónimo en que el indígena se desentiende de toda carga innecesaria para fijar el rasgo expresivo esencial. Por consiguiente, es esa otra palabra con que el taíno nos pinta la realidad nominada y a la vez su propia fisonomía mental.



[1]Richard S. MacNeish: “TheOrigins of New WorldCivilization”, Scientific American, vol. 211,
no. 5, November 1964, pp. 29-37.
[2]Apologética historia, lib. I, cap. 11; en la ed. de Madrid, 1909, pp. 31-32.
[3]Ibid., cap. 59, p. 152.
[4]Las maracas fueron los instrumentos que los behiques, igual que sus colegas del continente,
usaban para llamar a las divinidades. La palabra maraca, empero, es un préstamo que les llegó
a los taínos de sus lejanas relaciones con los guaraníes. En guaraní es voz compuesta, de maira
y aca ‘cabeza del ser sobrenatural’. Véase Marcos A. Morínigo: op. cit, sub voce.

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