Es esta la historia de una de las más antiguas familias establecidas en Gibara: Los Chapman.
Cuando
construye la batería para la defensa del puerto y funda Gibara, el Teniente
Gobernador de Holguín don Francisco de Zayas consigue permiso para que se
asienten en la comarca un grupo de ingleses que traerían el capital que se
necesitaba. Entre los primeros en llegar está Samuel José Chapman, quien viajó a
Gibara desde las Islas Bermudas en alguna fecha anterior y cercana a 1820.
Samuel José era
casado con Maria Ana Payl. De los hijos que procrearon, sólo dos alcanzaron la
mayoría de edad y tuvieron descendencia,
Ana Isabel y Samuel Chapman Payl. El resto de su descendencia fue diezmada por
una epidemia de cólera que atacó la hacienda familiar llamada Columbia, cercana
a Candelaria.
Ana Isabel Chapman
Payl, hija de Samuell José y de su esposa, emparentó mediante lazos
matrimoniales con la familia Cardet, establecida en Cantimplora. Ella y su
esposo tuvieron tres hijas, las tres, según la legislación española, llevaron
el apellido Cardet Chapman.
Las tres Cardet
Chapman contrajeron matrimonio con ciudadanos ingleses y fueron a vivir, una a
Honolulu, en las Islas Hawai, otra a
Inglaterra y la tercera a Malabar en la lejana India, que en aquellos tiempos
era colonia de la Gran
Bretaña.
Samuel Chapman
Payl por su parte contrajo matrimonio con Ana Bernardines, también súbdita
inglesa que residía en las inmediaciones de Gibara. Como dato curioso puede
destacarse que el hijo varón del acaudalado Samuel Chapman no aportó al matrimonio
cosa alguna, mientras que su esposa hizo un aporte de quince mil pesos.
Con los quince
mil que aportó su esposa y seguro con lo que posteriormente heredó de su padre,
Samuel Chapman hijo, como mismo otras varias familias de origen
anglosajón, adquirió propiedades en Candelaria, quizás porque eran las de esa
hacienda las tierras más fértiles entre las cercanas a Gibara.
En la década de
1840 eran dueño de 700 pesos de posesión en terrenos de Columbia dentro de la
hacienda de Candelaria, y también de 750 pesos de posesión en la propiedad que
entonces se denominaba" San José" y que actualmente se conoce como
“El Vapor”, situadas en la misma hacienda. Estas tierras se la compraron a otra
acaudalada familia anglófona, los Driggs.
Y además de la
tierra, Samuel Chapman hijo poseía cierto número de esclavos que realizaban
labores en sus propiedades.
En el primer
lustro de la década de 1850 Samuel Chapman Payl compró el ingenio Santa Maria a
la familia Clark, poseyendo entonces, además de las tierras mencionadas, otras
muchas en las haciendas de Candelaria y Arroyo Blanco, e incluso, en las lomas
de Cupeycillos. Y a la vez era dueño de varias casas en Gibara.
De esos años se
cuenta una curiosa anécdota: se dice que cierta noche Samuell Chapman Payl
había salido de Gibara para Columbia y quiso detenerse durante un rato en el
Ingenio Santa Maria. Allí una pareja de soldados españoles que hacía ronda, le
dio la voz de alto. Se dice que el diálogo que se produjo fue así:
GUARDIA: ¡Alto...quién vive?
SAMUELL: Samuell Chapman Payl
GUARDIA: Acérquese. ¿De dónde viene y para dónde va?
SAMUELL: Vengo de mi casa, estoy en mi casa y voy para mi casa.
GUARDIA: ¿Qué quiere usted decir?, ¿Cómo se explica tal cosa?
SAMUELL: Muy sencillo: vengo de mi casa de Gibara, estoy en mi casa de Santa María, y voy para mi casa de Columbia. Desde Gibara hasta Candelaria todo es mío.
Cierta
o no, esta anécdota aún la repiten con alguna frecuencia los viejos campesinos
de la zona.
OTRAS LECTURAS: La casona señorial del ingenio Santa María, única del siglo XIX que aún sigue en pie.
En
1864 el ingenio Santa María tenía una dotación de 64 esclavos y producía más de
250 bocoyes de azúcar mascabado. (Cada bocoy equivalía a 1 200 libras, por lo
que producción de una zafra del Santa María era de unas 300 000 libras de
azúcar, además de la miel de purga que producía).
Además
de todo lo dicho, los Chapman construyeron un muelle fluvial sobre el río Cacoyugüín para, en barcazas, embarcar el
azúcar y las mieles del ingenio y llevarlas hasta el cercano puerto de Gibara.
El tal dicho muelles estaba ubicado en la orilla sur del río, exactamente
frente al lugar que hoy se conoce como Embarcadero y como parada deCupeycillos. Unos cien metros de la orilla norte del río los Chapman
establecieron el cementerio de los esclavos del ingenio Santa María.
Samuel
Chapman Payl formalizó testamento ante el notario con casa en Gibara, Carlos de
Aguilera. A los únicos cuatro hijos que logró gozar dejó Chapman todos sus
bienes, así quedó la repartición. A su hijo Samuel dejó un tercio de la fortuna
que poseía. Este tercio incluía el Ingenio Santa Maria; a su hijo Guillermo
Enrique legó un quinto de sus propiedades, tomadas estas de la hacienda
Columbia; y a sus hijas Augusta Isabel y Maria Ana les dejó el resto de sus
propiedades. Dice en el testamento de Samuel Chapman Payl que le dejaba las
haciendas a sus varones para no desmembrarlas, y pidió que en caso de morir su
cuerpo fuera enterrado en su hacienda de Columbia, junto a los restos de su
difunta esposa Ana Bernardines, quien, siguiendo una antigua costumbre inglesa,
fue sepultada en Columbia.
Pero
después que hizo testamento demoró varios años en morir Samuel Chapman Payl,
durante ese tiempo cuidó con esmero su hacienda de Columbia, que, por lo que se
ve, era su preferida, quizás porque era el lugar de descanso de su esposa y de
los tres hijos suyos que murieron jóvenes. En Columbia, donde después de tantas
muertes, montó Samuel un pequeño ingenio, estaba su casona amplia y de dos
pisos, el primero de ellos construido de mampostería y el segundo de maderas
preciosas.
Recuerdan
las viejas crónicas que la planta baja de este edificio era utilizada como
almacén, dependencia de servicio y habitaciones para los esclavos domésticos,
mientras que en la alta estaban las habitaciones de la familia del dueño y la
sala de estar, donde Samuel recibía con frecuencia a distintos invitados.
Al
comenzar la primera guerra de independencia de Cuba en 1868, Samuel Chapman
Payl fortificó su hacienda, construyendo un tambor aspillerado adjunto a la
pared frontal de la Casona y varios fortines en puntos elevados para proteger
los campos circundantes. Sin embargo, antes que terminara la guerra Samuel
Chapman Payl se marchó a Bermudas donde murió el 28 de agosto de 1883, para
esta fecha también había fallecido su hijo Samuell Chapman Bernardines, quien
fue sepultado en Columbia.
Estas desgracias
anteriormente narradas y otras circunstancias familiares hicieron que la mayor
parte de las propiedades gibareñas de los Chapman pasaran a manos de Guillermo
Enrique Chapman Bernardines, el segundo y casi universal heredero de Samuel
Chapman Payl.
Guillermo
Enrique Chapman Bernardines nació en Candelaria, próximo al puerto de Gibara,
el 15 de julio de 1833, y poco después fue bautizado en la iglesia parroquial
de San Fulgencio, no obstante lo anterior, figuró siempre como súbdito inglés.
Fue
este un personaje curioso. Sus dos primeros hijos los tuvo con Luisa Driggs,
esclava de Samuell Driggs. Se cuenta que Luisa era una morena criolla de gran
hermosura, mientras que Guillermo Enrique tenía 22 años de su edad. Al primero
de los hijos le pusieron por nombre José Encarnación pero le llamaron todos,
siempre, Yay.
Yay
nació el 24 de julio de 1855 y fue bautizado en la Parroquia de San Fulgencio
de Gibara. Posteriormente Guillermo Enrique y Luisa tuvieron una hija, a la que
llamaron Cornelia de la Caridad, aunque siempre le dijeron Edilia.
Otra
característica que singulariza a Guillermo Enrique es que sirvió frecuentemente
como padrino de hijos de esclavos, tal como se prueba al revisar los protocolos
de la notaría gibareña y los libros parroquiales, y como repiten
incansablemente los ya nonagenarios descendientes mestizos de este Chapman
Bernardines que ya es un mito de la comarca.
A la
vez que se comportaba como celoso amante de la esclava madre de sus hijos,
esclava que los dueños se negaron a comprarle hasta que Guillermo Enrique la
robó para más tarde ponerle casa en Gibara y abandonarla, éste fue celoso guardián
de los dos ingenios que quedaron en sus manos, luchando siempre por mantenerlos
funcionando mientras le fue posible.
En 1883
una comisión de la Junta Directiva creada para la construcción del ferrocarril
de Gibara y Holguín visitó a Guillermo Enrique en la casona del ingenio Santa
María con el fin de que el terrateniente donara, gratis, una faja de sus
terrenos para que se pusiera allí el camino de hierro por donde cruzaría el
tren, faja, le dijeron, que solamente tenía que ser de veinte metros de ancho.
- Señor,
-dijo Guillermo Enrique-, aunque yo prácticamente no haré uso del ferrocarril, porque
tengo mi propio embarcadero y trenes de carretas; estoy dispuesto a ceder esa
franja; pero con una condición.
- ¿Cuál
es esa condición?, le preguntaron.
- Que
en ningún momento las vías han de cruzar los bateyes de mis ingenios, podrán
pasar cerca, sí, incluso, permitiré que atraviesen mis terrenos, pero no que
crucen por los bateyes de los ingenios.
- Aceptado
Mister Chapman, es usted el dueño y ese es su derecho.
- Gracias
señor y ahora deseo expresarle que estoy dispuesto a adquirir mil pesos en
acciones de la empresa ferroviaria, si ustedes no tienen inconveniente en ello.
- Por
supuesto que no lo tendremos inconveniente alguno sino todo lo contrario, se lo
agradecemos. Cuando usted lo desee puede pasar por nuestras oficinas para
suscribir las acciones.
Pero
no obstante el celo de Guillermo Enrique en proteger sus ingenios, aquellas
pequeñas fábricas de azúcar no tenían futuro en la década de 1880. Para el Columbia
y el Santa María, la desaparición de la esclavitud fue un golpe demoledor,
aunque no definitivo y, luego, fue el inicio de la guerra independentista de
1895 que destruyó el Columbia, aquella propiedad que todos los Chapman habían
cuidado con tanto esmero.
Después
del fin agónico y lento del ingenio Columbia, su dueño se refugió en el pueblo
de Gibara, era entonces un anciano que alegraba
sus días ayudando a Modesta Edilberta a dar los primeros pasos. (Esta
fue su tercera y última hija, que le nació en 1894 de la relación consensual
que mantenía con Socorro González, una elegante y joven mestiza).
Por
cierto, ahora que llegamos al final, Modesta Chapman González fue muy conocida
por los gibareños que rebasan la media centuria. Durante años ella se dedicó a
préstamos hipotecarios y llegó a vivir hasta
la década de 1970.
A sus
tres hijos mulatos legó el padre lo que quedaba de la fortuna de los Chapman y
luego murió tranquila y muy silenciosamente en el año 1912. A petición de
Guillermo Enrique, su cadáver fue inhumado, en la hacienda de Columbia, en una
de las dos tumbas que aún pueden verse a
la entrada de aquella finca junto al camino que va desde Cantimplora hasta
Velasco. Lamentablemente ambas tumbas han sido violentadas por buscadores de
hipotéticos tesoros, que en sus sueños de obtener riquezas no han respetado la
paz que merecen los sepulcros.
En
1932 Gerardo Castellanos estuvo en
Gibara y en sus campos aledaños obteniendo la información con que escribió el interesante
y voluminoso libro “Hacia Gibara”. En él narra los pormenores de la visita que
hizo a la hacienda Columbia. Del mulato José Encarnación, el hijo de Guillermo
Enrique y su mujer esclava, dice Castellanos que para esa fecha, a pesar de
tener una avanzada edad, gobernaba con aplomo la hacienda que le legaran sus
antepasados ingleses, que había pasado a ser, fundamentalmente, una finca
ganadera, y dice, un dejo de nostalgia, que entonces, la otrora fabulosa
fortuna e los Chapman estaba en franca declinación.
De los
Chapman quedan hoy en Gibara, la casona señorial del ingenio Santa Maria, los
restos de la Casona de la Hacienda Columbia y sobre todo un apellido que llevan
muchas personas. Apellido que tiene dos vertientes: una que es mayoritaria, constituida
por los descendientes de los esclavos que sirvieron a la familia; y otra, de
muy escasos miembros, compuesta por los descendientes de Guillermo Enrique. Y
quedan, además, un sinnúmero de anécdotas curiosas que la tradición oral ha
atesorado y un mundo que seguramente serán los arqueólogos quienes lo descubran
cuando realicen un trabajo sistemático de búsqueda en los sitios del cementerio
de los esclavos y del barracón del ingenio Santa Maria; este ultimo, el único
de planta cuadrada de que hasta el momento se tienen noticias en nuestra
provincia.
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