Don Manuel Trinidad Ochoa era persona influyente, rica y
respetada en Holguín, en aquellos primeros años del Gobierno de don Francisco
de Zayas Bazán y Armijo, un hombre este ultimo que dio a Holguín sus primeras
características como pueblo importante durante sus diecisiete años de regir los
destinos de la ciudad y su Hato, 1816-1833.
Descendía don Manuel del tronco secular de donde se
ramifican y se extienden todos los Ochoa de Holguín, de aquel don José Antonio
Ochoa y Aizpurúa, natural de la villa de Oñate, en Vizcaya. Fue accidentada la
llegada de don José Antonio a Holguín, pero después de su arribo jamás se
marchó y en el pueblo se desempeñó como Ministro Factor de la Real Renta de tabacos
en los finales del siglo XVIII. Su hijo, don Manuel Trinidad era hombre de
buenas prendas personales, pero de un carácter irascible y volcánico, lo que no
desmentía la vena de sus antepasados vizcaínos.
Varios esclavos tenía don Manuel, unos en funciones
domésticas y otros empleados en faenas rurales. Uno de estos negros, cuyo
nombre no aparece en el Acuerdo No. 12,
de enero 7 de 1822, del Cabildo holguinero, fue protagonista de una tragedia
que le costó su rica vida a Don Manuel.
Y aconteció la cosa del modo siguiente: estaba el esclavo de
don Manuel en su oscuro barracón haciendo unas gárgaras, (sin que sepamos si el
fin de aquellas era para curarse el dolor de muelas o males de garganta).
Terminado cada buche el negro lo arrojaba por una tronera de yaguas que le
servía de ventilación al infeliz siervo. Y quiso la casualidad que don Manuel
pasara por allí exactamente cuando el esclavo tiró uno de sus buches. En plena
cara recibió don Manuel el cocimiento de hierbas, medicamento y saliva.
La ira del amo no tuvo freno ni contenes. Inmediatamente
ordenó que se aplicara un “novenario” a su “torpe esclavo”, esto es, nueve días
de latigazos y garrote.
La orden se cumplió. El negro oriundo de la Guinea española, tuvo que
soportar el brutal castigo. El rencor hizo el resto.
Meses después, en diciembre de 1821, se encontraba el
negro arracimando maloja en la calle de “Nuestra Señora del Rosario”, que luego
fue rebautizada como Calle de los Mercaderes y que desde hace más de un siglo
la llamamos hoy Calle Frexes. Era de noche y don Manuel andaba por la oscura
calle en misión que no dicen cuál era las viejas actas. Al ver a su amo venir
el esclavo ofendido esperó hasta que estuviera cerca, y cuando así hubo
sucedido el negro le infirió al amo un tremendo tajo con el machete que le
servía para arrancarle las malas yerbas a la maloja o planta tierna de maíz,
que es lo mismo.
Muerto el amo inmediatamente el esclavo se declaró
cimarrón y nada sabemos si fue apresado y castigado.
En previsión de futuros crímenes, el Ayuntamiento de
Holguín, a propuesta del Síndico Segundo, don Demetrio Pitaluga, acordó
prohibir que los negros esclavos y los libertos también vagasen por las calles
a deshoras de la noche, a no ser que llevaran licencia de sus amos.
El que le hemos contado fue el fin de don Manuel Trinidad
Ochoa según versión del Acuerdo No. 12 de 7 de enero de 1822.
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