Al
ser el Campo Moisés tan rico en objetos arqueológicos, los expertos decidieron
ubicar allí una nueva unidad de excavación, a la que nombraron como No. 9 para
seguir el orden de las hechas entre 1986 y 1987.
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La excavación de la Unidad 9. aportó una amplia
concentración de restos de fauna y parte de vasija de cerámica asociados a un
fogón. El Chorro de Maíta. |
Ubicada
38 m al noroeste de la Unidad
3 (cementerio), la Unidad
No.9 mide tres por dos metros.
Al ser
una excavación en un campo de cultivo, la capa inicial, (entre 0.18 y 0.20 m de
grueso), estaba removida y con abundante
material arqueológico en superficie, sobre todo, restos de cerámica indígena y europea,
conchas de moluscos terrestres y en menor medida, marinos. Obviamente que las
piezas habían sido removidas por lo que su distribución no decía anda a los
arqueólogos.
Al
iniciarse el segundo nivel artificial (0.12-0.22 m) los restos de fauna, ahora
relacionados con ceniza y carbón, se hacen más notables en todo el espacio y de
manera especial, en los escaques 1, 2, 3 y 6. Casi al finalizar este nivel
comienza a aparecer una nueva capa (No. 2), entre 0.18 y 0.20 m de profundidad.
Esa está formada por suelo arcilloso de color rojizo-amarillento relativamente
compacto, con pequeños terrones de apariencia calichosa. Dentro e
inmediatamente sobre ella, se localizan restos de fauna que en algunos casos
parecen haber estado expuestos al fuego. Como núcleo de este contexto se distingue
una concentración de carbón cuya distribución laminar pudiera deberse a la
combustión de ramas y fragmentos alargados de madera. Asimismo aparecen partes
de burén (que era una especie de torta de cerámica en la que los aborígenes
cocinaban el casabe). En la capa 2 también se localizaron fragmentos de una
vasija que contenía huesos articulados de Capromys sp., y una gran concentración
de restos de pescado; cercanos a esos apareció una vasija navicular casi
completa.
En
el escaque 1 y 3, a 0.32 – 0.42 metros de profundidad, apareció una nueva capa
(No. 3) de suelo oscuro y compacto, sin los pequeños gránulos de la capa
anterior. En ella el material arqueológico es extremadamente escaso y se limita
a restos de fauna, principalmente terrestre, que deja de aparecer a 0.42-0.52 metros
de profundidad.
A
los 0.52-0.62 metros de profundidad y hasta los 0.92 apareció una capa de caliche
estéril. Allí se detuvo la excavación.
El
aspecto más significativo de la excavación fue la ubicación de la concentración
de ceniza y carbón mezclada con restos de fauna en el inicio de la capa 2. Hacia
el este, bordeando el carbón y la ceniza, aparecieron restos de fauna y
fragmentos de vasijas de distintos tipos (ver imagen anterior). Los arqueólogos
concluyeron que se trata de una zona de fogón donde se abandonaron vasijas que
contenían restos de animales.
La
mayor parte de los fragmentos de burén encontrados pertenecen a una sola pieza
de 1.8 cm de grueso y de 38 a 40 cm de diámetro. Su presencia y la de las
vasijas, junto a los restos de alimentos, (todos a una misma profundidad),
indican que era ese el nivel del suelo, donde, posiblemente hubo un piso.
Estudio del material colectado en la Unidad 9
Se
obtuvo una colección formada por cuatro fragmentos de cerámica con decoración
incisa, tres con decoración aplicada, cinco asas y 553 fragmentos de vasijas no
decorados.
Estos
fueron hechos con pastas de textura compacta atemperada con gránulos finos de
arena o roca triturada, aunque posiblemente fue con concha molida. Las
superficies exteriores de esos fragmentos de cerámica son mayormente lisas pero
ásperas al tacto, con ocasionales irregularidades por defectos en el alisado y
frecuentes huellas de exposición al fuego; en un caso hay engobe o pintura roja.
En
todos los fragmentos predomina el color pardo oscuro aunque aparecen tiestos de
color pardo claro y pardo rojizo. Las superficies interiores tienen un
tratamiento similar aunque los colores rojizos son dominantes. Los bordes son
casi siempre de orientación recta, con topes generalmente redondeados. Aparece
un reborde interno decorado con punteados.
Los
restos en su mayoría provienen de vasijas angulares según la clasificación de
vasijas arqueológicas de Agüero Hernández y Valcárcel Rojas (1994).
El
reducido tamaño de los fragmentos impide valorar las formas de vasijas
predominantes y su tamaño; sólo se trabajó la reconstrucción ideal de una
vasija angular de 10 cm de diámetro, un plato de 22 cm y un recipiente
navicular de 20 cm de largo.
Estilísticamente
la cerámica es similar a la del Área Arqueológica de Banes; muestra rasgos
meillacoides y el reporte decorativo es pobre en número y calidad estética.
Los
restos de cerámica europea resultó muy poco variada y concentrada en la capa
inicial (niveles 0.00-0.12 m, 0.12-0.22 m), sin contacto con la capa 2.
Los
artefactos no cerámicos son poco abundantes, tratándose básicamente de lascas y
restos de taller hechos de rocas silíceas, asimismo se encontraron raspadores de
valvas de Codakia orbicularis.
Notable
resultó el hallazgo de dos pendientes de concha; uno hecho de Oliva reticularis
y otro, relacionado con la capa de carbón y restos faunísticos, hecho de Pinctada
sp.
La
arqueozoologa Pérez Iglesias identificó un amplio grupo de especies: moluscos
marinos, gasterópodos terrestres, crustáceos, un quelonio fluvial, tres
especies de jutias y varias de peces. El número total de fragmentos de huesos alcanzó
la cifra de 5426 y se concentró al final de la capa 1, en la capa 2 e inicio de
la capa 3.
En
el escaque 1, donde se alcanzó una profundidad de 0.92 m, , a partir de 0.42 m,
sólo se observan remantes naturales del bosque como Polymita muscarum,
Zachrysia sp., Cerion sp. y Caracolus sagemon.
La
mayor cantidad de restos animales los aportan los peces marinos seguidos por
los mamíferos terrestres, entre ellos el Capromys pilorides como la especie más
frecuente.
La recolección
de moluscos marinos y, particularmente, terrestres, se dio en todas las capas.
La
capa 3 reporta la mayor cantidad de mamíferos terrestres; estos son menos
frecuentes en la 1 y la 2, donde el mayor aporte de restos animales viene de
los peces.
La
coincidencia de ceniza, carbón, restos de fauna y vasijas, así como la
reiteración de determinadas especies, indica que en el espacio donde los
arqueólogos ubicaron la
Unidad No. 9 se preparaban y quizás consumían alimentos.