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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

4 de marzo de 2017

Investigación (2008) Campo Torres



 

En esa área se excavaron dos unidades. La Unidad 14 de 2 x 2m, se halla a 107 m de la Unidad 3, (Cementerio) y la No. 15 (1 x 2 m) se localiza 13 m al sur de la No. 14.
Los estratos con material arqueológico son de poco grosor, particularmente los de la Unidad 15. Se inician con una capa de material vegetal mezclado con suelo calizo, arcilloso, similar al de Campo Moisés (llega a unos 0.15 ó 0.20 m de profundidad), al que siguen una o dos capas de suelo más oscuro, dispuestas sobre la roca base. Esta es irregular e inclinada y comienza a aparecer a unos 0.20 m de profundidad en Unidad 15 y a 0.38 m en Unidad 14. La actividad agrícola alteró toda la deposición en la Unidad 15 y en 14, las dos primeras capas.
Unidad 14, Campo Torres. El Chorro de Maíta.
En la capa 1 y 2 el material (restos de fauna, cerámica indígena y europea) no muestra una relación significativa. Es importante no obstante, la presencia de cerámica europea en la Unidad 14, incluso al final de capa 2. El limitado reporte de evidencias y la alteración del espacio impiden definir cuál fue su uso.



Investigaciones (2008) Campo Moisés

 
Se realizaron trabajos en nuevas unidades de excavación en Campo Moisés que ampliaron la Unidad 9, excavada en 2007 (Ver siguiente imagen).
Excavaciones en Campo Moisés, 2008 y 2009. El Chorro de Maíta.
Estratigrafía de la cara oeste de la Unidad 12. El Chorro de Maíta.
Unidad 12. Concentraciones de restos de fauna a la derecha. El Chorro de Maíta.
La Capa 1 en Campo Moisés resulta común a todas las unidades en cuanto a tipo de suelo. Extremadamente afectada por su manejo agrícola, reporta gran cantidad de cerámica europea siendo imposible definir, al menos en las unidades formales, si toda la capa se debe a la situación de interacción o si se mezclan estratos con y sin material europeo.
Un segundo estrato, generalmente no alterado y con restos de material quemado y combustible, se ubica en las unidades 9 general, 12 y en el lado oeste de Unidad 11. Ello no parece ser sólo producto del fogón definido en Unidad 9 general, sino que pudiera haber zonas de fogón menores en Unidad 12. Lo que sí queda claro es que el espacio fue usado para similar fin.
Unidad 10, concentración de fragmentos de cerámica. El Chorro de Maíta.
Cala 19, concentración de restos de cerdo y cerámica europea e indígena. El Chorro de Maíta.
Es interesante el hallazgo en esta última unidad, de una punta de proyectil elaborada de la espina caudal de una raya o manta (Orden Rajiforme), que, quizás, es resultado del procesamiento de animales en esa área con fines de consumo.
Punta de proyectil en la espina caudal de una raya o manta (Orden Rajiforme), 69 mm de largo; Unidad 12. El Chorro de Maíta.
También se hallaron numerosos restos de burén relativamente grandes, (evidencia poco frecuente en las demás unidades, excepto la No. 10).
Esta zona doméstica (cocina) debió funcionar al aire libre pues no se encontraron huellas de estructuras constructivas en ninguna de las unidades.
La mayor parte de la Unidad 11, así como las unidades 13 y 17, son espacios sin una función evidente.
La Unidad 10 reporta gran cantidad de restos de fauna, carbón, ceniza y diversas evidencias culturales, pero su mezcla hace creer que esa era un área de desecho (basurero). La presencia allí de rocas también pudiera ser indicio de lo anterior, quizás resultado del despeje o limpieza de las zonas domésticas situadas al norte.
Por su cercanía al camino puede pertenecer a los montículos mencionados por Irving Rouse (1942) en la propiedad de Cordovés.
En la Unidad No. 10 es significativa la presencia de un hueso humano en la cala 4. Por su parte la cala 19 es diferente. En ella se descubrieron estratos generados por la interacción hispano indígena, que en las otras están totalmente alterados. 



Excavaciones y prospección (2008)



Entre 2008 y 2009 se iniciaron nuevos trabajos en El Chorro de Maíta, que tuvieron como objetivo ampliar el reconocimiento de los campos Riverón y Torres, así como evaluar la conformación del depósito hallado en Campo Moisés y su relación con los espacios inmediatos y potenciales estructuras constructivas y residenciales de aborígenes y posiblemente de europeos.
En Campo Riverón las excavaciones debían reconocer el Área de entierros y su relación con zonas domésticas. En ese mismo campo se buscaba entender el manejo de partes alejadas del cementerio, con una topografía inadecuada para hacer construcciones pero posiblemente útil para labores agrícolas.
Nuevas excavaciones en los distintos campos entre 2008 y 2009. El Chorro de Maíta.
Durante los trabajos se incorporó la colecta de sedimentos para estudios paleobotánicos a fin de caracterizar aspectos del entorno vegetal, valorar manejos agrícolas y localizar especies introducidas por los europeos. En relación con este último aspecto y considerando las experiencias en En Bas Saline (Haití), sobre animales europeos de pequeño tamaño o difíciles de percibir mediante las técnicas de muestreo y estudio tradicionales en zonas con concentración de restos de fauna, parte del sedimento se revisó usando mallas con cuadros de 3 mm. Se prestó especial atención a la detección y ubicación de restos de cerdo, tanto en excavación como en los trabajos de laboratorio.
Continuando la numeración iniciada en los estudios de 2007, y toda vez que la Unidad No. 9 se dividió en dos, la nueva área fue nombrada No. 9 (cuando se mencionen ambas unidades se dirá Unidad No. 9 general). La nueva unidad se nombró No. 10.
La metodología de excavación y registro fue igual a la usada en el 2007. En ocasiones, en los niveles de inicio debió excavarse más de 0.10 m para lograr cierta nivelación del terreno. La tierra fue cernida 10 m al norte de la Unidad No. 9 y 6 m al suroeste de la Unidad No. 10. para ello se utilizó una malla metálica de cuadros de 5 mm y cuando se sospechó la presencia de material de tamaño reducido se usaron mallas de cuadros de 3 y de 4 mm.

Nuevas investigaciones (2006-2009) Resultados de las prospecciones



Los trabajos de exploración redefinieron el contorno del sitio al precisar su límite Oeste y ubicar nuevas zonas con material arqueológico, alcanzado el área arqueológica un total de 34 448 m² 
Nueva área de dispersión de material arqueológico (2007). Obsérvese la diferencia respecto a la reconocida en 1987. El Chorro de Maíta.

Asimismo aportaron evidencias sobre un posible sitio arcaico ubicado a 140 m al oeste del sitio arqueológico El Chorro de Maíta, aunque sin ampliar su estudio es imposible descartar que el lugar solamente sea resultado de un manejo diferenciado del lugar por los mismos habitantes de El Chorro de Maíta.
No está clara la filiación cultural del esqueleto hallado al oeste de Área Arqueológica de 1987.
Dentro de los nuevos límites del sitio se recuperaron 1561 evidencias indígenas, 84 restos de cerámica europea y 1 fragmento de cerámica México Pintado de Rojo, para un total de 1646 piezas, (ello sin considerar el material de la Unidad 9). 
Fragmentos de cerámica México Pintado de Rojo. El Chorro de Maíta.

El hallazgo, dentro de los nuevos límites del sitio, de numerosos restos de fauna vinculados a fragmentos de cerámica y artefactos utilitarios, refiere la existencia de varios puntos de acumulación de residuos (basureros) alrededor del Área de entierros.
Las evidencias también indican acciones de fabricación de artefactos en el lugar y la presencia de una zona de elaboración de alimentos en campo Moisés. Tales aspectos se corresponden con la estructuración arqueológica usual de sitios indígenas.
El repetido hallazgo de cerámica europea da una nueva dimensión a los criterios de interacción o convivencia de aborígenes y europeos en el lugar, mucho más potente que en los datos disponibles al inicio de los trabajos. Los tipos de cerámica europea encontradas aportan una cronología a la presencia de colonizadores (o por lo menos a sus objetos materiales), de fines del siglo XV y primera mitad del siglo XVI, aunque una pieza de México Pintado de Rojo, (material mexicano de carácter colonial), y otra de Mayólica Santo Domingo Azul sobre Blanco, obtenidas en la superficie de Campo Moisés, introducen la posibilidad de extender este rango. La primera se creaba desde 1550 hasta 1750 (Deagan 1987) y la segunda entre 1550 - 1630 (Deagan 1987)
Fragmento de cerámica Mayólica Santo Domingo Azul sobre Blanco. El Chorro de Maíta.

La mayor cantidad de cerámica proviene de restos de Jarras de Aceite, con vidriado plomizo, que eran vasijas para contención y traslado de sustancias y, en menor medida, para consumo. 
Fragmentos de Jarras de Aceite vidriados. El Chorro de Maíta


Por la abundancia de cerámica europea que se encontró en ese lugar, Campo Moisés comenzó a ser considerado un lugar muy significativo, esto es, que parece que en ese espacio específicamente era donde se produjo la mayor interacción o convivencia de aborígenes y europeos. 
 

Finalmente, la nueva visión aportada por las prospecciones y el trabajo de excavación en la Unidad No. 9 indican que el montículo del lote de Vázquez, mencionado por Irving Rouse en 1942, podría estar muy próximo al Área de entierros, quizás en el espacio de la Unidad 6, y los dos montículos del lote de Cordovés (anotados por el mismo arqueólogo) se hallarían al norte, al otro lado del camino, en Campo Moisés o en relación con las unidades 1 y 2.



Las nuevas investigaciones. (2006-2009) Área de investigación No. 9




Al ser el Campo Moisés tan rico en objetos arqueológicos, los expertos decidieron ubicar allí una nueva unidad de excavación, a la que nombraron como No. 9 para seguir el orden de las hechas entre 1986 y 1987.
La excavación de la Unidad 9. aportó una amplia concentración de restos de fauna y parte de vasija de cerámica asociados a un fogón. El Chorro de Maíta.
Ubicada 38 m al noroeste de la Unidad 3 (cementerio), la Unidad No.9 mide tres por dos metros.
Al ser una excavación en un campo de cultivo, la capa inicial, (entre 0.18 y 0.20 m de grueso), estaba  removida y con abundante material arqueológico en superficie, sobre todo, restos de cerámica indígena y europea, conchas de moluscos terrestres y en menor medida, marinos. Obviamente que las piezas habían sido removidas por lo que su distribución no decía anda a los arqueólogos.
Al iniciarse el segundo nivel artificial (0.12-0.22 m) los restos de fauna, ahora relacionados con ceniza y carbón, se hacen más notables en todo el espacio y de manera especial, en los escaques 1, 2, 3 y 6. Casi al finalizar este nivel comienza a aparecer una nueva capa (No. 2), entre 0.18 y 0.20 m de profundidad. Esa está formada por suelo arcilloso de color rojizo-amarillento relativamente compacto, con pequeños terrones de apariencia calichosa. Dentro e inmediatamente sobre ella, se localizan restos de fauna que en algunos casos parecen haber estado expuestos al fuego. Como núcleo de este contexto se distingue una concentración de carbón cuya distribución laminar pudiera deberse a la combustión de ramas y fragmentos alargados de madera. Asimismo aparecen partes de burén (que era una especie de torta de cerámica en la que los aborígenes cocinaban el casabe). En la capa 2 también se localizaron fragmentos de una vasija que contenía huesos articulados de Capromys sp., y una gran concentración de restos de pescado; cercanos a esos apareció una vasija navicular casi completa.
En el escaque 1 y 3, a 0.32 – 0.42 metros de profundidad, apareció una nueva capa (No. 3) de suelo oscuro y compacto, sin los pequeños gránulos de la capa anterior. En ella el material arqueológico es extremadamente escaso y se limita a restos de fauna, principalmente terrestre, que deja de aparecer a 0.42-0.52 metros de profundidad.
A los 0.52-0.62 metros de profundidad y hasta los 0.92 apareció una capa de caliche estéril. Allí se detuvo la excavación.
El aspecto más significativo de la excavación fue la ubicación de la concentración de ceniza y carbón mezclada con restos de fauna en el inicio de la capa 2. Hacia el este, bordeando el carbón y la ceniza, aparecieron restos de fauna y fragmentos de vasijas de distintos tipos (ver imagen anterior). Los arqueólogos concluyeron que se trata de una zona de fogón donde se abandonaron vasijas que contenían restos de animales.
La mayor parte de los fragmentos de burén encontrados pertenecen a una sola pieza de 1.8 cm de grueso y de 38 a 40 cm de diámetro. Su presencia y la de las vasijas, junto a los restos de alimentos, (todos a una misma profundidad), indican que era ese el nivel del suelo, donde, posiblemente hubo un piso.
Estudio del material colectado en la Unidad 9
Se obtuvo una colección formada por cuatro fragmentos de cerámica con decoración incisa, tres con decoración aplicada, cinco asas y 553 fragmentos de vasijas no decorados.
Estos fueron hechos con pastas de textura compacta atemperada con gránulos finos de arena o roca triturada, aunque posiblemente fue con concha molida. Las superficies exteriores de esos fragmentos de cerámica son mayormente lisas pero ásperas al tacto, con ocasionales irregularidades por defectos en el alisado y frecuentes huellas de exposición al fuego; en un caso hay engobe o pintura roja.
En todos los fragmentos predomina el color pardo oscuro aunque aparecen tiestos de color pardo claro y pardo rojizo. Las superficies interiores tienen un tratamiento similar aunque los colores rojizos son dominantes. Los bordes son casi siempre de orientación recta, con topes generalmente redondeados. Aparece un reborde interno decorado con punteados.
Los restos en su mayoría provienen de vasijas angulares según la clasificación de vasijas arqueológicas de Agüero Hernández y Valcárcel Rojas (1994).
El reducido tamaño de los fragmentos impide valorar las formas de vasijas predominantes y su tamaño; sólo se trabajó la reconstrucción ideal de una vasija angular de 10 cm de diámetro, un plato de 22 cm y un recipiente navicular de 20 cm de largo.
Estilísticamente la cerámica es similar a la del Área Arqueológica de Banes; muestra rasgos meillacoides y el reporte decorativo es pobre en número y calidad estética.
Los restos de cerámica europea resultó muy poco variada y concentrada en la capa inicial (niveles 0.00-0.12 m, 0.12-0.22 m), sin contacto con la capa 2.
Los artefactos no cerámicos son poco abundantes, tratándose básicamente de lascas y restos de taller hechos de rocas silíceas, asimismo se encontraron raspadores de valvas de Codakia orbicularis.
Notable resultó el hallazgo de dos pendientes de concha; uno hecho de Oliva reticularis y otro, relacionado con la capa de carbón y restos faunísticos, hecho de Pinctada sp.
La arqueozoologa Pérez Iglesias identificó un amplio grupo de especies: moluscos marinos, gasterópodos terrestres, crustáceos, un quelonio fluvial, tres especies de jutias y varias de peces. El número total de fragmentos de huesos alcanzó la cifra de 5426 y se concentró al final de la capa 1, en la capa 2 e inicio de la capa 3.
En el escaque 1, donde se alcanzó una profundidad de 0.92 m, , a partir de 0.42 m, sólo se observan remantes naturales del bosque como Polymita muscarum, Zachrysia sp., Cerion sp. y Caracolus sagemon.
La mayor cantidad de restos animales los aportan los peces marinos seguidos por los mamíferos terrestres, entre ellos el Capromys pilorides como la especie más frecuente.
La recolección de moluscos marinos y, particularmente, terrestres, se dio en todas las capas.
La capa 3 reporta la mayor cantidad de mamíferos terrestres; estos son menos frecuentes en la 1 y la 2, donde el mayor aporte de restos animales viene de los peces.
La coincidencia de ceniza, carbón, restos de fauna y vasijas, así como la reiteración de determinadas especies, indica que en el espacio donde los arqueólogos ubicaron la Unidad No. 9 se preparaban y quizás consumían alimentos.

Las nuevas investigaciones, (2006-2009) Calas exploratorias en Campo Moisés, a cinco metros de separación



 
Durante las calas exploratorias a quince metros de distancia, fue el área conocida como Campo Moisés el espacio donde mayor cantidad de objetos arqueológicos se encontraron, por ello los expertos decidieron hacer allí una prospección con calas separadas entre sí por cinco metros. En total se cavaron 21, todas positivas.
Los restos de fauna colectada se mantuvieron en el mismo perfil de las calas situadas a 15 m. El elemento más notable en cuanto a cantidad fue la cerámica indígena: tiestos, asas y bordes. Igualmente se consiguieron mayor cantidad de fragmentos de cerámica europea: 19 fragmentos aunque de pocos tipos.
Se localizó además una hebilla plana, sin decoración, elaborada en un metal de poco grosor y tamaño no identificado, pero similar al latón. Esa pudiera ser una pieza antigua aunque no ha podido fijarse su cronología.
Aunque en todas las calas la capa inicial aparece alterada y en ella se halla material actual, los expertos llegaron a la conclusión de que en esa zona había un alto potencial arqueológico. Por ello decidieron ubicar allí una unidad de excavación que nombraron como No. 9, siguiendo el orden de las excavaciones realizadas entre 1986 y 1987. (Leer más)






Las nuevas investigaciones (2006-2009) Calas exploratorias a quince metros de distancia



Las calas de exploración a quince metros de distancia y con cinco metros de profundidad, además de localizar nuevas piezas de origen europea (que era el objetivo principal), debía ayudar a valorar hasta que punto la zona entre la mitad Este del área explorada superficialmente y su extremo Oeste, carecía de material arqueológico, y a definir la filiación cultural de la posible zona de aborígenes arcaicos.
Prospección con calas a 15 metros de distancia entre sí y a 5 metros de profundidad.
Las calas a 15 metros de distancia entre sí y a 5 metros de profundidad tuvieron un diámetro de 0.40 metros. En caso de ubicar material arqueológico se profundizaba mientras fuera posible. En total se excavaron 208 calas de las cuales 86 resultaron positivas.
Todo el sedimento fue cernido usando una malla metálica con cuadros de 5 mm. Las evidencias se colectaron en bolsas debidamente identificadas y se conservan en los fondos del Departamento Centro Oriental de Arqueología.
Las evidencias más comunes en el área Este fueron restos de fauna marina y terrestre, seguidos por la cerámica indígena. En la primera son muy importantes las valvas de Isognomun alatus, Crassostrea ryzophora, y Codakia orbicularis, así como las conchas de Nerita peloronta, Nerita versicolor y Cittarium pica. Se reportan también vértebras de peces y algunas otras especies de moluscos y gasterópodos. La fauna terrestre es mucho más frecuente, en especial la Zachrysia sp. y Polymita muscarum (Valcárcel Rojas, Persons, Knight y Pérez Iglesias 2007).
En la parte Oeste se reiteró el reporte de Lucina pectinata y sólo se obtuvieron dos fragmentos de cerámica. En esa área fue mayor el reporte de piedra tallada y apareció trabajo sobre coral.
Comparando los hallazgos conseguidos con las calas y el anterior (exploración de la superficie), el resultado resultó poco variado y no muy abundante. Sólo los fragmentos de cerámica que se encontraron fue parecido al conseguido con la exploración de la superficie, con frecuencias relativamente altas en los puntos de mayor riqueza.
Además de Campo Moisés y Campo Riverón, se destacó un área de cultivos en el extremo este, fuera de Área Arqueológica de 1987. Esa es propiedad de la familia Torres-Guerra y en lo adelante será llamada Campo Torres: allí los fragmentos encontrados de cerámica indígena fue más frecuente de lo que se podría esperar, superando las cantidades de Campo Moisés y Campo Riverón.
 
La cerámica europea, principal objeto de la búsqueda, resultó  escasa, sólo un fragmento en cada uno de los tres campos antes mencionados: parte de una escudilla y fragmentos de Jarra de Aceite no vidriada.
Entre los objetos hallados destaca una pieza de metal que a algunos especialistas le recuerda parte del mecanismo de un arma de fuego antigua; (hasta el presente eso no ha podido ser esclarecido).
Por ser el conocido como Campo Moisés el espacio donde mayor cantidad de objetos arqueológicos se encontraron, los expertos decidieron hacer en esa área una prospección con calas separadas entre sí por cinco metros. (Leer Más)


Las nuevas investigaciones. Reconocimiento del sitio arqueológico y sus materiales (2006-2009) (II Parte)



 
Según el plano de El Chorro de Maíta hecho en 1987 el área principal del sitio es el lugar donde aparecieron los entierros. Pero igualmente se encontraron objetos a partir de ese centro hasta 40 metros al Este, 60 metros al Oeste, 10 metros al Sur y 40 metros al Norte. Esa área fue calculada en 22000 m² por Guarch Delmonte y es la que en lo adelante se denominará “Área arqueológica de 1987”.
Los arqueólogos que hicieron la nueva investigación iniciada en 2006 entrevistaron a los vecinos y estos les aseguraron que antes, durante y después de la excavación de 1986 y 1987 se habían conseguido hallazgos en lugares que están fuera del área arqueológica, incluso se informó la extracción posterior de un esqueleto en un abrigo rocoso ubicado a 40 m del borde noroeste del área arqueológica reconocida, por lo que la primera conclusión fue que el sitio podía ser mayor.
De ahí que se proyectara un estudio que tomó como centro el área conocida pero saliendo de ella en todas las direcciones posibles, tal como se ve en la siguiente figura:
 
En todo ese amplio espacio se hizo una prospección superficial (sin excavación o excavando a mínima profundidad), que arrojó el siguiente resultado:
Se localizaron áreas de gran densidad de material arqueológico alrededor del cementerio, principalmente al Sur y Norte, en espacios donde sus actuales propietarios (Moisés y Riverón), hacen trabajos agrícolas cotidianamente. También se encontraron al Este del cementero y otras aisladas al Oeste.
Las nuevas piezas encontradas fueron, sobre todo, restos de la fauna que sirvió de alimentación a los habitantes aborígenes y también, posiblemente, europeos residentes en la Aldea, cerámica indígena y artefactos en piedra tallada y en volumen, concha y coral, así como cerámica europea y un fragmento de la cerámica conocida como México Pintado de Rojo.
Fragmentos de cerámica México Pintado de Rojo. El Chorro de Maíta.
Fragmentos de Jarras de Aceite vidriados. El Chorro de Maíta
Fragmento de cerámica Mayólica Santo Domingo Azul sobre Blanco. El Chorro de Maíta.
En el grupo de fragmentos de cerámica europea que encontraron destacan fragmentos de Jarras de Aceite en su tipo temprano, una base de escudilla posiblemente fabricada en Santo Domingo (La Española) en los primeros años de la colonización y parte del fondo de un gran recipiente o quizás un mortero hecho en cerámica ordinaria con vidriado plomizo. En cuanto a cerámica indígena se localizaron 675 fragmentos, por lo que fueron la mayor cantidad de piezas encontradas.
En lo referido a objetos de piedra tallada por los aborígenes, se encontraron, principalmente lascas y otros restos provenientes de lo que los expertos consideraron un taller.
Cerca del manantial que es el que propiamente se llama El Chorro de Maíta, (esta última palabra apocope de mamacita), se obtuvo una gubia y un fragmento de gubia, algunos guijarros utilizados y restos de taller en material silíceo, que es un tipo de roca. En esa área nada más se encontró un fragmento de cerámica sí abundantes valvas marinas, estas últimas poco comunes en el resto de las áreas, lo que hizo creer a los expertos que en ese lugar específico debió vivir un grupo aborigen más antiguo que los de los otros espacios.
La cerámica europea, que era el objeto principal de la nueva investigación, sólo aparece en la mitad Este del área explorada concentrándose de modo evidente en Campo Moisés, exactamente 51 del total de 62 fragmentos encontrados.
Áreas donde se hizo prospección superficial con reporte de de cerámica europea. El Chorro de Maíta.
En resumen, el resultado principal de la exploración concluyó que en la mitad Este del Sitio hay un gran espacio con reportes frecuentes de material arqueológico, propio de comunidades agricultoras. Hacia el Oeste se hallan piezas aisladas y una pequeña agrupación de evidencias en el valle del manantial. Aunque las gubias se obtienen ocasionalmente en sitios agricultores, su reporte junto a martillos y otros artefactos de piedra en esta última área, deja abierta la posibilidad de que se trate de un sitio arqueológico arcaico.
La cerámica europea sólo aparece en la mitad este del área explorada concentrándose de modo evidente en Campo Moisés, exactamente el 82.2 % del total de los fragmentos.
Esa información decidió a los arqueólogos a hacer calas que en un primer momento se determinó que serían cada quince metros de distancia y a cinco metros de profundidad. (Leer más)


Las nuevas investigaciones. Reconocimiento del sitio arqueológico y sus materiales (2006-2009)



 
Como se ve en el mapa anterior, las áreas de excavadas en El Chorro de Maíta entre 1986 y 1988 fueron varias, pero nada más se encontraron esqueletos en tres de ellas y sobre esos espacios se encaminaron los principales estudios. Eso supone quedaba un gran volumen de materiales sin estudiar y un casi completo desconocimiento de las zonas fuera del Área de entierros, (o sea, la mayor parte del sitio).
De ahí que la nueva investigación comenzada en 2006 estableció dos líneas principales de acción:
Uno: Llevar a cabo trabajos de campo para revisar los límites del área de la aldea, hasta donde fuera posible conocer el uso que le dieron sus habitantes y el tiempo que estuvieron asentados allí, y, particularmente, encontrar objetos u otras evidencias relacionados con la interacción o convivencia de aborígenes y europeos.
(Desde antes de comenzar el trabajo de campo, los nuevos investigadores decidieron que las excavaciones las harían fuera del Área de entierros por las siguientes consideraciones: que era esa la más estudiada y que en la actualidad forma parte del Museo, por lo que las regulaciones de protección son muy rigurosas)
Dos: Organizar y estudiar el material no investigado proveniente de las excavaciones realizadas entre 1986 y 1988, y también otras evidencias del sitio existente en diversas instituciones.


A fin de organizar el material no investigado de las excavaciones realizadas entre 1986 y 1988, se revisó el inventario existente en los fondos del Departamento Centro Oriental de Arqueología, con sede en Holguín, Cuba. Además se consultó el inventario del material depositado en los fondos del Museo El Chorro de Maíta, (tanto el encontrado durante las excavaciones como las nuevas piezas halladas por los vecinos).
Asimismo, con el objetivo de localizar material del sitio, principalmente europeo, encontrado antes del descubrimiento del Cementerio y las áreas adyacentes, se revisaron los inventarios de piezas conservadas en el Instituto Cubano de Antropología, en las colecciones del Museo Indocubano Baní, en Banes, Holguín y en el Museo del Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.
Además, gracias a la colaboración de A. Brooke Persons se revisaron imágenes de objetos colectados en el lugar por Irving Rouse en 1941, y depositados en el Museo Peabody, de la Universidad de Yale.
A partir de estos inventarios y revisiones se seleccionó el material a estudiar.
En el caso de evidencias no ubicadas en los fondos del Departamento Centro Oriental de Arqueología, poco abundantes y formadas básicamente por piezas indígenas, sólo se estudiaron las de origen europeo o que pudieran reflejar la interacción de los conquistadores-colonizadores con los pobladores originarios de la zona.
Entre los estudios principales estuvo la gran cantidad de fragmentos de cerámica europea que fue excavada e igualmente se estudiaron los fragmentos de cerámicas indígenas no cubanas y los de cerámicas indígenas o con componente indígena que copian formas europeas encontrados en su inmensa mayoría en los espacios sin entierros.
Los restos humanos fueron investigados nuevamente y además los materiales hallados en las tumbas.
Para los arqueólogos y demás expertos que 2006 comenzaron nuevos trabajos de investigación en El Chorro de Maíta era muy importante comprobar si en otros espacios del sitio que no habían sido excavados en 1986-1987 aparecían otros objetos arqueológicos. (Leer más)


Las nuevas investigaciones (2006-2009), investigadores e instituciones que participaron



El riquísimo material encontrado en Chorro de Maíta permaneció en conservación hasta que se le pudieran hacer los estudios que merecía. Y esa oportunidad llegó gracias a la colaboración de Roberto Valcárcel Rojas con destacadas instituciones y especialistas cubanos e internacionales.
 
La primera en apoyar al “Chorro” fue la Dra. Corinne Hofman, quien disertó del lugar en su tesis doctoral como parte de los trabajos del Grupo de Estudios del Caribe, de la Facultad de Arqueología de la Universidad de Leiden, Holanda, y del proyecto VICI Communicating Communities dirigido por Corinne Hofman y sostenido por Netherlands Foundation for Scientific Research.
Entonces se acordaron hacer nuevos trabajos de campo que se desarrollaron a partir del año 2006 como parte del proyecto territorial de investigaciones “El Chorro de Maíta. Registro del espacio arqueológico”, y se continuaron a partir del 2008 y hasta el 2011, dentro del Proyecto territorial de investigación “Contacto hispano aborigen en El Chorro de Maíta”, ambos dirigidos por Roberto Valcárcel Rojas y ejecutados por personal del Departamento Centro Oriental de Arqueología, del Centro de Investigaciones y Servicios Ambientales y Tecnológicos de Holguín (en lo adelante CISAT), usando financiamiento del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medioambiente de Cuba (en lo adelante CITMA).
 
En el año 2007 los trabajos de campo y aspectos de la investigación de los materiales incorporaron la colaboración de un equipo de investigadores norteamericanos dirigidos por el Dr. Vernon James Knight, del Departamento de Antropología de la Universidad de Alabama, EUA, e integrado por arqueólogos de esa institución y además de la Universidad de Mississippi, de la Universidad de West Florida, y de la Universidad Estatal de Pennsylvania. Dicha colaboración se consiguió gracias a un convenio de trabajo entre el
Departamento de Antropología de la Universidad de Alabama y el CISAT, con apoyo económico de National Geographic Society Committee for Research & Exploration. La colaboración incluyó, además, talleres de capacitación en temas de investigación cerámica y arqueología ambiental y estudios financiados por la Fundación Christopher Reynolds.
Los trabajos de campo realizados durante los años 2007 y 2008 ampliaron la prospección del sitio, que se había iniciado en el 2006, y permitieron la excavación de espacios domésticos en tres áreas diferentes. Esos fueron realizados bajo la dirección de Roberto Valcárcel Rojas, A. Brooke Persons (estudiante de doctorado de la Universidad de Alabama) y Vernon James Knight, y con el apoyo del Dr. John W. O'Hear (Universidad de Mississippi).
En el año 2008 y como parte de la colaboración con la Universidad de Alabama, se iniciaron estudios paleobotánicos bajo la dirección de la Dra. Lee A. Newsom (Universidad Estatal de Pennsylvania; Penn State University).
En 2009 se hicieron nuevos trabajos de campo realizados por Valcárcel Rojas con el fin de precisar detalles de la distribución del material arqueológico.
Los aspectos biológicos fueron investigados por un equipo del Grupo de Estudios del Caribe de la Universidad de Leiden, Holanda, bajo la dirección de Corinne Hofman, durante los años 2007 y 2010, como parte de un convenio de cooperación entre la Facultad de Arqueología de la Universidad de Leiden y el CISAT de Holguín.
Un nuevo estudio de toda la colección de restos humanos fue realizado por la Dra. Darlene Weston. Ese aportó, entre otras informaciones, una nueva identificación de edades y sexo, que fue usada por los investigadores doctorales Jason Laffoon, Anne van Duijvenbode y Hayley L. Mickleburgh, en los estudios de origen territorial, deformaciones craneanas y aspectos dentales, respectivamente.
Un estudio tafonómico fue desarrollado por el Dr. Menno Hoogland, con la colaboración de Valcárcel Rojas. Para estas labores se contó con el financiamiento del proyecto Communicating Communities dirigido por Corinne Hofman.
Los estudios de material cultural, sobre todo en una amplia gama de evidencias indígenas, fueron realizados por Valcárcel Rojas con la colaboración de personal del Departamento Centro Oriental de Arqueología (en lo adelante DCOA) como parte de los proyectos “El Chorro de Maíta. Registro del espacio arqueológico y Contacto hispano aborigen en El Chorro de Maíta”.
La investigación de restos de fauna fue ejecutada, también dentro de estos proyectos, por la investigadora Lourdes Pérez Iglesias, de la institución antes mencionada. Para el caso de los objetos europeos, particularmente de la cerámica y el vidrio, se tuvo la colaboración de los investigadores Roger Arrazcaeta y Lisette Roura, ambos especialistas del Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, (en lo adelante OHCH).
La identificación de algunos otros objetos implicó un amplio enfoque arqueométrico e incluyó estudios bajo la dirección de la especialista Ariadna Mendoza Cuevas en el Gabinete de Arqueometría de la OHCH, para el caso del azabache. Asimismo la perspectiva arqueométrica hizo estudios de residuos en vasijas de cerámica, bajo la dirección de Vernon J. Knight. La identificación de un textil, coral y ámbar, fue hecha por Lee A. Newsom y el Dr. Rusell Graham, como parte de un acuerdo de colaboración de la Universidad Estatal de Pennsylvania con el CISAT de Holguín.
En esta dirección, la acción más amplia fue un estudio de arqueometalurgia desarrollado por el Dr. Marcos Martinón Torres (University College London) y Valcárcel Rojas, con la colaboración de otros distintos investigadores. Para ellas se usaron las facilidades que ofrecieron los laboratorios de Ciencias Arqueológicas Wolfson, del Instituto de Arqueología de University College London, Inglaterra, hechas inicialmente como parte de una beca que otorgaron a Valcárcel Rojas y supervisada por el Dr. Thilo Rehrem. En una segunda etapa se amplió gracias a los Laboratorios del Centro de Investigación y Restauración de los Museos de Francia, e incluyó una comparación con materiales de diversas partes de Cuba. Todas estas labores anteriormente relacionadas usaron el apoyo económico de European Unión EU-Artech Programme y del proyecto Communicating Communities.
Un estudio de la cronología de ocupación del sitio y uso del cementerio fue desarrollado a partir de fechados por Carbono 14 y AMS, conseguidos gracias al apoyo de Vernon J. Knight (National Geographic Society Committee for Research & Exploration), Corinne  Hofman (Proyecto Communicating Communities), Maja Bauge (Fundación Kon Tiki, Noruega), y de un proyecto de datación del cementerio diseñado por la Dra. Alex Bayliss (English Heritage, Inglaterra), Valcárcel Rojas y Thilo Rheren (2005), y financiado por NERC/AHRC, Inglaterra.
En la línea de investigación histórica se pudo contar con datos aportados por el Dr. John E. Worth, miembro del grupo de trabajo de Vernon J. Knight, a partir de búsquedas documentales en el Archivo General de Indias, en España.
De modo independiente Valcárcel Rojas localizó y revisó documentación histórica en ese mismo archivo, y en colecciones documentales publicadas y en textos antiguos en la Escuela de Estudios Hispanoamericanos en Sevilla, con el apoyo del proyecto Communicating Communities. El mismo investigador realizó búsquedas documentales en el Archivo Nacional de Cuba, en La Habana, y trabajó con fuentes publicadas en la Biblioteca Nacional de Cuba y en la Biblioteca del Archivo Nacional de Cuba.

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