La literatura ha tenido también en Gibara un constante movimiento, que después del triunfo revolucionario ha logrado una significación relevante y ascendente dentro de la provincia.
Más, hay que significar que la misma tuvo gran fuerza en la villa, aún en épocas en que la política gubernamental colonial o republicana no apoyaba el libre desarrollo de la cultura. La prensa local del siglo XIX y de los primeros cincuenta años del siglo XX, refleja un quehacer literario local. Poesías y crónicas abundan en las páginas de estas publicaciones, destacándose nombres de gibareños como William y Fernando Cuesta Mora, Robustiano Verdecia, Emilio Fernández de la Vega y Frank Pérez.
Al mismo tiempo, periódicos como EL COMERCIO, contaron con la colaboración de escritores nacionales como Bonifacio Byrne, Agustín Acosta, Emilio Bobadilla y de extranjeros como el mexicano Luís G. Urbina. Muestra de que los gibareños no sólo hicieron literatura sino que se relacionaron y promovieron a otros escritores del país.
En la vida literaria de Gibara debe significarse el nombre de Armando Leyva (1888-1942), hoy reconocido en la Historia de la Literatura Cubana. A través de él se produjo una gran integración del territorio a la actividad literaria de la antigua provincia oriental. Por Leyva escritores como Regino Boti y José Manuel Poveda, conocen y siguen de cerca el quehacer literario gibareño. La voz de la villa aparece en el Manifiesto Renovador encabezado por Poveda y seguido por los poetas orientales en 1910 y los gibareños se unieron al homenaje de los intelectuales a Julián del Casal.
Armando Leyva perteneció a la Academia Nacional de Artes y Letras y a la Asociación de Reportes, fue presidente del Ateneo Santiaguero y alentó la creación de la Empresa Editorial Biblioteca Oriente. Sus libros fueron publicados en gran parte, en la antigua provincia de Oriente: DEL ENSUEÑO Y DE LA VIDA, en Gibara y en Las Tunas, SEROJA, en Banes; ALMA PERDIDA, en Puerto Padre; LAS HORAS SILENCIOSAS, MUSEO, PEQUEÑOS POEMAS, publicados en Santiago de Cuba; LA PROVINCIA Y LAS ALDEAS, en Santiago de Cuba y en Gibara; ESTAMPAS DEL REGRESO, en Gibara y LA ENEMIGA, en La Habana. Cuentos, crónicas, artículos, poemas en prosa y una novela corta, responden a esos títulos mencionados.
La labor literaria y cultural de Armando Leyva, trascendió los límites de la villa, su contribución a la promoción de autores y obras cubanas y el haber donado lo recaudado con la publicación de su libro MUSEO para la construcción de un edificio propio para Museo y Biblioteca en Santiago de Cuba, son ejemplos de su labor en aras de la cultura nacional.
LEYVA, Armando (Gibara, Oriente, 14. 1. 1888 - La Habana, 9. 12. 1942). Estudió en su pueblo natal y en las Escuelas Pías de Guanabacoa. Dejó inconclusa la carrera de ingeniería en los Estados Unidos para regresar a Cuba y dedicarse al periodismo. Durante algún tiempo participó en la política partidista activa. Dentro de su misma provincia, dirigió las publicaciones Zeta, Pandemonium y El Comercio (1915), y colaboró en La Palabra y El Triunfo, todos de Gibara, así como en El Correo Semanal, de Banes. En Santiago fue jefe de redacción del Diario de Cuba (1917) y colaborador de El Cubano Libre; allí mismo fue también presidente del Ateneo y alentador de la empresa editora Biblioteca Oriental. Se trasladó a La Habana en 1925 para trabajar en el periódico El Sol. Fue secretario de redacción de Noticias (1933) y director de Labor (1936-1937) y Metrópolis (1937). Colaboró en las publicaciones habaneras Social, Bohemia, Letras, Smart, Alma Latina, El Fígaro, La Prensa, Heraldo de Cuba, Diario de la Marina, El Mundo, Información, El País, Adelante, Tierra Libre. Editó, junto con Pedro Alejandro López y Luis Enrique Santiesteban, La novela cubana [ca. 1928], que dedicaba cada número, íntegramente, a la publicación de una novela corta. Perteneció a la Academia Nacional de Artes y Letras y a la Asociación de Reportes. Su monólogo «También el Budha suspiró de amor...» fue publicado, junto con otro de Eduardo Abril Amores, bajo el título común de Mientras reía el carnaval... (Santiago de Cuba, Imp. Diario de Cuba, 1922). Utilizó el seudónimo Randal.
BIBLIOGRAFÍA ACTIVA
Del ensueño y de la vida [Crónicas e impresiones]. «¿Prólogo?», por M. Antonio Dolz, y «Armando Leyva», por Francisco Cañellas. Gibara - Victoria de las Tunas (Oriente), Imp, El Cucalambé, 1910. Seroja [Crónicas]. Pról. de José Manuel Poveda. Banes (Oriente), Imp. El Correo Semanal, 1911. Alma perdida [Cuentos y crónicas]. Puerto Padre (Oriente), Imp. El Renacimiento, 1915. Las horas silenciosas (Cuentos y crónicas). Pról. de Max Henríquez Ureña, Santiago de Cuba, Empresa Editorial El Sol, 1920. Amar la poesía, cultivar el verso, respetar al poeta [Conferencia]. Santiago de Cuba, Imp. Diario de Cuba, 1921. Museo [Artículos]. Santiago de Cuba, Imp. Arroyo, 1922. Pequeños poemas (Poemas en prosa). «Pórtico», por José Fatjó. Santiago de Cuba, Editorial Oriente [1922]. La provincia, las aldeas. Pról. de Eduardo Abril Amores. Santiago de Cuba, Acosta y Fábregas, impresores, 1922. Estampas del regreso. «El prólogo de este breviario», por Luis G. Cabrera. Gibara (Oriente), Imp. A. Cajigal, 1923. La enemiga [Novela corta]. La Habana, Imp. El Ideal, 1928 (La novela cubana, serie A, 3).
BIBLIOGRAFÍA PASIVA
Augier, Ángel I. «Armando Leyva, el cronista de la vida provinciana», en Policía. La Habana, 2 (14): 26, ene., 1943. Boti, Regino E. «Entre dos labores. Pretexto: Leyva. Asunto: yo» [Sobre Del ensueño y de la vida], en Orto. Manzanillo, 1 (6): 3-5, feb. 11, 1912. Bueno, Salvador. «Armando Leyva. 1888-1942», en su Antología del cuento en Cuba (1902-1952). La Habana, Dirección de Cultura del Ministerio de Educación, 1953, P. 65. Carbonell, José Manuel. «Armando Leyva Balaguer (1888)», en su La prosa en Cuba. Recopilación dirigida, prologada y anotada por [...] T. 1. La Habana, Imp. Montalvo y Cárdenas, 1928, p. 307-308 (Evolución de la cultura cubana, 1608-1927, 12). Chacón y Calvo, José María. «La muerte de Armando Leyva», en Revista Cubana. La Habana, 15,:135, ene.-mar., 1943. «Ex-corde a la memoria de Armando Leyva» [Número completo dedicado al autor]. Tierra Libre. La Habana, 7 (1), ene., 1943. Labrador Ruiz, Enrique. «Armando Leyva», en su El pan de los muertos. La Habana, Universidad Central de Las Villas, 1958, P. 41-46 León, José de la Luz. «El cronista que amó el mar y los montes», en Carteles. La Habana, 41 (1): 32, 68, ene. 3, 1960. Medrano, Higinio J. «Los restos de Armando Leyva», en Universal. Santiago de Cuba, abr. 2, 1950. Poveda, José Manuel. «Un libro de Leyva» [Sobre Del ensueño y de la vida], en El Pensil. Santiago de Cuba, 24ª época, 2 (16): 185-186, ago. 10, 1910. Vasconcelos, Ramón. «Armando Leyva», en Tierra Libre. La Habana, 4 (10): 11, oct., 1940.
Otros escritores gibareños lograron sobrepasar las páginas de las publicaciones gibareñas para ganar concursos como el de los “Juegos Florales”, tal es el caso de Fernando Cuesta Mora (1908-195?) o Jesús Torres Cuesta (1936-1973), cuyas poesías fueron publicadas en libros en Gibara y en Las Tunas.
De 1914 es el libro ALMA DE LA ALDEA; antología de escritores gibareños, que incluye entre otros nombres no bien estudiados el de Luís G. Cabrera, Rafael Cuesta, Oscar Diez Feria, Modesto Centeno y Leoncio Fernández Pino.
El triunfo revolucionario trajo consigo un mayor desarrollo en la literatura gibareña. La existencia del boletín literario “Cacoyugüín”, del Taller Literario “Armando Leyva”, más de diez libros publicados por autores locales, premios provinciales y nacionales obtenidos por escritores provenientes del Taller Literario y la participación del decimista Gilberto Cruz Rodríguez en el Encuentro Internacional de Décimas, son evidencias del levantamiento y desarrollo del quehacer literario en Gibara.
Al nombre de Cruz Rodríguez, debe sumársele los José Barciela Tauler, Arsenio Valdés Bruceta, Manuel Gómez, Silvio Escalona Graña, Agustín Labrada, Orlinda Nieves que ya tienen publicaciones y algunos inclusive en antologías extranjeras.
Las tertulias literarias, tradicionales en la villa desde el siglo XIX, han sido revitalizadas en la actualidad, manteniéndose inclusive en algunas casas de familias, así como se ha recogido la rica tradición oral que la caracterizó, en el atlas de la Cultura Popular Tradicional.
Gibara también ha sido sede y subsede de eventos nacionales de literatura y humor y mantiene un concursó anual de literatura que premia en metálico.
En oleadas sucesivas, como una continuación de las olas formadas en el mar, le llegó la brisa, fresca, húmeda, evanescente, y con ella vino el rumor del mar y el picante olor a salitre: todo le llegaba del mar, hasta la espera. y ella odiaba al mar, porque sabía que le era hostil. El mar debe ser una mujer, pensó. -Sólo una mujer puede ser tan dura con las mujeres y tan blanda con los hombres -dijo y recordó que alguien dijo que al mar debía llamársele la mar porque también lo afectaba la luna; no podía recordar quién lo dijo–: Pero debe ser una mujer -dijo. Más que nada lo odiaba por la misma razón que se maldice al cartero que pasa de largo: porque el mar era un medio de comunicación entre ella y él y ahora le negaba toda noticia. Él dijo: “Mira al mar. Míralo siempre y sabrás si vuelvo o no. Él te dirá”, pero él no había contado con el mar, de donde el mar era un mensajero sin saberlo. Nadie contaba con él y todos querían que fuese el recadero perfecto. Se despachaban embarcaciones, se echaban botellas llenas de mensajes, se tendían cables, y todos querían que las noticias llegaran pronto y sin novedad y con precisión al punto de destino. y ahora ese hombre, ese marino misterioso, envuelto en sombras, ocupado en raros trajines, que utilizaba el mar y la noche como cómplices, no decía más que “Mira al mar: él te dirá” y dejaba el resto (la improbabilidad, el error, la mala fortuna) al azar, y esta mujer odiaba al mar porque el mar, siempre sin saberlo, demoraba en decir que sí o que no.
Guillermo Cabrera Infante. El de arriba es un fragmento de MAR, MAR, ENEMIGO incluído en el libro de relatos “Así en la paz como en la guerra”.
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