Hay una pequeña ciudad cubana donde quedan muchos tesorosque no
pudieron llevarse los corsarios ni los piratas y tampoco los colonizadores y
otros explotadores de igual o peor laya. Y no fue, precisamente, por las altas
murallas que protegían a dicho pueblo que se conoce en el mundo como la Villa
Blanca de los Cangrejos.
Trescientos años después y casi en el mismo lugar al que llegó y
por donde desembarcó el Gran Almirante de la Mar Océana, don Cristoforo
Colombus, a principios del decimonono (Siglo XIX), construyeron una enclenque
fortaleza militar que nombraron Fernando VII para que custodiara las
embarcaciones que llegaban a Punta de Yarey del ataque de corsarios, piratas y
otros impíos. Y al lado de la dicha construcción militar fue surgiendo un pueblo
al que llamaron por el mismo nombre que le habían dado al lugar los indios
difuntos: Gibara.
Diz que vino el nombre del árbol Jibá, pero no es tan clara esa
etimología, o por lo menos no tanto como la que hace ver Pepito García
Castañeda en un libro por él escrito que se llama “Así es Gibara” (libro que no debe mencionarse ese
dicho título delante de gibareño alguno por lo que más adelante contaremos).
Para el máximo periodista y escritor de la Villa, Armando Leyva, Gibara
se debe a la también indígena palabra de “Guibara”, que era como en idioma de
los aborígenes taínos se le llamaba a la uva caleta, un arbusto que con tanta profusión
crece en sus costas. Así desde la más remota “gibareñidad” aparecen escrito en
diversos textos para nombrar a la bahía: “Xivara”, “Jivara” y “Givara”, y el de
“Punta de Yarey”, y a veces, “Yarey de Gibara”, para el pueblo hasta el año de
1856, en que oficialmente bahía y pueblo tomaron el mismo nombre de
GIBARA.
¿Por qué el “Güibara” indio se trasformó en Gibara?, seguro que
porque en castellano es más fácil decirlo de la segunda forma.
Cuentan en la Villa de la existencia de un comerciante español que
escribiendo a la Madre Patria le pregunta a sus dependientes, españoles como él,
“¿cómo se escribe Gibara?, ¿con GUI?” “No, Gibara se escribe con JUI”, le
contesto uno a lo que el dueño responde: “mira que usted es brutos, se escribe
con “EQUIS”.
Sea cual sea la etimología u origen del nombre, lo verdaderamente
cierto es que después e la apertura del puerto, el lugar fue el más próspero
del norte del oriente cubano, tanto que para explicarlo los historiadores dicen
que lo que ocurrió fue “el milagro de Gibara”. Y a la prosperidad económica
siguió el florecimiento sociocultural y arquitectónico que al cabo de mas de
150 años aún resulta motivo de orgullo para los jibareños que esperan ver
restaurado el centro histórico de su pueblo, considerado el mas importante de la
provincia y por ello declarado Monumento Nacional.
Gibara, después de la Habana, fue la segunda ciudad amurallada de Cuba. Para protegerla de los libertadores de la isla, los vecinos la rodearon con un muro de mampostería de dos metros de altura y casi dos kilómetros de longitud, y de tramo en tramo dotaron la muralla con cinco fortines, un puesto de avanzada y dos tambores de defensa.
La muchas veces llamadas entonces "España chiquita" o
"Covadonga" tiene una iglesia con tal prestancia y amplitud que es inusitada
para una ciudad tan pequeña, pero que está en consonancia con el poderío
económico de las principales familias y comerciantes de la zona en la época que
la levantaron.
También hubo en Gibara un teatro hermosísimo que aún se mantieneen pie por puro milagro y por cuyo escenario desfilaron prestigiosas personalidades de nuestra cultura como Brindis de Salas Ignacio Cervantes, Díaz Albertini y otros interpretes compañías de baile y de teatro. (Incluso, dicensin que lo puedan probar, que allí bailó Isadora Duncan).
Pero quizás lo más llamativo de Gibara sea la proliferación de
vitrales, siendo los más famosos y valiosos los de mediopunto colocados en el
Museo de Ambiente Cubano por estar considerados los mayores de la isla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario