1857
La Habana
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Es
Calixto un hombre de 18 años. Ansioso de saberes parte hacia La Habana, adonde llega seis
años después de haber sido agarrotado en la explanada de La Punta el venezolano
Narciso López.
El
recién llegado ve en el Campo de Marte a la tropa española haciendo
ejercicios. Y, asimismo, con la admiración de quien tiene gusto, mira las
preciosas puertas de acceso al vasto paralelogramo que llevan grabados
nombres de personajes españoles ilustres.
Pero
lo que más le gusta del Campo de Marte es la sencilla fuente de La India,
cargada de pureza y sabor autóctono.
Afirmó
don Francisco de Paula Coronado en el periódico “La Discusión” de 13 de
febrero de 1899 que “…aquí en La Habana, Calixto pensó hacerse abogado”.
Posteriormente Gerardo Castellanos lo repite, pero eso no se ha podido probar
jamás.
Cosme
de la Torriente, que fue secretario y hombre de confianza del General García
durante la guerra del 95, dijo que Calixto “le había hablado de ese viaje a
La Habana, para ver si se dedicaba al comercio o estudiaba carrera
universitaria”.
Sin
embargo es lo cierto que Calixto no cursó estudios universitarios y tampoco
los de Segunda Enseñanza, a pesar de que su familia tenía rentas suficientes,
circunstancias ignoradas frustraron sus nobles apetitos de superación
académica. Pero no obstante la falta de estudios, Emilio Roig de Leushering
describe a Calixto así: "inclinado desde niño a los estudios, de
vivísima inteligencia, puede considerarse el más culto e ilustrado de
nuestros grandes caudillos revolucionarios”.
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Nostalgia, regreso a Oriente. Batabanó
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Poco
después de haber llegado a La Habana, el joven provinciano siente nostalgia
por su terruño y en la Casa consignataria de Amargura No. 16 separó pasaje
para Trinidad en los vapores que hacían la travesía por la costa sur, entre
Batabanó y Santiago. En el tren de las cinco y cuarenta y cinco de la
madrugada salió hacia Batabanó, donde estaban los muelles. A las nueve de la
mañana ya está a bordo.
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En Trinidad.
Narciso López
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En
Trinidad, siempre en secreto, oye sobre Narciso López y trabaja en comercios
de los amigos de su tío, pero es por poco tiempo. Vuelve a Oriente.
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Administrador del Tejar de la madre en las
inmediaciones de Jiguaní
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En
Arroyo Hondo, paraje inmediato a Jiguaní, doña Lucía poseía un tejar que pone
en manos del hijo; Calixto se encarga de su administración. Consistía el
dicho tejar en hornos, pira, casa de oficio y demás enseres, con siete
caballerías de tierras propias, dos
esclavos nombrados uno Olegario y el otro Serapio, con siete yuntas de
bueyes, dos carretas, tres caballos de sillas y tres de cargas.
Las
crónicas orales que conserva la tradición cuentan que el jovencito
administrador de tejar vestía atildadamente y que se destacaba como buen
bailador y amante apasionado de la música. Con frecuencia Calixto iba hasta
Jiguaní a participar en las fiestas que se organizaban. En una de esas conoce
a Isabel Vélez Cabrera[1], la
hija hermosísima de Cristóbal Vélez, comerciante de café oriundo de la
jurisdicción de Santiago de Cuba y de Ana Cabrera. Para entonces el padre de
Isabel había muerto y dejado a la familia virtualmente en la ruina.
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Don Ramón García se opone al matrimonio del hijo
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Inmediatamente
después de conocer a Isabel, Calixto decide que se casarán, pero todavía no
había cumplido los 23 años, por lo que no alcanza la mayoría de edad y
necesita que su padre lo autorice a hacer boda. Don Ramón se opone.
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[1] Isabel sobrevivió a Calixto en 17
años. Murió en La Habana
el 9 de agosto de 1908. Quiso que la enterraran junto a los restos de su
esposo, en el cementerio capitalino y así ocurrió, pero cuando trasladaron los
restos de Calixto a Holguín en 1980, dejaron los restos de Isabel, solos, en La Habana.
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