10.- La actividad de los Cabildos, la presencia en Holguín de destacados Tenientes a Gobernadores y la cooperación que les prestó el vecindario, hizo que se le considerara a este periodo histórico que hoy comentamos como el más constructivo, dotando a la Ciudad de Holguín de un Hospital de Caridad, de una Real Cárcel con espacio para la Casa Cabildo, Cuarteles para las tropas, Corral del Concejo, Matadero, Mercado de Abasto y de un espacioso y decente Campo Santo, repararon la Iglesia de San Isidoro y construyeron la auxiliar de San José, hermosearon la Plaza Real a la que nombraron de Isabel II…
Hemos visto que en Cabildo de 18 de julio de 1752 habían solicitado de Su Majestad un Hospicio para la Ciudad de Holguín, necesario para el cuidado de los enfermos, y al objeto de sostenerlo, la concesión del noveno de los diezmos de la jurisdicción, y que la Corona, en 21 de mayo de 1757 se los concedió. La obligación de tener un Hospicio la tenían todos los pueblos del Reino, a costa de su vecindario.
Finalmente, el Hospicio se construyó en 1760, pero ese ya no existía en 1825 y lo peor es que el Cabildo no contaba con fondos para reconstruirlo.
Gracias a la benefactora de Holguín doña Victoriana de Ávila, las nuevas obras dieron comienzo en 1833 y en 19 de marzo de 1849 lograron inaugurarlo con el nombre de “Hospital de la Caridad de San Juan de Dios”. El edificio contaba de dos alas, una destinada a los hombres y la otra a las mujeres, y entre ellas dos estaba la capilla. También tenía el edificio los almacenes, la enfermería, el depósito de los cadáveres, la dirección y la cocina. Su sostenimiento lo dejaron a cargo de una Junta de Caridad que conseguía el dinero y lo que se necesitaba para el hospital con las limosnas recaudadas en el vecindario y asimismo con las rentas de los bienes donados por benefactores, entre ellos los sacerdotes Calderín y Bofill, que les dejaron dos casas en la Calle de Barcelona, un Colgadizo en la calle de Numancia, otra en la esquina de Pelayo y Numancia, otra de mampostería en la calle de España, un solar en la misma calle de España y la mitad de una casa en la Calle de Comercio, a más de la mitad de la finca rústica “La Breñosa”.
Por su parte y como lo exigía la Ley 5, título 7, del libro Cuarto de la Recopilación de Leyes de Indias, se construyó en Holguín el Corral del Concejo y el Matadero a la otra orilla del río Jigüe, (donde no había urbanización), al objeto de que el mal olor que producían las inmundicias no llegasen a la Ciudad, dando por terminadas las protestas llegadas al Cabildo por el sacrificio de animales dentro del perímetro de la Ciudad. Ambas edificaciones de mampostería, de cien varas en cuadro y el solar amurallado de ladrillos, con aceras, portal y corrales. La construcción fue comenzada en 1819 y la terminaron en 1823, siendo supervisada por el Licenciado Juan Buch, que tanto se destacó en Holguín en este periodo histórico.
La inauguración del Corral y el Matadero dio origen a nuevos bandos, uno de ellos informando que, por Ley, el ganado vacuno destinado al consumo público tenía que ser sacrificado en el Matadero y que quien no lo hiciera así incurría en delito por el que podía ser sancionado a multa y decomiso de las carnes; igual se prohibía el sacrificio de cerdos en los patios de las casas, quedando todos obligados a hacerlo en el Matadero, y finalmente quedó acordado que solamente las carnes de animales sacrificados en el Matadero eran las que podían venderse al público. Otras disposiciones determinaron la prohibición de introducir carnes en la ciudad; que solo podrían mantenerse dos o tres cerdos en los patios de las casas; que el ganado destinado al consumo público no podía entrar a la Ciudad, así como se fijaron impuestos a los animales sacrificados en el Matadero y a los mantenidos en el Corral del Concejo.
Más adelante, (septiembre de 1843), el Gobierno Superior, deseando proteger a los ganaderos cuyo ganado se destinase al consumo público, y al objeto de terminar “con los vicios que se observaban en los Rastros y en el Corral del Concejo”, modificó el Ramo de Consumo Público, permitiendo el sacrificio en los Mataderos de una o más eses, siempre que estas reuniesen las circunstancias y cualidades fijadas por Salubridad y que los Mataderos tenían que mantenerse abiertos mientras hubiese en los mismos reses que sacrificar, pudiendo estos fijar el precio de sus carnes, pero esas carnes siempre deberían ser vendidas en sitios públicos y a la vista del consumidor. Y llegándose al extremo de permitir la venta de las carnes por las calles bajo licencia y cumpliendo con las reglas fijadas sobre aseo e higiene. (Lo anterior por Bando de 15 de noviembre de 1848).
Otra construcción fue un moderno Campo Santo. En mi comentario anterior sobre la Municipalidad holguinera (1752-1799), ya hemos visto que en Holguín se siguió la costumbre de enterrar los cadáveres dentro y fuera de la Iglesia de San Isidoro, y que a partir de 1790 esa costumbre fue prohibida, destinándose para ello lo que un día pasó a ser Parque de Victoriana de Ávila, con carácter provisional; que también como provisional lo trasladaron al actual campo santo, que inauguraron en 29 de junio de 1814, y que hemos mantenido en el mismo lugar hasta el presente, a pesar de los acuerdos tomados en el sentido de tener uno más moderno fuera de la ciudad, “cómodo, útil y proporcionado a ambas Parroquias”.
Ese cementerio provisional comenzó siéndolo de doscientas varas en cuadro, amurallado con madera de corazón con su correspondiente puerta de entrada. La obra fue supervisada por los vecinos Pedro Nolasco Aguilera y José Rosalía de Ávila.
Más adelante sustituyeron las cercas de madera del cementerio provisional por una hecha de piedras, con dos puertas de entrada y dos osarios, una puerta y un osario para los vecinos del Norte de la Ciudad y otra para los del Sur. La línea divisoria de la ciudad en Norte y Sur era la actual calle de Frexes.
En el año de 1845 el Licenciado Juan Buch Rodríguez y José María Cubero propusieron al Cabildo edificar un nuevo Campo Santo en el mismo lugar en que estaba el provisional, sufragado a la mitad entre ambos. Finalmente, la obra quedó terminada en 1847. Lo amurallaron de ladrillos con una altura de tres varas y al fondo levantaron una Ermita, la del Santo Cristo de la Misericordia. En la pared del frente hicieron tres hileras de nichos.
El Mercado de Abasto lo construyeron donde antes habían construido La Marqueta, en terrenos de la Laguna de Lugones. Ello dio fin a la Tienda de Ordenanza que tenían en una de las esquinas de la Plaza Real, y dio fin al uso de la Plaza de San José como mercado. Fue inaugurado el Mercado de Abasto el 19 de marzo de 1848 con el nombre de “O´Donell”, en honor del Capitán General de la isla don Leopoldo O´Donell. De acuerdo con el historiador don Diego de Ávila, este Mercado contaba de 16 casillas, de ellas catorce destinadas a la venta de carnes y las dos restantes a la venta de café. En la Placita que dejaron a su frente se vendía verduras por la libre. Para no interrumpir el tránsito lo caballos tenían que llegar y retirarse por la calle de San Pedro.
La inauguración del Mercado dio origen a nuevos Bandos, entre ellos el del mismo 19 de marzo de 1848, (día de la inauguración), prohibiendo la venta de carne fuera del Mercado de Abasto; el del 28 de junio de 1848, aclarando que los arrendatarios de las Casillas podían llevar a los hogares las carnes sobrantes al objeto de salarlas y tasajearlas, pero sin poder venderlas en sus moradas, sino en el Mercado; que la venta de carne fresca o salada, viandas y verduras se realizarían en el Mercado por la mañana y que los productos dichos como también los huevos y aves no podrían venderla a los revendedores antes de las nueve de la mañana; que la maloja, yerbas y cogollos podrían ser vendidas a cualquier hora del día o de la noche y que el Gobierno, el Comisionado de Abasto y un Regidor vigilarían sin disimulo la venta de bebidas, carnes y alimentos y el aseo del local. Los productos en mal estado serían recogidos y arrojados a los basureros.
El edificio de la Real Cárcel fue la “niña bonita” del Cabildo. Fue inaugurado el 24 de marzo de 1818. En ese día se dio entrada a los primeros seis presos, de acuerdo con el historiador local Juanito Albanés. Nunca antes habían podido construirla por la falta de fondos no obstante los continuos requerimientos de las Autoridades superiores, toda vez que su construcción estaba a cargo de Cabildos.
En diciembre de 1807 la Real Audiencia había considerado una falta grave la no existencia en la Ciudad de Holguín de una Cárcel segura, teniendo necesidad de enviar los presos al Bayamo. Su construcción fue obra de don Francisco de Zayas con la cooperación del vecindario al objeto, según él, de asegurar a los ladrones, “vicio dominante que notaba en la jurisdicción de su mando”. Crearon una Junta inspectora de la Cárcel, y crearon el cargo de Alcaide de la Cárcel.
Las reparaciones del edificio fueron continuas y el alimento de los presos escaso y pésimo, de acuerdo con las continuas quejas.
En 1860, fuera de este periodo histórico que comentamos, en vista del pésimo estado de la Cárcel, se designó una Comisión al objeto de que informara si merecía una restauración o ser construida una nueva. El ingeniero Alejo Beucher dictaminó que era necesario construir una nueva cárcel, escogiéndose para ello parte de los terrenos de “El Llano”, (pero esa no se construyó jamás).
Igual mantuvieron en constantes reparaciones la Iglesia de San Isidoro. El templo había sido bendecido el día 3 de abril de 1720 y en ella se veneraban las imágenes de los dos Patronos de la Ciudad, San Isidoro y la Virgen del Rosario. En el año de 1818 toman el acuerdo de construirla de mampostería.
La iglesia de San José, como parroquia auxiliar de la de San Isidoro fue autorizada su construcción a petición del vecino de Holguín, Pablo María Alberteris en 1ro de septiembre de 1803, siempre y cuando lo realizara a sus expensas y estuviese la misma cubierta y cerrada, puerta y llave, con la decencia y aseo que corresponde y se colocare en su altar la imagen de San José. En el año de 1844 se reconstruyó, con su torre franciscana, colocándose en su frente, para constancia, una placa de mármol con la siguiente inscripción: “Reynando la señora doña Isabel II de Borbón, Q.D.G., y siendo Teniente Gobernador de esta Ciudad el Sr. Brigadier don José Garcerán del Vall. Año de 1842”.
Construyeron la Iglesia o Curato de Auras en la Punta de Yarey, Bahía de Gibara, de madera, tejas y tablas, los vecinos José Romero y Agustín Rodríguez. La bendijeron en 1820. Le ornamentaron el Altar mayor y Púlpito a costa de la Iglesia de San Isidoro, según dejó dicho el historiador don Diego de Ávila. La dedicaron a San Fulgencio por ser hermano de San Isidoro, este último, patrono de Holguín. En 24 de septiembre de 1847 se comenzó la construcción de una nueva iglesia en Gibara, costeada por la benefactora holguinera doña Victoriana de Ávila; esa iglesia fue bendecida en 1853.
Fue comenzada la construcción de la iglesia del Retrete en 1820, y la ubicaron en el Partido de Bariay bajo la advocación de Santa Florentina, por ser hermana de San Fulgencio y de San Isidoro. Esta fue trasladada a Fray Benito en 1856.
Las restantes parroquias de Holguín, como la de San Andrés de Guabasiabo, Santa Margarita de Cacocum y San Marcos de Auras, fueron construidas fuera de este periodo histórico.
A partir de todas ellas pudo contar la Ciudad de Holguín con un Juzgado Eclesiástico, integrado por un Vicario Juez Eclesiástico, desempeñado por muchos años por el Padre Calderín, de un Auxiliar, cargo que desempeñó por varios años el holguinero José Ángel de Fuentes, y de un Notario Archivero.
Eran los responsables de la Iglesia de San Isidoro: el Cura Párroco, el Sacristán Mayor y el Colector. En las restantes solamente se mantenía un capellán.
Las Iglesias que había en la Jurisdicción dieron origen a varios Bandos, uno de ellos dando a conocer y recomendando que la Iglesia Católica, Apostólica y Romana era la única cierta y verdadera, estando protegida por el Estado; otro sobre la prohibición de otra religión que no fuese la católica, otro sobre la adoración a Dios y a las imágenes de María Santísima y restantes Santos de dicha religión; otro sobre los Oficios vedados en los días de precepto; otro sobre las diversiones profanas en presencia de la imagen de Dios; otro sobre la prohibición de traducir la Biblia al castellano y asegurando que las biblias en castellano serían recogidas y se les formaría causa criminal a sus poseedores; otro sobre la persecución y castigo a los predicadores clandestinos; otro sobre los repiques de las campanas y otro que prohibía pedir limosnas en la puerta de los templos.
Otro edificio que se construyó en Holguín durante el periodo histórico de este comentario fue un Cuartel Militar. Los militares que hubo antes de la construcción se alojaban en las casas particulares o en casas alquiladas. La construcción se hizo por etapas, y así lo hemos reseñado en nuestro anterior comentario. Como es natural, su construcción estuvo a cargo del vecindario y del Cabildo.
Los holguineros de entonces consiguieron para la Ciudad un Escudo de Armas que se le concedió en 11 de octubre de 1831, en el que se representa la Real Corona de España, sostenida en alto por las imágenes de San Isidoro y de la Virgen del Rosario, Patronos de Holguín. E igual consiguieron el tratamiento de Ilustre, por lo cual sus Actas Capitulares comienzan “en la muy ilustre ciudad de Holguín”, así como el uso de uniforme a sus Capitulares “como los tenía ya concedido el Bayamo”.
Consiguieron en 23 de enero de 1830 una Delegación de la Sociedad Patriótica Amigos del País. Su primer Presidente don Francisco de Zayas y su Director el Presbítero don Manuel Calderín.
Hermosearon los paseos públicos. A la Plaza Real o de Armas, que se mantenía como un lote yermo para la finalidad con que se había creado, maniobras militares los días de fiestas, y el público y los mercaderes en los portales que le rodeaban, y que nombraron algunas veces Plaza de la Constitución, al ser proclamada esta en España y hasta colocaron en su centro una Pirámide Constitucional (de noche profanada), fue transformada en 1839 en un hermoso paseo público, y ello se debió al Comandante del Regimiento de “la Unión”, don Ángel de Loño Martínez, con la cooperación de sus soldados y del vecindario. Le dieron forma de paralelogramo, de acuerdo con el primer historiador de Holguín don Diego de Ávila, de ciento once varas y dos tercios de longitud por ochenta y ocho varas de latitud, con sus pisos de ladrillo y “treinta y tres sofaceras de calicanto a la inglesa”, ocho columnas del mismo material y sembraron veinte y ocho árboles de morera, terminándose la obra en 1849. Más tarde se le hicieron cuatro jardines, una reja de hierro y se colocaron dieciséis farolas y por medio de Bando se multó con dos pesos a los dueños de vacas capturadas dentro de la Plaza.
Por otro lado la Plaza de San José, nombrada antes de San Francisco, se mantuvo en este periodo como un solar yermo, así como la de San Isidoro, salvo las cinco farolas que en la dicha de segunda, se encendían durante las noches oscuras o en los días de fiestas.
El alumbrado público lo constituían las farolas a cargo de un farolero que pagaba el Cabildo, pero las farolas solamente se encendían los días de fiesta o en las noches oscuras. Por su parte cada morador debía tener un farol en su puerta, salvo los de notoria pobreza como hemos consignado antes.