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3 de octubre de 2014

¿Quién era el primer embajador de Cuba en México?. Carlos García Vélez, la figura y el símbolo


Por: Jaime Ortega Reyna 
Facultad de Filosofía y Letras–UNAM 
Tomado de Latinoamérica. Revista de estudios Latinoamericanos no.49 México jul./dic. 2009.

General Carlos García Vélez

El primer diplomático que de forma oficial —enviado por el gobierno cubano encabezado por Tomás Estrada Palma— tuvo funciones en México fue Carlos García Vélez. Un breve acercamiento al personaje demostrará que hace falta escribir su biografía puntual.

Carlos García Vélez nació en Jiguaní en el año de 1873. Su padre fue el reconocido patriota independentista Calixto García Íñiguez, éste fue una pieza clave para entender todo el proceso de independencia cubana, sobre todo porque inició su participación en la gesta emancipadora junto a uno de los máximos líderes de la lucha que estalla en 1868: Donato Mármol. A la muerte de su jefe, Calixto García Íñiguez se convierte en el jefe militar de la provincia de Oriente. Y a partir de ahí su presencia será fundamental en la búsqueda por la independencia, como lo demuestra su participación en la llamada "Guerra Chiquita" (1879–1880), continuidad de la primera iniciada en 1868 y que había durado diez años. De la Chiquita, Calixto García Íñiguez fue el principal jefe militar. Derrotado el grueso de los combatientes y la mayor parte de los líderes desterrados o encarcelados, los ánimos de luchar por constituir la nación cubana no cesaron. Calixto García Íñiguez volverá a la participación político–militar junto a su hijo, Carlos García Vélez en 1896, para librar la batalla definitiva.

Para Carlos García Vélez ser hijo de Calixto García Íñiguez no sólo será un dato biográfico más, sino un acontecimiento que lo marcará para el resto de su vida, comenzando con su traslado a Madrid —muy probablemente ante el encarcelamiento de su padre en esa ciudad, luego de un intento fallido de suicidio— en donde desarrollará su actividad profesional. Es precisamente en esa ciudad española, donde, ante la falta de una carrera de odontología como la que existe el día de hoy, el futuro representante diplomático se graduó mediante exámenes de suficiencia como Cirujano Dentista en la Escuela de Medicina de San Carlos, instalando posteriormente su propio consultorio. Dentro del campo de la estomatología cubana se le ha llegado a considerar uno de los dos grandes fundadores. Su prestigio en la profesión era lo bastante grande en aquella época. En un sucinto análisis de la estomatología cubana, se dice que:

“Los profesionales criollos del siglo XIX dejaron constancia de sus trabajos y afanes no sólo en Cuba, pues la labor desarrollada por ellos en este sentido fue también notoria en otras regiones. Por ello es justo mencionar además su participación destacada en publicaciones editadas fuera de su tierra natal. Ejemplos de lo anteriormente dicho fueron el del doctor Oscar Amoedo, quien ejerció la función de redactor de la revista Odontología de Madrid, y el del doctor Carlos García Vélez, colaborador de dicha publicación. Éste último fundó en la capital española la Revista Estomatológica, la cual llegó a adquirir fama mundial al recoger en sus páginas los mejores trabajos de la época. Esta revista cesó cuando el doctor García Vélez respondió al llamado de la patria para participar en la guerra de 1895”[1].

Además, antes de partir junto a su padre hacia Cuba, Carlos García Vélez tuvo a su cargo la operación de la herida bucofacial del viejo General, provocada a raíz de un intento de suicidio al final de la guerra de los diez años.

Renunciando a su prestigio profesional Carlos García Vélez se unió a la gesta independentista que finalmente libró a Cuba del poder colonial español. Sin embargo, la sombra de su padre lo persiguió prácticamente hasta sus últimos años.

Hemos considerado, al seguir aquí la teoría del sociólogo francés Pierre Bordieu, que García Vélez estaba dotado de un capital simbólico que supo consolidar con el paso del tiempo. Dice Bordieu que el capital simbólico se basa en

“[...] la idea de que las luchas por el reconocimiento son una dimensión fundamental de la vida social y que se basan en la acumulación de una forma particular de capital, el honor en sentido de reputación de prestigio y que hay pues una lógica específica de la acumulación del capital simbólico, como capital fundado sobre el conocimiento y reconocimiento”[2].

Sin embargo, este prestigio o reconocimiento en el caso del por entonces ya general Carlos García Vélez, en tanto hijo de un patriota de la Independencia y como un partícipe de ella misma, se fortalecerá cuando es reconocido por una fuerza superior: el naciente Estado cubano. Este reconocimiento del capital simbólico se percibe claramente cuando observamos las notas periodísticas que informan de su arribo a México en 1902. Por ejemplo el Diario del Hogar dice que "el general García Vélez, hijo del difunto general Calixto García, uno de los jefes que más activamente tomaron parte en la guerra de independencia de aquella Isla, viene nombrado ministro de Cuba en México"[3]. También el Correo Español de julio 23 de 1902 informa que "el presidente Estrada Palma ha nombrado ministro de Cuba en México al general García Vélez, hijo del general Calixto García"[4]. El periódico en inglés publicado en México, The Mexican Herald, se limitó a presentar una imagen de Carlos García Vélez debajo de una de su padre, en donde se lee "Padre del presente ministro de Cuba en México"[5].

Tarjeta autografiada por Carlos García Vélez y enviada desde México

Aquí podemos observar la proyección internacional de Calixto García Íñiguez, que se traducirá, como se aprecia en estas referencias periodísticas, en un mayor énfasis en la figura del padre sobre la del nuevo representante diplomático.

No sólo al inicio de su llegada a México se vincula a Carlos de manera tan clara con su padre, sino que el propio García Vélez contribuye a que dicho lazo de continuidad se fortalezca, lo que es muy claro al final de su gestión como diplomático en México. En el año 1906 cuando se produce la renuncia de García Vélez a la representación diplomática en México dicha decisión se verá motivada por un episodio en donde la figura de su padre está involucrada, aunque éste haya muerto en 1898.

El episodio es el siguiente: el todavía presidente cubano Tomás Estrada Palma había nombró a Ernesto Fonts como secretario de Hacienda en el año de 1906. Fonts había sido miembro del Consejo de Estado que en 1898 lanzó fuertes críticas a Calixto García Iñiguez, las cuales finalmente lograron su destitución como jefe del Departamento Oriental. Carlos García Vélez al enterarse de esta designación atacó públicamente al gobierno de Estrada Palma y al nuevo ministro de Hacienda, para finalmente presentar su renuncia al puesto de diplomático en México. Con él también renunciaron, según informaba la Legación mexicana en Cuba, a los "cargos de cónsul de Cuba en Hamburgo y canciller de la Legación cubana en Roma, los señores Justo y Mario García Vélez, respectivamente"[6], (los tres diplomáticos eran hijos de Calixto García).

Además de su renuncia, Carlos García Vélez publica una carta en varios periódicos cubanos en donde, al referirse al nuevo secretario de Hacienda de Estrada Palma, dice que es "un funcionario que tiene como única nota de servicios el haber contribuido con su acción o su pasividad a la ejecución del acto más bochornoso y más injusto que jamás se cometiera contra un fiel servidor de la Patria, que era a la vez Insustituible".[7] O sea, que el deslinde de García Vélez con el gobierno cubano tendrá como pretexto a su padre, el Insustituible, como él mismo lo nombra.

Unos meses después de renunciar a su primer cargo diplomático y de haber regresado a Cuba, Carlos García Vélez se encontrará a la cabeza de la llamada "Guerrita de Agosto" que se realizó para evitar la reelección de Estrada Palma. Nuevamente la idea de que se trata del "hijo del General" aparecerá, por ejemplo cuando “El mundo ilustrado” en su edición del 2 de septiembre de 1906 reseña el levantamiento liberal. Según este periódico: "Aseguran noticias de buen origen que las fuerzas insurrectas llegan a dos mil hombres pero falta el entusiasmo que existió en otras revoluciones y, como ha dicho el Sr. Estrada Palma, carecen los revolucionarios de Programa, de ideales y, por tanto, es de suponer que en breve depongan las armas"[8]. En este mismo número se informa sobre la captura de Carlos García Vélez, ocurrida el 19 de agosto de 1906. Según la versión de El Mundo Ilustrado cuando García Vélez fue capturado y se le detuvo en su casa de Paseo del Vedado, le fueron decomisados un rifle, una tercerola, y dos machetes, "uno de los cuales perteneció a su padre, el general Calixto García", concluye la misma nota.

A pesar de que es en agosto de 1906 se registra el primer levantamiento de forma desordenada, el gobierno de Estrada Palma, a través de la policía secreta, conocía desde antes los planes de los generales liberales. Así fue como ordenó la captura con una rapidez inusitada. Carlos García Vélez y su hermano Justo García Vélez fueron hechos prisioneros de inmediato[9].

Hay que destacar que a diferencia de su hermano, Justo García Vélez venía ya denunciando junto al conocido historiador Enrique Collazo a Estrada Palma como un "americanizado", que buscaba la anexión con Estados Unidos[10]. Finalmente este intento liberal se vió derrotado con la intervención americana a Cuba, que correrá de los años 1906 a 1909, bajo el mando de Charles E. Maggon.

Una vez restablecido el gobierno cubano, García Vélez fue de nuevo un personaje políticamente importante en el futuro de su patria. Durante el gobierno de José Miguel Gómez (1909–1912), su hermano Justo García Vélez fungió como secretario de Estado[11], mientras Carlos, al menos hasta 1911, fue el ministro plenipotenciario (embajador) de Cuba ante Washington[12]. Ambos cargos, como se puede apreciar, no eran nada despreciables.


A partir de este momento la participación pública de Carlos García Vélez se divide en dos vertientes muy claras: la diplomática y la de dirigente político.

En 1911 participa en el primer movimiento de Veteranos y Patriotas que tenía como bandera la lucha contra la corrupción, así como lograr apartar a los viejos funcionarios del orden colonial de los cargos administrativos que ocupaban en plena época republicana. En el manifiesto fundacional esta asociación sostenía que: "Nada pedimos para los Veteranos, aunque la miseria les hiera a muchos hogares; sólo queremos que a los desleales sustituyan en los cargos públicos los cubanos que amaron a Cuba y los que no deshonraron su existencia; todos los cubanos, menos los que combatieron contra Cuba"[13]. En el manifiesto, redactado por García Vélez, se asegura que la Asociación Nacional de Veteranos fue creada desde la salida de las tropas españolas de la Isla y estuvo dirigida por Tomás Padró[14].

Sin embargo no será hasta el año de 1923, mientras se desempeñaba como ministro cubano en Inglaterra, donde la intervención de Carlos será fundamental en un movimiento que en realidad ha sido poco estudiado: el movimiento que encabeza la Asociación de Veteranos y Patriotas y que nuevamente inició una protesta contra la corrupción. Ese movimiento, que está enmarcado en lo que Julio Le Riverend ubica como las movilizaciones hacia una "Nueva Conciencia Nacional"[15], es en donde se entrelazan los movimientos ascendentes obrero y comunista[16], el de los estudiantes universitarios reformistas y el de los intelectuales como Fernando Ortiz, entre otros actores políticos. La intención de estos movimientos es contribuir con la purificación de la administración gubernamental, que según su análisis está corrompida de pies a cabeza. Sin embargo, para la historiografía, ya sea aquella que se produce al interior de la Isla o aquella que se elabora en el exilio, de todas las vertientes políticas que asediaban al gobierno en aquel momento, el movimiento que mayor trascendencia tiene es el de la Asociación de Veteranos y Patriotas, al ser la conducción política real de toda la movilización. El resto de actores políticos se alinearon en torno a sus posiciones e incluso se subordinaron a él.

El descontento de los veteranos fue la corrupción que se expresaba con claridad en el pago irregular de las pensiones hacia los ex combatientes, tanto que para marzo de 1923 el Estado cubano aún debía a los veteranos el último trimestre de 1922[17].

Se reconoce como eje articulador de dicho movimiento "un enérgico reclamo en contra de la corrupción"[18]. Aunque en realidad se expresaban muchas más demandas. Sus peticiones eran:

1) supresión de la renta de lotería;

2) no aprobación de la ley de consolidación ferroviaria y cierre de subpuestos;

3) Ley de Pensiones para los veteranos;

4) derogación de la Ley de Turismo;

5) reformas a la Ley Orgánica del Poder Judicial e independencia del ministerio público fiscal respecto al Poder Ejecutivo;

6) reforma al Código electoral para evitar fraudes en los comicios;

7) creación de un organismo fiscalizador de la contabilidad nacional y del manejo del tesoro público;

8) limitación de la inmunidad parlamentaria;

9) Ley del Trabajo para solucionar conflictos entre el capital y el trabajo;

10) rechazo a la prórroga de poderes y reforma constitucional para impedir la reelección;

11) pronunciamiento porque ninguna ley que favorezca la prolongación de las funciones o la remuneración asignada a los funcionarios públicos pueda surtir efectos hasta después de que hayan dejado el poder los que la votaron y sancionaron;

12) ley que otorgue a las mujeres iguales derechos políticos y ciudadanos que a los hombres.

El estudio más conocido sobre la Asociación de Veteranos dice a este respecto que:

“El general Carlos García Vélez, hijo del general Calixto García Íñiguez, tan valiente como su padre en la guerra de 1895, fundó el primer centro de veteranos en el país en la ciudad de Santiago de Cuba (1898). En la república neocolonial casi todo el tiempo desempeñó cargos como Ministro plenipotenciario en el exterior; es decir, que no tenía en su haber ningún negocio deshonroso. Según testimonios personales, era un hombre simpático, agradable, culto y honesto; estaba verdaderamente horrorizado por la corrupción zayista, tenía vínculos con [Mario García] Menocal desde la guerra de independencia y se profesaban gran amistad”[19].

Es significativo que se explique la honra que tenía García Vélez ante los ojos del resto de los dirigentes cubanos, precisamente bajo la idea de la limpieza con que había obtenido su riqueza. Esto es fundamental si entendemos que una gran parte de su actividad como dirigente político giró en torno a la lucha contra la corrupción. La congruencia de su vida personal con las exigencias políticas que encabezaba aparece en perfecta concordancia, circunstancia atípica entre muchos de los políticos cubanos de aquella época, tachados de corruptos. No es casual entonces que el cenit de su participación política se dé justamente en movimientos que buscaban la limpieza de la administración y el fin de las corruptelas gubernamentales.

Por otro lado, no podemos dejar de señalar la citada amistad con Mario García Menocal, un político cubano que después de la Independencia se sumó a las filas del conservadurismo y llegó a formar parte del gobierno de intervención norteamericano, a través de los puestos de inspector de Obras Públicas y jefe de la Policía de La Habana. García Menocal obtuvo la presidencia de la República en dos ocasiones, durante el periodo de 1913 a 1917 y posteriormente en el periodo de 1917 a 1921, lo cual contribuye a explicar por qué García Vélez mantiene una actividad diplomática constante en este lapso y que su actividad como político opositor disminuye.

A pesar de la vitalidad del movimiento que encabezaba García Vélez en 1923 en contra del gobierno del recién electo presidente Alfredo Zayas, éste logrará sortear los problemas hasta finalmente desmovilizar al diplomático por completo, y asimismo el presidente Zayas utilizó toda su astucia política para dividir la convergencia de la oposición a través de una doble vía: la represión para algunos y la negociación para otros. Sin embargo, aunque derrotados momentáneamente, muchos de los jóvenes participantes en este ciclo de protestas serán los que un par de años después lucharon incansablemente contra la dictadura de Gerardo Machado.

Sin importar su actividad política opositora, más radical en algunos periodos presidenciales que en otros, García Vélez seguió desempeñándose como diplomático en países como México, Inglaterra, España o Estados Unidos, además de que seguió presente en la opinión pública cubana. En una de las últimas entrevistas que se le realizaron, publicada en la Revista Carteles de Cuba en 1953, además de que se insiste en que es el "hijo de Calixto García", se le interroga sobre la opinión que guarda respecto a la situación imperante en su país. Sus contundentes opiniones políticas son un referente que nos permite acercarnos a un personaje que ha visto transcurrir 50 años de historia cubana.. Ante la pregunta —"¿Qué le parece ahora la República, General?" él responderá —"No me haga usted hablar, amigo. No hay República. No hay nada"[20]. Esta sentencia que da García Vélez en los últimos años de su vida es sólo la expresión de lo que pensaba: Cuba a pesar de su independencia había heredado los vicios de una administración corrupta. Para el García Vélez de esta entrevista, España es la madre de todos los vicios y los cubanos en vez de romper con éstos, los habían heredado hasta hacerlos parte de su actividad cotidiana.

Además de su participación como diplomático y como político, Carlos García Vélez tuvo incursiones, como muchos otros patriotas, en el campo de la formulación de la historiografía. En un reciente ensayo de Oscar Zanetti sobre la historiografía cubana producida en el siglo XX dedica un espacio significativo a lo que llama la "constitución de una historia nacional", y la forma en que política e historiografía se imbricaron de forma inexorable a principios del siglo pasado. En su repaso de las primeras obras que tocaron el tema de las guerras de independencia cubanas, Zanetti ha encontrado que la mayor parte de ellas son realizadas por ex combatientes, a través de memorias, testimonios o recolección de documentos. Zanetti señala que a finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX aparecieron obras como las de Fernando Figueredo, La revolución de Yara; de Bernabé Boza, Mi diario de Guerra; de José Miró Argenter, Las crónicas de la guerra, y posteriormente aparecerán la de Manuel Sanguily, las de Eusebio Hernández, las de Orestes Ferrara, la de Fermín Valdez, Manuel Piedra Martel o la de Aníbal Escalante, entre muchas otras. La idea de la historia nacional se verá sancionada legalmente cuando se funde la Academia de Historia de Cuba en 1910.

A juicio de Zanetti:

“La Academia congregó en sus sesiones a personalidades de indiscutible valía intelectual junto a figuras de sobresaliente historial político, por más que las contribuciones historiográficas registradas de algunos académicos no rebasan el convencional discurso de recepción. La presencia de dicha incorporación de personalidades políticas y "eminencias" del área de las letras, el derecho y hasta la medicina, indica la importancia concedida a la construcción historiográfica en el stablishment ideológico de la nueva república, pero también pone de manifiesto el hecho de que la investigación y la escritura de la historia no constituían una labor profesional, sino una suerte de hobby de intelectuales que descollaban en distintos ramos del saber y se desempeñaban también con bastante frecuencia en el campo de la política”[21].

Por ejemplo, dos figuras que contribuyeron a la conformación de la "historia nacional" cubana fueron funcionarios de la Legación de Cuba en México. Uno de ellos es Francisco P. Coronado, quien llegó junto con García Vélez a México como secretario de la Legación y que en 1899 publicó “Calixto García Íñiguez. Datos para una biografía”, además es de destacarse que Coronado llegó a ser presidente de la Academia de Historia de Cuba y director de la Biblioteca Nacional hasta su muerte. El otro es Aníbal Escalante, quien fungió como agregado militar de la Legación cubana en México y que escribió el libro que ya hemos citado con anterioridad “Calixto García y su campaña del 95”. Dicho libro fue prologado por Carlos García Vélez, y en dichas palabras iniciales, García Vélez se proclama discípulo de su padre[22].

Como es natural, la mayor parte de la historiografía sobre el proceso de Independencia se ha concentrado en la figura de Calixto García Íñiguez mientras el nombre de su hijo apenas y aparece en un par de reseñas. Sin embargo gracias a los trabajos del propio Carlos García Vélez, publicados en 1899, en el libro titulado “The American–Spanish war; a history by the war leaders”, sabemos que tuvo una participación de mando en el recorrido que hizo el ejército de Holguín a Bayamo en donde dirigió la 600 brigada de infantería, compuesta por combatientes provenientes de Baracoa, Guantánamo y Jiguaní, que se enfrentaron en la población de El Tamarindo con las tropas españolas del general Tejeda. Igualmente en su obra Enrique Collazo reafirma la participación fundamental de Carlos García Vélez en las operaciones finales de la guerra de Independencia.

Con esto tenemos una visión más general de la figura de Carlos García Vélez como un personaje que reforzó la idea de la construcción de la "historia nacional" a partir de su propia experiencia, reafirmando de nuevo la figura de su padre y la de él mismo a su lado. Es este complejo y fascinante personaje el primer diplomático cubano que pisa México.





[1] José Antonio López Espinosa, "Bosquejo histórico de la bibliografía cubana sobre estomatología", Revista Cubana de Estomatología, vol. 36, núm. 1, enero–abril, 1999, pp. 5–16. En http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0034–75071999000100001&lng=es&nrm=iso. ISSN 0034–7507 (fecha de consulta: 10 de noviembre, 2007).

[2] Pierre Bourdieu, Cosas dichas, Barcelona, Gedisa, 1988, p. 33.

[3] Diario del Hogar, México, 26 de julio, 1902.

[4] El Correo Español, México, 23 de julio, 1902.

[5] The Mexican Herald, México, 28 de octubre, 1902.

[6] Expediente personal del general Carlos García Vélez, exp. 1–19–11, 19de abril, 1906, Archivo de la Secretaría de Relaciones Exteriores, en lo sucesivo AHSRE, f. 83.

[7] Ibid., 24 de marzo, 1906, f. 70.

[8] "La revolución en Cuba", El Mundo Ilustrado, núm. 10, México, 2 de septiembre, 1906.

[9] Teresita Yglesia Martínez, Cuba: primera República, segunda ocupación, La Habana, Ciencias Sociales, 1976, pp. 225–227.

[10] Jorge Ibarra, Cuba: 1898–1921, Partidos políticos y clases sociales, La Habana, Ciencias Sociales, 1992, p. 226.

[11] Manuel Márquez Sterling, Discursos leídos en la recepción pública del Sr. Manuel Márquez Sterling, la noche del 24 de octubre de 1929, La Habana, Siglo XX, 1929, p. 90.

[12] Ibid., p. 91.

[13] Los veteranos de la independencia al pueblo de Cuba. En http://www.autentico.org/oa09001.php (fecha de consulta: 20 de octubre, 2007).

[14] Aníbal Escalante y Beatón, Calixto García y su campaña en el 95, La Habana, Editorial Caribe, 1946, p. XXIX.

[15] Julio Le Riverend, La República: dependencia y revolución, La Habana, Ciencias Sociales, 2001, p. 193.

[16] Daniel Kersffeld, "La Liga antiimperialista de las Américas: una construcción política entre el marxismo y el latinoamericanismo", en Elvira Concheiro Modonesi Massimo y Horacio Crespo [coords.], El comunismo: otras miradas desde América Latina, México, CEIICH–UNAM, 2007, pp. 151–166.

[17] Ana Cairo Balleteros, El movimiento de veteranos y patriotas: apuntes para un estudio ideológico del año 1923, La Habana, Instituto Cubano del Libro–Dirección Política de las FAR, 1923, p. 94.

[18] Adolfo Rivero Caro, "El periodo republicano intermedio y la crisis de la democracia (1920–1933)", en Cien años de historia de Cuba, Madrid, Verbum–Fundación Hispano–Cubana, 2000, p. 198.

[19] Cairo Balleteros, op. cit., p. 94.

[20] Revista Carteles, 10 de octubre, 1954, versión electrónica en http://www.guije.com/public/carteles/3541/bandera/index.html (fecha de consulta: 2 de octubre, 2008).

[21] Oscar Zanetti, Isla en la historia: la historiografía de Cuba en el siglo XX, La Habana, Unión, 2005, p. 21. 

[22] Escalante y Beatón, op. cit., p. XXIX.


Carlos García Vélez, el primer embajador de Cuba en México - INTRODUCCION.



Por: Jaime Ortega Reyna 
Facultad de Filosofía y Letras–UNAM 
Tomado de Latinoamérica. Revista de estudios Latinoamericanos no.49 México jul./dic. 2009.
Las relaciones que México y Cuba han entablado a través de la historia son un tema que cada día ocupa más a la reflexión histórica. Hasta hace unos años el tema predilecto, signado indudablemente por la Guerra Fría, era la relación de México con la Revolución cubana. Esta situación ha cambiado drásticamente y ciertamente ha sido para bien, pues hemos ampliado nuestros horizontes tanto temporales como metodológicos. Una breve vista a la bibliografía reciente puede mostrarnos cómo los estudios se han comenzado a abordar en la parte final del siglo XIX, particularmente en los momentos más complejos de la historia de ambos pueblos: los procesos de independencia, el intercambio cultural, la llegada de ciertos personajes políticos, la inmigración y la solidaridad en momentos clave de la historia política, entre otros tópicos. Pero también se ha avanzado en el estudio de los diplomáticos que, desde la perspectiva mexicana, se encargaron de estrechar los lazos de solidaridad y reconocimiento de una nación en formación.

De esta manera queremos abordar, de forma breve, el inicio de la relación diplomática de la naciente nación cubana con México, en la perspectiva de un personaje muy particular: el general Carlos García Vélez, primer ministro plenipotenciario de Cuba en México.

El periodo de la vida política cubana, iniciado a partir de 1902, está marcado en la discusión historiográfica por el carácter que asumió el Estado o primera República. Para los menos, se trata de la primera República en forma, para otros —la mayor parte de la historiografía cubana producida dentro de la isla— se trata de una República mediatizada, o como diría René Zavaleta de un Estado aparente. Se asumiría entonces la existencia de un Estado que no es capaz de cumplir todas sus funciones en plenitud, aunque algunas de ellas sí las realice con total autonomía. Precisamente el tema de las relaciones diplomáticas —teniendo siempre en cuenta la presencia de Estados Unidos y su forma jurídica de dominio: la Enmienda Platt— es en donde la primera República cubana ejerce de manera plena su capacidad de representación frente a otros estados.

El periodo que nos ocupa en este estudio sobre la relación entre México y Cuba es el que va de 1902 a 1906 y lo iniciaremos a través de la revisión del primer representante diplomático, exponiendo la importancia del personaje y la actitud que tomó durante su estancia en México. Esta forma de tratar la historia diplomática sigue la línea de los trabajos presentados en el libro Artífices y operadores de la Diplomacia Mexicana[1].

Una hipótesis que recorre el conjunto de este libro es aquella que considera que la intensidad política de la relación tejida durante la época de búsqueda de la independencia por parte de los cubanos y que marca todos los esfuerzos diplomáticos, ha desaparecido por completo. En este sentido es pertinente recordar las palabras de Margarita Espinosa cuando dice que para el gobierno de Porfirio Díaz "el asunto cubano pasó a un segundo plano en los intereses mexicanos, este hecho se entiende dada la situación prevaleciente, pero además se consideró prioritario centrar la atención en los asuntos ístmicos y contrarrestar en ese flanco la presencia norteamericana".[2] Esta hipótesis es fundamental, pues las relaciones diplomáticas que se entablen en 1902 no estarán cargadas de la polémica ni la conflictividad social que provocaba tener núcleos de cubanos patriotas en nuestro territorio, sino, todo lo contrario, la relación toma cauces menos acalorados, hasta parecer por momentos casi inexistente. Volveremos a esta cuestión más adelante.

Toda vez que ha quedado establecido que abordaremos nuestro trabajo desde la perspectiva que nos abre la figura del primer representante diplomático cubano que llega a México, el trabajo se ha dividido en dos apartados. En el primero de ellos presentamos datos relevantes de dicho personaje, algunos básicos pero sustanciales, así como una perspectiva de su actividad como hombre público; en el segundo apartado se revisarán algunos aspectos de su estancia en México, conforme a las fuentes disponibles en los archivos diplomáticos de ambos países.

Debemos señalar al lector que la decisión de incluir aspectos de la biografía de este personaje responde a la necesidad de dar pasos hacia la comprensión de cómo la naciente República cubana conformó un equipo diplomático con base en los combatientes de la guerra independentista que sacudió ese país años atrás o, en otras palabras, queremos mostrar algunos aspectos que tuvo el primer representante diplomático más allá de este cargo, que permiten inferir un perfil político y una muy particular capacidad de visión crítica de la realidad mexicana.



[1] Agustín Andrés Sánchez, Rosario Rodríguez Díaz, Fernando Alanís Enciso, Enrique Camacho Navarro [coords.], Artífices y operadores de la diplomacia mexicana, siglos XIXy XX, México, Porrúa–UMSNH–CSL–CC y DEL–UNAM, 2004.



[2] Margarita Espinosa Blas, "México y Cuba después de la guerra de 1898", en María del Rosario Rodríguez Díaz [coord.], El Caribe. Intereses geopolíticos y dominación colonial, México, IIH–UMSNH, 2000, p. 160.


1 de octubre de 2014

Carlos García Vélez y la voladura del Rayo en el Cauto.



Tomado de: “Así Calixto”, de Nicolás de la Peña Rubio.

Mayor General Calixto García en campaña
Las fuerzas españolas acantonadas en Manzanillo recibían sus vituallas por la vía marítima para que las distribuyeran al resto de sus bastiones en esa región, lo que hacían en acémilas y carretas tiradas por bueyes por caminos que no permitían un avance rápido de estos convoyes, y que en tiempos de lluvia se volvían intransitables, oportunidad ésta que aprovechaban los mambises para atacarlos y arrebatarles la importante carga.

Entonces para eludir estas frecuentes pérdidas los españoles decidieron no utilizar más la vía terrestre para estos traslados y realizarlos a través del río Cauto desde Manzanillo hacia Cauto Embarcadero y de allí a Bayamo y a otros lugares cercanos, además de en el trayecto aprovisionar al fuerte de El Guamo. Para ello utilizaban sus cañoneras Bélico, El Centinela y Relámpago.

Cuando Calixto conoció del cambio de vía ordenó al general Enrique Collazo que minara con torpedos el río y que situara fuerzas a ambos lados del mismo para tirotear a las naves enemigas.

A pesar de que Collazo cumplió la orden y sus fuerzas tirotearon a las cañoneras, por dos ocasiones las minas y los torpedos no funcionaron y el convoy marítimo de los españoles cumplió su misión.

Cuando en su campamento Calixto recibió la noticia de que los navíos enemigos habían logrado pasar, se encolerizó y en voz alta se lamentaba de la ineptitud de los hombres a quienes confiara el encargo de impedirlo, y de no poder contar entre sus fuerzas con nadie competente para llevar a cabo con éxito este objetivo.

Irritado, alterado, Calixto “tronaba” como era su costumbre en casos así. Y mientras daba largas zancadas frente a su tienda de campaña, y cada vez que pasaba por delante de sus ayudantes volvía a proferir desagradables y ofensivas frases. Luego dijo a voz en cuello que le daría dos ascensos a quien fuera capaz de cumplir aquella misión.

La tropa, que sabía que cuando el general se encolerizaba por algo que había salido mal, mejor era esperar a que se calmara, guardó un silencio sepulcral. Pero en eso su hijo Carlos se adelantó y cuadrándose militarmente ante el padre y jefe se ofreció para cerrarles el paso a los españoles por el Cauto.

En sus memorias confiesa Carlos García Velez que si hubiera caído un rayo en medio del campamento no hubiese provocado el efecto que produjeron sus palabras, porque nadie se atrevía a interrumpir al general en sus momentos de cólera.

Después que el jovencito dijo lo que hubo dicho, el silencio de todos fue a ún más profundo. Y mientras el General continuaba sus paseos, ahora con el semblante mucho más enrojecido que antes. Nadie sabe el tiempo que medió entre la propuesta de Carlos, que seguía rígidamente en atención y el momento en que Calixto se detuvo delante de él. “Mi padre me echó una ojeada que iba desde la extrañeza hasta la incredulidad”, y de repente llamó a su Jefe de Estado Mayor y le ordenó que expidiera una orden escrita a favor del comandante Carlos García Vélez encargándole de las operaciones en el río Cauto y dándole plena autoridad para seleccionar el personal que necesitase y requisar los materiales precisos para tal fin, y que las fuerzas mambisas atrincheradas en dicho río fueran puestas bajo sus órdenes. Y después, volviéndose hacia su hijo le ordenó con voz enérgica: "¡Salga usted inmediatamente y recuerde de lo que se ha comprometido hacer!". Carlos respondió: "¡Sus órdenes serán cumplidas, mi general!", saludó militarmente y, corriendo, fue a ensillar su caballo y a aparejar la mula en que cargaba sus libros e instrumentos, de los que nunca se separaba. Todo listo y con la única compañía de su asistente, dispuesto a partir, Carlos regresó a la tienda del General y cuadrándose de nuevo le dijo "¡A sus órdenes!", dio media vuelta y montó, dispuesto a emprender la marcha. Calixto lo miró y sus sentimientos le hicieron regresar a su condición de padre; se le acercó cariñosamente y lo dijo en tono paternal: "Oye, Carlos, se acerca la Noche. Hoy es nochebuena(...) Quédate para que comamos lechón asado con tostones, que aquí tenemos, Lo mismo da que salgas mañana que pasado(...) Quédate y me acompañas hoy(...)". Pero Carlos, heredero del carácter fuerte de su progenitor, respondió con tono seco, y como para señalarle a su padre el instante de debilidad paternal que se adivinaba en sus palabras: "General, perdone que insista en salir ahora, pero hay mucho que hacer y preparar, además de que tengo que organizar a la gente...” Visiblemente contrariado Calixto se repuso y le respondió con voz áspera: “¡Pues lárguese, y no vuelva sin cumplir mis instrucciones!”. No se dieron las manos. Carlos saltó al caballo y a trote ligero salió del campamento seguido de su ayudante y la mula.

Ambos soldados se adentraron en la sabana de Punta Gorda, que era un trayecto peligroso por el que regularmente aparecían guerrillas de asesinos al servicio de España. En sus espinas dorsales sentían los dos el peligro que los rodeaba en aquel atardecer frío y seco del mes de diciembre en el que el sol se ocultaba con rapidez. En eso oyeron un tropel de caballos que se acercaban. Perfectamente podía ser el enemigo y por esos los dos se aprestaron a vender muy caras sus vidas, pero… volvieron a mirar y la calma volvió a ellos. Los que se acercaban eran una escolta que enviaba el General para protegerlos por todo el tiempo que necesitaran.

Después de requisar los artículos indispensables para la operación, consultar sus libros y revisar cuidadosamente las minas y torpedos que antes se habían hecho para la acción del Cauto, Carlos comprobó que estas se preparaban con dinamita que se echaba dentro de unos garrafones de cristal que, al no estar herméticamente sellados en sus bocas, dejaban pasar la humedad, por eso al colocarlos en el lecho del río no explotaban, y asimismo que los alambres usados en la preparación de las minas y proyectiles no eran adecuados.

Cuidadosamente el hijo del General construyo nuevas minas y torpedos, los situó en las zonas estratégicas del río, y el éxito fue rotundo: el cañonero español Relámpago, que iba a la vanguardia fue el primero en volar estrepitosamente.

Cumplida la misión, Carlos redactó un lacónico parte militar relatando los hechos y mandó que lo llevaran inmediatamente al General. En su tienda Calixto leyó la información y luego se levanto jubilosamente exclamando: ¡Ese es mi hijo...!”. Acto seguido dio órdenes para que aquel se presentara inmediatamente en el campamento.

Cuando Carlos llegó, el General lo abrazó jubilosamente y le entregó el diploma con el ascenso a teniente coronel. Entonces el hijo de Calixto le recordó que él, el General, había prometido dos ascensos a quien cerrara el río Cauto a la navegación española, por lo cual le correspondía al grado de coronel. Calixto lo miró muy serio diciéndole en tono conciliador: “Tienes razón, pero tu eres mi hijo y no te puedo ascender a mi hijo como si se tratara de otro oficial cualquiera. Además, fíjate que también te nombro Jefe de la Brigada de las Tunas y conservas la jefatura de la Brigada del Cauto”. Como respuesta, el teniente coronel Carlos García Vélez, miro a su padre y sonrío. Ambos se fundieron en abrazo.

30 de septiembre de 2014

Carlos García Vélez, primeros años de la República.

Por: Ronald Sintes Guethón


Visita de José Martí a Ibor-City en 1893
En 1900 Carlos García Vélez contrae nupcias con Amalia Elena Martínez-Ibor, hija de un español emigrado de Cuba hacia Tampa y pionero de la industria tabacalera en la Florida, se llamó Vicente Martínez-Ibor y Manrara, amigo cercano a José Martí y uno de sus más importantes colaboradores.


El certificado de matrimonio de Amalia Elena Martínez-Ibor con D. Carlos García Vélez recoge que este tuvo lugar el 19 de febrero de 1900 en la casa de la novia en la calle Consulado no. 130, en La Habana. Ella tenía dieciocho años de edad. El contrayente Carlos García Vélez, natural de Jiguaní en Santiago de Cuba, contaba en aquel momento treinta y dos años de edad y fue hijo del mayor general del Ejército Libertador Calixto García Íñiguez y de doña Isabel Vélez Cabrera. Fue testigo de la boda el Dr. Eusebio Hernández Pérez, natural de Colón, Matanzas, doctor en Medicina y Cirugía y vecino de Amargura no.
Para leer más de la familia Martínez-Ibor haga clic aquí.



En la fecha de su boda, Carlos García Iñiguez ocupaba el cargo de Inspector General de Cárceles, Prisiones y Beneficencia. Al año siguiente el joven matrimonio viaja a Estados Unidos, donde atraviesan por grandes dificultades para encontrar casa. En carta a su madre fechada el 19 de Agosto de 1901 le escribe al respecto: “Ud. no sabe lo que he buscado.  En donde encontraba cuartos para dos faltaban muchas cosas necesarias; en otros sitios las había pero sin comida. Ahora tengo una magnífica casa en una calle céntrica, con los carros por la puerta y los colegios cerca, con baño, luz, calefacción y habitaciones muy bien amuebladas en el primer piso con vistas a la calle, comida y servicio por un precio moderado, es una casualidad encontrada”[1].

Pero aunque Carlos al parecer está feliz con la casa que consiguió en los Estados Unidos, algo va tan mal que su estadía en tierras norteamericanas es breve. Al final el matrimonio retorna a La Habana y allí, acompañándose por otros patriotas e intelectuales, Carlos se enrola en la organización del Partido Unión Democrático con el cual se postulará para el cargo de alcalde de La Habana,  pero pierde en las elecciones frente al candidato Dr. Miguel Genea y Riverón. Después se instaura la República. El Presidente Tomás Estrada Palma le ofrece Instaurada la República, Estrada Palma le ofrece la Legación de México, el General se transforma en diplomático.

Propaganda de Carlos García Vélez como candidato a la Alcaldía de La Habana
En el diario-memorias que de Carlos se conserva en la Casa Natal de Calixto García en Holguín dice él: “Ingresé en la Diplomacia de  la República por considerar que ella era la que podría contribuir a sacar la República adelante”[2].


Las relaciones que México y Cuba han entablado a través de la historia son un tema que cada día ocupa más a la reflexión histórica. Hasta hace pocos años el tema predilecto, marcado indudablemente por la Guerra Fría, era la relación de México con la Revolución cubana. En la presente monografía se aborda de forma sintética la presencia del general cubano Carlos García Vélez como primer representante diplomático en México. El trabajo se divide en dos apartados, el primero de ellos expone datos significativos y una interpretación sobre el personaje en cuestión, resaltando sus vínculos familiares, su trayectoria política pero también intelectual; y una segunda donde se observa el periodo que fungió como representante diplomático, al destacar su mirada crítica de la realidad mexicana. 1902 a 1906.
autor:Jaime Ortega Reyna/ Facultad de Filosofía y Letras–UNAM
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En México se mantiene García Vélez hasta 1906, que fue cuando a la llegada de las elecciones presidenciales, sucede la llamada Guerrita de Agosto. “Los liberales comenzaron a conspirar, entre ellos los generales José Miguel Gómez, Pino Guerra, Quintín Banderas, José de Jesús Monteagudo, Demetrio Castillo Duany y Carlos García Vélez; entre los civiles estaban Juan Gualberto Gómez, Alfredo Zayas, Manuel Lazo y Martín Morúa Delgado.

“El primero en levantarse en Pinar del Río fue Pino Guerra, que ocupó el poblado de San Juan y Martínez. El Gobierno actuó rápidamente y el 19 de agosto era detenido en capital el general García Vélez bajo cuyo mando estaba el levantamiento en La Habana. Le correspondía a él y a sus seguidores ocupar las estaciones de policía, el palacio presidencial y detener a Estrada Palma y a Méndez Capote”[3].

Para entender la actitud de García Vélez al sumarse al movimiento que se oponía a la reelección que preparaba Estrada Palma hay que remitirse a las concepciones que tenía sobre el tema. “El delito electoral es el mayor crimen porque es el que corrompe tanto al pueblo elector que vende su derecho como al pretenso legislador que lo compra. No hay nación que se respete a si misma que consienta la perduración de tanta nacional ignominia. No hay mayor traición a la Patria que la de traicionar su virtud ciudadana”[4].

Impedido de llevar a efecto sus planes, el Presidente Estrada Palma llamó a las tropas norteamericanas y se produjo la segunda intervención.

Con la llegada a la Presidencia de la República del Mayor General José Miguel Gómez, el General García Vélez ocupa diversos puestos, entre ellos la Secretaría de Gobernación. Estando en este puesto fue dura y quizás  injustamente criticado por el periódico “Previsión” del Movimiento de los Independientes de Color  en 30 de marzo de 1910:  

“…La República de Cuba, con un bagaje diplomático que tiende a rivalizar con el de la poderosa Albión, no ha podido nombrar para un simple cargo de canciller a un negro cubano… Bien es que al frente de la Secretaría de Estado no está un prócer de la Patria, en la categoría de los grandes de Cuba; el señor García Vélez tiene que conformarse con ser un segundón de la gloria de su apellido, que es simplemente hereditaria. Y como quizás sus empeños internacionales no le han dejado tiempo para leer…”[5]

Cuando en 1912 Carlos García Vélez fue liberado de su cargo, el periódico “Previsión” publicó: “¿Mantendrá el nuevo secretario que se haga cargo de la Secretaría de Estado, el mismo criterio que el dimisionario señor García Vélez con respecto al boicoteo a la presencia de los negros en esa dependencia del gobierno? ¿Se dará el caso de que el que va a hacerse cargo de esa Secretaría será partidario del continuismo en los procedimientos puestos en práctica por aquel recalcitrante preocupado?”[6].

Cabe señalar que  en los documentos revisados no encontramos pronunciamiento alguno de Carlos García Vélez ni a favor ni en contra del Movimiento de los Independientes de Color, tampoco se ha oído nada de que respondiera estos artículos en su contra.




[1] Archivo Nacional Cuba. Fondo Donativos y Remisiones. Legajo 645. No. Orden 24
[2] Centro Información Museo Casa Natal Calixto García Iñiguez. Diario Carlos García Vélez. Pág. 166
[3] Castro Fernández, Silvio: La Masacre de los Independientes de Color en 1912. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 2008. Pág. 25
[4] Centro Información Museo Casa Natal Calixto García Iñiguez. Diario Carlos García Vélez. Pág. 131
[5] Castro Fernández, Silvio: La Masacre de los Independientes de Color en 1912. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 2008. Pág. 83
[6] Ídem

El sepelio del Lugarteniente General Calixto García Íñiguez. Un gran momento del fotorreportaje cubano.


Por: Jorge Oller Oller

Calixto García Iñiguez, el valeroso General cubano de las tres guerras patrias, murió el 11 de diciembre de 1898 en Washington, adonde había viajado al frente de una delegación mambíisa que sostenía conversaciones con el Gobierno norteamericano para procurar el reconocimiento de la Asamblea de Representantes de la Revolución Cubana como órgano de gobierno y establecer las bases para el licenciamiento del Ejército Libertador.

Fue enterrado con honores militares en el Cementerio Nacional de Arlington en la capital norteamericana y posteriormente trasladado a La Habana a bordo del buque de guerra US Nashville. El 9 de febrero de 1899 llegó el cadáver a la capital donde fue velado en el Palacio de los Capitanes Generales.

Durante dos días desfilaron patriotas, compañeros de armas y el pueblo capitalino rindiéndole un sentido tributo a su gloriosa memoria. El día 11, según el programa oficial acordado,  se organizó el desfile que lo acompañaría hasta el Cementerio de Colón. El ataúd fue llevado en hombros por miembros de la Asamblea de Representantes hasta la puerta de la calle Obispo y colocado en una carroza. El cortejo estaba encabezado por el Alcalde de La Habana Perfecto Lacaste, los familiares y los asambleístas seguido de las tropas cubanas y el pueblo...

Pero ocurrió algo imprevisto y ofensivo. Cuando el cortejo fúnebre inició la marcha el gobernador militar yanqui general John R. Brooke, su Estado Mayor y su numerosa escolta se situó detrás del féretro separando a los perplejos y confusos cubanos de su querido General. Hubo una gran irritación entre los miembros de la Asamblea, alguno de los cuales agarraron la empuñadura de sus machetes en desafío a la afrenta norteamericana.  El general Freyre de Andrade, indignado, se encaró  al Gobernador militar y exigió enérgicamente el respeto del protocolo, pero fue inútil. Después de exponerle su disgusto y el de sus acompañantes,  solo recibió esta  seca, soberbia y tajante respuesta: ¡That’s my order! (Estas son mis ordenes) y sin mas explicaciones inició la marcha. Los cubanos tuvieron que subir a las aceras de la calle Obispo para evitar que la caballería yanqui los atropellara. Ante la grave ofensa Freyre de Andrade y los miembros de la Asamblea decidieron retirarse de la comitiva junto con las tropas mambisas. Su hijo, el brigadier Carlos García, al terminar el entierro, escribió a la Asamblea de Representantes del Ejercito Libertador: "… como hijo solo me cabe protestar ante el pueblo de Cuba y lamentar que tanta gloria y prestigio de mi padre hiciera que hasta después de muerto le persiguiera la perfidia de los hombres". 


El féretro, con los restos del Lugarteniente General Calixto García, es colocado por sus compañeros de armas en el armón que lo conducirá al Cementerio de Colon. Detrás se van situando los familiares, asambleístas, y amigos.
Foto José Gómez de la Carrera.
Han llegado las tropas yanquis formando un cordón que separa a los asambleístas y al pueblo del féretro, Abajo, a la derecha se acerca la caballería yanqui para rodear el armón y presidir el cortejo.     Foto José Gómez de la Carrera.
El cortejo fúnebre por la calle de Reina cuando se dirigía al Cementerio de Colón. A ambos lados los habaneros despiden con cariño y respeto al General de todas las guerras patrias. Foto de un aficionado
  
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 No era la primera vez que la soberbia de los militares yanquis ofendían a Calixto García y su honrosa gloria. Siete meses antes, en julio de 1898, las fuerzas invasoras yanquis desembarcaron en los alrededores de Santiago de Cuba y sufrieron las primeras y preocupantes derrotas a manos de las fuerzas españolas. El jefe de los expedicionarios general William Shaffter recabó del Lugarteniente General Calixto García su ayuda, quien accedió elaborando los planes de asedio a la ciudad, la toma de los fuertes circundantes y que fueron adoptados íntegramente por los yanquis. Con la participación del jefe mambí y sus veteranas tropas, sus inteligentes tácticas y su habilidad guerrillera para atacar conjuntamente con las fuerzas norteamericanas se obtuvieron significativas victorias que culminarían con la rendición de la ciudad, evitando una vergonzosa derrota al general yanqui y su estado mayor.

Sin embargo, el General Calixto García recibió una gran decepción. A sus espaldas el general Shaffter, pactaba con las autoridades españolas la rendición de Santiago de Cuba, y además, en suprema y soberbia actitud no permitió que el heroico General cubano ni sus tropas entraran a la ciudad, ni participaran en la ceremonia de capitulación.
Estos vergonzosos hechos motivaron la censura más enérgica del Lugarteniente General Calixto García Íñiguez quien renunció  como General en Jefe de la sección oriental del Ejército libertador, retirándose con todas sus fuerzas a Jiguaní y Gibara. Desde este último lugar, el 12 de agosto de 1898, le escribió a su amigo el General Periquito Pérez su decisión inquebrantable de no aceptar jamás “que se considere nuestro país y se le trate como país conquistado y a eso van sin dudas los americanos, o mejor dicho, los americanos que están en Cuba”. Y añadía que mantendría “siempre nuestra bandera, hasta que el pueblo, que es el verdadero soberano, diga si debemos plegarla. Mientras ese caso no llegue, y no llegará, debemos estar unidos para defender la patria en todos los terrenos”.

Fuentes:

Pedro Luís Padrón: La vejación a los libertadores en el sepelio a Calixto García. Periódico Granma, 11 diciembre de 1970

Aníbal Escalante Beatón: Calixto García, su campaña en el 95, La Habana, 1946

(Tomado de Cubaperiodistas)

Carlos García Vélez. Polémica en torno al sepelio de su padre Calixto García Iñiguez.

Por: Ronald Sintes Guethón

Sepelio de Calixto García en La Habana


Corre el año de 1898 y se acerca el final de la contienda, al terminar la Batalla de Santiago de Cuba, Calixto García nombra a su hijo, el General de Brigada Carlos García Vélez, como oficial de enlace entre el Ejército mambí y el Gobierno Norteamericano. Carlos queda en Santiago y Calixto parte hacia los Estados Unidos presidiendo una comisión de cubanos.
  
En carta fechada desde Santiago de Cuba el 21 de Octubre de 1898 que Carlos le escribe a su madre, doña Isabel, quien había dejado España y se había radicado en Nueva York: “…Papá se fue a la Asamblea persuadido por nosotros de que debía ir a ella por responder a la atención del 5to Cuerpo que lo eligió y porque era preciso hacer algo que tendiera a resolver la actual situación difícil por que atravesamos… A mí me dejó aquí de embajador y por eso no estoy ya a su lado”[1].

Pero el 11 de diciembre de 1898 el Mayor General Calixto García muere repentinamente, atacado de una pulmonía fulminante. Carlos tuvo que partir a los Estados Unidos para ocuparse personalmente de los arreglos funerarios para traer el cadáver del General García Iñiguez a Cuba, a la vez que se reúne con su madre quien sufre por la muerte de Calixto y de Merceditas García Vélez, la hermana menor que nació enferma y que nunca se curó.

Mascarilla hecha al cadáver del General García Iñiguez

El 31 de enero de 1899 Carlos llega al puerto de La Habana a bordo del crucero Nashville; con él trae los restos del  insigne General, su padre.  Se organiza el sepelio, pero las tropas del Ejército de los Estados Unidos  desplazan a los veteranos mambises y son los interventores quienes montan la guardia de honor. Esta situación ofende a la parte cubana, tomando la Asamblea del Cerro la determinación de retirarse del cortejo. Esta decisión indigna a García Vélez, quien escribe  una carta protesta, condenando la actitud de los asambleístas: 

“Comisión Ejecutiva de la Asamblea del Ejecutivo, Febrero 11 de 1899.
El cadáver  del Mayor General Calixto García Iñiguez ha sido abandonado en la vía pública por la Asamblea Cubana y los Jefes, Oficiales y Soldados del Ejército Libertador de Cuba.
El Estado Mayor del General García, los Jefes, Oficiales y Soldados que le prestaban Guardia de Honor y Escolta también abandonaron el cadáver obedeciendo orden verbal que alguien les diera de parte de la Asamblea.
Como General de Brigada que soy y como miembro que fui del Estado Mayor del General Calixto García Iñiguez protesto ante el Pueblo de Cuba y ante el Ejército Cubano contra el acto cobarde realizado por la Asamblea, considerándolo punible y calificándolo  –por lo menos-  de vejaminoso, insultante e incompatible con el honor de las armas cubanas; como hombre considérolo incalificable y lo condeno con todas las energías de mi alma, y como hijo solo me cabe lamentar que tanta gloria y prestigio de mi padre hicieran que hasta después de muerto lo persiguiera la perfidia de los hombres[2].
P y L (Patria y Libertad)
Carlos García Vélez
General de Brigada.

Carta enviada por el Comandante Manuel Portuondo en respuesta a la misiva protesta del General García Vélez

Habana, Febrero 13 de 1899.
“Mi querido amigo:
He visto publicada en algunos de los periódicos de esta capital su carta de fecha 12 del corriente. En ella veo con disgusto que nos hace Ud. inculpaciones que no merecemos, nos dice que hemos abandonado el cadáver de nuestro General. No General, no lo crea, si lo hubiésemos abandonado en el campo de batalla tendría Ud. muchísima razón, pero dejarlo en los brazos del pueblo de la Habana, eminentemente cubano, no es abandonarlo, y aunque no acompañamos al General hasta su última morada, con él iban nuestro afecto y nuestro cariño, además, nosotros hemos obedecido órdenes de la Asamblea y usted recordará que cuando la destitución del General García, estando en Gibara, algunos jefes le dijeron que no hiciera caso y el contestó  que era orden de su gobierno y que tenía que obedecer, si esto lo hizo el General, ¿cómo no hacerlo nosotros?
Rectifique Ud. mi querido General, aunque sea por el buen concepto que el General y Ud. mismo tenía de nosotros[3].
Firmado
Cmdte. Manuel Portuondo.



[1] Archivo Nacional de Cuba. Fondo Donativos y Remisiones. Legajo 644 No. Orden 11
[2] Archivo Nacional de Cuba. Fondo Donativos y Remisiones. Legajo: 644 No. Orden: 193
[3] Archivo Nacional Cuba. Fondo Donativos y Remisiones. Legajo: 644 No. Orden: 195

29 de septiembre de 2014

Carlos García Vélez durante la intervención norteamericana en la guerra por la independencia de Cuba



Por: Ronald Sintes Guethón

Tropas insurrectas cubanas protegiendo el desembarco de las fuerzas americanas en el área de Santiago de Cuba
Al intervenir Estados Unidos en la Guerra cubana y como parte del total apoyo que tuvieron éstos por parte de las fuerzas cubanas, Carlos García Vélez, quien tiene dominio del idioma ingles, se desempeña como traductor y a la vez funge como enlace entre las tropas de ambos ejércitos. Participa en la batalla de Santiago de Cuba, embarcando con las tropas cubanas por Aserradero, al oeste de esa ciudad, con el objeto de desembarcar por la playa Siboney. 

Fue la anterior la última acción de la guerra en que participa y su actitud siempre inclaudicable le vale la recomendación de su padre para el ascenso a General de Brigada, el 18 de Agosto de 1898. 

Carlos permaneció en Santiago hasta que a finales de ese mismo año, debe viajar a Estados Unidos a ocuparse del cadáver de su padre, quien murió en aquel país en diciembre.

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