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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

17 de marzo de 2023

Extraña "promesa" o los "pelús" de Guajabales, en Holguín, Cuba

Por: Juan Albanés

En el año de MIL ochocientos cuarenta y cuatro (1844) una gran sequía asoló las campiñas holguineras. Los ríos Jigüe y Marañón, que rodean a Holguín por los rumbos Naciente (Este) y Poniente (Oeste), se secaron y los holguineros vieron con justificado horror como se cruzaba a pie enjuto. Temerosos de que Dios quisiese aniquilar al mundo por falta de agua, como antaño lo fue por su exceso, se celebraron oficios religiosos en las iglesias de San Isidoro y San José y el Párroco del templo mayor, Presbítero Manuel de Calderín y Calderín, ofreció una novena a San Isidro Labrador que según el pueblo quitaba y ponía el sol y daba lluvia o la quitaba.

En los campos el hombre rural estaba aterrado ante aquellos días plomizos, secos y de aire cálido. La atmósfera no se renovaba y las cosechas se perdían. 

Según contome el Capitán Libertador, Don Martín Sánchez Sera, que oyó muchas viejas leyendas de labios de sus difuntos padres, aquel 1844 pasó a la Historia como el año del cuero, porque la Agricultura, fuente de vida de los pueblos, sufrió su más dura embestida.

Entonces se produjo la extraña decisión.

Los campesinos del paraje rural de “Guajabales”, a pocos kilómetros de esta ciudad, reunidos en asamblea, juraron no cortarse el cabellos ni las uñas hasta que la bondad divina los favoreciese con el preciado líquido. (Antaño a esto se le llamaba “hacer una promesa”).

A mucho tiempo un buen temporal de agua volvió a resucitar a los campos muertos con gran alegría de todos, especialmente de los guajiros de Guajabales, a quienes el pelo les caía sobre la nuca como el vellón a los carneros.

Pero la promesa se cumplió al pie del juramento. Y causó mucha sensación en esta ciudad de Holguín al ver a hombres y hasta mujeres y niños tan peludos y desfilando por la calle de San Isidoro (hoy Libertad), encaminándose a la iglesia Mayor y allí terminar su voto, mientras que el Padre Calderín les echaba la bendición desde los pasillos del presbiterio.

La gente de la ciudad de Holguín, refiriéndose a los guajiros de Guajabales, cuartón de Aguas Claras, decían: nunca se ha visto una fe tan grande como la de los peludos de Guajabales. Y cuando los fiñes les enseñaban los dientes al barbero, el barbero les respondía invariablemente: “tú no has hecho promesas como los pelús de Guajabales”. 

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