Por César Hidalgo Torres
Para
los holguineros u holguinenses actuales el nombre de Maniabón provoca un
temblor leve como el de un sueño que hace mucho ya nadie tiene. Nada nos liga
ni nos obliga a lugar con tal nombre y si el fisgoneador pregunta es posible
que algún vecino asegure que no hay lugar alguno que se llame así. Sin embargo,
dicen, pertenecía la comarca a la provincia de ese nombre, si es que finalmente
aceptamos que los aborígenes tenían el territorio dividido de esa forma o de
una semejante, que a los españoles les parecieron provincias. Asimismo se
encuentra fácilmente a algún vecino con un poco más de información que recuerda
que Lomas de Maniabón se llama un extenso grupo de elevaciones que atraviesan
la jurisdicción como columna vertebral con vertebras muy dislocadas.
De
quien todos callan, para evitar alguna minuciosa genealogía que lo acuse de
descendiente, es de Francisco Morales, individuo ese que avergüenza todavía por
la violencia con que mató indios y fornicó mujeres en una campaña sobre los
indios maniobenses que llevó a cabo después de la llegada de Diego Velázquez.
Y
de Irienú tampoco sabe nadie, con la sola excepción de Juan Albanés que en una
crónica de la vieja y olvidada historia de Holguín lo menciona y dice que era
un cacique de la comarca que ayudó a García Holguín en la colonización. Al
parecer era un indio mezcla de blanco y aborigen, descendiente quizás de un
soldado de la expedición del cruelísimo Francisco de Morales. No hay datos que
confirmen lo anterior.
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