Julio Bécker.
Contrabajista de Los Guayaberos
Entré
a su grupo por 1987. Al inicio trataba de adornar las cosas, tocaba a mi manera
y él me decía. «No me hagas muchos filigranas en el bajo, haz solo el tumbao».
Me fui acostumbrando y pronto llegué a dominar su estilo, el cual seguimos
cultivando y defendiendo.
Con
El Guayabero viví momentos inolvidables y recorrí varios países, sobre todo
durante la gira de 1998, que iniciamos en una bella playa de Tenerife,
comparable a Varadero. Allí acuden anualmente turistas de toda Europa, y en el
festival en el que nos insertamos había cerca de doscientas mil personas;
empezó a las siete de la noche y concluyó a las siete de la mañana del día
siguiente.
En
Canarias actuamos en teatros, pistas de baile y otros lugares. En uno de ellos
alternamos con Argelia Fragoso, y luego en Madrid y París se nos incorporaron
otros cubanos como Livam y Gema y Pável. En la bella capital francesa, nos
presentamos en el Elyseé Montmartre, una acogedora y amplísima instalación que estuvo
abarrotada de público todo el tiempo. De allí el espectáculo regresó a Cuba,
excepto cuatro músicos que acompañamos a El Guayabero a un festival en La Haya, Holanda, y en la
grabación del disco El tren de la vida, pocos días después.
Para
ese CD se agregaron dos cantantes del grupo Los Sabandeños que hicieron los
coros conmigo, además de Murgan, excelente músico cubano que ejecutó la
guitarra y el tres en esas grabaciones que fueron muy bien recibidas en España
y otros países. Aunque hoy físicamente no esté su tumbao y su obra van a
perdurar mientras el grupo exista.
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