En
1871 las tropas mambisas cubanas vivieron uno de los momentos más difíciles de
la guerra de independencia, por la falta de armas, municiones, medicinas. Entonces
el general holguinero Julio Grave de Peralta pidió que lo autorizaran a salir
al extranjero para organizar y traer una expedición. El dinero que se
necesitaba, dijo, lo pondrían él y sus familiares.
Durante
la misión el General holguinero escribió un diario que se conserva en el Museo
Provincial La Periquera, de Holguín. En la primera página del manuscrito hay una
hoja de periódico en la que está escrito un artículo de José María Izaguirre,
acompañante del General durante la expedición. El historiador José Abreu Cardet
asegura que esa hoja de periódico la conservó la familia Grave de Peralta y que
junto al Diario la donó uno de los bisnietos del General en 1960 al notable
historiador Juan Andrés Cue Bada.
Invita
La Aldea a sus lectores a releer el texto, ayudados de las explicaciones que
nos dio el estudioso de la vida del militar de Holguín, el historiador José
Abreu Cardet.
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José María Izaguirre |
Salieron
los comisionados hacia la costa sur de Cuba para embarcarse hacia la Jamaica y
allí estaban el día 6 de marzo de 1871. El artículo de Izaguirre dice: “El
lugar que escogimos para embarcadero no podía ser peor pues además de que el
mar era allí muy bajo su lecho era calcáreo, compuesto de una especie de rocas
erizadas de puntas que llaman dientes de perro. Así es que nuestro bote rozó
por un largo rato contra esas puntas que amenazaban destruirlo y que nos molestaron
mucho”.
El
historiador Abreu Cardet explicó a La Aldea que además de las molestias del
diente de perro, los expedicionarios corrían otros peligros mayores, entre
ellos ser sorprendidos por las fuerzas hispanas que vigilaban aquellos parajes
como ya antes había ocurrido y ocurrió después. Ejemplo es la vez que la esposa
del Presidente de Cuba en Armas, doña Ana de Quesada y su acompañante, el
destacado poeta e independentista Juan Clemente Zenea fueron sorprendidos en el
momento en que intentaban pasar al extranjero. Y lo mismo ocurrió al General
Domingo Goicuria, a quien hicieron prisionero circunstancias similares.
Perfecto Lacoste Grave de Peralta fue el primer alcalde de La Habana después del fin de la colonia española |
Para
que lo acompañaran al extranjero el General Peralta había escogido a varios
hombres y asimismo llevaba con él a su sobrino Perfecto Lacoste, que era un
niño de diez años que el tío llevaba para dejarlo con doña Rafaela Grave de
Peralta, hermana de Julio y madre del muchacho, a quien los españoles habían
obligado a salir hacia el exilio.
Decirle
bote a la embarcación era una exageración. En verdad se trataba de una canoa
hecha del tronco de un cedro, y eso, seguramente, limitaba la cantidad de
expedicionarios. En el artículo dice Izaguirre que los que se embarcaron nada
más eran nueve personas: Los ya mencionados Peralta, Izaguirre, el niño y el
coronel Jesús de Feria[1],
cuatro remeros y un timonel.
“Salimos
(continúa el artículo), pero como a doce millas de la costa tuvimos que
retroceder porque el bote iba haciendo agua y el timón se rompió. Al siguiente
día se hizo un nuevo timón de madera mas consistente, se calafateo la
embarcación con resina de cupey y antes que amaneciera nos hicimos a la mar
nuevamente.
“Amanecimos
muy lejos de la costa, dice Izaguirre, y por consiguiente, libres de ser
capturados por los buques españoles que rodeaban la isla y que nunca se
alejaban mucho de ella. El mar estaba embravecido: sus olas se levantaban como
montañas. El tiempo estaba nebuloso, soplaba recio el viento. A falta de
brújula, eran nuestra esperanza el sol y la estrella polar.
“Aunque
casi todo nos era contrario, se remaba con valor, pero así y todo no
adelantábamos mucho por la fuerza del mar en nuestra contra. Yo, continúa Izaguirre, no dejaba de
experimentar cierta zozobra al pensar que podíamos, por la falta de dirección,
pasarnos por un lado de Jamaica sin llegar a verla: y entonces me preguntaba ¿A
donde iremos a parar? Al abismo, era mi única respuesta.
“Ya
llevábamos un día completo y una noche en el mar, entonces, al segundo día,
divisamos a regular distancia un buque ingles. Los del barco también nos vieron
y enderezaron su proa hacia nosotros como para ofrecernos auxilio. La oferta
era halagüeña, pues la situación nuestra era precaria. Confieso que mi primer
pensamiento fue el de aceptarla, por la responsabilidad que yo tenia con la vida
de mis compañeros. Pero pronto la rechace reflexionando que todos los que
íbamos en el bote teníamos el deber de cumplir con un deber patrio y que el
buque bien podía dirigirse a un puerto de Cuba, en cuyo caso, si subíamos al
barco estaríamos irremediablemente perdidos. Rápido los expedicionarios
intercambiamos opiniones. No podíamos arriesgar la misión subiendo al barco,
acordamos que si la providencia nos había llevado hasta allí sanos y salvos, la
providencia nos conduciría del mismo modo hasta las costas de Jamaica.
“Cuando
los del barco vieron que no queríamos su ayuda, se alejaron. Nosotros seguimos
adelante, siguiendo un rumbo que, posiblemente, nos llevaría hasta nuestro
destino”.
Cuando
amaneció al tercer día de navegación, el General Peralta y sus acompañantes
divisaron a lo lejos una línea verde y más atrás, altas montañas. Era Jamaica.
Con fuerza los remeros hicieron que el bote avanzara a tierra, poniendo fin a
la peligrosa travesía.
De
su puño y letra dice en la libreta donde el General hacía anotaciones: “Esto es todo lo ocurrido desde mi llegada a
Jamaica en busca de una expedición para Cuba”.
11 de marzo de 1871. Puerto Santa
Maria, Jamaica.
“Después
de 40 horas de una navegación bastante penosa desde “Boca de Caballo”[2] a
Jamaica llegamos a Puerto Santa Maria”.
Dice
el General Peralta que desde aquella madrugada en que llegaron, inmediatamente fueron
bien atendidos por los muchos ingleses[3] de
aquella isla que cuando supieron que los recién llegados iban desde Cuba,
fueron en masa a verlos y a saludarlos y que algunos ingleses (entiéndase
jamaiquinos), demostraron simpatía por la causa de los recién llegados y hubo
quienes se comprometieron a ir en la primera expedición que saliera para Cuba
para hacerle la guerra a los españoles. Luego los expedicionarios pasaron a la
oficina del Cuerpo de Policía y todo estuvo bien aquel día. En la tarde los
expedicionarios lo prepararon todo para al día siguiente salir hacia la capital
de Jamaica.
Dice
el General en su diario:
12 de marzo de 1871.
“Salimos
para Kingston todos a caballos[4]. En
el trayecto pasamos por tres pueblecitos que no supimos como se llaman y
dormimos a tres leguas del paradero donde debíamos de coger el tren. No ocurrió novedad alguna en todo el tránsito
desde la costa hasta la capital de Jamaica.
“Sin
novedad alguna llegamos al paradero del tren y de allí llegamos a Kington (Sic)
[5] a las
tres de la tarde.
Aunque
el General quiso evitar que se supiera de su llegada, no pudo mantener el
anonimato; muy pronto los emigrados cubanos se enteraron y, dice en el diario: “me
recibieron con un entusiasmo grande. A consecuencia de esto no se hizo otra
cosa que hablar y gritar vivas y más vivas a la independencia de Cuba”. (Se
entiende que los cubanos que habían tenido que abandonar la Isla y allá habían
dejado a sus familiares peleando, se sintieran felices con la llegada de
cualquiera que fuera de los campos en armas, y más si ese era un alto oficial
mambí, pero no era conveniente tales
espontáneas y públicas muestras de regocijo porque esas servían a los agentes de la inteligencia española para enterarse de
la llegada y propósitos de los cubanos que arriban. Por eso es que suponemos
que desde ese momento el General Peralta y sus acompañantes tuvieron una férrea
vigilancia por parte de la inteligencia al servicio de España).
Dice
el general en su diario que muy temprano del día siguiente vio al cubano
Secundino Bravo, quien en verdad se llamaba Francisco Bravo, pero era conocido
por Secundino. Ese era el agente general de Cuba en Jamaica. Cuando a esa Isla
llegó posteriormente Francisco Vicente Aguilera, Vicepresidente de Cuba en
Armas, Secundino Bravo se desempeñó como su secretario y con él fue a Nueva
York. Luego el Vicepresidente lo asignó como representante diplomático de Cuba
en Armas ante la Republica del Perú.
En
el diario dice el General Peralta que aunque él no tenía en sus planes hacer
nada junto a Secundino Bravo, de todas formas conversaron y le informó de su
proyecto para conseguir armas, municiones y el barco que lo traería de vuelta a
Cuba y, entre los dos, dice el General: resolvimos hacer algo de acuerdo. “Por
lo demás, todo ese día fue bien”.
16 de marzo de 1871.
“No
ocurrió nada de particular. Me visitaron algunos pero ninguno a proponerme nada
de auxilio a la misión que me trae al extranjero Son muy pocos los buenos
patriotas cubanos que viven en Jamaica. Sin embargo es digno hacer notar que en
la emigración hay algunos que sí son buenos patriotas”.
Solo
son cinco días los que llevaba el General Peralta en Jamaica y ya dice que no
son buenos los patriotas cubanos emigrados. Cree el historiador Abreu Cardet
que era muy poco tiempo para hacerse de un criterio tan drástico por lo que se
inclina a pensar que quien en verdad guió su mano para escribir lo que nos
llega hasta hoy fueron los prejuicios que el holguinero llevaba desde Cuba. Entre
los mambises había el criterio de que muchos de los emigrados, en lugar de combatir
en los campos de la Isla, preferían estar en el exterior.
17 de marzo de 1871.
“Hubo
este día una junta de cubanos con el objeto de atraer recursos para Cuba. Los
que concurrieron demostraron sus mejores deseos. Se recogió algo”.
En
la reunión, dice el General que el ciudadano Secundino Bravo explicó a todos
que el ciudadano José Maria Izaguirre era diputado por Oriente ante la Cámara
de Representante, y que llegado a Jamaica junto al General Peralta, lo iba a
sustituir en su puesto de Agente General del Gobierno de Cuba en Armas en ese
país, y se hacía así porque era aquella una orden del Gobierno cubano. “Todos
aceptaron; sin embargo, dice el General, yo le
llame la atención a los dos haciéndoles comprender que aquel paso era
antipolítico, porque no era el Gobierno quien tenía que tomar aquella
disposición, sino que debían ser los patriotas cubanos en Jamaica quienes la
tomaran. Y les hice ver que podía traer malos resultados aquel paso. Bravo me
respondió diciendo que el pueblo, o mejor dicho, la emigración en Jamaica sabía
que convenía así. Nunca quede satisfecho, sin embargo Izaguirre quedó
desempeñando la Agencia en aquella isla jamaiquina”.
18 de marzo de 1871.
“No
ocurrió este día otra cosa que la visita de varios que me demostraban unos ser
partidarios de Quesada, otros de la Junta, y otros neutrales”.
Manuel de Quesada y Loynaz |
Cuando
en el diario dice Quesada, es a Manuel de Quesada Loynaz, a quien se refiere el
General. Nació Quesada en Camagüey, el 29 de marzo de 1833 y murió en San José
de Costa Rica en 1884. En la asamblea constituyente
de Guaimaro se evidenció las diferencias entre los mambises de Oriente y los de
Camaguey. Temían los camagueyanos que si Carlos Manuel de Céspedes reunía en él
todos los cargos pudiera concluir como un dictador. Céspedes por su parte
consideraba que los cargos de Presidente de la República en Armas y General en
Jefe del Ejército debía ostentarlo una sola persona, para evitar
contradicciones. El tiempo le dio la razón a Céspedes, pero en Guaimaro
vencieron los camagueyanos, Céspedes fue nombrado Presidente de Cuba en Armas y
el Mayor General Manuel de Quesada Loynaz, General en Jefe del Ejército mambí.
Después el Presidente se casó con un hermana de Quesada.
Pero
el Jefe del Ejército no resultó un militar hábil, por lo que al Presidente no
le quedó otra alternativa como no fuera destituirlo y mandarlo al extranjero
con el nombramiento de Agente Especial con la misión de promover el envió de
expediciones a Cuba. Sin embargo para entonces y con la misma misión ya estaba
en el extranjero el riquísimo habanero Miguel de Aldama. Céspedes orientó que
Quesada y Aldama trabajaran juntos, pero lo que ocurrió fue que entre ellos
hubo grandes diferencias y la emigración se dividió en tres bandos: eran unos
los que seguían al Aldama, mientras que otros simpatizaban con Quesada. Y unos
terceros no simpatizaban con ninguno de los dos. La prueba de lo anterior es lo
que dice el General Julio Grave de Peralta en su diario de Jamaica.
De
Jamaica el General debería pasar a Nueva York donde estaban Aldama y Quesada,
y, al parecer, el holguinero se preparó para el encuentro. El mismo día 18 dice
Peralta en su diario: “Sirviendo entre tantas divisiones, se me presentó el
señor Serafín Pacheco, el que me dio carta para el señor Enrique Piñeiro y me
instruyó de otros que no son nada buenos”.
20 de marzo de 1871.
”En
esta fecha presté 531 pesos para remitir una expedición con pólvora a Máximo
Gómez. El préstamo fue con la condición de que me devuelvan el dinero apenas la
Agencia de Jamaica lo tenga y así consta en el recibo que me entregaron”.
Abreu
Cardet dijo a los redactores de La Aldea que viajes así eran comunes. De aquella
salían a esta Isla botes y goletas con
pequeños cargamentos de municiones y otras vituallas para los insurrectos. Tan
regular era el tránsito que en la costa sur de
Oriente operaba permanentemente una fuerza bajo el mando del brigadier
Jesús Pérez que tenia la misión de recibir a los que llegaban.
24 de marzo de 1871.
“Hablé
con un emigrado cubano en Jamaica de apellido Valiente, al que le pedí que me
auxiliara en lo que pudiera para organizar una expedición. Él me contestó que
tenia hecho ya muchos sacrificios y no quería dar más, que su larga familia era
primero que la patria, razón porque a ella no podía quitarle recursos. Mi
contesta fue despreciativa a aquel hombre a quien amonesté en todo lo que creí
oportuno, y lo declaré traidor a la patria puesto que no pensaba en ella. Por
lo demás, este día no ocurrió mas nada en lo particular.
El
25 el General conversó largo con Secundino Bravo sobre los dos grupos en los
que se había dividido la emigración con Aldama y Quesada al frente de cada uno.
Dijo Bravo que la Junta de Nueva York, dirigida por el General Quesada, era
indiferente a la Agencia de su cargo en
Jamaica, y que era por eso que estaba complacido que ahora fuera Izaguirre
quien se encargara de ella, porque a él le era muy dificultoso hacerlo. Dice
Peralta en el diario que trató él de persuadirlo para que siguiera desempeñando
su puesto, pero nada consiguió.
Los
días 30 y 31 de marzo, estando en la casa de Serafín Pacheco, se trató de
política pero nada que mereciera la pena. Dice Peralta que hablaron de la
traición de Juan Clemente Zenea[6], de
los malos escritos de Pepe Armas[7] y
también de otros patriotas cubanos que residían en el extranjero, entre ellos,
de José Castillo[8].
1ro al 4 de abril 1871.
“Nada
ocurrió fuera de algunos preparativos para salir para Nueva York dejando
algunos hombres en Jamaica listos para ir a Cuba cuando se organice la
expedición. Quedan aquí Jesús de Feria, que vino en mi compañía de Cuba, hasta
tanto se le de aviso para donde debe dirigirse”.
5 de abril de 1871.
En
este día llegó el vapor americano y en el salí para Nueva York. En todo el
viaje conocí a muchos de los pasajeros y mucho se habló de la causa de Cuba.
Todos los que iban en el vapor simpatizan con nuestra causa.
Entre
los pasajeros estaba Ambrosio Valiente, quien se desempeñaba como Ministro
Plenipotenciario de la Republica de Cuba[9] en
Lima, Perú. Dejó escrito el General que Valiente le manifestó gran descontento
en el desempeño de su puesto en el Perú a consecuencia que le trataron muy mal
los de la Junta General de Nueva York, que era mandada por Aldama y asimismo le
contó sobre varias injusticias por lo que creía él que no era Aldama el que
debía estar al frente de la Junta General de Nueva York.Luego dice Peralta que
después de oírlo ha calificado la actuación de Aldama como ambición pero, dice,
“quizás me equivoque”.
El
8 de abril de 1871, todavía a bordo del vapor, Julio vuelve a conversar con
Valiente y esto es lo que anotó en el diario: Me dijo que también que el
Presidente Carlos Manuel de Céspedes le
había mirado con indiferencia, puesto que él le había hecho varias cartas
confidenciales y que nada más le contestó una por conducto del Secretario de
Relaciones Exteriores, Ramón Céspedes[10], y
que por lo tanto estaba resuelto a servir a Cuba pero sin sacrificio de sus
intereses que ya tenia hecho muchos. Me dijo, además que Cisneros[11] no
debía ocuparse más de expediciones, en vista de que todas las que comandaba
caían en manos del enemigo. Y en medio de estas conversaciones el día 11 de
abril llegamos a Nueva York”.
[1] Se equivocó
Izaguirre cuando dijo en su escrito que Jesús de Feria era coronel; en verdad
era comandante.
[2] Boca de Caballo es
un lugar ubicado en la costa sur del Oriente de Cuba, cercano a Santiago de
Cuba.
[3] En el momento de la
llegada del General Peralta, Jamaica era colonia del Reino Unido por lo que sus
ciudadanos eran considerados como súbditos británicos. En su diario el General
no se refiere a los jamaiquinos, sino, siempre los llama ingleses.
[4] Según el relato de
José M. Izaguirre, los caballos se los entregó el jefe de la policía de la
localidad por donde desembarcaron
[5] El General llama a
la capital de Jamaica Kington, sin s. La forma correcta es Kingston.
[6] Juan Clemente Zenea
fue un destacado poeta cubano que vivía en el exilio y allí lo fueron a
contactar enviados de altos políticos españoles para que se trasladara a Cuba y
trajera mensajes de los principales personajes del gobierno español. Aceptó el
poeta y cuando intentó salir de Cuba acompañando a la esposa de Carlos Manuel
de Céspedes, ambos fueron hechos prisioneros. Los españoles consideraron que
Zenea los había traicionado y por eso lo ejecutaron. Los independentistas
cubanos por su parte, cuando supieron que Zenea tenía contactos con el Gobierno
de España también lo consideraron un traidor. Juan Clemente Zenea pasó a la
posteridad como un doble traidor. Ya han pasado más de cien años de aquellos
hechos y todavía su figura levanta airados acontecimientos. Dice el historiador
Abreu Cardet que, posiblemente, fueron los españoles los que mejor juzgaron a
Zenea: Ellos lo consideraron un mambí y lo trataron como tal porque,
seguramente, un mambí es lo que fue siempre.
[7] José de Armas y
Céspedes, Pepe, fue un critico del trabajo realizado por Miguel Aldama y sus
seguidores
[8] No hay noticias de
el tal José Castillo, pero al parecer se trata de un quesadista.
[9] La Republica de Cuba
en Armas nombró representante diplomáticos en varios países. Estos debían de
promover el reconocimiento de la Republica Cubana por los Gobierno de esos
países. Ambrosio Valiente ocupó ese
cargo hasta finales de 1871 cuando renunció y regreso a New York, por tanto
cuando el general Peralta lo conoció iba de regreso. Dice el historiador José
Abreu Cardet que haciendo un análisis un poco esquemático de Ambrosio Valiente,
podríamos considerarlo como Quesadista en esos momentos.
[10] El abogado Ramón
Céspedes era una persona de edad avanzada cuando se unió a la guerra desde sus
mismos inicios. Por ser persona instruida desempeño cargos en la estructura
civil de la revolución, entre ellos el más importante fue el de Secretario de
Relaciones Exteriores. En 1871 Céspedes lo designó representante de la
Republica en el exterior. Desempeño la función hasta 1872.
[11] Francisco Javier
Cisneros. Nació en Santiago de Cuba el 28 de diciembre de 1836, era Ingeniero y
se dedicó a la organización y conducción a Cuba de varias expediciones durante la
guerra de 1868 a 1878. Murió el 7 de julio de 1898 en los
Estados Unidos. En ese país publicó un folleto titulado “Cinco Expediciones” en
el que trató de justificar algunos de
sus fracasos. Puede considerársele como Aldamista.
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