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21 de abril de 2017

Julio Grave de Peralta sale al extranjero a preparar una expedición hacia Cuba (1871). En Jamaica rumbo a Nueva York



En 1871 las tropas mambisas cubanas vivieron uno de los momentos más difíciles de la guerra de independencia, por la falta de armas, municiones, medicinas. Entonces el general holguinero Julio Grave de Peralta pidió que lo autorizaran a salir al extranjero para organizar y traer una expedición. El dinero que se necesitaba, dijo, lo pondrían él y sus familiares.
Durante la misión el General holguinero escribió un diario que se conserva en el Museo Provincial La Periquera, de Holguín. En la primera página del manuscrito hay una hoja de periódico en la que está escrito un artículo de José María Izaguirre, acompañante del General durante la expedición. El historiador José Abreu Cardet asegura que esa hoja de periódico la conservó la familia Grave de Peralta y que junto al Diario la donó uno de los bisnietos del General en 1960 al notable historiador Juan Andrés Cue Bada.
Invita La Aldea a sus lectores a releer el texto, ayudados de las explicaciones que nos dio el estudioso de la vida del militar de Holguín, el historiador José Abreu Cardet.
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José María Izaguirre
Salieron los comisionados hacia la costa sur de Cuba para embarcarse hacia la Jamaica y allí estaban el día 6 de marzo de 1871. El artículo de Izaguirre dice: “El lugar que escogimos para embarcadero no podía ser peor pues además de que el mar era allí muy bajo su lecho era calcáreo, compuesto de una especie de rocas erizadas de puntas que llaman dientes de perro. Así es que nuestro bote rozó por un largo rato contra esas puntas que amenazaban destruirlo y que nos molestaron mucho”.
El historiador Abreu Cardet explicó a La Aldea que además de las molestias del diente de perro, los expedicionarios corrían otros peligros mayores, entre ellos ser sorprendidos por las fuerzas hispanas que vigilaban aquellos parajes como ya antes había ocurrido y ocurrió después. Ejemplo es la vez que la esposa del Presidente de Cuba en Armas, doña Ana de Quesada y su acompañante, el destacado poeta e independentista Juan Clemente Zenea fueron sorprendidos en el momento en que intentaban pasar al extranjero. Y lo mismo ocurrió al General Domingo Goicuria, a quien hicieron prisionero circunstancias similares.
Perfecto Lacoste Grave de Peralta fue el primer alcalde de La Habana después del fin de la colonia española
Para que lo acompañaran al extranjero el General Peralta había escogido a varios hombres y asimismo llevaba con él a su sobrino Perfecto Lacoste, que era un niño de diez años que el tío llevaba para dejarlo con doña Rafaela Grave de Peralta, hermana de Julio y madre del muchacho, a quien los españoles habían obligado a salir hacia el exilio.
Decirle bote a la embarcación era una exageración. En verdad se trataba de una canoa hecha del tronco de un cedro, y eso, seguramente, limitaba la cantidad de expedicionarios. En el artículo dice Izaguirre que los que se embarcaron nada más eran nueve personas: Los ya mencionados Peralta, Izaguirre, el niño y el coronel Jesús de Feria[1], cuatro remeros y un timonel.
“Salimos (continúa el artículo), pero como a doce millas de la costa tuvimos que retroceder porque el bote iba haciendo agua y el timón se rompió. Al siguiente día se hizo un nuevo timón de madera mas consistente, se calafateo la embarcación con resina de cupey y antes que amaneciera nos hicimos a la mar nuevamente.
“Amanecimos muy lejos de la costa, dice Izaguirre, y por consiguiente, libres de ser capturados por los buques españoles que rodeaban la isla y que nunca se alejaban mucho de ella. El mar estaba embravecido: sus olas se levantaban como montañas. El tiempo estaba nebuloso, soplaba recio el viento. A falta de brújula, eran nuestra esperanza el sol y la estrella polar.
“Aunque casi todo nos era contrario, se remaba con valor, pero así y todo no adelantábamos mucho por la fuerza del mar en nuestra contra.  Yo, continúa Izaguirre, no dejaba de experimentar cierta zozobra al pensar que podíamos, por la falta de dirección, pasarnos por un lado de Jamaica sin llegar a verla: y entonces me preguntaba ¿A donde iremos a parar? Al abismo, era mi única respuesta.
“Ya llevábamos un día completo y una noche en el mar, entonces, al segundo día, divisamos a regular distancia un buque ingles. Los del barco también nos vieron y enderezaron su proa hacia nosotros como para ofrecernos auxilio. La oferta era halagüeña, pues la situación nuestra era precaria. Confieso que mi primer pensamiento fue el de aceptarla, por la responsabilidad que yo tenia con la vida de mis compañeros. Pero pronto la rechace reflexionando que todos los que íbamos en el bote teníamos el deber de cumplir con un deber patrio y que el buque bien podía dirigirse a un puerto de Cuba, en cuyo caso, si subíamos al barco estaríamos irremediablemente perdidos. Rápido los expedicionarios intercambiamos opiniones. No podíamos arriesgar la misión subiendo al barco, acordamos que si la providencia nos había llevado hasta allí sanos y salvos, la providencia nos conduciría del mismo modo hasta las costas de Jamaica.
“Cuando los del barco vieron que no queríamos su ayuda, se alejaron. Nosotros seguimos adelante, siguiendo un rumbo que, posiblemente, nos llevaría hasta nuestro destino”.
Cuando amaneció al tercer día de navegación, el General Peralta y sus acompañantes divisaron a lo lejos una línea verde y más atrás, altas montañas. Era Jamaica. Con fuerza los remeros hicieron que el bote avanzara a tierra, poniendo fin a la peligrosa  travesía.
De su puño y letra dice en la libreta donde el General hacía anotaciones: “Esto es todo lo ocurrido desde mi llegada a Jamaica en busca de una expedición para Cuba”.
11 de marzo de 1871. Puerto Santa Maria, Jamaica.
“Después de 40 horas de una navegación bastante penosa desde “Boca de Caballo”[2] a Jamaica llegamos a Puerto Santa Maria”.
Dice el General Peralta que desde aquella madrugada en que llegaron, inmediatamente fueron bien atendidos por los muchos ingleses[3] de aquella isla que cuando supieron que los recién llegados iban desde Cuba, fueron en masa a verlos y a saludarlos y que algunos ingleses (entiéndase jamaiquinos), demostraron simpatía por la causa de los recién llegados y hubo quienes se comprometieron a ir en la primera expedición que saliera para Cuba para hacerle la guerra a los españoles. Luego los expedicionarios pasaron a la oficina del Cuerpo de Policía y todo estuvo bien aquel día. En la tarde los expedicionarios lo prepararon todo para al día siguiente salir hacia la capital de Jamaica.
Dice el General en su diario:
12 de marzo de 1871.
“Salimos para Kingston todos a caballos[4]. En el trayecto pasamos por tres pueblecitos que no supimos como se llaman y dormimos a tres leguas del paradero donde debíamos de coger el tren.  No ocurrió novedad alguna en todo el tránsito desde la costa hasta la capital de Jamaica.
“Sin novedad alguna llegamos al paradero del tren y de allí llegamos a Kington (Sic) [5] a las tres de la tarde.
Aunque el General quiso evitar que se supiera de su llegada, no pudo mantener el anonimato; muy pronto los emigrados cubanos se enteraron y, dice en el diario: “me recibieron con un entusiasmo grande. A consecuencia de esto no se hizo otra cosa que hablar y gritar vivas y más vivas a la independencia de Cuba”. (Se entiende que los cubanos que habían tenido que abandonar la Isla y allá habían dejado a sus familiares peleando, se sintieran felices con la llegada de cualquiera que fuera de los campos en armas, y más si ese era un alto oficial mambí, pero no era conveniente  tales espontáneas y públicas muestras de regocijo porque esas servían a los agentes  de la inteligencia española para enterarse de la llegada y propósitos de los cubanos que arriban. Por eso es que suponemos que desde ese momento el General Peralta y sus acompañantes tuvieron una férrea vigilancia por parte de la inteligencia al servicio de España).
Dice el general en su diario que muy temprano del día siguiente vio al cubano Secundino Bravo, quien en verdad se llamaba Francisco Bravo, pero era conocido por Secundino. Ese era el agente general de Cuba en Jamaica. Cuando a esa Isla llegó posteriormente Francisco Vicente Aguilera, Vicepresidente de Cuba en Armas, Secundino Bravo se desempeñó como su secretario y con él fue a Nueva York. Luego el Vicepresidente lo asignó como representante diplomático de Cuba en Armas ante la Republica del Perú.
En el diario dice el General Peralta que aunque él no tenía en sus planes hacer nada junto a Secundino Bravo, de todas formas conversaron y le informó de su proyecto para conseguir armas, municiones y el barco que lo traería de vuelta a Cuba y, entre los dos, dice el General: resolvimos hacer algo de acuerdo. “Por lo demás, todo ese día fue bien”.
16 de marzo de 1871.
“No ocurrió nada de particular. Me visitaron algunos pero ninguno a proponerme nada de auxilio a la misión que me trae al extranjero Son muy pocos los buenos patriotas cubanos que viven en Jamaica. Sin embargo es digno hacer notar que en la emigración hay algunos que sí son buenos patriotas”.
Solo son cinco días los que llevaba el General Peralta en Jamaica y ya dice que no son buenos los patriotas cubanos emigrados. Cree el historiador Abreu Cardet que era muy poco tiempo para hacerse de un criterio tan drástico por lo que se inclina a pensar que quien en verdad guió su mano para escribir lo que nos llega hasta hoy fueron los prejuicios que el holguinero llevaba desde Cuba. Entre los mambises había el criterio de que  muchos de los emigrados, en lugar de combatir en los campos de la Isla, preferían estar en el exterior.
17 de marzo de 1871.
“Hubo este día una junta de cubanos con el objeto de atraer recursos para Cuba. Los que concurrieron demostraron sus mejores deseos. Se recogió algo”.
En la reunión, dice el General que el ciudadano Secundino Bravo explicó a todos que el ciudadano José Maria Izaguirre era diputado por Oriente ante la Cámara de Representante, y que llegado a Jamaica junto al General Peralta, lo iba a sustituir en su puesto de Agente General del Gobierno de Cuba en Armas en ese país, y se hacía así porque era aquella una orden del Gobierno cubano. “Todos aceptaron; sin embargo, dice el General, yo le  llame la atención a los dos haciéndoles comprender que aquel paso era antipolítico, porque no era el Gobierno quien tenía que tomar aquella disposición, sino que debían ser los patriotas cubanos en Jamaica quienes la tomaran. Y les hice ver que podía traer malos resultados aquel paso. Bravo me respondió diciendo que el pueblo, o mejor dicho, la emigración en Jamaica sabía que convenía así. Nunca quede satisfecho, sin embargo Izaguirre quedó desempeñando la Agencia en aquella isla jamaiquina”.
18 de marzo de 1871.
“No ocurrió este día otra cosa que la visita de varios que me demostraban unos ser partidarios de Quesada, otros de la Junta, y otros neutrales”.
Manuel de Quesada y Loynaz
Cuando en el diario dice Quesada, es a Manuel de Quesada Loynaz, a quien se refiere el General. Nació Quesada en Camagüey, el 29 de marzo de 1833 y murió en San José de Costa Rica en 1884.   En la asamblea constituyente de Guaimaro se evidenció las diferencias entre los mambises de Oriente y los de Camaguey. Temían los camagueyanos que si Carlos Manuel de Céspedes reunía en él todos los cargos pudiera concluir como un dictador. Céspedes por su parte consideraba que los cargos de Presidente de la República en Armas y General en Jefe del Ejército debía ostentarlo una sola persona, para evitar contradicciones. El tiempo le dio la razón a Céspedes, pero en Guaimaro vencieron los camagueyanos, Céspedes fue nombrado Presidente de Cuba en Armas y el Mayor General Manuel de Quesada Loynaz, General en Jefe del Ejército mambí. Después el Presidente se casó con un hermana de Quesada.
Pero el Jefe del Ejército no resultó un militar hábil, por lo que al Presidente no le quedó otra alternativa como no fuera destituirlo y mandarlo al extranjero con el nombramiento de Agente Especial con la misión de promover el envió de expediciones a Cuba. Sin embargo para entonces y con la misma misión ya estaba en el extranjero el riquísimo habanero Miguel de Aldama. Céspedes orientó que Quesada y Aldama trabajaran juntos, pero lo que ocurrió fue que entre ellos hubo grandes diferencias y la emigración se dividió en tres bandos: eran unos los que seguían al Aldama, mientras que otros simpatizaban con Quesada. Y unos terceros no simpatizaban con ninguno de los dos. La prueba de lo anterior es lo que dice el General Julio Grave de Peralta en su diario de Jamaica.
De Jamaica el General debería pasar a Nueva York donde estaban Aldama y Quesada, y, al parecer, el holguinero se preparó para el encuentro. El mismo día 18 dice Peralta en su diario: “Sirviendo entre tantas divisiones, se me presentó el señor Serafín Pacheco, el que me dio carta para el señor Enrique Piñeiro y me instruyó de otros que no son nada buenos”.
20 de marzo de 1871.
”En esta fecha presté 531 pesos para remitir una expedición con pólvora a Máximo Gómez. El préstamo fue con la condición de que me devuelvan el dinero apenas la Agencia de Jamaica lo tenga y así consta en el recibo que me entregaron”.
Abreu Cardet dijo a los redactores de La Aldea que viajes así eran comunes. De aquella salían a esta Isla  botes y goletas con pequeños cargamentos de municiones y otras vituallas para los insurrectos. Tan regular era el tránsito que en la costa sur de  Oriente operaba permanentemente una fuerza bajo el mando del brigadier Jesús Pérez que tenia la misión de recibir a los que llegaban.
24 de marzo de 1871.
“Hablé con un emigrado cubano en Jamaica de apellido Valiente, al que le pedí que me auxiliara en lo que pudiera para organizar una expedición. Él me contestó que tenia hecho ya muchos sacrificios y no quería dar más, que su larga familia era primero que la patria, razón porque a ella no podía quitarle recursos. Mi contesta fue despreciativa a aquel hombre a quien amonesté en todo lo que creí oportuno, y lo declaré traidor a la patria puesto que no pensaba en ella. Por lo demás, este día no ocurrió mas nada en lo particular.
El 25 el General conversó largo con Secundino Bravo sobre los dos grupos en los que se había dividido la emigración con Aldama y Quesada al frente de cada uno. Dijo Bravo que la Junta de Nueva York, dirigida por el General Quesada, era indiferente a la Agencia de  su cargo en Jamaica, y que era por eso que estaba complacido que ahora fuera Izaguirre quien se encargara de ella, porque a él le era muy dificultoso hacerlo. Dice Peralta en el diario que trató él de persuadirlo para que siguiera desempeñando su puesto, pero nada consiguió.
Los días 30 y 31 de marzo, estando en la casa de Serafín Pacheco, se trató de política pero nada que mereciera la pena. Dice Peralta que hablaron de la traición de Juan Clemente Zenea[6], de los malos escritos de Pepe Armas[7] y también de otros patriotas cubanos que residían en el extranjero, entre ellos, de José Castillo[8].
1ro al 4 de abril 1871.
“Nada ocurrió fuera de algunos preparativos para salir para Nueva York dejando algunos hombres en Jamaica listos para ir a Cuba cuando se organice la expedición. Quedan aquí Jesús de Feria, que vino en mi compañía de Cuba, hasta tanto se le de aviso para donde debe dirigirse”.
5 de abril de 1871.
En este día llegó el vapor americano y en el salí para Nueva York. En todo el viaje conocí a muchos de los pasajeros y mucho se habló de la causa de Cuba. Todos los que iban en el vapor simpatizan con nuestra causa.
Entre los pasajeros estaba Ambrosio Valiente, quien se desempeñaba como Ministro Plenipotenciario de la Republica de Cuba[9] en Lima, Perú. Dejó escrito el General que Valiente le manifestó gran descontento en el desempeño de su puesto en el Perú a consecuencia que le trataron muy mal los de la Junta General de Nueva York, que era mandada por Aldama y asimismo le contó sobre varias injusticias por lo que creía él que no era Aldama el que debía estar al frente de la Junta General de Nueva York.Luego dice Peralta que después de oírlo ha calificado la actuación de Aldama como ambición pero, dice, “quizás me equivoque”.
El 8 de abril de 1871, todavía a bordo del vapor, Julio vuelve a conversar con Valiente y esto es lo que anotó en el diario: Me dijo que también que el Presidente Carlos Manuel  de Céspedes le había mirado con indiferencia, puesto que él le había hecho varias cartas confidenciales y que nada más le contestó una por conducto del Secretario de Relaciones Exteriores, Ramón Céspedes[10], y que por lo tanto estaba resuelto a servir a Cuba pero sin sacrificio de sus intereses que ya tenia hecho muchos. Me dijo, además que Cisneros[11] no debía ocuparse más de expediciones, en vista de que todas las que comandaba caían en manos del enemigo. Y en medio de estas conversaciones el día 11 de abril llegamos a Nueva York”.


[1] Se equivocó Izaguirre cuando dijo en su escrito que Jesús de Feria era coronel; en verdad era comandante.
[2] Boca de Caballo es un lugar ubicado en la costa sur del Oriente de Cuba, cercano a Santiago de Cuba.
[3] En el momento de la llegada del General Peralta, Jamaica era colonia del Reino Unido por lo que sus ciudadanos eran considerados como súbditos británicos. En su diario el General no se refiere a los jamaiquinos, sino, siempre los llama ingleses.
[4] Según el relato de José M. Izaguirre, los caballos se los entregó el jefe de la policía de la localidad por donde desembarcaron
[5] El General llama a la capital de Jamaica Kington, sin s. La forma correcta es Kingston.
[6] Juan Clemente Zenea fue un destacado poeta cubano que vivía en el exilio y allí lo fueron a contactar enviados de altos políticos españoles para que se trasladara a Cuba y trajera mensajes de los principales personajes del gobierno español. Aceptó el poeta y cuando intentó salir de Cuba acompañando a la esposa de Carlos Manuel de Céspedes, ambos fueron hechos prisioneros. Los españoles consideraron que Zenea los había traicionado y por eso lo ejecutaron. Los independentistas cubanos por su parte, cuando supieron que Zenea tenía contactos con el Gobierno de España también lo consideraron un traidor. Juan Clemente Zenea pasó a la posteridad como un doble traidor. Ya han pasado más de cien años de aquellos hechos y todavía su figura levanta airados acontecimientos. Dice el historiador Abreu Cardet que, posiblemente, fueron los españoles los que mejor juzgaron a Zenea: Ellos lo consideraron un mambí y lo trataron como tal porque, seguramente, un mambí es lo que fue siempre.
[7] José de Armas y Céspedes, Pepe, fue un critico del trabajo realizado por Miguel Aldama y sus seguidores
[8] No hay noticias de el tal José Castillo, pero al parecer se trata de un quesadista.
[9] La Republica de Cuba en Armas nombró representante diplomáticos en varios países. Estos debían de promover el reconocimiento de la Republica Cubana por los Gobierno de esos países. Ambrosio  Valiente ocupó ese cargo hasta finales de 1871 cuando renunció y regreso a New York, por tanto cuando el general Peralta lo conoció iba de regreso. Dice el historiador José Abreu Cardet que haciendo un análisis un poco esquemático de Ambrosio Valiente, podríamos considerarlo como Quesadista en esos momentos.
[10] El abogado Ramón Céspedes era una persona de edad avanzada cuando se unió a la guerra desde sus mismos inicios. Por ser persona instruida desempeño cargos en la estructura civil de la revolución, entre ellos el más importante fue el de Secretario de Relaciones Exteriores. En 1871 Céspedes lo designó representante de la Republica en el exterior. Desempeño la función hasta 1872.
[11] Francisco Javier Cisneros. Nació en Santiago de Cuba el 28 de diciembre de 1836, era Ingeniero y se dedicó a la organización y conducción a Cuba de varias expediciones durante la guerra de 1868 a 1878. Murió el 7 de julio de 1898 en los Estados Unidos. En ese país publicó un folleto titulado “Cinco Expediciones” en el que trató de justificar algunos de  sus fracasos. Puede considerársele como Aldamista.

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