Periódicamente
llegaban marines a Lengua de Pájaro, que es donde estaba asentada la Níkel Company, y después de
desembarcar, “en un santiamén”, se les veía a todos con sus uniformes tan
blancos como masa de coco, por los prostíbulos cercanos, preferentemente en uno
que se conocía como La Curva
de Levisa.
Era el
lugar como una especie de ranchón muy acogedor, construido de madera y con
techo de zinc, rodeado de exuberantes jardines y con cerca de una treintena de
prostitutas meticulosamente seleccionadas entre las muchachas de la zona.
La llegada
de los marines siempre era esperada en La Curva de Levisa, porque era cuando en verdad las
muchachas hacían zafra. Ya desde que los sentían acercarse, las prostitutas quedaban
en ropa interior y alineadas, hombro con hombro, a lo largo de los laterales
del amplio salón. Nada más que entraban, los marines se encargaban, con
glotonería, a retirar la poca ropa de las muchachas, para que comenzara la
fiesta.
A los niños
y adolescentes que permanentemente deambulaban por aquellos lares, jamás se les
prohibió que permanecieran por los alrededores y tampoco que contemplaran tan
grande desparpajo, lo que es, obviamente, prueba de irrespeto y desfachatez
ante la familia cubana.
Una vez
embriagados, los marines se entregaban a otros actos no menos pecaminosos: lo
mismo se sacaban la prótesis dental aquellos que la tenían, que se bajaban el
pantalón para exhibir su ano al público que quisiera mirarlos. Y había que
aplaudirles, reírle y celebrarle las gracias, porque eran clientes que pagaban
bien.
La Bahía de Nipe, frente a Nicaro, antigua Lengua de Pájaro |
Dicen que
uno de los juegos que gustaba a los marines en La Curva era el de “la
gallinita ciega”, que hacían todos absolutamente en cueros . Y las “muchachas”
del prostíbulo o mejor, ballú, que es como se decía en Cuba, estaban siempre
dispuestas a complacer y satisfacer a sus clientes, lo que significa que
dejaban que ellos las manipularan en dependencia de los inescrupulosos marines.
En el juego, cada prostituta tomaba su sitio, alineadas de una en fondo, hombro
con hombro, de frente unas veces, otras de espaldas. El hombre con la venda
puesta en los ojos, “la gallinita ciega”, para lograr lo que quería, tenía que
atrapar en sus manos y de un solo intento la pelvis que él considerara la más
hermosa. Y la mujer, a la inversa, hacía lo mismo con el hombre cuando era ella
la “gallinita”.
Para velar
porque las mujeres cumplieran cada deseo de los gastadores clientes, sin
importar de qué tamaño era el exceso, en La Curva estaban los proxenetas, que eran los dueños
del negocio. Si una de las muchachas se negaba, aunque fuera a un mínimo
capricho, el dueño le daba tamaña entrada a patadas por donde mayor fuera el
dolor: cara, vientre, tetas, hasta dejarla tendida y medio moribunda… y bien
sabía cada infeliz prostituta lo que significaba una de aquellas palizas:
desempleo, necesidades, miseria, hambre…
Soy de Mayarí, no de esa época. Me duele mucho escuchar esa historia y eso que Fidel Castro no era el Gobernante que estaba en el poder en esos tiempos..
ResponderEliminarentonces me pregunto?
Que era mejor.. aquello ; o que llegara Fidel Castro que quitó y acabó con todo eso?
No sé; pero esta historia me confunde……