El primer “americano” que llegó a
Mayabe, Holguín, o sea, el primer estadounidense que fue a Mayabe se llamó
James Waterman Cooper. Este llegó en noviembre de 1901 y compró a precio de
bagatela, 27 caballerías de la finca Santa Rosalía, que era de la propiedad de
Agustín Ochoa Aguilera.
Pero Cooper no fue el americano
famoso de Mayabe. Ese fue Thomas Randolph Towns Barnes, natural de un
condado o municipio de Georgia, donde nació en 1867. En su lugar de origen Mr.
Towns compró a una compañía que vendía tierras en Cuba, varias parcelas de
Mayabe, lo que quiere decir que él no conocía a Mayabe y que vino ¡por
casualidad!: es que casualmente eran esas las tierras de Mayabe las que estaban
en venta cuando Mr. Towns decidió comprar en Cuba.
Imagina La Aldea que lleno de
curiosidad por conocer la finca que había comprado a ciegas, vino el americano a
Mayabe y con él trajo a su esposa: Mrs Towvs o Annie Sherlock, que era
ese su nombre de soltera. Un dato curioso sobre esta mujer: posiblemente ella
fue la primera persona que en Holguín practicó la filatelia en grande.
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El americano de Mayabe se asentó en
las tierras que compró y se convirtió en floricultor y fruticultor, pero no
solo porque se dedicaba a sembrar flores y frutos, sino, y sobre todo, porque
trabajó la genética de sus plantas para conseguir nuevas y mejoradas especies
que le dieran flores y frutos mejorados.
Obviamente que Mr. Towns contrató
jornaleros que trabajaran en sus propiedades. Y he aquí, seguidamente, un dato del
que poco o casi anda se habla:
En el Centro de Documentación del
Museo de Historia de Holguín, La
Periquera, se conserva el testimonio dado al historiador
Pepito García Castañeda por Héctor Aguilera Rodríguez, quien era el hijo de
Diego Aguilera Reyes. (Diego Aguilera Reyes fue el primer administrador de las
tierras de Mr. Towns en Mayabe, por lo tanto Héctor vivió toda su niñez en la
finca).
Dijo Diego que en 1916 trabajó como
recolector de frutas en la finca de Mr. Towns en Mayabe, un jovencito que había
venido desde Banes que se llamaba Rubén Zaldívar. Y eso no habría sido nada
singular porque todos los días llegaba gente a Mayabe pidiéndole trabajo a Mr.
Towns. Lo novedoso del caso está en que al paso del tiempo aquel jovencito se
convirtió en uno de los más siniestros personajes de la historia de Cuba cuando
se hizo General del Ejército con un nuevo nombre: Fulgencio Batista.
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El miércoles 17 de junio de 1922 el
periódico El Eco de Holguín habla de una variedad de mangos que Mr. Towns había
conseguido en su finca que no tenía
hilachas. Y unos meses después el mismo periódico habla de la
introducción en Mayabe de los mangos Hayden. Dice el periódico, hablando de
esos mangos, que Mr. Towns los cosechaba en Mayabe con un peso de 500 gramos, con una
fragancia de embeleso y con sabor a peras. Igual, dice el periódico que el
americano había introducido en su finca de Mayabe una nueva variedad de
aguacates. (Pero de eso no tenemos más información).
Medio siglo vivió Mr. Towns en
Mayabe y todo ese tiempo lo pasó experimentando con injertos, por lo que él
tiene que ser considerado un pionero de la que entonces era una ciencia joven:
la genética aplicada.
El americano introdujo un cactus sin
espina que según el mismo explicaba hasta el cansancio, era mejor alimento para
animales que la hierba. Pero ya se sabe que pesa una costumbre o tradición. Por
más que Mr. Towns explicó lo del cactus sin espina para alimento animal, sus
campañas se estrellaron contra la coraza de indiferencia de los agricultores.
Ya imagina La Aldea a los campesinos
cuando se quedaban solos entre ellos, después de oír las explicaciones de Mr.
Towns. Seguro que acompañada de la sonrisa quemante propia del choteo cubano,
se decían entre ellos que “estaba quemao el americano ese”, (sí, porque
entonces a los estadounidenses se les decía americanos, lo que está mal, porque
americanos somos todos los que vivimos en América. Y tampoco debemos decirle
norteamericanos porque los canadienses también son americanos del norte… Lo de
decirle americanos a los estadounidenses duró hasta que los cubanos nos
acostumbramos a decirles yumas, que es castellanización de United, Unión… Unión
de Estados Americanos, que es traducción del inglés).
Pero aún lo anterior, nadie discutía
que Mr. Towns era un notable floricultor y fruticultor que con su
“experimentadera” hizo prodigios: dicen que consiguió unas orquídeas que
imitaban a las mariposas, y que sus dalias de México jamás se han vuelto a
conseguir con igual lozanía. Y asimismo Mr. Towns cosechó en Mayabe una
amplísima gama de rosas: entre ellas las rosas de damasco, las rosas
borbónicas, las rosas de té, las englatinas. Los campesinos de Mayabe admiraban
al americano, pero aquel nunca se pudo ganar la buena voluntad de ellos porque
era de carácter seco, introvertido y protocolario.
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Aunque trabajó incansablemente para
conseguir nuevas especies de una variada lista de frutas y flores, fue en los
cítricos dónde más experimentó. Y dentro de las variedades de cítricos, fue a
la naranja cotidiana a la que dedicó más tiempo y cuidados. Por eso, dicen, en
Mayabe se producía naranjas todo el año y en grandes cantidades.
El resultado de sus trabajos
genéticos los publicó Mr. Towns en un libro que apareció en los primeros años
de la década de 1930 con el nombre de “Cítricos”. Tan bueno y útil fue
lo que el americano escribió que en 1938 el Presidente del país y el Ministro
de la Agricultura
lo condecoraron con la Cruz
Mayor de Carlos Manuel de Céspedes. Cuando el periódico El
Eco de Holguín da la noticia de la condecoración de Mr. Towns, dice que el
americano de Mayabe y el español Saturnino Pestonit García fueron grandes
maestros y creadores en floricultura y fruticultura. Lástima que hoy no sepamos
quién fue ese español, Saturnino Pestonit García, que seguro sabía muchas cosas
que hoy podríamos aprovechar, pero tampoco sabemos si él escribió algún libro.
Y en relación al libro de Mr. Town: La
Aldea hizo una revisión cuidadosa de las últimas
investigaciones sobre bibliografía holguinera pero en ninguno de ellos se
menciona el libro del americano.
Cuando Mr. Towns tuvo éxito y sus
cosechas comenzaron a venderse en toda Cuba, se juntó a elementos holguineros
que pusieron una parte del dinero y fundó The Holguín Fruit Company Mayabe
Forms. Todavía hoy en Mayabe se siembran frutas y flores. Las flores son
famosas en toda Cuba.
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Y ahora algo que quienes han
visitado esa finca cercana a la ciudad de Holguín, seguro están esperando y
casi adivinando: El hiper-super-famoso Burro de Mayabe, que toma cerveza
y que conformó una temática folclórica y genuinamente holguinera.
Como mismo especies nuevas de
plantas, Mr Towns introdujo animales, entre ellos los burros de la raza Potú, a
la que pertenece el burro borracho, y también introdujo y trató los caballos de
la raza Horse, que también se conocen como caballos de Kentucky. Pero aunque el
americano hizo mucho por popularizar a estos últimos, aquellos no fueron
aceptados por los campesinos de la zona.
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En ese clásico de la historiografía holguinera
que es el texto de Pepito García Castañeda titulado: La Municipalidad
holguinera, segunda parte, dice sobre Mr. Towns:
“Cuando en 1902 se
marchan de Cuba las tropas norteamericanas se van con ellos la mayoría de los
agricultores norteamericanos que habían venido a Cuba y que habían comprado
terrenos, y así ocurrió porque los agricultores, más que agricultores eran
inversionistas.
“Pero cuando se
hubieron marchado de Holguín todos los norteamericanos agricultores que
vinieron detrás de su ejército, en Holguín todavía nos quedaron algunos, Roland
Kendall en Pedernales, Glydes Jewett en Levinsgton, muchos en Omaja, (que
entonces era un barrio de Holguín) y en Mayabe Tomas Towns, quien a pesar de
haber vivido entre nosotros por más de 50 años, jamás el Ayuntamiento de
Holguín lo honró como merecía, y eso que el Ayuntamiento nuestro era pródigo en
conceder medallas, diplomas y aplausos…”
Y SÍ, debieron haber honrado a Mr.
Towns por todo lo que aportó y por sus palabras dichas a un corresponsal de la
prensa holguinera unos meses antes de morir: “Si yo muriera y volviera a nacer,
me casaba con la misma mujer y si tuviera que comprar otra finca, compraría la
misma que tengo, porque siempre quiero vivir junto a los mismos vecinos que me
rodean ahora. Si yo muriera y volviera a
nacer, viviría en Cuba, en Mayabe”.
Y a ese mismo periodista le dijo Mr.
Towns, el americano de Mayabe: “Yo moriré en Cuba, y mi deseo es reposar en
esta misma tierra, exactamente en el mismo cementerio que he instalado en mi
finca. Me convertiré en polvo y seré parte de esta tierra en que he vivido
feliz y a la que amo más que a ninguna otra”.
Mr. Towns murió el 9 de junio de
1952, entonces su hijo, George Thomas Towns, que había nacido en Cuba, en
Mayabe exactamente, enterró a su padre en el cementerio de la finca y allí
mismo enterró a su madre y a su abuela materna, que también vivía en Mayabe:
todos descansan uno al lado del otro y al paso de tantos años, seguro que sus huesos
ya son polvo que se mezcló con la tierra, como quería Mr. Towns.
Pero no ocurrió que cuando Mr. Towns
se murió los campesinos de Mayabe no se pusieron muy tristes, aunque tampoco
hicieron una fiesta. No debe olvidarse que el americano era un capitalista que
necesitaba ganar dinero, y lo ganó, pero quienes sudaron la camisa fueron los
campesinos que eran sus jornaleros. Con casi ninguno de ellos hablaba Mr.
Towns, porque era como era y porque después de tanto tiempo en Cuba, hablaba un
español churroso. Y otro dato más: el americano no tenía ni un solo pelo en la
cabeza y decía que no había terreno malo, que malos eran los agricultores…
Mr. Towns se carteaba constantemente
con los botánicos de la
Universidad de Stanford; a ellos les dijo y ellos publicaron
que el americano había conseguido cosechar en su finca de Mayabe: mangos sin
hilachas. Ojalá hoy supiéramos cuál es la receta para conseguirlo, porque lo
único malo que tienen los mangos son esos hilitos amarillos que se enredan
entre los dientes.
También en otras muchas revistas Mr.
Towns dio a conocer el nombre de Mayabe en gran parte del mundo. Por eso es que
La Aldea insiste
en que sería bueno, buenísimo, que nuestros bibliógrafos se dieran a la tarea
de recolectar todo lo que Mr. Towns publicó, que debe ser un tesoro para la
agricultura.
Mister thom como me contaba mi querida abuela paterna, Rita Hernández González, ella lo conoció y me habló en varias ocasiones de este americano de mayabe. Un hombre muy laborioso y trabajador que trajo a estás tierras del oriente cubano, sus técnicas de injertos y prosperidad en sus tierras, que dios lo tenga en la gloría a este gran agricultor versátil
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