Por Juan Albanés
El nuevo edificio del colegio “Los Amigos” de esta ciudad de Holguín fue inaugurado el sábado 10 de septiembre de 1927. El acto lo amenizó la Banda de Música Municipal de Holguín.
Leer además: Los colegios de Holguin, Cuba
Por Juan Albanés
El nuevo edificio del colegio “Los Amigos” de esta ciudad de Holguín fue inaugurado el sábado 10 de septiembre de 1927. El acto lo amenizó la Banda de Música Municipal de Holguín.
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Por Juan Albanés
El jueves 11 de enero de 1979 a las siete de la mañana, hora poco usual, en la iglesia San Isidoro de Holguín, se celebró una misa especial. Nos dijeron que su motivo era la despedida del Obispo Auxiliar Monseñor Peña, que preparaba su viaje para la Conferencia Episcopal de Puebla de los Ángeles, México.
Asistieron dos obispos: Monseñor Pedro Meurice Estiú, titular y Arzobispo, y el Obispo Auxiliar, Monseñor Héctor Luis Peña Gómez.
Ambos obispos oficiaron y también los sacerdotes Padres o Pesbíteros: Matheu, Comas, Céspedes, Magibs Sung, José Álvarez, J. Quijano, Armando Marrero, Domínguez, J. Necuze y Rafael Causo; once en total.
Como acólitos los seminaristas holguineros: Francisco Expósito y Jorge Graña (no pudo asistir un tercero, Andrés Rodríguez).
Terminada la ceremonia, habló Monseñor Padre Meurice para comunicar que ya se habían redactado las letras apostólicas para la CREACION DE LA DIOCESIS DE HOLGUIN, reuniendo a las actuales provincias de Las Tunas y Holguín, y siendo la sede o cátedra del Obispo la hasta ese momento iglesia San Isidoro, que pasaba a ser catedral.
La noticia, dijo, se publicaba a esa hora, una de la tarde en Italia, en el “Observatorio Romano”.
Así de sorpresiva fue la noticia.
Los detalles formales fueron: Lectura de la BULA e instalación del nuevo OBISPO, ahora titular, Monseñor Héctor Luis Peña Gómez.
Por Juan Albanés
Sobre el Colegio “San Juan Nepomuceno” nos dice Don Diego de Ávila y Delmonte en su “Memoria sobre el origen del Hato de Holguín” (Holguín, imprenta del periodico El Oriental, 1865. Pág. 169), que era un “colegio municipal de instrucción primaria superior-elemental de varones”, que había adoptado la advocación de San Juan Nepomuceno para “demostrar la gratitud y eterno recuerdo a la posteridad del Sr. Don Juan Nepomuceno Huerta, declarado constante protector del Instituto.
“Fue aprobado por el Excelentísimo Gobernador Superior Civil de la Isla en 29 de abril de 1862. (Según el periódico “El Oriental”, Año II, número 168 del viernes 5 de febrero de 1864, el colegio fue inaugurado el miércoles 3 de febrero de ese año de 1864)
“Está instalado en la calle recta de San Diego número 59, (exactamente donde luego estuvo el colegio Montesino), y con fondo a la calle de Santiago, (hoy Morales Lemus).
Por Juan Albanés
Citación en la prensa local de un sacerdote holguinero ausente.
Dice “El Periquero” de 9 de abril de 1885 (año III, No. 29):
“TRIBUNALES. En auto de este día expedido por el señor Juez de Primera Instancia de Holguín, en el juicio voluntario de TESTAMENTARIA de Don José María de la Peña y Pérez, se ha dispuesto llamar por término de treinta días al heredero ausente Padre Presbítero José Ramón de la Peña y Parra, por edictos en el periódico local y en el Boletín Oficial de la provincia de Oriente. (Y etc.)
¿Será acaso el sacerdote que llegó a ser Obispo en Tierra Firme? Hasta ahora es el único de su apellido que fue sacerdote.
Por Juan Albanés
El primer pueblo cubano después de La Habana, donde se bailó el charleston fue Holguín y el hecho ocurrió en 1925. Juan José Martínez Casado, galán joven de la compañía de teatro de su hermana Luisa, se familiarizó con la juventud holguinera y ensayó un equipo de charlestonistas integrado por: Pepito Chelala, Raúl Leal, Aníbal Ariza, Federico González de Riancho, Juan Luis Farrán, Andrés Torres, Golo Lavernia y Efraím Mayo.
La música la tocaba la orquesta que se organizó al efecto y que se conocía como “los treinta miserables”, dirigida por Arturo Coayo.
Por Juan Albanés
Según Don José María Heredia en su “Historia de Holguín” (1926), Labusta era comerciante domiciliado en Holguín, propietario del establecimiento mixto “El Volcán”, en los bajos de la Casa Periquera, en sociedad con Francisco Rondán y Rodríguez.
Labusta tenía una hermosa voz, y por ello podía darse el lujo de hacer dúos con José María Ochoa en el teatro sito en la intercepción de las calles que ahora se nombran Miró y Arias.
El comerciante y cantante era hijo de Vicente Labusta y de Antonia Rosa, y era natural de Asturias. En Holguín se casó en 29 de abril de 1864 con Doña María Jomarrón de los Reyes, hija de Onofre y Bárbara; los padrinos del casamiento lo fueron Don Belisario Álvarez y Ludovina de los Reyes, tal como consta en el Libro de Matrimonios de San Isidoro, número 6, folio 49 vuelto, que tiene la firma del sacerdote Juan Cancio Peypoch y Codina.
Ofició el Padre Juan Cancio Peypoch y Codina.
Libro de matrimonios, San Isidoro. Número 6. Folio 48 vuelto.
Por Juan Albanés
José Grave de Peralta y Rafaela de Zayas Cardet (padres de los generales Julio y Belisario), tenían su casa en la calle de San Pedro, luego Julio Grave de Peralta y hoy Martí, frente a la Plaza de Armas, (hoy parque Calixto García). Esa información aparece en el Tomo 3, Folio 87, Finca 238 del Registro de la Propiedad.
Era una casa de ladrillos, tejas y madera, y estaba marcada por el número 33, luego 35. Al fondo de esta había un colgadizo de tierra con tres metros de frente y tres de fondo.
La casa lindaba, al Norte con la calle de San Pedro, al Sur con la casa de Vicente Moyúa y Lengarán, al Este la de José de las Mercedes de peña.
En 7 de agosto de 1857 la venden por escritura a Pedro Pascual Lacoste (yerno de los anteriores dueños), y a la muerte del comprador la hereda Pedro Pascual Perfecto Lacoste y Grave de Peralta. Este último la vende a su tío Manuel Grave de Peralta y Zayas.
En la República, Manuel la vende a Wenceslao Infante Bidopia en dos partes: (1ro) Le vende 13x30 metros y (2do) 17x30 metros.
Allí se construyó más tarde el teatro Infante (inaugurado el 2 de junio de 1939)
Comprende la casa del lírico (altos) y la antigua farmacia (bajos).
Por Juan Albanés
El primer cine de la ciudad de Holguín que estuvo fuera de los márgenes naturales de la ciudad, estuvo en Pueblo Nuevo, con frente a la calle Real (donde ahora funciona una carpintería) y se llamó República.
En 1925, siendo empresario del cine Juan Fernández Velázquez se ofrecieron allí matchs de boxeo. Hubo un start bout a diez round entre el soldado Guerra, del Escuadrón 14 y J. Guillot. Lo ganó Guerra, quien, además, era corneta de la guarnición de Holguín.
Según el recordé del periódico a la vista, al soldado le faltaba un pulmón.
A ocho round, Jesús Guillén le ganó al francesito Laffita.
A seis round, José Manuel del Valle hizo tabals con Bernardo Seutary.
A diez round, Mongo Ramos le ganó por KO a Luis Kid David. Pero a poco después Mongo ramos murió a consecuencia de los golpes.
Tiempo después el Relámpago saguero le ganó a Cheo Morejón, percibiendo la mayor bolsa profesional: 250 pesos.
Pelea sensacional fue la celebrada en la valla Holguín entre Mario Kid Calixto y Frank Cruz. El promotor fue Toñé Aussed, como referee José Luis Pita y como anunciador, Octavio Urbino.
Por Juan Albanés
Miércoles 9 de marzo de 1960. En calle Miró 136, debajo de un árbol de almendras, se encontraron tres calaveras humanas, guatacas de burro y objetos de brujería. El dueño (y brujo) lo era el mestizo Luis Gayoso, de 42 años. Fue detenido por el vigilante Antonio Cables Ochoa.
También le encontraron tibias, fémures y otros varios huesos. El administrador del cementerio lo era José de la Luz Urbino Arias.
Por Juan Albanés
Maximiliano Curbelo Leyva, fue cultivador de la botánica. Hizo estudios sobre las palmas indígenas del género Copernicia. (Tomas Roig. Diccionario Botánico, La Habana, 1953. Tomo II, págs. 935 y 936)
El botánico Hermano León le dedicó la planta de Yarey de Tejer, cuyo nombre científico es: “Copernicia Curbeloi”.
Murió relativamente joven, en 24 de agosto de 1938
Por Juan Albanés
Antonio Cabanillas Manzaneda, 38 años, de Villanueva de la Sorena, Bajadoz, Extremadura. Segundo teniente del Tercer Escuadrón “Hernán Cortés”.
Casó el 12 de julio de 1897 con Concepción Leonela Monner Granjel, natural de Holguín.
Al terminar la guerra de 1895, Don Antonio Cabanillas Manzaneda trajo vituallas y ropas para los menesterosos de Holguín que les fueron proporcionadas por Miss Clara Barton, encargada de la Cruz Roja, establecida entonces en la casa comercial de J.Bueno y Compañía, en Santiago de Cuba. Igualmente la ayuda la aportó un alemán nombrado Germán Michaelson, quien instaló una cocina económica en Santiago e hizo mucho por aliviar a los menesterosos y azotados por la guerra.
(El alemán posteriormente puso un aserrío en un lugar perteneciente a la jurisdicción de Holguín. Por la popularidad del dicho alemán ese lugar pasó a llamarse San Germán, e igual fue este individuo quien por mucho tiempo sostuvo económicamente al trovador Sindo Garay).
Por Juan Albanés
En 10 de agosto de 1933, cuando solamente habían transcurrido seis días de la caída del General Machado del sillón presidencial de Cuba, ocurrió un hecho de sangre en esta ciudad de Holguín:
Evangelio Herrera y Vidaburú, natural de San Andrés y a quien le decían “El Negro”, gestionó del alcalde Rafael Masferrer Landa una carta con la finalidad de que Justo Tomás Benítez le entregara treinta reses para reparto de carne gratuita al pueblo (las conocidas “cocinas económicas”)
Herrera observó que un tal Santiesteban portaba un arma, y siendo sospechoso de “apapipio” (adicto al régimen caído), Herrera le cayó atrás y ya frente al Centro de Veteranos, donde vivía el Santiesteban, este extrajo el revólver y mató a su perseguidor.
En el lugar se colocó una tarja recordativa, que luego fue quitada.
Por Juan Albanés
En el de 1906 el holguinero Ramón Carril alquilaba a la población coches de canapó, calesinas, carros de muelles, etc., y también útiles de transporte de la firma norteamericana Century Manufacturing, de St. Louis, Missouri, EE.UU.
Carril atendía a sus clientes y tenía su cochera en la calle General Miró, número 43, Barrio Norte, Ciudad de Holguín.
(La información fue tomada del periódico “El Eco de Holguín de 10 de marzo de 1906, año XII, Número 718)
Por Juan Albanés
Alcalde García Portelles
La toma de posesión del alcalde de Holguín Sr. José García Portelles fue el 24 de febrero de 1923. Ese mismo día el Arzobispo de Santiago de Cuba, Monseñor Félix Ambrosio Guerra y Fezzia bendijo la recién estrenada iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, en Velasco.
La fotografía de García Portelles fue de las primeras que publico el periódico El Eco de Holguin.
(Dato tomado de El Eco de Holguín, domingo 24 de febrero de 1923)
Por: Juan Albanés
Libro 9no de Bautizos, Inscripción No. 1178. Iglesia San Isidoro de Holguín.
Nacimiento de Belisario José Álvarez Céspedes, nacido en esta ciudad de Holguín el 2 de Julio de 1832.
Escribió la obra: “Las Haciendas Comuneras en Cuba”, Gibara, Imprenta Martín Bim, 1900.
Se considera el gran traidor holguinero a la independencia de Cuba. Para leer más haga clic aquí.
Tomado de la revista "El Fígaro"
Antonio Aguilera Ochoa.
Del distinguido y culto escritor holguinero, Antonio Aguilera Ochoa es el presente, brillantísimo trabajo, con que blasonamos las columnas de EL FIGARO.
Es Aguilera Ochoa escritor de fácil y elegante estilo, de vastísima cultura y un patriota a la manera de aquellos excelsos varones de la década gloriosa, que ama a Cuba y a su terruño sobre todo, con noble orgullo y entusiasmo.
Figura prominente en la sociedad de Holguín, ha ocupado cargos delicadísimos, en donde ha puesto de manifiesto su amplio espíritu de justicia y su gran capacidad.
Ha sido Jefe organizador de la Subalterna de Hacienda en Holguín en 1899; Jefe de la Zona Fiscal desde 1902 hasta 1906, en que fue electo Consejero Provincial por una gran mayoría; fue además, durante tres años, Jefe del Banco Español y organiz´las Subalternas de Tunas, Banes y Mayarí; Pagador del 2do Cuerpo del Ejército Libertador, del que es Teniente Coronel, grados que ganó en acción de guerra; y Compromisario Presidencial en los dos periodos del General Mario G. Menocal.
Con méritros de sobra, el señor Aguilera Ochoa, para figurar entre nuestras figuras más prestigiosas del Congreso, no tiene otra aspiración que laborar silenciosamente en su retiro de Holguín, por todo empeño de cultura y progreso material, en bien de su patria.
Nosotros hemos tenido oportunidad de tratarlo íntimamente y hemos apreciado en él un gran corazón de cubano y una mentalidad vigorosa y fecunda.
Allí, en su Holguín bien amado, dirige “El Campesino”, publicación bisemanal en donde ha librad cívicas campañas en pro de su partido político y del engrandecimiento de su pueblo.
Nosotros en justo homenaje a sus grandes méritos, al acoger con señalado júbilo, en esta edición especial de Holguín, su hermoso y concienzudo trabajo, tenemos especial honor en trazar estas modestas líneas en noble reciprocidad a las infinitas pruebas de afecto de que fueron objeto por parte de él, nuestros Representantes en esa, nuestros queridos compañeros Rafael Argilagos y Miguel Ballester, Redactor y Agente viajero, respectivamente, de esta publicación.
Artículo de Antonio Aguilera Ochoa, especial para El Fígaro, 1917:
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¿Qué era la bien trazada ciudad de Holguín, (como la llamaba en su geografía, don José María de la Torre), en la época colonial? Era una población de 5 000 almas escasamente y de unos 20 000 el término, sin vías de comunicación, a nueve leguas de Gibara; era Holguín una población sin higiene, sin ornato, sin alumbrado, triste, que parecía que sus habitantes estaban condenados a morir en la miseria, en la más crasa ignorancia.
Las mercancías venían a lomo o en carretas desde la villa hermana.
Solo había una escuela para varones y otra para niñas. A los maestros no se les pagaba. El padre del autor de estas líneas fue profesor y una de las víctimas de la política oscurantista de la vieja metrópoli española.
Artes, industrias, comercio, agricultura, ganadería, todo eso, todo, valía tan poco, que no tenía valor alguno. La tierra podía adquirirse a 5 y 6 pesos la caballería, y todos la despreciaban. ¿Qué harían con ella? ¿Sembrar? ¿Y a quién venderían la cosecha? ¿Criar, cebar? Lo mismo le ocurría al productor.
Asi, Holguín semejaba una hada moribunda, hambrienta y haraposa, en el seno de un vergel paradisiaco. Y Cuba parecía un gigante tendido en el océano.
Gracias a un español de educación anglofrancesa, (¡lo que influye la educación!), el señor Javier G. Longoria, espíritu delicado, altruista, comerciante honrado, hombre de grandes arrestos, por un supremo esfuerzo suyo quedó unido Holguín a Gibara hacia 1890 por la vía férrea que aún existe. Fue un gran paso de avance hacia el progreso, pero quedó anulado por las trabas que oponía al desenvolvimiento económico la funesta política metropolitana. Y los añojos seguían a $ 5.00 y el tabaco a $ 3.00 y $ 4.00 el quintal.
Qué perspectivas más horrendas. ¡Y seguíamos, mientras, sin luz, sin escuelas…, en una palabra, la noche, la eterna noche sin aurora! Véase cuan cierto es lo que decimos, que para no recargar de colores el fatídico cuadro de miseria que presentaba Holguín, insertamos el siguiente artículo del periódico español, órgano del Partido Unión Constitucional, integrista, que se publicaba en Holguín, y de fecha 19 de septiembre de 1889. El periódico se llamaba “Cuba Española”.
He aquí el artículo de “Cuba Española”.
Cuba española por sí y a nombre de la Directiva y demás miembros del partido se honra en saludar al celosísimo e infatigable representante del Gobierno de la Nación, Excelentísimo Sr. Gobernador General D. Manuel Salamanca y Negrete, enviándole la más ardiente expresión de entusiasmo y agradecimiento de que se sienten poseídos de todos nuestros correligionarios al tener la orgullosa satisfacción de ser visitados por el valiente campeón del prestigio nacional en esta tierra española.
En esta ciudad de Oriente, teatro un día de fratricida discordia civil de que dan fiel y tristísimo testimonio los derruidos y ennegrecidos muros de muchas casas que fueron habitaciones de pacíficos y felices ciudadanos, y en donde se levanta orgullosa la casa que va a alojar a tan ilustre huésped, satisfecha de haber mantenido largo sitio sin rendirse a los numerosos enemigos de España; en esta ciudad de Holguín donde hoy reina la paz manterial que no satisface las aspiraciones de los pueblos cuando la paz moral les falta, encontrará Vuestra Excelencia vivo y poderoso el sentimiento nacional del que nada ni nadie puede triunfar (Sic.) y con él, el altísimo respeto, la consideración y el sentido agradecimiento de cien y cien corazones que en Vuestra Excelencia, dignísimo prócer de la noble España, tienen puesta su fe y su confianza, y que laten unidos y gozosos al saludarlo.
Triste, muy triste es la situación económica de esta comarca. La depreciación del ganado que hoy forma una no pequeña parte de la riqueza publica; el escaso valor del tabaco y del maíz, únicas producciones agrícolas, la falta de fincas (FALTAN TRES RENGLONES)
, sin valor la propiedad territorial, mermado extraordinariamente el valor de la propiedad urbana; agobiado el comercio por los impuestos y languideciendo por el estado precario de todas las clases sociales, aquí se vive de milagro, Excelencia Serenísima, y sin que todos estos males sean bastantes para que determinado elemento que extrema sus afirmaciones de amor al país, cese de sembrar la desconfianza y el desaliento por todas partes en embozadas profecías, que los tímidos y los perversos aprovechan para extinguir el crédito público.
Aquí, Excelencia Serenísima, solo nos queda una esperanza, la terminación del ferrocarril de Gibara, que en momentos de penuria y contra todo imposible, proyectó y llevó a cabo el infatigable y progresista querido vecino de Gibara, hoy su Alcalde Municipal, D. Javier Longoria.
Grande sacrificios ha hecho Holguín en pro de la Empresa, sacrificios Excelencia Serenísima, que hoy deplora, viendo el descuento (ilegible) a que han llegado las acciones y sobre todo la paralización de las paralelas por falta de capital, que no pido realizarse. Ninguna empresa de tal magnitud ha podido llevarse a cabo con la economía, la honradez y el entusiasmo de la de este ferrocarril, pues el valor que hoy representa su activo, excede en muchos miles de pesos su costo.
Pero hasta hoy han sido vanas las gestiones practicadas por la digna junta de su dirección para adquirir el pequeño capital que necesita para hacer llegar a esta la línea.
Vuestra Excelencia con su poderosa iniciativa, está llamado a resolver los obstáculos que se oponen a la esperanza salvadora de Holguín y sin duda hará uso de ella en pro de estos habitantes.
Otra salvadora medida para el porvenir de esta ciudad sería, Excelencia Serenísima, que Vuestra Excelencia, ilustrado por la Junta Superior de Sanidad, fijase su superior atención en la benignidad del clima de este departamento y sus condiciones topográficas y biológicas en favor de los reemplazos del ejército, como uno de los mejores puntos de aclimatación de la Isla. Los magníficos cuarteles y enfermería situados al Norte de esta ciudad, ofrecen ventajas incontestables de higiene, que no reúnen acaso ninguno de los del interior, teniendo en cuenta la distancia a que se encuentra esta ciudad de las costas y su vía férrea.
Solo nos resta como representantes en la prensa del partido “Unión Constitucional” encarecer de Vuestra Excelencia la salvadora iniciativa de su reconocida inteligencia en pro de este Término Municipal, digno por todos conceptos de la especial atención de tan ilustre gobernante.
Y al desear a Vuestra Excelencia una grata permanencia en esta localidad, en unión del distinguido personal que le acompaña, nos permitimos saludar al Sr. Jefe de Estado mayor, Teniente Coronel Sr. Lafont y al distinguido Médico Militar Sr. Roure y particularmente a nuestro querido Comandante General y Excelencia Serenísima García Muñoz, así como también a nuestros distinguidos compañeros en la prensa D. Manuel González Peraza, del “Diario de la Marina”; D. Francisco Varona Macías de “Unión Constitucional”; D. Emilio C. de Villegas, de “La Prensa”; D. José L. Castellanos, de “El Español” y D. Rafael Ibarzaga, de “La Lucha”.
A todos deseamos les sea agradable su permanencia en esta ciudad.
No había un solo resquicio de esperanza en que fundarse para esperar que hubiese una transformación de aquellos misérrimos valores intelectuales y materiales, que propiciaran el resultado de poner en explotación la enorme riqueza que atesoraba y yacía estancada en su fértil campiña, ni las natrales disposiciones de sus moradores, demostradas en el transcurso del tiempo; a no ser la que bullía en la mente, la que en el corazón alentaban los patriotas que comulgaban con Céspedes y Martí; los que creían que el coloniaje era un baldón para la dignidad humana tal y como lo ejercía España, sin rectificaciones y, que, videntes, creían firmemente, que el separatismo traería no solo la redención del colono, convirtiéndolo en ciudadano, sino el verdadero progreso del país, mediante tratados comerciales, que estábamos impedidos de hacer, de una intensa acción agrícola y cultural, y de una protección sin tasa ni medida, a las industrias nacionales, que pusieran en actividad nuestras fuentes de producción, y colocasen al nativo en condiciones de luchar en un medio más ventajoso que el que nos ofrecía la metrópoli.
Bella visión, convertida ya en realidad tangible, la de nuestros esclarecidos libertadores. ¡Innegable, palpable! Y si alguien, osado, quisiera cerrar los sentidos a la evidencia, e, ignorante lo dudase siquiera, hablarían los hechos, hablarían los números, la estadística; bastaría presentarles el volumen del movimiento comercial del pasado año que tuvo la nación, que sobrepasa de 600.000.000 al lado de los 80 o 90 millones de los años de la colonia; sería bastante enseñarles la República organizada de acurdo con una Constitución que consagra los últimos anhelos de los pueblos democráticos y libres, los de nuestros gloriosos héroes y mártires, por cuyos ideales se sacrificaron, junto a la triste condición de Cuba colonial; y por último, le mostraríamos nuestra bandera, símbolo de nuestro “status” internacional, de pueblo, de nación libre, soberana, independiente. Que cruza los mares al tope de los mástiles de los barcos de nuestra flota de guerra y mercante, que flamea en nuestras fortalezas todas, que ondea en el Palacio Presidencial, donde reside el Jefe de la Nación, el excelso patriota, el prócer ilustre, Mayor General Mario G. Menocal, cubano como nosotros, que siente nuestras tribulaciones y dolores, que participa de nuestros regocijos y alegrías, tan distinto del Capitán General español, divorciado completamente de nuestros más caros intereses; que unas veces resultaba el juguete de las camarillas de integristas y austriacantes, y por otras un déspota, según convenía al poder metropolítico.
Desde aquel momento, desde que callaron los cañones y los rifles libertadores, entró nuestra patria, y con ella todos los pueblos, entre ellos Holguín, en plena y noble justa de adelanto y progreso, que merced, únicamente, al esfuerzo colectivo de su población trabajadora, al de sus elementos progresistas, ha alcanzado puesto preeminente en lo social, intelectual, profesional, comercial, industrial, minero, agrícola, ganadero y deportivo.
Holguín intelectual y revolucionario.
Holguín ha sido pródigo en dar hijos que le prestigiasen, desde tiempo inmemorial hasta la fecha. Y fueron principales figuras de la intelectualidad, del foro, el Coronel Ldo. Justo Aguilera, fusilado al ser hecho prisionero; su hermano José Antonio, Presidente de la Junta Revolucionaria, de la cual era Secretario el ilustre doctor Eusebio Hernández; la colosal figura del foro Ldo. Belisario Alvarez y Céspedes, que llegó hasta a ser Presidente de la Audiencia de Puerto Rico; la del letrado y lingüista señor Antonio Pellón, Gran Maestro, Venerable, de Cuba; la de José Ramón Manduley y del Río, hombre de extraordinaria cultura, sagaz y consecuente político junto a la de su hermano Rafael, de los propios apellidos; que fue Secretario de la Guerra de la República en armas, que fue a la Constituyente de 1901 y que es Presidente de los Liberales de Oriente y ha sido Representante y Gobernador Provincial, hombre de gran cultura, inquieto y batallador político. La del extraordinario patriota, eximio revolucionario, héroe y mártir de la independencia, orador incisivo, lingüista, brillante letrado, doctor Francisco Frexes Mercadé, quien murió gloriosamente en Pinar del Río, en la batalla de “Soroa”, ostentando el grado de Coronel del Ejército Libertador, siendo Jefe del Despacho del Bolívar cubano, Lugarteniente General Antonio Maceo; Manuel Rodríguez Fuentes, General del Ejército Libertador, hombre de ánimo esforzado, valeroso, doctor en leyes, orador fácil y enérgico, que ha sido Representante, Gobernador Provincial de Oriente, Jefe de los conservadores orientales y Senador de la República. Alfredo Betancourt, gloria de la tribuna cubana, abogado, Capitán del Ejército Libertador que brilla en el foro, y ha sido y es Representante a las Cámaras y es líder del Partido Conservador en la misma. Francisco Fernández Rondán, hombre de gran tacto, correctísimo, de la confianza de innúmeras empresas, que representa, entre ellas, la poderosa Chaparra Sugar Company, Jefe del Partido Conservador de Holguín, letrado, de acreditado bufete, de desahogada posición económica, personalidad política de gran relieve, indicado para los más altos puestos de la República, revolucionario y libertador, pues ostenta el grado de Coronel del Cuerpo Jurídico de la República en armas. Su malogrado hermano José, que fue Coronel del Ejército Libertador, Magistrado y Senador de la República. El competente letrado Manuel de Jesús Manduley, los notables galenos fallecidos, Humberto y Bernardo Manduley; el doctor y rico propietario Alcibiades de la Peña, y el doctor R. W. Avilés; el distinguido intelectual e ingeniero civil señor Walfrido de Fuentes, Arquitecto de la capital de la República; el gran letrado y orador forense doctor Eudaldo Tamayo; y una nueva floración en el campo intelectual, los cuatro hermanos doctores Álvarez Fuentes; José, Álvaro, César y Alfonso, este último catedrático por oposición de la Escuela de artes y oficios de La Habana. Francisco Frexes Bruzón, hijo del caído gloriosamente en Soroa; el Dr. Enrique Rodríguez Fuentes, letrado, agricultor, hombre acaudalado, propulsor de las industrias holguineras, miembro de la firma P. Rodríguez y Co., y cien más que se preparan a seguir las huellas de sus predecesores gloriosos; entre todos ellos surgen con fulgores diamantinos nuestros guerreros indómitos, a quienes debemos agradecer, y nunca pagaremos los dones que con su esfuerzo heroico y patriótico, dieron a Cuba, su civilizador y próspero estado actual de bienestar y progreso, los Generales Mariano Torres, Remigio Marrero, Cornelio Rojas, Pedro Vázquez, Coronel Modesto Fornaris, émulo de Maceo en el sufrimiento, septuagenario en cuyo cuerpo lucen catorce soles en forma de cicatrices del plomo español; y Mario G. Menoca, que es nuestro, es holguinero, porque fue el Jefe del Estado Mayor de Calixto García, y tuvo el mando directo de las brigadas y divisiones holguineras, con las cuales rendimos a Guaimaro y Tunas, donde la metralla le mató el caballo y a él le partió una pierna, y con las que destrozó la columna española del Coronel Tejeda, cubriéndose de gloria en los “Aguacatones”; ¿Qué mejores títulos para considerarlo nuestro? Y así, orgullosos, lo disputamos como nuestro paisano insigne. Y, por encima de todos, como el sol en zenit, la inconmensurable figura del eximio holguinero, Mayor General, Lugarteniente General del Ejército Libertador, Calixto García Iñiguez, para quien, y en su loor, hace agotado el ditirambo y el adjetivo encomiástico. ¿Quién es Calixto García? Guerreo, intelectual, poliglota, libertador. Nos basta saber que Cuba lo sabe. Que sus hechos forman monumentos. ¡Que las trompetas de la Fama no callarán jamás para proclamar la del caudillo insigne! ¡Que la historia lo consagra! ¡Que el mármol inmortaliza su arrogante figura, como la Historia sus hechos ingentes!
Ese es el Holguín heroico, patriótico, intelectual. Hermoso e inestimable bagaje. Pudiéramos decir, y lo decimos: los holguineros nos sentimos felices.
Holguín profesional.
La densidad de su población, que ha llegado a contar en el último censo 87 918 habitantes, el desenvolvimiento de su intensa vida agrícola, industrial y comercial, ha determinado que sea la residencia de distinguidos profesionales y se establezcan los bufetes, cada vez con más negocios, del doctor Francisco Fernández Rondán, doctor Enrique Rodríguez, Pedro Talavera, Gabriel y Rafael Gastón, doctores Alejandro Vázquez, Francisco Frexes, José Biosca, José García Feria, Agustín Calderón, Emilio del Barrio (registrador de la propiedad), y Oscar Cancio (registrador mercantil).
La instalación de la Clínica del doctor Benito Batallán, en la cual actúan los doctores Sebastián Beltrán, Antonio Latour, Rodolfo Socarrás, y los acreditados gabinetes de los doctores Francisco (Pérez) Zorrilla y R.W. Avilés.
Los estudios del ingeniero Vicente Biosca y de los agrimensores, señores Alberto Álvarez Fuentes y José Querejeta.
Las farmacias de los doctores Teodoredo Gutiérrez, Basilio Gómez Gallardo, Mercedes Sirvén. Oscar Albanés. Manuel Díaz Labrada y Delfín A. Hernández, establecimientos montados a la moderna. Clínica dental del Dr. Fermín Torralbas. Y una clínica veterinaria del Dr. Héctor Poveda.
Holguín social.
No podía sustraerse este pueblo, amante de su progreso, sociable por idiosincrasia, consiente de su destino, al deseo de organizarse socialmente, por ser ésta una de las firmes bases en que se asienta el más efectivo progreso, que estrecha y une en común esfuerzo, en suprema solidaridad, a los habitantes, para sacar nuevos ideales de mejoramiento colectivo, para obtener positivos triunfos en futuros y grandes empeños.
Y como exponente de sus esfuerzos en este sentido, la sociedad “El Liceo” posee su casa propia, en el lugar más céntrico y alijado con verdadero gusto y confort para organizar sus fiestas culturales y bailables, que nada tiene que envidiar a las de grandes capitales.
Ha organizado un Club Atlético en terreno y edificio propios, con magnifico gimnasio, gran frontón para hand ball, campo de tennis, basket ball, duchas, etc, etc., donde la juventud holguinera endurece sus músculos y se hacen hombres fuertes y las féminas organizan sus partidas de tennus y se conciertan desafíos con las novenas de Chaparra, y se hacen field day encantadores.
Los artesanos tienen una magnifica sociedad con casa propia, “El Alba”. También hay una gran glorieta donde el Club Holguín, tan fuerte como el que más en la Isla, presenta batallas a los que retan.
Holguín pedagógico.
La enseñanza pública ha recibido un vigoroso impulso, no obstante hacer falta aulas.
Basta saber que en Distrito Escolar existen 22 aulas y hay una escuela de kindergarten.
Debido a la iniciativa de los holguineros, se organizó el Instituto Holguín, que está incorporado al Provincial, y anualmente nos prepara un buen número de bachilleres, y tiene más de cien escolares.
Es de hacer notar que el General Menocal cuando no era Presidente, contribuyó con 20 acciones y que igual hizo con “El Liceo” para reconstruirlo, y que generosamente las donó; rasgo muy apreciado por los holguineros.
Holguín agrícola.
En este pinto, aunque todavía no ha desarrollado su potencialidad productora, pues encierra en su término 62 000 caballerías cultivadas y más de 6 000 predios rústicos dedicados a pastos y frutos menores, la cosecha pasada rindió sobre medio millón de quintales de maíz, que los agricultores vendieron a un promedio de cinco pesos el quintal; más de 200 000 de frijoles blancos y colorados comercializados a quince pesos; cebollas, papas, boniatos, ñames y plátanos, que, en conjunto, ha podido estimarse para los productores holguineros en unos cinco millones. Es importante la producción de aves y huevos. Con razón, llámase a Holguín el granero, la factoría de la república. Y no fue mayor la producción por falta de caminos, que es lo que piden los holguineros, que impidieron por su mal estado, sacar todo el fruto. ¡Caminos y más caminos, el anhelo de los laboriosos ciudadanos de Holguín!
Cuenta hoy Holguín, en su término, con los magníficos centrales que han rendido enormes zafras. El “Cupey”, “San José” y “Tacajó” entre todos han rendido unos 500 000 sacos. Están instalados y hechas sus plantaciones, “Báguano” y “Central Rey”.
La tierra vale hoy a $ 1.000 y $ 1.500 la caballería.
Holguín minero.
Siguen explotándose, en gran escala, las minas de oro de “Aguas Claras”, y se están practicando innumerables investigaciones sobre otras zonas metalíferas de gran importancia, donde abunda el cobre, hierro y manganeso excelentes.
Holguín comercial e industrial.
Con enunciar solamente que hay inscriptos 696 establecimientos en los registros del subsidio, basta para comprender la importancia comercial e industrial que ha adquirido Holguín.
Aquí se cuenta con magnificas y acreditadas casas comerciales e importadoras, entre las que se destacan Aguirre y Sondón, Rimblas, García y Co., Fuentes e hijos, Manuel Rippe, Miranda e hijos y Rosendo Gómez.
Existen y hacen excelentes negocios las Sucursales del Banco Español y del Nacional, pudiendo asegurarse que montan a más de un millón de pesos sus depósitos.
Hay una buena planta de luz eléctrica, de Chaparra Ligt & Power Co., hay otra de hielo y aguas gaseosas, aserríos y carretería y construcciones, de P. Rodríguez y Hno., hoy Matías Alemán (Sociedad en Comandita). Hay dos fábricas de mosaicos, una de licores, talleres de herrería, carpintería, fábricas de ladrillos y tejas, de calzado y magníficos cafés.
El tráfico en este lugar donde solamente había un coche y una carretilla, lo sirven hoy unos 80 automóviles y muchos coches, y en todo se observa una actividad febril, precursora de grandes transformaciones.
Holguín ganadero.
La existencia de ganado a pesar del mayor consumo, por el aumento de la población, es la siguiente: vacuno, 131 489 cabezas; caballar, 31 205; mular, 529; asnal, 22.
En ganado vacuno hemos alcanzado hasta 200 000 cabezas no ha mucho tiempo.
Holguín vende a otras provincias anualmente, y a otros términos, más de 20 000 cabezas de ganado de mejora; y más de 15 000 cebadas, a otros pueblos de la provincia: Puerto Padre, Santa Lucía, Banes, Preston, Felton, Antilla, y mantiene su población de casi 90 000 más.
Holguín progresista.
Se han reconstruido más de 700 casas y se han fabricado otras tantas, algunas de $ 50 000 pesos. Actualmente hay más de 120 en construcción.
Sus parques se han ornamentado y alumbrado convenientemente, donde se dan retretas los jueves y domingos, por sus dos magníficas bandas de música.
La población tiene un selo de modernismo. Tiene dos plazas de mercado y matadero de reciente construcción.
Sus habitantes son de carácter dulce, comunicativo, afectuoso con los forasteros, a quienes colman de atenciones, y si se arraigan y plantan su tienda definitivamente, se les considera como de la casa y conviven armónicamente; son los holguineros muy patriotas, muy cubanos, muy apegados a los suyos, muy amantes de su terruño, al que defienden con calor en todas partes, porque lo que somos o debemos al propio y exclusivo esfuerzo nuestro, cualidades muy estimables que hemos observado en pocos pueblos, que han necesitado de la ayuda de otros para salir avante, y que, quizás, por eso, y sin razón, se nos califica de “localistas”, sentimiento innato en todos, y a nosotros de ello se nos moteja. No obstante, confiamos en que se nos hará justicia, y, más, si saben que deseamos se infiltre en todos los pueblos el amor “a la patria chica”, generador del adelanto el progreso holguinero, que no está reñido, al contrario, con el de todos.
Holguín y su administración municipal.
De las administraciones municipales holguineras, de dos décadas atrás, nada tienen que agradecer los holguineros. El fracaso ha sido tremendo. Desorganizadas, incompetentes. Formadas por elementos ineptos, sin ideales.
Holguín, que resiste un presupuesto de $ 250 000 pesos, ha aprobado ahora uno de $ 115 000; sin embargo, es el doble del de los ejercicios anteriores. Hay motivos, hoy, muy fundados, para esperar una reorganización completa, de la movilización verdadera, de las rentas municipales, para cumplir en lo posible con los contribuyentes y con nuestros anhelos de mejoramiento local. No estamos dispuestos los holguineros a consentir la anarquía inconsciente, agravada por el analfabetismo, en nuestros asuntos locales.
Holguín y sus aspiraciones.
Holguín, si nada tiene que agradecer al municipio, que lo ha desgobernado, ni a la provincia, a la cual contribuye con fuertes sumas, ni al tesoro Nacional, al que contribuye con otras mayores, porque sus Representantes casa nada piden, no por eso deja de tener aspiraciones muy fundadas.
Un pueblo de la vitalidad, de la entereza y del carácter de Holguín realiza sus empeños, lleva adelante sus propósitos. Holguín necesita terminar la carretera a Cacocum, y lo hará. ¡Cómo? Eso no se pregunta, ni se inquiere de los pueblos. Basta conocer sus designios para darlos por hechos. Le bastará la energía y la constancia de sus hijos. Ni díscolos ni soberbios, sino sabiendo elegir hombres activos, tenaces, incansables y conscientes de sus deberes. El holguinero no es vanidoso, a pesar de que puede vanagloriarse de ser dueño de la casa que habita y de la tierra que cultiva y no vende; pero tiene presente lo que dice Bayard, si mal no recordamos, en “El Pilluelo de París”: “que si cada uno recordase su pasado, lo que fue su origen, ajustaría su conducta y sus actos a una forma racional, exenta de violencia, que a veces provoca el ridículo y el menosprecio”.
Recordando nuestro pasado, de desamparo, de falta de protección oficial, desde la época colonial hasta nuestros días, nos daremos alientos para obtener lo que necesitamos. Así como nos hemos engrandecido labrando la tierra y organizando empresas que han ayudado a salir de este mal trance a la República. De igual modo, con el mismo ahínco, lucharemos por nuestros derechos para que se nos hagan las obras públicas que con razón demandamos, ya que no las dicta nuestro egoísmo, satisfecho interiormente, sino para contribuir al mayor beneficio de la nacionalidad.
Dr. Laureano Calzadilla Anido,
Centro de Estudios sobre Cultura e Identidad, Universidad de Holguín.
Un estudio pocas veces hecho pero necesario para comprender el proceso de formación de la región histórica de Holguín, es el de sus viejos caminos y sus derroteros.
En los primeros siglos coloniales la geografía de la región oriental constituía un serio obstáculo a las comunicaciones. Atravesada por extensos y elevados sistemas montañosos, caudalosos ríos, exuberante vegetación, abundantes precipitaciones, etcétera, el territorio se convertía en un espacio casi intransitable(1).
Esa situación se tornaba más embarazosa en las Tierras Altas de Maniabón, donde se formó la jurisdicción.
Holguín es un centro de formación tardía, o sea, distante en el tiempo de la fundación de las primeras villas, y por ello nació alejada de las principales vías de comunicación de su época y, para colmo, la zona estuvo carente de puerto por varios años. Eso la convertía en una sociedad marginal, ubicada en la periferia de las principales actividades económicas, sociales y culturales desarrolladas en la Isla.
Su aislamiento no escapó a la pluma del obispo Morell de Santa Cruz:
“(...) hallarse la población extraviada del Camino Real de los demás lugares y sin comercio alguno con ellos, (...) pero al mismo tiempo muy contentos con sus desdichas porque gozan de una tranquilidad inexplicable y digna de envidiarse (...)”(2).
Al estar Holguín distante de todos los demás lugares poblados, su territorio servía de refugio a quienes deseaban eludir la justicia, y el más célebre de los casos fue el del Regidor Alférez Real y Alcalde ordinario de la villa de Bayamo, Pedro Benítez de Aguilar. Este individuo le propinó una estocada que le costó la vida al Gobernador y Capitán a Guerra de Santiago de Cuba Don Luis Sañudo de Anaya después que el Gobernador lo insultó en 1712. Obviamente que Benítez de Aguilar huyó y que fue condenado a muerte en ausencia.
En su libro sobre historia de Holguín, publicado en 1866, don Diego de Ávila asegura que “el agresor emprendió la fuga para ocultar su delito, destinando para su habitación el cayo de Mañuecos que hoy se conoce con el de Don Pedro, en la sabana de la hacienda de Uñas, adonde todavía se encuentran vestigios de su antigua morada (...)”(3)
Se puede conseguir una imagen del esfuerzo grande que hicieron los holguineros del siglo XVIII para revertir la incomunicación en la que vivían, si se consigue determinar por donde pasaban los viejos caminos, ahora olvidados, muchos de ellos convertidos en serventías y callones y algunos que ya no conducen a ninguna parte porque han sido cortados por presas, obras industriales, nuevos proyectos agrícolas y sobre todo, sustituidos por vías más rectas y modernas. Esos viejos caminos constituyeron el entramado por donde fluían las comunicaciones en el pasado y por tanto, la economía y la cultura.
Veamos.
Los aborígenes cubanos no habían creado caminos en el sentido exacto de la palabra porque en su tiempo no existían cercas que delimitaran fincas y propiedades, y sobre todo, porque no poseían medios de transporte. De todas formas “los indios” iban y regresaban y lo hacían por sencillos senderos que atravesaban las sabanas y bosques. Cuando los bosques eran muy extensos y espesos, los caminantes se guiaban por los cauces de los ríos.
Durante su primer viaje a América, Cristóbal Colón hizo una estadía de una semana aproximadamente en la bahía de Gibara, y desde allí envió a dos de sus acompañantes a reconocer el territorio y para que obtuvieran noticias “sobre el país del Gran Khan”, adonde creían haber llegado. Los enviados utilizaron los senderos de los aborígenes y, probablemente, siguieron el cauce del río Cacoyuguín o el Gibara. Si fue el primero el que siguieron, entonces es posible que hayan ido a parar al paraje de Purnio, al Oeste del actual emplazamiento de la Ciudad de Holguín. Si fue el cauce del segundo entonces debieron llegar al sitio de Las Biajacas, al Este y no muy lejos de la futura Ciudad.
Sea por donde hayan pasado, en su trayecto los embajadores de Colón debieron descubrir el uso que le daban los aborígenes a la hoja del tabaco.
Los caminos de Cuba en tiempos de la Colonia.
Caminos, tal cual se conocieron en tiempos de la colonia, los trazaron los españoles. Así se tiene noticias de que el Adelantado Diego Velázquez mandó y supervisó la construcción de uno, tratando, como lo hacía, de “(...) crear las condiciones para lograr fundir en un solo sitio todo el oro que se empezaba a extraer en cuatro de las cinco villas fundadas. Empeño para el cual era imprescindible establecer los caminos que facilitaran su traslado (...)”(4).
Por tanto queda claro que era necesario crear un camino interior que uniera las distintas villas, sin estar sujetos a los avatares marítimos, sobre todo el asedio de corsarios y piratas. Surgió así el camino de la Isla. Junto a él, en los lugares donde regularmente se producía un alto en el largo viaje para acopiar nuevas fuerzas, aparecieron posadas y otros servicios, convertidos en génesis de futuros nuevos pueblos, como por ejemplo Ciego de Ávila, Las Tunas o Palma Soriano.
Le Riverend asegura que “había un camino real que teóricamente atravesaba toda la Isla desde Santiago de Cuba hasta La Habana, pero posiblemente no era sino una serie de caminos que conectaban a los grandes centros de población (…)”(5).
Holguín, como antes se ha afirmado, surge a principio del siglo XVIII alejado del Camino de la Isla y, por ende, distante de las vías comerciales; ello marcó por muchos años su desarrollo e incidió en su cultura.
Los caminos de Holguín en tiempos de la Colonia.
Quien viajara desde Oriente hasta Occidente, o viceversa, no pasaba por Holguín, por tanto quien viniera expresamente a este pueblo tenía que tener en sus planes llegar hasta él.
Y lógicamente que en el territorio histórico de Holguín se trazaron y construyeron nuevos caminos por los que se internaban los visitantes o los vecinos de la localidad cuando iban a otro sitio. De ellos se tienen noticias en el presente gracias a documentos valiosos que se conservan en la ciudad(6).
El primer camino holguinero de importancia debió comunicar a esta zona con la villa madre, Bayamo. A ese lo denominaron Camino Real de Bayamo a Holguín, y salía de Holguín hacia el viento Sur, cruzando por entre los hatos de San Pedro de Cacocum, Arroyo Blanco del Sur y Cauto del Santísimo Cristo de la Misericordia.
El historiador local de tiempos de la Colonia don Diego de Ávila, cuando hace referencia al deslinde de una venta de tierra que hicieron en 1694 los hermanos Juan Solano y Paula de Cepeda, dice que la hacienda vendida la dividía del hato de Yareyal por el Norte “la unión del camino viejo que venía de Holguín (...)”(7). Por cierto, la Carretera Central construida en 1925 aprovechó gran parte del Camino de Holguín a Bayamo para comunicar ambas ciudades.
Después de aquel primero, los holguineros, con el espíritu de iniciativa e independencia que siempre los ha singularizado, crearon un nuevo camino, ese desde la ciudad hasta la capital del oriente cubano, Santiago de Cuba, sin que pasara por Bayamo. Ese se conoció como el Camino de Cuba.
Luego hicieron otro que unió a Holguín con el paraje de Las Tunas, conocido como Camino Real Las Tunas-Holguín. En Las Tunas ese camino enlazaba a los holguineros con el Camino de la Isla, ofreciendo, desde entonces, una trascendental alternativa para viajar a Puerto Príncipe (Camagüey) y al resto de los pueblos del centro y occidente.
Asimismo, y según avanzaba la colonización de la nueva y extensa jurisdicción, los vecinos fomentaron una red de vías interiores que comunicaba los hatos y corrales.
San Andrés, a unos 25 kilómetros al oeste de Holguín, fue zona de poblamiento temprano dentro del contexto de la jurisdicción holguinera. Por allí cruzaba el camino proveniente de Las Tunas y que llegaba hasta Holguín, e igual, hasta allí llegaba otro que venía de Chaparra, pasaba por El Martillo y por San Agustín de Aguarás. Por tanto San Andrés era encrucijada de caminos, y esa es la causa de su desarrollo y asimismo de su desgracia cuando la carretera central dejó al pueblo fuera de su trazado.
Por San Andrés pasaba también el Camino del Nordeste, que partía de ese poblado, atravesaba Casa Colorada, Cayo Palma y llegaba a Cayo Muñoz. Allí se bifurcaba en una senda con rumbo hacia San Marcos de Auras, y otra hacia Calderón, mucho más al norte; esta misma senda giraba luego a la derecha y se dirigía al paraje de Velasco y desde aquí se comunicaba con Chaparra y la bahía de Puerto Padre(8).
Otra de las rutas interiores de la jurisdicción era la que comunicaba con Uñas, Auras, Fray Benito y tenía como destino final la ciudad de Baracoa.
Y era ruta troncal e importante, la vía norte hacia el mar, cuyo ramal principal conducía a la bahía de Gibara. En los primeros kilómetros después de su salida de Holguín, seguramente se desviaba del trazado de la actual carretera, para cruzar al Oeste de la loma de la Concordia (Guajabales) y por allí, recto, rumbo al Norte, atravesar el centro del hato de Yariniquén y Managuaco. Desde ese último lugar se desplazaba hacia el Noreste en dirección al hato de Guayacanes. Luego, sin perder el rumbo predominantemente al Norte, cruzaba próximo al Cerro de San Marcos e ingresaba en Auras, (actual Floro Pérez).
El delineado de los caminos en territorio gibareño, entre Auras y la bahía, se fue conformando según se mercedaban los hatos y sus centros se comunicaban entre sí. La labor de identificar esos caminos fue aún más compleja porque no existen referencias específicas, y se agrega a ello que los antiguos caminos desaparecieron parcialmente o fueron desplazados a planos secundarios por vías construidas en los siglos XIX y XX.
Cuando se crea el puerto de Gibara (1822) fue necesario reducir distancias entre Auras y la bahía, por ello se rectificó el viejo camino que penetraba en Candelaria hasta la ribera oriental del Cacoyugüín y luego se dirigía a Arroyo Blanco a través del paraje de la Lima, haciéndose un nuevo trazado que se ha mantenido hasta la actualidad. Lo que no se ha conseguido es determinar el lugar por donde el antiguo camino entraba a Gibara, sobre todo porque siempre esa dicha entrada fue obstaculizada por el río Cacoyuguín y por las alturas calizas; y tanto así como se ha descrito, que al fabricar la línea férrea fue necesario emprender una colosal obra ingeniera que abriera un paso por entre la piedra.
Tres entradas diferentes se podían seguir para entrar a Gibara antes del ferrocarril y la carretera que sigue usándose. De ellos el original era el que se llamaba Camino del Cura. Ese atravesaba los playazos bajos y pantanosos con abundante vegetación de manglar que acompañan al río y culminaba en un estrecho pasaje cubierto de lajas entre el río y el mucaral, en los accesos a la Bahía. Al respecto, Herminio G. Leyva, escribió:
La única vía de comunicación que tuvo Gibara durante muchos años (…) se conocía así mismo con el nombre de Camino del Cura. Partía aquel (…) por el lado Sur de la villa y atravesando el Mucaral y la llanura pantanosa de La Playa, se dirigía al S.O. en busca de (…) Arroyo Blanco, Candelaria, Auras, San Marcos y Las Minas: pasaba entre las lomas de Guajabales y el Guayacán y entraba en Holguín (…) después de atravesar el arroyo Marañón”.
Todas estas vías existen en la actualidad y son usadas como caminos vecinales. A pesar de su poca utilización y de su deficiente estado físico, constituyen la comunicación más corta entre Gibara y los poblados de Velasco y San Andrés.
Otro camino con dirección Norte y destino final hacia la costa es el que se denominó el Camino de los Ingenios. Su nombre evidencia que fue constituido en el siglo XIX, sin embargo es posible un origen anterior, por lo menos de parte de él, que comunicaba el hato de Holguín con el hato del Almirante. Esa pudo ser una vía muy antigua hacia el mar antes que se poblaran las vegas del Cacoyugüín y el Yabazón. Ese salía de Holguín rumbo al Almirante, se dirigía a Yabazón Arriba, donde luego de vadear el río Gibara ingresaba en el ingenio “La Caridad”, posteriormente reanudaba hacia el Norte atravesando el río Yabazón y de allí continuaba hasta el ingenio “La Victoria”, proseguía rumbo el oeste hasta el ingenio “Santa María”; en el “Embarcadero” se unía al camino real de Holguín a Gibara.
Como a Gibara, por la necesidad del mar, muchos caminos antiguos de Holguín se dirigían a Uñas, cuyas tierras fueron mercedadas desde el siglo XVI. Hoy se pueden describir varios, todos vecinales y de carácter secundario, como el de Pedregoso, que comunica San Marcos de Auras con el hato de Uñas; el camino de Casallas que vincula Auras con Bocas y luego, a través del paraje de Limones con Uñas, en vínculo interno con el camino que a través de Palmarito, Aguacate y la Aguada llevaba al paraje de Velasco. De allí, siguiendo otros caminos o el mismo se podía regresar a Uñas o dirigirse a San Andrés.
Igual eran caminos vecinales interiores los varios que se insertaban al Camino Real Tunas-Holguín, comunicando los hatos entre sí y posibilitando el arribo a la ciudad de Holguín; se destaca entre esos el camino del Rosario, que se unía al de Buenaventura y ambos se juntaban en San Agustín de Aguarás, por donde atravesaba el dicho Camino Real Tunas-Holguín. Asimismo desde el hato de La Cuaba partía una travesía que se enlazaba con la del Rosario y los parajes Ojo de Agua y La Jíquima; por su parte el camino de Guaramanao surcaba la loma del Mijial, el Vedado y se adhería al de San Andrés y el de Puerto Padre, articulando con el Real próximo al río Aguarás y continuaba hacia el norte franqueando el hato de Santa Bárbara(9).
En fin, que la colonización del territorio holguinero, realizada, fundamentalmente, en los siglos XVII y XVIII, originó una complicada red de caminos, de la que se ha ofrecido fehacientes ejemplos. Esos favorecen la comprensión del proceso colonizador.
………….
(1) La dificultad de comunicación en los territorios orientales se mantuvo durante siglos. Sabas Meneses, inspector de la provincia de Oriente en el censo de 1907, confiesa en un informe sobre su indecisión al ser nombrado en el cargo, entre otras causas por la gran extensión espacial del territorio, la población muy diseminada y las grandes faltas de vías de comunicación.
(2) César García del Pino: Pedro Agustín Morell de Santa Cruz: La visita eclesiástica, La Habana, 1985, p.88.
(3) Diego de Ávila y del Monte: Memoria sobre el origen del hato de San Isidoro de Holguín, Holguín, 1926, p. 82.
(4) Arturo Sorhegui D’Mares: La fundación de las primeras siete villas velazquistas y la conquista del territorio de Cuba por España, Ciudad de la Habana, 2007, p. 14.
(5) Julio Le Riverend: Historia Económica de Cuba, La Habana, 1974, p. 31.
(6) Documentos referidos al período 1700-1867, donados por el historiador holguinero José A. García Castañeda al Archivo del Museo Histórico Provincial. No 247: “Estado comprendiado, arreglado y reformado por el Sr. Teniente Gobernador sobre caminos para que se corrija o acometa lo que fuera necesario”.
(7) Remitirse al deslinde del hato de San Pedro de Cacocum: Expediente 516, Fondo 71, Inventario 6, Legajo 41, Folio 78. Archivo Provincial de Historia de Holguín.
(8) Diego de Ávila y del Monte: Memoria sobre el origen del hato de San Isidoro de Holguin.
Dr. Laureano Calzadilla Anido,
Centro de Estudios sobre Cultura e Identidad, Universidad de Holguín.
Mítico puente sobre el río Cauto, viniendo de Bayamo y con rumbo a Holguin. |
En este comentario intentaremos una caracterización del espacio geográfico de la región histórica de Holguín para ayudar a comprender los procesos de arraigo y socio-culturales de su población, obviamente, surgidos a lo largo de su devenir histórico.
Tres subregiones geográficas claramente diferenciables componen la vieja e histórica región de Holguín: las alturas y leves llanuras de Maniabón, las llanuras y alturas de Banes-Cacocum y la llanura del Cauto.
……
Viniendo del viejo Bayamo, que por justicia y por agradecimiento holguinero siempre debe considerarse el útero en el que se formó Holguín, el caminante se da de bruces con la extensa planicie del río Cauto que, dicho sea, es la mayor llanura fluvial de Cuba y que se interpone entre la Sierra Maestra y las Alturas de Maniabón.
La dicha, hermosa y monótona planicie, con leve declive hacia el río en la parte holguinera, es de suelos profundos y compactos con amplios sectores inundables y problemas de drenaje.
Durante siglos el valle estuvo cubierto de grandes espesuras. Esas eran el remanente de los bosques primitivos que existían a la llegada de los españoles. Pérez de la Riva estima que “(…) el bosque de hojas caducas (…) en Oriente ocupaba más del 80 %(…)”(1).
Sin embargo, y a pesar de que hemos iniciado por la descripción de la llanura del Cauto, la mayor parte de la región histórica de Holguín está asentada, sobre todo, en las alturas de Maniabón, que constituyen el extremo oriental del peniplano Florida-Camagüey-Tunas, dentro de la Región Camagüey-Maniabón.
Maniabón se extiende por la costa norte a lo largo de más de 90 kilómetros, desde el río Chaparra hasta la cercanía de la bahía de Banes, y por el Sur limita con la llanura del Cauto.
La costa que bordea al sistema de Maniabón está sembrada de una sucesión de pequeñas y pintorescas bahías: Río Seco, Samá, Naranjo, Vita, Bariay, Jururú, Gibara, Chaparra y Puerto Padre. Y asimismo allí se encuentras bellísimas playas de arenas blancas y finas como Guardalavaca, Esmeralda, Pesquero, Playa Blanca y Caletones, entre otras.
El colectivo de autores de “Regiones y Paisajes de Cuba”(2) distinguen tres sistemas orográficos dentro del Grupo de Maniabón: Sierra de Candelaria-Cupeycillo, Alturas de Maniabón y Llanuras y Alturas de Banes-Cacocum.
………
La sierra de Candelaria-Cupeycillo se prolonga de Este a Oeste desde la Bahía de Gibara hasta la Resbalosa, en la cercanía del poblado de Velasco. Sus principales elevaciones son el Cerro de Abelardo, con 244 metros y la Loma de Cupeycillos, 221 metros.
Entre la dicha sierra y el mar se extiende una llanura cársica recientemente emergida. Hacia el Nordeste se observan diferentes niveles de terrazas marinas y nichos de abrasión, entre ellos es el más conocido se nombra “Los Colgadizos”, y está próximos a la bahía de Gibara. Este medio geográfico carece de ríos y el drenaje de sus aguas se produce de manera subterránea.
Las Llanuras y Alturas de Maniabón constituyen una compleja subregión natural, que ocupa parte del municipio de Gibara, casi todo el municipio de Rafael Freyre, la mayor porción del municipio de Holguín y pequeñas partes de Báguano, Banes y Jesús Menéndez, este último municipio en la provincia de Las Tunas. Está integrada por falsos mogotes o cerros de serpentinas coronados por caliza, (aunque algunos en la cercanía de Holguín son totalmente de serpentina) y la llanura sobre la que se levantan dichos cerros.
Las alturas principales son: Cerro Galano (450 metros), Loma de la Vigía (374 m), Cordillera Trocha Santa Justa (342 m), Sierra de San Juan (320 m), Silla de Gibara (275 m), Loma de la Cruz (275 m), Las Tinajitas (261 m), Cerro del Fraile (225 m) y Piedra Prieta (217 m).
Esta subregión geográfica es atravesada por numerosos ríos y arroyos de corto cauce que vierten sus aguas en el Atlántico. Sobresalen el Chaparra, Cacoyugüín, Gibara, Yabazón, Bariay y Naranjo. Estos ríos presentan la particularidad de desembocar en bahías de bolsa, formadas al inundarse sus primitivos estuarios.
El grupo de Maniabón se extendía íntegramente dentro de los límites de la jurisdicción histórica holguinera, caracterizándola y dotándola de identidad paisajística propia. En él habitaba una de las poblaciones indígenas más densa de Cuba. Y asimismo, por allí arribó el Gran Almirante Cristóbal Colón, quien escribió en su diario palabras que demuestran la profunda impresión que le causó las bellezas naturales del lugar, entre ellas la majestuosidad de la silla de Gibara, inestimable referente en la determinación del lugar del primer desembarco.
Durante los dos primeros siglos coloniales los bayameses se referían a Holguín como las Tierras Altas del Norte de Bayamo o Tierras Altas de Maniabón.
Las Llanuras y Alturas de Banes-Cacocum, bordean desde el Este las Alturas y Llanuras de Maniabón, conformando una herradura. Estas abarcan un amplio territorio de los municipios de Banes y Báguano, la porción Sur del municipio de Holguín, y estrechas franjas de Cacocum y Cueto. Está formada por llanuras sobre las que se elevan pequeñas alturas amesetadas, siendo las principales el Cerro de Yaguajay (286 m) y Pan de Samá (329 m).
Las corrientes de agua originan arroyos que desembocan en el Norte o son tributarios del Cauto.
………………………..
(1) Juan Pérez de la Riva: La conquista del espacio cubano, Ciudad de La Habana, 2004, p. 85.
(2) Pedro A. Hernández Herrera: Regiones y paisajes cubanos, La Habana, 2006, p. 17.
Dr. Laureano Calzadilla Anido,
Centro de Estudios sobre Cultura e Identidad, Universidad de Holguín.
La colonización de las tierras que conformaron la jurisdicción histórica holguinera en el siglo XVI y primera mitad del XVII apenas superó las tierras del hato primitivo de García Holguín, de ahí que su impacto en la naturaleza fue muy poco, casi ninguno. Pero ello comienza a variar desde la segunda mitad del siglo XVII a causa del lento pero mantenido proceso de colonización; es cuando sí que empiezan a producirse cambios irreversibles en el paisaje.
Los bosques que cubrían casi toda la región holguinera fueron talados para dedicar las tierras a la cría de ganado y a la creación de sitios de labor. La afección primaria y principal ocurrió en los alrededores del poblado de Holguín (creado en 1720) y de allí en dirección Norte hacia el mar, en particular para crear vegas de tabaco en los alrededores de los ríos Cacoyugüín y Yabazón.
Después de la creación del pueblo de Holguín y de la fundación de su jurisdicción, (1752), la colonización se extendió hacia el Oeste, hasta más allá de la bahía de Puerto Padre y hacia el Este, rumbo a la bahía de Banes.
Sin embargo, y sin contradecir lo dicho hasta aquí, los estudios realizados llevan a inferir que para el siglo XVIII el territorio holguinero aún era fundamentalmente montuoso y atravesado por enrevesados caminos que unían claros, más o menos extensos, en los cuales se levantaban los centros de los hatos y los sitios de labor. Estos últimos muy numerosos en el Ejido de Holguín, preferentemente abundantes hacia el Norte de la ciudad, en dirección al mar; escasos en las direcciones Oeste y Este, y casi inexistentes en el valle del Cauto.
El despoblamiento del valle del Cauto lo testifica un documento de 1749. En él, Ambrosio del Corral, dueño del hato de Cacocum, solicita una nueva mensura ante el agrimensor público Don Baltasar Díaz de Prego. El resultado es el trazado de la propiedad del individuo, que llegó a abarcar casi toda la porción del sur de la jurisdicción holguinera, y sin embargo en tan extensa zona nada más había sitios de labor en Algodones, Río Abajo y Sabanilla(1).
En relación con la influencia del espacio geográfico en la fundación del poblado de Holguín, es una evidencia excepcional el texto que nos dejó el Obispo Morell de Santa Cruz en el que describe la naciente Ciudad en 1756:
“La población se halla situada sobre un terreno perfectamente llano y sólido. Dos mil trescientas y seis varas es su largo, novecientas y doze su ancho. En el extremo que mira al Norte se levanta un cerro bastantemente extendido y de tanta elevación que desde él se registra el Mar. Nacen del mismo cerro dos Ríos, uno al expresado viento, y otro al Oeste. El primero se intitula Marañon, y el segundo Holguín. Ambos circunvalan a la Ciudad y diviertelan con el murmullo de sus corrientes, y la proveen de agua, aunque algo gruesa, y desabrida. Juntanse después y unidos van a desaguar a la costa del Sur. (...) En el centro de esta península, cuya figura viene a ser a modo de una meseta (...)(Sic.)”(2).
Obviamente que la elevación a la que hace referencia el Obispo es el Cerro de Bayado, hoy Loma de La Cruz. Y por otra parte, menciona el río Marañón e inadecuadamente al Jigüe, al que llama Holguín. (El río Holguín se constituye a partir de la fusión de ambas corrientes de agua).
A Joseph de Ribera también hay que agradecerle las primeras descripciones de la geografía de la naciente ciudad:
“Holguin es pueblo hermoso de poca antigüedad y de temperamento novelissimo a quien el penúltimo Gobernador de Cuba dio título de Ciudad según se le concedió. Está 20 leguas al no-nordeste del Bayamo: su vecindario es corto (...)”(3).
Nótese el calificativo de “novelíssimo” dado al pueblo, probablemente ese es el primero que se dijo para denotar las particularidades propias que lo distinguían.
El entorno geográfico de la zona también determinó las mesuras de la tierra. En Holguín no se siguió la norma establecida de trazar los Hatos o Haciendas Ganaderas de forma circular, sino que esas adoptaron múltiples formas geométricas determinadas por los accidentes geográficos, esto es, cadenas de cerros orientados de este a oeste, sabanas, charcos, arroyos y ríos que corrían de sur a norte, bahías, montañas o simples lomas.
Para una mejor apreciación de lo antes expuesto a continuación se describe algunas de esas haciendas:
Holguín: Hato similar a un polígono que se extendía desde la corona de la loma de Guajabales hasta la loma de la Concordia (esa última era, además, lindero de las haciendas de Las Cuevas y del Sao de Yareniquén), luego se prolongaba hasta el río Lirios y de allí al nacimiento del río Las Talanquera en la sabana de Las Biajacas, para continuar al charco del Guayabal, luego a la loma de La Cuaba en la sierra de Baitiquirí, continuando hasta la loma de La Breñosa y de ahí recto al punto de inicio, en Guajabales.
Managuaco: Hato que formaba una especie de triángulo. Tenía su base en la Loma de la Peregrina, llamada de La Jurga en el siglo XVIII, que asimismo separaba Managuaco de la hacienda de Yareniquén. De La Jurga siguiendo al Este hasta el arroyo de Jobabo e igual de La Jurga al Oeste hasta el río Cacoyugüín, de allí, al unirse con el Jobabo, conformaba el que parece vértice superior de un triángulo.
Guayacanes: Hato o Hacienda Ganadera con forma semejante a un rectángulo. Situado entre dos cadenas de lomas: al Norte, Las Calabazas, que lo separaban de San Marcos de Aura y al Sur, Guayacanes, por donde pasaba la línea divisoria con Yareniquén. Los laterales estaban formados por los arroyos Los Lirios al Este y Jobabo al Oeste.
El carácter irregular de los hatos y corrales (haciendas), así como el empleo de accidentes geográficos en los deslindes actuando como fronteras naturales, fue posible por las características del relieve.
El clima también fue otro elemento de carácter geográfico que contribuyó a tipificar la región. Holguín se caracteriza por sus cíclicos períodos de sequía, tan claramente reflejados en la cosmovisión popular y profusamente presentes en la historia oral.
Dentro del asunto Clima, los “nortes”, originados por los frentes fríos y que se presentan con relativas bajas temperaturas acompañadas de chubascos que en ocasiones pueden ser intensos, son un elemento que diferencia el norte oriental de otras porciones de la Isla. Dichos nortes se suceden desde noviembre hasta marzo.
Debe destacarse, además, que las máximas de temperatura en el norte oriental regularmente son unos pocos grados inferiores al resto del oriente cubano, por lo que no es exagerado decir que en esta parte del Oriente con costa en el Atlántico el clima es más benigno.
Por último ha de tomarse en cuenta que la región holguinera ha presentado históricamente los más bajos niveles del país respecto a la afectación de ciclones tropicales.
En conclusión, la colonización de las tierras Altas de Maniabón (Holguín), aunque tardía, (tardía en relación con los primeros asentamientos hechos por los conquistadores y colonizadores), estuvo favorecida por las peculiaridades geográficas de la región: tierras fértiles, abundancia de aguadas, magníficas bahías, un clima benigno y hasta por la presencia del oro en sus arroyos.
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(1) Diego de Ávila y del Monte: Memoria sobre el origen del hato de San Isidoro de Holguín, Holguín, 1926, p. 192.
(2) César García del Pino: Pedro Agustín Morell de Santa Cruz: La visita eclesiástica, La Habana, 1985, p. 87.
(3) Olga Portuondo: Nicolás Joseph de Ribera, La Habana, 1986, p. 140.
Dr. Laureano Calzadilla Anido,
Centro de Estudios sobre Cultura e Identidad, Universidad de Holguín.
El espacio geográfico que después perteneció a la jurisdicción holguinera había albergado una población de agricultores aruacos relativamente densa. El historiador Eduardo Torres Cuevas señala que esos arribaron por la región oriental de Cuba y se establecieron fundamentalmente en Banes(1).
Por su parte el arqueólogo holguinero Juan Jardines aclara que el momento de llegada más temprano, hasta ahora testificado, se consiguió en un asentamiento aruaco de la región de Holguín, Aguas Gordas, en Banes: aproximadamente hacia el 850 de Nuestra Era(2).
Los aruacos escogieron para vivir, principalmente, el sector nordeste de Maniabón, con preferencia las laderas de los cerros amesetados pertenecientes a las Alturas de Banes-Cacocúm, que es el que se corresponde en su mayor extensión con el Banes actual. Pero asimismo su presencia también fue significativa en la bahía de Gibara y sus cercanías.
El desaparecido arqueólogo camagüeyano-holguinero José Manuel Guarch descubrió uno de los tesoros arqueológicos de Cuba, el cementerio de Chorro de Maita, ubicado en el cerro de Yaguajay, una colina amesetada de 286 metros de altura y a unos 160 metros sobre el nivel del mar, junto a un manantial que surge del cerro.
La existencia de tierras fecundas y fuentes superficiales de agua eran esenciales para el establecimiento de asentamientos aruacos.
Desde la vieja Aldea: “(…) es posible apreciar un bello panorama en el que rivalizan las ondulaciones del terreno, las palmeras, umbríos bosquecillos de varías tonalidades de verdes, plantas trepadoras de flores campanuláceas, el verde seco de los prados matizados por minúsculas florecillas silvestres y el telón de fondo de un mar azul y verde jade (...)”(3).
Otro asentamiento aruaco, con características diferente al anteriormente descrito, se encontró próximo a la desembocadura del Cacoyugüin, exactamente en la loma del Catuco, Gibara. La dicha colina (o loma como es habitual que se diga por esta geografía) tiene una altura de 50 metros sobre nivel del mar y casi se integra a los altos farallones de la Sierra de Candelaria-Cupeycillo. Probablemente fue en esa aldea aborigen donde vivió la población que primero que ninguna otra entró en contacto directo con los conquistadores españoles durante la estancia de Cristóbal Colón en el lugar, durante su primer viaje.
En el Catuco gibareño no existen los amplios espacios del cerro de Yaguajay. La meseta apenas deja lugar para una aldea de regular extensión, por lo que se conjetura que utilizaban los bolsones de fértil tierra roja abiertos entre la caliza de la Sierra para hacer sus sembradíos. A propósito, el arqueólogo L.E.Tabío, citando a Sturtevant refiere: “(…) que en las zonas de calizas, la yuca era plantada en pequeñas depresiones naturales de tierras rojas de gran fertilidad donde los tubérculos crecían excepcionalmente bien (...)”(4). En el presente esa continúa siendo una práctica contemporánea.
El otro problema de los habitantes del Catuco debió ser el agua, y queda dicho porque en el lugar no se encuentra ninguna fuente de abasto. De ahí que se intuya que los habitantes iban hasta el río Cacoyuguín, que desemboca a los pies de la colina; e igual se intuye que en su tiempo el río era lo suficientemente caudaloso para que el agua salada no subiera por su cauce, como si ocurre actualmente. La otra opción serían las pocetas llenas de agua de lluvia, tan comunes en el sistema cársico de la Sierra de Candelaria-Cupeycillo.
El paisaje divisado desde la cima del Catuco es perfecto. En su base crecen, sólidos, los manglares, por entre los que se deslizan las aguas del río antes de tributarlas al mar; hacia el Nordeste queda la siempre silenciosa y espléndida bahía de bolsa de Gibara, con sus perennes e infinitas tonalidades entre el verde y el azul; y a lontananza el conjunto de cerros de Maniabón, en el cual se yergue soberana la Silla de Gibara.
Si bien la huella indígena es imperceptible en la antropología física de la población actual, si impactó fuertemente en la identidad cultural de la jurisdicción holguinera. Numerosos accidentes geográficos fueron bautizados utilizando términos aruacos, y así tenemos Báguano, Banes, Bariay, Las Biajacas, Cacocum, Cacoyugüin, Las Caobas, El Catuco, Cauto, La Cuaba, Las Cuevas, Gibara, Guabasiabo, Guajabales, Las Guázumas, Guayacán, Güirabo, Managuaco, Maniabón, Mayabe, Uñas, entre otros.
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Eduardo Torres-Cuevas: La Colonia, Ciudad de La Habana, 2001, p. 13.
Juan E. Jardines Macías: Economía, Arte y Religión en las Comunidades Agroalfareras que habitaron en la región de Holguín. En Revista de Historia, Holguín, 1988, p. 45.
José Manuel Guarch del Monte: Yaguajay Yucayeque Turey, Holguín, 1994, p. 8.
William Sturtevant: “Taino Agriculture”, en The Evolution of Horticultural Systems in Native South America. En: Ernesto E. Tabío: Arqueología agricultura aborigen antillana, La Habana, 1989, p. 69.
Dr. Laureano Calzadilla Anido,
Centro de Estudios sobre Cultura e Identidad, Universidad de Holguín.
Quienes iban o venían, si es que deseaban seguir viaje, estaban obligados a esperar días, tantos que eran semanas, hasta que el Cauto volviera a su nivel. Por ello crearon una especie de paradero o lugar de espera, donde, por la peligrosidad del entorno, se situó la imagen del Cristo de la Misericordia. De ahí que el hato o hacienda ganadera que se fundó en esa porción se bautizara como Cauto del Santísimo Cristo de la Misericordia.
Lo inhóspito de la porción norte de la llanura del Cauto, entonces inundable, pantanosa, afectada por plagas de mosquito y carente de agua potable, obstaculizó la natural continuidad de la expansión bayamesa hacia el norte.
Esta barrera dificultó el poblamiento temprano de la costa norte, donde se encontraban las Tierras Altas de Maniabón y donde existía una numerosa población aborigen. Posteriormente la dicha población fue diezmada, trayendo consigo que en los dos primeros siglos coloniales la zona donde nació Holguín estaba casi deshabitada.
Finalmente, (y otra vez por la barrera que era el río Cauto), cuando se consolida la colonización holguinera, esta zona se forjó sin influencias profundas del viejo Bayamo. Por lo que está bien decir que a ambos lados de las orillas del Cauto crecieron dos grupos humanos con características semejantes y a la vez diferentes.
El relativo aislamiento en que vivía la población en la región histórica de Holguín propició que la población se adaptara a un medio diferente al bayamés; ello determinó la sociedad, la economía y los grupos étnicos fundadores, desembocando finalmente en una lenta pero irreversiblemente formación de una identidad holguinera propia.