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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

4 de octubre de 2014

Sobre el primer (y otros primeros) médicos, dentistas, poetas y sobre una casa hermosa y de la accidental residencia en ella de un capitán español notable en la historia de Cuba



Por: César Hidalgo Torres 

Era ya 1754, o sea, dos años después que esta había recibido título de ciudad y ningún médico se había asentado en Holguín, seguro que porque esta era considerada una comarca de ninguna importancia.

Entonces en esa dicha fecha el Gobernador Político y Militar de Oriente le propone al doctor don Felipe de Monte y Malta, que residía en Santiago donde casi no tenía pacientes, que viniera a Holguín, y el doctor, que aceptó, recibió cartas de recomendación del propio Gobernador.

En el acta de la reunión del Gobierno holguinero de 18 de febrero de mil 754 se reconoce la capacidad profesional de Monte y Malta. Exactamente en los libros de actas está anotado lo siguiente: “Que en vista de las pruebas presentadas por don Felipe de Monte y Malta, lo habían por tal MEDICO quedando obligado a prestar juramento de fidelidad, legalidad y caridad, mediante el cual se le guardarán todas las honras, franquicias, mercedes, privilegios y demás excepciones que a tal profesión corresponde”.

Y es que los médicos que llegaran a la ciudad tenían que venir recomendados por el Gobernador o de lo contrario no se le podía dar permiso para que ejercieran, porque había mucho médico falso en Cuba. Pero de todas formas el recién llegado venía cargado de menjurjes y esperanzas debió resultarle muy curioso a los holguineros quienes nunca había tenido médico la ciudad, lo que los obligó y acostumbró a auto medicamentarse o a ponerse en manos de “curanderos”. Fue lo dicho lo que convirtió la labor del doctor en ardua y penosa, y al final no lo consiguió. Un día del año próximo a su llegada, el médico se marchó: aquí tampoco tenía pacientes.

Un año después llegó un segundo doctor a Holguín. Se llamaba éste don José de Ochoa. El 25 de agosto de 1755 don José de Ochoa presentó una instancia al Gobierno local, pero no venía aquella acompañada de las recomendaciones del señor Gobernador Militar y Político de Oriente, motivo por el cual la instalación profesional en Holguín del nuevo médico le demoró dos largos años. Finalmente lo logró, pero los vecinos, incluyendo a los gobernantes, siguieron atendiéndose con don Pedro Domingo Mederos, quien hacía en la comarca las tareas de médico y boticario sin tener título ni de una ni de la otra profesión.

Según las viejas crónicas Don Pedro Domingo Mederos trataba a sus pacientes a base de raíces y vegetales, y al parecer con tanta eficacia, que el Cabildo dijo palabras de gratitud el día de su muerte.

Después de estos mencionados hubo otras varias llegadas e idas de médicos a Holguín, pero no fue hasta 1816 que llegó el primero de esos profesionales que ganó una real y justa reputación: Se llamaba Juan Buch y Rodríguez y hoy casi nadie tiene noticias de él, por eso debían las autoridades o el vecindario colocar alguna placa que recuerde su nombre.

Nació el galeno en el año de 1788 en Santiago de Cuba donde estudió medicina, y una vez que se gradúa viene a residir a Holguín, donde levantó una importante clientela para desconsuelo de los muchos curanderos y empíricos de la comarca. Y aquí el santiaguero médico se casó con una muchacha hija de familia principal: María Josefa Ochoa y de la Torre.

En 1825 Buch y Rodríguez junto a José Rosalía de Ávila fundó en esta ciudad la JUNTA DE VACUNAS, luego Junta Subalterna de Sanidad para la divulgación e inoculación del virus contra la viruela (o sea, la vacuna antivariólica). Por tanto él fue el Tomás Romay de Holguín.

Con anterioridad a la fundación de la Junta de Vacunas en Holguín, los pocos vecinos que lograban perderle el miedo a la vacuna y decidían inmunizarse, tenían viajar hasta Santiago.

Era el doctor Buch y Rodríguez, como se ha visto, uno de los vecinos de mayor luz, por eso lo encontramos como uno  de los fundadores de la Diputación de la Real Sociedad Económica de Amigos del País en Holguín, hecho importantísimo que se produjo el 23 de marzo de 1830, y en 1846 el doctor es elegido Alcalde Ordinario de la jurisdicción.

Cementerio Municipal de Holguin
Al año siguiente el médico, ayudado por el vecino José María Cubero, construyó la cerca de mampostería del cementerio municipal. Este que parece de poca trascendencia en verdad que la tenía si se tiene en cuenta que la anterior era una frágil cerca de madera que al desbordarse el río la arrancaba y con su furia arrastraba las aguas los restos de los difuntos enterrados en la tierra. Para evitarlo el Dr. Buch, además de la cerca, construyó los  nichos abovedados u osarios adosados a la pared del cementerio que aún se conservan, y también fue él, con su dinero y empeño el que construye la pequeña ermita del Santo Cristo de la Misericordia que existe en el cementerio municipal y donde los dolientes encienden velas en recordación de sus difuntos.


Juan Buch y Rodríguez también ayudó a la construcción del primer hospital holguinero, el San Juan de Dios, hoy hogar de ancianos que está en el parque Martí. (El hospital fue inaugurado el 19 de marzo de 1849).

Por todo lo dicho ya merece el médico la recordación de los holguineros, pero todavía hizo algo más, igual merecedor de gratitud: su casa, que fue y sigue considerada la segunda en importancia arquitectónica del Holguín colonial.

El doctor Buch y Rodríguez vivía en la calle San Isidoro, número 52, entre Magdalena y San Pedro. Por la nomenclatura actual esa dirección queda en calle Libertad, entre Luz Caballero y Martí, frente a la tienda El Encanto. (es ese el lugar donde hoy radica la sede la UNEAC en Holguín).

Palacio Moyúa de Holguín, actualmente sede de la Asociación de Escritores y Artistas

La casa es enorme y hermosa, aunque mientras allí vivía Juan Buch y Rodríguez no era exactamente a lo que ahora conocemos, sino que entonces era de una sola planta rectangular con una extensión superficial de mil 123 metros cuadrados. En lo que se refiere a la fachada, es una de las más hermosas de Holguín, con sus arcos romanos o de medio punto con una simetría perfecta y el patio interior es amplio y magnifico.

La casa de Juan Buch, más tarde conocida como Casa Moyúa, fue fabricada primero que La Periquera y fue el ejemplar más evolucionado y más acabado de la vivienda  alto burguesa de Holguín en su época.

Como es lógico, la casa de Juan Buch y Rodríguez era visitada por médicos de la ciudad y de las zonas cercanas, y también todos los médicos que llegaban a Holguín, pero, y porque al doctor le gustaba escribir romances, iban a su casa muchos poetas. Seguro que en el hermoso patio interior eran comunes las conversaciones sobre medicina y lecturas de poesía.

Entre los visitantes comunes estaban los doctores Joquín Bautista Cañizares y Domingo Vázquez Garibaldi, este último, comandante sanitario del  ejército español y padre del luego general mambí Pedro Vázquez Hidalgo, y entre los poetas: Joaquín Rosell y Fernando Montes de Oca (este último amigo del Cucalambé).

Las primeras operaciones de catarata en Holguín fueron hechas en la casa del doctor Buch y Rodríguez y allí nació, el 4 de abril de mil 861 quien al paso del tiempo sería coronel del Ejército Libertador y jefe de la Caballería de la zona occidental: Rodolfo de Zayas y Ochoa. (Este patriota era sobrino de María Josefa Ochoa y de la Torre, esposa del doctor Buch y Rodríguez).

No dejó descendencia el médico por lo que cuando falleció el 29 de junio de mil 865, su casa y otros bienes pasaron a manos de su sobrina Concepción Oberto Zaldívar, quien estaba casada con el español procedente de Oñate, don Vicente Moyúa y Lengarán, quien llegó a ser Regidor y Alcalde de esta ciudad.

Cuando la casa pasó a propiedad de los Moyúa fue valorada en la muy importante cifra en la época de 7 415 pesos. (Tengan en cuenta que una casa en buenas condiciones en la época valía aproximadamente unos 200 pesos)

Ahora en manos de sus nuevos dueños, la mansión fue magnificada, adornada y pasó a ser escenario de grandes saraos de “repique gordo”, como entonces se decía. El más sonado de ellos ocurrió el 25 de julio de 1866 con motivo del bautizo de las mellizas Blanca Rosa y Adela Manuela Moyúa Oberto.

Cuentas las crónicas que esa fue fiesta de ambigú, besamanos, baile, atuendo de tricornio y chaquetillas rameadas y las damas con encajes de agujas, ganchillos y bolillas de manila. Pocos acontecimientos de más ringo rango hubo en Holguín que aquel bautizo de las mellizas de los Moyúa.

Ya andarían las mellizas en los primeros cinco años de su edad cuando viene a su casa y allí se hospeda el capitán Federico Capdevila, defensor de los estudiantes de medicina a quienes el gobierno español fusiló. Hay dos versiones acerca de la presencia de Capdevila en Holguín. Una, que fue el propio gobierno español el que ordenó al capitán que viniera a Holguín a prestar servicios en esta parte de la Isla. Dos: que Capdevila vino a Holguín voluntariamente  disponiendo de una licencia otorgada por sus superiores. Se dice que en Holguín vivía una hermana del capitán español.


¿Con una hermana en la jurisdicción de Holguín nunca antes de su exilio habanero el capitán Capdevila vivió en Holguín?. Parece que sí. Hay un documento que da cuenta de un hecho intrascendente: el traspaso de la propiedad de tres vacas de un vecino de Yareyal a uno de Gibara, dicho papel está firmado por el Juez Pedáneo de Yareyal, Federico Capdevila y tiene por fecha 12 de octubre de 1869.

Es cierto que después de su actuación en la defensa de los estudiantes de medicina, el capitán no podría vivir más en La Habana, por eso es de creer que si ya había servido en Holguín lo más lógico que él mismo escogiera el lugar para vivir. El tiempo que vivió aquí, no se sabe y sí que en 1887 ya estaba viviendo en Santiago de Cuba.

Amistades muchas cultivó el capitán en la casona de los Moyúa, muchas de ellas con inquietudes literarias, como Vidal Lastre Manduley, José Beamud Massa, los hermanos Manduley del Río. En Holguín, en el año 1883, Federico Capdevila fue elevado al titulo de venerable maestro de la Logia Simbólica “La Cruz número 75”.

Volviendo a la casona, todavía en 1910 aquella seguía en poder de los Moyúa, y dicen que entonces eran célebres los conciertos de arpa que ofrecía la dueña Estrella Grau Moyúa, nieta del viejo Moyúa, quien había fallecido en Holguín el 25 de septiembre de 1896.

Por iniciativa de Oscar Albanés el 4 de abril de 1930 en la casona de los Moyúa se inauguró la primera Exposición Agrícola, Comercial e Industrial de Holguín, que también lo fue arqueológica porque en un amplio pabellón de la sala central se mostró a la admiración de muchos el museo García-Feria. Esta feria sirvió para reunir fondos con qué construir la escalinata de la Loma de la Cruz.

En ese mismo año comenzaron als giras internacionales de la dueña de la casona, por lo que aquella comenzó a alquilarla para los más diversos fines. Allí hubo un cine silente que era amenizado por la Orquesta Avilés, luego una estación de policía, un bufete, una sastrería, un convento escuela, un depósito de granos y un almacén, una fonda, un hotel. Y a partir de mil 945: la tiendas de ropa “La Victoria”. Con la instauración de esa tienda la casona perdió el nombre de casa Moyúa y por muchos años fue conocida como La Victoria.

Al triunfo de la revolución en la casona de Juan Buch y Rodríguez radicó una empresa constructora. Hoy es sede de la Unión de Escritores y Artistas.

En cuanto al primer dentista que llegó a Holguín, dice el acta del Cabildo de 30 de junio de 1758, donde se le autoriza a ejercer, que se llamó aquel don Andrés de Hara. Obviamente, como era entonces, de Hara además de atender las piezas dentales también era barbero, peluqueros e, incluso, colocador de sanguijuelas.

El dentista acostumbraba a emborrachar a sus pacientes con aguardiente y extractos de hierbas y raíces antes de proceder a las extracciones dentales y en eso seguro que no se diferenciaba de los otros médicos de otras comarcas. La borrachera no era para evitar el dolor, sino para que sus “víctimas” se atontasen y no trataran de hacer resistencia cuando él halara la muela. Una resistencia podía costarle al paciente la fractura de mandíbula por ejemplo.

Esto anterior en lo que se refiere a su oficio de dentista, y seguidamente en lo que se refiere a su oficio de barbero:  De Hara tenía dos tarifas. Una, las más barata consistía en rasurar la barba a pleno sol y sentado en cualquier taburete o quicio. La otra, que era un poco más cara, consistía en rasurar la barba a la sombra. En tiempo de lluvia o de poco sol el barbero no atendía su clientela.

Andrés de Hara ejerció sus oficios de dentista, barbero y peluquero durante muchos años en Holguín.

En cuanto a boticarios solo tuvimos uno de verdad en 1803,  antes sí hubo gente en Holguín que hacía y vendía menjurges, pero un boticario graduado en la materia, no hubo hasta la llegada de don Nazario de Carvajal. Porque el boticario solo media cinco pies de estatura se ganó el apodo del pequeño Carvajal.

El Pequeño Carvajal se casó en Holguín y aquí todavía estaba cuando murió en 1811. Su viuda y sus hijos siguieron el negocio durante las primeras décadas de aquel siglo y lo hicieron, dicen, que con notable éxito.

3 de octubre de 2014

Carlos García Vélez, la historia poco conocida del hijo del Mayor General Calixto García Iñiguez.


Ofrece la Aldea una síntesis de la historia poco conocida del General independentista Carlos García Vélez, hijo del Mayor General Calixto García, a partir de la Tesis de Graduación de Ronald Sintes Guethón como Licenciado en Historia por la Universidad de Holguín.

El rexto está dividido en dos grandes bloques, uno dedicado a su vida temprana hasta el fin de la Guerra Necesaria, conteniendo información acerca de su formación profesional y posterior quehacer dentro de la vida militar, y otro que contiene su desempeño durante el período de la República Neocolonial  abordando aspectos referentes, en gran medida, a su labor diplomática y su pensamiento con respecto a hechos que tuvo la oportunidad de vivir y presenciar.

Carlos García Vélez, el hijo de Calixto.  

Carlos García Vélez en la guerra de independencia de 1895.   
Carlos García Vélez y la voladura del Rayo en el Cauto.
Carlos García Vélez en la toma de Victoria de Las Tunas.
Carlos García Vélez. Polémica en torno al sepelio de su padre Calixto García Iñiguez
Carlos García Vélez, primeros años de la República.

Carlos García Vélez, embajador de Cuba en Londres y otros sucesos acaecidos con posterioridad.

Carlos García Vélez, últimos años de su existencia.


General Carlos García Vélez, últimos años de existencia.



Por: Ronald Sintes Guethón

General Carlos García Vélez

Cuba había trascurrido por el difícil período de Gerardo Machado en el Gobierno y mientras, Carlos García Vélez había vivido en los Estados Unidos,  distante, pero manteniendo comunicación con la Secretaría de Gobernación (Cacillería). “A mí me nombró Céspedes para la Embajada en Madrid y Grau sin ceremonia me la quitó para nombrar a Coba. Después fui designado para la Embajada en Washington y Torriente se la dio a Márquez, estando yo ya casi en funciones”[1]. Finalmente retorna en 1934. El breve presidente de Cuba Carlos Mendieta le ofrece la Embajada de Cuba en México. Tan desesperada es la situación económica de su familia que Carlos acepta. Pero se suceden vertiginosamente los hombres en el sillón presidencial, y cuando son cinco personas los que dirigen el país (periodo conocido como la Pentarquía), Carlos es relevado de su puesto de Ministro de Cuba en México.

El General regresa de México y se recluye en su casa del Vedado, asqueado de toda política. Ya cumplió 82 años de su edad. La única ocupación que tiene es escribir un Diario-Memoria que se conserva en la Casa Natal de Calixto García en Holguín.

En Cuba suben al poder los Gobiernos Auténticos pero las situación es idéntica. García Vélez se aleja más de la vida política, considerando vano el intento de encauzar la República por el camino correcto. “Debe combatirse con pertinacia el desafuero de Cámaras conchabadas con los gobiernos y al  pueblo bruto que vende el voto. (…) Si el elector vende este derecho, se convierte lo mismo que el miserable que lo compra, en traidor de la Patria, ambos indignos de la ciudadanía. Desespera pensar que exista tamaña corrupción y que no se vislumbre un rayo de luz que ilumine el cerebro del cubano”[2].

Como la anterior, durante la década de los años cuarenta el General escribió otras varias opiniones, todas recogidas en su Diario-Memoria. Quien lo lee descubre el descontento y la frustración que sufrió al observar, con tristeza, como la República se hundía a causa del robo y la inmoralidad.

“¡Pueblo ingrato y corrompido!, no cesaré de pensar, con dolor del alma, en lo que harán estas generaciones crapulosas, impulsadas por la codicia de nuestra amada República.

Una frase del heroico General Enrique Loynaz del Castillo me atormenta: “Esta gente vendería la República por unos cientos de millones de pesos”[3].

Tormento absoluto de dos Generales independentistas que habían conocido a tantos hombres y mujeres que habían ofrendado su vida por la República soñada, nunca real. El 25 de noviembre de 1949 García Vélez escribió en el cuaderno donde más que letras dibujaba el ardor de alma que le carcomía: “El presidente Prío ha impuesto la candidatura de un hermano suyo para alcalde, contra la del ocupante Castellanos. El escandalito ha opacado al del empréstito de los millones, el de la causa del desfalco al Tesoro de 70 millones y el de la no detección de los pistoleros “El Colorado y compañía” que campan impunemente en la protección oficial. Hay que retrogradar a  los períodos de mayor corrupción política de algunos siglos atrás de gobiernos europeos y americanos para comparar tanta descocada inmoralidad”[4].

Nada se podía hacer, creyó García Vélez, desencantado, regresando de todos los destinos, ahora con demasiados años como para creer en el futuro. Lo único posible era dejar de creer, y parece que lo hizo. Hacia finales de sus días, se manifestó en García Vélez un pensamiento anarquista, “no pertenezco ni simpatizo con partido político alguno”[5]. Y cómo hacerlo si para entonces había escrito innumerables cartas a diversos funcionarios del Gobierno en las que hacía acusaciones o aportaba ideas pero, según sus propias palabras, nadie las leía.

Es una de aquellas cartas la fechada el 14 de Julio de 1950, en ella García Vélez critica la “errónea política de reacción anticonstitucional que el gobierno parece haber adoptado, con restricciones arbitrarias para la libre expresión de pensamiento”[6].

De que Carlos García Vélez nunca  gozó de abundante hacienda pero que aún así mantuvo siempre una actitud humilde, es prueba la carta que envió a Cosme de la Torriente durante el malentendido de la Legación de Londres con el Sr. Zendequi: “yo regresaré a mi tierra con el criollo orgullo irreductible (a los halagos de lo que se considera por tanto como una vida regalada) y trabajaré en la ciudad o en el campo  –no importa en qué oficio-  con la sencillez del guajiro que no juega ni bebe ni se ocupa de otra cosa que de criar su prole y de fomentar su finca”[7].


Y cuando llegó a la vejez tampoco tenía fortuna, lo que se prueba en su Diario-Memoria, donde escribe más de una vez sobre la preocupación que le embargaba cotidianamente: temía él que en caso de muerte no le pagaran pensión ninguna a su esposa. El 30 de noviembre de 1949, con tono de intimidad, escribe Carlos en su Diario-Memoria, que está haciendo gestiones legales que aseguren ciertas propiedades que posee, con el afán de “dejarle a Amalia y a los hijos algún dinero, no teniendo yo confianza alguna en el pago de las pensiones, pues tal es el desorden que prevalece en el manejo del fondo que cada vez disminuye rebajando las pensiones en el 35%. Toda previsión en este sentido se justifica por mi avanzada edad y la amenaza de cercano fin a juzgar por los pronósticos”[8].

Eran tales gestiones las que él deja explicadas en el Diario-Memorias:

 “Quiero que la casa de Morales Lemus y Frexes quede en posesión de mis descendientes, sin intervención extraña y nunca del Estado ni del Municipio. Es doloroso para  mí  confesar que no tengo la menor confianza en instituciones que se hallan desfalcadas por sus funcionarios, notoriamente conocidos como aprovechados ilegítimos de los bienes públicos. Para ellos no hay nada sagrado que respeten.

“(…) Cada libro que he comprado representa haberme desprendido de una cantidad respetable, dada mi pobreza, pues nunca he tenido capital sino el fruto de mi trabajo como dentista, profesor o empleado público, de sueldo insuficiente para la representación adecuada de un alto cargo diplomático en el Extranjero.

“La casa que me legó mi tía Leonor en Holguín fue edificada , si mal no recuerdo en la lectura de la Inscripción en el Registro de la Propiedad, allá por los años 30 del siglo pasado, supongo que construida para los recién casados, mis abuelos Doña Lucía Iñiguez y Don Ramón García, por los padres de mi abuela. En ella vivió en la miseria y en la miseria murió”[9].



La casa de la que habla, que fue propiedad de su abuela paterna y que su tía Leonor García Iñiguez le dejó, ubicada en la esquina de las calles Morales Lemus y Frexes (no confundir con la Clínica Frexes, que se ubicó en la esquina contraria), varias veces se la había pedido el Gobierno del municipio a Carlos durante la década de 1950, para que en ella se radicaran disimiles instituciones. En todas las ocasiones el General se negó. “Lo inaudito del caso es que habiendo tantos ricos propietarios de casas en Holguín no sean ellos los que resuelvan los problemas de los peticionarios sino que siempre acudan al más pobre, que soy yo. Es ya público y notorio que esa casa está destinada para mi vivienda y biblioteca y si no se ha reparado del mal estado que padece el edificio ha sido por no tener dinero ni crédito”[10].

Finalmente, la casa nunca se reparó y años después se derrumbó. En el solar que ocupaba nunca se ha vuelto a construir ninguna otra edificación, utilizándose en la actualidad como patio de una colindante escuela para niños pequeños.


Un mal día muere la esposa del General, siendo aquella una pérdida de la que nunca pudo recuperarse. Un hijo le atiende, pero cuando ya ha triunfado la revolución emigra. El muy anciano General queda solo y muere en La Habana, el 6 de enero de 1963.

En noviembre de 1950 el periodista R. Rodríguez Altunaga lo había entrevistado para el Periódico Alerta. Esto fue lo que escribió:

“No acostumbro a sahumar de elogios vanos a hombres encumbrados por la pujanza política o por las grandes riquezas. Pero hablo con deleite de los humildes, de los que a punta de austeridad y trabajo han  subido hasta envidiable altura. García Vélez ni goza de abundante hacienda, ni reparte congruas vergonzosas, ni me dejaría publicar estas cuartillas del momento si estuviera noticioso de ellas. Pero, cuando uno se topa, en medio de esta Cuba moral que se  derrumba por este fétido horror que se respira!, como diría el autor del “El Vértigo”, es una delicia y siente uno alivio de cansado caminante a la vera de vivas fontanas, sentarse al lado de estos grandes cubanos, monumentos solitarios de un gran imperio  moral en ruinas, para admirarlos en la reciedumbre de sus perennes ideales patrios con los que parece que van tejiendo el manto de oro en que han de envolver sus nombres venerandos para entregarlos al recuerdo agradecido de las generaciones lejanas, libres  de areítos bastardos y de pasiones inmundas”.[11]

No hemos podido precisar cómo fueron los últimos días del General, quién  se encargó de cuidar de él y si aún quedan en el país descendientes lejanos suyos.






[1] Archivo Nacional de Cuba. Donativos y Remisiones. Legajo 645. No Orden. 72

[2] Centro Información Museo Casa Natal Calixto García Iñiguez. Diario de Carlos García Vélez Pág. 24

[3] Ibídem Pág. 130

[4] Ibídem Pág. 117

[5] Archivo Nacional de Cuba. Fondo Donativos y Remisiones. Legajo: 645 No. Orden 59

[6] Ibídem

[7] Fondo Academia de la Historia. Legajo 575 No. Orden 2

[8] Centro Información Museo Casa Natal Calixto García Iñiguez. Diario Carlos García Vélez Pág. 20

[9] Ibídem. Pág. 49

[10] Ibídem Pág. 131


[11] Archivo Nacional de Cuba. Fondo Academia de la Historia. Legajo 575 No Orden. 2

Carlos García Vélez en Carteles



Revista Carteles, Año 35, Número 41. Publicada el 10 de Octubre del 1954 en La Habana, Cuba.
Tomado de: Güije.

En 1946 fue instaurado, me­diante una ley, el Día del Veterano. Pero es este año que va a celebrarse por vez primera. La festividad coincide con la conmemoración de la fe­cha patriótica del 10 de Octubre de 1868, día en que se dio el Grito de Yara.

Carteles recoge el sentir de los libertadores en su día, en el día grande de la patria. Este re­portaje quiere ser su contribución de respeto y cariño a los funda­dores.

“Estamos con el General Carlos García Vélez, junto a su silla de enfermo.

“-No puedo moverme de aquí, tengo cuatro vértebras destroza­das -nos dice de entrada el ilus­tre patriota a modo de excusa.

“-¿Qué le parece ahora la Re­pública, General? -preguntamos.

“-No me haga usted hablar, amigo. No hay República. No hay nada.

“El viejo mambí, a los 81 años de edad, es un gran desilusio­nado:

“-No creo en nada -afirma-. ­Hemos heredado todos los defec­tos de España y ninguna de sus virtudes.

“El hijo del glorioso general Ca­lixto García, toma en sus manos una caja de tabacos. Nos regala con ellos. Después, enciende uno y comienza a fumar:

“-Ustedes son jóvenes y opti­mistas -expresa en tono pater­nal-, ¿por qué no se buscan a otro libertador para entrevis­tarlo?

“-Usted es uno de los pocos generales que nos quedan -apun­tamos tímidamente.

“-Ahora -añade como si no hu­biese captado nuestras palabras- ­mi único consuelo es fumar. Y leer y escribir...

“-¿Algo para ser publicado?

“-¡No! -ataja vivamente- Na­da de eso.

“-De todas manera, general...

“-De todas maneras -interrum­pe- no hemos logrado todavía crear una patria digna. Por omi­sión, por consentimiento o por complicidad. Y no de ahora. Em­pezó la trifulca, en la guerra misma, al terminar la guerra. Los políticos depusieron a mi padre y después a Máximo Gómez, para quedarse con la República.

“-En cuanto a las elecciones, ¿qué piensa?

“-¿Qué elecciones? -pregunta a su vez el viejo libertador-. ¿Pe­ro ustedes creen en eso? -vuelve a preguntar.

“Le da una fumada a su tabaco, alza la cabeza, suelta poco a po­co el humo de la boca y habla sonriente:

“-No me explico -afirma- có­mo personas ilustradas, como us­tedes, creen en eso. Evidente­mente están tocando todavía el violón. Eso no es más que un quítate tú, para ponerme yo...

“Estapé, que ha encendido su puro, comenta:

“-¡Son muy fuertes estos ta­bacos, general!

“El glorioso anciano exclama:

“-¡Caramba, que se han vuel­to muy flojos los cubanos!

“El General García Vélez, re­husa dar consejos a sus compa­triotas:

“-Sería como predicar en el desierto -dice.

“Un comentario en torno de su residencia cambia súbitamente, el giro de la conversación.

“-La casa no es mía -aclara-. Es alquilada y no tengo propiedades. Una casa heredada de mis abuelos, en Holguín, se está derrumbando, porque no tengo di­nero para reconstruirla.

“El General ha peleado mucho más en la paz, que durante la guerra, pero a su juicio infruc­tuosamente. Fue por muchos años miembro del Servicio Exterior de la República y es aun Consejero Económico del Ministerio de Es­tado.

“-He viajado por todo el mun­do -dice- y he llegado al con­vencimiento de que no hay otro país como el nuestro sobre la tierra. ¡Ojalá nosotros fuéramos lo mismo!

“-¿Qué opina, general, del Día del Veterano?

“-Requiescat in pace- responde.

Carlos García Vélez, embajador de Cuba en Londres y otros sucesos acaecidos con posterioridad..



Por: Ronald Sintes Guethón

General Carlos García Vélez, Ministro cubano a los Estados Unidos, está conversando con el general James Allen,  Director de Señales del Ejército de aquel país,  viernes 18 junio, 1909, en la Feria del Condado de Montgomery. En la fotografía al General se le ve fumar un cigarro.

Cuando en 1912 concluye la labor del General de Brigada Carlos García Vélez al frente de la Secretaria de Gobernación (Cancillería), le otorgan la Legación de Londres y consecuente con su espíritu laborioso, instaura un nuevo horario para aprovechar al máximo las horas de trabajo en la Embajada. El mismo explicó la medida diciendo que “que desde niño me enseñaron a aprovechar la mañana y continuo la práctica que me parece tan indispensable por lo que la establezco en cualquier oficina que ocupo”.[1]


Pero tanto empeño no le gustó a los trabajadores de la embajada, acostumbrados como estaban a las irregularidades y abandonos de los que era objeto la diplomacia cubana. Entre ellos Zendequi, el secretario de la Legación, cubano de sesenta y tantos años y que llevaba muchos ocupando diversos cargos en la misma. Este hombre se negó a ocupar su puesto por estar descontento con el nuevo horario de trabajo aplicado por el Embajador y también porque era contrario a la manera de García Vélez para manejar los asuntos diplomáticos. En carta al Presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, Sr. Cosme de la Torriente, le dice Carlos sobre el individuo: “Lo quiero y respeto mucho al Sr. Zendequi y me ha dolido extraordinariamente su injustificada actitud de no querer pasar a ocupar su puesto de Secretario”[2]. Y acto seguido el Embajador anuncia la decisión que ha tomado, sin que ello asombre a nadie, sabiendo el pensamiento y la talla del hijo del General: “pienso seriamente en abandonar el Ministerio, dejando el campo libre para que Zendequi pueda legalizar su situación volviendo a ocupar su puesto”. Lo que busca es salvar al  amigo equivocado y eliminar todo obstáculo al Gobierno en una situación embarazosa, “perjudicial a los altos intereses de la República y desairada para él”[3].


Pero afortunadamente la situación se  resuelve sin más contratiempos  y Carlos permanece en Londres hasta entrados los años veinte. Sus acciones  en la Legación cubana en Londres significaron un extenso trabajo diplomático, enmarcado en la Primera Guerra Mundial, y durante la cual mantuvo al país informado oportunamente de la compleja situación que se manifestaba en Europa. Posteriormente el Embajador de Cuba en Londres fue enviado a la conferencia inter-aliada de la cual realizó informes y envió documentación a la isla para su oportuno estudio y posterior toma de decisiones diplomáticas. 


A continuación incluimos el texto de una de las cartas enviadas a Cuba por el Embajador García Vélez concerniente al Tratado de Paz de Versalles:

Legación de República de Cuba Londres, 17 de Julio de 1919

No. 83

Señor Senador:

Tengo el honor de remitir a usted adjunto un ejemplar impreso de la edición oficial inglesa, del Tratado de Paz entre los Estados Unidos de América, el Imperio Británico, Francia, Italia y el Japón y Polonia, firmado en Versalles el 28 de Junio de 1919, Treaty Series No. 8 (1919)

Me  es muy grato al propio tiempo enviar a usted, acompañado a esta nota, un texto oficial inglés, del Acuerdo celebrado por los Estados Unidos de América, Bélgica, el Imperio Británico y Francia con Alemania, relativo a la ocupación de los territorios del Rhin y firmado en Versalles el 28 de Junio de 1919, Treaty Series No. 7 (1919)

Reitero a usted el testimonio de mi más distinguida consideración.

Carlos García Vélez

Ministro.


Y a la vez que su trabajo, Carlos García Vélez aprovecha los años en Londres para estudiar y  leer cuanto libro que cae en sus manos, tanto que su biblioteca crece hasta alcanzar numerosos ejemplares. El embajador cubano en Londres alcanza reputación de hombre culto y respetable; lo que puede ser ratificada “con la opinión de algunos asistentes al banquete ofrecido a la misión cubana encabezada por el Presidente de Cuba, General Menocal en la noche del 10 de noviembre de 1921, por el Ministro del Interior, Mr. E. Short, a nombre del gobierno británico en Lancaster House, Saint James. Los grandes diarios de Londres  –el Times, Dally Telegraph, Morning Post-  al día siguiente dedicaban elogios a la misión cubana y, de modo especial, al General García Vélez que esa noche, dicen, estuvo felicísimo en los “toasts” improvisados”[4].


Esos, además, fueron años durante los cuales el General-Embajador fue tolerante con su amigo y cercano colaborador de su padre durante la guerra, Mayor General Mario García Menocal, entonces Presidente de Cuba. Pero tolerancia con los errores del presidente no quiere decir que García Vélez dejara de hacer críticas a los métodos y medidas del presidente que él consideraba equivocados; por ejemplo en carta a su amigo Cosme de la Torriente, el 15 de Agosto de 1919, dice:


“Si pudieras seguir diariamente  mis trabajos en esta Legación te darías cuenta de cuan ingrata es la labor no solo por ser ignorada por nuestro Gobierno sino porque mis amigos formarán un concepto poco ajustado a la verdad del interés que despliego en el cargo.

No me quejo; pero siento  que Cuba no saca todo el provecho de la gestión del más modesto de sus servidores en el exterior. He seguido con orgullo tu actuación en el Senado y me felicito que no todo esté podrido en Dinamarca.

(…) Y no olvides que te quiere y admira tu viejo y desilusionado amigo”[5].


Cuando Alfredo Zayas sustituye a Monocal en la Presidencia de Cuba concluye la estadía de García Vélez en la Legación en Londres. 


En un principio parecía que la situación en Cuba iba a mejorar con Zayas, García Vélez, feliz, manifestó su apoyo al nuevo presidente. Pero muy pronto el tiempo desenmascaró la retórica zayista que sostuvo una común administración que padeció de altas cuotas de corrupción.


A  mediados de 1923 la  situación  en el país se deterioró dramáticamente: el vicio del juego, especialmente la Lotería Nacional, eran fuentes de capitales mal habidos y la venta de indultos o su otorgamiento por motivos políticos a delincuentes de toda talla y  sobre todo, a criminales, era el pan de cada día. 

El 12 de Agosto de 1923 se creó el Movimiento de Veteranos y Patriotas, organización heterogénea que aglutinó diversos sectores del país. La médula de su proclama era la exigencia de la honestidad gubernativa en lo que atañe a determinados renglones de la administración pública; la vergüenza electoral y la impartición de justicia. Asimismo los Veteranos y Patriotas plantearon públicamente dos grandes preocupaciones del momento: una, de carácter político: la abolición de la reelección presidencial, que tenía profundas raíces de repulsa popular y  la otra, de carácter económico, el asunto ferrocarrilero (Ley Tarafa o Ley Ferrocarrilera), que reunía a lirios y troyanos en una misma  trinchera.  


Carlos García Vélez asumió el liderazgo del movimiento, exigiendo junto a los demás integrantes el pago de las pensiones que el Gobierno no pagaba desde hacia tiempo pretextando carecer de dinero del fondo de la Lotería y que el dinero para las pensiones debían incluirse en el Presupuesto Nacional entre los gastos fijos y no expuestos a la irregular ganancia de la timba gubernamental.  La prensa jugó su papel en el desarrollo de los acontecimientos. Refiriéndose a este asunto García Vélez escribió en su diario:


“La prensa acogió entusiasta al movimiento en sus inicios haciendo su agosto de los sensacionales cargos que le hicimos a Zayas, publicados con titulares llamativos. Y no tardó Zayas en satisfacerla. Entonces uno a uno fueron perdiendo  interés en la información de los trabajos de la Asamblea hasta que ya desligados sus intereses a los del presidente cohechador de suave y persuasiva indulgencia, como por ensalmo cesó de pronto de ejercitarse el deber periodístico informático para asumir el de crítico opositor. Ferrara desde Italia ordenó al director del  “Heraldo” que cesara de apoyar a los Veteranos y Patriotas, Baroni contestó que no podía honorablemente hacerlo y al insistir el propietario Ferrara, Baroni renunció el puesto y fundó y dirigió “El Heraldo Negro”[6]. (Toda vez que eran en rojos los titulares del otro Heraldo).


Es por entonces cuando dentro del Movimiento de los Veteranos y Patriotas se gesta un ala que aboga por la lucha armada, en la que se encuentran los estudiantes, entre ellos Mella y Villena. García Vélez no comparte esta opción: “Luché dentro  del Directorio por el mantenimiento de la protesta crítica advirtiendo que no se reforma derramando sangre y mejorando por transfusión. Mi firme actitud produjo descontento en los partidarios de procedimientos de violencia. Ese descontento lo aprovechó Zayas, quien dictó medidas de persecución judicial contra mí. Fui procesado y me sustraje de ser preso, escondiéndome en casa de fieles y abnegados amigos desde las que seguí dirigiendo el movimiento cívico”[7].


No obstante lo que él mismo dice, García Vélez se vió obligado a emigrar a los Estados Unidos para evitar la cárcel. Al llegar fue entrevistado para el periódico EL SOL, al que dijo: “He hecho cuanto he podido por evitar en Cuba una revolución, pero ha sido inútil. El Dr. Zayas, que representa un estado de corrupción no ha querido rectificar. El será pues el culpable único de cuanto ocurra. Un cambio de situación está próximo en Cuba. Terminará de una vez la situación de inmoralidad, la entronición  (Sic) del robo, el escándalo de los gobernantes y creedme: falta muy poco tiempo para esto. Los que supimos hacer patria sabremos luchar una vez más para afianzarla derrocando a los que sin saber hacerla solo tratan de perderla por la corrupción y la desvergüenza”[8].


Diez años demoró el exilio de García Vélez. Durante ese largo período de tiempo se ganó la existencia impartiendo clases de idiomas inglés y francés. Y cuando retorna a Cuba en 1934 el gobierno de Carlos Mendieta le ofrece el  nombramiento de Embajador de Cuba en México. Carlos duda pero la precariedad económica por la que atraviesa la familia hace sus cercanos le imploren para que él acepte. “Tuve que aceptar la de México porque Carmita y Calixto y Carlos me lo pidieron. Aún no he podido ir a tomar posesión del cargo por dificultades pecuniarias después de tantos años sin tener un sueldo fijo. Hoy me considero afortunado de haber aceptado pues los retiros han quedado suspensos hasta nueva orden y la familia hubiera quedado en la miseria”[9]. En México se mantiene aún cuando suceden hechos relevantes en el Gobierno de Cuba. El General Batista es el hombre que manda en Cuba y hasta México llega su fuerza: el embajador debe apoyar la estricta vigilancia que agentes al servicio de Batista hacen a cubanos residentes. García Vélez se niega rotundamente y desde la cancillería le avisan que ha sido rebajado del cargo y nombrado asesor técnico. El regresa a Cuba y se retira de la vida pública.









[1] Archivo Nacional de Cuba. Fondo Academia de la Historia. Legajo: 575 No. Orden 2

[2] Ídem

[3] Ídem

[4] Ídem

[5] Ídem

[6] Centro Información Museo Casa Natal Calixto García Iñiguez. Diario Carlos García Vélez Pág 23

[7] Ídem

[8] Archivo Nacional de Cuba. Fondo Donativos y Remisiones. Legajo 645 No. Orden 59


[9] Ibídem Pág. 130

México y Cuba: los inicios de una relación, General Carlos García Vélez.


Jaime Ortega Reyna 
Facultad de Filosofía y Letras–UNAM 
Tomado de Latinoamérica. Revista de estudios Latinoamericanos no.49 México jul./dic. 2009

General Carlos García Vélez.
En el presente trabajo se aborda de forma sintética la presencia del general cubano Carlos García Vélez primer  representante diplomático de Cuba en México (1902-1906). El trabajo se divide en dos apartados, el primero de ellos expone datos significativos y una interpretación sobre el personaje en cuestión, resaltando sus vínculos familiares, su trayectoria política e intelectual; y una segunda donde se observa el periodo que fungió como representante diplomático, destacando su mirada crítica de la realidad mexicana. 



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