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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

24 de septiembre de 2014

Los Chapman en Gibara

Con información de Enrique Doimeadios (Historiador del municipio Gibara).

 
En el enlace anterior puede oír al historiador de Gibara, Enrique Doimeadios contando la apasionante historia de los Chapman de Gibara

Es esta la historia de una de las más antiguas familias establecidas en Gibara: Los Chapman.

Cuando construye la batería para la defensa del puerto y funda Gibara, el Teniente Gobernador de Holguín don Francisco de Zayas consigue permiso para que se asienten en la comarca un grupo de ingleses que traerían el capital que se necesitaba. Entre los primeros en llegar está Samuel José Chapman, quien viajó a Gibara desde las Islas Bermudas en alguna fecha anterior y cercana a 1820.

Samuel José era casado con Maria Ana Payl. De los hijos que procrearon, sólo dos alcanzaron la mayoría de edad y tuvieron  descendencia, Ana Isabel y Samuel Chapman Payl. El resto de su descendencia fue diezmada por una epidemia de cólera que atacó la hacienda familiar llamada Columbia, cercana a Candelaria.

Ana Isabel Chapman Payl, hija de Samuell José y de su esposa, emparentó mediante lazos matrimoniales con la familia Cardet, establecida en Cantimplora. Ella y su esposo tuvieron tres hijas, las tres, según la legislación española, llevaron el apellido Cardet Chapman. 

Las tres Cardet Chapman contrajeron matrimonio con ciudadanos ingleses y fueron a vivir, una a Honolulu,  en las Islas Hawai, otra a Inglaterra y la tercera a Malabar en la lejana India, que en aquellos tiempos era colonia de la Gran Bretaña.

Samuel Chapman Payl por su parte contrajo matrimonio con Ana Bernardines, también súbdita inglesa que residía en las inmediaciones de Gibara. Como dato curioso puede destacarse que el hijo varón del acaudalado Samuel Chapman no aportó al matrimonio cosa alguna, mientras que su esposa hizo un aporte de quince mil pesos.

Con los quince mil que aportó su esposa y seguro con lo que posteriormente heredó de su padre, Samuel Chapman hijo, como mismo otras varias familias de origen anglosajón, adquirió propiedades en Candelaria, quizás porque eran las de esa hacienda las tierras más fértiles entre las cercanas a Gibara.

En la década de 1840 eran dueño de 700 pesos de posesión en terrenos de Columbia dentro de la hacienda de Candelaria, y también de 750 pesos de posesión en la propiedad que entonces se denominaba" San José" y que actualmente se conoce como “El Vapor”, situadas en la misma hacienda. Estas tierras se la compraron a otra acaudalada familia anglófona, los Driggs. 

Y además de la tierra, Samuel Chapman hijo poseía cierto número de esclavos que realizaban labores en sus propiedades. 

En el primer lustro de la década de 1850 Samuel Chapman Payl compró el ingenio Santa Maria a la familia Clark, poseyendo entonces, además de las tierras mencionadas, otras muchas en las haciendas de Candelaria y Arroyo Blanco, e incluso, en las lomas de Cupeycillos. Y a la vez era dueño de varias casas en Gibara.

De esos años se cuenta una curiosa anécdota: se dice que cierta noche Samuell Chapman Payl había salido de Gibara para Columbia y quiso detenerse durante un rato en el Ingenio Santa Maria. Allí una pareja de soldados españoles que hacía ronda, le dio la voz de alto. Se dice que el diálogo que se produjo fue así:
GUARDIA:      ¡Alto...quién vive?
SAMUELL:      Samuell Chapman Payl
GUARDIA:      Acérquese. ¿De dónde viene y para dónde va?
SAMUELL:      Vengo de mi casa, estoy en mi casa y voy para mi casa.
GUARDIA:      ¿Qué quiere usted  decir?, ¿Cómo se explica tal cosa?
SAMUELL:      Muy sencillo: vengo de mi casa de Gibara, estoy en mi casa de Santa María, y voy para mi casa de Columbia. Desde Gibara hasta Candelaria todo es mío.
Cierta o no, esta anécdota aún la repiten con alguna frecuencia los viejos campesinos de la zona.

En 1864 el ingenio Santa María tenía una dotación de 64 esclavos y producía más de 250 bocoyes de azúcar mascabado. (Cada bocoy equivalía a 1 200 libras, por lo que producción de una zafra del Santa María era de unas 300 000 libras de azúcar, además de la miel de purga que producía).

Además de todo lo dicho, los Chapman construyeron un muelle fluvial sobre el río Cacoyugüín para, en barcazas, embarcar el azúcar y las mieles del ingenio y llevarlas hasta el cercano puerto de Gibara. El tal dicho muelles estaba ubicado en la orilla sur del río, exactamente frente al lugar que hoy se conoce como Embarcadero y como parada deCupeycillos. Unos cien metros de la orilla norte del río los Chapman establecieron el cementerio de los esclavos del ingenio Santa María.

Samuel Chapman Payl formalizó testamento ante el notario con casa en Gibara, Carlos de Aguilera. A los únicos cuatro hijos que logró gozar dejó Chapman todos sus bienes, así quedó la repartición. A su hijo Samuel dejó un tercio de la fortuna que poseía. Este tercio incluía el Ingenio Santa Maria; a su hijo Guillermo Enrique legó un quinto de sus propiedades, tomadas estas de la hacienda Columbia; y a sus hijas Augusta Isabel y Maria Ana les dejó el resto de sus propiedades. Dice en el testamento de Samuel Chapman Payl que le dejaba las haciendas a sus varones para no desmembrarlas, y pidió que en caso de morir su cuerpo fuera enterrado en su hacienda de Columbia, junto a los restos de su difunta esposa Ana Bernardines, quien, siguiendo una antigua costumbre inglesa, fue sepultada en Columbia.

Pero después que hizo testamento demoró varios años en morir Samuel Chapman Payl, durante ese tiempo cuidó con esmero su hacienda de Columbia, que, por lo que se ve, era su preferida, quizás porque era el lugar de descanso de su esposa y de los tres hijos suyos que murieron jóvenes. En Columbia, donde después de tantas muertes, montó Samuel un pequeño ingenio, estaba su casona amplia y de dos pisos, el primero de ellos construido de mampostería y el segundo de maderas preciosas.

Recuerdan las viejas crónicas que la planta baja de este edificio era utilizada como almacén, dependencia de servicio y habitaciones para los esclavos domésticos, mientras que en la alta estaban las habitaciones de la familia del dueño y la sala de estar, donde Samuel recibía con frecuencia a distintos invitados.

Al comenzar la primera guerra de independencia de Cuba en 1868, Samuel Chapman Payl fortificó su hacienda, construyendo un tambor aspillerado adjunto a la pared frontal de la Casona y varios fortines en puntos elevados para proteger los campos circundantes. Sin embargo, antes que terminara la guerra Samuel Chapman Payl se marchó a Bermudas donde murió el 28 de agosto de 1883, para esta fecha también había fallecido su hijo Samuell Chapman Bernardines, quien fue sepultado en Columbia.

Estas desgracias anteriormente narradas y otras circunstancias familiares hicieron que la mayor parte de las propiedades gibareñas de los Chapman pasaran a manos de Guillermo Enrique Chapman Bernardines, el segundo y casi universal heredero de Samuel Chapman Payl.

Guillermo Enrique Chapman Bernardines nació en Candelaria, próximo al puerto de Gibara, el 15 de julio de 1833, y poco después fue bautizado en la iglesia parroquial de San Fulgencio, no obstante lo anterior, figuró siempre como súbdito inglés.

Fue este un personaje curioso. Sus dos primeros hijos los tuvo con Luisa Driggs, esclava de Samuell Driggs. Se cuenta que Luisa era una morena criolla de gran hermosura, mientras que Guillermo Enrique tenía 22 años de su edad. Al primero de los hijos le pusieron por nombre José Encarnación pero le llamaron todos, siempre, Yay.

Yay nació el 24 de julio de 1855 y fue bautizado en la Parroquia de San Fulgencio de Gibara. Posteriormente Guillermo Enrique y Luisa tuvieron una hija, a la que llamaron Cornelia de la Caridad, aunque siempre le dijeron Edilia.

Otra característica que singulariza a Guillermo Enrique es que sirvió frecuentemente como padrino de hijos de esclavos, tal como se prueba al revisar los protocolos de la notaría gibareña y los libros parroquiales, y como repiten incansablemente los ya nonagenarios descendientes mestizos de este Chapman Bernardines que ya es un mito de la comarca.

A la vez que se comportaba como celoso amante de la esclava madre de sus hijos, esclava que los dueños se negaron a comprarle hasta que Guillermo Enrique la robó para más tarde ponerle casa en Gibara y abandonarla, éste fue celoso guardián de los dos ingenios que quedaron en sus manos, luchando siempre por mantenerlos funcionando mientras le fue posible.



En 1883 una comisión de la Junta Directiva creada para la construcción del ferrocarril de Gibara y Holguín visitó a Guillermo Enrique en la casona del ingenio Santa María con el fin de que el terrateniente donara, gratis, una faja de sus terrenos para que se pusiera allí el camino de hierro por donde cruzaría el tren, faja, le dijeron, que solamente tenía que ser de veinte metros de ancho.

- Señor, -dijo Guillermo Enrique-, aunque yo prácticamente no haré uso del ferrocarril, porque tengo mi propio embarcadero y trenes de carretas; estoy dispuesto a ceder esa franja; pero con una condición.
- ¿Cuál es esa condición?, le preguntaron.
- Que en ningún momento las vías han de cruzar los bateyes de mis ingenios, podrán pasar cerca, sí, incluso, permitiré que atraviesen mis terrenos, pero no que crucen por los bateyes de los ingenios.
- Aceptado Mister Chapman, es usted el dueño y ese es su derecho.
- Gracias señor y ahora deseo expresarle que estoy dispuesto a adquirir mil pesos en acciones de la empresa ferroviaria, si ustedes no tienen inconveniente en ello.
- Por supuesto que no lo tendremos inconveniente alguno sino todo lo contrario, se lo agradecemos. Cuando usted lo desee puede pasar por nuestras oficinas para suscribir las acciones.

Pero no obstante el celo de Guillermo Enrique en proteger sus ingenios, aquellas pequeñas fábricas de azúcar no tenían futuro en la década de 1880. Para el Columbia y el Santa María, la desaparición de la esclavitud fue un golpe demoledor, aunque no definitivo y, luego, fue el inicio de la guerra independentista de 1895 que destruyó el Columbia, aquella propiedad que todos los Chapman habían cuidado con tanto esmero.

Después del fin agónico y lento del ingenio Columbia, su dueño se refugió en el pueblo de Gibara, era entonces un anciano que alegraba  sus días ayudando a Modesta Edilberta a dar los primeros pasos. (Esta fue su tercera y última hija, que le nació en 1894 de la relación consensual que mantenía con Socorro González, una elegante y joven mestiza).

Por cierto, ahora que llegamos al final, Modesta Chapman González fue muy conocida por los gibareños que rebasan la media centuria. Durante años ella se dedicó a préstamos hipotecarios y llegó a vivir hasta  la década de 1970.

A sus tres hijos mulatos legó el padre lo que quedaba de la fortuna de los Chapman y luego murió tranquila y muy silenciosamente en el año 1912. A petición de Guillermo Enrique, su cadáver fue inhumado, en la hacienda de Columbia, en una de las dos tumbas que aún pueden verse  a la entrada de aquella finca junto al camino que va desde Cantimplora hasta Velasco. Lamentablemente ambas tumbas han sido violentadas por buscadores de hipotéticos tesoros, que en sus sueños de obtener riquezas no han respetado la paz que merecen los sepulcros.

En 1932 Gerardo Castellanos  estuvo en Gibara y en sus campos aledaños obteniendo la información con que escribió el interesante y voluminoso libro “Hacia Gibara”. En él narra los pormenores de la visita que hizo a la hacienda Columbia. Del mulato José Encarnación, el hijo de Guillermo Enrique y su mujer esclava, dice Castellanos que para esa fecha, a pesar de tener una avanzada edad, gobernaba con aplomo la hacienda que le legaran sus antepasados ingleses, que había pasado a ser, fundamentalmente, una finca ganadera, y dice, un dejo de nostalgia, que entonces, la otrora fabulosa fortuna e los Chapman estaba en franca declinación.

De los Chapman quedan hoy en Gibara, la casona señorial del ingenio Santa Maria, los restos de la Casona de la Hacienda Columbia y sobre todo un apellido que llevan muchas personas. Apellido que tiene dos vertientes: una que es mayoritaria, constituida por los descendientes de los esclavos que sirvieron a la familia; y otra, de muy escasos miembros, compuesta por los descendientes de Guillermo Enrique. Y quedan, además, un sinnúmero de anécdotas curiosas que la tradición oral ha atesorado y un mundo que seguramente serán los arqueólogos quienes lo descubran cuando realicen un trabajo sistemático de búsqueda en los sitios del cementerio de los esclavos y del barracón del ingenio Santa Maria; este ultimo, el único de planta cuadrada de que hasta el momento se tienen noticias en nuestra provincia.

Joaquín Navarro y Palomares, un hombre de Antilla que cotidianamente se nos olvida



Por: Julio Labrada Enoa (Historiador del Municipio ANTILLA).


Durante los difíciles años que median entre una y otra guerra de independencia en Cuba nace en Baracoa, el 14 de noviembre de 1890, quien será fiel defensor de la fundación del pueblo de Antilla, a la vera de la bahía de Nipe: Joaquín Ramón Serapio Navarro Palomares. Un año después de venir al mundo lo inscribieron en los registros de San Juan de Mata, Moa, en el libro 3 del folio 24 y partida 402. Eran sus padres Joaquín Navarro Estrella, hombre honesto y laborioso que dedicó la mayor parte de su vida a obtener los mejores frutos de la tierra y la ilustre capitana mambisa Luz Palomares García.

Muy poco se conoce de los primeros años de vida de Joaquín Navarro y Palomares, pero se infiere que creció oyendo la historia de los libertadores de Cuba, entre ellos su madre. Y cuando ya es un joven estudia periodismo, presumiblemente en Santiago de Cuba. 

Su tiempo de estudiante coincide con la fundación del pueblo que por siglos todos habían querido fundar a las orillas frondosas de la bahía de Nipe. En las primeras páginas del libro sobre la historia de Antilla que años después escribió, dice Navarro Palomares: “Yo conocí ese pueblo cuando solo tenía cinco casas de block y cemento y algunas muy contadas de madera y zinc”[1]. O sea que más que libro de historia, el que escribió es un texto con las  memorias de un hermoso lugar que transitó de barrio de Holguín a principalísimo emporio económico gracias, entre muchos que hoy solo son ausentes y desconocidos personajes, a navarro y Palomares, amantísimo forastero de aquellas tierras costeñas con sus limpias y sobrecogedoras aguas en la enorme bahía nipeña. 



Era la Antilla que conoció y de la que dejó constancia por escrito, un lugar naciente adonde iban y regresaban unos  hombres hechos para el trabajo que levantaban edificaciones y abrían calles entre los pantanos, que  construían muelles y el puerto, la estación de ferrocarriles y otras obras de importancia para la vida de los habitantes del barrio.

Ya en 1915 Navarro y Palomares se asienta definitivamente en la avenida Cuba, frente a loma alta (actualmente frente al tanque del acueducto que abastece a Antilla). Y en ese mismo año, el 20 de mayo, saca a la luz el tercer órgano de publicidad que tuvo el pueblo, este con el nombre de “Letras Antillanas”. Las letras se editó en formato de revista durante los tres primeros meses, después, cuando en 1925 se convierte en periódico cambia de nombre. Era ahora “La Defensa”, su propietario que también lo era de los talleres Letras Antillanas, lo era Joaquín Navarro y Palomares. 

A la vez, y en medio de sus labores editoriales, nace en 1916 en Antilla “La Juventud Patriótica”, institución organizada para el progreso y civilización de la República y específicamente para el Término. “Juventud” se instala en la misma sede de los Veteranos de la Independencia, en la casa número 18 de la calle “Los Cocos”, hoy calle Calixto García. Fue el presidente de los Veteranos el coronel Armando de Feria Guerrero y el de la Juventud Patriótica el hijo de la capitana mambisa Luz Palomares, Joaquín Navarro y Palomares.

En marzo de 1917, Navarro y Palomares se casó en el batey del central Preston, en Mayarí, con Rosa Navarro Borges, joven de solo 21 años, pero que desde entonces era una mujer plena de virtudes e iniciativas y quien  acompaña al esposo en la realización de actividades a favor del progreso de Antilla. La labor de Rosa Navarro Borges destaca en la construcción de la iglesia católica del pueblo, y asimismo en su colaboración en el orden cultural con la Asociación Pro-Arte y Cultura anexa al Unión Club de aquella villa.

Los Navarro y Navarro fueron ocho, tres hembras y cinco varones, nombrados: Maximiliano Joaquín, Rositica, Alfredo, Arístides y Enrique (estos ya fallecidos), Adonis (que vive en Antilla) y Ligia y Alicia (que viven en los Estados Unidos).

Cuando se organiza la Asociación de Prensa en el barrio de Antilla esta queda compuesta por José Larralde, José Duharte, Nemesio Carcacés, y como Presidente, Joaquín Navarro y Palomares. Con el transcurso de los años Navarro y Palomares se convierte en el decano de los periodistas del territorio, teniendo un historial limpio y de civismo probado en defensa de los intereses de la localidad.

Desde que comenzó a tomar forma la idea de separar a Antilla de Holguín para que ya no fuera un barrio más, sino un municipio se administrase por si misma, Navarro y Palomares fue de los defensores del proyecto. Primero en la revista letras Antillanas y después en el periódico La Defensa desplegó una frondosa campaña en forma de  editoriales, arengas y otros trabajos en pro del municipio Antilla.

El domingo 15 de abril de 1923 quedó constituida definitivamente la Comisión Pro-Ayuntamiento la cual estuvo presidida por Antonio Lingoya Romani, como tesorero Manuel Guach y entre los vocales Joaquín Navarro y Palomares. De esta comisión se escogieron a varios integrantes, Navarro entre ellos, para que viajaran a La Habana a presentar y discutir el proyecto ante las máximas autoridades del país.

Y cuando en 21 de enero de 1925 Antilla fue aceptada como Municipio, Navarro y Palomares formó parte de la directiva con el cargo de secretario para la organización y la construcción del Paseo Estrada Palma, que actualmente se llama José Martí.

Paralelo a la fundación del municipio se constituyó el Distrito Escolar, Navarro y Palomares se integro la Junta de Educación ocupando la responsabilidad de Secretario por muchos años. 


Fiel colaborador como era del colegio privado Minerva, siempre respondió al llamado que se le hacía para organizar fiestas y homenajes en fechas conmemorativas de personalidades y acontecimientos patrióticos. Cuando el colegio Minerva cerró sus aulas Navarro prosiguió impulsando desde las columnas de sus periódicos la imperiosa necesidad de dotar al territorio de escuelas públicas y tal parece que su voz se escuchó, pues llegaron a Antilla jóvenes maestras que desarrollaron una fecunda labor en muy poco tiempo.

Navarro y Palomares fue fundador y formó parte de la Sociedad de Instrucción y Recreo Unión Club y en el año 1939 fue nombrado su Presidente. El Unión Club, junto a la  Agrupación Progresista de Arte y Cultura, y con la colaboraciones de los notables Juvenal Barocela, Julio Martínez y Francisco Plá organizaron la institución Grupo Literario y de Declamación, que participaba en veladas, charlas y otras actividades.

Asimismo Navarro fue fundador en el año 1935 del “Rotary Club de Antilla” y en 1941 formó parte de la directiva de esta corporación internacional ocupando la responsabilidad de Secretario. Igual fue parte de la Logia Masónica y sintió siempre hondamente la predica y sentimiento del apóstol José Martí.

Junto a Pascasio Díaz del Gallego, Navarro tuvo la excelente idea de investigar, escribir y después imprimir la que se titula: Historia de Nipe, Antilla, Oriente. El primer  volumen vio la luz en octubre de 1939 y el segundo en febrero de 1941. La obra, impresa en los talleres del periódico La Defensa, en papel satinado, cuenta con una hermosa portada de vivísimos colores donde se observan  vistas panorámicas de Antilla. El dibujo fue realizado por el pintor de origen ecuatoriano José Heredia Serrano. Interesantes detalles históricos encuentra el lector de la Historia de Nipe, entre ellos los relacionados con la  aparición de la imagen de la Virgen de la Caridad en la Bahía de Nipe y también pasajes de las guerras de independencia y, obviamente, del surgimiento del barrio Punta de Corojal y de su lucha por convertirse en municipio, igual en el texto aparecen datos sobre los barrios rurales del Término de Antilla, un gran número de fotografías de vecinos conocidos e ilustres, sus biografías, crónicas sobre hechos y acontecimientos acaecidos en el pueblo y sus lugares adyacentes, poemas de poetas locales y otros abundantes materiales que demuestran fehacientemente la pasión de su autor por el pueblo antillano.

Tras su jubilación del cargo de Secretario de la Junta de Educación, que por tantos años desempeñó con amor y acierto, Navarro y Palomares se fue a vivir a Santiago de Cuba, donde poco después enferma. Su muerte se produjo debido a una cirrosis hepática el 12 de noviembre de 1961, había cumplido 69 años de su edad. Posteriormente sus restos mortales fueron trasladados al cementerio del municipio Antilla.

La ilustre educadora antillana Ana Abril, que entonces había ido a vivir a otra localidad, escribió cuando tuvo en sus manos la Historia escrita por navarro y Palomares: “Gracias a su meritoria labor tengo hoy un libro donde refrescar la memoria, y por un fenómeno de autogestión, me parece percibir las sales marinas de las cuales está saturado aquel ambiente”.



[1] Navarro Palomares, Joaquín. Historia de Nipe, Antilla, Oriente, Volumen II octubre de 1941, página 94.

23 de septiembre de 2014

Legna, la reina del siglo



Con información tomada de Calixto González Betancourt.

Legna Verdecia nació en Manzanillo pero cuando tenía un año vino con su familia a residir a Holguín. Con trece años de su edad era una niña con una sonrisa pícara y tímida a la vez, y decimos esa porque es una edad en la que se tienen todas las metas del mundo.

Cuando Legna tenía 13 años llegó a su Secundaria Básica un grupo de técnicos con el fin de captar niñas, pero ella tenía dudas; es que nunca había pensado en el judo. Fue una amiga quien la convenció: “Nos anotamos y si no nos gusta no vamos más”. Ambas fueron al área especial del profesor Alberto Rodríguez. Después de la primera clase a la amiga no le gustó, pero Legna se quedó quieta, mirando lo que pasaba en el tatami. Y de pronto la niña, sin perder su tipo especial de sonrisa, fue escogida para competir en los Juegos Nacionales Escolares. Cuando volvió, era campeona y en la ciudad la seleccionaron la mejor deportista escolar del año 1987. Para entonces había cumplido 14 años.

Poco fue el tiempo que Legna Verdecia permaneció en la Escuela de Iniciación Deportiva Escolar, (EIDE) Pedro Díaz Coello, en Holguín. Es que por sus resultados ganó el derecho de ir a una Escuela de Superación nacional (ESPA), pero también fue corto el tiempo allí: la llamaron a la Preselección Nacional.

En 1988 Legna Verdecia llegó al aeropuerto internacional de Caracas. Ningún periodista se fijó en aquella niña que acababa de cumplir 15 años, todavía sin celebrarlos, porque estaba en los entrenamientos para el Torneo Centroamericano. De Caracas la niña partió rumbo a Buenos Aires, y ahora sí hubo algún fotógrafo que intentó retratarla, porque la desconocida dejaba Venezuela con el título de subcampeona continental muy bien ganado.

En Buenos Aires, donde no tuvo tiempo de ir a uno de esos bares que se ven en las películas viejas  y donde invariablemente hay un tocador de bandoneón, Legna resultó campeona, y ya no era cosa de muchachos, porque  este torneo era el Panamericano para adultos. Los periódicos dijeron que acababa de nacer una nueva estrella del judo latinoamericano a pesar que la niña seguía teniendo 15 años.
Y parecía que 1988 se negaba a marcharse de la vida de Legna Verdecia que vivía, radiante: había ganado siete medallas, de ellas tres de oro, y entonces la seleccionaron entre los 10 deportistas más destacados de la provincia, y eso la emocionó pero ella soñaba con más, por eso, sin confesarlo, se dedicó a esperar el año siguiente.

1989 fue otro gran año para Legna Verdecia: seis medallas de oro y una de plata. Ya entonces era imbatible en Cuba, esto es, que no había una judoca mejor que ella, o por lo menos, que pudiera ganarle una pelea. Y entonces se realizó el Campeonato Mundial para mayores. Sus entrenadores la consultaron: ¿se atrevía?. Allí estarían las grandes del orbe y la todavía niña nada más llegaba a los 16 años.

En el aeropuerto de Belgrado la prensa corría detrás de las campeonas mundiales. Legna, arrinconada, mirando a las campeonas descubrió una envidia azul que le saltaba en el estómago... pero era muy difícil destronarlas, pero no imposible. Ella estaba dispuesta a pelear. 

Cuando finalizó el Campeonato Mundial la holguinera se ubicó en el quinto puesto del mundo, aunque pudo estar más cerca del primero pero los jueces fueron muy severos con la jovencita. Sus entrenadores le dijeron que jamás olvidara Belgadro, una ciudad a la que llegó siendo nadie y antes del regreso apareció en todos los diarios del mundo  retratada al lado de sus ídolos.

En enero de 1990 se celebró la Copa Liberación de Bulgaria. Legna fue a competir. Ella ha dicho que al ir llegando solamente pensaba que de Bulgaria había venido el nombre para el hotel Pernik. Terminó el campeonato con oro y la distinción de mejor competidora.

Y cuatro meses después, en abril vendría la gran oportunidad para la muchacha: La llevaron a Dijon, Francia, para lidiar en el campeonato Mundial Juvenil. 

El 2 de abril llegó el cable a Holguín y electrizó a todos, incluso, hubo quienes lo leyeron dos o tres veces por miedo a equivocarse, pero era firme lo que decía: la jovencita judoca holguinera de 17 años acababa de ganar la corona del mundo en los 48 kilos. (Aquella era la máxima proeza de una deportista holguinera en arenas internacionales).

En el apartamento del reparto “Alex Urquiola” donde viven los padres de Legna: Migdalia y Francisco, estaban desesperados por tantas emociones. Durante esos días en su casa solo se oía radio Reloj, por si decían otra noticia.

Es que Legna tendría que discutirle el oro a la polaca Rezena Strzakowska, con quien había perdido en tres ocasiones anteriores. La pelea comenzó muy reñida, pero Legna, obviamente que ella quería ganar, pero es que la polaca es una gran judoca. A eso súmesele que la holguinera nada más tenía 17 años y Rezena 25. Y de pronto Legna oyó cuando oyó que su entrenador Ronaldo Veitía, confiado, le gritó: “Arriba que eso es tuyo”, entonces  nada la detuvo hasta el ansiado título.

Cuando llegó a Holguín le entregaron el galardón que era suyo sin discusión, y que la convertía en la MEJOR DEPORTISTA DEL AÑO 1990 en la provincia.

1991: Se celebran los Juegos Panamericanos en Cuba. El judo compitió en la ciudad de Santiago. La madre de Legna  asistió a la pelea y estaba llorando como una niña desde que su hija salió al tatami. Legna ganó oro y le regaló la medalla a Migdalia, la madre. Migdalia, en reciprocidad, le preparó un plato repleto de la comida preferida de la hija, pero ella solo pudo comer unas pocas cucharadas porque dentro de dos meses tendría ir a Barcelona, al Campeonato Mundial de adultos donde la esperaban, por ser la campeona mundial juvenil.

Miles de veces la madre de la campeona le aconsejó a su hija de 17 años que se cuidara de un mal golpe cuando peleara con una de esas mujeres grandísimas que son campeonas del mundo en judo. En Barcelona, Legna se tituló tercera del orbe.

El balance de 1991 para Legna Verdecia cerró así: siete medallas de oro, dos de plata y una de bronce. Otra vez estuvo entre el grupo de deportistas del año en Holguín, donde la familia la esperaba, pero ella casi no pudo venir de visita porque el siguiente se celebrarían los Juegos Olímpicos de Barcelona y antes el torneo Panamericano en Canadá. Legna fue bronce y tercera del mundo en Canadá, lo que le abrió las puertas de Barcelona.

Barcelona es la ciudad más hermosa de España, lo ha sido desde hace siglos y ella casi no pudo mirarla porque la prensa no la dejaba un minuto. Pero Barcelona fue un fracaso para la judoca holguinera, Monserrat Caballé la venció cuando quiso cantar como ella y también perdió en su primer combate.
Silenciosa, incluso, hosca, regresó Legna de Barcelona, aunque asistió a todos los homenajes que se le hicieron a su amiga y coterránea Odalys Revé, que consiguió el máximo titulo del mundo: campeona olimpica en Barcelona 1992. (Ahora Odalys conseguía lo que antes Legna, ser la protagonista del más relevante hecho de una deportista holguinera en eventos internacionales).

“Más que amigas, nos llevamos como hermanas, dijo Odalys Revé: juntas entramos en el “Cerro Pelado”, (que es el centro de entrenamiento de las preselecciones nacionales). Legna ha dicho que entre ella y Odalys no hay secretos. Odalys ha dicho que Legna es muy comilona, que le gusta tanto el chocolate que se pasa con frecuencia de peso, y que eso discuten. Legna dice que Odalys generalmente exagera. 

Legna perdió en Barcelona por penalización ante la argentina Claudia Marini, quien perdió con su próxima rival. En ese momento, Odalys Revé no estaba cerca de Legna porque participaba en una conferencia de prensa. “A mi me tiraban fotografías y en eso alguien me pasa un papelito diciéndome aquello (contó Odalys Revé). Me puse a llorar y así salí en casi todas las fotografías”. 

Legna contó al periodista del periódico Ahora, Calixto González que “estaba ganando, solo quedaban 20 segundos de combate y cometí un error increíble, no cumplí la orientación de mi preparador, fue un error táctico casi al final del pleito, fallé en un intento de proyección, el árbitro me penalizó y mi contendiente se fue arriba”.
Entonces llegó 1993, que fue el año de estabilización de Legna después de perder en Barcelona. El Campeonato Nacional de su deporte se celebró en Holguín. Ella iba a pie de la casa a la competición. Durante el campeonato el principal entrenador del judo femenino, Ronaldo Veitía, hizo declaraciones que tranquilizaron a los seguidores de Legna: “Legna, si no ocurre un imprevisto debe llegar  las Olimpiadas de Atlanta, entonces ella tendrá 24 años.”

En 1993, la holguinera va al Mundial de Judo que se celebró en Canadá, una a una venció a sus cinco contrincantes que le presentaron, todas ganadoras de buenos lugares en Barcelona y regresó a Holguín con el título de nueva reina del orbe en los 52 kilogramos. Por cierto, una de aquellas cinco judocas a las que Legna venció en Canadá era  Almudena Muñoz, Campeona Olimpica de Barcelona y campeona del campeonato de Europa.

Antes Almudena Muñoz había vencido a Legna Verdecia en el mundial juvenil del 89 por decisión de los jueces, pero el  entrenador de la cubana no estuvo de acuerdo y protestó, sin embargo los organizadores no aceptaron la protesta.

Todos los cronistas deportivos coinciden al decir que a partir de 1993 comenzó la segunda época de Lenga verdecia. En ese año, con 21 años, fue declarada la mejor deportista cubana, (la primera holguinera que lo consigue). 

Antes de llegar a los Juegos Olimpicos de Atlanta-1996 Legna Verdecia consiguió Oro en los Juegos Panamericanos de Mar del Plata-1995 y en ese mismo año bronce en el Campeonato del Mundo celebrado en Shiba, Japón.

Y finalmente otra oportunidad Olimpica. La holguinera de 24 años venció a las dos primeras competidoras que le obstruían el paso al medallero, pero al combatir con la tercera perdió, por lo que nada más tenía la oportunidad de obtener bronce si ganaba. Su contendiente sería la campeona Olimpica Almudena Muñoz... Legna venció, y aunque llegó a Cuba con medalla, ella quedó insatisfecha otra vez, más porque no habría otra olimpiada hasta que ella cumpliera 30 años de su edad.

Llega 1997, Legna participa en el Campeonato Mundial que se celebra en París. Retrocede al séptimo lugar. La judoca  piensa en retirarse, pero la convencen de que todavía está en forma, que lo de París había sido un traspié. Vuelve a entrenar. En 1998 asiste, no sin ser presa de superticiones, al Torneo Villa de París. (“París me da mala suerte”, decía). La última pelea para conseguir el oro debía tenerla con la francesa Marie Cloire Restoux, Campeona Olimpica en Atlanta y dos veces campeona mundial. Legna paseó la pelea, venció cómodamente.

En el 98 se celebran otra vez los Juegos Centroamericanos y del Caribe, esta vez en Maracaibo, Venezuela. La holguinera obtiene oro y se convierte en tricampeona de esas competiciones y otra vez aparece su nombre entre los 10 mejores deportistas cubanos del año. Le entregan la Orden al Mérito Deportivo. 

Y en el año 1999 vuelve a derrotar a la campeona Olímpica y se corona, otra vez, campeona de la Copa Villa de París. Igual ese año consigue ser tricampeona panamericana en Winnipeg, Canadá, a pesar de tener que discutirle el título a la argentina Carolina Mariani, una de las pocas judocas del mundo que ha logrado vencer a Legna Verdecia en más de una oportunidad.

Y como si no fuera suficiente, antes que concluya 1999, Legna consigue coronarse tricampeona del mundo en el certamen de Brimingham, Iglaterra.

Las fiestas del fin de ese año Legna está Holguín con su familia y hace declaraciones al periódico local Ahora. Dijo que no siempre la suerte la ha acompañado en los eventos cumbres, que todos los títulos que tenía le gustaban mucho, pero ella soñaba con ser Campeona Olímpica, y en dos ocasiones había fallado.

En el año 2000, en Sydney, Australia, se celebran los Vigésimo Séptimos Juegos Olímpicos. Legna Verdecia, de 30 años de edad, era la más emblemática de las deportistas holguineras que competirían y nuestra más grande esperanza. Ahora ella era la veterana de la escuadra femenina de judo y estos, bien que todos los sabíamos, serían sus últimos juegos Olímpicos. Sería ahora o nunca.

Cuando llegó a Sydney, dijo, cerró los ojos y se repitió mil veces aquello de que a la tercera...

Para muchos holguineros la noche y madrugada del domingo 17 de septiembre del año 2000 fue igual a otras muchas, pero no para Migdalia Rodríguez y Juan Francisco Verdecia. Mientras sus vecinos se fueron a dormir, allá, al otro lado del mundo, en Australia, su hija Legna iba a pelear por su sueño más grande. La televisión estaba trasmitiendo incansablemente. 

Legna sale al pleito inicial: Gana por Ippón a la española Mirén León. (El padre de Legna solo pudo ver esta pelea, porque a esa hora de la madrugada tenía que salir para la terminal Las Baleares, debía ir a Sagüa de Tánamo donde  su nieta Leonor estaba cumpliendo con la escuela al campo). El olor de la comida cocinada que llevaba a Leonor no impedía que el corazón del padre de la judoca latierra a un ritmo peligroso: la segunda contrincante de Legna sería la argentina que otras tantas veces le había ganado, pero esta vez fue Legna la vencedora, en el organigrama la holguinera tendría que ir contra la coreana Sun Hui Kye, quien era la campeona de Asia. Legna vence y asegura medalla de plata.

Ahora tiene el oro muy cerca, pero solo sería suyo si vence a la japonesa Noriko Narazaki, la mujer que le había ganado en la final del Mundial en 1999. Legna sale al tatami, la televisión la sigue en cada uno de sus combates. Se le ve tranquila y a su entrenador dándole instrucciones. Los jueces dan la orden de que comience el combate. En Cuba son las 6.25 de la mañana del lunes 18 de septiembre. Pasan los segundos, los minutos. La japonesa aventaja a la cubana por puntos. Legna busca a la rival, pero esta la rehúye, Veitía le grita que no se desespere. Entonces el árbitro penaliza a Noriko por pasividad, pero todavía la japonesa aventaja a la cubana.

En Cuba los relojes marcan las 6 y 28 de la mañana. Han transcurrido tres minutos. Solo falta un minuto y 45 segundos para que concluya la pelea. Entonces produce el desenlace. Legna Verdecia proyecta e inmoviliza a su difícil oponente. El árbitro decreta Ippón. 

La emoción casi rompe las paredes del apartamento del reparto Alex Urquiola, en Holguín, donde viven los padres de Legna. Migdalia y Juan Francisco deciden que no irán a trabajar ese día porque no paran de llegar personas que los felicitan por ser, como son, los padres de la Nueva Campeona Olímpica. Desde el INDER nacional los llaman, en la tarde llega el Primer Secretario del Partido.

Ya casi estaba amaneciendo al lunes 18 de septiembre de aquel año 2000 cuando el teléfono suena distinto. Migdalia responde y cuando sabe que es Legna que la llama desde Sydney, pierde el habla. Uno a otros se arrebatan el teléfono, todos quieren felicitarla. Al fin Migdalia puede hablar. Legna le dice que tiene el hombro muy adolorido, que sufrió un esguince en el primer combate. Migdalia comienza a llorar y Legna se ríe.

El padre de Legna no supo la noticia hasta casi 12 horas después, porque estaba en las altísimas montañas de Sagüa de Tánamo, visitando a su nieta Leonor. Cuando llegó a su casa lo esperaban en la televisión para una entrevista. Por esos inventos tecnológicos aparecieron en la pantalla padre e hija, él en Holguín, Legna en Sydney. Lo primero que Legna le dijo al padre en la entrevista fue: “Pipo, ¿te diste el trago...?”. Luego le preguntó cómo se había enterado. “Yo no pude ver las últimas peleas, le dijo el padre. Salí a las dos de la madrugada para Sagua de Tánamo donde está tu sobrina Leonor pasando la escuela al campo. Allá no hay ni radio ni televisión. Al mediodía, preocupado, comenté con otro padre que también había ido de visita. Él le había llevado un radio de pilas al hijo. Lo trajo. Sintonizamos Radio Rebelde, pero no decían nada. Lo pusimos en Radio Reloj y me enteré. Se lo dije a Leonor.  “Leonor tu tía es campeona olímpica”. Los muchachos del albergue se enteraron y se armó una conga por aquellas lomas.

Por esos días el periodista Calixto González Betancourt publicó en el periódico Ahora: “Legna, ya eres Campeona Olímpica. El destino no podía robarte este honor. Hubiera sido injusto con la mejor deportista holguinera de todos los tiempos”.



22 de septiembre de 2014

El hijo del General

Por César Hidalgo Torres y Ritaly Aguero

El General de División de la guerras de independencia cubana, Luís de Feria Garayalde y su esposa Clementina Rodríguez Pichardo tuvieron once hijos. Todos ya estaban nacidos cuando en 1868 comenzó la primera guerra y cuando terminó, diez años después, (1878), habían muerto diez de los hijos del general. Únicamente sobrevivió María Luisa Celedonia, que había nacido en 1858.


General Luis de Feria y Garayalde

Y como era usual que en los tiempos de la Colonia, en Cuba, que los hombres tuviera, además de los legítimos, hijos naturales con blancas, negras y mulatas sin que eso importara mucho, el General Feria los tuvo. Entre ellos podemos citar a los hijos de María de Jesús Sánchez, más conocida como “Mamá Chucha”. Se llamaron estos Ladislao, Luis, José y Vidalina. Obviamente, como era costumbre también, ninguno llevó el apellido del padre, aunque las relaciones fueran cercanas. Los dos primeros hijos del Mamá Chucha y el General, lo acompañaron en la que fue la más notable proeza militar cubana dirigida por Máximo Gómez y Antonio Maceo, la Invasión hacia Occidente. 

Antes de comenzar la guerra de 1895 el general Feria inició una nueva relación extramarital con una mujer que era treinta y dos años menor que él, Caridad Álvarez. Con ella tuvo los hijos siguientes a Raúl en 1890 y Olimpio en 1892. No tenemos constancia que durante la guerra el General se encontrara con su amante, pero es cierto que cuando aquella terminó a finales de 1898 reverdecieron los amores del que ya era un anciano y de Caridad, entonces ella parió a Aida en 1899, a Voltaire en 1900 y a Ofelia en 1905. 

Y como si no bastara la esposa oficial y una amante para satisfacer los fuegos del General Feria, este tuvo una segunda amante paralela a las relaciones anteriores. Se llamaba Martina Osorio y era prácticamente una niña, hija de una familia acomodada que vivía en San Juan de las Puercas. De esta unión nacieron: Rosalba, el 8 de abril de 1899; Rigoberto el 27 de mayo de 1901; Coimbre el 20 de noviembre de 1902; Palmiro el 8 de septiembre de 1905; Amable el 10 de enero de 1907; Rosalina el 29 de octubre de 1908; y Bella Luisa el 20 de septiembre de 1909, quien murió hace unos pocos años en Auras y Guillermina, la menor, nació el 6 de noviembre de 1912 y falleció el 6 de octubre de 2001 en San Germán, Holguín. Todos aparecen inscriptos en el Registro Civil de Gibara, ninguno lleva el glorioso apellido del padre. 

Casualmente conocí a Amable. La historiadora Rittali Agüero me invitó a visitarlo y fuimos. El hijo del general vivía en las inmediaciones de una comunidad conformada por edificios que está entre Velasco y san Andrés llamada Cañada de Moles. Pero él no tenía un apartamento sino un bohío  deplorable donde vivía acompañado por un hijo suyo con  notable retraso mental. Un mes y medio después de nuestra visita falleció.

Tenía los ojos opacos por la edad y el olor a orine insufrible. Ni un gesto de hospitalidad, tan propio en los campesinos de la zona, ni un solo gesto hizo Amable a nuestra llegada, más cuando, decepcionado, supo que no éramos Trabajadores Sociales, pero cuando le dijimos que habíamos ido para que nos hablara del General Feria, su padre, sus ojos reverdecieron y en la comisura de los labios le comenzó a bailar una sonrisita muy parecida al temblor que provoca la nostalgia. 
“Vinieron al lugar preciso, nos dijo, yo soy el único hijo de Luis de Feria que queda con vida. A los otros los mató el tiempo”.

A la verdad que cuando lo vimos tan deshecho se nos murieron las esperanzas, pero Amable tenía muy claros sus recuerdos: 

"Nací en Los Pasos, Sao Arriba. Allí vivíamos en vida de Papá. Éramos ocho hermanos: Rosalba, la mayor, Rigoberto, el mayor de todos los varones, Inés, Palmiro, el más chiquito; Rosalina, Bella Luisa, y Guillermina que es la más nueva de todos y yo. 

“Hace mucho tiempo no sé de mis hermanos, no sé cuántos quedan vivos."
El padre es uno de los recuerdos más vivos de los que quedan en la memoria de Amable. "Papá nos decía: Ay mis hijos, rueguen que nunca en la vida, cuando sean hombres, haiga guerra. Eso es lo más triste y grimoso, que hay.

"Él era millonario y mi madre era rica también. Papá fue General en las tres guerras; era bajito, gordito y ya estaba blanco en canas; estaba viejito. 

"Mamá era más joven que papá. Asegún contaban papá estaba muy enamorado de ella. Él era un hombre rico y todo el mundo decían era un hombre mucha de edad para mi madre que era una muchachona nueva. 

"Yo tenía 7 años cuando papá murió[1]. Estaba enfermo y se lo llevaron para el hospital de Holguín. Mamá murió como a los tres meses de haber muerto papá.

"Papá era muy bueno con todos nosotros, dijo Amable, el nos dio todo el cariño de la vida a todos nosotros, pero como yo era el más chiquito conmigo fue más cariñoso todavía. Como tenía otras familias él estaba ocho días con nosotros y se iba por ocho días más, al cabo de los cuales regresaba. Siempre, cuando ya iba a montar el su caballo para irse le decía a mi abuela Juanica: 'Lo único que le pido es que me cuide a Amable.' Mi abuela le contestaba: 'No se preocupe, yo se lo cuido más que a la niña de mis ojos.' 

"Papá tenía un caballo moro; grande y viejo. Él lo soltaba en el potrerito de atrás de la casa y cuando se iba cogía un palito y lo sonaba en la cerca y lo llamaba: Moro, Moro… y ahí venía el caballo al trote.

"Es verdad que papá era guapo (bravo). Tenía un compañero del que decían que cuando se encontraba con el enemigo le mandaba un machetazo que lo trozaba al medio y el machete se clavaba en la montura. Se llamaba Palanca. A ese lo llegué a conocer y me acuerdo de él. 

"Palanca le decía a Papá: 'Feria, acuéstese a dormir, que aquí está el negro Palanca al pie de usted'. Aquel negro[2] siempre andaba con papá; eran compañeros desde la revolución. Palanca se quedaba y dormía en la casa. Con papá siempre estaba también Vicente "Corneta"[3]. Le decían así porque en la guerra era quien tocaba la corneta.

"Papá me contaba que cuando Palanca era un muchachón se incorporó a sus fuerzas y se fajaba como un león contra los españoles. Una vez le dieron un balazo que le pasó la barriga, cuando cayó los compañeros corrieron a quitarle las armas y Palanca dijo: 'No se atrevan, –y formó un lío- me  han pasado la caja del casabe, pero así sigo yo peleando.' Y siguió peleando, y cuando se acabó la pelea entonces lo curaron, y se salvó".

Ahora Amable habla de la otra parte de su familia, los otros hermanos suyos por parte de padre. 

"La otra mujer con la que Papá vivía los ocho días que no vivía con nosotros se llamaba Caridad Álvarez y era jovencita pero no más que mi madre. Con ella tenía otros hijos, mis hermanos: Raúl, Olimpio, Ofelia, Aida, Voltaire, que era el más nuevo y que me decía Papá que se cambiaba conmigo, (quiere decir: que se parecían mucho), y también Bella. En total no sé cuántos hijos él tenía, pero me acuerdo que él me nombraba a una que se llamaba Bella Luisa. 

"Bella Luisa que era más nueva de Papá y su otra esposa, ella  vive por Velasco y está casada con Juan Cruz. Un día ella empezó a conversar con Tino Pupo (Constantino Pupo Aguilera) sobre la familia, y al decirle que era hija de Luis de Feria, Tino le dijo: ¡Caramba, somos familia. 

"Tino le preguntó que cuantos hermanos tenía, y al contestarle ella que cuatro, él le dijo que fueran a su casa que tenía una cosa muy importante de Luís de Feria. Yo sabía donde estaba la casa de Tino, desde que empezaron a hacerla yo pasaba por allí porque yo era vendedor de viandas en el pueblo y caminaba todo aquello. Siempre le decía a mis hermanos que fuéramos a ver qué cosa importante tenía Tino de papá. Sí, vamos a ir y vamos a ir, decíamos... y nunca fuimos. Rosalba se murió, Luis se murió, Rosalina se murió, y nunca supimos qué era esa cosa importante.

“Nosotros teníamos una finca que era una cosa linda: La Guayacán. Se la entregaron a un hermano de mi madre llamado Miguel Osorio y acabó con ella. Yo llegué a ver un pedazo de ella." 

De él nos dijo Amable que era bailador y que fiestaba mucho, que paseaba en su caballo por Auras, Yabazón, La Jandinga, San Marcos, Perronal y otros lugares. Se casó a los 35 años. 

"Fui feliz en el matrimonio, pero la mujer se me enfermó y una hermana de ella la llevó para su casa para llevarla al médico y lo que hizo fue meterla en el asilo. Esa cuñada mía me desgració. Mi mujer se murió solita en el asilo. 

"Tengo un solo hijo, Mario. Con otra mujer, tuve una hembra que se murió cuando tenía cinco años. Mi hijo me ha salido bueno porque no toma ron, nada más tiene el vicio de fumar cigarros y trabaja como un animal, no cree ni en Sol, ni en lluvia, ni en ná. 

"Cuando yo estaba en Guayacanes puse a este muchacho en el colegio, pero cuando venía del colegio por la mañana, en vez de venir a almorzar, se paraba en el patio a mirar pa'l cielo. Entonces le dije a la maestra: Bórreme a mi hijo, yo para verlo loco, mejor lo veo burro. Y es verdad, prefiero que no sepa leer y no que aprenda a leer, nunca aprendió”.

Para consultar el Acta de defunción del General Luis de Feria y Garayalde, haga clic aquí



[1] El General Luís de Feria Garayalde falleció a los 78 años de su edad en el año 1913 en la ciudad de Holguín.
[2] Palanca se alzó en la zona de Holguín cuando la sublevación de los Independientes de Color, en 1912.
[3] Vicente "Corneta" fue el sub-teniente Vicente García Roch, corneta de la Brigada Oriental y participante en la Invasión a Occidente.

El esclavo de Holguín que mató a su amo

Por: Pepito García Castañeda


Don Manuel Trinidad Ochoa era persona influyente, rica y respetada en Holguín, en aquellos primeros años del Gobierno de don Francisco de Zayas Bazán y Armijo, un hombre este ultimo que dio a Holguín sus primeras características como pueblo importante durante sus diecisiete años de regir los destinos de la ciudad y su Hato, 1816-1833.

 
La fotografía es posterior a los sucesos narrados


Descendía don Manuel del tronco secular de donde se ramifican y se extienden todos los Ochoa de Holguín, de aquel don José Antonio Ochoa y Aizpurúa, natural de la villa de Oñate, en Vizcaya. Fue accidentada la llegada de don José Antonio a Holguín, pero después de su arribo jamás se marchó y en el pueblo se desempeñó como Ministro Factor de la Real Renta de tabacos en los finales del siglo XVIII. Su hijo, don Manuel Trinidad era hombre de buenas prendas personales, pero de un carácter irascible y volcánico, lo que no desmentía la vena de sus antepasados vizcaínos.

Varios esclavos tenía don Manuel, unos en funciones domésticas y otros empleados en faenas rurales. Uno de estos negros, cuyo nombre  no aparece en el Acuerdo No. 12, de enero 7 de 1822, del Cabildo holguinero, fue protagonista de una tragedia que le costó su rica vida a Don Manuel.

Y aconteció la cosa del modo siguiente: estaba el esclavo de don Manuel en su oscuro barracón haciendo unas gárgaras, (sin que sepamos si el fin de aquellas era para curarse el dolor de muelas o males de garganta). Terminado cada buche el negro lo arrojaba por una tronera de yaguas que le servía de ventilación al infeliz siervo. Y quiso la casualidad que don Manuel pasara por allí exactamente cuando el esclavo tiró uno de sus buches. En plena cara recibió don Manuel el cocimiento de hierbas, medicamento y saliva.

La ira del amo no tuvo freno ni contenes. Inmediatamente ordenó que se aplicara un “novenario” a su “torpe esclavo”, esto es, nueve días de latigazos y garrote.

La orden se cumplió. El negro oriundo de la Guinea española, tuvo que soportar el brutal castigo. El rencor hizo el resto.

Meses después, en diciembre de 1821, se encontraba el negro arracimando maloja en la calle de “Nuestra Señora del Rosario”, que luego fue rebautizada como Calle de los Mercaderes y que desde hace más de un siglo la llamamos hoy Calle Frexes. Era de noche y don Manuel andaba por la oscura calle en misión que no dicen cuál era las viejas actas. Al ver a su amo venir el esclavo ofendido esperó hasta que estuviera cerca, y cuando así hubo sucedido el negro le infirió al amo un tremendo tajo con el machete que le servía para arrancarle las malas yerbas a la maloja o planta tierna de maíz, que es lo mismo. 

Muerto el amo inmediatamente el esclavo se declaró cimarrón y nada sabemos si fue apresado y castigado.

En previsión de futuros crímenes, el Ayuntamiento de Holguín, a propuesta del Síndico Segundo, don Demetrio Pitaluga, acordó prohibir que los negros esclavos y los libertos también vagasen por las calles a deshoras de la noche, a no ser que llevaran licencia de sus amos.

El que le hemos contado fue el fin de don Manuel Trinidad Ochoa según versión del Acuerdo No. 12 de 7 de enero de 1822.

Dos Capitanes Generales de la Isla visitan Holguín

Por: César Hidalgo Torres


No significa que Holguín solamente fuera visitado por dos Capitanes Generales de la Isla, que eran la máxima figura política y militar de la Isla,  pero solo tenemos la crónica de dos de esas visitas.


En abril del año 1877 llega a la ciudad holguinera el cacareado pacificador de Cuba, esto es, el entonces Capitán General y Jefe del Ejército en Operaciones, Arsenio Martínez Campos. Venía con el ánimo de poner aquí Cuartel General, tal como lo había anunciado por Bando de 23 de marzo de 1877. O sea, que “el pacificador” vino a Holguín para hacer aquí los trabajos para pacificar Cuba.
Dice el cronista que el Capitán General viajó en barco desde La Habana hasta Gibara, y que cuando llegó a aquel puerto de mar, salió un práctico a todo lo que daban las patas de su bestia para avisar que Martínez campos se encaminaba hacia la ciudad. 


Sabido, inmediatamente salieron por el camino hacia Gibara todos los Jefes Militares españoles de Holguín: entre ellos el Comandante General Adolfo Morales de los Ríos, el Brigadier Antonio Dolván y el Comandante militar Javier Obregón, todos acompañados por sus escoltas. Estos alcanzaron al Capitán General varios kilómetros más allá de la entrada de Holguín. Entonces, obviamente, se produjeron los saludos pertinentes y juntos, todos siguieron a Holguín. 


Cuando los ilustres visitantes llegan a la entrada de la ciudad  descubren que son esperados por las fuerzas de Infantería, Caballería, Artillería, veteranos de reserva, voluntarios y bomberos del Ejercito español. Cada una de esas fuerzas tenía convenientemente ubicada a sus respectivas bandas de música tocando a los cuatro vientos, por lo que, dicen las crónicas, era ensordecedora aquella babel.  


Po el escandalo quizás, o por curiosidad, dicen las crónicas que los vecinos salían de sus casas para ver cruzar a la amplísima comitiva, todos a caballo.
Y cuando hubieron llegado delante del portón de la Periquera, el Capitán General y los principales que le acompañan bajaron de sus bestias y entraron. En el ala izquierda de la planta alta de La Periquera residía el brigadier Antonio Dolván, Teniente Gobernador de la ciudad. Fue en su casa donde se hospedó el Capitán General Martínez Campos. 


Acabados de entrar a La Periquera tanto el Teniente Gobernador de Holguín como su huésped subieron hasta el balcón principal de la casona y desde allí presenciaron un desfile militar en honor del alto jefe que ha llegado a la ciudad. 


Cuando concluyó el desfile, el Capitán General se reunió con el Ilustre Ayuntamiento de Holguín y con las corporaciones militares. A ellos les explicó sus planes. Para esa fecha Martínez Campos había logrado que una representación del Ejército Insurrecto firmara el Pacto del Zanjón, pero aún quedaban algunos cabecillas sobre las armas.


Días antes de la llegada de Martínez Campos, se supo en Holguín que el Capitán General había dado un plazo de menos de un mes para que se presentaran los rebeldes que estaban sobre las armas. Quien no lo hiciera antes del próximo primero de mayo de ese año 1877, ya no podrá usar los “favores del Pacto”, dice el Bando y dice también que el rebelde que siga sobre las armas a partir del primero de mayo de 1877 será pasado por las armas.


Al otro día de su llegada a Holguín, Martínez Campos recibe en La Periquera a las corporaciones civiles de la ciudad. ¿Cómo sería el encuentro?. Muchos de aquellos que van a encontrarse con Martínez Campos tienen familia en el campo insurrecto, incluso, algunos han perdido a seres queridos que han caído en combate. ¿Paz sin independencia?.


Aunque es verdad que después de diez largos años de guerra, muchos quieren la paz. La guerra se había demorado más de lo que todos esperaban.
El Periódico El Periquero saluda al Capitán General en la edición del 25 de abril de 1877. De él dice: “Ilustre Caudillo que a España dio la paz, invicto guerrero llegado a Holguín al objeto de lograr la paz y poner término a la guerra fraticida”.  Aunque La Aldea no lo tiene claro, es muy posible que haya sido desde Holguín desde donde partió Martínez Campos a encontrarse con Antonio Maceo en Mangos de Baraguá.

Las crónicas recuerdan la llegada a la ciudad de otro de los Capitanes Generales: Camilo Callejas. Fue el 3 de mayo de 1894. 



Inmediatamente después de su arribo Callejas se reúne con el Cabildo y explica los planes de su gobierno para el mejoramiento económico, político y social de la Isla. Por la noche de ese día, por cierto, día de Romerías en Holguín, el Casino Español ofreció un regio baile en honor a tan distinguida personalidad que estaba de visita.


Para comprender por qué y a qué viene a Holguín el Capitán General de la isla hay que percatarse de la fecha: es 1894. En 1894 todos los espías españoles en los Estados Unidos y en otros lugares de América dan por inminente el nuevo estallido independentista que prepara José Martí. El Gobierno español se juega todo a una carta: Comienzan a jurar que harán reformas, que Cuba será considerada una provincia autónoma. (El Gobierno español cree que si aceptan aquellas demandas hechas por una fracción de la población, debilitarían la organización de la intentona militar). 


Y casi lo logran. Son muchos los cubanos que consideran que no hace falta la guerra, es más, que no podía haber guerra, o de lo contrario España no aprobaría las reformas. 


Martí se concentra en demostrar que lo que está diciendo el Gobierno español sobre Cuba era solamente una jugarreta política, que Cuba debía obtener la independencia en la manigua.


Evidentemente era tarde ya. La Corona española no actuó cuando pudo hacerlo… y por otra parte el verbo de Martí es vibrante: los cubanos en el exilio creen a Martí y más tarde le creen los que estaban dentro de Cuba, que, por cierto, no conocían a Martí. Cuba se va a la guerra en febrero de 1895.

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