Un estudio abarcador de los testamentos conservados en la notaría holguinera entre 1746 y 1800, permitió determinar la supremacía criolla en la población, en particular entre los blancos. Se hace imprescindible un profundo análisis cuantitativo para demostrar tal afirmación. Del total de los testadores, 301 (40,03%) habían nacido en la jurisdicción holguinera; lo que evidencia un proceso formativo en el que los nacidos en Holguín aún no superan el 50% de la población. Se destacan los criollos inmigrantes de las jurisdicciones vecinas, integrados en primer lugar por los bayameses, 270 (35,90%); en segundo lugar, santiagueros, 78 (10,37%) y por último, los originarios de Puerto Príncipe, 60 (7,98%). Otras regiones y jurisdicciones están menos representadas.
Este proceso colonizador interior fue un fenómeno esencialmente criollo y se realizó con inmigrantes endógenos; no de Jamaica como afirman los historiadores José R. de Ávila y Juan Pérez de la Riva, al expresar el primero: “La población de Holguín es toda blanca (...) Es la descendencia de la colonia de Jamaica (...)” [ Ávila y González de Ribera, José Rosalía de. Memorias de la Sociedad Patriótica de La Habana , p. 9]. Y señala Pérez de la Riva: Holguín es un asentamiento de colonos de Jamaica (...)” [ Pérez de la Riva, Juan. La Conquista del espacio cubano, p. 124]. Aseveración retomada por Joel James al plantear: “Holguín, cuyo enclave primero se crea de manera voluntariosa e interesada, a finales del siglo XVII, con los inmigrantes provenientes de Jamaica (…)” [James, Joel: Alcance de la cubanía, p. 31-32] .
No se descarta la entrada de jamaicanos en Holguín, pero fue muy limitada. En los protocolos notariales se ha encontrado registrado un solo caso y está relacionado con el proceso investigativo realizado a Pedro Jorge Moreno, quien acompañado de cinco negros esclavos había llegado a esta ciudad procedente de Jamaica, el 8 de marzo de 1756. Al ser interrogado por las autoridades del cabildo sobre las causa de su arribo, alegó lo siguiente: “(...) para los efectos que puedan combenirme que el presente esno me de testimonio autentico (...) sobre la exportación que hize de la Isla de Jamaica a esta con Cinco negros de mí propiedad en solicitud de la religión Cristiana (...)” [Archivo Histórico Provincial de Holguín. Protocolos notariales, 1756, escribanía de Lorenzo Castellano, p] .
Interpelados sus esclavos, todos coincidieron en afirmar que el verdadero motivo del traslado de su amo era la profesión del catolicismo y ser contrarios a las costumbres anglicanas.
Al continuar con la clasificación étnica de los testadores, se constató que el 86,25% eran criollos blancos y el 0,69% criollos “de color”, para una representatividad del 86.94%. El 11,0 %, españoles; de ellos, un 7,56% peninsulares y el 3,44% canarios.
Las etnias españolas más representativas en los años estudiados de la segunda mitad del siglo XVIII, son en primer lugar, los canarios con 12 individuos; los castellanos, 10; los mallorquines, 7; los andaluces 5 y para el resto, las cifras oscilan entre 1 y 3. Se infiere que los canarios eran los más numerosos, pero se encontraban bastante cerca de los castellanos y mallorquines; esta última etnia pobremente representada en el resto de la Isla.
Conforme a estos documentos, la mayoría de los testadores contaban con más de 50 años, por lo que debieron nacer en las primeras décadas del siglo XVIII e incluso algunos, a fines del siglo XVII. A juzgar por estos datos, los progenitores de los testadores nacieron, en su mayoría en el siglo XVII y la casi totalidad era natural de la región oriental.
Entre las madres de los testadores solo tres no nacieron en Cuba, una originaria de la capitanía general de Venezuela y dos de España. Esta exigua cifra testifica el indiscutible papel desempeñado por las progenitoras criollas en la conformación de la sociedad holguinera.
De acuerdo con la naturaleza regional de los padres de los testadores, se evidencia que la costa norte del Cabildo Bayamés fue sometida a un proceso de colonización reiniciado en el siglo XVII; que se hace más notable a principio del XVIII y se intensifica a lo largo de este último siglo. Según los datos proporcionados por los testamentos se deduce que la mayoría de las familias acomodadas se asentaron en la región, antes de mediados del siglo XVIII, así se constituyó la oligarquía local que apoyó la separación de Bayamo y que controló el Cabildo Holguinero en la segunda mitad de este siglo.
Los documentos notariales permiten, además, conocer el predominio criollo entre la denominada población de color. El análisis de las ventas de esclavos entre 1746 y 1800 arroja la constatación de 519 ventas; de ellas 333 corresponden a criollos, 64,04%; los africanos fueron solo 187, 35,96%. Un numeroso grupo de los esclavos criollos vendidos, 114 eran denominados mulatos; que constituían el 21,92% de la población esclava y el 34,23% de los esclavos criollos.
Entre los mulatos existía el subgrupo especial de los “chinos” o cuarterones, hijos de mulatas esclavas con blancos. Se detectaron 9 ventas de dichos “chinos”, individuos casi blancos, que representaban el 2,7% entre los esclavos criollos. Estas cifras permiten aseverar que la mayoría de los esclavos holguineros en el siglo XVIII eran criollos.
Hasta alrededor de 1780 la documentación precisaba en buena medida, la procedencia étnica de los esclavos africanos, pero luego de estos años aparece cada vez más el término genérico de bozal; en la década de los 90 se hace prácticamente general, problemática correspondida con el incremento de esclavos en la postrimería del siglo XVIII.
De 187 africanos vendidos como esclavos, solo en 96 casos aparecen señalados los pueblos de procedencia. Entre ellos el grupo más numeroso es el de los congos con 52 (54.16%), seguido de los carabalíes con 24 (25%), y por último, con cifras, oscilantes entre 1 y 5 se encuentran las etnias bibí, mandinga, mina, arará, lucumí, viafara y gangá [Ortiz, Fernando. Los Negros esclavos, p. 20-39] . Se deduce que el mayor aporte africano en la jurisdicción holguinera estuvo dado por los congos y los carabalíes. El legado de las restantes etnias es prácticamente insignificante. El porcentaje hace que para Holguín se cumpla, por lo menos entre la población que presenta rasgos somáticos africanos o algún nivel de mestizaje, el refrán: “El que no tiene de congo tiene de carabalí”.
El análisis de una muestra de 36 testamentos, que dan fe de la presencia de esclavos como parte de las propiedades, a lo largo de un período que transita de 1746 a 1800, no solo reiteró lo ya revelado respecto del predominio criollo entre los esclavos, sino que muestra un mayor porcentaje de naturales del país entre los esclavos.
En estos documentos, la cifra de africanos es de 27 (18,12%), de un total de 149 esclavos. La cifra de los criollos, de 122, (81,88%). Otro dato significativo es que el 50,82% de los criollos es clasificado de mulato. Los testamentos reflejan que las casas patriarcales holguineras eran verdaderas “fábricas de mulatos”: De 44 menores esclavizados, aludidos en los documentos, 33 eran mulatos, el 75% del total.
La diferencia entre la presencia de los criollos y en particular referente a los mulatos entre documentos de venta y testamentaria, debió estar dada por el carácter patriarcal de la esclavitud. Los esclavos “nacidos en casa” eran considerados como “miembros secundarios” de la familia y, aún más, los mulatos, de los que podía haber sospecha sobre la existencia de vínculos de consanguinidad. De esta forma las familias patriarcales solo vendían criollos en circunstancias muy especiales.
Otro elemento valioso es el por ciento de masculinidad entre la población esclava. Según los testamentos, la carencia de mujeres esclavas no afectaba a la jurisdicción holguinera, aspecto que confirma el carácter patriarcal de su economía. De un total de 149 esclavos incluidos en los 36 testamentos, 77 corresponden al sexo femenino, 51,68%.
En cuanto al resumen de las ventas, de un monto de 519 esclavos, 224 pertenecían al denominado sexo “débil”, 43,15%, cifra indicadora de la tendencia a vender menos los esclavos domésticos, de los cuales las mujeres formaban el grupo mayoritario. De todas formas, el índice de masculinidad entre los esclavos africanos solo era de 60,96%.
En el caso particular de Holguín, el problema de la falta de mujeres entre los esclavos se debía, no a una desproporción significativa entre los sexos, sino a que los blancos y hasta los individuos “de color” libres, arrebataban las mujeres a los esclavos; o estas, por razones de conveniencia, preferían a los blancos. De otra forma no se podría explicar el predominio de mulatos entre los infantes.
La afirmación anterior se sustenta en el análisis de las cartas de horros, donde padres morenos y pardos, libres, compran sus hijos; y muchos blancos, sospechosamente le dan la libertad, por el “mucho amor que les tienen” a los mulaticos nacidos en sus casas, quienes bien podían haber sido hijos o nietos suyos.
El párroco Cristóbal Rodríguez, en 1758 y 1761 concede la libertad a dos mulaticos nacidos en su casa, hijos de su esclava Margarita. En ambos documentos se señala: “(...) por el mucho amor que le tengo desde su nacimiento y por lo mucho que le plugue a Dios ver libre a los pobres esclavos (...)” [AHPH: Protocolos notariales, 1756, escribanía de Lorenzo Castellano, p. 35 - 37.].
En este caso los documentos hacen reflexionar que los infantes fueran hijos del presbítero, de origen santiaguero, que unía a su labor religiosa la de propietario de tierras y ganado. De todas formas, se resalta que dicho personaje es uno de los que más cartas de horros concedió, pues para cumplir el testamento de su madre tuvo que localizar y comprar, para darles la libertad, hijos de antiguas esclavas de su progenitora que habían pasado a otros propietarios.
El estudio de las cartas de horros, 91 en total, correspondientes a los años de 1746 a 1800, permitió determinar que el 56% de los beneficiados pertenecían al sexo femenino, por lo que la dimensión de libertos favorecía a las mujeres. Al abordar la relación africano-criollo se deduce que, a los primeros les correspondía el 19,78%; y a los segundos, el 80,22%. La proporción de libertos entre negros y mulatos criollos era semejante.
Alrededor del 32% de la población holguinera en el siglo XVIII estaba conformada por negros y mulatos. La esclavitud patriarcal y el alto número de mestizos condujeron a que los aportes culturales africanos no fueran numerosos.
Las formas de obtener la condición de horros o libertos eran muy variadas:
En primer lugar, la que se producía cuando el individuo entregaba al amo el dinero del valor en que estaba tasado; esto se corresponde con el 39,09% de los casos estudiados. Generalmente, los liberados eran personas que habían reunido el dinero durante varios años, e incluso haciendo entregas parciales al amo; en este caso recibían el nombre de coartados.
La segunda manera de obtener la libertad era por donación. Los documentos de donación aclaran los motivos por los que se otorga la libertad, entre ellos se encuentran la crianza en la casa del amo y el amor profesado hacia ellos, hasta considerarlos como hijos y los buenos servicios prestados:
“Sepase p. estta carta como Yo Dn Franco Moreno Presbitero Vicc. Juez en estte Pueblo de Holguín y su Juridicción y Domisiliario destte Obispado, Otorgo que quanto tengo una Esclava nombrada Rosaría de treinta a mas o menos, que me pertenese, (...) y assi mismo un negricco nombrado Rudesindo mi Esclavo de Dies año de edad hijo de la otra negra Rossaria y Q. Causas Justtas que me movieron a ello le he prometido Librar de la sujecion y Cauttiberio en que estta (...) el mucho q. le tengo (...) y al otro su hijo (...) el partticular amor q. le tengo de haverse Criado en Casa (...) Testtifico y firmo (...) en dose de Noviembre de mill Setescento quarenta y Siete años // (...)”[ AHPH: Protocolos notariales, escribanía de Lorenzo Castellano, 1758 - 1761.] .
Referente al buen servicio prestado, este tipo de libertad es común en algunos documentos. El testamento del castellano Manuel González Ramos lo ejemplifica:
“(...) de mi servidumbre (...) un negro (...) Pedro Ladino que por sus servicios y fidelidad con que me ha servido es mi voluntad que después de mi fallecimiento quede enteramente libre pa que la gose su libertad (...)” [ AHPH: Protocolos notariales, escribanía de Rodrigo González de Rivera, 1747. ]
También podía darse en vida del testador, como lo revela el documento expuesto a continuación:
“Sepase por esta Carta de (...), y livertad como yo Dn José Antonio Saco Abogado de la Ra Auda del districto Cura (...) Beneficiado por S.M. dela Iga Parroq. De esta Cid de San Isidoro de Holguin digo que quanto e mi los bienes que poseo tengo por mi esclava, una mulata nombrada Antonia Ramos natural del Pueblo de Santiago del Prado Ra de Minas del Cobre como de edad de treinta y ocho (...), y en atencion a que por los buenos Servicios y Fidelidad con que hasta ahora se ha portado la expresada mulata, le tengo ofresido la carta desu livertad, para que no este sugeta al pesado Yugo del Cautiverio; (...)”. [AHPH: Protocolos notariales, escribanía de Lorenzo Castellano, 1755.]
Este párroco parece ser el tío del prócer José Antonio Saco, dada la costumbre de la época de asignar a los infantes el nombre del tío sacerdote y la prosapia bayamesa del apellido.
Otro proceder para obtener la libertad era la compra del esclavo por persona interesadas en él, generalmente el padre o la madre de un infante, que en ocasiones lo hacían antes de nacer el niño. Un ejemplo es el siguiente:
“Sépase como yo Dn Juan Igno Aguilera vecino de esta ciudad de Holgn que doy livertad, (...), aun mulatico, mi Esclavo nombrado Pedro hijo (...) Anta mi Esclava por haver recibido e Fraco Paula Herrera marido e esta y Padre e aquel la cantidad e sesenta pesos en que fue apreciado cuyo mulatico es libre (...)”. [ Ibid, 1755. ]
Una forma más de adquirir la libertad era por arrendamiento:
“En la ciudad de San Isisdoro de Holguìn en doce de Dic.e demil ocho cientos años ante mi el Escro Publico y Testigos parecio la morena libre Juana Teodora Espinosa vecina de ella a quien doy fee que conosco y dijo que D. Toribio Fernández tambien vecino le ha prestado la cantidad de ciento ocho ps para que libertase a su hijo Miguel con la condición de satisfacerle con el trabajo del citado Negrito dondoselo en arrendamiento (...) que ha de dar en cada un año dos mudas de ropa y en el primero año que es la entrada de una novilla (... )”. [AHPH: Protocolos notariales, escribanía de Jesús de Fuentes, 1800.]