LO ÚLTIMO

La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

15 de febrero de 2022

LA MUNICIPALIDAD HOLGUINERA 1800-1850 (15)

 15.- Los del Cabildo de Holguín en el periodo de este comentario tomaron medidas contra los Vagos y los Mal Entretenidos, que en Actas calificaban de “Polillas”. A esos pretendieron exterminar de la jurisdicción. Así el Gobernador Escudero en 1816 pidió al Cabildo una fuerte batida contra ellos, exigiendo que se les remitiese a la Ciudad de Santiago de Cuba sin necesidad de formación de causa, bastando solamente con la opinión por escrito de las autoridades. Y por el mismo motivo, que era común en todas las jurisdicciones, en Santiago de Cuba se creó un Juzgado Privativo de Vagos, siendo frecuente encontrar relación de los vagos enviados por las autoridades de Holguín, manifestando que todos eran poco amantes del trabajo.

En 1837 nos encontramos que don Rafael de Soria acusaba a Juan de Dios Zayas y a Narciso María Severo de vagos, el primero de ellos por tener una numerosa familia y no trabajar y el segundo por estar amancebado a una tal Emeteria Neira, no trabajando. 

Mayor que todas las antes narradas fue la batida contra los Vagos bajo el mando provincial del General Lorenzo. Así en 1843 fue requerido el Cabildo de Holguín para que exterminara los ociosos, los mal entretenidos y los delincuentes y así igual los picapleitos. En respuesta las autoridades de la Ciudad dictaron un bando por medio del que se dio un plazo de ocho días para que los que no trabajaban buscaran ocupación y oficio, so pena de ser considerados vagos y así poder encarcelarlos. 

Otra de las causas de los males que se padecieron en este periodo histórico que comentamos, fue el vicio del juego.

En 19 de enero de 1823 la Real Audiencia tomó el acuerdo de apremiar la persecución de los juegos al prohibido, los que no debían de tolerarse en las ciudades ni en los campos porque esos pervertían a las personas, “degeneraban en el amor al ocio a la vagancia”. De ahí que se ordenaba que a los vagos y mal entretenidos se les formase causa con arreglo a la Ley Número 7, Título 31, Libro 12, de la Novísima Recopilación.

Por Bando de Buen Gobierno, aprobado por el Cabildo holguinero en 18 de abril de 1824, se penaba a los jugadores como a los vagos de oficio, pero no obstante ello, nos encontramos con disposiciones del mismo Cabildo prohibiendo la apertura de Casas de Juego sin la autorización del Cabildo (lo que nos hace entender que las autorizaba). Igual, la la dicha disposición determinaba que las Casas de Juego solo podían mantenerse abiertas de seis de la mañana a la hora de la retreta, con prohibición de concurrir a los artesanos en las horas de trabajo; y otro Bando prohibió los juegos de embite (sic), suerte, azar y las rifas. 

En 7 de enero de 1825 el Regidor Alférez Real don José Onofre de la Cruz solicitó del Cabildo el aseo de las orillas de los ríos que circunvalan la ciudad por ser guarida de malhechores, señalando como tales malhechores y asaltadores de camino a Pedro de los Reyes, a Manuel Hilario Osorio, a José Osorio, a Agustín Velázquez y al mulato Pedro de Parra, cuyo feudo de acción lo era la zona de San Andrés, “los que andan ya en el camino de ser bandoleros famosos, pudiendo nombrárseles ya como Bandoleros”, y asimismo dijo que esa Partida de asaltadores, bajo la jefatura de Pedro de los Reyes y de Manuel Hilario Osorio, tenía entre ellos al mulato Pedro de Parra, esclavo de Manuel de Fuentes. A Pedro de los Reyes se le conocía por el apodo de “Guachinango”. El Cabildo creó una Partida mandada por Juan de Barreda, para capturarlos, creyendo el Cabildo, como creía, que era uno de sus deberes el mantenimiento del orden y de la tranquilidad pública en la Jurisdicción de su mando.

El Bando de Buen Gobierno de 21 de octubre de 1836 también pena a los jugadores y vagos de oficio, pero nos encontramos con disposiciones que no permiten que los hijos de familia ni los esclavos concurriesen a las Casas de Juego ni a Las Galerías (lo que nos hace entender que lo hacían y que los jugadores no eran solamente los vagos).

En 6 de noviembre de 1841 ordenan que los Villares, Cafés y Fondas cerraran sus puertas a las diez de la noche, bajo la pena de diez ducados, para así evitar en el público la tentación del juego. Y al tener noticias el cabildo de que en los Villares se reunía los artesanos, los jornaleros y hasta los hijos de familia, fomentando la holgazanería y la indiferencia al trabajo, recomendaron a los dueños que no se les permitiese la entrada y en caso de que alguno de ellos persistiera, que se lo comunicasen al Alcalde de Barrio el cual los multaría.

El Capitán General de la Isla en 16 de enero de 1844 envió a Holguín un Bando prohibiendo los juegos y fijando las penalidades a los que se encontrasen jugando. Inmediatamente el Gobernador de Holguín lo comunicó a los Capitanes de Partido, al objeto de que iniciasen en sus demarcaciones una fuerte batida contra los jugadores, señalando en ellas que si los vecinos trabajaban en los campos no tendrían tentación de jugar, y por ello obligaron a todos a la siembra de frutos menores.

Por Bando de 19 de diciembre de 1846 prohibieron las peleas de gallos en los campos en los días de trabajo. No obstante ello, mucho antes, en 1821, el Cabildo había designado a don Manuel Herrera como rematador de Gallos.

LA MUNICIPALIDAD HOLGUINERA 1800-1850 (14)

 14.- El Gobierno de la Ciudad recibió de España frecuentes Reales Ordenes exigiendo la necesidad imperiosa de establecer escuelas de primeras letras considerando en ellas a la juventud como una de las principales ramas de la felicidad del Estado, y más en los pueblos en los que vivían los indios. Pero nunca se cumplieron aquellas por carecer Holguín de maestros y de rentas con que abonarlos. Lo último dicho (los dineros necesarios), a pesar de haber sido traspasado al Cabildo, por el Ilustrísimo y Reverentísimo Sr. Arzobispo, don Joaquín de Osés y Alzúa al visitar la Ciudad de Holguín en 26 de febrero y 8 de marzo de 1820, los Censo y las Capellanías reconocidos sobre fincas rústicas y urbanas para el fomento de Escuelas gratuitas en la Municipalidad. Pero el cabildo no supo o no pudo aprovechar ese dinero ante unos inquilinos morosos. 

De ahí que en este sentido, (de la educación pública), la labor del Cabildo de Holguín fue lenta y dificultosa, unas veces para crear las escuelas y las más de las veces para mantenerlas, y más aún para obligar a los muchachos a la asistencia a las tales escuelas.

Los maestros en general lo fueron privados, autorizados por el Cabildo para mantener escuelas abiertas, pero estos vegetaban ante la falta de cooperación de las Autoridades y de los padres de los muchachos. 

Consta que en el año de 1808 don Fernando García Durán solicitó del Cabildo autorización para abrir escuela y también lo hicieron don Luis Gómez Franco, Antonio Cardona, Pedro Artigas y Juan Francisco Igarza. El ultimo mantenía escuela con 50 niños pobres en 1814, pero de esos cincuenta, solamente 18 padres daban algo al maestro, entonces el Cabildo tomó el acuerdo de pagarle $ 180.00 mensuales por los niños pobres que mantenía en su escuela, pero nunca se cumplió el acuerdo. En 1823, Igarza solicitó al Cabildo que lo liberara de la Escuela en la que había trabajado por 26 años. Aceptó la autoridad y dio la escuela al maestro Carlos Antonio Vázquez.     

En 1823, además de Igarza, que entonces tenía 43 alumnos, también eran maestros en Holguín don Luis G. Franco, con 6 alumnos y don Florencio Náteras, con 50 niños pobres.

En los viejos papeles de la Jurisdicción hemos encontrado solicitudes para abrir Escuela de Francisco Vivas, Manuel Zayas, el Presbítero Manuel Mariño, que tenía el objeto de dar clases de latín, y en 1833 otro sacerdote hace la solicitud, este lo fue el Presbítero Simón Ruvia. Igual solicitaron que les permitieran abrir escuela en Holguín, Manuel Buch e Isidro Prats, el primero con el objeto de dar clases de Filosofía y el segundo de Derecho.

Otro documento prueba que en 1828 el Capitán del Partido de Tacajó se quejó al cabildo de la cantidad de párvulos que existían en aquel lugar sin ningún maestro. Por ello el Cabildo pidió al Presbítero Juan bautista Zaldívar que examinara, para saber si servía como maestro, al licenciado del Regimiento de Cuba, don Manuel Monillo, a quien finalmente designaron para tal, sin embargo cuando hubo escuela y maestro, la matrícula fue tan baja que el Cabildo discutió si podía o no obligar a los padres a enviar a sus hijos a la escuela, acordando que podían hacerlo y de hecho lo hicieron.

En Auras, don Sixto María Díaz González abrió su escuela con el nombre de Instituto Elemental de Jesús del Monte. A sus profesores los había examinado antes la Comisión Local de Instrucción Pública. El dicho examen consistía en Lectura en impresos y manuscritos, escritura, aritmética en las cuatro reglas, principios de gramática castellana, ortografía, geografía de Cuba y urbanidad.  A ese dicho examen se sumaba el que hacía el cura párroco en doctrinas y moral cristiana.

Son frecuentes los Bandos dictados por el Cabildo sobre los niños en este periodo histórico que comentamos, unos estableciendo penalidades a los niños que se encontrasen en las calles de la Ciudad tirando piedras; otros que hablan y organizan a los niños que jugaban en las calles a los mates y demás juegos propios de los muchachos, siempre que ellos molestasen al vecindario; igual otro Bando prohibiendo que los muchachos jueguen en las puertas del Templo Católico; sancionando a los que dañen los arboles de la Plaza Isabel II; el que les prohibía vender por las calles o acompañar mendigos; sobre la obligación de vacunarlos; prohibiéndoles que volaren cometas (papalotes) en la Ciudad; sobre la obligación de los padres a enviarlos a las Escuelas o a aprender un oficio, sobre todo a los mayores de ocho años; prohibiendo que reciban castigos corporales y correcciones de azotes en las escuelas, en las Casas de Corrección y en los reclusorios.  

LA MUNICIPALIDAD HOLGUINERA 1800-1850 (13)

 13.- Procuraron las Autoridades de Holguín mantener en alto el nivel sanitario de la Municipalidad y la conservación de la salud pública, siendo por ello frecuentes los Bandos dictados sobre esa materia. Así están el de mantener limpias las calles, las que debían barrerse por los vecinos todos los días y regarlas con agua limpia una hora antes del amanecer; sobre la prohibición de arrojar basura a las calles, así como las aguas pestilentes; sobre la limpieza de los solares yermos; sobre la higiene en los hogares; el entierro de los animales muertos fuera de la Ciudad; el no poder lavarse la ropa sucia en los ríos “Jigüe” y “Marañón”, lo que tenía que hacerse en bateas, procurando que el agua sucia no llegase de  nuevo a los ríos: el de no poder bañar los caballos en los ríos “Jigüe” y “Marañón” en los meses de verano que era cuando estaban destinados a los baños de caballeros y de las damas…

Igual, prohibieron ejercer el arte de la medicina a los que no tuvieran título y la previa autorización del Gobierno y también prohibieron ejercer la medicina a los facultativos viciosos o que tuvieran tendencia a la bebida, recomendando al público que no llevasen sus enfermos ante ellos. Y lo mismo prohibieron con los boticarios, fijando sanciones a tales facultativos por los yerros cometidos en tales condiciones (borrachos) con los enfermos o con las medicinas vendidas.

Daban a conocer al público el nombre de los facultativos autorizados para ejercer la medicina en la Ciudad y su Jurisdicción, uno de ellos, don Luis Jomarrón fue designado Vocal de la Junta de Sanidad por su buen nombre. Otro, el Licenciado Juan Buch Rodríguez, que llegó a ser una prestigiosa figura en la municipalidad, fue nombrado Vacunador Oficial Gratuito. Y asimismo otros nombres fueron los de Juan Fernández Proenza, Antonio María Valenzuelas de Venegas, José Grimani Borbota, Francisco Liborio Montero Angulo, este un bayamés de cuatro pies y dos pulgadas de altura, pelo y cejas muy negras, ojos pardos, lunar en el carrillo derecho, poca barba, color de piel rosado y católico, y como él y los otros, Domingo Vázquez y Manuel Castellanos, e incluso, un tal Mateo Maldonado, que carecía de título pero gozaba del favor del público y del apoyo de las autoridades por sus múltiples aciertos. Favor el anterior que no pudo lograr un tal José Ramírez, no obstante tener sus papeles que probaban haber ejercido la medicina en la Habana con aciertos conocidos.

Los médicos, al extender sus recetas, tenían que verificarlo en castellano y sin abreviaturas, y caso de no ser así, los Boticarios podían negarse a despacharlas y entregar la receta a las autoridades.

Las recetas despachadas eran archivadas por las Autoridades, y las Boticas eran inspeccionadas cada cuatro meses “o cuando hubiere recelo”. Solo las Boticas autorizadas podían vender al público los productos venenosos y las medicinas peligrosas, y asimismo las Autoridades dieron a conocer que podían abrir Botica en Holguín don Lorenzo de la Sera, don José Ramón Rosabal y don Miguel Ángel Serrano, los que mensualmente y de acuerdo con el Cabildo, despacharían medicinas a los indigentes y a los presos de la Real Cárcel, y así sería por Acuerdo tomado por el Cabildo a petición del boticario Miguel Ángel Serrano, tocándole a partir de ese acuerdo el mes de noviembre de 1833 a Serrano, el mes de diciembre de 1833 a Rosabal y el mes de enero de 1834 a de Sera. 

Para el historiador holguinero Juan Albanés Martínez, el primero en tener Botica en Holguín lo fue Nazario de Mendoza, quien abrió su negocio en 3 de abril de 1803. Y el segundo lo fue don Manuel Carvajal, fallecido en 1811, y, según la misma fuente, está entre los tres primeros don Tadeo Maldonado.

En el año de 1834 presentó al Cabildo su nombramiento de Visitador de farmacias y de Subdelegado de la Junta de Farmacias, don Miguel Lorenzo Serrano, constando en Acta del cabildo que todas las Boticas de Holguín estaban bien surtidas, destacándose entre ellas la de Miguel Lorenzo Serrano por “el aseo, surtido, esmero, laboratorio químico y demás necesarios”.

Tuvieron las Autoridades de Holguín conocimiento de la Vacuna introducida en Santiago de Cuba por el francés Vignaud, la que trajeron a la ciudad de Holguín, y designando el Cabildo como vacunador Oficial al Licenciado Juan Buch Rodríguez. Incluso a Buch le cupo el honor de haber podido enviar a la Ciudad de Santiago de Cuba vidrios cargados de vacunas, tal como consta en Actas de aquel Cabildo y así igual el agradecimiento de esa Ciudad por la vacuna recibida de la “cual dependía la salud pública”. También (y está recogido en Actas de Santiago de Cuba), Buch llevó a aquella ciudad dos niños de Holguín que habían sido vacunados y que sirvieron para propagar lo bueno que era vacunarse.

El Cabildo de Holguín luchó por evitar los estragos del Cólera Morbo Asiático en la Municipalidad, estableciendo un cordón sanitario con puestos fijos al mando de los militares y casas de cuarentena en los que se ponían en observación los llegados de zonas infestadas, una de ella, según consta, en el Puerto de Banes “por lo concurrido que era por el comercio clandestino que por esa bahía se hacía”. Las cuarentenas establecidas eran sumamente rigurosas, tanto para las personas como para las embarcaciones, siendo muchos los Bandos dictados, unos para evitar su introducción en Holguín, otros su propagación. Eran las Cuarentenas a base del aislamiento, ventilación, fumigación del “espurgo” (sic) de los cargamentos, que realizaban de acuerdo con las orientaciones de la Junta de Sanidad, que eran de todos conocidas y en especial el método de Juan Francisco Calcagño, publicado en el “Noticiero Comercial de Santiago de Cuba” en 13 de abril de 1833. La aplicación de tales métodos y la energía desplegada por el Cabildo holguinero hizo posible que en la Municipalidad Holguinera no se propagase el Cólera, y, en especial, en la Ciudad de Holguín, al ordenar sus Autoridades una limpieza total de los solares yermos, así como de las casas, quemando los matorrales y basureros… y, según el historiador Albanés, para evitarla hicieron fogatas en las cimas de las lomas que rodean a la Ciudad de Holguín y obligando a las personas que mantuvieran colgado del cuello y saquito conteniendo alcanfor y beber un preparado a base de alcohol de cuarenta grados en cantidad de seis onzas por una de alcanfor, que todas las mañanas se tomaba en gotas, de una a cinco, en ayunas. 

Según el Cabildo, los síntomas de la enfermedad eran los siguientes: “ojos hundidos, fisonomía descompuesta, gran angustia, mucha sed, vómitos y evacuaciones blanquecinas, pulso perdido, postración completa y sudor frío en la frente”.

LA MUNICIPALIDAD HOLGUINERA 1800-1850 (12)

 12.- Para Pezuela la Ciudad de Holguín tenía en el año de 1827, trescientas noventa y seis casas de mampostería y tejas y trescientas seis de embarrado y guano, y una población de 3 624 habitantes, de los cuales 5 924 lo eran blancos, 1 654 libres de color y 946 esclavos. Que en el año de 1841 su población de lo era de 4 199 habitantes, de ellos 2 364 lo eran blancos, 1 805 de color libre y 750 esclavos; y que en 1846 solo tenía 3 065 habitantes, de los cuales 1 797 eran blancos, 905 de color libre y 363 esclavos. 

Asimismo el historiador español (Pezuela) consigna que en 1846 Holguín tenía 23 Pulquerías, 14 Tiendas de Ropa, 2 Cafés y Villares, 13 Zapaterías, 4 Talabarterías, 5 Sastrerías, 3 Herrerías, 2 Platerías, 5 panaderías, 1 Hojalatería, 1 Armería, 5 Carpinterías, 2 Boticas, 1 Relojería y 11 Tiendas Mixtas. Nos dice, además, que el Término de Holguín era esencialmente ganadero, teniendo en el año de 1817 una población de 15 396 habitantes; en 1822: 16 351 habitantes; en 1827: 17 729 habitantes, y en 1847: 21 684 habitantes; y que en el Término de Holguín en ese año de 1847 había 492 casas de mampostería y 1 697 de materiales inferiores, cuatro Iglesias y dos Ermitas; 92 ingenios y trapiches; 11 cafetales, 47 Haciendas de cría y ceba; 451 Sitios; 37 Potreros; 427 Estancias; 108 Vegas de Tabaco; 59 Colmenares; 4 Tenerías y 8 Tejares.

La diferencia en la cantidad de población se supone que se debe a un error o al fomento de la población de Punta de Yarey en la Bahía de Gibara, que lo fue a costa de la población de la Ciudad de Holguín, así como al caso curioso observado en este periodo histórico, y nos referimos al éxodo de la Ciudad al Campo, todo lo contrario a lo que sucedió después en que los campesinos nutrieron la ciudad.

Sus habitantes estaban clasificados en Blancos, de Color Libres y negros Esclavos, y entonces nos e contaba con un solo asiático, lo que consta en documentos encontrados en el Archivo, sobre todo en uno que es respuesta de otro en el que el Gobierno Superior pide a Holguín que informase sobre el número de asiáticos radicados en ella, y sobre todo, de los que vencido su contrato se habían quedado, y que dijeran asimismo si eran vecinos pacíficos o morigerados, qué vicios les dominaba, si eran dóciles y respetuosos con las Autoridades, si progresaban en sus profesiones, si mostraban inclinación a formar familia, si se relacionaban con los del país y si dejaban acomodados a sus descendientes. La respuesta de las Autoridades holguineras fue que en este término no había ningún asiático. Los blancos eran los dominantes en su población, llegando a sumar 19 179, de ellos 9 958 varones y 9 221 hembras. De esa misma cifra, eran nativos de la Isla 17 179.

Los de Color Libre llegaron a sumar 3 232, de los cuales 1 639 eran varones y 1 593 hembras. 

El esclavo, por su parte, era el elemento de trabajo, constituyendo al principio y mediado de este período histórico que comentamos, y no así a su final, una preocupación para el Cabildo y un problema, no obstante haber sido el mismo Cabildo quien había solicitado su introducción para el progreso de la agricultura y de no ser tanos en su número. Los esclavos de Holguín se usaban en asuntos domésticos, y algunos de ellos en los ingenios y trapiches, especialmente en los fomentados en el partido de Gibara. 

Se encuentran en los Archivos con disposiciones sobre el mejoramiento de la vida del esclavo y su educación, mientras que otras de ellas exigían una mayor vigilancia ante el esclavo que era, dice, alguien que sentía odio por su amo y deseos de libertad, no permitiendo la llegada al territorio holguinero de negros libres y menos si estos procedían de las islas Martinica y de Guadalupe. 

Todo intento de rebelión era castigado con mano dura, y ejemplo es que en 3 de abril de 1812 fue ahorcado en la plaza de Armas, hoy Parque Calixto García, el negro José Nepomuceno, de la dotación del Comandante de las Milicias Disciplinadas de Holguín, don Francisco de Zayas, según la sentencia confirmada por la Real Audiencia, de los negros comprometidos en Holguín para sublevarse contra los blancos, constando las medidas tomadas por el Jefe Militar de la Plaza don ramón Armiñán y comunicada al Cabildo y que fueron las siguientes: 

1ra. Que sesenta hombres de las Milicias Disciplinadas a las cinco de la mañana en ese día 3 de abril de 1812 estuviesen formados en el lugar de la ejecución y veinte más acuartelados.

2do. Que doce hombres de caballería acompañarían al Regidor Alcalde Mayor, el que llevaría de la Cárcel al lugar de la ejecución, al reo y sus cómplices, estos mancomunados, los que presenciarían la ejecución de su Jefe, devolviéndolos a la Cárcel.  

3ro. Que el Regidor Alcalde Mayor tenía que estar al lado del reo hasta que se efectuase su ejecución.

4to. Que los señores Alcalde Ordinario, Regidores, Alcalde de Policía con vecinos de la Ciudad recorrerían los alrededores, no permitiendo la salida ni la entrada en la Ciudad de personas de color, libres o esclavos.

5to. Veinte hombres de Caballería, divididos en patrullas de a cinco, recorrerían la ciudad, con orden de prender a los negros encontrados fuera de la Plaza.

6to. Que ocho soldados de caballería con el Teniente Bruno Batista protegieran la puerta de entrada de la Casa Cabildo.

7to. Que una pieza de a tres, cargada y custodiada por diez artilleros, se colocase en la puerta de la Real Cárcel y una de a dos, con diez artilleros, en la Casa de Gobierno,

y,

8vo. Que los Cazadores francos de servicio estuvieran prestos a salir a la menor señal de alarma.

A partir de ese hecho fueron mayores las medidas tomadas contra los negros cimarrones, creándose partidas para perseguirlos y recorrer los campos, con orden de prender a toda persona sospechosa y a los delincuentes. El Reglamento para la formación de esas Cuadrillas fue enviada a Holguín por el Gobernador don pedro Suárez de Urbina en 22 de marzo de 1814. De acuerdo con ellas, al Gobierno había que darle cuenta de los esclavos fugitivos, con indicación de su nombre, sexo, edad, señas particulares, lugar y fecha de la fuga y nombre del dueño. 

Al objeto de evitar las fugas de negros se emitió un Bando de 24 de marzo de 1816 ordenando que todo negro esclavo, para poder transitar fuera de la finca, necesitaba portar una orden por escrito del amo o del mayoral.

En el Archivo Municipal de Holguín se encuentran los partes de negros cimarrones capturados.

Igual existe la información de 1817 sobre la llegada a Holguín procedente de La Habana y con destino a Santiago de Cuba de don Agustín Puertas conduciendo cien perras amaestradas y enseñadas a perseguir a los negros fugados, dejando una de ellas en Holguín porque el animal parió seis cachorros y también un macho. La pareja de perros, por orden del Gobernador Escudero, se le entregó a un hombre de campo de toda su confianza con el objeto de tener de ellas crías, con orden de tenerlas bien alimentadas, sujetas a buenas cadenas y tratadas con esmero y delicadeza. A la dicha pareja de perros no debían permitir que se le acercara ningún negro y menos que algún negro se familiarizara con ellos. La indicada pareja de perros quedó al cuidado del vecino don Diego Rodríguez.

Los dichos animales eran hábiles perseguidores de los negros fugados, especialmente las hembras, las que según los partes “tenían una natural propiedad de buscar negros cimarrones”. 

Los Bandos relacionados con los esclavos eran frecuentes y por ellos dictaminaron que a aquellos les estaba prohibido hacer tertulias en las esquinas o en las bodegas; el de tener que recogerse a su casa un cuarto de hora después del toque de retreta; el de no poder salir a la calle pasada esa hora sin portar una orden de su amo por escrito; que los esclavos infractores de salir a la calle en horas impropias se les colocaría por cuatro horas en la Picota Pública y su amo multado; el de no poder llevar bastones ni garrotes; el de no poder salir o entrar en la Ciudad sin autorización por escrito del amo o del mayoral; que las personas libres de color se retirasen a sus moradas antes de las diez de la noche y si alguno tenía necesidad de salir, tenía que portar un farol; el de no poder bañarse en los charcos “Tejar”, “paso de Cuba” ni en “paso Largo” los de color libres y menos los esclavos por estar destinados esos charcos a los blancos; la de no poder concurrir a las galerías ni a las casas públicas (prostitución); el de no poder tratar ni contratar con los esclavos, bajo pena de nulidad, pérdida de la especia, devolución del precio en su caso y responsabilidad por los perjuicios causados; la de no poder entra en la Ciudad montado en el caballo, debiendo hacerlo a pie y llevando el caballo sujeto por las bridas; el de no poder salir a la calle faltos de ropa; la de no poder los amos arrojar a la calle a sus esclavos inútiles; sobre penalidades a los que protegiesen a los esclavos fugados y a los que los mantuvieren en sus casas sin dar cuentas a las autoridades.

Igualmente nos encontramos con los Registros de Esclavos, y en ellos recibos sobre el pago de impuestos por el número de esclavos poseídos, que variaban de la Ciudad a los del Campo, de las compras y ventas de esclavos, así como por alquilarlos. 

Igual desconfiaban de los extranjeros, viendo en ellos a un espía al servicio de una nación enemiga de España. Las órdenes sobre ellos siempre procedían de la Superioridad. Así en 1814 daban cuenta al cabildo de los gravísimos males y de los perjuicios ocasionados con la presencia e extranjeros en los dominios de España, no permitiendo su permanencia a os que no poseyeran pasaporte expedido en regla. Y el 3 de enero de 1818 llegó comunicación dando cuenta de que las causas que más influían en el fomento de insurrecciones en las tierras de América era la impunidad con que aventureros franceses, ingleses y americanos permanecían en ellas. Esos señores, dice, siembran las ideas sediciosas entre los habitantes, alimentando y sosteniendo ideas revolucionarias, por lo que se les debía prohibir su entrada asó como no les dejasen salir al campo sin una autorización previa. No obstante lo anterior, aparecen como vecinos de Holguín en 1821: 

Juan Muir, natural de Providencia,

Guillermo Alejandro Necks, natural de Providencia,

Ricardo Lord, de Inglaterra,

Juan Patterson, de Escocia,

Y en el Puerto de Gibara, que era de Holguín, aparecen asentados los siguientes extranjeros:

Antonio Fonseca, de Lisboa, Portugal (1816),

Francisco Leal, de Lisboa, Portugal (1824),

Manuel Da Silva, de Río de Janeiro, Brasil (1828),

Antonio Serafín, de Lisboa, Portugal (1824),

Elías Fransuá, negro libre extranjero, sin que diga el lugar de procedencia (1816),

Luisa Patterson (1823),

Margarita Sanders, (1819),

Gertrudis Clark (1824),

Rosa Solón (1824),

y un tal Sam, de la isla de cabo Verde.

Todos ellos habían sido autorizados a residir en Holguín por su buena conducta y profesar la religión católica.

En el año de 1839 se le recomienda a las Autoridades locales por sus superiores que sostenga una mayor vigilancia a los extranjeros, y en especial, a los que procedían de Jamaica o de cualquier Isla propiedad de Inglaterra y asimismo a los que procedían de las tierras de América emancipadas de España, y que si esos ya residían en Holguín que no se les permitiera relacionarse con las personas de color, y que no entrasen libros ni folletos que permitan suponer que sus dueños pertenecen a Sociedades Secretas, una de las cuales lo eran la Antiesclavista de Inglaterra, no librándose de tales sospechas ni la Santa Sede, y así en 5 de julio de 1841 recibieron comunicación de la Secretaría de Estado de tener informe reservado de que la Corte de Roma poco adepta siempre a las naciones regidas por instituciones liberales y que a su sombra hacían reformas convenientes a su fomento e intereses, acabando de dar un paso indiscreto que consistió en el pronunciamiento de un discurso del Sumo Pontífice en el Consistorio Secreto que era ofensivo al actual Gobierno de España, en virtud de varias disposiciones que aquel Gobierno había tomado en uso de sus facultades, por lo que se ordenaba que no se permitiera que el tal discurso se comentara y menos que entrara su contenido en el Municipio.

Como se ve, por temor al extranjero la Corte mantenía un cuerpo de Espías ante todos los Gobiernos, y sobre todo, ante todos los países libres de América, los que informaban al Capitán General de la Isla de todo movimiento sospechoso contra Cuba, y ésta máxima autoridad lo hacía llegar a los Tenientes a Gobernadores, mientras que estos lo hacían llegar a los Capitanes de Partido para conocimiento de todos los vecinos.

Se recomendaba a todos los Cabildos no permitieran en su Jurisdicción las reuniones secretas y en especial las de los francmasones, institución esta que desde marzo de 1821 se decía que existía en Holguín de forma secreta; e igual, que no se permitiera la entrada en Holguín de los folletos de José Antonio Saco “por lo mucho que tienen las doctrinas vertidas en ellos a fomentar el descontento y entibiar los sentimientos de adhesión de los vecinos de la Isla con la Metrópoli”.

De forma particular orientaron sus superiores al Teniente a Gobernador de Holguín que mantuviera vigilancia sobre el boticario Manuel de Sera, al que tildaban de Jefe de los Conspiradores en Holguín; y que no permitiera la entrada de la Constitución Colombiana, uno de cuyos ejemplares se encontró e incautó en Holguín en 1814 y asimismo se encontró en 22 de agosto de 1848, en manos del Licenciado (Abogado) Nicolás Sánchez Pérez, en Holguín, ejemplares de los periódicos “Patria” de Nueva Orleans, “La Verdad” de New York y “El Siglo” de Madrid.  Inmediatamente que se les encontraron los dichos periódicos lo dejaron cesante de la administración de justicia, asegurándose que la dicha administración y el público en general había ganado mucho con la cesantía del tal Nicolás Sánchez Pérez porque aquel ofendía por su modo de vivir.

Tales comunicaciones y descubrimientos mantenían en constante zozobra al Cabildo holguinero, viendo por doquier espías encargados de liberar a los negros esclavos y la anexión de la isla, “lo que traería la ruina del país”. Por ello en septiembre de 1849 el Cabildo de Holguín dejó constancia en una de sus Actas, su protesta porque unos cuantos aventureros, sin opinión y sin esperanza, trataban de invadir la Isla al objeto de turbar su paz y el reposo, cambiar su administración y su gobierno y de privar a todos de la más noble virtud y de la más querida en Cuba, su Fidelidad…

LA MUNICIPALIDAD HOLGUINERA 1800-1850 (11)

 11.- El cargo de Teniente a Gobernador era superior dentro de la municipalidad. Representaba ante ella al Gobernador, al Capitán General y al Monarca Español, por lo que presidía el Cabildo y a todos los organismos existentes en el Municipio, era el Jefe superior de la Tercera Sección del Departamento Oriental con sede en la Ciudad de Holguín, y era el Jefe Superior de las tropas destacadas en la Ciudad a pesar de su Cabildo, a pesar de sus Alcaldes ordinarios, “las justicias”, el Alcalde Mayor Provincial, de los Alcaldes de la Santa Hermandad, de los Regidores, del Alférez Real, del Alguacil Mayor. 

Fueron Tenientes a Gobernadores de Holguín en el periodo histórico que hoy comentamos: 

Félix del Corral y Menocal, Capitán del regimiento de “Nápoles”, comenzando su mando en 14 de septiembre de 1801.

Francisco de Navia y Bolaños, Capitán retirado, agregado a la Plaza de Cuba, comenzando su mando en 20 de abril de 1805.

Ramón de Armiñán y Pérez González del Camino, Capitán de Granaderos de Infantería de Línea, comenzando su mando en 6 de abril de 1811.

Francisco de Zayas y Armijo, Teniente retirado agregado a la Plaza de Cuba. Comenzando su mando en 1ro de marzo de 1816. 

Francisco Uribarri Pérez del Camino, Teniente Coronel de Infantería, retirado. Comenzando su mandato en 20 de agosto de 1833.

Ramón Sánchez de Soto, Capitán de Granaderos del Batallón Provisional. Comendando su mando en 16 de septiembre de 1835.

Juan Margallo y Holguín, Capitán de la Compañía de Granaderos del Regimiento de Nápoles. Comenzando su mando en 6 de marzo de 1837. 

Ángel de Loño, Primer Comandante del Regimiento de Infantería Ligero de “La Unión”. Comenzando su mando en 26 de noviembre de 1838.

José Garcerán del Vall, Primer Comandante del Regimiento de “La Habana”. Comenzando su mando en 30 de septiembre de 1841.

Ramón Couti de Galiano, Primer Comandante del Regimiento de Infantería de Barcelona. Comenzado su mando en 17 de octubre de 1848.

Francisco de Paula Moreno, Primer Comandante del Regimiento de Infantería de Isabel II. Comenzando su mando en 10 de agosto de 1850. 

Como vemos, unos fueron militares en activo servicio, otros retirados, pero todos apoyados por las tropas regulares de guarnición en Holguín. Es cierto que de 1816 a 1827 no existían tropas regulares en la Ciudad de Holguín, siendo apoyados entonces por los Cuerpos de Milicias y que lo fueron las 80 plazas de las Milicias Disciplinadas de Infantería del Batallón de Cuba y Bayamo, a cuyo cuidado, celo y disciplina fue enviado a Holguín don Francisco de Zayas y Armijo y más tarde el Teniente retirado José Agustín García y Quintero, este segundo desposó a la holguinera Ana de Leyva y Almaguer. Más tarde hubo en Holguín otras agrupaciones de Milicias, que lo fueron: dos Compañías Urbanas de Infantería de Blancos, las que estuvieron al mando de los Capitanes don Cristóbal y don Miguel Proenza, y la Compañía Urbana de Infantería de Pardos, que estuvo al mando del Capitán Manuel Trinidad Guillén; la Compañía de Infantería Urbana de Morenos, que estuvo al mando del Capitán José María Berrillo; la Compañía Urbana de Caballería de Fernando VII, creada en 1814 por disposición del Capitán General de la Isla; la Compañía de Voluntarios Realistas de Holguín, creada en 1824 y la que en 1834 tomó el nombre de Urbana de Isabel II. Por su parte las Tropas Regulares hicieron su llegada a Holguín en 1827 y lo fueron: el Regimiento de Valancey, al mando de don José Garcerán del Vall. Por cierto, la llegada de las tropas regulates causaba trastornos en la Ciudad, ya fueran des de Valancey, las de La Unión, la de Nápoles, la de La Habana, Galicia, Cataluña, Barcelona, Isabel II, del Rey o de Cantabria, sobre todo por la necesidad de conseguirle alojamiento y alimentos, más suficientes catres para dormir. Cada vez que llegó una de esas tropas provocaron quejas del vecindario ante su mal comportamiento al propasarse con las damas e interrumpir los bailes, y eso de “la mano fuerte” de sus superiores. En Actas del Cabildo consta que el espíritu de la discordia se introducía con la llegada de las tropas regulares, y más al tener esos soldados la categoría de “aforados”; esa condición les hacía tener cierta inmunidad y por ello oponían resistencia a ser detenidos, y de serlo, había que alojarlos en celdas especiales, llegándose al extremo de dictarse Bando prohibiendo al vecindario tratar y contratar con los soldados, bajo pena de nulidad, pérdida de la especie, devolución del precio en su caso y responsabilidad por los perjuicios causados.


14 de febrero de 2022

LA MUNICIPALIDAD HOLGUINERA 1800-1850 (10)

 10.- La actividad de los Cabildos, la presencia en Holguín de destacados Tenientes a Gobernadores y la cooperación que les prestó el vecindario, hizo que se le considerara a este periodo histórico que hoy comentamos como el más constructivo, dotando a la Ciudad de Holguín de un Hospital de Caridad, de una Real Cárcel con espacio para la Casa Cabildo, Cuarteles para las tropas, Corral del Concejo, Matadero, Mercado de Abasto y de un espacioso y decente Campo Santo, repararon la Iglesia de San Isidoro y construyeron la auxiliar de San José, hermosearon la Plaza Real a la que nombraron de Isabel II…

Hemos visto que en Cabildo de 18 de julio de 1752 habían solicitado de Su Majestad un Hospicio para la Ciudad de Holguín, necesario para el cuidado de los enfermos, y al objeto de sostenerlo, la concesión del noveno de los diezmos de la jurisdicción, y que la Corona, en 21 de mayo de 1757 se los concedió. La obligación de tener un Hospicio la tenían todos los pueblos del Reino, a costa de su vecindario.  

Finalmente, el Hospicio se construyó en 1760, pero ese ya no existía en 1825 y lo peor es que el Cabildo no contaba con fondos para reconstruirlo.

Gracias a la benefactora de Holguín doña Victoriana de Ávila, las nuevas obras dieron comienzo en 1833 y en 19 de marzo de 1849 lograron inaugurarlo con el nombre de “Hospital de la Caridad de San Juan de Dios”. El edificio contaba de dos alas, una destinada a los hombres y la otra a las mujeres, y entre ellas dos estaba la capilla. También tenía el edificio los almacenes, la enfermería, el depósito de los cadáveres, la dirección y la cocina. Su sostenimiento lo dejaron a cargo de una Junta de Caridad que conseguía el dinero y lo que se necesitaba para el hospital con las limosnas recaudadas en el vecindario y asimismo con las rentas de los bienes donados por benefactores, entre ellos los sacerdotes Calderín y Bofill, que les dejaron dos casas en la Calle de Barcelona, un Colgadizo en la calle de Numancia, otra en la esquina de Pelayo y Numancia, otra de mampostería en la calle de España, un solar en la misma calle de España y la mitad de una casa en la Calle de Comercio, a más de la mitad de la finca rústica “La Breñosa”.

Por su parte y como lo exigía la Ley 5, título 7, del libro Cuarto de la Recopilación de Leyes de Indias, se construyó en Holguín el Corral del Concejo y el Matadero a la otra orilla del río Jigüe, (donde no había urbanización), al objeto de que el mal olor que producían las inmundicias no llegasen a la Ciudad, dando por terminadas las protestas llegadas al Cabildo por el sacrificio de animales dentro del perímetro de la Ciudad. Ambas edificaciones de mampostería, de cien varas en cuadro y el solar amurallado de ladrillos, con aceras, portal y corrales.  La construcción fue comenzada en 1819 y la terminaron en 1823, siendo supervisada por el Licenciado Juan Buch, que tanto se destacó en Holguín en este periodo histórico. 

La inauguración del Corral y el Matadero dio origen a nuevos bandos, uno de ellos informando que, por Ley, el ganado vacuno destinado al consumo público tenía que ser sacrificado en el Matadero y que quien no lo hiciera así incurría en delito por el que podía ser sancionado a multa y decomiso de las carnes; igual se prohibía el sacrificio de cerdos en los patios de las casas, quedando todos obligados a hacerlo en el Matadero, y finalmente quedó acordado que solamente las carnes de animales sacrificados en el Matadero eran las que podían venderse al público. Otras disposiciones determinaron la prohibición de introducir carnes en la ciudad; que solo podrían mantenerse dos o tres cerdos en los patios de las casas; que el ganado destinado al consumo público no podía entrar a la Ciudad, así como se fijaron impuestos a los animales sacrificados en el Matadero y a los mantenidos en el Corral del Concejo.

Más adelante, (septiembre de 1843), el Gobierno Superior, deseando proteger a los ganaderos cuyo ganado se destinase al consumo público, y al objeto de terminar “con los vicios que se observaban en los Rastros y en el Corral del Concejo”, modificó el Ramo de Consumo Público, permitiendo el sacrificio en los Mataderos de una o más eses, siempre que estas reuniesen las circunstancias y cualidades fijadas por Salubridad y que los Mataderos tenían que mantenerse abiertos mientras hubiese en los mismos reses que sacrificar, pudiendo estos fijar el precio de sus carnes, pero esas carnes siempre deberían ser vendidas en sitios públicos y a la vista del consumidor. Y llegándose al extremo de permitir la venta de las carnes por las calles bajo licencia y cumpliendo con las reglas fijadas sobre aseo e higiene. (Lo anterior por Bando de 15 de noviembre de 1848).

Otra construcción fue un moderno Campo Santo. En mi comentario anterior sobre la Municipalidad holguinera (1752-1799), ya hemos visto que en Holguín se siguió la costumbre de enterrar los cadáveres dentro y fuera de la Iglesia de San Isidoro, y que a partir de 1790 esa costumbre fue prohibida, destinándose para ello lo que un día pasó a ser Parque de Victoriana de Ávila, con carácter provisional; que también como provisional lo trasladaron al actual campo santo, que inauguraron en 29 de junio de 1814, y que hemos mantenido en el mismo lugar hasta el presente, a pesar de los acuerdos tomados en el sentido de tener uno más moderno fuera de la ciudad, “cómodo, útil y proporcionado a ambas Parroquias”. 

Ese cementerio provisional comenzó siéndolo de doscientas varas en cuadro, amurallado con madera de corazón con su correspondiente puerta de entrada. La obra fue supervisada por los vecinos Pedro Nolasco Aguilera y José Rosalía de Ávila. 

Más adelante sustituyeron las cercas de madera del cementerio provisional por una hecha de piedras, con dos puertas de entrada y dos osarios, una puerta y un osario para los vecinos del Norte de la Ciudad y otra para los del Sur. La línea divisoria de la ciudad en Norte y Sur era la actual calle de Frexes.

En el año de 1845 el Licenciado Juan Buch Rodríguez y José María Cubero propusieron al Cabildo edificar un nuevo Campo Santo en el mismo lugar en que estaba el provisional, sufragado a la mitad entre ambos. Finalmente, la obra quedó terminada en 1847. Lo amurallaron de ladrillos con una altura de tres varas y al fondo levantaron una Ermita, la del Santo Cristo de la Misericordia. En la pared del frente hicieron tres hileras de nichos.

El Mercado de Abasto lo construyeron donde antes habían construido La Marqueta, en terrenos de la Laguna de Lugones. Ello dio fin a la Tienda de Ordenanza que tenían en una de las esquinas de la Plaza Real, y dio fin al uso de la Plaza de San José como mercado. Fue inaugurado el Mercado de Abasto el 19 de marzo de 1848 con el nombre de “O´Donell”, en honor del Capitán General de la isla don Leopoldo O´Donell. De acuerdo con el historiador don Diego de Ávila, este Mercado contaba de 16 casillas, de ellas catorce destinadas a la venta de carnes y las dos restantes a la venta de café. En la Placita que dejaron a su frente se vendía verduras por la libre. Para no interrumpir el tránsito lo caballos tenían que llegar y retirarse por la calle de San Pedro. 

La inauguración del Mercado dio origen a nuevos Bandos, entre ellos el del mismo 19 de marzo de 1848, (día de la inauguración), prohibiendo la venta de carne fuera del Mercado de Abasto; el del 28 de junio de 1848, aclarando que los arrendatarios de las Casillas podían llevar a los hogares las carnes sobrantes al objeto de salarlas y tasajearlas, pero sin poder venderlas en sus moradas, sino en el Mercado; que la venta de carne fresca o salada, viandas y verduras se realizarían en el Mercado por la mañana y que los productos dichos como también los huevos y aves no podrían venderla a los revendedores antes de las nueve de la mañana; que la maloja, yerbas y cogollos podrían ser vendidas a cualquier hora del día o de la noche y que el Gobierno, el Comisionado de Abasto y un Regidor vigilarían sin disimulo la venta de bebidas, carnes y alimentos y el aseo del local. Los productos en mal estado serían recogidos y arrojados a los basureros.

El edificio de la Real Cárcel fue la “niña bonita” del Cabildo. Fue inaugurado el 24 de marzo de 1818. En ese día se dio entrada a los primeros seis presos, de acuerdo con el historiador local Juanito Albanés. Nunca antes habían podido construirla por la falta de fondos no obstante los continuos requerimientos de las Autoridades superiores, toda vez que su construcción estaba a cargo de Cabildos. 

En diciembre de 1807 la Real Audiencia había considerado una falta grave la no existencia en la Ciudad de Holguín de una Cárcel segura, teniendo necesidad de enviar los presos al Bayamo. Su construcción fue obra de don Francisco de Zayas con la cooperación del vecindario al objeto, según él, de asegurar a los ladrones, “vicio dominante que notaba en la jurisdicción de su mando”. Crearon una Junta inspectora de la Cárcel, y crearon el cargo de Alcaide de la Cárcel.   

Las reparaciones del edificio fueron continuas y el alimento de los presos escaso y pésimo, de acuerdo con las continuas quejas.

En 1860, fuera de este periodo histórico que comentamos, en vista del pésimo estado de la Cárcel, se designó una Comisión al objeto de que informara si merecía una restauración o ser construida una nueva. El ingeniero Alejo Beucher dictaminó que era necesario construir una nueva cárcel, escogiéndose para ello parte de los terrenos de “El Llano”, (pero esa no se construyó jamás).

Igual mantuvieron en constantes reparaciones la Iglesia de San Isidoro. El templo había sido bendecido el día 3 de abril de 1720 y en ella se veneraban las imágenes de los dos Patronos de la Ciudad, San Isidoro y la Virgen del Rosario.  En el año de 1818 toman el acuerdo de construirla de mampostería.

La iglesia de San José, como parroquia auxiliar de la de San Isidoro fue autorizada su construcción a petición del vecino de Holguín, Pablo María Alberteris en 1ro de septiembre de 1803, siempre y cuando lo realizara a sus expensas y estuviese la misma cubierta y cerrada, puerta y llave, con la decencia y aseo que corresponde y se colocare en su altar la imagen de San José. En el año de 1844 se reconstruyó, con su torre franciscana, colocándose en su frente, para constancia, una placa de mármol con la siguiente inscripción: “Reynando la señora doña Isabel II de Borbón, Q.D.G., y siendo Teniente Gobernador de esta Ciudad el Sr. Brigadier don José Garcerán del Vall. Año de 1842”.  

Construyeron la Iglesia o Curato de Auras en la Punta de Yarey, Bahía de Gibara, de madera, tejas y tablas, los vecinos José Romero y Agustín Rodríguez. La bendijeron en 1820. Le ornamentaron el Altar mayor y Púlpito a costa de la Iglesia de San Isidoro, según dejó dicho el historiador don Diego de Ávila. La dedicaron a San Fulgencio por ser hermano de San Isidoro, este último, patrono de Holguín. En 24 de septiembre de 1847 se comenzó la construcción de una nueva iglesia en Gibara, costeada por la benefactora holguinera doña Victoriana de Ávila; esa iglesia fue bendecida en 1853.

Fue comenzada la construcción de la iglesia del Retrete en 1820, y la ubicaron en el Partido de Bariay bajo la advocación de Santa Florentina, por ser hermana de San Fulgencio y de San Isidoro. Esta fue trasladada a Fray Benito en 1856.

Las restantes parroquias de Holguín, como la de San Andrés de Guabasiabo, Santa Margarita de Cacocum y San Marcos de Auras, fueron construidas fuera de este periodo histórico. 

A partir de todas ellas pudo contar la Ciudad de Holguín con un Juzgado Eclesiástico, integrado por un Vicario Juez Eclesiástico, desempeñado por muchos años por el Padre Calderín, de un Auxiliar, cargo que desempeñó por varios años el holguinero José Ángel de Fuentes, y de un Notario Archivero. 

Eran los responsables de la Iglesia de San Isidoro: el Cura Párroco, el Sacristán Mayor y el Colector. En las restantes solamente se mantenía un capellán.

Las Iglesias que había en la Jurisdicción dieron origen a varios Bandos, uno de ellos dando a conocer y recomendando que la Iglesia Católica, Apostólica y Romana era la única cierta y verdadera, estando protegida por el Estado; otro sobre la prohibición de otra religión que no fuese la católica, otro sobre la adoración a Dios y a las imágenes de María Santísima y restantes Santos de dicha religión; otro sobre los Oficios vedados en los días de precepto; otro sobre las diversiones profanas en presencia de la imagen de Dios; otro sobre la prohibición de traducir la Biblia al castellano y asegurando que las biblias en castellano serían recogidas y se les formaría causa criminal a sus poseedores; otro sobre la persecución y castigo a los predicadores clandestinos; otro sobre los repiques de las campanas y otro que prohibía pedir limosnas en la puerta de los templos.

Otro edificio que se construyó en Holguín durante el periodo histórico de este comentario fue un Cuartel Militar. Los militares que hubo antes de la construcción se alojaban en las casas particulares o en casas alquiladas. La construcción se hizo por etapas, y así lo hemos reseñado en nuestro anterior comentario. Como es natural, su construcción estuvo a cargo del vecindario y del Cabildo.

Los holguineros de entonces consiguieron para la Ciudad un Escudo de Armas que se le concedió en 11 de octubre de 1831, en el que se representa la Real Corona de España, sostenida en alto por las imágenes de San Isidoro y de la Virgen del Rosario, Patronos de Holguín. E igual consiguieron el tratamiento de Ilustre, por lo cual sus Actas Capitulares comienzan “en la muy ilustre ciudad de Holguín”, así como el uso de uniforme a sus Capitulares “como los tenía ya concedido el Bayamo”.

Consiguieron en 23 de enero de 1830 una Delegación de la Sociedad Patriótica Amigos del País. Su primer Presidente don Francisco de Zayas y su Director el Presbítero don Manuel Calderín.

Hermosearon los paseos públicos. A la Plaza Real o de Armas, que se mantenía como un lote yermo para la finalidad con que se había creado, maniobras militares los días de fiestas, y el público y los mercaderes en los portales que le rodeaban, y que nombraron algunas veces Plaza de la Constitución, al ser proclamada esta en España y hasta colocaron en su centro una Pirámide Constitucional (de noche profanada), fue transformada en 1839 en un hermoso paseo público, y ello se debió al Comandante del Regimiento de “la Unión”, don Ángel de Loño Martínez, con la cooperación de sus soldados y del vecindario. Le dieron forma de paralelogramo, de acuerdo con el primer historiador de Holguín don Diego de Ávila, de ciento once varas y dos tercios de longitud por ochenta y ocho varas de latitud, con sus pisos de ladrillo y “treinta y tres sofaceras de calicanto a la inglesa”, ocho columnas del mismo material y sembraron veinte y ocho árboles de morera, terminándose la obra en 1849. Más tarde se le hicieron cuatro jardines, una reja de hierro y se colocaron dieciséis farolas y por medio de Bando se multó con dos pesos a los dueños de vacas capturadas dentro de la Plaza.

Por otro lado la Plaza de San José, nombrada antes de San Francisco, se mantuvo en este periodo como un solar yermo, así como la de San Isidoro, salvo las cinco farolas que en la dicha de segunda, se encendían durante las noches oscuras o en los días de fiestas.

El alumbrado público lo constituían las farolas a cargo de un farolero que pagaba el Cabildo, pero las farolas solamente se encendían los días de fiesta o en las noches oscuras. Por su parte cada morador debía tener un farol en su puerta, salvo los de notoria pobreza como hemos consignado antes.

LA MUNICIPALIDAD HOLGUINERA 1800-1850 (9)

 9.- En mi comentario anterior sobre la Municipalidad holguinera (1752-1799), vimos que la Ciudad de Holguín no era más que una aldea con categoría de Ciudad, tanto por el número de sus habitantes como por sus construcciones, no obstante, ello, en el plano tenían trazada una bonita Ciudad, la que contaba, de acuerdo con ese plano, con trece calles de Norte a Sur, cada una con una extensión de 2 023 metros largo, y nueve que lo hacían de Este a Oeste con una extensión de 1 086 metros cada una, las que dividían a la Ciudad de Holguín en 140 manzanas de suficiente amplitud, y tanto que los moradores, a más de su casa vivienda, tenían que dejar para el patio y el traspatio, dependiendo de esos espacios parte de su sustento y la crianza de animales, a más de las comodidades necesarias a la vida hogareña a que estaban condenados, que en la actualidad se hace en la calle, en los paseos o en los teatros… 

En ese periodo histórico que comentamos, procuró el Cabildo que los habitantes de la Ciudad fabricaran cómodas y vistosas casas de mampostería y la eliminación de los solares yermos que tanto la afeaban. Así también la sustitución de los bohíos de guano que tanto abundaban; para ello obviamente que necesitaban la cooperación del vecindario. Para auxiliarlos en su labor contaban con los Alarifes que eran el Tasador Público, Albañilería, Carpintería, Platería, Zapatería, Barbería, Herrería, Sastrería y asimismo con el Mayordomo de la Ciudad, con los celadores de los ríos “Jigüe” y “Marañón”, y con el Comisionado de Abasto. 

Para mejor darle aires de Ciudad a esta de Holguín, la dividieron en Barrios que nombraron “Marañón”, “Jigüe”, “El Llano”, “Punta Brava”, de “La Cárcel”, de “San José” y de “San Isidoro”. Más adelante en el tiempo vamos a encontrar el barrio del “Cuartel” y del “Tejar”.  

Los Acuerdos tomados se daban a conocer al vecindario por medio de Bandos que se leían a viva voz en los parajes públicos de la Ciudad. Así, por medio de Bando prohibieron la construcción de casas de guano en el perímetro de la Ciudad, (lo que era cosa imposible de lograr ante la pobreza del vecindario). En esto de no construir casas de guano el gobierno fue más efectivo dentro del cuadro comprendido entre las Calles Nueva, de Santa Ana, Santiago y San Francisco, y también cuidaron de que no se construyera con ese material en los alrededores de la Plaza de San José. Es por eso que se fiscalizaban las nuevas construcciones, debiendo intervenir en ellas el Síndico y el Alarife de Albañilería. Para hacer más efectiva la disposición de no construir con guano se prohibió por medio de Bando la entrada en la ciudad de pencas de guano, penalizando a los conductores, a los cobijadores y al propietario de la casa.

Acordaron también y así lo dieron a conocer, la inspección periódica a las casas, realizando para ello el Registro de Casas, en el que se anotaba el nombre de la calle en que estaba situada, el nombre del dueño o del inquilino, el material con que estaba construida y la renta o alquiler que se pagaba al dueño. Y acordaron que los solares situados frente a las Plazas de la Ciudad y a la Iglesia de San Isidoro, debían estar fabricados en un plazo no mayor de seis meses, así como que los solares existentes entre las calles de Santiago, San Diego, San Isidoro, San Miguel y Real Cárcel, así como las situadas frente a La Marqueta, tenían que ser amurallados de mampostería de tres varas de alto, y los no comprendidos dentro de las indicadas calles, cercarse de madera dura. 

Por Bando de 28 de agosto de 1850, en el mando de don Juan Antonio de los Reyes, dieron a conocer por Bando sobre el rótulo y numeración de las casas. Para ello, informó el Cabildo, tenía contrato celebrado con el pintor Tomás Ceruti para los indicados fines, y, como es natural, a cargo del propietario de la casa, quien quedaba obligado a conservarlo visible bajo la penalidad de cuatro ducados si lo retiraban. Además se informó que la limpieza de las calles estaba a cargo del vecindario, los que debían de barrerlas todos los días, cada vecino el frente de su morada, y regarlas con agua limpia una hora antes del amanecer en el verano y en los inviernos de mucho calor, así como limpiarlas de yerbas, prohibiendo, además, el arrojar basuras a la calle ni dejar salir agua inmunda por el caño. En un principio la basura se arrojaba en la Laguna de Lugones y más tarde a la entrada de los caminos.

Se creó el alumbrado público de la Ciudad. Las farolas se colocaron a cargo del Fondo de Propios y fueron 16 en el Parque de Isabel II, antes de Armas; cinco en la de San Isidoro; cinco en la de San José. Esas las encendía el farolero los días festivos y en las noches oscuras desde la oración hasta las diez de la noche. Otras fueron seis en La Marqueta, de ellas, cuatro en el interior del edificio y dos en las afueras; las del interior del edificio se mantenían encendidas toda la noche. Igualmente colocaron cinco en el edificio de la Real Cárcel.

En el mismo sentido, los vecinos estaban obligados a mantener un farol encendido en el frente de su casa en las noches oscuras, hasta las diez de la noche, aunque de esa obligación quedaron exentos los de notoria pobreza.

LA MUNICIPALIDAD HOLGUINERA 1800-1850 (8)

 8.- Cumplida su misión histórica, que era la protección de las embarcaciones, asegurar el tráfico mercantil por el Puerto de Gibara y base para limpiar de piratas la costa Norte de Holguín, la Batería de Fernando VII sufre del abandono, no en las nóminas, en las que siguió figurando un Comandante de la Batería, un Teniente y un Subteniente, Sargentos, Cabos, Soldados, Artilleros, Guarda Almacén… Por ello nos encontramos que en 27 de noviembre de 1830, al hacer su entra al Puerto de Gibara de varios navíos de guerra de bandera inglesa, no pudo la Batería arriar la Bandera de España ni el Pabellón Real, al encontrarlas hechas girones. Y que, en 5 de diciembre de 1839, al entrar en Puerto el bergantín inglés “Racen” y saludarla su comandante Bing con veintiún cañonazos, la Batería no pudo corresponderle pues de sus tres artilleros, uno se encontraba completamente alcoholizado, el segundo arrastraba su pierna enferma y el tercero sufría de fuertes dolores musculares, teniendo que recurrirse a soldados de la Compañía, los que faltos de experiencia, no produjeron con sus disparos el estruendo requerido. Por lo antes dicho, vino una investigación y los investigadores encontraron que los cartuchos no tenían pólvora, y el depósito de la pólvora estaba abandonado, los fusiles inservibles ante la falta de aseo y el Guarda Almacén residía en Holguín disfrutando lo que siempre gustó a los cubanos, una “Botella”.

A pesar de todo, por el Puerto de Gibara, gracias a la Batería de Fernando VII, salían al exterior en barcos nacionales y de bandera extranjera, los productos del término de Holguín, consistentes en maderas preciosas, minerales, cueros, carne salda, tabaco, cera, miel de abeja, café, azúcar, aguardiente, miel de purga, etc., y se recibían del exterior el arroz, la harina, el trigo, los aceites, las losas y los tejidos. Y a la sombra de la Batería nació un pueblo, el de “Punta de Yarey”, nombre este que siguió recibiendo hasta el año de 1856 en que pasó a ser el de Gibara. Sus primeros vecinos fueron holguineros y bayameses radicados en Holguín, los de Auras y un pescador, Juan Ramón Guzmán, alias “San Germán” (que es el primer apodo o sobrenombre que encontramos en los anales de la Villa). Este individuo, por Acta de 25 de noviembre de 1816, cedió su propiedad para construirse en ellas la Batería. 

Para don Diego de Ávila en su “Historia del Hato de Holguín”, “…fueron de los primeros pobladores del pueblo de Punta de Yarey, Romero, Horta, Zaldívar, Puerto Rico y Drigg. Y una vez habilitado el pueblo, engrosó su población con familias enteras, siendo entre otras las del Sr, don Antonio Casacó y Medrano y su esposa doña Teresa de Lima, don Juan José Fornaris Barrizabal y su esposa doña Isabel González de Rivera, don Miguel López Corella y su esposa doña Isabel González, don Juan Bautista Acosta y su esposa doña Rufina Ricardo, los que a su estimulación y desvelo fueron atrayendo familias con las que se ha formado una muy regular población”.

En 1827 el pueblo de Gibara ya tenía 337 habitantes y en 1846 ya lo habitaban 674 almas y en 1827 por su Puerto había exportado mercancías por valor de $ 49 678.00; y en 1850, fecha final de nuestro comentario, por valor de $ 263 840.00.

LA MUNICIPALIDAD HOLGUINERA 1800-1850 (7)

 7.- La Batería de Fernando VII, en la Bahía de Gibara, fue construida, costeada y defendida por holguineros. Los holguineros contribuyeron con los $ 5 070.00 y cinco y medio reales gastados en la obra, la cual, una vez terminada, fue valorada por los albañiles Juan paulino Infante y José Antonio Zamora en $ 10 078.00 y ocho reales. El Teniente Gobernador de Holguín, don Francisco de Zayas contribuyó con la cantidad de $ 2 245.00 real y medio y asimismo la distinguida personalidad en persona fue quien actuó como ingeniero voluntario, ya que el titular lo era el Teniente Coronel Juan Río de la Cruz, Comandante de Ingenieros de la Plaza de Cuba.

El día 12 de enero de 1817 fue el fijado para delinear sobre el terreno la citada Batería. Ese día “todo el pueblo de Holguín” se dio cita en la Bahía de Gibara, estando a cargo del Cura Párroco de Holguín, don Manuel Calderín, la bendición del lugar. Concluido el almuerzo, obsequio del Gobernador de Holguín, don Francisco de Zayas, los vecinos regresaron a Holguín a los acordes de una “famosa orquesta de música”.

La Batería se dio por terminada el día 2 de junio de 1818, y en ella se colocaron tres cañones de hierro montados, calibre 24; dos cañones calibre de a ocho y un cañón calibre de a cuatro, todos mirando hacia el mar y uno de a doce mirando hacia tierra.

Para custodia y defensa de la Batería se creó una Compañía Urbana de Infantería. Su formación estuvo a cargo de Zayas y Armijo, facultado para ello en 14 de diciembre de 1816. El personal se escogió entre vecinos de Auras (Holguín), escogiéndose para Comandante de la Batería a don Miguel López de Corella, como su Teniente a don Agustín Ochoa y como subteniente a don Gabriel Ignacio de Fuentes. 

También fue obra de Zayas la apertura de un camino de Holguín a la Bahía de Gibara, transitable solamente en la época de seca. A partir del Gobierno del célebre Zayas, todos los demás gobiernos holguineros trataron de terminar el citado camino, pero ello no se logró hasta el año 1956. 

La carretera era esencial, de acuerdo con las Actas para la agricultura y para el comercio, al tener que transportarse, por ejemplo, los vinos trasegados en garrafones, los que sufrían a su llegada a Holguín en gran desmérito. Igualmente se trasladaban las losas repartidas en serones y lo mismo se hacía con la harina, la que en gran parte se les corrompía.

En 1846 fueron creadas Comisiones para recaudar fondos para el arreglo del Camino de Holguín a Gibara, designándose a José Morua Cubero y a Francisco Maristany para recaudarlo entre las Pulquerías, y a Francisco Torralbas y Manuel (ilegible) entre el Comercio; a José Gordillo y Manuel Cardet entre los Hacendados; a José Grave de Peralta y al Licenciado don Juan Buch entre los vecinos de Holguín, y a José Leal y José Sampera entre los vecinos de Gibara, dando comienzo la obra con el dinero recaudado, el día 5 de noviembre de 1846. En 1849 la Junta de Fomento contribuyó con la cantidad de $ 4 057.00. Pero solo terminaron el segmento de Holguín al poblado de Auras. Tomaron el acuerdo de que el tramo de Auras a Arroyo Blanco estuviese a cargo de los vecinos de Auras, y el de Arroyo Blanco a Gibara a cargo de los de Gibara. Más, poco pudieron hacer. Las lluvias y las carretas destruían lo realizado, tanto como por la falta de un Puente sobre el Río Cacoyuguín. (El proyecto del puente fue obra del Comandante de Ingenieros don Manuel Heredia).

LA MUNICIPALIDAD HOLGUINERA 1800-1850 (6)

 6.- Aseguradas las comunicaciones y controlada la demarcación, les era necesario el tener un Puerto habilitado, cercano a la Ciudad de Holguín, para dar salida al exterior de los productos de la jurisdicción y hacer llegar a ella los del exterior. Ese Puerto tenía que ser el de Gibara, que siempre fue el puerto natural de Holguín de acuerdo a los informes rendidos; pero antes se hacía necesario el asegurar el tráfico marítimo de los ataques de los Corsarios y Piratas. Para ello había que construir una Batería a la entrada de dicho Puerto de Gibara, y la citada Batería fue ideada, costeada y construida por los holguineros, y dio origen a la prosperidad económica de Holguín y al nacimiento a su sombra y protección, de un pueblo (Gibara), al que en un principio se nombró Pueblo de Punta de Yarey. Fueron sus primeros vecinos holguineros y bayameses radicados en Holguín. Para construirla (la Batería) era necesario obtener la autorización correspondiente del Capitán General de la Isla, que accedió al ser informado por el Cabildo holguinero que la obra sería costeada por el pueblo holguinero y nunca a cargo del Erario Real. Para la necesidad de esta Batería en el Puerto de Gibara informaron al Capitán General de la Isla del daño que los barcos piratas realizaban por las costas de Holguín, apresando las embarcaciones y amenazando a los hacendados, los que se veían obligados a suministrarles alimentos, y desarrollándose el contacto entre los lobos del mar y los vecinos, que en esa época era sumamente peligroso y por ende había que evitar a toda costa. Eso se conseguiría en parte con la construcción de la Batería en el Puerto de Gibara y con las medidas que se tomarían, mencionando en el informe al Capitán General de la isla de lo ocurrido en 1810, año este en que un Corsario permaneció y desembarcó gentes en el Puerto de Naranjo. El acto se repitió en 1816. Antes en el Puerto de Gibara los corsarios capturaron la goleta “Águila” de la propiedad de don Antonio Suárez, y en el de Naranjo apresaron el pailebot de don Juan Hernández. Igual en el Puerto de Naranjo se produjo la permanencia de barcos piratas con su nave capitana “La Belona”, acompañada de “La Republicana”, “El Gran Sultán” y “La Criolla”, al objeto de destruir el tráfico marítimo. Y que el hacendado de “Cayaguaní”, don Antonio Zaldívar había sido hecho prisionero y llevado a “La Belona”, al objeto de que este informara a los restantes hacendados de la zona de que nada tenían que temer a menos que atacaran a los piratas o que no se les suministrase los alimentos. Decía el informe que había que evitar ese trato perjudicial entre los buenos y fieles españoles y los malvados piratas, enemigos de España y violadores de todos los derechos. Y que se habían tomado medidas de vigilancia por las costas de la jurisdicción de Holguín, desde Puerto Padre hasta Banes, especialmente en el lugar dicho de primero por ser la zona más poblada, colocando vigías, unos en “las Salinas” con el encargo de avisar al hacendado de “El yarey” de la presencia de barcos piratas en la Bahía de Puerto Padre, el cual avisaría al Capitán de San Cristóbal, el cual, con su personal, con el de Santa Gertrudis, Los Alfonsos, Chaparra y hasta los de San Andrés, en caso de ser necesario, los atacaría al tratar de desembarcar. Otro vigía había sido colocado en “Cayaguaní”, loma de la izquierda, en la Hacienda de Catarina Calderón, el cual avisaría de la presencia de barcos piratas en la Bahía de Naranjo, al hacendado don Miguel González, el cual, con el personal de Samá y del Retrete los atacaría de aquellos bajar a tierra. Otro vigía fue colocado en Bariay, con encargo de dar cuenta de la presencia de barcos piratas en las bahías de Bariay, Vita y Jururú. Todo lo anterior unido a componentes militares fijos en Chaparra, Fray Benito, Gibara, Bariay y Naranjo, con el encargo de enseñar a los vecinos el manejo de las armas.  

Las medidas antes dichas hizo que los piratas abandonaran estas costas, comenzando en ellas el tráfico mercantil, no obstante, consta que el 8 de enero de 1824 los piratas lograron desembarcar asaltando y robando la hacienda de “Chaparra” de la propiedad de don Tomás Ramón Ochoa; como también consta que los holguineros deseaban normalizar su tráfico mercantil por el Puerto de Gibara a toda costa y por ello, en enero de 1818, teniendo noticias de que un barco pirata se encontraba frente a Gibara, amenazando, robando y destruyendo las embarcaciones, un vecino de Holguín, don José Luciano Borrego y león, dedicado al comercio y nacido en Maracaibo, adquirió de don José María Delgado, “El Curro”, una embarcación en dos pesos, la que armó convenientemente y con tripulación de holguineros salió en persecución del citado barco pirata, atacándolo y venciéndolo, trayendo a Gibara a su Capitán.

LA MUNICIPALIDAD HOLGUINERA 1800-1850 (5)

 5.- Conocidos por el Cabildo holguinero los pormenores de las tierras jurisdiccionales y controladas esas por medio de los Capitanes de Partido y por los Cabos de Ronda, procuraron conocer también los medios de comunicaciones, reparándolos y abriendo otros, como el de Holguín al Puerto de Gibara, que era esencial para su prosperidad económica, y más cuando habían recibido órdenes del Gobernador de la Ciudad de (Santiago) de Cuba, don Eusebio Escudero, de que las consideraran como obras de preferencia por su utilidad. Por él se darían salida a los productos y se conseguiría una mayor defensa en caso de un ataque de los enemigos de la Real Hispania. Igualmente mejoraron los caminos existentes a costa de los vecinos.

En el Archivo Municipal de Holguín consta un expediente sobre los caminos vecinales de la jurisdicción de Holguín, apareciendo en ese expediente clasificados los dichos caminos en Tres Categorías, de Primera, Segunda y Tercera clase. Consideraron de Primera el Camino de Cuba, por conducir de la Ciudad de Holguín a la capital de la provincia, e igual el camino de Tunas por San Andrés, nombrado también en los documentos como la Carretera Central, y era así por seguir hasta la Capital de la Isla, y de Primera era el camino de Gibara. El camino de Cuba tenía 13 leguas por terrenos de la jurisdicción de Holguín y una anchura de cuarenta pies castellanos; el de Las Tunas, 16 ½ leguas por la jurisdicción y una anchura de treinta y seis pies castellanos. (En el informe se menciona los lugares por los cuales cruzaba ese camino y el nombre de los arroyos con los que se encontraba).

Consideraron de Segunda Categoría el camino del Bayamo, por conducir de Holguín a esa Villa, y el camino de Las Tunas por las Calabazas, el camino de Guabasiabo al Puerto de Gibara y el camino que conducía al Embarcadero de Puerto Padre. (También aparecen en el citado informe el nombre de los lugares y arroyos por que cruzaba el dicho camino).

Y consideraron como caminos de Tercera Categoría el camino de Mayarí, el de Jiguaní, el camino de los ingenios de Gibara, el de Yabazón Abajo, el de Candelaria, el de Pedregoso, el de Fray Benito, el de Santa Rosalía, el de Mulas, el de Retrete y samá, el del Embarcadero de Río Seco, el de Cauto Arriba, el de Las Vueltas, el de Guabasiabo a Puerto Padre, el de San Agustín, el de Los Caletones, el de Las Nuevas, el de Uñas a Velasco, el de Uñas a Maniabón, el de Uñas al Embarcadero de La Zanja… y como los dos anteriores en Categoría, reseñaron los lugares y arroyos que cruzaban en su recorrido.

Leer anterior/Leer 

LA MUNICIPALIDAD HOLGUINERA 1800-1850 (4)

 4.- Siendo inmenso el territorio holguinero fue de las primerísimas medidas tomadas por su Cabildo en este periodo histórico que hoy comentamos, al objeto de controlarlo y evitar los contrabandos, el dividirlo en Capitanías, y más cuando sus costas abarcaban 152 kilómetros, con puertos como los de Manatíes, Puerto del Padre, Gibara, Vita, Naranjo, Bariay, Samá y Nipe, y solo contaba con dos Alcaldes de la Santa Hermandad para recorrerlo dos veces al año. Por ello las primeras Capitanías en crearse lo fueron las de Auras, San Cristóbal, Bariay, y Majibacoa, que cubrían las costas y que fueron creadas en el año de 1804, año este en que desempeñaba el cargo de Teniente a Gobernador de Holguín el Capitán del Regimiento de Nápoles, don Félix del Corral.

En el año de 1823, en que era teniente a Gobernador don Francisco de Zayas, fue dividido el territorio holguinero en 14 Capitanías, que lo fueron: las de San Cristóbal, Bariay, Majibacoa, Tacajó, Sao Arriba, Tacámara, Fray Benito, San Andrés. Güirabo, Cacocum, Yareyal, Pedernales y Guairajal, notándose en la relación la falta de la de Auras, cuyo territorio había perdido Holguín al crearse el Ayuntamiento Constitucional de Gibara al amparo de la Constitución del año 1812, de corta duración. 

En el año de 1833 aparece dividido el territorio holguinero en 18 Capitanías, añadiéndose a la anterior relación las de Gibara, Auras, Banes y dehesa, a las que luego se añade la de Cauto Santo Cristo, recibiendo el nombre de Maniabón la de San Andrés, para quedar reducidas en el año de 1852, fuera del periodo histórico que hoy comentamos, y por resolución esta vez del Capitán General de la Isla, en solo nueve Capitanías, que lo fueron las de Maniabón, Guabasiabo, Cacocum, Yareyal, Gibara, Fray Benito, Tacajó y Tacámara, siendo la de Maniabón la antigua de su nombre, como también lo eran las de Guabasiabo, Majibacoa, Tacajó y Tacámara; a la de Cacocum se le habían refundido las de cauto Santo Cristo y Guairajal; a la de Yareyal las de Pedernales, Yayal y Dehesa; a la de Gibara la de Auras y a la de Fray Benito las de Sao Arriba, Bariay y Banes. 

Dividir el territorio en esta forma servía para vigilarlo más fácil, conocerlo y administrarlo. 

Al frente de cada una de ellas se colocó un Capitán de Partido, cuyo nombramiento dependía del Capitán General de la Isla a propuesta del Gobernador de la Provincia. (El Capitán de Partido) vestía uniforme compuesto de casaca azul con vueltas, collarín y chupa encarnada, botones dorados y bastón con puño de plata, como signo de su autoridad. Su cargo era considerado como noble y honrado, dependiendo de su persona la seguridad personal de los vecinos del Partido y sus pertenencias, además del orden público. Su persona tenía que ser respetada por todos los vecinos del Partido y sus órdenes cumplidas, al ser subalterno en Justicia y en los Militar del teniente a Gobernador de Holguín, del Gobernador de (Santiago) de Cuba y del Capitán General de la Isla, cuyas resoluciones tenía que hacer cumplir, y procurar que los vecinos del Partido viviesen en paz y subordinados, se protegiesen y ayudasen mutuamente, trabajasen en los campos los campos no permitiendo en el territorio de s mando la presencia de vagos, picapleitos ni de personas escandalosas, y sobre todo, cobras las rentas, con preferencia las correspondientes al Tesoro Real. Cada Capitán tenía como auxiliar a uno o más Tenientes, uno de los cuales era su sustituto en caso de ausencias temporales, y cuyo nombramiento también dependía del Capitán General de la Isla a propuesta, esta vez, del capitán de Partido. Y como el territorio de su mando estaba dividido en Cuartones, al frente de cada uno de ellos había un Cabo de Ronda, cuyo nombramiento lo hacía el Gobernador de la Provincia y el dicho nombramiento duraba un año, al ser tenido como una carga a la que estaban obligados todos los vecinos en beneficio de la comunidad. Su persona tenía que ser respetada por todos los vecinos del Cuartón, haciendo llegar a ellos en reuniones colectivas a las que todo vecino estaba obligado a concurrir al escuchar sus toques de guamo, bajo pena de ser multados, todas las resoluciones superiores recibidas por el Capitán del Partido. Tanto a los Capitanes del Partido, a sus tenientes como a los Cabos de Ronda, durante el desempeño de sus respectivos cargos, les quedaba prohibido el familiarizarse con los vecinos “porque de otro modo necesariamente habrían de relajarse los vínculos que debían de existir entre la Autoridad y el subalterno”, estimándose que esos vínculos familiares limitarían su libertad de acción; como tampoco, durante el desempeño de su cargo, podían comerciar ni negociar, solamente permitiéndosele hacerlo con los frutos de sus propias tierras. Y si pensamos que el extenso territorio holguinero se encontraba dividido en Capitanías y estás en Cuartones, los que a su vez estaban divididos en Sitios, Estancias, Vegas y Haciendas de Crianza, (ejemplo de ello es la Maniabón, antes de San Cristóbal, a la que correspondían los Cuartones de Velasco, Las Bocas, Maniabón, Uñas, Vega de Manos, Chaparra, La Mula y Calderón); y que los Capitanes de Partido tenían obligatoriamente que dar parte periódicamente, amparados en los conocimientos que tenían los Cabos de Ronda sobre los ocupantes de sus Cuartones, sobre el nombre, edad, sexo, estado, lugar de residencia, color de su piel, esclavos y negros pardos o libres, su ocupación, nombre del dueño en caso de ser esclavo, nombre de las esposas, relación de los hijos, el número de casas, las siembras y su estado, clase y número de animales, las entradas y salidas del Cuartón, los pases de tránsito expedidos, los nacimientos, matrimonios, enfermedades y defunciones, de las fugas de los esclavos, de los delitos y faltas cometidos, cantidades recaudadas, de las lluvias caídas… que cada vecino libre o esclavo tenía que estar provisto de una Célula de Vecindad y e que no se podía salir del Cuartón sin el correspondiente Pase de Tránsito, así como debía mostrar el Pase al Cabo de Ronda los que llegasen, nos daremos perfecta cuenta del conocimiento y control que en todo momento tenían que informar al Gobernador de Holguín, al de la Provincia y al Capitán General, por apartado que se encontrara el Cuartón.

En el Archivo Municipal de Holguín se pueden leer cientos de estos informes, así como los referentes al Historial de cada Partido o de cada Cuartón. Tomemos como ejemplo de ello el del Partido del Yayal, año de 1850. Dice el informe que el Partido del Yayal se encontraba en la Jurisdicción de Holguín y que había sido creada su Capitanía en el año de 1815, siendo su primer Capitán de Partido don Jesús González; que lindaba por el Sur con las Capitanías de Guaijaral, por el Norte con la Dehesa, por el Oeste con la de Pedernales y por el Este con de Tacámara. Se calculaba su superficie en cuatro leguas cuadradas y unas 133 caballerías de tierra, de las cuales 33 lo eran de terreno árido. Por lo general su territorio era llano y sin montes, siendo su parte Norte pedregoso y de tierra colorada, mientras las restantes tenían color negro barroso. Sus Caminos bastantes transitables, debiéndose ello no al arte sino a la naturaleza, careciendo de puentes en los pasos de los ríos. No tenía verdaderos ríos ni arroyos caudalosos, entre ellos el arroyo “Miradero”, que nacía en las sabanas del Ingenio “Piedra Blanca”, en la Capitanía de Sao Arriba y hacía su desagüe en el arroyo “Holguín”; el arroyo “Mayabe”, que nacía en las sabanas de San Rafael, Capitanía de Sao Arriba, y que hacía su desagüe en el arroyo “Holguín”; y el arroyo “Marañón”, que nacía en las faldas del Cerro de Holguín, lugar conocido por La Chomba; y también el arroyo “Palai”, que se llamaba así por nacer en las estancias de Miguel Palai. Su Capitán Pedáneo en ese año de 1860 se nombraba don Gerónimo González y tenía un Teniente y cuatro Cabos de Ronda, al estar dividido el Partido en cuatro cuartones, que lo eran el de “San Miguel”, el de “San Francisco”, el de “Santa María” y el de “Santa Rosalía”. Sus primeras estancias habían sido en el año de 1870. Y existían el partido el Trapiche de don Francisco González Vallejo, que se fundó en 6 de mayo de 1801 y el de don Gabriel González, el día 7 de septiembre de 1808. Valorados los dos en $ 7 944.00, contando en el informe el valor de sus siete esclavos de dotación, de los campos de caña, de los potreros, las fábricas, instrumentos, útiles y aperos y de sus 17 yuntas de bueyes.

Contaba con 69 casas, una sola de ella era de mampostería, 10 lo eran de tablas y tejas, 6 de embarrado y 52 de guano y yaguas, sin formar caserío. Aparecían inscriptos en la Capitanía 448 vecinos, de los cuales 370 eran blancos, 39 eran pardos libres, 7 pardos esclavos, 3 morenos libres y 29 morenos esclavos; 247 vecinos eran del sexo masculino y 201 del femenino; solo 47 eran casados y 322 personas eran solteras, mientras que 14 eran de estado de viudez; solamente una de esas personas era ciega y ninguna pasaba de los 90 años de edad. De los blancos 347 eran nativos de Holguín, once eran del Bayamo, cinco del Jiguaní, dos de Santiago de Cuba, cuatro del Caney y uno de las Islas Canarias. Dice el informe, también, que el cuartón de “San Miguel” era de terreno quebrado, pero productivo y tenía 17 estancias, mencionando el nombre de sus dueños. El cuartón de “San Francisco” de terreno llano, pero solamente tenía cinco estancias, cinco potreros y un trapiche que era de la propiedad de don Francisco González. El cuartón de “Santa María”, también de terreno llano, tenía nueve estancias, cuatro potreros y un trapiche de la propiedad de don Gabriel González. Y el cuartón de “Santa Rosalía”, de terreno quebrado, tenía 27 estancias. 

Informa el documento que en la Capitanía del Yayal no se fabricaba carbón al carecer de montes, tampoco explotaban metales, no tenía escuelas, ni iglesias, cementerio u hospitales. Se usaba por los vecinos como medida, la vara cubana, también “la tarea”, que consistía en cuatro varas cubanas; tenían como instrumento de trabajo las hachas, machetes, las azadas y los arados. Y que las relaciones entre propietarios y trabajadores eran cordiales. Los jornales eran escasos, y cuando los había se abonaban al día, por meses o al año, a razón de tres reales por día, o siete pesos al mes. Las cargas de ocho arrobas y su conducción a lomo de caballo se pagaban a razón de un real por legua caminada. Contaba con siete pozos artificiales y sus pastos lo eran de yerba de guinea, de Juan de Castilla, de tendedera y de malva común, como también tenían la pata de gallina, todas de uso en el ganado, ya que los cerdos comían el palmiche. Su producción anual se estimaba en 2 700 arrobas de azúcar de cucurucho y de raspadura, una arroba de almidón, cuarenta arrobas de sagú, 160 arrobas de frijoles, 1 959 arrobas de patatas, 80 de millo, ocho de añil, 140 de cera, 40 de queso, 4 876 de maíz, 160 barriles de miel de abeja que se obtenían de 161 colmenares, 9 cargas de tabaco, 1 950 de plátanos, 1 306 de viandas, 2 612 de hortalizas, 4 050 de maloja, 3 091 de cogollos y yerba de guinea. La arroba de azúcar de cucurucho y raspaduras se vendía a siete reales, los plátanos en general a tres reales el ciento, el sagú a dos reales la libra, el almidón a doce reales la arroba, el añil criollo a cuatro reales la libra, la cera a cinco pesos la arroba, la carga de tabaco de doscientas libras, a dieciséis pesos. También contaban con 105 bueyes, 242 caballos y yeguas, 61 mulos, 249 toros y vacas, 86 añojos, 184 cerdos, 198 pavos comunes, 2 pavos reales, 764 gallinas, 62 gallinas de guinea, 132 patos, 348 palomas, y 991 pollos. Vendían los cerdos “corraleros” antes de ser cebados, a 6 pesos y los cebados a 8 y hasta 10 pesos, las vacas y toros a 12 pesos, los pollos bien plumados a un real sevillano, los huevos a 3 por un medio, las viandas a un peso el cerón. Y la maloja, el cogollo y las restantes yerbas, de acuerdo con la estación, a 4 reales la carga en la época de abundancia y a 8 reales en época de seca.  

De acuerdo con el informe el ganado gozaba de buen tamaño y calidad, no necesitando de mejoras. 

Leer anterior / Leer siguiente

LA MUNICIPALIDAD HOLGUINERA 1800-1850 (3)

 3.- Veremos cómo en este periodo histórico que hoy comentamos, que abarcará de 1800 a 1860, como el Cabildo holguinero trata de salir de su estancamiento económico y de hacer progresar su Municipalidad, lo que en parte logra gracias a la actividad y celo de alguno que otro de sus Tenientes Gobernadores, ayudados por algunos de sus vecinos, como es el caso de don Francisco de Zayas en su época de Teniente a Gobernador de la Ciudad, del Licenciado don Juan Buch y de la Benefactora doña Victoriana de Ávila.

Vino a la Ciudad de Holguín el Teniente don Francisco de Zayas, procedente de la Ciudad de (Santiago) de Cuba, al objeto de hacerse cargo del celo, cuidado y disciplina de las Milicias Blancas, avecindándose en la Ciudad, en la que ocupa los cargos de Alcalde Ordinario, primer Alcalde Constitucional, Comandante de Milicias y de Teniente Gobernador de Holguín en lo político y en lo militar, destino este que ocupa desde el año de 1816 al de 1833, como también los cargos de Sub delegado de la Real hacienda, de Miembro de la Diputación provincial, el de Ingeniero Voluntario en la construcción de la Batería de Fernando VII en Punta de Yarey, Bahía de Gibara, etc., todo lo cual le hizo vivir en la Ciudad de Holguín por muchos años, logrando en parte por su actividad, el progreso de la Ciudad de Holguín, enumerándose entre sus obras el edificio de la Real Cárcel y en sus altos la Casa Cabildo; la construcción de la Batería de Fernando VII en la Bahía de Gibara; la formación de una Compañía urbana de Infantería destinada a la custodia y defensa de esa Batería; la habilitación del Puerto de Gibara y el fomento de un pueblo en la Punta del Yarey, que más tarde llevó el nombre de Gibara; el camino de Holguín a la Bahía de Gibara; el estudio, construcción y apertura de caminos que (ilegible) comunicaciones dentro del término de Holguín, (ilegible)  Concejo “cuya falta era demasiado notable para (ilegible) el aseo de las carnes y el destierro de la pestilencia que exhalaban las matanzas dentro de la Ciudad; la eliminación de vagos, a muchos de los cuales envió a presidio; se ocupó del desarrollo de la agricultura y del comercio, promoviendo la siembra del café y de la caña de azúcar, dando salida a los productos de la región de Holguín por el Puerto de Gibara; se ocupó de la construcción de un nuevo edificio para la Iglesia de San Isidoro y de la construcción de la de San José; limpió de piratas la costa Norte de la municipalidad, facilitando las comunicaciones marítimas; mandó a hacer un plano detallado de la Jurisdicción de Holguín; hizo publicar en las Memorias de la Sociedad Económica de La Habana los documentos sobre la fundación de Holguín; mejoró su Hospital de Caridad y su Campo Santo; consiguió el Escudo de Armas para la Ciudad y el tratamiento de Ilustre a su Cabildo; dio a la Ciudad un Reglamento de propios y Arbitrios; consiguió para Holguín una Delegación de la Sociedad Económica de La Habana y de la Junta de Sanidad; se ocupó de la limpieza y del aseo de las calles de la Ciudad, la eliminación en el centro de la Ciudad de los bohíos de guano; mandó rotular sus calles, etc., todo lo cual aparece enumerado en las Actas de su Cabildo, ocurriendo su fallecimiento en la Ciudad de Holguín, el día once de mayo de 1837, dejando en la Ciudad una numerosa prole, encontrándose entre sus descendientes los Mayores Generales Julio y Belisario Grave de Peralta y Zayas.

El Licenciado don Juan Buch también vino a la Ciudad de Holguín procedente de la Ciudad de (Santiago) de Cuba, destacándose en la Ciudad de Holguín como médico humanitario, más con los pobres que con los ricos, interviniendo como el que más en muchas de sus obras públicas, entre ellas el Campo Santo.

Y doña Victoriana de Ávila y González de Rivera, nativa de Holguín (ilegible) casó con el canario José Romero, no dejando sucesión (ilegible) fortuna en obras benéficas en Holguín y Gibara, y (ilegible) el Cabildo holguinero la declaró “Benefactora” e impuso su nombre a uno de los Parques de la Ciudad.

Leer anterior/Leer siguiente

LA MUNICIPALIDAD HOLGUINERA 1800-1850 (2)

 2.- La Municipalidad holguinera nació pobre y sus pobladores fueron agricultores; las tierras comprendidas en su Jurisdicción las encontraron mercedadas a particulares por el Cabildo de Bayamo, al ser estas sus tierras de la Costa Norte, o por el Cabildo de la Ciudad de (Santiago) Cuba o por el propio Rey de España, negándose estos o dificultando el cobro de las rentas que la nueva ciudad necesitaba para poder edificar su Casa Cabildo, la Real Cárcel, el Mercado de Abasto, el Corral del Concejo, el Campo Santo y el Matadero y adecentar su Templo Católico, edificaciones esas que de acuerdo con la Ley de Indias debía de tener toda Ciudad del Reyno de Castilla para el pago de sus empleados y para sus más perentorias necesidades, por lo cual hemos consignado ya en mi anterior comentario sobre la Municipalidad Holguinera, solicitaron de Su Majestad el Rey de España la concesión de las Tierras Realengas de la Jurisdicción, al objeto de darlas a Censo y con tales rentas poder comenzar las edificaciones y cuidar de sus más perentorias necesidades, y que el Rey de España, por su Real Cédula de 21 de mayo de 1757 las concedió, otorgando a la Ciudad de Holguín la propiedad de las tierras del Socarreño, La Ciguapa, Santo Domingo, Saybado, Las Jamaicas, del Vedado, Los Alfonsos, Las Salinas, Las Nuevas, de Chaparra y las de Punta del Yarey, que en nada le favoreció al encontrarse que tales tierras estaban también ocupadas por particulares, negándose estos al pago de rentas, cosa corriente en toda la Historia de Holguín, viendo perdida a través de su Historia los terrenos Egidos y hasta los de su dehesa, todo lo cual hizo que el desarrollo y prosperidad de la Municipalidad Holguinera fuese solo en el periódo de 1752 a 1799.

LA MUNICIPALIDAD HOLGUINERA 1800-1850 (I)


1.- En el anterior comentario sobre la Municipalidad Holguinera (La Municipalidad Holguinera. 1752-1799), decíamos que ésta había sido reconocida oficialmente el día 18 de enero de 1752, día éste en que el Gobernador de la Ciudad de Cuba, a cuya Jurisdicción pertenecíamos, don Alonso de Arcos y Moreno, cumplimentando la Real Cédula de Creación de Fernando VII, Rey de España, de 1ro de febrero de 1751, dio al pueblo de Holguín la categoría de Ciudad, con todos los honores. privilegios y franquicias a que tenían derecho todas las demás Ciudades del Reino de Castilla; y que éste Gobernador había concedido a Holguín, por terreno jurisdiccional, una enorme cantidad de terreno a costa del territorio del Bayamo, y que se extendía del paraje de Majibacoa, camino de Puerto Príncipe a Sabanilla del Cauto, camino de Holguín al Bayamo; de allí a Aguas Verdes, camino de Holguín a la Ciudad de Cuba, de allí a la Bahía de Nipe, y siguiéndose por toda la costa del mar a la Bahía de Manatíes, y de allí al punto de partida en Majibacoa, la que abarcaba 237 leguas cuadradas, que más tarde vio aumentada al cedérsele a Holguín las Capitanías de Yariguá y de Mayarí, que lo aumentaron a 255 leguas cuadradas; le fijó un Ejido o sementera de terreno útil para la agricultura, de disfrute común a los habitantes de la Ciudad de Holguín, de 375 caballerías de tierra y se le fijó una Dehesa, de media legua de extensión por todos los vientos, al tener forma circular, destinada a la extensión futura de la Ciudad de Holguín; seleccionó y designó a sus Gobernantes entre sus principales vecinos y pobladores, seleccionando las personas que debían de ocupar los cargos de Alcaldes Ordinario, Alcalde de la Santa Hermandad, Alcalde Mayor Provincial de la Santa Hermandad, Alférez Mayor, Fiel Ejecutor, Alguacil Mayor, Depositario General, Síndico Procurador General, sus Regidores y un Escribano Público y de Cabildo, y a un Teniente a Gobernador que ante ella (el cabildo) representase al Capitán General de la Isla a la Corona de España, unos en propiedad y otros debían de ser escogidos anualmente por el Cabildo en elecciones.

Que a la Ciudad Capital se le dio el nombre de Holguín en recordación del Capitán García Holguín, dueño y fundador del Hato, y que sus vecinos habían colocado bajo la protección de la Santísima Virgen del Rosario y de San Isidoro, por lo cual sus primeras Actas de Cabildo siempre comenzaban: “En la Ciudad de la Santísima Virgen del Rosario y de San Isidoro de Holguín”, y que a ello se debe que su escudo de armas ostente la Real Corona de España sostenida en alto por la Santísima Virgen del Rosario y por San Isidoro

Leer siguiente

Choferes, automóviles, storages, venta de gasolina y accesorios, talleres de reparaciones y representantes en Holguín de las diversas marcas de automóviles en la historia de Holguin

 Por: Pepito García Castañeda

Durante siglos el servicio de transporte urbano en la ciudad de Holguín se hizo por medio de coches tirados por caballos. 

Luego llegaron los automóviles, que fueron desplazando a los coches. Desde entonces en la ciudad se vieron “las máquinas” y camiones de todas las marcas. Representaba en Holguín los Chevrolet y Oldmovile la firma de Autos Camayd S. A. Mientras que los Ford y el Mercury los representaba la firma Díaz y Pérez Beola. Antes representaba a la Ford José Crespi Sirer, y todavía antes lo hacía Antonio Diego.

……

“La Casa Diego”, de Antonio Diego Gómez

Restaurante – Barra – Garaje y Venta de Accesorios.

Se encontraba situado en el lugar donde se interceptan la calle Martí y la Carretera Central. Su propietario, el Sr. Diego, era natural de Santander, España, aunque residió en Cuba por más de 40 años.

En su moderno edificio, Antonio Diego Gómez, tenía instalados una amplia nave para storage, una barra para el expendio de bebidas de toda clase, un restaurante y un espléndido salón de baile donde cabían más de cien parejas. 

….

Los Dodge los representaba en la comarca la forma de Sintes y hermano. 

La Plymouth la representaba Norberto Rodríguez.

Los carros Willy los representaba José Crespi Sirer.

Y los camiones de la marca International los representaba Ernesto Luaces.

Y tuvimos a los Autos Nery, que se dedicaba a la venta de carros de uso. 

Por su parte, estas que pasamos a relacionar fueron las compañías de transporte que tuvieron sede en Holguín o que tenían filiales:

La Compañía de Transporte Moreno S.A.

También la Compañía Cooperativa de cargas S.A.

La Compañía Express de Oriente.

La Compañía Nacional de Transporte.

La Compañía Expresos Unidos.

La Compañía Expresos Villar.

La Compañía de Transporte República.

En lo relacionado con los depósitos de gasolina, en Holguín tuvimos de la:

Esso

Texaco

Shell mex

Sinclair, y

Estándar Oill

Los más famosos storages de la ciudad fueron:

El Moderno, de Ramón Camayd,

Dalama, de José Dalama,

Crespi, de José Crespi Sirer,

Cano, de Monoli Cano,

Aguilera, de Guarino Aguilera,

La Perla, de Dorindo Vázquez,

Holguín, de Albin S. Jewett

Estévez, de Jorge Estévez, 

Sintes, de Sintes y hermano,

Palomo, de Manuel Palomo.


De los antes mencionados, fueron pioneros en ese servicio:

El Central de José Crespi Sirer,

La Perla, de Dorindo Vázquez,

Holguín, de Albin S. Jewett.


De igual forma en Holguín tuvimos célebres talleres de reparaciones de automóviles, entre ellos:

Vulcano, de Amauri Castañeda. (Actual La Bolera),

Grey, de Eduardo Grey,

El Águila, de Ángel Ayón,

Y asimismo los muy populares de la propiedad de Camayd, Crespi, Dalama, Quesada y Sintes.


Por su parte tuvimos Servicentros de muchos clientes, que a más de gasolina, vendían accesorios. Entre esos los de:

José Dalama,

José Crespi,

Manuel Cintes,

Chapman y Hermanos,

Norman Valcarcel,

Domingo Salermo,

Armando Abraham,

Ramón Camayd,

González Tijera,

Cuenca,

Estévez,

Jorge Campos. 


Tuvo Holguín Colegio Municipal de Choferes profesionales y Gremio que agrupaba a estos obreros. 

El sábado 24 de febrero de 1923 el periódico local “Eco de Holguín” dio a conocer el listado de los integrantes de la directiva del primer Gremio de Choferes (Chauffeurs) de Holguín, formado el 5 de enero de ese año. 

Presidente: Normando Vélez.

Vicepresidentes: Juan Laplace y José Aruso

Secretarios: Pedro Rueda y Ramón Fernández.

Tesoreros: Ildefonso Hidalgo y Antonio Fernández.

Vocales: 

Longino Moreno, Gabriel Manfugás, Fidel Silvariño, Hilario Jiménez, José Leaso, José Chapman, Cesar Serrano, Eduardo Laurence y Manuel Leyva.


Carreteras, caminos y otras vías.

Nuestras carreteras, que al comenzar la República eran pésimos caminos vecinales desprovistos de puentes y alcantarillas, comienzan a transformarse para bien.

La Carretera Central nos une con La Habana y Santiago de Cuba, sirviendo en ella varios servicios de Ómnibus de pasajeros y Expresos de carga, siendo los pioneros de hacer el recorrido desde Santiago hasta La Habana, y viceversa:

Ómnibus Santiago-Habana

La Cubana

Ómnibus Aliados

Ruta 80

Hood

Camagüey 

La Oriental,

Isla de Cuba

A la Carretera Central le siguen las carreteras:

Holguín-Gibara,

Holguín-Mayarí,

Holguín-Banes,

Holguín-Antilla,

A estas, que son vías principales, se unen:

Holguín-San Germán,

Holguín-Mir,

Holguín-San Agustín,

Holguín-San Andrés,

Holguín-Velasco,

Holguín-Corralito,

Holguín-Sao Arriba,

Holguín-Melones,

Holguín-La Macagua,

Holguín-Central Cacocúm (actualmente Cristino Naranjo),

Holguín-Santa Lucía,

Holguín-Báguanos,

Holguín-Las Parras.

Por todas estas carreteras se mueven varias rutas de Ómnibus de pasajeros:

La línea Holguín-San Germán es servida por los Ómnibus Vázquez y más tarde por Ómnibus Crespi.

Por su parte, Holguín-Mir por los Ómnibus Rodríguez.

Holguín-San Agustín por los Ómnibus Toranzo.

Holguín-Banes y Holguín-Antilla por los Ómnibus González primero, y hoy por los de José Crespi Sirer.

Holguín-San Andrés por los Ómnibus Núñez.

Y las rutas: Holguín-Velasco (luego extendida hasta el central Chaparra), Holguín-Corralito, Holguín-Sao Arriba y Holguín-Melones por los Ómnibus Especiales de Holguín, propiedad de Jesús González  ¿Cartañaga?.

La ruta Holguín-Macagua por los Ómnibus Mayabe.

La ruta Holguín-Central Cacocúm por los Ómnibus propiedad de Manolo García Peralta.

La ruta Holguín-Guaramanao por los Ómnibus Guaramanao.

Y, finalmente, las rutas: Holguín-Gibara; Holguín-Báguanos; Holguín-Las Parras (entendida hasta Omaja); Holguín-Mayarí; Holguín-Banes y Holguín-Antilla son servidas por la línea Ómnibus bar Crespi, de José Crespi Sirer.

En el sector Inter-Urbano tenemos los Ómnibus La Holguinera S.A., que nos lleva a Pueblo Nuevo, a la Chomba, a la Salida hacia San Andrés, al Frigorífico,  a Vista Alegre y a Ciudad Jardín, que antes lo hacían los Óminus Moreno, los de Francisco Campos y los de los Hermanos Rodríguez. Y todavía mucho antes de estas rutas mencionadas, había una de Holguín hasta Cacocúm, que era servida por un Ómnibus tirado por un caballo, de la propiedad de Andrés Roselló.

Y todavía mucho antes, la misma ruta la servía la línea de Volantas de la propiedad de Emilio Argudín y Manuel Antonio de Feria.

Igual contamos con el Ferrocarril central que llega a la ciudad a través del ramal Holguín-Cacocúm, y al puerto de Antilla a través del ramal Alto Cedro-Antilla.

Por su parte sigue en funcionamiento el ferrocarril colonial de Gibara y Holguín, extendido durante la República a Chaparra y Puerto Padre. 

Tenemos, asimismo, el ramal de Chaparra a Sabanaso, donde entronca con el Ferrocarril Central.

LO MAS POPULAR DE LA ALDEA