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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

25 de agosto de 2017

El Guayabero en la prensa/El Guayabero deleita a los pinareños



Adalberto Cabrera Espinosa
Pinar del Río, 1990
Faustino Orama Osorio, El Guayabero, se presenta de nuevo en nuestra ciudad capital junto a su valioso grupo, que con un dominio total de nuestra mejor música popular le sigue en sus mantenidos recorridos a todo lo largo y ancho de nuestra patria y en ocasiones a hermanos países donde goza de generales simpatías.
Hablar con Faustino es disfrutar de su verbo fluido, de sus anécdotas, cuentos y parodias. Nos aclara que el número que tanta popularidad le ha ganado no es El Guayabero, sino En Guayabero, lugar del actual CAI Julio Antonio Mella —antiguo central Miranda—, donde un cabo de la guardia rural pretendió cobrarle las atenciones que con él tuvo una linda trigueña, mencionada en el número musical de su inspiración que popularizara el desaparecido Pacho Alonso y su orquesta.
Faustino, en aquellos duros tiempos, para subsistir se trasladaba junto a otros tres compañeros a los centrales azucareros en los días de cobro, y en sus habituales recorridos llegaron al mencionado lugar donde tocaban y aceptaban propinas.
La trigueña a que hace referencia era mujer del cabo, a quien le informaron de las deferencias y amabilidades que la misma tenía con los músicos y este le invitó a que si había compartido con ella lo hiciera con él también, pero para ello tenía que tomarse un litro de ron.
El intérprete no consume bebidas alcohólicas, así que imagínense en qué aprieto se vio, además de que el cabo no pagaba lo que consumía y el dueño del bar le aconsejó en bien de los dos que abandonara el lugar. Ni corto ni perezoso siguió el consejo y surgió el número En Guayabero.
Recuerda los duros tiempos en que, desde muy temprano y guitarra en mano, tocaban horas y horas para obtener de personas como él algunos recursos para subsistir. Hoy labora para el Centro provincial de la Música de Holguín, lugar donde nació el 4 de junio de 1911.
Finalizadas sus actuaciones en nuestra provincia, Faustino y su grupo se presentarán en un espectáculo en el habanero teatro Carlos Marx, de donde proseguirán al Festival de la Toronja en la Isla de la Juventud.
En Guayabero brindará su arte a los pinareños nuevamente en la Casa de la Trova durante tres días a partir de hoy.

El Guayabero en la prensa/Cubanía y gracia con los cuentos y canciones de EI Guayabero



Periódico 5 de septiembre, Cienfuegos
19 de octubre de 1990

En la primera fecha de la Jornada por el Día de la Cultura Cubana —miércoles por la noche—, se presentó en función única en el Terry el popular intérprete Faustino Orama, El Guayabero, acompañado por su grupo musical, recorriendo ahora los municipios de la provincia.
De nuevo los cienfuegueros pudimos disfrutar del peculiar arte que hace este espigado moreno oriental, que rehúsa ponerse viejo y sigue ofreciendo esos cadenciosos sones llenos de ritmo y saber, en cuyas letras —décimas y cuartetas— pone una nota de gracia y picardía criollas a través del doble sentido y el juego de palabras.
El grupo acompañante, integrado por otros cinco músicos y una cantante, demostró acople en números tan conocidos como «Rita la caimana», «Como baila Marieta» y el ya antológico «En Guayabero». El tres, las tumbadoras, bongoes, bajos, maracas, trompeta, claves y cencerro, se combinan y alternan con buenas voces para entregar legítima cubanía.
Como era de esperar, la sala del centenario teatro acogió a un público, aceptable en cantidad teniendo en cuenta que era un día entre semana y la divulgación fue tardía, además entusiasta y espontáneo en risas y aplausos, no obstante tener que lamentar gritos e impertinentes frases emitidas desde el primer balcón por dos o tres espectadores carentes de elementales normas de educación formal.
Al habla con un personaje.
Minutos antes de salir a escena, conversamos brevemente con el veterano artista, enfundado en su níveo dril cien, con cuello y corbata, medallas al pecho y el sempiterno sombrero de jipi. Nos recriminó no saber sacar cuentas, pues asegura tener solamente 46 años, aunque nació el 4 de junio de 1911, exactamente en Cuba y Pepe Torres, en la ciudad de Holguín, «rinconcito» donde ha preferido mantenerse a pesar de las ofertas desde la capital del país.
¡Santa palabra!, nos dijo Orama al preguntarle sobre la jubilación, alegando  que «solamente me retiraré cuando me tiren la tierra encima, pues la fianza que tengo prestada aquí, todavía vale».
Nos contó del origen de su sobrenombre, cuanDo por enamorado tuvo que correr allá en Guayabero, cerca del central Julio A. Mella, delante de un guardia rural machete en mano. Habló de los 64 años cultivando ese gustado género, de la gira que hace por toda la Isla y los proyectos para visitar España y otras tierras del Caribe.
Por último, antes de despedirse nos encargó recuerdos «para mis veinte mujeres que tengo numeradas con un cartelito al cuello y me esperan en la puerta».
Luego, con la «seriedad» que lo caracteriza afirmó: «Yo no imito a nadie y tampoco digo lo que la gente piensa». Indiscutiblemente Guayabero sólo hay uno: Faustino Orama.

ElGuayabero en la prensa/Faustino Oramas El Guayabero



Félix Contreras
Bohemia, 26 de mayo de 1989

Quienes lo conocen bien, se van a morir de envidia cuando lean este relato y se enteren que pasé el día entero con Faustino Orama... perdón El Guayabero.
Y quienes no, me van a envidiar esas 24 horas junto a ese ser que si no es el más generoso, alegre, transparente y ocurrente de este mundo, se le parece bastante.
Unas horas antes la proverbial gentileza holguinera le había avisado mi visita y él, como si esperara a un premio Nobel o a un mandatario, sacó la vajilla, adornó la mesa, preparó ese mejunje que él bautizo «lechita» y que sólo la brinda «a quien me hace el honor de visitar mi casa». Estaba eufórico y no era para menos: el último disco de Silvio Rodríguez, afiches y cariñosas dedicatorias sobre la mesa, atestiguan la admiración del joven trovador por el viejo sonero, que lo había visitado también ese día en la mañana.
«Qué artistas son esos muchachos de la Nueva Trova —dice hablando bajito, con ademanes y gestos corteses que anudan en él lo artístico y lo humano—, son unos fenómenos. Esos Pablito, Silvio, Virulo, son del alma mía. Le ronca el mango, mira si son grandes, que yo raspé mi tres junto a Pablito en una actividad musical allá en Bayamo».
Anárquico, intuitivo, espontáneo y nunca ni una pulgada fuera de la corrección, es imposible mantenerlo sentado, pues, «no, qué va, pal carajo, si yo lo único que traje a este mundo es cantar y raspar el tres. ¿Entrevistarme?... Si yo fuera doctor…» Planta una enorme caja de galleticas con crema en el centro de la mesa, e invita: «Vamos, coman, que la compré con mi plata y mi plata yo la echo palante». Luego llama a Austergusilia, la sobrina, y le pide otro brindis de lechita para la visita y acota: «Nombrecito el de mi sobrina, parece de novela antigua, de esas que raspaban antes las mujeres empachadas de romanticismo… Pero, coman, beban, que de todas formas van a hablar, y si hablan que hablen, que de Dios hablan y nadie le ha visto la figura».
[...]
Sobre él no dice ni esta boca es mía, de los mil sinsabores que sufrió en el pasado no habla y, mucho menos de los triunfos y glorias que a pura pregunta se lo sacamos.
[...]
Lo visitó la crítica y periodista inglesa Lucy Durán, que cazadora de «esos personajes increíbles de la música popular cubana», lógicamente fue corriendo hasta la capital holguinera a conocerlo. Imagínense, asombro de todos los colores agarró a la visitante ante aquel negro reflaco, con seis pies y pico de estatura, comedidamente extrovertido, buen mozo a pesar de sus años y diciéndole cosas como esta (que ella entendió): «Cuando una mujer se agacha/ se le abre el entendimiento/ y al hombre que la mira/ se le para el pensamiento».
Él tiene total razón. Es uno quien pone el otro sentido. Los moralistas lo tildan de frívolo, chabacano. Total, como si eso fuera ajeno a la vida. Por eso sus aliados mejores, las patrullas avanzadas de su arte, son los jóvenes, los poetas, la gente culta que entiende por cultura también lo auténticamente popular. En suma, el mismo pueblo de donde él extrae sus creaciones sui generis.
Sus colegas más jóvenes, ni hablar, lo adoran. Y él les paga con un respeto que le llega hasta las lágrimas... «¿Quién Pablito, Pablo Milanés?... ese es mi hijo, y Silvio es mi sobrino.»
Naturalmente, un ser así, con esa elegancia que hace recordar la belle époque, tocado con ese excéntrico sombrero a lo Maurice Chevalier (él mismo versión prieta de Maurice Chevalier), gusta mucho a las mujeres, que son el tema predilecto de sus obras y con las cuales establece pronto relaciones afables, y por supuesto, ese flirt visual, «sin el cual, mi negro, yo no puedo vivir, porque las cosas más perfectas de este mundo son tres: las mujeres, las flores y la música». Aquí miente, porque la fraternidad, la amistad, vale lo mismo que su tres para él... «Ah, y la amistad, tiene razón, no lo olvido: es que eso está en mi ser».
[...]
¿En cuántas composiciones suyas aparecen esa inocente desfachatez, esos sobreentendidos que se popularizan inmediatamente? Él mismo no conoce la cantidad… Se saca el sombrero de pajilla (único en uso en Cuba) y enumera con esos enormes y flaquitos dedos: «¡Ay, candela!», «Cómo vengo este año», «Tumbaíto», «En Guayabero», «Mañana me voy»...
Me doy cuenta que la inactividad para él es pura y fúnebre monotonía; como cuando él ameniza una fiesta y la gente sabe que llegó el galop final, cuando lo notan ido, ausente y ahí mismo el público conoce que es la hora de irse. Por eso lo invito a dar un paseo por la ciudad (Holguín es la maravilla de plazas en Cuba) que él lleva justamente en mitad del corazón. Ni corto ni perezoso, a ratos estamos en la preciosa plaza mayor o Parque Mayor General Calixto García... Allí, prácticamente sumergido en la multitud, advierto que eso es todo cuanto él puede soñar: darle a su gente el regalo de su arte. Lo saco del grupo, muy bajo le pregunto:
—¿Esto es la felicidad?
—Quizá —me responde.

El Guayabero en la prensa/Humor y amor en El Guayabero



Pedro de la Hoz
Periódico Vanguardia, Santa Clara
18 de mayo de 1987

Siempre lo he tenido por un príncipe recio y espigado, y en lo alto unos ojos serenos, como eran los príncipes del viejo Calabar antes de la llegada del arcabuz.
Pero cuando desenvaina el tres se convierte en otro hombre.
Desde el fondo transparente de sus gafas, salta una mirada socarrona y en el semblante asoma la ironía.
Sus dedos ágiles se deslizan por las cuerdas con una síncopa incomparable, todo y nada de ancestros tam-tam y picaresca: montuno oriental, cubano…

El Guayabero en la prensa/Moderno juglar de 74 años



Fidel Fuentes Rabat
Periódico La Demajagua
29 de septiembre de 1985

Setenta y cuatro años, holguinero, trovador o juglar: sí, eso, juglar de 74 años que recorre la Isla con su guitarra bajo el brazo desde que tenías 15 años. ¡Bárbara entrega a la cultura nacional!
Un tres es lo que tocas, tres que suena por tres y hasta por más porque 59 años, son ¡59 años!, no en balde eres conocido en cada rincón de nuestra Isla, no como Faustino Orama, no, sino como El Guayabero, nombre de uno de tus números más populares que es conocido internacionalmente.
«Ay, mamá, cómo vengo este año!», «Si las mujeres tocaran tres le quitaran el mando a los hombres!», «Un compositor que se equivocó’’, son números que dibujan lo cotidiano y picante en un pueblo criollo como el nuestro.
Las distinciones que luces en tu pecho de juglar moderno, con sus hermosos destellos salidos de los acariciantes rayos solares de nuestra Patria son claras notas del respeto y la admiración que siente tu pueblo grande, Cuba, por ti. Son tres, como el instrumento que tocas, las llevas contigo siempre: «Raúl Gómez García», la de la «Trova», y la de «Octubre Rojo», distinciones que son tres, como tú, tres.
Holguín te ve nacer el 4 de junio de 1911, fecha que ha quedado fija para siempre en el pentagrama nacional. Homenajearte a ti, Faustino, es homenajear a la cultura nacional, y este homenaje, Guayabero, que te dedica Bayamo, es una profundización en la cultura cubana. «Es indispensable no ser ignorante. El generoso azuza; pero sólo el sabio resuelve. El mejor sabio es el que conoce los hechos». Este pensamiento de nuestro Héroe Nacional José Martí nos afianza en creer que tú eres uno de esos mejores sabios porque conoces los hechos y el porqué de tus canciones.

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