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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

3 de octubre de 2014

Carlos García Vélez en Carteles



Revista Carteles, Año 35, Número 41. Publicada el 10 de Octubre del 1954 en La Habana, Cuba.
Tomado de: Güije.

En 1946 fue instaurado, me­diante una ley, el Día del Veterano. Pero es este año que va a celebrarse por vez primera. La festividad coincide con la conmemoración de la fe­cha patriótica del 10 de Octubre de 1868, día en que se dio el Grito de Yara.

Carteles recoge el sentir de los libertadores en su día, en el día grande de la patria. Este re­portaje quiere ser su contribución de respeto y cariño a los funda­dores.

“Estamos con el General Carlos García Vélez, junto a su silla de enfermo.

“-No puedo moverme de aquí, tengo cuatro vértebras destroza­das -nos dice de entrada el ilus­tre patriota a modo de excusa.

“-¿Qué le parece ahora la Re­pública, General? -preguntamos.

“-No me haga usted hablar, amigo. No hay República. No hay nada.

“El viejo mambí, a los 81 años de edad, es un gran desilusio­nado:

“-No creo en nada -afirma-. ­Hemos heredado todos los defec­tos de España y ninguna de sus virtudes.

“El hijo del glorioso general Ca­lixto García, toma en sus manos una caja de tabacos. Nos regala con ellos. Después, enciende uno y comienza a fumar:

“-Ustedes son jóvenes y opti­mistas -expresa en tono pater­nal-, ¿por qué no se buscan a otro libertador para entrevis­tarlo?

“-Usted es uno de los pocos generales que nos quedan -apun­tamos tímidamente.

“-Ahora -añade como si no hu­biese captado nuestras palabras- ­mi único consuelo es fumar. Y leer y escribir...

“-¿Algo para ser publicado?

“-¡No! -ataja vivamente- Na­da de eso.

“-De todas manera, general...

“-De todas maneras -interrum­pe- no hemos logrado todavía crear una patria digna. Por omi­sión, por consentimiento o por complicidad. Y no de ahora. Em­pezó la trifulca, en la guerra misma, al terminar la guerra. Los políticos depusieron a mi padre y después a Máximo Gómez, para quedarse con la República.

“-En cuanto a las elecciones, ¿qué piensa?

“-¿Qué elecciones? -pregunta a su vez el viejo libertador-. ¿Pe­ro ustedes creen en eso? -vuelve a preguntar.

“Le da una fumada a su tabaco, alza la cabeza, suelta poco a po­co el humo de la boca y habla sonriente:

“-No me explico -afirma- có­mo personas ilustradas, como us­tedes, creen en eso. Evidente­mente están tocando todavía el violón. Eso no es más que un quítate tú, para ponerme yo...

“Estapé, que ha encendido su puro, comenta:

“-¡Son muy fuertes estos ta­bacos, general!

“El glorioso anciano exclama:

“-¡Caramba, que se han vuel­to muy flojos los cubanos!

“El General García Vélez, re­husa dar consejos a sus compa­triotas:

“-Sería como predicar en el desierto -dice.

“Un comentario en torno de su residencia cambia súbitamente, el giro de la conversación.

“-La casa no es mía -aclara-. Es alquilada y no tengo propiedades. Una casa heredada de mis abuelos, en Holguín, se está derrumbando, porque no tengo di­nero para reconstruirla.

“El General ha peleado mucho más en la paz, que durante la guerra, pero a su juicio infruc­tuosamente. Fue por muchos años miembro del Servicio Exterior de la República y es aun Consejero Económico del Ministerio de Es­tado.

“-He viajado por todo el mun­do -dice- y he llegado al con­vencimiento de que no hay otro país como el nuestro sobre la tierra. ¡Ojalá nosotros fuéramos lo mismo!

“-¿Qué opina, general, del Día del Veterano?

“-Requiescat in pace- responde.

Carlos García Vélez, embajador de Cuba en Londres y otros sucesos acaecidos con posterioridad..



Por: Ronald Sintes Guethón

General Carlos García Vélez, Ministro cubano a los Estados Unidos, está conversando con el general James Allen,  Director de Señales del Ejército de aquel país,  viernes 18 junio, 1909, en la Feria del Condado de Montgomery. En la fotografía al General se le ve fumar un cigarro.

Cuando en 1912 concluye la labor del General de Brigada Carlos García Vélez al frente de la Secretaria de Gobernación (Cancillería), le otorgan la Legación de Londres y consecuente con su espíritu laborioso, instaura un nuevo horario para aprovechar al máximo las horas de trabajo en la Embajada. El mismo explicó la medida diciendo que “que desde niño me enseñaron a aprovechar la mañana y continuo la práctica que me parece tan indispensable por lo que la establezco en cualquier oficina que ocupo”.[1]


Pero tanto empeño no le gustó a los trabajadores de la embajada, acostumbrados como estaban a las irregularidades y abandonos de los que era objeto la diplomacia cubana. Entre ellos Zendequi, el secretario de la Legación, cubano de sesenta y tantos años y que llevaba muchos ocupando diversos cargos en la misma. Este hombre se negó a ocupar su puesto por estar descontento con el nuevo horario de trabajo aplicado por el Embajador y también porque era contrario a la manera de García Vélez para manejar los asuntos diplomáticos. En carta al Presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, Sr. Cosme de la Torriente, le dice Carlos sobre el individuo: “Lo quiero y respeto mucho al Sr. Zendequi y me ha dolido extraordinariamente su injustificada actitud de no querer pasar a ocupar su puesto de Secretario”[2]. Y acto seguido el Embajador anuncia la decisión que ha tomado, sin que ello asombre a nadie, sabiendo el pensamiento y la talla del hijo del General: “pienso seriamente en abandonar el Ministerio, dejando el campo libre para que Zendequi pueda legalizar su situación volviendo a ocupar su puesto”. Lo que busca es salvar al  amigo equivocado y eliminar todo obstáculo al Gobierno en una situación embarazosa, “perjudicial a los altos intereses de la República y desairada para él”[3].


Pero afortunadamente la situación se  resuelve sin más contratiempos  y Carlos permanece en Londres hasta entrados los años veinte. Sus acciones  en la Legación cubana en Londres significaron un extenso trabajo diplomático, enmarcado en la Primera Guerra Mundial, y durante la cual mantuvo al país informado oportunamente de la compleja situación que se manifestaba en Europa. Posteriormente el Embajador de Cuba en Londres fue enviado a la conferencia inter-aliada de la cual realizó informes y envió documentación a la isla para su oportuno estudio y posterior toma de decisiones diplomáticas. 


A continuación incluimos el texto de una de las cartas enviadas a Cuba por el Embajador García Vélez concerniente al Tratado de Paz de Versalles:

Legación de República de Cuba Londres, 17 de Julio de 1919

No. 83

Señor Senador:

Tengo el honor de remitir a usted adjunto un ejemplar impreso de la edición oficial inglesa, del Tratado de Paz entre los Estados Unidos de América, el Imperio Británico, Francia, Italia y el Japón y Polonia, firmado en Versalles el 28 de Junio de 1919, Treaty Series No. 8 (1919)

Me  es muy grato al propio tiempo enviar a usted, acompañado a esta nota, un texto oficial inglés, del Acuerdo celebrado por los Estados Unidos de América, Bélgica, el Imperio Británico y Francia con Alemania, relativo a la ocupación de los territorios del Rhin y firmado en Versalles el 28 de Junio de 1919, Treaty Series No. 7 (1919)

Reitero a usted el testimonio de mi más distinguida consideración.

Carlos García Vélez

Ministro.


Y a la vez que su trabajo, Carlos García Vélez aprovecha los años en Londres para estudiar y  leer cuanto libro que cae en sus manos, tanto que su biblioteca crece hasta alcanzar numerosos ejemplares. El embajador cubano en Londres alcanza reputación de hombre culto y respetable; lo que puede ser ratificada “con la opinión de algunos asistentes al banquete ofrecido a la misión cubana encabezada por el Presidente de Cuba, General Menocal en la noche del 10 de noviembre de 1921, por el Ministro del Interior, Mr. E. Short, a nombre del gobierno británico en Lancaster House, Saint James. Los grandes diarios de Londres  –el Times, Dally Telegraph, Morning Post-  al día siguiente dedicaban elogios a la misión cubana y, de modo especial, al General García Vélez que esa noche, dicen, estuvo felicísimo en los “toasts” improvisados”[4].


Esos, además, fueron años durante los cuales el General-Embajador fue tolerante con su amigo y cercano colaborador de su padre durante la guerra, Mayor General Mario García Menocal, entonces Presidente de Cuba. Pero tolerancia con los errores del presidente no quiere decir que García Vélez dejara de hacer críticas a los métodos y medidas del presidente que él consideraba equivocados; por ejemplo en carta a su amigo Cosme de la Torriente, el 15 de Agosto de 1919, dice:


“Si pudieras seguir diariamente  mis trabajos en esta Legación te darías cuenta de cuan ingrata es la labor no solo por ser ignorada por nuestro Gobierno sino porque mis amigos formarán un concepto poco ajustado a la verdad del interés que despliego en el cargo.

No me quejo; pero siento  que Cuba no saca todo el provecho de la gestión del más modesto de sus servidores en el exterior. He seguido con orgullo tu actuación en el Senado y me felicito que no todo esté podrido en Dinamarca.

(…) Y no olvides que te quiere y admira tu viejo y desilusionado amigo”[5].


Cuando Alfredo Zayas sustituye a Monocal en la Presidencia de Cuba concluye la estadía de García Vélez en la Legación en Londres. 


En un principio parecía que la situación en Cuba iba a mejorar con Zayas, García Vélez, feliz, manifestó su apoyo al nuevo presidente. Pero muy pronto el tiempo desenmascaró la retórica zayista que sostuvo una común administración que padeció de altas cuotas de corrupción.


A  mediados de 1923 la  situación  en el país se deterioró dramáticamente: el vicio del juego, especialmente la Lotería Nacional, eran fuentes de capitales mal habidos y la venta de indultos o su otorgamiento por motivos políticos a delincuentes de toda talla y  sobre todo, a criminales, era el pan de cada día. 

El 12 de Agosto de 1923 se creó el Movimiento de Veteranos y Patriotas, organización heterogénea que aglutinó diversos sectores del país. La médula de su proclama era la exigencia de la honestidad gubernativa en lo que atañe a determinados renglones de la administración pública; la vergüenza electoral y la impartición de justicia. Asimismo los Veteranos y Patriotas plantearon públicamente dos grandes preocupaciones del momento: una, de carácter político: la abolición de la reelección presidencial, que tenía profundas raíces de repulsa popular y  la otra, de carácter económico, el asunto ferrocarrilero (Ley Tarafa o Ley Ferrocarrilera), que reunía a lirios y troyanos en una misma  trinchera.  


Carlos García Vélez asumió el liderazgo del movimiento, exigiendo junto a los demás integrantes el pago de las pensiones que el Gobierno no pagaba desde hacia tiempo pretextando carecer de dinero del fondo de la Lotería y que el dinero para las pensiones debían incluirse en el Presupuesto Nacional entre los gastos fijos y no expuestos a la irregular ganancia de la timba gubernamental.  La prensa jugó su papel en el desarrollo de los acontecimientos. Refiriéndose a este asunto García Vélez escribió en su diario:


“La prensa acogió entusiasta al movimiento en sus inicios haciendo su agosto de los sensacionales cargos que le hicimos a Zayas, publicados con titulares llamativos. Y no tardó Zayas en satisfacerla. Entonces uno a uno fueron perdiendo  interés en la información de los trabajos de la Asamblea hasta que ya desligados sus intereses a los del presidente cohechador de suave y persuasiva indulgencia, como por ensalmo cesó de pronto de ejercitarse el deber periodístico informático para asumir el de crítico opositor. Ferrara desde Italia ordenó al director del  “Heraldo” que cesara de apoyar a los Veteranos y Patriotas, Baroni contestó que no podía honorablemente hacerlo y al insistir el propietario Ferrara, Baroni renunció el puesto y fundó y dirigió “El Heraldo Negro”[6]. (Toda vez que eran en rojos los titulares del otro Heraldo).


Es por entonces cuando dentro del Movimiento de los Veteranos y Patriotas se gesta un ala que aboga por la lucha armada, en la que se encuentran los estudiantes, entre ellos Mella y Villena. García Vélez no comparte esta opción: “Luché dentro  del Directorio por el mantenimiento de la protesta crítica advirtiendo que no se reforma derramando sangre y mejorando por transfusión. Mi firme actitud produjo descontento en los partidarios de procedimientos de violencia. Ese descontento lo aprovechó Zayas, quien dictó medidas de persecución judicial contra mí. Fui procesado y me sustraje de ser preso, escondiéndome en casa de fieles y abnegados amigos desde las que seguí dirigiendo el movimiento cívico”[7].


No obstante lo que él mismo dice, García Vélez se vió obligado a emigrar a los Estados Unidos para evitar la cárcel. Al llegar fue entrevistado para el periódico EL SOL, al que dijo: “He hecho cuanto he podido por evitar en Cuba una revolución, pero ha sido inútil. El Dr. Zayas, que representa un estado de corrupción no ha querido rectificar. El será pues el culpable único de cuanto ocurra. Un cambio de situación está próximo en Cuba. Terminará de una vez la situación de inmoralidad, la entronición  (Sic) del robo, el escándalo de los gobernantes y creedme: falta muy poco tiempo para esto. Los que supimos hacer patria sabremos luchar una vez más para afianzarla derrocando a los que sin saber hacerla solo tratan de perderla por la corrupción y la desvergüenza”[8].


Diez años demoró el exilio de García Vélez. Durante ese largo período de tiempo se ganó la existencia impartiendo clases de idiomas inglés y francés. Y cuando retorna a Cuba en 1934 el gobierno de Carlos Mendieta le ofrece el  nombramiento de Embajador de Cuba en México. Carlos duda pero la precariedad económica por la que atraviesa la familia hace sus cercanos le imploren para que él acepte. “Tuve que aceptar la de México porque Carmita y Calixto y Carlos me lo pidieron. Aún no he podido ir a tomar posesión del cargo por dificultades pecuniarias después de tantos años sin tener un sueldo fijo. Hoy me considero afortunado de haber aceptado pues los retiros han quedado suspensos hasta nueva orden y la familia hubiera quedado en la miseria”[9]. En México se mantiene aún cuando suceden hechos relevantes en el Gobierno de Cuba. El General Batista es el hombre que manda en Cuba y hasta México llega su fuerza: el embajador debe apoyar la estricta vigilancia que agentes al servicio de Batista hacen a cubanos residentes. García Vélez se niega rotundamente y desde la cancillería le avisan que ha sido rebajado del cargo y nombrado asesor técnico. El regresa a Cuba y se retira de la vida pública.









[1] Archivo Nacional de Cuba. Fondo Academia de la Historia. Legajo: 575 No. Orden 2

[2] Ídem

[3] Ídem

[4] Ídem

[5] Ídem

[6] Centro Información Museo Casa Natal Calixto García Iñiguez. Diario Carlos García Vélez Pág 23

[7] Ídem

[8] Archivo Nacional de Cuba. Fondo Donativos y Remisiones. Legajo 645 No. Orden 59


[9] Ibídem Pág. 130

México y Cuba: los inicios de una relación, General Carlos García Vélez.


Jaime Ortega Reyna 
Facultad de Filosofía y Letras–UNAM 
Tomado de Latinoamérica. Revista de estudios Latinoamericanos no.49 México jul./dic. 2009

General Carlos García Vélez.
En el presente trabajo se aborda de forma sintética la presencia del general cubano Carlos García Vélez primer  representante diplomático de Cuba en México (1902-1906). El trabajo se divide en dos apartados, el primero de ellos expone datos significativos y una interpretación sobre el personaje en cuestión, resaltando sus vínculos familiares, su trayectoria política e intelectual; y una segunda donde se observa el periodo que fungió como representante diplomático, destacando su mirada crítica de la realidad mexicana. 



General Carlos García Vélez, actuación como primer embajador de Cuba en México.

Por: Jaime Ortega Reyna 
Facultad de Filosofía y Letras–UNAM 
Tomado de Latinoamérica. Revista de estudios Latinoamericanos no.49 México jul./dic. 2009.

Carlos García Vélez
Como habíamos dicho antes, la relación entre México y Cuba al iniciarse el periodo republicano disminuyó en cuanto a intensidad. Esta afirmación, que ha sido una hipótesis lanzada desde el inicio del presente texto, se puede fortalecer cuando se observa que en los documentos de los archivos diplomáticos no hay acuerdos importantes sobre ningún tópico común a la relación diplomática.

En los dos archivos más importantes para este asunto apenas se registran intentos frustrados de entablar un convenio de reconocimiento de estudios de las profesiones liberales y otro más de intercambio comercial de azúcar, sin embargo, ambos fracasaron. El primero ante la negativa del secretario de Estado, Ignacio Mariscal, quien no lo consideró de ninguna forma conveniente, pues existía uno similar firmado y funcionando con España, y el segundo debido a que México era ya un fuerte productor de caña de azúcar.

El único acuerdo que verdaderamente se realizó entre ambas Repúblicas tiene que ver con un Convenio sobre el "Cambio de correspondencias y para el cambio de bultos postales"[1], en donde se establece una serie de prohibiciones sobre qué tipo de productos no podían ser admitidos en ninguno de los dos países, (o más interesante: los panfletos y propaganda política, dado que siempre existió un amplio fluir de emigrados políticos). Sin embargo, en términos de relación entre dos estados tan cercanos y con una historia de vínculos sociales tan importante el Convenio de bultos postales es en realidad poco relevante.

Aunque los objetivos de la política exterior mexicana nunca dejaron de considerar la importancia de la zona caribeña, pronto otros espacios fueron  más significativos en los inicios del siglo XX, como por ejemplo, Centroamérica, donde Estados Unidos amenazaba con intervenir. Pero aún con tal condicionante, para inicios del siglo, México mantenía una importante presencia diplomática con Cuba:

“Con los cambios en la región al comenzar el siglo XX, México volvió a su tradicional actitud de recabar información en el área antillana, de observar de manera sistemática todos los movimientos de los norteamericanos en la zona. Los consulados recibieron un nuevo apoyo y se ratificaron o nombraron nuevos representantes. En primera instancia en Cuba. En La Habana, tras la muerte de Andrés Clemente Vázquez, Gilberto Crespo se hizo cargo de la oficina consular. Paralelamente, fueron reconocidos Pablo Bory de la Cruz en Santiago de Cuba, Antonio de Bada en Saguá la Grande, Miguel Lluria en Cárdenas, José María Alonso en Cienfuegos, Leandro Alcorta en Pinar del Río, y en Puerto Príncipe, Camagüey, fue designado Coriolano Sariol”[2].

Es precisamente el señalado Gilberto Crespo y Martínez[3]  quien envió la primera nota de información sobre la decisión del presidente cubano Tomás Estrada Palma de enviar al general Carlos García Vélez como ministro plenipotenciario de Cuba a México. La nota, por supuesto, está dirigida al secretario de Relaciones Exteriores, (SRE), Ignacio Mariscal, quien, quizá, fue el diplomático más importante durante el porfiriato[4]. Además, la nota informa que Francisco P. Coronado será nombrado secretario de la Legación y que se tiene planeado el establecimiento de dos consulados: uno en Veracruz y el otro en Tampico, siendo responsable del primero Pablo Menocal y del segundo Óscar Justiniani[5].

Después de varios retrasos para salir de La Habana, el jueves 30 de octubre de 1902, al mediodía, queda plenamente establecida la relación diplomática entre México y Cuba, en medio de un acto solemne en el que el embajador  entrega de la Carta Credencial que lo acreditaba como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario. El domicilio de la nueva representación será, según quedó asentando en la propia Ley Orgánica del Cuerpo Diplomático, el Hotel Reforma de la capital del país, en donde lo acompañará su esposa doña Amalia Martínez-Ybor de García Vélez[6].

En varias ocasiones García Vélez dejará ver en La Habana que ha sido bien acogido por el país en el cual está iniciando su carrera diplomática, por ejemplo, a inicios de febrero de 1903 enviará un recorte periodístico de The Mexican Herald que dice:

“Como habíamos anticipado a su llegada, el Ministro cubano, y la Sra. de García Vélez se han granjeado muchas simpatías, tanto en los círculos diplomáticos como en los sociales: el Ministro por su tacto y caballerosas cualidades, y su esposa por su belleza y distinción. Aún entre aquellas personas que por una u otra razón podía suponerse que estaban desfavorablemente inclinadas hacia Cuba se nota un sentimiento de cordialidad en favor del representante de la nueva República en Méjico, de tal manera que pueden estar satisfechos no solamente de haber alcanzado popularidad para sí mismos, sino también buenos deseos y estimación para su país”[7].

De igual forma es muy evidente que en varios de los reportes enviados a La Habana, García Vélez insiste en que ha tejido buenas amistades con funcionarios importantes de México, a reserva de las severas opiniones sobre el régimen de Porfirio Díaz que veremos más adelante. También —y esto no es menor— entabló una amistad con el secretario de Relaciones Exteriores, Ignacio Mariscal. En algunas notas el cubano habló de que Mariscal visitó la residencia de su familia, ubicada en la ciudad de Cuernavaca[8]. García Vélez se muestra complacido por la visita y dice: "Me alegro mucho de esta oportunidad que se me presenta de estrechar relaciones con el distinguido secretario de Relaciones Exteriores, quien se ha captado el afecto sincero y la buena voluntad de todo el Cuerpo Diplomático acreditado en México [...]"[9].

Una revisión de los archivos diplomáticos de la época, tanto de la SRE como los que se encuentran en Cuba, puede darnos una visión panorámica sobre la situación de calma que existe entre ambas naciones y en la que hemos insistido ya. García Vélez es un diplomático polémico, pero cauto en su actuar público. Sin embargo expresará a La Habana constantemente, opiniones importantes e interesantes para entender el contexto político en el que se encontraba. Hemos ubicado la mayor parte de las referencias y notas diplomáticas enviadas hacia La Habana tratando de contextualizarlas a fin de clarificar las situaciones a las que hace referencia, examinando si sus opiniones eran certeras.

El punto central de sus observaciones y valoraciones políticas se da naturalmente en torno a la vida pública de la República comandada por don Porfirio Díaz.

Las primeras notas enviadas por García Vélez se refieren a dos temas: la  cuestión de la nacionalidad de José Yves Limantour, conocido funcionario porfirista y la renuncia de Bernardo Reyes a la Secretaría de Guerra y Marina que ocupaba en ese momento[10]. En ninguno de estos dos casos se proporciona alguna valoración política por parte del cubano, pero si nosotros ubicamos la importancia de que se mencione a estos dos personajes —y no a otros— podemos descubrir que el ministro se ha percatado de la disputa que desde tiempo atrás tienen estas dos figuras: uno representando al mundo citadino ilustrado, el otro al México de la provincia y militarista; o sea, lo que Xavier Guerra ha llamado "la querellas de las élites"[11].

Pronto García Vélez comenzará a realizar sus propios juicios políticos sobre la situación que vive México. En 1903, a menos de un año de haber llegado al país envía la siguiente nota en donde comenta un discurso del general porfirista Francisco Mena[12].

“Me permito llamar la atención de usted sobre la frase significativa con que terminó el general Mena su discurso: "Dejemos al primer Magistrado que haga política, sigamos su camino [...]". Esta frase del general Mena es la síntesis de la realidad: el Presidente es el único que aquí hace política, y todas las demás personalidades de la República siguen su camino [...]”[13].

La última frase tiene un sentido crítico muy importante. Pronto, sin embargo, el propio García Vélez informará a La Habana:

“Tengo el honor de participar a usted que en estos últimos tiempos las relaciones entre el General Mena y algunos de los miembros de la familia política del General Díaz, se han resentido un tanto, sin que le pueda decir a usted el motivo de ello. La buena amistad que de un año a esta parte media entre el General Mena y yo me pone en contacto frecuente y casi íntimo con el Secretario de la Guerra, y me parece haberle oído expresarse en distintas ocasiones, en términos hasta ofensivos hacia algunos de sus compañeros de Gabinete. Además no se recata para nada en decir a quien quiere oírlo que las cosas van mal por este "sistema de enjuagues y componendas indignas del Gobierno en virtud de lo cual los pillos y los ladrones están arriba y las personas honradas abajo”[14].

Nuevamente la querella al interior del bloque en el poder se deja sentir y García Vélez la distingue. El que las disputas internas estallen en esta época está determinado por la cercanía de la elección presidencial de 1904, en donde se presenta un elemento novedoso que es la disputa por la figura del vicepresidente, hasta entonces inexistente en el sistema de gobierno mexicano. Así, ante la convocatoria de una "Convención" que designaría al candidato a la vicepresidencia que acompañaría en la fórmula electoral a Díaz, suceden hechos polémicos que el propio Limantour ha recogido en sus memorias[15] y que reflejan la situación de la política a principios de siglo: se convoca a la citada Convención de un "partido" que no existe realmente y en la que de antemano el caudillo ha propuesto a un hombre de confianza —el propio Limantour— la candidatura, éste se niega y propone a un hombre que es de la confianza de ambos: Ramón Corral. Todo esto sucede antes de que la Convención sesione. Tenemos pues un espectáculo bien montando con anterioridad que provocará problemas. Las pugnas y eclosiones dentro del bloque de poder en el porfiriato no podían menos que estallar ante tal escenario. García Vélez informa puntualmente del evento en dicha Convención:

“Ahí se pronunciaron los discursos de Tovar, Mendizábal y Corral, además, habló también Porfirio Díaz. Tovar a Díaz le dice en el discurso que en "una sesión electoral, pública y solemne se habían hecho las elecciones". Díaz opinó respecto a Corral, "un candidato cuya honorabilidad, cuya ilustración, virtudes cívicas [...]"[16].

E inmediatamente hace notar que el coronel Antonio Tovar, del Círculo Nacional Porfirista, llame a la sesión como "electoral y solemne"[17]. García Vélez está informando a Cuba precisamente la farsa que representa esta Convención: de todos los delegados, muchos no sabían que en realidad lo eran y muchos delegados no fueron para no prestarse a la farsa. Dice Vélez que:

“El público estuvo agresivo y notablemente desenvuelto, para lo que suele estar en México; y mostró desagrado hacia los candidatos oficiales [...]. El único que fue objeto de señales de aprobación y hasta recibido con aplausos por el público —el de Mariscal— pronto se vio que no era apoyado por los miembros que llevaban la batuta en la reunión”[18].

El mismo García Vélez hace una valoración política de todo el tema que se genera en torno a la Convención que elige a Ramón Corral como candidato a la vicepresidencia y que destapa las pugnas entre la élites porfiristas: "Son de admirar las palabras que he subrayado en los discursos referidos, que demuestran, que si no hubo parsimonia en congregar a los pretendientes delegados del pueblo, tampoco la hubo para medir las palabras guardándose —siquiera por pudor— de hacer ostentación de una legitimidad que no existía"[19].

Sin embargo la valoración política que realiza no se detiene en la mera Convención o en el funcionamiento de los allegados al presidente, sino que comienza a cuestionar a la figura central del México de principios de siglo:

“Por otra parte muy nebuloso y quizá sí desacertado también, anduvo el General Díaz en su breve discurso, cuando le fue comunicada la candidatura de Corral. Sin querer el presidente hizo confesión pública de que su administración es puramente militar. Y eso que le disgusta mucho que piensen que él ejerce el mando de otra manera que no sea la paternal que sus numerosos adeptos pregonan”[20].

Si ya en términos del discurso político García Vélez ha enviado a La Habana juicios bastante severos sobre la administración de Díaz, el siguiente comentario en verdad es contundente acerca de la imagen que se ha creado el propio régimen hacia el exterior:

“En estos momentos México se puede comparar a una monarquía electiva, que desde luego no es verdadera monarquía; pues República no es, porque aquí prevalece el principio de autoridad que repudia la elección usándola simplemente de simulacro. En estos momentos México se puede comparar a una monarquía electiva, que desde luego no es verdadera monarquía; pues República no es, porque aquí prevalece el principio de autoridad que repudia la elección usándola simplemente de simulacro.

“Triste y bochornoso es este estado de cosas y causa asombro el contemplar a un pueblo de catorce millones de habitantes, que se halla galvanizado bajo la mirada de un hombre que frisa en los setenta y cuatro años, y que ahora se dispone a legar su puesto a... otro, que a su juicio, habrá de seguir su misma política y sus mismos procedimientos de gobierno autoritario y personal. Reitero [...]”[21].

Todas estas afirmaciones de García Vélez sobre el carácter político–represivo del régimen de Díaz se ven, como puede apreciarse en una nota enviada a La Habana el 26 de febrero de 1903, acompañadas por el recordatorio de que si bien Díaz gobierna la totalidad del país y sus instituciones, no todos están de acuerdo con él. Es en esta fecha cuando García Vélez envía una nota periodística en donde se informa sobre una protesta realizada por el Club Liberal "Ponciano Arriaga" en la ciudad de México. El 25 de febrero, después de muchas vicisitudes se restablece el funcionamiento del Club Liberal que había sido sometido constantemente a la represión. La ciudad de México brindará un cobijo que la provincia ya no podía dar, de esta manera los liberales se manifiestan nuevamente de forma pública. García Vélez rematará en una breve línea diciendo: "por cuya lectura se enterará usted del descontento que existe entre determinados elementos políticos de esta República. Reitero [...]"[22].

Hasta los comentarios anteriores al envío de esta nota, parecía que Carlos García Vélez estaba dando una visión de omnipotencia del dictador con algunos destellos de oposición debido a los intereses internos, como los que se refieren al general Francisco Mena. Sin embargo, el solo hecho de que envíe a La Habana señales de que en la sociedad mexicana existe un pequeño brote de descontento es ya de por sí significativo, sobre todo si tomamos en cuenta la importancia que tuvo el embrión opositor de tendencia liberal–anarquista de Camilo Arriaga y de Ricardo Flores Magón. Me parece significativo que aun en condiciones de lo más adversas y siendo todavía una minoría social, García Vélez destaque su tímida aparición en la vida pública del país. Que este tipo de mensajes sean los que mayoritariamente se encuentran en los archivos diplomáticos es muestra del nivel de relación que ambos estados sostenían.

Existen diversos temas, aparte de la administración porfirista que García Vélez trata de manera crítica en sus informes a La Habana. Debido a una limitación espacial señalo dos que me parecen fundamentales a ser desarrollados en trabajos posteriores: los intentos de la administración de Díaz por desprenderse del férreo control norteamericano sobre varios campos de la economía, mediante el privilegio del capital europeo y, por otro lado, la afirmación tajante de García Vélez de que, contrario a lo sostenido por el presidente Díaz, México sí ayudó a España durante la guerra de 1898, y que jamás hubo la pretendida neutralidad pregonada por los funcionarios del porfiriato. Ambos temas hacen parte de la visión crítica que García Vélez siempre demostró en sus comunicaciones a La Habana. Es significativo que García Vélez escriba a La Habana que desde su perspectiva Porfirio Díaz no se mantuvo neutral en la guerra de 1898, pues esto hace notar que en la inmediatez de los acontecimientos no todos los políticos cubanos tienen claro el papel de México y la ayuda prestada a España.

El periodo que inicia en 1902 en la historia de las relaciones entre México y Cuba se vio determinado por la disminución de la intensidad política, sobre todo si se le compara con el periodo inmediato anterior —el de la lucha por la independencia— que ha sido objeto de numerosas investigaciones y de apasionados debates historiográficos. Ante esta situación este trabajo ha abrevado de la recuperación de la perspectiva política que Carlos García Vélez formuló durante su estancia en nuestro país. Una perspectiva sumamente crítica y lúcida, sobre todo si se toma en cuenta que no existe registro que el representante diplomático hubiese estado antes en México, ni que tuviera relación alguna previa a este periodo.

Finalmente apuntaremos otro dato biográfico que une al personaje señalado con nuestro país. Carlos García Vélez ocupó nuevamente la representación cubana en México, esta vez con el título de embajador, en 1934, en pleno conflicto entre Plutarco Elías Calles y el presidente Lázaro Cárdenas, si bien no hemos podido acceder a los informes enviados a La Habana, correspondientes a este periodo, el historiador Salvador Morales nos ha dejado una pista significativa, lo cual indicaría que nuevamente García Vélez fue un observador puntual de su época: dice Morales que "Con mucho interés, la Legación cubana en México, encabezada por Carlos García Vélez, siguió la difícil situación política surgida entre Calles y Cárdenas, uno de los momentos más críticos del accidentado proceso histórico mexicano, de los últimos 25 años"[23].  Queda pendiente pues echar una mirada a este segundo periodo de Carlos García Vélez como embajador de Cuba en México.









[1] Convención sobre cambio de correspondencia y de bultos postales, entre México y Cuba. Firmado en la Ciudad de México, D. F., el 30 de abril, 1904, exp. 27–4–51, AHSRE.

[2] Johanna von Grafenstein, Laura Muñoz Mata, Antoinette Nelken, Un mar de encuentros y confrontaciones, México, SRE, 2006, p. 200.      

[3] Enrique Camacho Navarro, "Gilberto Crespo y Martínez, un operador de la diplomacia de México en la Cuba republicana (1902–1906)", Revista Mexicana de Política Exterior, núm. 84, México, julio–octubre, 2008, pp. 93–120.

[4] Laura Muñoz Mata, "El más experto de nuestros diplomáticos Ignacio Mariscal, artífice de la diplomacia mexicana", en Sánchez Andrés, op. cit., pp. 111 y 112.

[5] Expediente personal del general Carlos García Vélez 1–19–11, AHSRE, 18 de agosto, 1902, f. 6.

[6] La esposa de García Vélez llegó a ser interés de la prensa en pocas ocasiones y algunas más bien triviales, por ejemplo: Amalia Ybor es nota de prensa cuando parte hacia Puebla por recomendación médica, The Mexican Herald, 6 de julio, 1905.

[7] Carlos García a Carlos de Zaldo, Informes y correspondencia cursada con el ministro de Cuba en México sobre diversos asuntos. Adjuntos recortes de prensa. Inglés y español. Originales y copias. 26 de enero a 9 de febrero de 1903, Fondo Estado y Justicia, núm. de orden 508/leg. 17, fs. 7, 137, año 1903, 71–72, 2 de febrero, 1903.

[8] En alguna otra ocasión el periódico El Tiempo señala la ciudad de Cuautla y no Morelos como el lugar donde parte García Vélez, en aquella ocasión para recibir al hijo de Estrada Palma, El Tiempo, México, 16 de diciembre, 1904.

[9] Carlos García Vélez a Carlos Ortiz Coffigny, Correspondencia sobre comunicaciones varias del ministro de Cuba en México. Adjunto recortes de prensa, invitaciones, etc. Inglés y español. Originales y copias, Fondo Estado y Justicia, f. 36 m 24, diciembre de 1904, núm. de orden 515/leg. 17, fs. 122, 1904.

[10] Carlos García Vélez a Carlos Zaldo, Informes y correspondencia cursada con el ministro de Cuba en México sobre diversos asuntos, Fondo Estado y Justicia, núm. de orden, 504/leg. 17, folios 60, año 1903, fs. 24–27, 8 de enero, 1903.

[11] Xavier Guerra Francois, México: del antiguo régimen a la Revolución, México, FCE, 1985,t. I, p. 84.

[12] Fue gobernador de su natal Guanajuato y posteriormente diplomático.

[13] Carlos García Vélez a Carlos de Zaldo, Informes y correspondencia cursada con el ministro de Cuba en México sobre diversos asuntos, Fondo Estado y Justicia, núm. de orden 508/leg. 17, folios 137, 1903, f. 132, 9 de enero, 1903.

[14] Loc. cit.

[15] José Yves Limantour, Apuntes sobre mi vida pública, México, Porrúa, 1965, pp. 110 y 111.

[16] Comunicación del ministro de México felicitando en nombre de su gobierno al de Cuba por el aniversario de la Constitución de la República, Carlos García Vélez a Carlos de Zaldo, Fondo Estado y Justicia, núm. de orden 522/leg. 18, folios 97, 1904, f. 12, sin fecha.

[17] Loc. cit.

[18] Loc. cit.

[19] Loc. cit.

[20] Comunicación del ministro de México felicitando en nombre de su gobierno al de Cuba por el aniversario de la Constitución de la República, Carlos García Vélez a Carlos de Zaldo, Fondo Estado y Justicia, núm. de orden 522/leg. 18, folios 97, 1904, f. 17, sin fecha.

[21] Comunicación del ministro de México felicitando en nombre de su gobierno al de Cuba por el aniversario de la Constitución de la República, Carlos García Vélez a Carlos de Zaldo, Fondo Estado y Justicia, núm. de orden 522/leg. 18, folios 97, 1904, f. 17, sin fecha.

[22] Informes y correspondencia cursada con el ministro de Cuba en México sobre diversos asuntos. Adjuntos recortes de prensa. Inglés y español. Originales y copias, 10 a 28 de febrero de 1903, García Vélez a Carlos de Zaldo, Fondo Estado y Justicia, núm. de orden 509/leg. 17, folios 128, 1903, fs. 113–115.


[23] Salvador Morales Pérez, Relaciones interferidas, México, SRE, 2002, p. 307.


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