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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

26 de agosto de 2011

Ingenio Santa Clara

Escuche al historiador de Gibara, Enrique Doimeadios hablando sobre uno de los más polémicos personajes de nuestra jurisdicción, el Manco Rondán.

Se construyó en terrenos de la antigua hacienda de San Felipe de Uñas. A el se accedía desde el poblado de Uñas y desde Auras. Perteneció al malagueño Francisco Rondán y Rodríguez, personaje influyente en todo el territorio holguinero, dueño de propiedades rústicas y urbanas en Gibara, Auras y en Holguín, entre ellas el edificio de La Periquera, en la ciudad de Holguín. Hasta hace más de veinte años existían vestigios del ingenio, entre ellos la torre o chimenea, furnias, aljibe y un fortín de plataforma ochavada, todo lo cual quedó sumergido por el lago de la presa Santa Clara. (Leer más)




Candelaria Moro

Sus orígenes se remontan a la finca de Benito Moro y Mauricio Calvi, italianos establecidos en la zona. Poseía una gran riqueza agrícola y un ingenio azucarero movido por fuerza animal que se llamó en un primer momento Candelaria, y posteriormente El Voluntario. Dentro de la hacienda donde se ubicaba este llegaron a existir varios ingenios azucareros, entre estos San José y Casablanca.

En 1877 Candelaria Moro tenía una población de 257 habitantes, de los cuales solamente 6 eran esclavos. Para 1895 la finca se había fortificado con dos obras. Según Gerardo Castellanos, uno de ellos tenía un tambor En el lugar sólo quedan las ruinas de un fortín, el otro fue destruido para en su lugar construir una vivienda.

Las ruinas que subsisten son de planta circular, de 4.10 metros de diámetro y de mampuesto. Conserva un cuerpo de 2.20 metros de alto y una hilada de aspilleras. Su estado de conservación es pésimo. Una parte de la pared perdida le fue reconstruida con madera y se le colocó un techo de guano, porque la familia dueña del terreno donde está ubicado empleó el fortín como almacén de instrumentos agrícolas y granos. En la actualidad el techo de guano se ha desplomado y se encuentra en total abandono.


Casa construida sobre las ruinas de la que fuera la vieja casona señorial
El viejo pozo

Ingenio La Victoria



Este ingenio fue fundado por Santiago Patterson y Roberto Frances durante la primera mitad del siglo XIX. Posteriormente fue adquirido totalmente por la familia Frances. Para 1868, tras complicados litigios judiciales, pasó a ser propiedad del Don Atanasio Calderón de la Barca y Villa, acaudalado santanderinos que había fijado su residencia en Gibara.

En el propio año 1868 fue atacado y quemado parcialmente por fuerzas de Julio Grave de Peralta, que liberaron a 32 de sus esclavos. El resto de la dotación, unos 96, habían sido encerrados por su dueño en Gibara.

Ante este hecho Calderón decidió fortificar la propiedad, y mandó a construir dos fortines, uno de los cuales ha llegado a nuestros días. Esta torre fortificada posee un diseño único en el territorio. Su planta es un endecágono conformado por 11 lienzos de unos 2.10 metros de ancho, excepto el de la puerta que mide 3.70 metros. Es una torre de dos cuerpos y prismas de unos 7.70 metros de altura. Se destaca en él que posee cinco puertas en el segundo nivel, cuyos vanos tienen un diseño apuntado que le imprimen un singular encanto artístico. Los muros son de mampuesto de 0.60 metros de grosor estructurados por ladrillos, material que también se usó en los dinteles arqueados del fortín. En los lienzos de pared en que no se construyeron puertas se abrieron dos hiladas de aspilleras, unas 15 por cada nivel. Interiormente presenta dos plataformas y fue recubierto con un repello sobre la base de cal. Es uno de los pocos que conserva algunos maderos de la azotea. Un parte del 13 de abril de 1872 nos reporta una acción en este ingenio y áreas aledañas.

“En la misma noche (alrededor de Gibara) el subteniente Néstor Proenza- divide en 2 partes sus fuerzas: una a su mando; otras a las órdenes del sargento de color Diego Patterson y simultáneamente atacan: el primero a Santo Tomas de la Campana (Campañá) ; tiene fuego allí y mata al maquinista y al mayoral, incendia algunas casa y bohíos y el segundo a “La Victoria” de Calderón, la toma, incendia las casas, toma 7 armas de fuego y se le incorporan voluntariamente diez negros.”


No obstante lo anterior el ingenio La Victoria mantuvo su molida durante la Guerra de los Diez Años. En 1895 fue atacado e incendiado por tropas de Cornelio Rojas, por lo que no pudo moler durante esa contienda.

Tras un largo litigio judicial los herederos de Calderón perdieron la propiedad de la finca, que pasó a manos del capitalista gibareño José Homobono Beola Valenzuela tras el remate de una hipoteca.

 Notas: 
 
(1) Cordoví Nuñez, Yoel.: Máximo Gómez: tras las huellas del Zanjón. Edit. Oriente, S de Cuba, 2005 p70..
(2) Memorias inéditas del historiador gibareño Andrés Avelino Pascual Mariño.

Ingenio Santa María

La vieja casona del Santa María es la única vivienda señorial de dueño de ingenio del siglo XIX que queda en pie en Holguín.
Se localiza junto al río Cacoyuguín, en su margen sur, exactamente frente al poblado del Embarcadero. Fue fundado por el norteamericano Samuel Clark en la década de 1820 y vendido por sus herederos a Samuel Chapman Payl en 1854. El ingenio molió hasta 1887, y posteriormente, ya desactivado, pasó a manos de José Homobono Beola, hasta que alrededor en 1912 fue adquirido por la familia Hernández, de origen canario.

Para la protección del ingenio y sus muelles se construyeron cuatro fortines durante la Guerra Grande. Se fortificó además la casa de vivienda y se le construyeron aspilleras en uno de sus martillos.

Muros aspillerados de la casona.
Los fuertes colindantes no se conservan. Fueron construidos de mampuesto ordinario y hoy sólo es dable observar vestigios de algunos materiales de los mismos. Por entrevistas conocimos las posiciones que tuvieron. El primero estaba situado a unos 100 metros a la entrada del ingenio, dando su frente a un gran tamarindo, y a unos 400 metros del camino del puerto, actual carretera; el segundo hacia el lateral izquierdo de la casa; el tercero hacia el ingenio, a unos 100 metros frente a la casa de vivienda, y el cuarto hacia el muelle, a unos 180 metros del anterior.

Uno de los fuertes del Embarcadero está situado a unos 800 metros al norte de Santa María, pues las defensas de ambos lugares se complementaban.

En los primeros momentos de la Guerra de los Diez Años el ingenio fue ocupado por de Eduardo Cordón, oficial de las fuerzas del Mayor General Julio Grave de Peralta, no obstante en abril de 1869 ya había sido recuperado por los españolas, quienes establecieron un cuartel en el mismo. El ingenio molió a su amparo durante toda la Guerra de los Diez años.

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La vieja casona señorial del ingenio Santa María será convertida en el único Museo de la Industria Azucarera y de la esclavitud del territorio. Allí se celebró el día del Historiador Cubano el pasado 19 de Julio de 2011.


Así quedará la casona después de la reconstrucción según los arquitectos que ahora trabajan en ella.



(1) VER: Protocolos de la Notaría Publica de Gibara. Notario Carlos de Aguilera. Año 1854. Contrato de compraventa del ingenio Santa María.

(2) Actualmente la Casona de Santa María es la única residencia señorial de ingenio azucarero del siglo XIX que se mantiene en pie en el territorio de la provincia Holguín. Aún está habitada y es posible observar el área aspillerada de la misma.

Ingenio Columbia

Su territorio está comprendido dentro de la hacienda Candelaria, compuesta para 1885 de unas 210 caballerías de terreno. La parte donde se fundó el ingenio recibe el nombre de Candelaria Afuera.

Fuerte de la hacienda Candelaria
Los terrenos de Columbia formaron parte inicialmente de un cafetal, llamado Monte Vermont, fundado por familias de origen norteamericano. Posteriormente pasaron por compra a Samuel Chapman, inglés que llegó a Gibara procedente de Bermudas, quien fundó el ingenio y dedicó otra parte del terreno a la crianza de ganado. Según fuentes documentales el se estableció en 1843. Para 1877 la finca estaba habitada por 196 personas, entre ellas 14 esclavos. La producción del ingenio era de unos 70 bocoyes de azúcar.

Escuche al historiador de Gibara, Enrique Doimeadios conversando sobre la familia Chapman

Según Gerardo Castellanos:
“Para la defensa del lugar en los días de la guerra del 68 la residencia fue reforzada con tres fortines colindantes que atalayaban los campos y mantenían una guarnición que impedía que los insurrectos perjudicaran las siembras y la explotación azucarera. Pero en 1895 fue quemada, desmantelada la mansión…”  (1)
La tradición oral repite con insistencia que este asalto fue obra de Abelardo Rodríguez, legendario bandolero que operaba en aquellos tiempos en la Sierra de Candelaria y las Lomas de Cupeycillos. La casa de vivienda que era de dos plantas fue reconstruida en plena guerra y fortificada con un tambor hacia uno de los laterales de la fachada.

Además del tambor, aún quedan vestigios de uno de los fuertes que estuvo ubicado sobre la pequeña elevación cercana, conocida como Loma de Columbia, posición que permitía visualizar el enemigo a varios kilómetros de distancia. Desde allí se aprecia la Loma de la Cruz de Holguín. Este fortín, era custodiado por 7 soldados. Su planta era cuadrada, con lienzos de paredes de 4.60 metros, edificado en mampuesto con muros de 0.60 metros de grosor. De él se conservan ruinas, no así del de la entrada que desapareció por completo (2).


Notas:   

(1) VER Castellanos, Gerardo: Hacia Gibara. Página 77-79.
(2) En 1932 el historiador y periodista Gerardo Castellanos visitó la finca Columbia y dejó una interesante descripción de lo que vio en el lugar. Ver Castellanos García, Gerardo: Hacia Gibara: Página 78.

Ingenios y fincas fortificadas

Fuerte La Victoria
Las defensas de ingenios y fincas generalmente eran costeadas por sus propietarios y contaban con guarniciones cuyo sostenimiento corría también a cargo de los dueños del lugar, aunque en ocasiones eran auxiliados por tropas regulares. Había 9 ingenios con máquina de vapor en el hinterland del puerto durante la guerra de 1868: Santa Lucía, Santo Tomás, La Caridad, La Victoria, Santa María, Columbia, Casablanca, Guayacán y Santa Clara. Había además varios ingenios de bueyes y algunos trapiches.

Bocas

El sitio perteneció a la antigua hacienda de San Felipe de Uñas. En abril de 1869 Julio Grave de Peralta en informe al Secretario de la Guerra le dice que los españoles habían establecido un cuartel en este poblado. En la noche del 16 para el 17 de octubre de ese año fue atacado y tomado por ese general bajo el mando directo del comandante José Martínez, quien hizo prisionero al teniente de la guerrilla local y extrajo algunas armas del poblado.

En la mañana del 10 de abril de 1873 la guarnición de este caserío hizo fuego contra las fuerzas de Calixto García que cruzó por sus cercanías luego de haber ocupado Auras por algunas horas. El 11 de junio de 1896, según refiere en su Diario Luis Rodolfo Miranda La Rúa, durante su primera invasión a la zona de cultivos en la Guerra del 95, la tropa de Calixto García quemó algunas casas en los arrabales de Las Bocas, siempre bajo el fuego de los fortines del poblado, al que no tomaron.

Dado el crecimiento del poblado en el siglo XX los fortines fueron destruidos por el vecindario. Existe también una nota del alcalde de barrio correspondiente al año 1908 en la cual comunica haber demolido un fortín para vender sus materiales y emplear el dinero así obtenido para arreglar un paso en un camino vecinal .

Coronel Libertador Modesto Fornaris
Por su parte Modesto Fornaris en notas autobiográficas refiere haber tomado uno de los fuertes del poblado, aunque no precisa la fecha de la acción. Se ha obtenido información sobre la existencia de dos fortines, además de un cuartel. En las ruinas de la iglesia católica del lugar aún pueden apreciarse algunas de las aspilleras, recuerdo de la época en que se preparó para ser integrada a las defensas del poblado. Se estima que dada la importancia de la población deben haber existido otros fortines.

Si desea leer más sobre el coronel libertador Modesto Fornaris, último combatiente de la Guerra Grande del 68 en deponer las armas, haga click aquí.




25 de agosto de 2011

Fray Benito


El poblado de Fray Benito se fundó en terrenos de la hacienda de igual nombre, esta última mercedada por el Gobernador de Santiago de Cuba en 1744.

Al inicio de la Guerra de los Diez Años Fray Benito era la sede de una capitanía pedánea, con un activo comercio. Se asentaba allí la Iglesia Parroquial de Santa Florentina del Retrete.

Un documento localizado en el Archivo del Museo Provincial La Periquera informa que en 1869:

“En el destacamento de Fray Benito se está construyendo un fuerte de mampostería con aspilleras para fusilería y troneras para cañones, consta de doce a dieciséis metros de circunferencia, el cual se está terminando y mantiene una pieza de a cuatro antigua, dotado con sus correspondientes artilleros” (1)
En total se construyeron allí 11 fortines durante la Guerra de los Diez años. Las defensas contaban con dos sólidos fortines de mampuesto y un cuartel del mismo material, situados en el interior del poblado y 9 fortines, al parecer de madera, en la periferia. Varias trincheras complementaban la protección del recinto. De ellos se conservan uno en la panadería, y el conocido como Leovigildo, de unos 12 lados, casi circular y un diámetro de unos 4 metros.

A no mucha distancia de Fray Benito hubo otros fortines que hasta cierto punto complementaban las defensas de este poblado, tal fue el caso de los ubicados en los sitios denominados Vegas de Fray Benito, Junucum, Bracito y Arroyo Playa. En distintos partes militares del Ejército Libertador aparecen referencias a acciones bélicas desarrolladas en los mismos. Además hubo dos, uno a la entrada del Cayo Bariay cuya replica se conserva en el camino que da acceso a este último lugar.

Si desea leer más sobre Fray Benito, Holguín, haga click aquí

Notas:

[1] Museo Municipal de Gibara. Fondo Ayuntamiento. Legajo 3. Papelería sin procesar.

Aguas Claras

El lugar formaba parte del Hato de San Isidoro de Holguín, desde entonces se conoció la existencia en él de vetas de oro en distintas partes del terreno que ocupó los alrededores del mismo, motivo por lo que resultó un punto de interés vinculado a la explotación de sus posibles yacimientos, y a lo que se sumó el que pasara la carretera Holguín-Gibara por él.

Familias inglesas, norteamericanas, peninsulares y otras comenzaron a explotar las minas, y se convirtió en un punto estratégico que fue fortificado desde el comienzo de la Guerra del 68, con dos fortines, enlazados con alambradas y trincheras, y un gran cuartel llamado Casa Blanca, donde radicaba la Guardia Civil Española en la última guerra.

En 1893 cuando el ferrocarril llegó hasta Holguín allí se construyó un paradero. Frente al cuartel, al otro lado de la carretera se conserva un parapeto hexagonal de tierra con paños de diferentes dimensiones que se infiere haya formado parte de la defensa del fortín situado en su interior. El fuerte del cruce de la carretera, ubicado en el Cruce de Falco, y que es en realidad un fortín aislado, se usó como un puesto de avanzada del poblado de Aguas Claras.

El 5 de junio de 1895 Antonio Maceo cruzó el ferrocarril de Gibara y Holguín por Aguas Claras. Sus tropas aniquilaron un destacamento español en que les hizo frente en el lugar y destruyeron un tramo considerable de la línea férrea entre Gibara y Auras. El 16 de agosto de 1898 este poblado fue el escenario de uno de los últimos combates entre españoles y cubanos. Durante cinco horas los generales cubanos Luis de Feria y José Manuel Capote se enfrentaron a una fuerte columna mandada por el general español Agustín Luque.


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¡Pobre Celestino! Escribiendo. Escribiendo sin cesar, hasta en los respaldos de las libretas donde el abuelo anota las fechas en que salieron preñadas las vacas. En las hojas de maguey y hasta en los lomos de las yaguas, que los caballos no llegaron a tiempo para comérselas.
Escribiendo. Escribiendo. Y cuando no queda ni una hoja de maguey por enmarañar. Ni el lomo de una yagua. Ni las libretas de anotaciones del abuelo: Celestino co¬mienza a escribir entonces en los troncos de las matas.
«Eso es mariconería», dijo mi madre cuando se enteró de la escribidera de Celestino. Y ésa fue la primera vez que se tiró al pozo.
«Antes de tener un hijo así, prefiero la muerte.» Y el agua del pozo subió de nivel.

Nacido en Aguas Claras, Holguín, Cuba, Reinaldo Arenas describió como nadie lo ha podido hacer otra vez la ruralidad de aquel lugar en su novela: Celestino antes del alba.

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Para ver fotos del actual Aguas claras haga click aquí.


Notas:


(1) Franco, José Luciano: Antonio Maceo, apuntes para una historia de su vida.

(2) Escalante Beatón, Aníbal: Calixto García: su campaña en el 95.

Jobabo

Para 1862, Jobabo pertenecía al partido de Gibara y tenía 219 habitantes, de ellos 21 esclavos. Sus orígenes se relacionan con la antigua hacienda de San Marcos de Auras, y surgió porque el viejo camino de Holguín a Gibara pasaba por el lugar, no así actualmente, dista de la carretera un kilómetro. Ese desvío era evitándose algunos malos pasos desde el camino de La Trocha.

En el caserío se construyeron dos fortines y otros dos más, situados a la entrada del camino y en el cruce del ferrocarril, de los cuales no se conservan ninguno. A pesar de ser un pequeño poblado ha pasado a la historia nacional por su vinculación con la toma del fuerte no. 18, de San Marcos por fuerzas dirigidas por Calixto García en agosto de 1896, pues los soldados españoles lograron abrir un boquete en una de las paredes del fuerte bombardeado a cañonazos y escaparse a Jobabo, de donde además le tiraron a las fuerzas cubanas cuando estas se retiraban de Loma de Hierro.


Loma del Hierro, donde se estrenó la artillería mambisa

Historiadores de la Aldea hacen trabajo de campo




 




Candelaria Munilla

En este sitio se asentaron en sus orígenes familias procedentes de Norteamérica, como los Driggs y los Clark. También la austriaca Henrietta Seassures, casada con el norteamericano José Eysing; y otros anglosajones, pero la mayoría de ellos habían abandonado el lugar antes de iniciarse la guerra de 1868 y el terreno que ocupaban había pasado a manos de canarios peninsulares. Para 1877 existía una población de 491 personas, de ellas 6 esclavos.

Escuche al historiador de Gibara Enrique Doimeadiós contando la historia de don Felipe Munilla

El propietario del sitio que hoy se conoce como Candelaria Munilla lo fue Felipe Munilla García de origen santanderino, quien, como era usual, ocupó cargos en la jefatura de los Voluntarios durante la contienda. Munilla se dedicó al comercio del tabaco, hacía préstamos hipotecarios a los cosecheros y adquirió de esa forma una gran cantidad de terreno al rematar hipotecas no solventadas a tiempo y ocupar fincas de sus deudores. Poseyó además grandes intereses comerciales en la Villa de Gibara como fue la empresa que mantenía con su yerno, don Javier González-Longoria, y que giraba bajo la razón social de Longoria-Munilla y Compañía.

Precisamente su rancio españolismo fue una de las razones de que el poblado fuera uno de los más atacados del territorio, lo llegaron a quemar tres veces, de ellas una durante la Guerra del 68, y dos en la de 1895. El primero en atacar fue el General Julio Grave de Peralta, quien ordenó quemarlo. Esta acción ocurrió en la noche del 16 para el 17 de agosto de 1869. En la Guerra de 1895 fue incendiado por tropas de Calixto García, el 11 de junio del año 1896, y un año más tarde, en 1897, por el capitán Lico Balán.

El poblado se preparó para la defensa desde el año 1868 con cinco fortines más la sólida casa de Felipe Munilla que también fue fortificada. Alrededor del caserío se construyeron alambradas de púas y trincheras. De los fortines solo se conserva una ruina, en la que aún se aprecia su planta rectangular de 16 m de largo por 4.60 m de ancho, con muros de mampuesto de 0.65 m de grosor. Este se localiza en el patio de la casa del señor Vicente Calderón, y se conoce la ubicación de otros tres (uno frente a la escuela, otro frente a la actual tienda de víveres y el otro en una de las lomas que rodean el actual poblado, del que puede observarse la trinchera).

La Jandinga

Está situado en el límite noroeste de la hacienda de Yabazón Abajo, donde ésta linda con Candelaria y sobre el camino real (hoy carretera) de Gibara a Holguín, vía que atravesaba por el centro del poblado. Al sur del camino las tierras pertenecían a la finca San Antonio, propiedad del canario Don Antonio González Hernández, mientras que el área norte estaba incluida en las propiedades de la familia inglesa Chapman, junto a una finca conocida como “El Vapor”. En una superficie de unas 4 hectáreas situada a ambos lados del camino se concentró una población que en 1877 se fijaba en 336 habitantes. La base económica del lugar era el cultivo del tabaco y la crianza de ganado. En 1897 habitaban allí 120 familias.

A inicios de la Guerra del 68 La Jandinga fue fortificada costeando el dueño de la finca San Antonio el primer fuerte en construirse, además de tomar el cargo de capitán de voluntarios. El sistema defensivo se concibió inicialmente en forma de un triángulo con un fortín en cada vértice, pero en la guerra de 1895, ante el aumento del número de vecinos se construyó un cuarto fortín pasando a ser un cuadrilátero el perímetro de la pequeña aldea. Una alambrada de púas de siete hilos rodeaba y protegía el poblado. También se construyeron trincheras y zanjas de comunicación en puntos estratégicos. Se accedía al lugar mediante tres portadas vigiladas: dos de ellas daban paso al camino real de Holguín a Gibara y la tercera guardaba la salida del corto camino que conducía al apeadero ferroviario de Iberia.

Dos sólidas casas se adecuaron también para la defensa del lugar. En una de estas se ubicó el cuartel de voluntarios y una tercera casa se acondicionó para servir de cuartel a la guerrilla local. Los soldados españoles dormían y descansaban en un gran rancho techado con guano que se levantaba cerca del fuerte principal. Alrededor del poblado el bosque fue talado con el objetivo de que se pudiera apreciar al enemigo a una considerable distancia. El conjunto de obras garantizó la defensa del lugar durante ambas guerras.

De las fortificaciones de La Jandinga han llegado a nuestros días tres fortines y la casa de vivienda de la familia González, que en la actualidad aún habitan y que fungió como cuartel de voluntarios. Según la tradición oral, el fuerte desaparecido, ubicado al este del asentamiento, era de madera, con una doble pared y un relleno interior de piedras.

Fuerte Amarillo, La Jandinga
El fortín construido por don Antonio González fue conocido como El Amarillo, porque estaba pintado de ese color con un zócalo y una franja en la parte superior en rojo, diseño que respondía a los colores de la bandera española, y en el se instaló la jefatura de las fuerzas hispanas con un teniente al frente. Está situado al sudeste del sitio, a unos 40 metros de la actual carretera y a escasos metros de la vivienda familiar.

Es de dos cuerpos con la puerta enfrentada al camino (actual carretera). Posee la planta rectangular -5.55 m. por 5.65 m- y la estructura es de ladrillos, con los tabiques de mampuesto ordinario. Tiene una altura de 5.45 m. Los dos niveles fueron aspillerados, con tres orificios por lienzo de pared. Interiormente tuvo dos plataformas y en el primer nivel un vano en forma de óculo. La cubierta era de tejas.


El Fuerte Blanco: así fue llamado el fortín que ocupaba el lado nordeste del caserío, construido sobre un montículo de tierra. Es una ruina que conserva parte de tres de sus paredes. Originalmente su planta fue rectangular, de dos niveles con sus correspondientes plataformas interiores y sus muros de mampuesto de 0.55 metros de ancho están estructurados por ladrillos y recubiertos por un mortero de cal. Tenía dos hiladas de aspilleras, de ahí que pudiese ser utilizado para el tiro en distintas posiciones. Se accedía al mismo por una puerta ubicada en el segundo nivel, mediante una escalera movible.

El Fuerte Nuevo, se construyó durante la Guerra del 95, sobre un relleno artificial, de ahí su nombre. Se diferenció de los restantes del recinto porque solo tuvo un cuerpo con sótano. No tiene aspilleras pues se disparaba desde el mismo a través del espacio que quedaba ente el final de los muros y el techo. Se empleó como depósito de armamentos. La puerta es de 0.90 m de ancho y está dirigida al antiguo camino, actualmente carretera. La planta es rectangular, de 4.50 por 5.40 metro. Los muros de mampuesto ordinario estructurados por ladrillos, con un grosor de 0.55 m.

La defensa de La Jandinga también se completaba con un aviso verbal de un fuerte al otro, el centinela gritaba: “...Centinela alerta” y el otro fuerte contestaba “Alerta está”, esto se hacía regularmente, cada media hora.

Durante la guerra de 1895 la mayoría de las familias de los alrededores del lugar se mudaron para el recinto fortificado de La Jandinga desde mucho antes de darse la orden de reconcentración. También se establecieron allí núcleos familiares procedentes de Corralitos y de San Agustín de Aguarás, Buenaventura y La Rioja, Debido a lo fortificado que se encontraba este poblado nunca fue tomado por los mambises, aunque el general Mariano Torres logró extraer una noche de 1897 algunas cabezas de ganado de un corral situado cerca de uno de los fuertes.. Posteriormente el General Calixto García pasó muy cerca del poblado pero no lo atacó, no obstante desde los fuertes le dispararon más de cinco mil tiros a su paso.

Yabazón Abajo

El corral de Yabazón Abajo fue mercedado en 1747 por el Gobernador de Cuba a don Jerónimo Pupo. El lugar donde hoy se erige el poblado fue el centro de la hacienda.

En 1864 su demarcación tenía 851 habitantes, mientras que el censo de 1887, recoge una población de 1345 personas. La actividad económica fundamental que realizaban era el cultivo del tabaco. Además se sembraba en el lugar caña de azúcar y maíz, y se desarrollaba la ganadería, todo esto con fines comerciales.. Para entonces existía un trapiche en el lugar. Todas estas actividades hicieron que se asentaran en el poblado varios comerciantes, a lo que contribuyó su acceso al Puerto Real de Gibara por medio de un camino vecinal.

Esta riqueza económica hizo que ya para 1869 el poblado estuviera defendido por 6 fortines y un cuartel para alojar una considerable tropa.

Tenía también otras obras defensivas como alambradas y trincheras y se comunicaba con Holguín y otros lugares mediante un telégrafo eléctrico y un heliógrafo.

A pesar de las obras de defensa Yabazón fue tomado en varias ocasiones por el Ejército Libertador. El 1 de abril de 1874 fue atacado y tomado por fuerzas cubanas al mando de Juan Rius Rivera quien obtuvo allí un considerable botín de guerra. Un año más tarde lo tomó Limbano Sánchez, y el 25 de enero de 1876, a la una de la madrugada, mientras dormían sus vecinos, sufrieron un nuevo ataque, en esta ocasión por Antonio Maceo. No obstante, en esa ocasión no pudieron los mambises tomar el poblado y solamente lograron llevarse algunas mercancías de dos de sus comercios, pues las fuerzas de a plaza pidieron refuerzos a Holguín por medio del heliógrafo. En esta acción murieron el holguinero Ladislao Feria Garayalde y el santiaguero Pablo Amable Arambarry.

Diecinueve años y medio más tarde, ya en la guerra de 1895, Antonio Maceo volvió a atacar a Yabazón, el 3 de junio de 1895. En esta oportunidad si logró tomar el poblado.

Para leer: Yabazón, escenario de combate, haga click aquí

Cantimplora

Este poblado surgió durante la segunda mitad del siglo XIX y en específico en 1885 cuando se inauguró el primer tramo del ferrocarril Holguín y Gibara. Se dice se fundó principalmente con libertos, ya que la actividad principal era la carga y descarga de mercancías que trasladaba el ferrocarril, las que eran conducidas a partir de Cantimplora al puerto o a las poblaciones del territorio. Ese mismo año de fundación se habilitó con el telégrafo y posteriormente con teléfono.


Fue atacado por las fuerzas cubanas en varias ocasiones, pero no lo pudieron tomar nunca ya que estaba muy custodiado y fortificado por tres sitios estratégicos de los cuales solamente se conserva el montículo de uno de sus fortines. En su defensa, según la tradición oral, se usaron además carros blindados del propio ferrocarril.

Arroyo Blanco

En sus orígenes se conoció como potrero o corral de San Felipe, sin embargo prevaleció el antiguo nombre de la hacienda a la cual perteneció el lugar donde se asentó el poblado; fundada en 1737. La base económica lo fue el cultivo del tabaco, además de la ganadería. Según censo en 1877 tenía 415 habitantes y en 1899 su población era de 1739 personas debido esto en gran medida a los movimientos migratorios internos que se habían dado durante la última guerra.

En 1868 como los demás poblados, Arroyo Blanco fue fortificado y rodeado de una alambrada de púas de siete hilos. Se edificaron tres fuertes, pero dos de ellos fueron demolidos al construirse la carretera de Gibara a Holguín que atraviesa el actual caserío. El tercero es una ruina de la cual aún se aprecia su base cuadrada, de 6.10 metros cada uno a de sus paredes, con un grosor de 0.60 metros de ancho sus muros. Las esquinas son ochavadas, y al estudiar en plano la situación de estas defensas apreciamos se concibieron en forma de un triángulo que encerraba al poblado.


Embarcadero del río Cacoyuguín

Este poblado se localiza en la intersección del antiguo camino de Gibara a Holguín (actual carretera) con el de Cupeycillos y el río Cacoyuguín. Se encuentra a 27.5 Km. de la ciudad de Holguín. Pertenecía a la antigua hacienda Arroyo Blanco, fundada como corral, en 1737. Su primer propietario lo fue Don Manuel Pupo León. Alrededor de 1823 se fundó cerca de allí el ingenio Santa María por el norteamericano Samuell Clark.

No obstante sus orígenes como embarcadero se remontan al siglo XVIII, cuando se comenzó a usar en el lugar un muelle fluvial para traer la mercancía que entraba por la bahía de Gibara con destino a la ciudad de Holguín. Este punto fue atacado en dos ocasiones (1739 y 1745) por marinos ingleses que remontaron el río en barcazas. De estas incursiones ha quedado como testimonio un sitio conocido como el Charco del Pirata, cerca del muelle donde se dice además que existen restos de un barco hundido.

En la orilla norte del río y en el punto donde se encuentran las vías terrestres, se fundó el poblado que ya no existe y que se llamó en sus inicios Casimba de Margarita. Para 1868 existían muelles a ambos lados del río, y se habían construido dos grandes almacenes para guardar los productos que se exportaban e importaban desde el Puerto Real de Gibara. También se habían edificado dos aljibes grandes para el abastecimiento del poblado, el cual tenía comercios y una zapatería entre otros servicios.

A inicio de la Guerra del 68 se construyeron dos fortines, de los cuales solo uno ha llegado a nuestros días. Hoy es conocido como el fuerte del Embarcadero y está situado en la antigua finca La Filomena, propiedad de Lorenzo Guerra. Fue construido sobre un promontorio y desde el se visualiza el mar y una extensa área a sus alrededores. Su forma es la de un polígono de cinco lados y posee dos cuerpos terminados en almenas de 0.60 metros de altura.


Su imagen es única en la comarca. Se edificó sobre una base de piedras de 1.20 metros de alto, excepto un lateral que, por el desnivel del terreno, presenta 1.70 metros. Su diseño es además piramidal, la base es más ancha que el primer cuerpo y este a su vez en relación con el segundo. El primero tiene 3.05 metros de alto y el segundo 3.15 metros los que junto a las almenas hacen una altura total de 6.80 metros.

Elementos constructivos que aún conserva nos dicen que tuvo pisos sobre la base de piedras y al nivel de las almenas que le permitían defender la posición acostados o de pié, lo que también se realizaba desde distintos ángulos, pues cada uno de los lienzos presenta dos hileras de aspilleras hechas de ladrillos. Tiene de particular también que los ángulos de los prismas son dobles. Sus gruesos muros de mampuesto, repellados con un mortero de cal por ambas caras tienen un grosor de 0.55 metros. La puerta de acceso colocada en el segundo cuerpo conserva su dintel de madera.

Cupeycillos

El primitivo caserío de Cupeycillos se encontraba disperso en la Sierra de Candelaria. Pertenecía a la hacienda Arroyo Blanco, y constituía un punto estratégico para la defensa de la Villa de Gibara, porque estaba atravesado por el camino de acceso a la misma desde Holguín y allí entroncaba con el anterior el antiguo camino de Puerto Padre. Desde Cupeycillos se divisa un amplio tramo de la costa frente al mar abierto y parte de la bahía de Gibara.

La población surge durante las primeras décadas del siglo XIX, conformada por habitantes de origen canario. Desde épocas tempranas se conoce la existencia allí de un trapiche, no obstante sus vecinos se dedicaban al cultivo del plátano. Para extraer las producciones de esta zona se empleaban dos vías: el viejo camino de Los Hoyos por el cual se sacaban casi siempre a lomo de caballos hasta Gibara, o el río Cacoyugüín, navegable para barcazas desde el vecino poblado de Embarcadero hasta la bahía.

La ganadería era otra de las fuentes económicas de los canarios que habitaban Cupeycillos. La raza que criaban era adquirida en Puerto Rico, y se caracterizaba por ser resistente a la sed, por lo que se adaptaba a las condiciones de la sierra, en la cual la mayor dificultad de subsistencia era la escasez de agua. Para almacenar el agua de lluvia los canarios construyeron grandes aljibes, en el lugar, pero cuando las sequías eran muy prolongadas se veían obligados a abastecerse en un profundo pozo (que aún conserva el nombre de “Pozo Real”), construido en una quebrada entre dos lomas, situadas a casi a mil metros de distancia del poblado antiguo.

En la parte más alta del poblado había dos sólidas casas de mampuesto: la del canario José Antonio Rodríguez, propietario del ingenio Casablanca en Candelaria, y la de doña Rafaela Martín, de igual naturaleza. Además existía la propiedad rústica La Modesta, de la familia inglesa Chapman, fundada por Samuell Chapman Payl, y heredada posteriormente por uno de sus hijos, Guillermo.

La historia del asentamiento está relacionada también con Abelardo Rodríguez, “el matador de isleños”. La tradición oral, trasmitida de generación en generación dice que varios canarios dispersos en la Sierra de la Candelaria decidieron agruparse allí debido a los ataques, robos y otros desmanes que este individuo fuera de la ley llevó a efecto contra aquel grupo humano.

El inicio de la fue la Guerra del 68 motivó que el número de habitantes del lugar se incrementara pues al construirse las obras defensivas otros vecinos de la sierra se mudaron para el recinto fortificado poniéndose al amparo de trincheras y fortines. Llegó a haber en aquellos tiempos alrededor de 50 casas, la mayoría de yaguas y guano.

Hoy solo quedan casas de campesinos construidas sobre los cimientos de los viejos fortines


Más tarde estos vecinos se organizaron civilmente a través de una alcaldía de barrio. La edificación de un puesto militar, seis fortines, un parapeto semicircular y un puesto de señales en la cima de una elevación, el cual permitía comunicarse con los barcos surtos en el puerto y con otros lugares poblados, les confería cierta estabilidad económica y emocional.

A pesar de encontrarse fortificado el poblado de Cupeycillos, fue atacado durante las dos guerras. La última acción estuvo dirigida por el hijo del general Cornelio Rojas, que tenía el mismo nombre y el grado de coronel (1).

Las fuerzas libertadoras ordenaron que todo el que saliera del caserío hacia las áreas de cultivo fuese tiroteado, y por tal motivo aparecen asentadas varias defunciones de vecinos de Cupeycillos en la Iglesia Parroquial de Gibara cuyas causas de muerte, especifica que “... fue asesinado por el enemigo”. El período de tregua entre las dos guerras posibilitó que el grupo de canarios asentados allí se recuperara económicamente.

De los seis fortines construidos en Cupeycillos se conservan cuatro, además de un muro de piedras erigido para afrontar cualquier avance mambí desde la zona de El Jobal y la ruina de una muralla semicircular de piedra construida en la parte más alta de una loma cercana. Debido a lo inaccesible del sitio solo se han podido trabajar tres fortines. Estos presentan distintas tipologías atendiendo a sus plantas: uno es circular, otro rectangular y el tercero es cuadrado.

El de planta circular fue construido sobre un montículo de tierra e inferimos que haya sido así por lo ondulado del terreno. Está rodeado de un foso del que dista 8.20 metros. Sus muros son de mampuesto. Tiene un diámetro interior es de 4.25 metros y muros 55 centímetros de ancho. La altura total es de 6.20 metros y termina en almenas, o prismas de piedras que se construían sobre las fortalezas. Está conformado por dos pisos con dos plataformas, por lo que pudo ser utilizado por tiradores en las posiciones de acostado o de pié. Presenta 9 aspilleras en cada cuerpo y la puerta de acceso estaba en el segundo nivel. Este fortín fue de los incendiados en 1898 por la orden de Calixto García.

El de planta rectangular está en estado ruinoso, no obstante se aprecia su planta que mide 7.10 metros por 5.10 metros. Se observan sus muros de piedras sin ningún tipo de mortero de unos 0.65 metros de grueso.

El fuerte de planta cuadrada aún es conocido como “El Pulguero” por la gran cantidad de pulgas que había en el mismo. Se cuenta que fue utilizado ocasionalmente como sitio para encerrar detenidos, los que sufrían forzosamente la picada de esos insectos. Actualmente está en ruinas. Los paramentos que lo conformaban tienen 5 metros de ancho con las esquinas chanfleadas, y aún posee tres aspilleras para fusiles. Está rodeado de un foso y también fue construido de mampuesto ordinario, con un grosor de muros de 0.55 metros.

Unos doscientos metros más arriba de este existía otro fortín de planta rectangular del cual quedan aún restos de muros, y a la entrada del poblado se conservan los cimientos de otro en forma de polígono. Quedan los vestigios del sexto a la entrada del camino de los Hoyos.

Entre el fuerte circular y El Pulguero quedan los restos de una construcción de piedra de 33.70 metros de largo por 3.60 metros de ancho que presenta dos pequeños tambores o garitas, con la capacidad para un vigía cada uno de ellos, la cual pudiera haber sido una barraca.  
 
Notas:

(1) Archivo del Museo Municipal de Gibara. Fondo  Ayuntamiento de la Villa. Legajo 3. Alcaldía

San Marcos de Auras (Floro Pérez)

Era el poblado de mayor número de habitantes en el momento inicial de la Guerra de los Diez Años. Tenía una posición estratégica ventajosa por ser equidistante a la ciudad de Holguín y al puerto de Gibara y estar situado sobre el camino carretero que unía ambas poblaciones. Distaba también casi lo mismo de Fray Benito y Velasco, poblaciones menores situadas al este y oeste de Auras respectivamente. Era el corazón de una rica zona agrícola.

Aunque el poblado de Auras fue ocupado por los mambises desde los primeros momentos de la insurrección, el 5 de enero de 1869 una poderosa columna provista de artillería desalojó del lugar a las tropas de Julio Grave de Peralta y restableció allí el dominio hispano (1). A partir de ese momento el mando español situó en Auras un centro de operaciones con el concurso de un número considerable de soldados que patrullaban distintas áreas y servían de apoyo a poblados, caseríos y puntos estratégicos que pidieran auxilio.

Los orígenes de la población se encuentran relacionados con el hato de San Marcos de Auras, mercedado en 1703. Su territorio comprendía las haciendas de Jesús del Monte, nombre que lleva su parroquia inaugurada en 1872, y San Marcos. Estas pertenecían a las familias Leyte Rodríguez y Pupo primeras en establecerse en dicha zona.

En 1804 el territorio quedó constituido en sede de una Capitanía Pedánea con el objetivo de proteger el litoral norte de los corsarios y piratas y evitar el comercio de contrabando. Su población era de origen hispano, entre ellos un nutrido grupo de canarios. Para 1862 ascendía a 915 personas de las cuales 75 eran esclavos.

En 1856 pasó a formar parte del Partido de Gibara por tener este la mayor cantidad de habitantes y la jerarquía económica que había adquirido tras la apertura del puerto. Para 1877 el censo de población relaciona 1092 habitantes, de ellos 17 esclavos, lo que muestra su importancia como centro rural y de operaciones del Ejército Español. Esto propició que fuera una atracción de importancia para las fuerzas cubanas, que la atacaron en varios ocasiones durante las guerras.


En 1888, el ferrocarril iniciado en Gibara llegó hasta Auras, que desde 1870 estaba conectado por telégrafo eléctrico con Gibara y Holguín y en la guerra de 1895 dispuso de teléfonos con igual fin. A pocos kilómetros de distancia de sus principales accesos se habían construido fortificaciones (Loma de Hierro, Yabazón, Pedregoso y La Jandinga)

En 1872 cuando Calixto García atacó a Holguín, simultáneamente fueron hostigados varios fortines de Auras y algunos cercanos a ésta.

En la madrugada del 10 de abril de 1873 Calixto García atacó y tomo Auras. Se aprovisionó de un rico botín de guerra en sus comercios y finalmente ordenó incendiar las bodegas, almacenes e iglesia. En la casa de Manuel Suárez de Argudín, Jefe del Cuerpo de Voluntarios, se quemaron varias personas que prefirieron morir antes que rendirse. A las cuatro de la mañana dejaron Auras y se retiraron a Cazallas quemando todas las casas a ambos lados del camino.

El 20 de agosto de 1896 Auras fue atacada por el coronel Fernando Cutiño Zamora, mientras el general Calixto García cañoneaba al fuerte de San Marcos en Loma de Hierro. En noviembre de ese año fue tiroteado el poblado por fuerzas del general Mariano Torres con el objetivo de extraer un lote de ganado de La Jandinga. El 25 de julio de 1898 Auras fue desalojado por la guarnición española que se retiró a Holguín y ocupado inmediatamente por tropas del general Luís de Feria Garayalde, pero 22 días más tarde, el 16 de agosto, los españoles regresaron con una poderosa columna de infantería y artillería para recuperar el poblado desalojando a los cubanos, en lo que constituyó el último combate de la guerra de 1895.

No obstante este poblado fue el más fortificado con casi igual número de defensas que la ciudad de Holguín. La tradición oral recoge el número de 12 fortines rodeando la población de Auras, enlazados por alambradas y trincheras, además un centinela de cada una de las guarniciones que la custodiaba estaba encargado de mantener en alerta el estado defensivo.

Según el señor Ricardo Ajo (2) , quien fuera alcalde de Auras en la época del machadato, cada media hora se escuchaban las voces de los centinelas que gritaban..."Alerta al uno", y el del uno, repetía "Alerta el dos"... y así hasta el doce. Por su parte, Gerardo Castellanos en el libro Hacia Gibara escribió:

“Entradas y salidas estaban severamente atrincheradas y alambradas. El predio de Auras estaba abrazado por una cadena de fortines. Cada uno mantenía nutrida guarnición. Hacían el servicio tropa de línea, voluntarios y guerrilleros. El vecindario se distinguía por un reconocido españolismo, pues eran españoles los más acaudalados moradores. Este era el poblado mayor fortificado de la línea. Con comercio rico dedicado a la exportación agrícola, pecuaria y al tabaco de mayor calidad” (3)
En la actualidad se ha ido localizando la ubicación de algunos de estos fortines de los cuales se conservan tres y de ellos dos en ruinas. Existe también en el poblado una casa aspillerada y huellas de aspilleras en la iglesia que por estar enclavada en una pequeña altura fue utilizada con fines defensivos también. En sus laterales se construyeron fuertes de madera de los cuales aún pueden apreciarse las bases.

De los fortines conservados se encuentra el conocido como “Lucumí” nombre que tomó por haber vivido en él un negro de esa etnia. Es de planta rectangular de 5.20 por 6.20 metros con las esquinas ochavadas –0.60 m-. Fue proyectado en tres niveles con sus correspondientes plataformas interiores. El tercer nivel termina en prismas que sostenían el techo. Los cuerpos están dispuestos de mayor a menor, de forma piramidal, observándose la sección escalonada.

La estructura y aspilleras se construyeron con ladrillos y los muros de mampuesto recubiertos con mortero de cal. La puerta está dirigida al camino de Holguín y ubicada en el segundo nivel. Se caracteriza además por presentar dos hiladas de aspilleras, en número de tres por lienzos de paredes, y una en las esquinas superiores, mientras que en el primer nivel posee dos. El primer cuerpo mide 3.20 m de alto, el segundo 2.10 m y la azotea formada por el murete liso o prisma 1.35 m. La altura total es de 6.65 metros.

Otro de los fuertes que se conservan en Auras es el que se encuentra en el camino de Tierra Blanca. Es de planta cuadrada, de 5 metros de ancho sus lienzos de paredes, dos cuerpos, el primero es más ancho que el segundo. El sistema constructivo y materiales son idénticos al Lucumí, la puerta se presenta, como los demás en el segundo nivel. Se infiere haya tenido azotea, conserva una altura total de 4.60 m, de ellos 2.80 m en el primer cuerpo y 1.80 m en el segundo. Se conserva en regular estado.

El tercero de los fortines que se conservan es el conocido como Argudín, nombre que tomó por estar cercano a la casa del comerciante peninsular Manuel Suárez de Argudín y Guardado, quien ocupó cargos en el Cuerpo de Voluntarios con el grado de Comandante. Según el vecino que habita la casa en cuyo patio se conserva el fortín, lo conoció “... con techo y pisos de madera, tenía seis lados y dos plantas con azotea, la cubierta era de tejas”

En la actualidad presenta un estado ruinoso. De su planta hexagonal se conservan dos paredes de 3.50 m cada una, y una altura total de 6.10 m; distribuidos en 2.80 m el primero y 2.20 m el segundo. El pretil corrido es de 1.10 m. Los lienzos de paredes que conserva tienen la peculiaridad de poseer ventanas en ambos niveles, así como un zócalo pintado de azul en el segundo. La estructura es igual a los otros dos, de ladrillos con arquitrabes de madera. Los dos cuerpos están aspillerados, 18 aspilleras en cada uno, y la puerta en el segundo nivel.

Además de los dos fuertes localizados en los laterales de la iglesia, se encontró la ruina de otro, a unos 300 m del que se conserva en el camino de Tierra Blanca, y otro al norte, a unos 350 m aproximadamente de la iglesia.

 
Notas:  
 

(1) Archivo del Museo de La Periquera. Diario de Julio Grave de Peralta. Anotaciones correspondientes al 5 de enero de 1869.

(2) Ver: Sarabia, Nydia: Ana Betancourt. Página 75 . Este libro reproduce parte del Diario de Ignacio Mora, esposo de Ana Betancourt y participante en la toma de Auras del 10 de abril de 1873.

(3) Auras fue el último pueblo tomado en la Guerra de Cuba,  y curiosamente fue tomado por los españoles, que aunque perdieron la guerra desalojaron de el lugar en esa oportunidad a los cubanos y se quedaron allí hasta la evacuación de sus tropas hacia España a través del puerto de Gibara el 30 de noviembre de 1898

Recintos fortificados de poblados.


Estaban compuestos fundamentalmente por tres o más fortines ubicados en puntos estratégicos que constituían las defensas exteriores de pequeños centros de población. Generalmente se complementaban con zanjas, trincheras y alambradas periféricas que dificultaban la posibilidad de un ataque. Las casas más sólidas de los poblados se integraban también al sistema y muchas de ellas sirvieron como cuartel de las guerrillas o de los voluntarios. En la construcción de estas defensas fue importante el aporte voluntario o forzoso de los dueños de comercios, propietarios de los predios rústicos y de otros vecinos de poblados (1). En estos casos la defensa se organizaba usualmente bajo la dirección de un mando único, cargo que recaía siempre en un militar profesional del Ejército Español, al que se subordinaban los cuerpos de voluntarios y la guerrilla local si la había.

Entre los poblados mas importantes del hinterland del puerto se encontraban Auras, Cupeycillos, Embarcadero, Arroyo Blanco, Cantimplora, Yabazón, La Jandinga, Candelaria Munilla, Jobabo, Aguas Claras, Bocas y Fray Benito.

Notas:

(1) Al parecer las autoridades españolas ejercieron gran presión para que los vecinos de los poblados construyeran estas fortificaciones, lo que puede deducirse del documento que se transcribe a continuación, enviado por las autoridades españolas a los alcaldes durante la guerra de 1895.

” Siendo de imprescindible y urgente necesidad para la defensa de los pueblos el establecimiento en ellos de torres exteriores, cuyos fuegos se crucen, he acordado dirigir a U.S: la presente con el fin de que poniéndose de acuerdo con el Señor Comandante Militar de esa Plaza y utilizando los recursos de que pueda disponer ese Municipio y con el concurso del vecindario se proceda á la construcción de las referidas torres cuyo número ha de ser de tres por lo menos en cada poblado, y coadyuvar de ese modo a la conservación de las fuerzas del ejército, que en caso contrario tendrán que ser forzosamente retiradas.

A.P.H. Fondo alcaldía y Ayuntamiento 1878:1898. Legajo 35 Nº. 953 Citado por Hernel Pérez Concepción en su obra . Política gubernamental vs. Revolución en el Holguín de 1895 ..




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