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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

25 de agosto de 2011

Cupeycillos

El primitivo caserío de Cupeycillos se encontraba disperso en la Sierra de Candelaria. Pertenecía a la hacienda Arroyo Blanco, y constituía un punto estratégico para la defensa de la Villa de Gibara, porque estaba atravesado por el camino de acceso a la misma desde Holguín y allí entroncaba con el anterior el antiguo camino de Puerto Padre. Desde Cupeycillos se divisa un amplio tramo de la costa frente al mar abierto y parte de la bahía de Gibara.

La población surge durante las primeras décadas del siglo XIX, conformada por habitantes de origen canario. Desde épocas tempranas se conoce la existencia allí de un trapiche, no obstante sus vecinos se dedicaban al cultivo del plátano. Para extraer las producciones de esta zona se empleaban dos vías: el viejo camino de Los Hoyos por el cual se sacaban casi siempre a lomo de caballos hasta Gibara, o el río Cacoyugüín, navegable para barcazas desde el vecino poblado de Embarcadero hasta la bahía.

La ganadería era otra de las fuentes económicas de los canarios que habitaban Cupeycillos. La raza que criaban era adquirida en Puerto Rico, y se caracterizaba por ser resistente a la sed, por lo que se adaptaba a las condiciones de la sierra, en la cual la mayor dificultad de subsistencia era la escasez de agua. Para almacenar el agua de lluvia los canarios construyeron grandes aljibes, en el lugar, pero cuando las sequías eran muy prolongadas se veían obligados a abastecerse en un profundo pozo (que aún conserva el nombre de “Pozo Real”), construido en una quebrada entre dos lomas, situadas a casi a mil metros de distancia del poblado antiguo.

En la parte más alta del poblado había dos sólidas casas de mampuesto: la del canario José Antonio Rodríguez, propietario del ingenio Casablanca en Candelaria, y la de doña Rafaela Martín, de igual naturaleza. Además existía la propiedad rústica La Modesta, de la familia inglesa Chapman, fundada por Samuell Chapman Payl, y heredada posteriormente por uno de sus hijos, Guillermo.

La historia del asentamiento está relacionada también con Abelardo Rodríguez, “el matador de isleños”. La tradición oral, trasmitida de generación en generación dice que varios canarios dispersos en la Sierra de la Candelaria decidieron agruparse allí debido a los ataques, robos y otros desmanes que este individuo fuera de la ley llevó a efecto contra aquel grupo humano.

El inicio de la fue la Guerra del 68 motivó que el número de habitantes del lugar se incrementara pues al construirse las obras defensivas otros vecinos de la sierra se mudaron para el recinto fortificado poniéndose al amparo de trincheras y fortines. Llegó a haber en aquellos tiempos alrededor de 50 casas, la mayoría de yaguas y guano.

Hoy solo quedan casas de campesinos construidas sobre los cimientos de los viejos fortines


Más tarde estos vecinos se organizaron civilmente a través de una alcaldía de barrio. La edificación de un puesto militar, seis fortines, un parapeto semicircular y un puesto de señales en la cima de una elevación, el cual permitía comunicarse con los barcos surtos en el puerto y con otros lugares poblados, les confería cierta estabilidad económica y emocional.

A pesar de encontrarse fortificado el poblado de Cupeycillos, fue atacado durante las dos guerras. La última acción estuvo dirigida por el hijo del general Cornelio Rojas, que tenía el mismo nombre y el grado de coronel (1).

Las fuerzas libertadoras ordenaron que todo el que saliera del caserío hacia las áreas de cultivo fuese tiroteado, y por tal motivo aparecen asentadas varias defunciones de vecinos de Cupeycillos en la Iglesia Parroquial de Gibara cuyas causas de muerte, especifica que “... fue asesinado por el enemigo”. El período de tregua entre las dos guerras posibilitó que el grupo de canarios asentados allí se recuperara económicamente.

De los seis fortines construidos en Cupeycillos se conservan cuatro, además de un muro de piedras erigido para afrontar cualquier avance mambí desde la zona de El Jobal y la ruina de una muralla semicircular de piedra construida en la parte más alta de una loma cercana. Debido a lo inaccesible del sitio solo se han podido trabajar tres fortines. Estos presentan distintas tipologías atendiendo a sus plantas: uno es circular, otro rectangular y el tercero es cuadrado.

El de planta circular fue construido sobre un montículo de tierra e inferimos que haya sido así por lo ondulado del terreno. Está rodeado de un foso del que dista 8.20 metros. Sus muros son de mampuesto. Tiene un diámetro interior es de 4.25 metros y muros 55 centímetros de ancho. La altura total es de 6.20 metros y termina en almenas, o prismas de piedras que se construían sobre las fortalezas. Está conformado por dos pisos con dos plataformas, por lo que pudo ser utilizado por tiradores en las posiciones de acostado o de pié. Presenta 9 aspilleras en cada cuerpo y la puerta de acceso estaba en el segundo nivel. Este fortín fue de los incendiados en 1898 por la orden de Calixto García.

El de planta rectangular está en estado ruinoso, no obstante se aprecia su planta que mide 7.10 metros por 5.10 metros. Se observan sus muros de piedras sin ningún tipo de mortero de unos 0.65 metros de grueso.

El fuerte de planta cuadrada aún es conocido como “El Pulguero” por la gran cantidad de pulgas que había en el mismo. Se cuenta que fue utilizado ocasionalmente como sitio para encerrar detenidos, los que sufrían forzosamente la picada de esos insectos. Actualmente está en ruinas. Los paramentos que lo conformaban tienen 5 metros de ancho con las esquinas chanfleadas, y aún posee tres aspilleras para fusiles. Está rodeado de un foso y también fue construido de mampuesto ordinario, con un grosor de muros de 0.55 metros.

Unos doscientos metros más arriba de este existía otro fortín de planta rectangular del cual quedan aún restos de muros, y a la entrada del poblado se conservan los cimientos de otro en forma de polígono. Quedan los vestigios del sexto a la entrada del camino de los Hoyos.

Entre el fuerte circular y El Pulguero quedan los restos de una construcción de piedra de 33.70 metros de largo por 3.60 metros de ancho que presenta dos pequeños tambores o garitas, con la capacidad para un vigía cada uno de ellos, la cual pudiera haber sido una barraca.  
 
Notas:

(1) Archivo del Museo Municipal de Gibara. Fondo  Ayuntamiento de la Villa. Legajo 3. Alcaldía

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