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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

15 de junio de 2010

Un pájaro ansioso de lejanías al que habían atado las alas

Cuando yo nací, en lugar
de un juguete, pusieron una
pluma entre mis manos.
El destino dijo: esa te
servirá de arma.
He cantado
al amor en diversos matices
He cantado al dolor…
¡He cantado a la vida!.

Marilola X (noviembre de 1984)
 
A los cinco años (1910), la niña vivaz comienza sus estudios en una modesta escuela de barrio, contigua a su casa. La maestra es Tina González, alguien especial para Marilola porque aquella es hija de Juana González, una negra a la que la niña llama mamá y a quien quiere porque era quien elaboraba las mejores golosinas que alguien haya probado jamás. En sus memorias la escritora recuerda a Juana siempre ataviada con sencillez y pulcritud. La niña de la mano de la negra. Recorrían las calles de la ciudad para vender dulces. “De ella y de mi madre, dijo la poeta, aprendí a mirar la vida de frente”.
 
Tina dramatiza lecturas. Y a la pequeña se le trocan en pajaritos y mariposas las letras que con delectación dibuja. La escuela es una fiesta pero muy pronto la trasladaban para una escuela superior. La niña se opone pero Tina la convence y personalmente se encarga de ataviarla de manera especial. Frente al aula la espera Rosario García Iñiguez, hermana del General Calixto García y notable pedagoga de la comarca.
 
La nueva maestra siempre la llamó Loló y se percata que la niña inventa fabulosas historias para sus compañeros. Doña Rosario estimula las dotes que van saliendo a la luz de la alumna nueva; es ella quien primero le habla de escribir lo que llevaba en el alma. Ella averigua en la familia. Le dicen que su padre escribía emocionados versos, que el bisabuelo materno cultivaba formas de la poesía popular y cada acción de los de su casa, los hermanos sobre todo, por su sensibilidad, estaban muy cerca del acto patriótico.
 
Y mientras, como siempre ocurre, la niña hermosa crece bajo la tutela de sus generosos padrinos y con la protección de los antiguos compañeros de armas de su padre. Los demás se empeñan en paliar un tanto la difícil situación económica que por entonces sufría la familia. Y si a los otros no le pueden esconder la realidad cruda, a la niña sí que la alejan del lado duro de la vida y ella es feliz.
 
De uno va a otro colegio. Sus maestros son generosos y gente sabia. La Academia de Ezequiela Ochoa, el colegio Sagrado Corazón de Jesús, el Instituto Holguín, dirigido por don Manuel Silva. Hereda los libros del coronel difunto, los hermanos la alientan, Horacio, Homero, Ovidio, Virgilio. Ella se aficiona a Shakespeare y disfruta las emociones de los personajes. A los maestros y sobre todo a sus hermanos la poetiza agradece porque fueron ellos quienes le imprimieron el espíritu de la preparación autodidacta. Marilola jamás traspasó la enseñanza que se recibe en la niñez.
 
Y sufre, quizás ahora por primera vez conscientemente. Sus hermanos, hombres instruidos a los que recorre la poesía por las venas y sin embargo tienen que realizar trabajos rudos. La adolescente sufre y sueña. Se enamora de los galanes de cine y después de los amigos de sus hermanos, pero, por supuesto, dentro de los marcos que permitía la educación recibida en un ambiente de marcado asento provinciano. Sobre esos años la poeta escribió en sus memorias: “(...) mi corazón era un pájaro ansioso de lejanías al que habían atado las alas y no podía ir en pos de nada ni nadie”.
 
Y llega el amor carnal, el único que al parecer disfrutó a pesar de que para muchos ella era de enamoramientos fáciles. Fue en los días de mayor intensidad en su formación espiritual. Era un italiano joven y comerciante que por razones de trabajo visitó Holguín: Guido Carmenatti Pennino. Él solo estuvo en la ciudad algunos días. Pero desde La Habana le escribía una carta diariamente. Ella, con fiebres permanentes lo deseaba, lo acostaba encima de su cuerpo, los dos desnudos. Fueron aquellas imágenes solo soñadas las que permitieron a la poeta, posteriormente, escribir las prosas eróticas que la singularizaron. Entre sus manuscritos, como escondiéndose avergonzadamente, ella confesó que era en Guido en quien pensaba. Fue en Guido en quien siempre pensó hasta el final.
 
Guido le regala un libro que la impresiona: El Principito. Y en sus cartas la llama “vida”, “amor”, “flor”. Y ella sigue reelaborándolo: él es solo un hombre, ella una mujer que lo desea. Pero desde la primera ojeada lo supo, su familia no admitiría un matrimonio así. Ella sería para algún amigo de sus hermanos sin importar cuánto de deseo dejara satisfecho en ella. Ay, como se murió la niña y muerta tuvo que vivir. En sus memorias todavía llora: “No me dejaron encontrarme a mí misma. Quisieron hacerme de hierro, mientras que mi formación era de gasas suaves que al agitarlas al viento semejaban gaviotas liberadas”.
 
Por esa época, en un local cercano a la casa familiar, un joven de buena presencia y modales educados, instala un comercio. Se llamó Enrique García y vivía al cuidado de sus tutores, unos tíos españoles.
 
Enrique es amigo de los hermanos de María Dolores. Se conocen. Muy pronto él muestra interés por la muchacha hermosa. Ella lo rechaza y la familia lo acepta. Desde La Habana le llega una carta más de Guido, dice que se va a Italia y promete regresar para casarse. Pero en casos así el tiempo trascurre lento. No llegan noticias del que se marchó y el dolor va dejando paso a la decepción. Todo lo hubiera perdonado menos el olvido. Y sus mayores insistiendo para que acepte al que la pretende.
 
Enrique es inteligente y tiene encantos: en una ocasión se le presenta con un libro de Rubén Darío. Mañana confiesa que sueña con ser periodista y que adora a Martí. Son afinidades que comparten. Cuando cumple quince años María Dolores, quien todavía no es Marilola, aunque se acerca a serlo, se casa con Enrique García. Abandona los estudios el día antes y hoy la familia ilumina la casa para brindar por la felicidad de los novios. De esa unión nacen tres hijos: Enrique Segundo, Henry, (14 de mayo de 1923), Carlos Ariel (4 de noviembre de 1924) y Pedro Facundo (23 de febrero de 1928).
 
La casa de los recién casados acoge a amigos poetas. El clima es propicio para leer o para comentar lo leído. Homero y Horacio presiden las veladas hasta que llega el autor que todos prefieren y que ya no abandonan jamás, José Martí. Los concurrentes a las tertulias las llaman “Un himno al Parnaso”.
 
Una inteligencia natural como la de María Dolores aprovecha cuanto puede: aprende de unos y de otros rechaza sus modos. Ella prefiere a Manuel Martínez de las Casas. Pero a todos agradece que hayan encendido su necesidad de escribir poesía. Asistían, dicen, Miguel Ángel Ponce de León, Ibrahín Urbino, Antonio Luciano Torres, de quien la escritora recoraba como un ser taciturno, de voz lenta y cansada y extremadamente pobre. Asistían también mujeres interesadas por la literatura, entre ellas Mariblanca Sabas Alomá. Más tarde llegó Manuel Navarro Luna durante una de las visitas que hizo a Holguín.
 
Poco después del nacimiento de su primer hijo, con él en brazos, se dirige a la Iglesia a bautizarlo. En el camino se encuentra con Guido Carmenatti que acaba de regresar para cumplir su promesa. Ya era muy tarde pese a los sentimientos vividos. Era otro el rumbo que ella había escogido, ni siquiera quiso escuchar por qué el regreso se había dilatado tanto ni por qué no llegaban las cartas.

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11 de junio de 2010

Desde el cielo


Holguín desde el cielo o mejor, mi cielo, tu cielo.


Ir y regresar. (Algunas posibilidades de locomoción)



Ir y regresar ha sido, eternamente, una necesidad.Estas son imagenes que muestran algunas de las oportunidades de locomoción del holguinero.

















Paisajes de Holguín



Por ahí, por esas, nuestras inmensidades, se presentan hermosos espectáculos. Esta, dijo el Almirante don Cristoforo Colombo, y muchos lo sabeis por experiencia, "es la tierra...etc" Confieso que me da "una poca" de verguenza por lo tremendo y contundente de la frase, y más porque he ido a muy pocos lugares. Pero me encanta este lugar.


Amanecer en Guardalavaca, famoso y muy visitado balneario de Holguín. Guardalavaca porque la playa está guarecida por unabarrera coralina que impedía la llegada de los corsarios y piratas hasta la orilla, por tanto, ese el más seguro lugar donde guardar las vacas.


Bahía de Gibara




Las anteriores son imagenes de la Silla de Gibara. Fue Cristóbal Colón quien llamo a esa loma nuestra así por parecerle una silla de montar (montura dicen los campesinos de la comarca)

Carretera hacia Antilla. Si siguen la ruta podrán llegar a la bahía de Nipe, el lugar donde la tradición hizo aparecer la imagen de la Virgen de la Caridad, patrona de Cuba

Presa de Limoncito, en Camazán. La vista fue tomada desde la carretera hacia Mayarí, antes de llegar al Manguito, que es donde se bifurcala carretera, una sigue hacia Moa, Sagua de Tánamo, Mayarí y Cueto.

La hija del coronel



Marilola X fue bella desde que nació y hasta el día antes de su muerte. Tenía los cabellos rubios y la piel muy blanca. En los ojos azules le bailaba una sonrisilla pícara y sensual. Y, quizás lo más sublime, una digna grandeza de cuerpo y alma que sus descendientes aseguran que heredó del padre el coronel.

En Holguín, el 11 de febrero de 1905 vino al mundo y la bautizaron con el nombre de Lourdes Desirée María de los Dolores Fidelina Suárez Ricardo. Lourdes porque sacó ese nombre según un calendario católico. “Desirée, dijo la poeta en sus Memorias, por petición de mi madrina Flora, María por una tía de mi padre, Dolores por mi abuela materna y Fidelina por mi padre, quien a pesar de haber tenido tres varones antes, no le pusieron su nombre a ninguno”

El coronel del Ejército Libertador Fidel Suárez Góngora había sufrido profundas heridas en el campo de batalla y había perdido cuatro de sus costillas. Los dolores eran constantes. De ahí que el General José Miró y el doctor Socarrás insistieran para que el enfermo viajara a La Habana a buscar un corsé ortopédico. Cuarenta días de nacida tenía la niña que le había nacido. El coronel toma un tren que se descarrila. Murió al instante.
En sus memorias, que la poeta tituló: Por favor, un asiento para una vieja, dice, orgullosa: “De mi padre heredé su poesía y su pólvora. De mi madre su reciedumbre y esa apacible calma de mujer que cruzó guerras y tomó junto a mi padre el título de mambisa”.

Aurelia Ricardo Quevedo, la madre de Marilola X era natural de Sagua de Tánamo. En las andanzas libertadoras del coronel se conocieron. Se amaron de prisa e hicieron el amor en el poco tiempo libre que quedaba entre uno y otro combate. En la manigua le nacieron los tres varones mayores, y no tuvieron más porque la guerra solo duró tres años.

En el 98 (1898) se acaba la guerra. El coronel vuelve a Holguín donde tenía a su primera esposa, Rafaela de la Peña, y un hijo pequeño. Pero Rafaela estaba a punto de morir y no quisieron entristecerla más. Ana Góngora, la madre del coronel, era propietaria de abundantes tierras en las inmediaciones de la ciudad (al crecer las tierras de doña Ana quedaron dentro del centro histórico de Holguín). Se dedicó el coronel a llevar la contabilidad de los negocios de la madre. A cambio ella le ofreció una casa amplia y recién construida adonde vino a vivir Aurelia y los muchachos. Cuando murió doña Rafaela, Aurelia crió al hijo de aquella con el coronel, lo respetaron y quisieron como lo que era: el hermano mayor.



Tras la muerte del padre la familia fue perdiendo sus propiedades hasta quedar en una difícil situación económica. Marilola vivió bajo la protección de sus padrinos. Pero Aurelia jamás estuvo lejos. Parece que la buena señora vivió eternamente añorando las montañas donde nació, la naturaleza libre y virgen. La poeta dijo que su madre le hablaba incesantemente de las típicas plantaciones cafetaleras de Sagua de Tánamo, de los jardines que allí no hay que plantarlos porque nacen solos. Y la niña, ya mujer, correspondió a aquellos recuerdos de su progenitora amando la naturaleza con una intensidad pocas veces vista. Las flores eran su gran pasión, pero le gustaba verlas crecer y morir en el tallo. Jamás admitió que le regalaran ramos y cuando, niña, veía que alguien cortaba rosas para decorar la casa, Marilola quedaba cerca del rosal herido y le hablaba con dulzura para compensar su dolor.

Los árboles eran sus amigos. Era su preferido uno que estaba plantado en el camino a su escuela. A nadie le confesó su vida íntima de niña fabuladora mejor que aquel árbol. Por eso el día funesto que al llegar encontró que lo habían derribado y convertido en leños, la niña tuvo fiebre y otras malezas.

A los árboles, a las flores del jardín, e incluso a las infelices maniguas que crecían a la vera del camino, Marilola contaba lo que le contaban de su padre, el coronel Suárez. O quizás lo que hoy hacía era recitarle aquel poema del padre que ella aprendió de memoria antes de poder comprenderlo: “Los que lleváis el látigo en la diestra,/azotad con estrépito, mientras existan/cobardes que toleren/el ultraje en silencio./Bien merece el oprobio/quien lo admite,/quien va confuso y trémulo,/a rendir ante el amo que lo infama/el tributo del miedo…”

Habla la familia comúnmente de los compañeros del Coronel en la manigua. El nombre de Mario García Menocal es uno de los que se pronuncian con respeto. Y hoy la familia se entera que Menocal es el nuevo presidente de Cuba. En 1912 el Presidente envía un emisario a la casa del difunto coronel Suárez. Trae el desconocido una enorme muñeca para la niña y la solicitud de los documentos del Coronel que la familia guarda. Dice que el Presidente va a escribir un libro sobre la guerra. Todo se lo dieron: un diario de guerra, el epistolario del Coronel en el que se incluían cartas de los Maceo, de Calixto García y de Máximo Gómez.

Menocal nunca escribió el libro y la familia se sintió ofendida por haber perdido tan valiosos recuerdos. Marilola creció escuchando comentarios sobre la afrenta infringida por aquel que había traicionado los ideales por los que murió el coronel Suárez. Siendo adulta, en uno de sus comunes viaje a La Habana, Marilola vio el nombre de Menocal escrito en una calle. De inmediato compró un pomo de tinta para zapatos, consiguió la ayuda de algún vecino y con sus propias manos borró el símbolo que no merecía tal homenaje. Por supuesto que tuvo que justificar su actitud ante las autoridades.


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El hijo de Marilola X

Por: Sandra Guerra Rodriguez .

Henry García originalmente era un muchacho endeble, nadie sospechaba potencial en él, de hecho empezó a pelear para poder defenderse y sentirse menos expuesto ante su relación con el mundo. Luego comenzó a ganar y a ganar, a gozarse como púgil y llegó a representar a Cuba en un campeonato internacional.

En algún momento -pudo haber sido antes o después- comenzó a hacer poesía. Su muerte, un 25 de abril de 1958, se vincula con sus acciones como conspirador contra la tiranía de Fulgencio Batista. El cadáver se encontró, entre moscas, en las afueras de la base naval de Guantánamo.

Lo vi pelear contra Castellanos, Lilo Sera, y otros boxeadores de aquí. Era limpio, nunca daba golpes bajos o de remate, tenía un estilo bastante preciso, sin faltas, por eso quizá le decían el caballero del ring. A su madre la conocí en casa de unas amistades, hable con ella sin saber que era poeta, ni que era Marilola X. Cuando él ganó algún renombre fue que supe que los dos tenían un vínculo de sangre.

Los testimonios fragmentados del maestro Flor Silvestre, interesaron al poeta Luis Delfín, que no estaba de tan buen humor como en otros días, de un mutismo sombrío pasó a una iluminación: ¡Henry, de pronto, era un hombre de carne y hueso!


Todos los años en la casa de la Cultura Manuel Dositeo Aguilera se recuerda el 14 de Mayo, día del nacimiento de Henry García, el boxeador poeta hijo de la también poeta María Dolores Suárez, Marilola X.

La madre del púgil ideó una manera de recordarlo que ha llegado hasta estos días. Hasta su muerte con 85 años, no dejó de ir al hospital de maternidad cada 14 de mayo, donde donaba una canastilla a un bebé de padres insolventes.

Incluso cuando se mudó a la Ciudad de la Habana no dejó de viajar a Holguín. Los ropones, jabones, gorritos, eran comprados, reunidos o elaborados por ella durante doce meses, y el destino final era un chico que no conocía pero que debería llamarse Henry, esa era su única condición.

Marilola X publicaba poemas de amor y de diversos temas en los periódicos locales. Sostuvo correspondencia con Gabriela Mistral, Nicolás Guillén, y Alfonsina Storni. Con tres hijos decidió romper su matrimonio, dejarlo caer como un búcaro, y ponerse a escribir. El asesinato de su hijo, según dijo en algunos poemas la dejaron “muerta en vida”.

Aunque la muerte de la poeta fue en agosto de 1990, el último paquete elaborado por ella llegó hasta un chico al que nombraron Henry.

Según los instructores de literatura de la Casa de la cultura, en el 2006 lograron reunir a unos 15 niños beneficiados por la escritora. Pero hay más. Según la cuenta, desde 1958 al 1990, hay 34 mayos.
 
La última canastilla se entregó en el 2005 gracias a la voluntad de los miembros del taller literario Marilola X.

La leyenda de Marilola X (Mi canto)

Mi Canto

Cada etapa de mi vida ha sido un fruto jugoso
que yo he disfrutado con avidez.

No lamento nada. Todo lo que otros dicen "que podían haber hecho" lo hice yo, con todo el valor de mis convicciones.

No guardé nada en la despensa de la vida para
asegurar el mañana. Fui cigarra siempre. Canté
una ilusión un sueño o una realidad, pero canté siempre.

He pensado que en la vida abundan las hormigas previsoras y que todas ellas pasan la vida absorbidas por el afán de andar sin sueños.

La única solución es que estoy llegando al invierno con una frescura interior que me envuelve como una brisa perfumada…

No importa que mis cabellos dejaran su oro prendido en la garra egoísta del tiempo, que siempre cobra su interés, ni importa que el cuerpo pierda su armonía ni la piel su fragancia..

Seré cigarra siempre. Y cuando abra la despensa encontraré dentro de ella mí canto.. mí canto..

! mi canto!

Epitafio de Henry García escrito por su madre, Marilola X






Entre los más desgarradores epitafios de Holguín está el dedicado por la poetisa Marilola X a su hijo Henry García:

“A mi Henry

Desde su partida,
muerta estoy en vida
soledad, frío ¡y dolor!.
No sé cómo puede un ser humano
existir como existo
¡muerta estoy!

Mamá."

La leyenda de Marilola X





Marilola X es el nombre artístico con que se dio a conocer una singular poeta de esta ciudad. Hija de un coronel independentista, esposa de un célebre periodista holguinero del que ella se divorció, Marilola X fue amada y aplaudida por altos cerebros de la intelectualidad cubana… hoy pocos la recuerdan y si por casualidad la leen la confunden con Carilda Oliver. Sin embargo todos los holguineros alguna vez hemos oído el nombre de uno de sus hijos, Henry, a quien con la fuerza de la pasión que siempre tuvo, la madre lo convirtió en un héroe después que el muchacho murió en una escaramuza nunca esclarecida en la Base Naval Norteamericana en Guantánamo. (Haga clic aquí para leer el epitafio escrito por Marilola para la tumba de su hijo Henry García).


Esta es la historia de la más sensual y polémica firma de las letras escritas en Holguín.

La hija del coronel
Un pájaro ansioso de lejanías al que habían atado las alas
Sola por un anchuroso sendero de la vida.
Cubro mis silencios escribiendo un mundo que quisiera legítimo
 ...vida y amor, emoción y sugerencia.
 Como una catarata de fuego se vació mi vientre
 Solamente una mujer anciana
 Por favor, un asiento para una vieja (Fragmentos de las memorias de la poeta)
 SELECCION DE FRAGMENTOS DE CRITICAS SOBRE LA OBRA DE MARILOLA



10 de junio de 2010

Holguín, una fundación tardía realizada por criollos (El rastro de los fundadores)




Un estudio abarcador de los testamentos conservados en la notaría holguinera entre 1746 y 1800, permitió determinar la supremacía criolla en la población, en particular entre los blancos. Se hace imprescindible un profundo análisis cuantitativo para demostrar tal afirmación. Del total de los testadores, 301 (40,03%) habían nacido en la jurisdicción holguinera; lo que evidencia un proceso formativo en el que los nacidos en Holguín aún no superan el 50% de la población. Se destacan los criollos inmigrantes de las jurisdicciones vecinas, integrados en primer lugar por los bayameses, 270 (35,90%); en segundo lugar, santiagueros, 78 (10,37%) y por último, los originarios de Puerto Príncipe, 60 (7,98%). Otras regiones y jurisdicciones están menos representadas.

Este proceso colonizador interior fue un fenómeno esencialmente criollo y se realizó con inmigrantes endógenos; no de Jamaica como afirman los historiadores José R. de Ávila y Juan Pérez de la Riva, al expresar el primero: “La población de Holguín es toda blanca (...) Es la descendencia de la colonia de Jamaica (...)” [ Ávila y González de Ribera, José Rosalía de. Memorias de la Sociedad Patriótica de La Habana , p. 9]. Y señala Pérez de la Riva: Holguín es un asentamiento de colonos de Jamaica (...)” [ Pérez de la Riva, Juan. La Conquista del espacio cubano, p. 124]. Aseveración retomada por Joel James al plantear: “Holguín, cuyo enclave primero se crea de manera voluntariosa e interesada, a finales del siglo XVII, con los inmigrantes provenientes de Jamaica (…)” [James, Joel: Alcance de la cubanía, p. 31-32] .

No se descarta la entrada de jamaicanos en Holguín, pero fue muy limitada. En los protocolos notariales se ha encontrado registrado un solo caso y está relacionado con el proceso investigativo realizado a Pedro Jorge Moreno, quien acompañado de cinco negros esclavos había llegado a esta ciudad procedente de Jamaica, el 8 de marzo de 1756. Al ser interrogado por las autoridades del cabildo sobre las causa de su arribo, alegó lo siguiente: “(...) para los efectos que puedan combenirme que el presente esno me de testimonio autentico (...) sobre la exportación que hize de la Isla de Jamaica a esta con Cinco negros de mí propiedad en solicitud de la religión Cristiana (...)” [Archivo Histórico Provincial de Holguín. Protocolos notariales, 1756, escribanía de Lorenzo Castellano, p] .

Interpelados sus esclavos, todos coincidieron en afirmar que el verdadero motivo del traslado de su amo era la profesión del catolicismo y ser contrarios a las costumbres anglicanas.

Al continuar con la clasificación étnica de los testadores, se constató que el 86,25% eran criollos blancos y el 0,69% criollos “de color”, para una representatividad del 86.94%. El 11,0 %, españoles; de ellos, un 7,56% peninsulares y el 3,44% canarios.

Las etnias españolas más representativas en los años estudiados de la segunda mitad del siglo XVIII, son en primer lugar, los canarios con 12 individuos; los castellanos, 10; los mallorquines, 7; los andaluces 5 y para el resto, las cifras oscilan entre 1 y 3. Se infiere que los canarios eran los más numerosos, pero se encontraban bastante cerca de los castellanos y mallorquines; esta última etnia pobremente representada en el resto de la Isla.
 
Conforme a estos documentos, la mayoría de los testadores contaban con más de 50 años, por lo que debieron nacer en las primeras décadas del siglo XVIII e incluso algunos, a fines del siglo XVII. A juzgar por estos datos, los progenitores de los testadores nacieron, en su mayoría en el siglo XVII y la casi totalidad era natural de la región oriental.
Entre las madres de los testadores solo tres no nacieron en Cuba, una originaria de la capitanía general de Venezuela y dos de España. Esta exigua cifra testifica el indiscutible papel desempeñado por las progenitoras criollas en la conformación de la sociedad holguinera.
 
De acuerdo con la naturaleza regional de los padres de los testadores, se evidencia que la costa norte del Cabildo Bayamés fue sometida a un proceso de colonización reiniciado en el siglo XVII; que se hace más notable a principio del XVIII y se intensifica a lo largo de este último siglo. Según los datos proporcionados por los testamentos se deduce que la mayoría de las familias acomodadas se asentaron en la región, antes de mediados del siglo XVIII, así se constituyó la oligarquía local que apoyó la separación de Bayamo y que controló el Cabildo Holguinero en la segunda mitad de este siglo.
 
Los documentos notariales permiten, además, conocer el predominio criollo entre la denominada población de color. El análisis de las ventas de esclavos entre 1746 y 1800 arroja la constatación de 519 ventas; de ellas 333 corresponden a criollos, 64,04%; los africanos fueron solo 187, 35,96%. Un numeroso grupo de los esclavos criollos vendidos, 114 eran denominados mulatos; que constituían el 21,92% de la población esclava y el 34,23% de los esclavos criollos.
 
Entre los mulatos existía el subgrupo especial de los “chinos” o cuarterones, hijos de mulatas esclavas con blancos. Se detectaron 9 ventas de dichos “chinos”, individuos casi blancos, que representaban el 2,7% entre los esclavos criollos. Estas cifras permiten aseverar que la mayoría de los esclavos holguineros en el siglo XVIII eran criollos.
 
Hasta alrededor de 1780 la documentación precisaba en buena medida, la procedencia étnica de los esclavos africanos, pero luego de estos años aparece cada vez más el término genérico de bozal; en la década de los 90 se hace prácticamente general, problemática correspondida con el incremento de esclavos en la postrimería del siglo XVIII.
 
De 187 africanos vendidos como esclavos, solo en 96 casos aparecen señalados los pueblos de procedencia. Entre ellos el grupo más numeroso es el de los congos con 52 (54.16%), seguido de los carabalíes con 24 (25%), y por último, con cifras, oscilantes entre 1 y 5 se encuentran las etnias bibí, mandinga, mina, arará, lucumí, viafara y gangá [Ortiz, Fernando. Los Negros esclavos, p. 20-39] . Se deduce que el mayor aporte africano en la jurisdicción holguinera estuvo dado por los congos y los carabalíes. El legado de las restantes etnias es prácticamente insignificante. El porcentaje hace que para Holguín se cumpla, por lo menos entre la población que presenta rasgos somáticos africanos o algún nivel de mestizaje, el refrán: “El que no tiene de congo tiene de carabalí”.

El análisis de una muestra de 36 testamentos, que dan fe de la presencia de esclavos como parte de las propiedades, a lo largo de un período que transita de 1746 a 1800, no solo reiteró lo ya revelado respecto del predominio criollo entre los esclavos, sino que muestra un mayor porcentaje de naturales del país entre los esclavos.
En estos documentos, la cifra de africanos es de 27 (18,12%), de un total de 149 esclavos. La cifra de los criollos, de 122, (81,88%). Otro dato significativo es que el 50,82% de los criollos es clasificado de mulato. Los testamentos reflejan que las casas patriarcales holguineras eran verdaderas “fábricas de mulatos”: De 44 menores esclavizados, aludidos en los documentos, 33 eran mulatos, el 75% del total.
 
La diferencia entre la presencia de los criollos y en particular referente a los mulatos entre documentos de venta y testamentaria, debió estar dada por el carácter patriarcal de la esclavitud. Los esclavos “nacidos en casa” eran considerados como “miembros secundarios” de la familia y, aún más, los mulatos, de los que podía haber sospecha sobre la existencia de vínculos de consanguinidad. De esta forma las familias patriarcales solo vendían criollos en circunstancias muy especiales.
Otro elemento valioso es el por ciento de masculinidad entre la población esclava. Según los testamentos, la carencia de mujeres esclavas no afectaba a la jurisdicción holguinera, aspecto que confirma el carácter patriarcal de su economía. De un total de 149 esclavos incluidos en los 36 testamentos, 77 corresponden al sexo femenino, 51,68%.
En cuanto al resumen de las ventas, de un monto de 519 esclavos, 224 pertenecían al denominado sexo “débil”, 43,15%, cifra indicadora de la tendencia a vender menos los esclavos domésticos, de los cuales las mujeres formaban el grupo mayoritario. De todas formas, el índice de masculinidad entre los esclavos africanos solo era de 60,96%.
 

En el caso particular de Holguín, el problema de la falta de mujeres entre los esclavos se debía, no a una desproporción significativa entre los sexos, sino a que los blancos y hasta los individuos “de color” libres, arrebataban las mujeres a los esclavos; o estas, por razones de conveniencia, preferían a los blancos. De otra forma no se podría explicar el predominio de mulatos entre los infantes.
 
La afirmación anterior se sustenta en el análisis de las cartas de horros, donde padres morenos y pardos, libres, compran sus hijos; y muchos blancos, sospechosamente le dan la libertad, por el “mucho amor que les tienen” a los mulaticos nacidos en sus casas, quienes bien podían haber sido hijos o nietos suyos.
 
El párroco Cristóbal Rodríguez, en 1758 y 1761 concede la libertad a dos mulaticos nacidos en su casa, hijos de su esclava Margarita. En ambos documentos se señala: “(...) por el mucho amor que le tengo desde su nacimiento y por lo mucho que le plugue a Dios ver libre a los pobres esclavos (...)” [AHPH: Protocolos notariales, 1756, escribanía de Lorenzo Castellano, p. 35 - 37.].
 
En este caso los documentos hacen reflexionar que los infantes fueran hijos del presbítero, de origen santiaguero, que unía a su labor religiosa la de propietario de tierras y ganado. De todas formas, se resalta que dicho personaje es uno de los que más cartas de horros concedió, pues para cumplir el testamento de su madre tuvo que localizar y comprar, para darles la libertad, hijos de antiguas esclavas de su progenitora que habían pasado a otros propietarios.
 
El estudio de las cartas de horros, 91 en total, correspondientes a los años de 1746 a 1800, permitió determinar que el 56% de los beneficiados pertenecían al sexo femenino, por lo que la dimensión de libertos favorecía a las mujeres. Al abordar la relación africano-criollo se deduce que, a los primeros les correspondía el 19,78%; y a los segundos, el 80,22%. La proporción de libertos entre negros y mulatos criollos era semejante.
 
Alrededor del 32% de la población holguinera en el siglo XVIII estaba conformada por negros y mulatos. La esclavitud patriarcal y el alto número de mestizos condujeron a que los aportes culturales africanos no fueran numerosos.

Las formas de obtener la condición de horros o libertos eran muy variadas:

En primer lugar, la que se producía cuando el individuo entregaba al amo el dinero del valor en que estaba tasado; esto se corresponde con el 39,09% de los casos estudiados. Generalmente, los liberados eran personas que habían reunido el dinero durante varios años, e incluso haciendo entregas parciales al amo; en este caso recibían el nombre de coartados.

La segunda manera de obtener la libertad era por donación. Los documentos de donación aclaran los motivos por los que se otorga la libertad, entre ellos se encuentran la crianza en la casa del amo y el amor profesado hacia ellos, hasta considerarlos como hijos y los buenos servicios prestados: 
“Sepase p. estta carta como Yo Dn Franco Moreno Presbitero Vicc. Juez en estte Pueblo de Holguín y su Juridicción y Domisiliario destte Obispado, Otorgo que quanto tengo una Esclava nombrada Rosaría de treinta a mas o menos, que me pertenese, (...) y assi mismo un negricco nombrado Rudesindo mi Esclavo de Dies año de edad hijo de la otra negra Rossaria y Q. Causas Justtas que me movieron a ello le he prometido Librar de la sujecion y Cauttiberio en que estta (...) el mucho q. le tengo (...) y al otro su hijo (...) el partticular amor q. le tengo de haverse Criado en Casa (...) Testtifico y firmo (...) en dose de Noviembre de mill Setescento quarenta y Siete años // (...)”[ AHPH: Protocolos notariales, escribanía de Lorenzo Castellano, 1758 - 1761.] .
Referente al buen servicio prestado, este tipo de libertad es común en algunos documentos. El testamento del castellano Manuel González Ramos lo ejemplifica: “(...) de mi servidumbre (...) un negro (...) Pedro Ladino que por sus servicios y fidelidad con que me ha servido es mi voluntad que después de mi fallecimiento quede enteramente libre pa que la gose su libertad (...)” [ AHPH: Protocolos notariales, escribanía de Rodrigo González de Rivera, 1747. ]

También podía darse en vida del testador, como lo revela el documento expuesto a continuación:

“Sepase por esta Carta de (...), y livertad como yo Dn José Antonio Saco Abogado de la Ra Auda del districto Cura (...) Beneficiado por S.M. dela Iga Parroq. De esta Cid de San Isidoro de Holguin digo que quanto e mi los bienes que poseo tengo por mi esclava, una mulata nombrada Antonia Ramos natural del Pueblo de Santiago del Prado Ra de Minas del Cobre como de edad de treinta y ocho (...), y en atencion a que por los buenos Servicios y Fidelidad con que hasta ahora se ha portado la expresada mulata, le tengo ofresido la carta desu livertad, para que no este sugeta al pesado Yugo del Cautiverio; (...)”. [AHPH: Protocolos notariales, escribanía de Lorenzo Castellano, 1755.]
Este párroco parece ser el tío del prócer José Antonio Saco, dada la costumbre de la época de asignar a los infantes el nombre del tío sacerdote y la prosapia bayamesa del apellido.
 
Otro proceder para obtener la libertad era la compra del esclavo por persona interesadas en él, generalmente el padre o la madre de un infante, que en ocasiones lo hacían antes de nacer el niño. Un ejemplo es el siguiente:
“Sépase como yo Dn Juan Igno Aguilera vecino de esta ciudad de Holgn que doy livertad, (...), aun mulatico, mi Esclavo nombrado Pedro hijo (...) Anta mi Esclava por haver recibido e Fraco Paula Herrera marido e esta y Padre e aquel la cantidad e sesenta pesos en que fue apreciado cuyo mulatico es libre (...)”. [ Ibid, 1755. ]
Una forma más de adquirir la libertad era por arrendamiento:

“En la ciudad de San Isisdoro de Holguìn en doce de Dic.e demil ocho cientos años ante mi el Escro Publico y Testigos parecio la morena libre Juana Teodora Espinosa vecina de ella a quien doy fee que conosco y dijo que D. Toribio Fernández tambien vecino le ha prestado la cantidad de ciento ocho ps para que libertase a su hijo Miguel con la condición de satisfacerle con el trabajo del citado Negrito dondoselo en arrendamiento (...) que ha de dar en cada un año dos mudas de ropa y en el primero año que es la entrada de una novilla (... )”. [AHPH: Protocolos notariales, escribanía de Jesús de Fuentes, 1800.]


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Holguín, una fundación tardía realizada por criollos (El Pueblo)



En la segunda mitad del siglo XVII, en las Tierras Altas del Norte de Bayamo o Tierras Altas de Maniabón, se presenta una lenta pero sostenida colonización, incrementada en el XVIII, con predominio de la inmigración criolla; a la vez que se manifiesta tímidamente la inmigración hispánica y no es notoria la inmigración forzada africana.

El poblado de San Isidoro de Holguín constituido oficialmente en el 4 de abril de 1720, tenía en 1726 unas sesenta casas que debieron aposentar unas 300 personas [García Castañeda, José A. La Municipalidad Holguinera, p. 51]. Es de destacar que reunía las principales familias hateras.

Cuando se crea la jurisdicción en 1752, de acuerdo con informes suministrados por el historiador Diego de Ávila y Del Monte, la población era de 1 426 personas; de ellas 135 esclavos, lo que representa un 9,47% de las almas que poblaban la villa [Ávila y del Monte, Diego de. Memorias del hato de San Isidoro de Holguín, p. 34].

Holguín, grabado antiguo

Según el obispo Pedro A. Morell de Santa Cruz, en 1756, Holguín albergaba un total de 1 751 habitantes [García del Pino, César. Pedro Agustín Morell de Santa Cruz, p. 87]. El censo de 1774 le atribuye a esta jurisdicción una población de 2 446 [Comité Estatal de Estadística: El Primer Censo de Población de Cuba Colonial, La Habana , 1990, p. 41], mientras que en 1792 residían 5 837 personas, con un incremento en dieciocho años de 3 391 habitantes [García Castañeda, José A. La Municipalidad Holguinera, p. 203]. La esclavitud no fue la causa fundamental de este crecimiento poblacional, pues nunca superó en el siglo XVIII el 10 %.
 
Los vecinos de Bayamo tuvieron un rol protagónico en dicho proceso; aunque con el paso del tiempo, la nueva aristocracia hatera empezó a desarrollar intereses propios. El informe de la visita eclesiástica realizada por el obispo Morell de Santa Cruz, confirma la raíz bayamesa del holguinero: “(...) siete de junio (1756) después de caminadas sesenta y quatro leguas arrivé a la Ciudad de Holguín. Esta debe sus principios a algunos Vezinos del Bayamo, que tenian sus Haziendas en aquel Partido (...)” [César García del Pino, César. Pedro Agustín Morell de Santa Cruz, p. 85.].
 
Los documentos del siglo XVIII, clasifican los habitantes de la Isla en blancos españoles, libres de color, esclavos y extranjeros. Esta situación presente en los censos de la época impide conocer el por ciento de criollos, pues se encuentran confundidos entre las cifras de blancos españoles, libres de color y esclavos.
 
En búsqueda de una solución al complicado problema del origen étnico de la población holguinera en el siglo XVIII, se procedió a analizar los testamentos, porque señalan el lugar de nacimiento del testador, e incluso de sus padres. Como es lógico, los testadores eran propietarios, pertenecientes en su mayoría a la población blanca; esto obligó a encontrar otras soluciones para los clasificados como “de color”. Los propios testamentos, que recogían a los esclavos entre los bienes del testador y señalaban casi siempre si eran criollos o africanos, también muchas veces la etnia del africano, contribuyeron a la solución del problema.
 
Otra vía fueron las ventas de esclavos, que contemplaban con frecuencia si el vendido era criollo o africano; de ser criollo, si era mulato o negro, y en el caso de los africanos, muchas veces, el origen étnico. La posibilidad de conocer la composición étnica de los libres “de color” fue menor. Solo se contó con una vía: las cartas de horros o cartas de libertad, que indican el porcentaje de criollos que obtenían la libertad.
 
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Holguín, una fundación tardía realizada por criollos (Introducción)



Uno de los fenómenos históricos más apasionantes ocurrido en América, después de la conquista, lo constituye el surgimiento del criollo, a partir de un original proceso pluriétnico y multilingüe.

El criollo es el resultado del transcurrir histórico de la sociedad en las colonias españolas y portuguesa en los tres primeros siglos coloniales y se formó producto de un profundo sincretismo cultural, que superó los límites raciales y los estamentos sociales.

El criollo en Cuba inicia su formación en los centros de formación temprana, las siete primeras villas fundadas en la segunda década del siglo XVI, a las que se agrega Remedios erigida poco después. La población indígena se redujo drásticamente en las primeras décadas de la colonización, a la vez que muchos de los primeros pobladores hispánicos abandonaron la Isla y se dirigieron a las ricas colonias establecidas en Tierra Firme. Al respecto Pérez de la Riva señala: “El nadir de la población cubana – menos de 5000 habitantes -, fue alcanzado hacia 1555 (…)” [Pérez de la Riva , Juan. La Conquista del espacio cubano, p. 76. ].

Según el informe del Obispo Fray Diego Sarmiento en 1544 existían: en Bayamo 30 vecinos (alrededor de 150 personas), 400 indios y 200 negros; en Puerto Príncipe, 14 vecinos (70), 235 indios y 160 negros e indios de Yucatán esclavos; Trinidad estaba despoblada; Remedios, 10 españoles y 200 negros esclavos; en Sancti Spíritus, 18 vecinos (90), 58 indios, 14 negros y 50 indios esclavos; La Habana, con 40 vecinos (200), 120 indios y 200 negros e indios esclavos [Hortensia Pichardo: Documentos para la Historia de Cuba, La Habana , 1977, p. 99 - 101. t I.].

A mediados del siglo XVI se inicia el lento y sostenido crecimiento de la población, con un fuerte componente de criollos. Setenta y seis años después del informe de Sarmiento, en 1620, el Obispo Fray Alonso Enríquez de Armendáriz en su informe al Rey señala que Baracoa tenía 30 habitantes, Santiago de Cuba 250, Bayamo 1500, Puerto Príncipe 300, Sancti Spíritus 200, Remedios 50, Trinidad 150, Guanabacoa 170 y La Habana 7000 [Ibíd, p. 567- 568].

El factor demográfico ocupó un papel determinante en el desarrollo de la sociedad criolla durante los siglos XVI y XVII. La formación de una cultura criolla estuvo estrechamente relacionada con el proceso demográfico. Datos de Pérez de la Riva, refieren que Cuba cerró el siglo XVI con alrededor de 10 000 habitantes, el XVII con unos 50 000 y en 1795 ya contaba con 360 000 [Pérez de la Riva , Juan. La Conquista del espacio cubano, p. 87-101].

En la porción oriental de la Isla se levantaron tres de las primeras villas: Baracoa, Bayamo y Santiago de Cuba. El proceso de colonización interna, originado por el aumento relativo de la población iniciado en la segunda mitad del siglo XVII, produjo la fundación de los llamados centros de formación tardía. En el oriente del país solo aparece uno de ellos, Holguín.




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Holguín, una fundación tardía realizada por criollos

Por:
DrC. Carlos Córdova Martínez ccordova@fh.uho.edu.cu
DrC. Laureano Calzadilla Anido lcalzadilla@fh.uho.edu.cu

En el siguiente estudio se aborda el proceso de colonización de las “Tierras Altas de Maniabón” que originó en el siglo XVIII la jurisdicción holguinera. Ese proceso se hace significativo a mediados del siglo XVII, tomó fuerza con la fundación del poblado en 1720 y se aceleró a partir del otorgamiento al pueblo de San Isidoro de Holguín del título de ciudad, convirtiéndose en centro de una extensa jurisdicción en 1752. Todo lo anterior hace de Holguín una fundación tardía realizada, fundamentalmente, por criollos*.



Mapa del pueblo primigenio
*Los autores realizan un intenso estudio en los Testamentos del XVII y XVIII buscando el lugar de    nacimiento de los principales hijos de la comarca.

8 de junio de 2010

MUY ESPECIALES

La Piel en la Memoria, memorias del escritor banense René Dayre Abella


En esa piel de la memoria Banes está grabado indeleblemente como el mágico Jedefriff maletiano. Es un recóndito espacio donde me interno muy a menudo a reflexionar sobre tantas cosas y son tantos los recuerdos que me asaltan que me obligan a escribir las más deshilvanadas líneas como ejercicio catársico y al final saco fuerzas de mi interior y vuelvo a la realidad un poco más equilibrado.

Mis primeros recuerdos de ese paradisíaco y mágico lugar es que siempre llovía. Sobre todo en las tardes o a las primeras horas de la noche.

Lo paradójico era que aunque lloviese en las tardecitas o a las primeras horas de la noche, los mediodías eran brillantemente soleados. Mi percepción de Banes es totalmente subjetiva y en el presente relato me propongo, tal vez sin lograrlo plenamente, una descripción del entorno físico y emocional que me vio crecer “entre patos y gallinas”. (Leer más)

"La Piel en la Memoria", memorias del escritor banense René Dayre Abella


Después de varios días esperando en mi blog por un lector, el escritor holguinero RENÉ DAYRE ABELLA me dejó un primer mensaje:

20 jun 09, 22:38

René Dayre: César, acabo de entrar atu blog. Por razones de tiempo no pude hacerlo antes. de qué cosas tan interesantes me he perdido. Tu crónica sobre Banes ha sido aguda y brillante como todo lo que escribes.

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Abella Hernández, René Dayre (Banes, 1945). Poeta y narrador. Reside en Estados Unidos. Cursó sus primeros estudios en su localidad. Estudió dos años de la carrera de magisterio en el antiguo Instituto Pedagógico Manuel Ascunce Domenech, en Topes de Collantes, Sancti Spiritus. Integró la CJEAO. Desde 1980 reside en Chula Vista, California, Estados Unidos. Aparece en la Muestra del siglo XXI de la Asociación Prometeo de Poesía (España). Ha colaborado en La Peregrina Magazine. Tiene inédito el poemario Poesía repartida, y actualmente trabaja en el libro de memorias La piel de la memoria.

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Y después fue un relampagueante intercambio:

22 jun 09, 11:35

Cesar: Gracias René. Te pido permiso para publicar fragmentos de tus memorias sobre Banes. ¿Sí?. Un abrazo.

22 jun 09, 13:22

René Dayre: Por supuesto que puedes publicar esos fragmentos. De verdad me sentiría muy honrado. Desde la lejanía recibe mi saludo y un abrazo.

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He aquí, la piel de la memoria de René Dayre, para bien de los banenses y holguineros y para mi felicidad:
En esa piel de la memoria Banes está grabado indeleblemente como el mágico Jedefriff maletiano. Es un recóndito espacio donde me interno muy a menudo a reflexionar sobre tantas cosas y son tantos los recuerdos que me asaltan que me obligan a escribir las más deshilvanadas líneas como ejercicio catársico y al final saco fuerzas de mi interior y vuelvo a la realidad un poco más equilibrado.

Mis primeros recuerdos de ese paradisíaco y mágico lugar es que siempre llovía. Sobre todo en las tardes o a las primeras horas de la noche.


Lo paradójico era que aunque lloviese en las tardecitas o a las primeras horas de la noche, los mediodías eran brillantemente soleados. Mi percepción de Banes es totalmente subjetiva y en el presente relato me propongo, tal vez sin lograrlo plenamente, una descripción del entorno físico y emocional que me vio crecer “entre patos y gallinas”

"La Piel y la Memoria". Primera parte:

"La Piel y la Memoria". Segunda parte:

La Piel y la Memoria". Tercera parte:

"La Piel y la Memoria". Cuarta parte:

"La Piel y la Memoria". Quinta parte:

"La Piel y la Memoria". Sexta parte:









7 de junio de 2010

Como miembro de la Sociedad Económica Amigos del País, don Francisco de Zayas escribió una historia de la jurisdicción (que nunca he podido localizar), y dibujó un mapa de la ciudad.

(para ver imagen ampliada hacer clic sobre ella)

 

6 de junio de 2010

Donde se da cuenta de la leyenda que dice que don Paco murió por la acción de un bilongo que los esclavos pusieron a su bienamada esposa


Reescrito por César Hidalgo Torres a partir del texto La furia de los nietos, del historiador José Abreu Cardet. (Y que conste que la semejanza de su apellido con los personajes de esta crónica no es pura coincidencia)


BILONGO, BILONGO MATO A MERCÉ

A la muerte de don Paco de Zayas se tejió una leyenda que, leyenda al fin y al cabo, jamás se demostró o se comprobó que era falsa. El Teniente Gobernador, dicen era benovolente con sus esclavos, al extremo que uno de ellos, Juan Nepomuceno, encabezó y participó en una revuelta y su dueño se enteró cuando lo fueron a buscar para ahorcarlo en la Plaza Principal del pueblo.* Pero La Pepa… ella, dicen, era en extremo cruel con sus siervos. Proverbial es la anécdota que la muestra agarrando a los negritos pequeños por la bemba y suspendiéndolos para cobrarles alguna falta.

Por ende no es extraño que los esclavos odiaran a la doña hasta el extremo de preparar un plan para eliminarla físicamente. Y en esto consistió la conjura: buscaron los esclavos un brujo africano que preparó un mortífero bilongo. Según la norma de la primitiva religión, una vez que Josefa se pusiera en contacto con el preparado, los espíritus justicieros acabarían con su vida. Pero, oh Lucifer trastocador de sucesos!, fue don Paco quién lo tocó, enfermando de inmediato enfermó y muriendo poco después.(1)

Quizás donde dice bilongo debía escribirse veneno. De todas formas no sería fácil para la muerte vencer a la Pepa que poseía una vitalidad inclaudicable al extremo de ser un huracán, (así de implacable) y a la vez una montaña de ternura. Todo en dependencia del rumbo de sus pasiones. Hasta sus propios hijos comprobaron esa forma de actuar.

Una de las afectaciones mayores que sufrían los capitales acumulados por las familias criollas era su fragmentación entre los hijos. Las familias eran numerosas y los imperios se dividían hasta cero infinito. Tanto que la tradición oral puso a flote un refrán: Padre millonario, hijo rico, nieto pobre. La Pepa Cardet no estaba dispuesta a que sus recursos sufrieran tal suerte. A la muerte de su esposo no dudó en quedarse con lo más importante del capital, entregando a los hijos una parte mínima. Y después se buscó un marido nuevo. Nuevo significa que el galán era más joven que los hijos de la gata en celo que fue la Pepa después de muerto don Paco de Zayas.

*Juan Nepomuceno es considerado el primer martir holguinero por la emancipación.
NOTA:

1. Testimonio ofrecido al autor por Margarita Méndez Carballo y Encarnación Cardet Méndez.

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