Por: María
Julia Guerra y Edith Santos
La amistad de
José Martí y Calixto García no acabó con la muerte del Apóstol sino que el
General holguinero la siguió honrando, enalteciendo, y la prolongó con la atención
y cariño que le demostró a José Francisco Martí y Zayas Bazán, el hijo de su
amigo.
José Francisco Martí |
Las relaciones
entre los dos patriotas se inició cuando en enero de 1880, Martí llegó a Nueva
York y Calixto lo recibió como a un cercano colaborador.
Recuérdese que
entre los días 24 y 26 de agosto de 1879 se había iniciado un nuevo movimiento insurreccional en
Cuba, conocido en la historia como la Guerra Chiquita; fue su organizador el
General Calixto García, quien no había podido venir a la Isla y continuaba
siendo el máximo dirigente del Comité Revolucionario Cubano desde Nueva York
cuando conoció a Martí.
Martí, quien
era subdelegado del Comité Revolucionario Cubano de Nueva York en La Habana, fue detenido el 17
de septiembre de 1879 por actividades
conspirativas y deportado a España, pero
allí no estuvo por mucho tiempo. El 3 de enero de 1880 ya estaba en Nueva York,
y el 9 lo designaron vocal del Comité.
¿Cuándo y
dónde Martí conoció personalmente a Calixto? Esa sigue siendo una interrogante,
pero de lo que no hay duda es que ambos hombres se identificaron tan pronto se
conocieron.
El 16 de ese
mes Martí asistió a una reunión del Comité que se celebró, precisamente en la
casa de Calixto; allí conoció a toda la familia.
Martí, el
colaborador del general García en sus afanes independentistas, le escribió una
carta el 2 de marzo de 1880:
Amigo mío:
Me
ha sido imposible acabar para esta hora nuestro trabajo. Me irrita tener que
faltar a mi palabra, pero ayer se me amontonó mucha faena, y me importuna
mucho.
Me
pongo ahora a la obra, y si mañana no, porque mañana llegan mis dos criaturas, el
jueves podríamos reunirnos, porque esta noche lo tendré concluido. Por amor
propio lo habría precipitado, pero de las cosas serias debe excluirse siempre
el amor propio.
Esta
noche lo veré, y a todos pide excusa su amigo,
José
Martí[1]
El 26 de marzo
José Martí asumió la presidencia interina del Comité Revolucionario; en horas
de la noche Calixto partió desde las costas de Nueva Jersey rumbo a Cuba en la
goleta Hattie Haskel. A petición de
Leonor García, Martí escribió en una libreta de la niña la descripción de la
odisea del General:
Leonor: ¿lo ves? Los pies ensangrentados,Rota la frente, el alma en cruz, pasea:Rugen sus pensamientos agitadosComo la mar que contra el barco olea;Y con alas de sangre, el aire corta,Pura, sombría, absorta,Rumbo al cielo ¡oh dolor¡ la gran idea!Leonor: ¿lo ves?,Pero si en hora oscuraSobre los muertos generoso gime,Y entre enemigos hierros sufre al caboEn dolor sublimeDe llevar sobre el hombro a un pueblo esclavo;Si desde el alta solitaria prora,En el aire, cargado de tormenta,Vierte las suyas, nuestra infamia cuenta,Los patrios males y los propios llora:¿Qué te importa, Leonor?,Cuando a ti vuelva,Lo enlazarán tus brazos, como enlazaEn medio de la selvaAl viejo tronco erguidoPor el rayo violento sacudido,¡La fragante, la dulce madreselva![2]
…..
Cuando en
Madrid circuló la falsa noticia de la muerte del General, escribe Martí en Patria, el 16 de enero de 1894:
El cubano famoso, el héroe que prefirió
el suicidio al cautiverio, el militar brillante y culto, el hijo fiel que por
sobre todas las apariencias le guardaba a Cuba el corazón leal (…)
En New York vivía humildemente con su
larga familia en un piso interior de la calle 45 y Novena Avenida. En el lugar
había como la frescura de la renovación después de una prolongada ausencia, y
eso hacía más conmovedor el sacrificio de un hombre dispuesto a abandonar por
el servicio de su patria, entonces indiferente, o por lo menos lastimada y
temerosa, la familia que le sonreía, con todos los encantos de una boda,
después de diez años de destierro, de atentado heroico contra su vida, de
prisión. Su hija Leonor, muy estudiosa y agraciada, acariciaba con especial
ternura la frente rota por el bello balazo. Su hijo mayor, arrebatado luego en
las tormentas de la vida, traía orgulloso de su escuela los mejores diplomas.
Un niño recién nacido celebraba la vuelta del padre. La casa, pobrísima, no
tenía más sostén que el patriota indómito (…)[3]
Pocos días después, al saberse que el
muerto no había sido el General, sino su el hijo Calixto García Vélez, quien
tras darle muerte a la esposa se suicidó, Martí vuelve a escribir:
El héroe de Auras no ha muerto; el que
en la noche silenciosa, al mar de nuestra independencia, oía de adentro de la
casa solariega los rumores del hogar dormido, de los hijos y de la mujer, y
afuera el convite a la muerte y al honor, y dejó el hogar solo, y se fue al
convite; el que cuando la sorpresa y los celos nacidos de la guerra larga y abandonada,
dieron en el Zanjón con la primera república de Cuba, se alzó en soledad, y
desplegó en ella sin miedo la bandera rendida; el que con igual cuidado estudia
las leyes de la paz y de la guerra, y en la defensa de la patria ganó tanta
honra que ni él mismo se lo pudiera arrebatar, no ha muerto (…)
Feliz ha sido, por otra parte, la
equivocación de la muerte, puesto que por ella, allí en los fríos acuchillados
de Madrid, habrá podido ver el hombre de la Revolución cómo sus
hermanos lo aman y veneran (…)[4]
..........
Desde que
comenzó a preparar la que él llamo la Guerra Necesaria, Martí sabía la falta
que hacía en Cuba el viejo General. A todo el que podía darle noticias de él,
Martí le escribió. Desde Cabo Haitiano, el 10 de abril de 1895, pregunta “¿Y
Calixto?” Y cuando ya está cerca de Baracoa, el 15 de abril vuelve a preguntar:
“¿Qué de Calixto?”[5]
Sin embargo no
lograron abrazarse los dos amigos en el suelo patrio: Martí cayó el 19 de mayo
de 1895; para la fecha Calixto aún no había podido cumplir su propósito de
venir a pelear nuevamente por la libertad de Cuba, pero tan pronto pudo llegó a
la Isla, y tras pisar su tierra el General holguinero fue a rendir tributo al
Apóstol, en el lugar en que cayera. En su Diario, con fecha 8 de agosto de 1896,
anotó:
Vuelta Grande. Llegamos á este potrero
en la ribera izquierda descendente del Cauto donde acampamos á las diez. Allí
encontramos ya al Gral. Gómez con su Escolta que nos había precedido en la
marcha una hora. A las tres se tocó formación de caballería y con toda ella y
los Oficiales y Jefes Agregados á los Es. Ms. nos dirigimos á Dos Ríos donde
fue colocada una modesta cruz de madera en la cima de una pequeña pirámide de
piedras sueltas –que todos contribuimos á formar trayendo del Contramaestre cada
uno una parte. El Gral. Gómez hizo un sentido discurso recordando al patriota
caído, José Martí, en aquel lugar cuando cargaba sobre el enemigo. El acto fue
un tributo de respeto al Jefe del Movimiento Revolucionario iniciado en Baire
el 24 de Febrero de 1895[6].
Otro hecho demostrativo
de que la amistad de Martí y Calixto perduró más allá de la muerte del primero,
es la atención del General García a José Francisco Martí y Zayas Bazán, el hijo
del Apóstol.
En el Diario
del General, con fecha 28 de marzo de 1897, se lee: “Diana á las 6:30 a.m.
Jornada de una y media leguas llegando a las 8 a.m. á Cortaderas donde se
encontraba el Gral. Roloff”.[7]
En la
expedición del general Roloff vino el joven José Francisco Martí Zayas Bazán.
Calixto lo incorporó a su tropa y desde
ese mismo momento lo nombró su ayudante de campo para mantenerlo cerca de él.
Durante el
resto de la guerra el hijo de José Martí estuvo con el General Calixto García,
y ya finalizada la contienda, desde Gibara, el 22 de agosto de 1898, el General
le escribió a su esposa, Isabel Vélez, que se encontraba en Nueva York, le dice:
“Esta te la lleva Pepito Martí al que mando a reunir con su madre, pues nada
hay que hacer aquí para él y quiero que la pobre Carmen tenga a su hijo único a
su lado (…) Pepito es capitán y se lo ha ganado como bueno (…) Yo desearía
también mandar a Justo ó a Carlos (y se refiere a sus hijos con Isabel)”[8]
[1] Obras Completas. T. 1, p. 143.
[2] Poesía Completa. Edición Crítica.
T.II, pp. 232-233
[3] Obras Completas. T. 4, p. 464.
[4] Obras Completas. T. 4, pp. 465-466.
[5] Obras Completas. T. 4 p. 129.
[6] José A. Abreu y Elia Sintes. “Calixto
García Iñiguez. Pensamiento y acción militar”, p. 100.
[7] Ibídem, p. 138.
[8] Ibídem, p. 245.