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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

13 de julio de 2018

La amistad perenne entre José Martí y Calixto García



Por: María Julia Guerra y Edith Santos
La amistad de José Martí y Calixto García no acabó con la muerte del Apóstol sino que el General holguinero la siguió honrando, enalteciendo, y la prolongó con la atención y cariño que le demostró a José Francisco Martí y Zayas Bazán, el hijo de su amigo.

José Francisco Martí
Las relaciones entre los dos patriotas se inició cuando en enero de 1880, Martí llegó a Nueva York y Calixto lo recibió como a un cercano colaborador.
Recuérdese que entre los días 24 y 26 de agosto de 1879 se había  iniciado un nuevo movimiento insurreccional en Cuba, conocido en la historia como la Guerra Chiquita; fue su organizador el General Calixto García, quien no había podido venir a la Isla y continuaba siendo el máximo dirigente del Comité Revolucionario Cubano desde Nueva York cuando conoció a Martí.
Martí, quien era subdelegado del Comité Revolucionario Cubano de Nueva York en La Habana, fue detenido el 17 de septiembre de 1879  por actividades conspirativas  y deportado a España, pero allí no estuvo por mucho tiempo. El 3 de enero de 1880 ya estaba en Nueva York, y el 9 lo designaron vocal del Comité.
¿Cuándo y dónde Martí conoció personalmente a Calixto? Esa sigue siendo una interrogante, pero de lo que no hay duda es que ambos hombres se identificaron tan pronto se conocieron.
El 16 de ese mes Martí asistió a una reunión del Comité que se celebró, precisamente en la casa de Calixto; allí conoció a toda la familia.
Martí, el colaborador del general García en sus afanes independentistas, le escribió una carta el 2 de marzo de 1880:
Amigo mío:
Me ha sido imposible acabar para esta hora nuestro trabajo. Me irrita tener que faltar a mi palabra, pero ayer se me amontonó mucha faena, y me importuna mucho.
Me pongo ahora a la obra, y si mañana no, porque mañana llegan mis dos criaturas, el jueves podríamos reunirnos, porque esta noche lo tendré concluido. Por amor propio lo habría precipitado, pero de las cosas serias debe excluirse siempre el amor propio.
Esta noche lo veré, y a todos pide excusa su amigo,
José Martí[1]
El 26 de marzo José Martí asumió la presidencia interina del Comité Revolucionario; en horas de la noche Calixto partió desde las costas de Nueva Jersey rumbo a Cuba en la goleta Hattie Haskel. A petición de Leonor García, Martí escribió en una libreta de la niña la descripción de la odisea del General:

Leonor: ¿lo ves? Los pies ensangrentados,
Rota la frente, el alma en cruz, pasea:
Rugen sus pensamientos agitados
Como la mar que contra el barco olea;
Y con alas de sangre, el aire corta,
Pura, sombría, absorta,
Rumbo al cielo ¡oh dolor¡ la gran idea!
Leonor: ¿lo ves?,
Pero si en hora oscura
Sobre los muertos generoso gime,
Y entre enemigos hierros sufre al cabo
En dolor sublime
De llevar sobre el hombro a un pueblo esclavo;
Si desde el alta solitaria prora,
En el aire, cargado de tormenta,
Vierte las suyas, nuestra infamia cuenta,
Los patrios males y los propios llora:
¿Qué te importa, Leonor?,
Cuando a ti vuelva,
Lo enlazarán tus brazos, como enlaza
En medio de la selva
Al viejo tronco erguido
Por el rayo violento sacudido,
¡La fragante, la dulce madreselva![2]

 …..
 Cuando en Madrid circuló la falsa noticia de la muerte del General, escribe Martí en Patria, el 16 de enero de 1894:
El cubano famoso, el héroe que prefirió el suicidio al cautiverio, el militar brillante y culto, el hijo fiel que por sobre todas las apariencias le guardaba a Cuba el corazón leal (…)
En New York vivía humildemente con su larga familia en un piso interior de la calle 45 y Novena Avenida. En el lugar había como la frescura de la renovación después de una prolongada ausencia, y eso hacía más conmovedor el sacrificio de un hombre dispuesto a abandonar por el servicio de su patria, entonces indiferente, o por lo menos lastimada y temerosa, la familia que le sonreía, con todos los encantos de una boda, después de diez años de destierro, de atentado heroico contra su vida, de prisión. Su hija Leonor, muy estudiosa y agraciada, acariciaba con especial ternura la frente rota por el bello balazo. Su hijo mayor, arrebatado luego en las tormentas de la vida, traía orgulloso de su escuela los mejores diplomas. Un niño recién nacido celebraba la vuelta del padre. La casa, pobrísima, no tenía más sostén que el patriota indómito (…)[3]
Pocos días después, al saberse que el muerto no había sido el General, sino su el hijo Calixto García Vélez, quien tras darle muerte a la esposa se suicidó, Martí vuelve a escribir:
El héroe de Auras no ha muerto; el que en la noche silenciosa, al mar de nuestra independencia, oía de adentro de la casa solariega los rumores del hogar dormido, de los hijos y de la mujer, y afuera el convite a la muerte y al honor, y dejó el hogar solo, y se fue al convite; el que cuando la sorpresa y los celos nacidos de la guerra larga y abandonada, dieron en el Zanjón con la primera república de Cuba, se alzó en soledad, y desplegó en ella sin miedo la bandera rendida; el que con igual cuidado estudia las leyes de la paz y de la guerra, y en la defensa de la patria ganó tanta honra que ni él mismo se lo pudiera arrebatar, no ha muerto (…)
Feliz ha sido, por otra parte, la equivocación de la muerte, puesto que por ella, allí en los fríos acuchillados de Madrid, habrá podido ver el hombre de la Revolución cómo sus hermanos lo aman y veneran (…)[4]
..........
Desde que comenzó a preparar la que él llamo la Guerra Necesaria, Martí sabía la falta que hacía en Cuba el viejo General. A todo el que podía darle noticias de él, Martí le escribió. Desde Cabo Haitiano, el 10 de abril de 1895, pregunta “¿Y Calixto?” Y cuando ya está cerca de Baracoa, el 15 de abril vuelve a preguntar: “¿Qué de Calixto?”[5]
Sin embargo no lograron abrazarse los dos amigos en el suelo patrio: Martí cayó el 19 de mayo de 1895; para la fecha Calixto aún no había podido cumplir su propósito de venir a pelear nuevamente por la libertad de Cuba, pero tan pronto pudo llegó a la Isla, y tras pisar su tierra el General holguinero fue a rendir tributo al Apóstol, en el lugar en que cayera. En su Diario, con fecha 8 de agosto de 1896, anotó:
Vuelta Grande. Llegamos á este potrero en la ribera izquierda descendente del Cauto donde acampamos á las diez. Allí encontramos ya al Gral. Gómez con su Escolta que nos había precedido en la marcha una hora. A las tres se tocó formación de caballería y con toda ella y los Oficiales y Jefes Agregados á los Es. Ms. nos dirigimos á Dos Ríos donde fue colocada una modesta cruz de madera en la cima de una pequeña pirámide de piedras sueltas –que todos contribuimos á formar trayendo del Contramaestre cada uno una parte. El Gral. Gómez hizo un sentido discurso recordando al patriota caído, José Martí, en aquel lugar cuando cargaba sobre el enemigo. El acto fue un tributo de respeto al Jefe del Movimiento Revolucionario iniciado en Baire el 24 de Febrero de 1895[6].
Otro hecho demostrativo de que la amistad de Martí y Calixto perduró más allá de la muerte del primero, es la atención del General García a José Francisco Martí y Zayas Bazán, el hijo del Apóstol.
En el Diario del General, con fecha 28 de marzo de 1897, se lee: “Diana á las 6:30 a.m. Jornada de una y media leguas llegando a las 8 a.m. á Cortaderas donde se encontraba el Gral. Roloff”.[7]
En la expedición del general Roloff vino el joven José Francisco Martí Zayas Bazán. Calixto lo incorporó a su tropa  y desde ese mismo momento lo nombró su ayudante de campo para mantenerlo cerca de él.
Durante el resto de la guerra el hijo de José Martí estuvo con el General Calixto García, y ya finalizada la contienda, desde Gibara, el 22 de agosto de 1898, el General le escribió a su esposa, Isabel Vélez, que se encontraba en Nueva York, le dice: “Esta te la lleva Pepito Martí al que mando a reunir con su madre, pues nada hay que hacer aquí para él y quiero que la pobre Carmen tenga a su hijo único a su lado (…) Pepito es capitán y se lo ha ganado como bueno (…) Yo desearía también mandar a Justo ó a Carlos (y se refiere a sus hijos con Isabel)”[8]


[1] Obras Completas. T. 1, p. 143.
[2] Poesía Completa. Edición Crítica. T.II, pp. 232-233
[3] Obras Completas. T. 4, p. 464.
[4] Obras Completas. T. 4, pp. 465-466.
[5] Obras Completas. T. 4 p. 129.
[6] José A. Abreu y Elia Sintes. “Calixto García Iñiguez. Pensamiento y acción militar”, p. 100.
[7] Ibídem,  p. 138.
[8] Ibídem,  p. 245.

6 de junio de 2018

Pedro Vázquez Hidalgo y José Martí se vieron pero no se conocieron



Por: María Julia Guerra y Edith Santos
Pedro Vázquez Hidalgo
En una reunión de conspiradores nadie averigua quién es quién, y eso fue lo que ocurrió entre José Martí y el para entonces legendario holguinero Pedro Vázquez Hidalgo, quien a puro fuego había alcanzado el grado de Comandante en la Guerra de los Diez Años.
Era el año 1879. En La Habana también se preparaba la nueva guerra que dirigía desde Nueva York el Comité Revolucionario Cubano, encabezado por Calixto García, a pesar que en la Isla no todos estaban de acuerdo en que la dirección estuviera tan lejos. Ignacio Zaragoitía logró que el coronel Pedro Martínez Freire, activo conspirador oriental quien se encontraba casualmente en la capital, citara a los representantes de diez clubes secretos de La Habana. Acudieron a la reunión del 18 de marzo, además de Zaragoitía y Martínez Freire, José Martí (que usaba el seudónimo de Anáhuac), en representación de los clubes 1 y 2, y los conspiradores Salvador Enamorado Lorié, Pedro Vázquez, I. Monsón, F. Martínez, Manuel Cardet, Matías Vega, Guillermo Tell, Tres de Abril, F. N. Hernández, Juan del Castillo, Cubanacán, Villa Clara, E. Rovira, Emilio E. Guzmán, Manzán, Sinaí, Someruelos, José L. Castillo, Ignacio Pujol (Scévola) y Lebren.
Se acordó “la Constitución de un Centro Provisional en esta Isla que, de acuerdo con el constituido en Nueva York (...) tenga sin embargo facultades propias y bastantes para la adopción de cuantas medidas crea convenientes”[1].
Usaron de la palabra Martí, Lorié, José Luis Castillo y Zaragoitía, y “(…) conformes unánimemente todos los concurrentes, quedó definitivamente acordada la constitución de un Centro en la Isla que con el nombre de ‘Club Central Revolucionario Cubano’ fijaría su residencia en La Habana...”[2] Sin embargo el acuerdo no fue unánime, pues Martí con extraordinaria visión política, antes de estampar su firma con significativas reservas, hizo que se aclarara que “se crea este Centro para auxiliar activamente la Revolución, sin entrar a discutir las bases y relaciones de Gobierno que fija”[3].
La dirección del recién fundado Club quedó conformada por Ignacio Zaragoitía, presidente; José Martí, secretario; Ignacio Pujol, vicesecretario; e Ignacio Piedrahita, asistido por José L. Castillo.
No es ocasión para hablar del Club sino de la reunión en la cual se creó y a la que asistieron José Martí y Pedro Vázquez.
Sin duda que Pedro Vázquez supo quién era Martí, o de otra forma no lo hubiera aceptado como secretario del Club, sin embargo, Martí no tuvo la posibilidad de conocer al holguinero.
Nueve años más tarde, en el Masonic Temple de Nueva York, del 10 de octubre de 1888, en su discurso en conmemoración del XX aniversario del grito de independencia, Martí hablaba de Pedro Vázquez, (sin decir que lo había conocido o por lo menos visto en aquella reunión de La Habana):
Hoy mismo, evocando recuerdos, me hablaba nuestro presidente[4] de lo que en Cuba presenció un ilustre irlandés. Era la noche. Era la victoria. Teas de júbilo ciñeron de pronto la hoya donde vigilaba el campamento de Calixto García Iñiguez. Ya se acercan los triunfadores, los que han quitado al contrario tres cornetas, diecinueve fusiles, ochenta vidas. En la procesión venía, levantado de los codos sobre su camilla, un niño glorioso. Traía la pierna atravesada. Era horrenda la boca de la herida. Parecía enmarañada y negruzca, un bosque de sangre. El dolor le iba y le venía al niño herido, a Pedro Vázquez, en olas de muerte por el rostro. Todos lo rodeaban con ternura. No bajaba la cabeza. No abría el puño cerrado. Los labios, apretados, para que no se le saliese la queja. Al irlandés le pareció el niño sublime. ¡Nosotros somos, y nadie nos podrá arrebatar la honra de ser, nosotros somos como el niño del campamento!”.[5]
Martí se refiere lo que contó el periodista irlandés James J. O’Kelly en su libro La tierra del mambí. Pedro Vázquez fue herido de gravedad en la acción que libró el 3 de marzo de 1873 el coronel Limbano Sánchez contra la guerrilla del regimiento Bailén en las cercanías de Jiguaní.



[1] Francisco Pérez Guzmán y Rodolfo Sarracino. Ob. cit., p. 118.
[2] Ídídem.
[3] Ibídem.
[4] Se refiere a Tomás Estrada Palma.
[5] Obras Completas. T. 4, pp. 231-232.

Eudaldo Tamayo, ¿el primer holguinero que fue amigo de José Martí?



Por: María Julia Guerra Ávila y Edith Santos Montejo 
El joven José Martí
Tal vez fue Eudaldo Tamayo Pavón el primer holguinero con quien José Martí estableció amistad, aunque hoy no se puede hacer una afirmación así de categórica. Lo cierto es que el encuentro entre ambos se produjo en España mientras estudiaban en la universidad.
Nacido en Holguín el 7 de enero de 1851, era Eudaldo hijo de una familia acaudalada, lo que les permitió enviarlo a estudiar a España, exactamente a la Universidad de Barcelona donde se tituló de Derecho Canónico y Civil.
Graduado regresó a la isla y ejerció en las ciudades de Guantánamo y Santiago de Cuba. En esta última militó en el Partido Autonomista, pero sus ideas eran independentistas, y tan así es que las expresaba libremente, por lo que fue deportado a España en el año 1895. Escapó de la metrópoli al año siguiente de su arribo y viajó a los Estados Unidos desde donde apoyó la guerra organizada por Martí.
Terminada esta regresó a Cuba en 1898 y se radicó nuevamente en Santiago de Cuba, entonces capital provincial, donde falleció el 28 de febrero de 1922 con 71 años de su edad. Participó activamente en la política: primero fue elegido delegado a la Asamblea de Santa Cruz, y, años después, senador de la República. Asimismo fue designado presidente de la Sala de la Audiencia y más tarde magistrado del Tribunal Supremo de Justicia.
Dicen quienes le conocieron que era un hombre de excelente cultura, tanto jurídica como literaria, por lo que se granjeó la admiración y el respeto en todos los círculos sociales.



Nexos de José Martí con Holguín



Por: María Julia Guerra Ávila y Edith Santos Montejo 
La relación de Martí con personas, hechos y otros detalles de la región de Holguín se hace absolutamente evidente en carta del 6 de mayo de1893 al generalísimo Máximo Gómez:

“(...) Ya me verá, ahora que voy, hecho un cadáver. Pero ha sido por ponernos en condición tal que al alcanzarme, camino de los últimos preparativos, la noticia temida del alzamiento de Holguín, y abandonarlo todo para tomar las riendas alborotadas en el Cayo, he podido convertir la derrota que ya se anuncia, de los hermanos Sartorios, precipitados o engañados, que debían ir en Mayo a la Reforma a verse con Ud., y conmigo, en una victoria verdadera, en un esfuerzo tan vigoroso de las emigraciones, en dinero y unión, que él nos dejaría un crédito mucho mayor que el que pudiéramos perder con la presentación, aún increíble, de los holguineros...” [1]

Igualmente en el prólogo al libro Los poetas de la guerra, publicado por el periódico “Patria” en 1893, comenta: “(...) el Himno de Holguín, que compuso Pedro Martínez Freire. (…) Fernando Figueredo, con su hidalgo reposo, decía, del corazón más que de los labios, las décimas que escribió a su madre cuando el combate de Báguanos…[2]

El día 9 de mayo de 1895, a solo diez días de su muerte, escribió Martí desde Holguín a Carmen Miyares y sus hijos[3], y también hizo anotaciones en su diario con las valoraciones y descripciones  acostumbradas: “tanta tejedora que hay en Holguín (…) De Holguín que se bebe la lluvia, con sus casas a cordel y sus patios grandes, hay mil vacas paridas en Holguín”[4].

En las Obras Completas de José Martí hay treinta y una referencias a varios  lugares pertenecientes al Holguín de su época y asimismo a otros que se le sumaron con la nueva División Político Administrativa del año 1976; entre esos están Aura, Melones, Altagracia, Arroyo Blanco, Mijial, Barajagua, Báguano, Mayarí, Purnio, Tacajó, Guayacanes y Corralillo. Lo anterior demuestra que sus conocimientos sobre Holguín y sus hombres fueron amplios y diversos.






[1] El apellido Sartorius, lo veremos indistintamente, según los documentos de donde se tomaron. En general se ha escrito Sartorio, por lo que así lo usan las autoras.

[2] Obras Completas. T.2. pp. 321- 322.

[3]  Íbídem T.20, p.230


[4] Íbídem T.19, p. 240.

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