Hemos llegado a un momento
culminante de toda historia militar, la descripción y análisis de las acciones
militares.
Durante su corta existencia
las tres columnas que integraron el Cuarto Frente Simón Bolívar llevaron a cabo
decenas de operaciones militares. Y para satisfacción de quienes nos
interesamos por la Historia,
existe suficiente material para entregar al lector una larga aritmética de
balazos y bombazos. Sin embargo este autor, en lugar de ir tras minuciosas
descripciones de acciones, como se acostumbra en el tipo de obra escritas durante
los últimos años sobre los frentes guerrilleros de la guerra de liberación,
tratará de conseguir una síntesis general de ese proceso, haciendo énfasis, mas
que en describir el detalle de cada combate, en entender el ritmo de estos y su
papel real en el desarrollo de los acontecimientos políticos que precipitaron
el fin de la dictadura.
EMBOSCADAS DE ANIQUILAMIENTO
Una de las
operaciones realizadas por las columnas rebeldes fueron las emboscadas de
aniquilamiento contra pequeños destacamentos enemigos. Pese a ello el enemigo
continuó enviando pequeños destacamentos en labores de vigilancia, traslado de
personal, etc. (Por lo menos ocurrió así en los primeros días de la presencia
de las columnas en los llanos).
Los revolucionarios
aprovecharon ese descuido y lograron emboscar a algunas de estas tropas, liquidarlas y apoderarse de
armas y parque. Una relación de ellas debe anotar las realizadas por la Columna 14 en Yaguabo, los
Guiros, Juan Cantares, en el camino de la presa a Holguín y en el de Mir a
Buenaventura.
En algunos de estos casos los revolucionarios
aprovecharon la rutina de los militares batistianos que mantenían horarios más
o menos fijos para realizar determinados
movimientos. Por tanto estamos ante un primer asunto a tomar en cuenta: la
existencia de un rudimentario pero
eficiente servicio de inteligencia que le permite a los revolucionarios tener información
detallada sobre los movimientos de las fuerzas enemigas.
Otro tipo de emboscadas fueron
posibles por el conocimiento que los guerrilleros tenían de que el enemigo estaría
obligado por las circunstancias para lanzar sus fuerzas a los caminos y carreteras. En ese caso están las emboscadas
del 2 de noviembre realizadas por las
fuerzas del Pelotón 3 en el cerro de Los Guiros, en la carretera de Holguín a
Velasco y la de la Loma de la Vigía, en la carretera de
Holguín a Gibara. En cada una de esas acciones los revolucionarios sabían al
día siguiente se realizarían las elecciones convocadas por la dictadura, por lo
que se esperaba un lógico movimiento de
fuerzas por las carreteras y caminos entre las principales poblaciones
en apoyo a esa dicha maniobra de la dictadura.
Los resultados de las dos
emboscadas fueron mortales para las fuerzas del ejército de la tiranía. En Juan
Cantares la patrulla formada por una docena de soldados fue aniquilada e igual
ocurrió en el cerro de Los Guiros. En
total murieron 29 militares, tres heridos y cinco fueron hechos prisioneros.
En todos los casos citados los
rebeldes tenían absoluta ventaja sobre el enemigo que avanzaba por caminos
descubiertos, sin protección de fuerzas blindadas y en número menor al de los revolucionarios quienes, además, contaban
con modernas armas de guerra. O sea, estamos
ante un buen aprovechamiento de las técnicas de la emboscada.
Estas acciones obligaron al enemigo a suspender las
salidas de pequeños destacamentos y solamente moverse en grandes columnas
protegidas por blindados, aviación y numerosas fuerzas de infantería. Pero
no siempre lo podían hacer, por lo que gradualmente el enemigo fue disminuyendo
sus operaciones, y para evitar que las pequeñas guarniciones quedaran aisladas,
las fue retirando. De esa forma se incrementó considerablemente el territorio
liberado.
Un ejemplo de lo dicho
anteriormente es que después de la derrota en Juan Cantares, en el camino
entre Fray Benito
y Santa Lucía, que acaeció el 12 de noviembre de 1958. A partir de ese
momento el enemigo no incursionó más en Fray Benito, por lo que esa extensa y
rica región agrícola quedó en poder de
los rebeldes. Igual ocurrió después de la acción del cerro de Los Guiros:
los batistianos retiraron la guarnición
de Velasco. Otros poblados abandonados por las fuerzas de la tiranía fueron San
Andrés, Las Parras, Cruces de Purnio,
etc.
LA GUERRA EN
LA CARRETERA
CENTRAL.
El 13 de noviembre el
comandante en jefe dio instrucciones precisas para que se interrumpieran las
comunicaciones entre Oriente y Camagüey.
Textualmente la orden decía lo siguiente:
“El tráfico en la provincia
de Oriente debe quedar paralizado totalmente...Todas las vías de entrada y
salida de las ciudades, así como la provincia de Oriente deben quedar cortadas.
(...) Las tropas rebeldes que operan en el centro y el este guardando la
entrada de la provincia de Oriente, deben combatir con tenacidad cuantos
refuerzos enemigos pretendan enviar a la provincia”[1].
En virtud de esa orden, uno
de los objetivos del Cuarto Frente era impedir las comunicaciones entre Oriente
y Camagüey, por lo que el tramo de la carretera que unía a Holguín con Camagüey devino en centro
fundamental de las operaciones. Dos fuerzas guerrilleras, la Columna 12 y el Pelotón 1
de la Columna 14 tenían órdenes muy
precisas de impedir este tráfico. La
Columna 12 concentró sus operaciones en el tramo de la
carretera central entre Las Tunas y Guáimaro y el Pelotón 1 de la Columna 14
situó se situó en la carretera central, en el tramo entre Buenaventura y
Holguín, así cualquier caravana del ejército que saliera de Camagüey hacia
Santiago de Cuba debía de enfrentar, primero, el hostigamiento de las fuerzas
de la Columna
12 y si lograba salvar este obstáculo y
llegar a Las Tunas, al reemprender su marcha hacia, sería hostigada al
transitar desde Buenaventura hasta muy cerca de la ciudad de Holguín por los
guerrilleros del Pelotón 1 de la
Columna 14.
Hasta el 30 de octubre de
1958 el tráfico por la carretera y caminos que conducían a la población de Las Tunas
se realizaba sin grandes inconvenientes, a no ser el hostigamiento más o menos esporádico de los
grupos de escopeteros que operaban en la zona. Pero exactamente ese día la Columna 12 trasladó el
grueso de sus operaciones a la carretera central para tratar de cortar todo
tráfico.
Los batistianos hicieron un
considerable esfuerzo para mantener en su poder la vía, situando a todo su
largo emboscadas y manteniendo el patrullas que recorrían con diversos tipos de
vehículos blindados, por eso debió sorprender a los conductores y choferes de tres
rastras y dos ómnibus cuando aquel 30 de octubre vieron surgir frente a ellos
un puñado de barbudos que los hicieron abandonar los vehículos sin hacer caso
de las protestas que hacían los asustados pasajeros. Finalmente incendiaron los
equipos.
La indignación y molestia
los pasajeros y choferes pasó a ser terror cuando de pronto se acercó una
patrulla batistiana y se vieron envueltos en un combate. Algunos de los
soldados del ejército alcanzados por el fuego rebelde se desplomaron dejando sus
armas entre sus cuerpos, lo que creó una verdadera excitación entre los
rebeldes que, en su mayoría portaban viejas armas. Incapaces de resistir la
tentación los guerrilleros se lanzaron a capturarlas. Pero su acción fue
detenida bruscamente con la aparición de un refuerzo de casquitos apoyado por
un blindado. Bajo el fuego de las ametralladoras pesadas, los jóvenes barbudos retrocedieron.
El 2 de noviembre los
rebeldes avisan que estaba suspendido todo el tráfico por la carretera central.
El 3 el ejército de Batista sustituye las pequeñas patrullas por una poderosa caravana que una vez al día recorría
la carretera. Para detenerla los
barbudos levantan grandes lomas de tierra utilizando para ello buldocers. De
nuevo se producen combates.
No siempre los revolucionarios
podían impedir el paso de las caravanas conformadas por gran cantidad de
fuerzas de infanterías y protegidas por tanques y otros vehículos blindados, e
incluso en ocasiones con cobertura aérea. A ello se suma que los batistianos
comenzaron a desmontar toda la manigua de los alrededores de la carretera.
Veamos seguidamente lo que
se puede considerar un combate típico en la carretera central.
El 6 de noviembre seis
automóviles ocupados por oficiales del ejército
y paramilitares, seguidos por una patrulla integrada por fuerzas y
protegidos por dos tanquetas y una avioneta artillada, comenzaron a avanzar
desde Las Tunas hacia Camagüey. Al llegar a un lugar conocido por La Guanábana son
interceptados por una fuerza guerrillera; se inicia un intenso combate que se
prolonga por cuatro horas. Al final las fuerzas del ejército regresan a Las
Tunas llevando algunas bajas. Ninguna sufre las fuerzas rebeldes que habían
combatido desde posiciones escogidas por ellos de antemano. Incuestionablemente
es para ellos una victoria brillante, pero en el informe del jefe de la
guerrilla a Fidel hay una información que lo amarga: "el gasto de parque
fue grande”[2],
sin poderle arrebatar al enemigo ni armas ni municiones.
El 28 de noviembre el
comandante Lalo Sardiñas le informa al Comandante en Jefe la desesperada
situación de sus fuerzas: “nuestra necesidad de parque es grande. Podemos
mantener indefinidamente nuestras posiciones, pero los guardias insisten en
abrirse camino y todos los días hay bronca. Las patrullas del ejército son
grandes y hay que detenerlas a tiros”[3].
Posteriormente los revolucionarios
consiguieron derribar un puente de la carretera central y con ello,
prácticamente acabaron cortando el paso, por lo menos el de los comerciantes y
pasajeros civiles.
BUENAVENTURA-HOLGUIN
En la época en que
ocurrieron los hechos que estamos narrando ese era uno de los típicos poblados
de la carretera central entre Holguín y Tunas; todas sus casas estaban situadas
sobre esa vía y prácticamente no había calles interiores. Para los viajeros el
lugar era parte de la monotonía del trayecto; para los guerrilleros rebeldes
del Cuarto Frente tenía una especial significación. A partir de allí y hasta Holguín
le correspondía hostigar las caravanas enemigas a las fuerzas del Pelotón número 1 de la Columna 14, dirigido por
Arsenio García. Esta tropa no contaba con la cantidad de hombres y armas suficientes para impedir el paso del
enemigo protegido por blindados y
aviación, por lo que decidieron que su actuación sería hostigarlo a todo lo
largo de la carretera. Es por eso que distribuyeron las cuatro escuadras que
integraban el Pelotón a lo largo de más de 20 kilómetros de
carretera y así, igual, colocaron
obstáculos y con un tractor construyeron una zanja profunda y derribaron un puente.
Por su parte las fuerzas del
pelotón 2, que mandaba Cristino Naranjo, también llevaron a cabo labores de
hostigamiento contra el transporte que se movía por la carretera de Holguín a
Bayamo. Y el número 3, mandado por Eddy Suñol, actúo contra los caminos que
comunicaban a la ciudad de Holguín con diferentes puntos de los municipios
Gibara y Puerto Padre.
Las fuerzas de la dictadura
insistieron en transitar por esos lugares y en ocasiones realizaron acciones
desesperadas para evitar que el transporte por carretera colapsara y de hecho
consiguieron un mínimo tráfico para abastecer las poblaciones que controlaban,
a pesar de que los informes guerrilleros hablan del final definitivo del paso
enemigo. Lo que en verdad quedó abolido desde finales de diciembre fue el
trasiego comercial y de pasajeros.
EL BLOQUEO LAS POBLACIONES
Simultáneamente con las
acciones en la carretera central las fuerzas rebeldes sometieron a todas las
poblaciones que estaban en poder del enemigo un intenso bloqueo, consiguiendo
la interrupción del transporte por carretera, el suministro de vituallas y agua
y el corte de la corriente eléctrica a Holguín, Las Tunas, Gibara
y otros centros urbanos desde noviembre de 1958. Para conseguir esto
último cortaron los cables conductores y crearon las condiciones para que el
daño no pudiera ser reparado.
El gobierno instaló pequeñas
plantas eléctricas en algunos establecimientos importantes. En Holguín se
colocó una de ellas en el parque “Calixto García” que de esa forma consiguió
mantenerse profusamente alumbrado, aunque completamente vacío de personas, en
medio de la ciudad oscura y silenciosa; únicamente, de vez en cuando, pasaban
las patrullas militares. Un vecino de la
ciudad; Joaquín González, dijo que la tétrica situación le recordaba el día de los difuntos cuando
algunas familias pudientes iluminaban sus panteones en medio de la oscuridad
del cementerio.
Menos éxito tuvieron los
guerrilleros en su intento de cortarle el suministro de agua a la ciudad. Pese
a que atacaron la presa que abastecía de agua a Holguín, el gobierno logró
repararla y allí situaron una unidad para su protección.
Para impedir el suministro a
la ciudad, se situaron en los caminos vecinales a los escopeteros y pequeñas
unidades guerrilleras, gente esa armada
de escopetas, rifles deportivos, revólveres
o simplemente desarmados. Pero no
consiguieron impedir del todo que algunos campesinos, conocedores de las
sabanas y potreros, pudieran eludir la vigilancia rebelde y entraran a Holguín
de noche para vender sus mercancías a buen precio.
[1] Ricardo Martínez Victores, “7 RR La Historia de Radio Rebelde”. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1978, p 347 y 348.
[2] Carta de Manuel Fajardo
a Celia Sánchez del 27 de octubre de 1958. Oficina de Asuntos Históricos del
Consejo de Estado. La Habana.
[3] Carta del comandante Lalo
Sardiñas al Comandante en Jefe Fidel
Castro con fecha de 28 de noviembre de
1958. Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado. La Habana.
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