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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

4 de marzo de 2017

Nuevas investigaciones sobre el cementerio. Estudios biológicos



Organización de la investigación
   Organización y colecta de la información.
Incluyó la revisión de materiales publicados e inéditos sobre el cementerio, así como la recuperación de fotografías, hasta ahora desconocidas, y dibujos y planos de los entierros excavados entre 1986 y 1988.
Además, se hicieron entrevistas a los participantes en las excavaciones y a los vecinos del lugar para conocer otros aspectos puntuales no documentados, sobre todo, cómo se desarrollaron las excavaciones, la ubicación de los restos en el sitio y las  peculiaridades de los contextos encontrados.
 
   Nuevos estudios de los restos humanos.
Se trata de un amplio grupo de acciones desarrolladas en colaboración con el Grupo de Estudios del Caribe de la Universidad de Leiden, bajo la dirección de la Dra. Corinne L. Hofman. El núcleo principal de los datos que se presentaran a continuación proviene, esencialmente, de un estudio realizados a la colección de restos humanos de El Chorro de Maíta depositada en los fondos del Departamento Centro Oriental de Arqueología, en Holguín, Cuba, por la Dra. Darlene Weston en el año 2010, con la ayuda de los estudiantes de maestría de la Universidad de Leiden, Ewoud Benjamin van Meel y Liliane de Veth.
Consistió ese dicho (y muy valioso) estudio en: la revisión de la cantidad de individuos inhumados para establecer una nueva clasificación de edad y sexo, (utilizada en el resto de las investigaciones). Asimismo los expertos aportaron una valoración sobre la preservación e integridad de los restos, patologías, modificación craneana artificial, demografía y filiación ancestral
de los individuos, entre otros aspectos. Y un registro fotográfico completo de los restos.
Es necesario que se anote que algunos aspectos de la determinación de patologías se vieron afectados por dificultades para observar ciertos huesos, por la presencia de una capa de material consolidante colocada al momento de su extracción.
Los datos de patologías y estatura no están disponibles pero Weston considera (comunicación personal 2010), como Rodríguez Arce que en vida tenían, de forma general, un buen estado de salud, sin indicios claros de traumatismo severos o muerte violenta.
La presencia de modificaciones craneanas fue analizada además, de modo independiente, por la investigadora doctoral de la Universidad de Leiden, Anne van Duijvenbode (2010), quien se basó en un análisis visual y en el uso de la función discriminante desarrollada por Clark et al. (2007). La evaluación presentada aquí, realizada por Valcárcel Rojas en colaboración con el investigador del CISAT, Alejandro Fernández Velázquez, parte de una revisión visual y toma en cuenta los resultados de los estudios de Weston y Anne van Duijvenbode. A dicha evaluación se incorporan resultados de un análisis antropológico dental ejecutado por la investigadora doctoral de la Universidad de Leiden, Holanda, Hayley L. Mickleburgh (2010). Este incluyó el estudio de desgastes, patologías y modificaciones no masticatorias, entre otros detalles. Por último Jason Laffoon, también investigador doctoral de la Universidad de Leiden, Holanda, valoró el origen territorial de los individuos a partir de análisis de isótopos de estroncio (Laffoon et al. 2010; Valcárcel Rojas et al. 2011) y, en menor medida, de isótopos de carbono y oxígeno (Laffoon et al. 2012).
   Establecimiento de la cronología de los entierros.
Se consiguió mediante fechados radiocarbónicos y métodos no absolutos, y permitió el desarrollo de estimados sobre la formación y uso del cementerio. La valoración y calibración de las fechas fue ejecutada por la Dra. Alex Bayliss (Coordinadora del equipo de datación científica de English Heritage, Inglaterra) con la colaboración de Valcárcel Rojas y otros (Bayliss et al. 2012). En este capítulo sólo se trata el conjunto de dataciones radiocarbónicas.
Al referir la posición de los restos (en dependencia de ella, o sea, boca arriba extendido, de costado con las piernas flexadas, etc), se llega a criterios cronológicos y se usan los términos pre y poscontacto, lo que indica que al momento en que se realizan estas inhumaciones en particular, el lugar y los individuos habían comenzado a interactuar o no con los europeos o con su materialidad, de modo directo o indirecto.
 
Datación radiocarbónica
En el año 2000 pudieron ser fechadas en los laboratorios Beta Analitic, por Carbono 14, muestras de hueso del esqueleto No. 25 y del No. 39. Años después un proyecto de fechamiento diseñado por Alex Bayliss con la colaboración de Valcárcel Rojas y Rehren (2005) permitió la datación por AMS, en Oxford Radiocarbon Accelerator Unit, Inglaterra, de seis muestras de los individuos No. 58A, 57A y 45. En este caso no sólo se fecharon huesos de dos de los individuos inhumados (No. 58A y 45), sino que también se logró datar material relacionado con el No. 57A (fragmento de tela y cuenta de coral) y el No. 58A (cuenta de resina y cuenta de coral). (Precisamente fueron esas las muestras de material orgánico de modo intencional en los esqueletos, porque son las únicas que por su  cantidad o dimensiones podía ser usado para datación).
Entre el 2008 y el 2011 fueron datadas por AMS en Rijksuniversiteit Groningen, Holanda, Trondheim Radiocarbon Dating Laboratory, Noruega, y Beta Analitic, EUA catorce muestras de huesos y dos de dientes, pertenecientes a 13 individuos (No. 22, 41, 72B, 78, 74, 76, 84, 99, 89, 50, 57, 64 y 79) (esas dataciones se pudieron hacer gracias al apoyo de Vernon J. Knight, de la Universidad de Alabama, Corinne L. Hofman, Universidad de Leiden, y Maja Bauge, Fundación Kon Tiki).
Estas 22 fechas, provenientes de muestras de 17 esqueletos, fueron calibradas tentativamente por Bayliss y colaboradores (2012) con un rango de 95 % de probabilidad.
Resultados:
(Se sabe que en dependencia de la dieta consumida por los individuos así será la datación, por lo tanto las fechas y calibraciones deben manejarse con cuidado y no considerarlas definitivas)
Los fechados informan de dos de los individuos, los No. 22 y 25 que supuestamente vivieron en un momento muy anterior a la llegada de Cristóbal Colón a América; (sin embargo los expertos no creen mucho en esa información a la que consideran “inconsistencias explicables por la dieta que en vida consumieron esos dichos individuos”).
Los otros, siguen diciendo los fechados, algunos vivieron antes de la llegada de Colón pero no en periodos muy anteriores (Siglo XV) y otros vivieron después de la llegada de Colón y hasta mediados del siglo XVII.
El individuo No. 64 es una excepción, según el fechado que tiene una probabilidad de 81 % de credibilidad, este debió vivir entre los siglos XVII al XIX.
La calibración de las fechas obtenidas determinó que el individuo más antiguo del cementerio es el No. 22 y el menos antiguo el No. 64 (probablemente esos fueron el primer y ultimo enterramiento)
 
El entierro No. 22 es el de un individuo juvenil masculino de entre 16 y 18 años, nacido en el territorio, del que solamente se encontró el cráneo (cráneo aparecido cerca de los rasgos de un individuo masculino blanco).
Un nuevo análisis de ese dicho cráneo sugiere que se trata de una persona de origen mestizo, con ancestros blancos e indígenas. Los datos determinan que ese individuo fue enterrado entre 1380–1455. ¿Un mestizo de blanco e india muerto y enterrado antes de la llegada de los colonizadores hispanos? Asumiendo de modo conservador su nacimiento un año después la de presencia hispana en la Isla, y toda vez el cadáver fue inhumado cuando el individuo tenía entre 16 y 18 años, entonces la fecha de enterramiento debió ser entre 1527 y 1529 y no en la fecha que determina el estudio. (El cráneo, encontrado a solo 39 cm de profundidad tiene rasgos de que el esqueleto fue movido del lugar que ocupaba para enterrar a otro difunto en su lugar. Al hacer ese movimiento, parece que el cráneo se desprendió y los enterraron por separado. Al ser encontrado el cráneo estaba boca abajo) Asimismo los expertos han llegado a la conclusión de que este individuo debió tener en vida insuficiencias alimentarias lo que demuestra que a pesar de ser hijo de europeo, padeció condiciones de vida similares o quizás peores a las de los indígenas, (probablemente eso es lo que da una datación tan temprana sin que sea cierto en la realidad).
 
Entierro No. 22.
Según especialistas participantes en la excavación el cráneo “ se encontraba con la cara orientada hacia abajo, descansando en la región facial, con una ligera inclinación hacia la porción derecha. La mandíbula encontrada a 20 cm al oeste estaba fragmentada en tres partes. Hacia la parte oeste a unos 3 cm de distancia y a la misma profundidad del cráneo perteneciente al entierro No. 22 se hallaron 3 metatarsianos y una tibia derecha correspondiente a un niño, posiblemente del entierro 13. Al este, a solo 4 cm pero en un nivel inferior a 53 cm de profundidad, se exhumó el cráneo de un esqueleto adulto femenino, No. 19. Asimismo se halló una mano de otro individuo, al que le llamaron 19A, casi tocando el cráneo del No. 22. ” (Rivero de la Calle et al. 1989)”.
Por otra parte, los estudios hechos sobre huesos del Entierro No. 64 (encontrado fuera del área principal de enterramientos), determinaron que esos tienen una antigüedad de 270±40, lo que lo ubican en un periodo entre 1640–1895
Ornamentos del individuo No. 64. Collar de cuentas de cuarcita que se encontró cerca del antebrazo derecho del esqueleto. El Chorro de Maíta.
 
Conclusión:
Hasta hoy se considera que el cementerio comenzó a usarse en algún momento ubicado entre los años 1430-1560 (95% de probabilidad) y dejó de usarse entre 1675-1795 (95% de probabilidad).
Por el momento es imposible conseguir mayor exactitud a partir de las dataciones, pero estos márgenes tentativos resultan coherentes, en un sentido general, con otras informaciones del contexto arqueológico.



Nuevas investigaciones sobre el cementerio (Introducción)



 
Un objetivo importante de la nueva investigación fue volver sobre los restos humanos para analizarlos desde enfoques actualizados y valorar aspectos de gran interés percibidos en la investigación inicial, sobre todo, los que los enlazan con la situación de interacción o convivencia, como por ejemplo, la existencia de un individuo de ancestros europoides y otros varios individuos aborígenes sin modificación craneana (tan propios en las comunidades de aborígenes sin influencias) (Guarch Delmonte 1996). En los siguientes textos se discuten los resultados de los estudios desarrollados en esta dirección, que ajustaron el reconocimiento de aspectos biológicos básicos de los restos óseos: sexo, edad y número de individuos. Además se aportan otros datos, entre ellos el análisis dental de los esqueletos, el origen o lugar de nacimiento de los individuos, tafonomía, los resultados de las dataciones radiocarbónicas y consideraciones demográficas.

Organización y estudio del material no investigado proveniente de las excavaciones realizadas entre 1986 y 1988, y de otras evidencias del sitio existente en diversas instituciones.



Con el claro objetivo de estudiar las piezas europeas o aborígenes imitando las formas de la materialidad hispana, y para completar las nuevas investigaciones comenzadas en 2006 y continuadas en los años siguientes, los expertos revisaron e hicieron evaluaciones de las piezas colectadas entre 1979 y 1988 que se conservan en 211 bolsas en los fondos del Departamento Centro Oriental de Arqueología.
Igual analizaron piezas con esas mismas características que en la actualidad forman parte de  la colección del museo El Chorro de Maíta, entre ellas la vasija identificada por Guarch Delmonte como proveniente de Concepción de la Vega, en República Dominicana; dos monedas del siglo XVI halladas por trabajadores de esta institución en superficie, en el espacio estéril al este del museo; un fragmento de vasija con asa, elaborada con material y tecnología indígena que parece copiar la forma de las jarras de Mayólica Columbia Simple, y la replica de una vasija que es un vaso pequeño o jarro de de 5 cm de diámetro y 4 cm de alto, con dos asas; (la original está depositada en la colección Romero Emperador).
Objetos asociados a los europeos y hallados en El Chorro de Maíta. Izquierda, vasija de 30 cm de alto; derecha, de arriba hacia abajo: cascabel de 32.6 mm en su parte más larga; fragmento de cerámica perforado de 26 mm de diámetro mayor; lámina de metal de 32 mm de largo en su lado mayor, con perforación en la parte superior.
En el Museo Peabody de la Universidad de Yale, en una colección de alrededor de 200 piezas obtenidas en Yaguajay, sólo aparece un fragmento de Jarra de Aceite no vidriada con parte de un asa, que se puede considerar europea.
Y en el catálogo del Instituto Cubano de Antropología, que es un inventario de 139 piezas obtenidas en el mismo lugar, solamente hay una que se refiere como “asa colonial”; sin otros detalles de identificación.
Se tuvo acceso, además, a piezas de la colección del Museo del Gabinete de Arqueología y del Museo Indocubano Baní, pero ninguna de ellas europea.
Cascabel
En cascabel encontrado durante la excavación de 1976 es del tipo Clarksdale, con forma ligeramente oval aunque esto parece deberse a la compresión accidental de sus lados. Su parte superior e inferior también muestran cierta compresión.
 
Este es de mayor tamaño al fragmento encontrado durante las excavaciones de 2008 y tiene una argolla situada en su parte superior, que fue hecha con una fina lámina de metal y se inserta a través de una ranura. Esa no está soldada. El cascabel, que aún conserva el sonador, al parecer un pequeño guijarro, está elaborado en dos mitades unidas con una pestaña que rodea la pieza. Aún cuando su parte inferior está deteriorada es posible observar dos perforaciones conectadas por un corte.
Por su color probablemente fue elaborado en una lámina de latón.
Monedas
Por su coloración las dos monedas colectadas en superficie, al este del área del museo, pueden considerarse de cobre o vellón. Ambas están muy deterioradas en la zona de las inscripciones. Las dimensiones y peso coinciden con los ofrecidos por Deagan (2002) para monedas de cuatro maravedíes.
Monedas de El Chorro de Maíta. Posiblemente acuñada entre 1505 y 1531
La que se observa en la fotografía anterior, mide 25 mm por su parte más ancha y en el anverso, alrededor del borde, apareceuna inscripción. Debajo de esta se halla una línea que engloba algunos elementos en bajo relieve. En el extremo superior se distinguen dos coronas paralelas, con sus partes más próximas unidas o cruzadas, debajo de las cuales aparecen partes de una letra “Y” y de la letra “F”. En el reverso hay restos de una inscripción en el borde, rodeada en la parte inferior por una línea. De los detalles que tenía al centro sólo se conserva, en su parte superior, una corona y parte de una letra.
Presenta rasgos de maravedíes acuñados en las cecas de Burgos y Sevilla entre 1505 y 1531, destinados a ser usados en América. Muestra la “Y” de Isabel y la “F” de Fernando por un lado, y lo que pudiera ser una “F” coronada por el otro, elemento este último que distinguía tales piezas de las monedas de vellón circulantes en España en ese momento (Deagan 2002; Ortega 1982). Sus detalles coinciden con los de piezas similares halladas en La Española y publicadas por Deagan (2002) y Ortega (1982).
Monedas de El Chorro de Maíta. Posiblemente acuñada entre 1542 y 1558.
La otra mide 26 mm por su parte más ancha. En el anverso, alrededor del borde, muestra restos de una inscripción; debajo se halla una línea que encierra una “Y” con una letra “E” ó “F” a la izquierda, y a la derecha restos de lo que pudiera ser una letra “A” o un número cuatro. En el reverso sólo se distingue lo que parece ser una letra “G”, parte de una inscripción alrededor del borde.
Esta se ajusta a los caracteres de las producidas en la ceca de Santo Domingo durante el reinado de Carlos I y Juana. En el anverso se observa una “Y” con los rasgos de la “Y” gótica coronada y a los lados, como es típico en estas monedas (Deagan 2002:245). También una “F” o una “E” y la marca de denominación, que en este caso parece ser un número cuatro arábigo. Según Deagan (2002) la acuñación de estas monedas se autoriza en 1535 pero no comienza a hacerse hasta 1542, extendiéndose hasta alrededor de 1558. Los rasgos de la pieza de El Chorro de Maíta son muy similares a los de maravedíes de Puerto Real referidos por Deagan (2002), y de la ciudad de Santo Domingo, reportados por Ortega (1982).
Materiales u objetos europeos modificados.
Pendiente en diente de cerdo
 
Un canino de cerdo con una clara perforación bicónica en el área de la raíz se halló entre el material sin clasificación proveniente de El Chorro de Maíta que se conserva en el Departamento Centro Oriental de Arqueología. La perforación y el tipo de objeto, similar a los pendientes antillanos en dientes de perro (Jiménez y Fernández-Milera 2002; Jiménez y Arrazcaeta 2005), indican un trabajo indígena.
Esa dicha pieza se considera como un material europeo modificado por la relación del cerdo con la presencia europea en la Isla; esto no supone que el cerdo o el colmillo hayan sido traídos de Europa. (pudo ser un animal nacido en el área).
Pendiente en lámina de metal
En las excavaciones de 1976 se consiguió en la Unidad 6, a unos 0.30 m de profundidad, una lámina de metal con una perforación. Mide 32 mm por su lado mayor y tiene 2 mm de grueso. Pesa 5.4 g y fue elaborada en cobre. Dada la ausencia de este metal en contextos indígenas le estimamos un origen europeo.
Lámina de metal de 32 mm de largo en su lado mayor, con perforación en la parte superior. El Chorro de Maíta.
Por su forma irregular, con indicios de martillado y con una perforación hecha desde un lado, con rebordes y forma no regularizada, parece ser un fragmento de un objeto mayor que, posiblemente los indígenas lo modificaron para convertirlo en pendiente.
Cerámica europea modificada
Igualmente se localizaron dos fragmentos de Mayólica Columbia Simple y uno de Morisco Verde con perforaciones bicónicas y modificación de los lados. A una de las piezas le dieron forma triangular (está partida sobre la perforación). A la otra le dieron forma de disco.
Cerámica europea modificada. Izquierda, fragmento de Mayólica Columbia Simple de 38 mm en su parte más larga. Derecha, fragmento de Morisco Verde de 57 mm en su parte más larga. El Chorro de Maíta.
Piezas como estas se consideran indicio del manejo y modificación indígena del material europeo (Goggin 1968, Domínguez 1978). Por su tamaño es posible que se emplearan como pendientes, aunque se han valorado también como probables volantes de husos para hilar (Rouse 1942). Otras piezas semejantes, con forma circular y sin perforación, halladas en contextos urbanos coloniales se han identificado como fichas de juego (Deagan 2002).
Restos de fauna
En la colección conseguida durante las primeras excavaciones (1979-1988) destaca la elevada diversidad de especies, entre las que están moluscos y crustáceos.
Los moluscos terrestres fueron los más, pero asimismo se obtuvieron restos de moluscos marinos, de tres especies de reptiles, en su mayoría jicotea y de siete especies peces. En el caso de los mamíferos terrestres se encontraron fragmentos de huesos de tres especies de jutia, del Solenodon cubanus, (restos de un solo ejemplar), y asimismo fragmentos de huesos de perro y singularmente aparecieron restos de al menos 21 cerdos, en su mayoría ejemplares jóvenes.
En opinión de la arqueozoologa que hizo la investigación, (Lourdes Pérez Iglesias), entre los caracteres de los restos de cerdo no puede estimarse la presencia de jabalíes. Investigadores como Osvaldo Jiménez y Carlos Arredondo (2011) también descartan la existencia de jabalíes en contextos como este y su introducción en Cuba en el siglo XVI.
El estudio de los restos de arqueofauna se halla inconcluso, pero hasta el momento Pérez Iglesias ha identificado huellas de roído en los huesos, quizás por perros, y numerosas marcas generadas por acción humana. Igual en ellos predominan las fracturas, ocasionalmente relacionadas con corte de huesos y en algunos casos por posible consumo de médula. Hay, en menor medida, huellas de raspado, punzado, tajado y corte sin fractura. Muchas de esas huellas pueden relacionarse con el empleo de instrumentos metálicos de corte y punzado.
La selección de partes del animal para consumo indica el predominio de huesos del cuarto trasero seguidos por elementos del cuarto anterior y del esqueleto axial. Las cabezas también fueron utilizadas, notándose una fragmentación muy grande de sus huesos.
Finalmente, los tipos de huesos encontrados sugieren el procesamiento de animales enteros en el sitio.
Otros materiales. Metal antiguo
En el material no estudiado proveniente de los trabajos desarrollados entre 1979 y 1988, y en el obtenido durante el período 2006-2009, se encontraron objetos de metal de apariencia antigua por su consistencia y posible manufactura.
Objetos de metal obtenidos en los trabajos 1986 - 1988. Izquierda, clavo forjado con 87.1 mm de largo. Derecha, cuña de 95.1 mm de largo. El Chorro de Maíta.
Decoraciones modeladas y aplicadas en cerámica indígena de trabajos 1986-1988. Izquierda, pieza de 80mm de alto. Derecha, 140 mm de largo. El Chorro de Maíta.
Entre los objetos de metal que con mayor prefuencia fueron hallados en El Chorro de Maíta están clavos que por su sección cuadrada y los indicios de martillado en sus lados pueden considerarse forjados a mano, así como fragmentos diversos de objetos de estructura laminar. Los clavos (igual que otros fragmentos en forma de láminas), son de metal ferroso y muestran un fuerte nivel de oxidación y deterioro que dificulta su identificación. Se encontraron dos láminas de metal no ferroso, probablemente cobre o latón.
Algunas láminas y partes de asas que fueron encontradas pueden relacionarse con una clase de vasija de hierro colado denominada trébede, usada con frecuencia en el siglo XIX y hallada en espacios domésticos e incluso en sitios de cimarronaje africano.
El hallazgo de partes de trédebes y también de loza del XIX, indica el manejo del lugar en ese período, por lo que el material metálico pudiera ser de esa época. Muchas de estas piezas son difíciles de diferenciar de objetos más tempranos. Pero como algunos clavos son muy similares en forma y tamaño a los localizados en La Isabela y Puerto Real (Deagan y Cruxent 2002; Deagan 1995), no podemos excluir su antigüedad. Probablemente esos están mezclados con piezas del siglo XIX y de otras épocas.
Entre los clavos hay 13 con grande probabilidad de que sean del siglo XV ó XVI; esos muestran dimensiones de entre 5.3 y 9.8 cm de largo y cabezas planas, facetadas o redondeadas. Dos de ellos tienen puntas dobladas y se cree que estuvieron clavados a piezas de madera que se deterioraron. Hay además dos clavos partidos, de cabeza aplanada, de 2.7 y 3.4 cm de largo respectivamente, similares a los usados para fijar herraduras de caballo.
Otros diez fragmentos de metal ferroso son láminas que miden entre 2 y 11 cm de largo, con gruesos variables de entre 4 y 16 mm. Cuatro presentan perforaciones, dos de ellas conservan restos de remaches y recuerdan empuñadura o mangos. Se halla además una cuña de 9.5 cm de largo, 3.5 de ancho y 2.6 cm de alto.
Las dos láminas de cobre o latón son pequeñas (entre 3.5 y 6.5 cm de largo por 0.2 cm de grueso) y están dobladas.
Por su tamaño los clavos pudieron relacionarse con trabajos de carpintería doméstica, muebles, contenedores y elementos arquitectónicos ligeros. Por su grosor, dimensiones y forma, y por la relación con remaches, las láminas y fragmentos pueden provenir de hojas de cuchillos y quizás armas o herramientas; si fue así esas dichas herramientas no deben haber sido de gran tamaño.
Este material se ubica en casi todas las áreas trabajadas, especialmente en Campo Moisés, siempre en la capa inicial.



Fechados radiocarbónicos de las piezas encontradas durante las investigaciones (2006-2009)



Usando muestras tomadas durante las excavaciones realizadas entre los años 2007 y 2008, y en la Cala 19, excavada en el 2009, se realizaron 15 fechados radiocarbónicos. De ellos 14 sobre restos de plantas carbonizadas y uno a parte de un hueso de cerdo.
Asimismo se fecharon muestras de carbón vegetal colectadas durante las excavaciones de 1986-1988 y conservadas en los fondos del Departamento Centro Oriental de Arqueología. (En total fueron 18 mediciones de materiales encontrados en contextos no funerarios).
Dos de esas mediciones fueron hechas en Rijksuniversiteit Groningen, Holanda, entre los años 2010 y 2011. Las restantes en los laboratorios Beta Analitic Inc.
Luego las dataciones fueron calibradas por Bayliss y colaboradores (2012) con un rango de 95 por ciento de probabilidad, usando IntCal09 (Reimer et al. 2009)
Los trabajos de fechado se hicieron a piezas obtenidas en contextos considerados relevantes, como el fogón de la Unidad 9, las zonas con restos de ceniza, fauna y carbón en Unidad 12 y 11, y material del hueco de poste localizado en Unidad 16. La mayoría de las dataciones se hicieron sobre fragmentos obtenidos en capas donde no se encontró material europeo. Solo se hicieron dos dataciones sobre muestras obtenidas en capas con evidencias de interacción y aunque en el primer caso se fechó carbón de un estrato potencialmente alterado, en el segundo se trata de una capa no alterada, ubicada en la Cala 19. Consistió ese último en un hueso de cerdo, obteniéndose una fecha de 315±30 Antes del Presente. (Pese al amplio rango y aún cuando el inicio de la calibración es ligeramente anterior al arribo europeo, el hecho de que los cerdos llegaron a la Isla con los españoles, se supone que la fecha es de alguno de los años de los primeros siglos coloniales. Ello hace creer que el resto de las piezas encontradas en la cala a la misma profundidad, deben ser de una fecha cercana y por tanto de una época durante la que ocurrió interacción o convivencia entre indígenas y europeos).
De las muestras de carbón datadas, en todos los casos se trataba de árboles no jóvenes, de madera densa o relativamente densa, de crecimiento lento, capaces de vivir varias décadas e incluso siglos aunque no son especies particularmente centenarias. En razón de esto muchas de las fechas pudieran pertenecer a momentos más recientes que los que estas refieren dado el posible tiempo de vida del árbol.
Sin embargo, casi todas las calibraciones apuntan al uso del carbón fechado en rangos anteriores a la llegada de los colonizadores, e indican el inicio de la presencia aborigen en El Chorro de Maíta hacia el siglo XIII Después de Cristo y su vigencia o presencia en el siglo XV.
El fechado de las piezas obtenidas en el fogón sugiere su manejo en el siglo XIV.

Estudio del material colectado durante las excavaciones de 2008 y 2009



Aún cuando ya fue valorado, el material de la Unidad 9 se incluye en este análisis en tanto resulta importante para entender los comportamientos en Campo Moisés. Las anteriormente colectadas entre 2006 y 2007 y las colectadas entre 2008 y 2009 suman una colección de 5 771 objetos, entre indígenas y europeos.
En el caso del material europeo se considera sólo aquel con una cronología que remite a los siglos XV, XVI y XVII. Otras piezas, entre ellas clavos, principalmente, pudieran estar relacionado con esta temporalidad pero como también son comunes en siglos posteriores no se incluye en esta cifra. (Esos clavos se valoraran más adelante, independiente, junto a evidencias similares obtenidas en otros momentos, bajo el término “Metal antiguo”).
Se obtuvo también vidrio y distintos materiales actuales. No se han hecho análisis especializado del vidrio citado, y, aunque mayormente parece moderno no se puede descartar la presencia de alguna pieza antigua. Sólo un objeto de este material se incluyó en el material europeo. Los restos considerados modernos sólo fueron cuantificados.
El 91.3 % de los objetos arqueológicos encontrados son restos de vasijas indígenas de cerámica.
Elementos decorativos incisos y modelados en cerámica. Excavaciones 2007- 2009. El Chorro de Maíta.
Elementos decorativos modelados y aplicados en cerámica. Excavaciones 2007 – 2009. El Chorro de Maíta.
Estas vasijas se decoraron con elementos incisos, lineales y punteados. En ellas, más que decoraciones, se aprecian asas, aunque tampoco son frecuentes. Entre ellas predominan las vasijas de perfil angular y planta circular manteniéndose el conjunto dentro de los aspectos estilísticos referidos por Valcárcel Rojas (2002) para el área de Banes, aunque en una expresión moderada en cuanto a complejidad estética.
Esas piezas son similares a otras aparecidas en un grupo de sitios de la zona de Banes (Loma de Baní, Esterito, Loma de la Campana, El Boniato, El Porvenir y Punta de Pulpo) algunos de ellos con indicios de interacción o convivencia de aborígenes e hispanos y otros sin ellos. (Las aparecidas en El Chorro de Maíta reportan un por ciento menor  de decoraciones, incluyéndose en ese punto las asas y decoraciones incisas y aplicadas).
El resto de los materiales, propios de contextos indígenas por su tipología o reporte, son muy poco variados, particularmente los utilitarios. En importancia, aunque su representatividad es bastante baja, a la cerámica le siguen la piedra tallada y la concha. El análisis realizado indica que muy pocas preformas fueron usadas como artefactos tratándose de una colección compuesta mayoritariamente de restos de taller.
Objetos utilitarios. Raspadores en Codakia orbicularis, el mayor con 55 mm de largo.
En concha aparecen principalmente raspadores en Codakia orbicularis, aunque también los hay sobre fragmentos de gasterópodos, y una gubia.
Objetos utilitarios. Lascas en material silíceo, la mayor con 39 mm de largo.
La piedra en volumen incluye un peso de red, un fragmento de hacha petaloide y varios percutores (Ver fotografía siguiente).
Objetos utilitarios de piedra. Izquierda, percutor de 77 mm de largo. Derecha, peso de red de 69 mm de largo. El Chorro de Maíta.
Punta de proyectil en la espina caudal de una raya o manta (Orden Rajiforme), 69 mm de largo. El Chorro de Maíta.
La punta de hueso es el único artefacto utilitario construido en este material, (esa es una pieza muy poco común en Cuba). En hueso también se consiguieron dos cuentas sobre vértebras de pescado.
En coral sólo se halla un fragmento usado como lima o escofina, los restantes son restos con huellas de modificación. Muchos fragmentos de coral no tenían indicios de trabajo.
Comparativamente los elementos ornamentales o de uso ritual son más diversos aunque también escasos (0.42 % del total sumando los de concha, piedra y hueso). En piedra se encontraron cuentas de cuarcita y calcita. Una de ellas proviene de la Unidad 16 donde aparece un conjunto excepcional; incluye un pequeño ídolo en proceso de elaboración y un objeto de forma rectangular con incisiones, aparentemente inconcluso. (Ver fotografías siguientes)
Objetos rituales u ornamentales de piedra. Ídolo en proceso de elaboración, 46 mm de largo. El Chorro de Maíta.
Objetos rituales u ornamentales de piedra. Objeto con incisiones, 22 mm de largo. El Chorro de Maíta.
En concha se colectaron discos, en un caso, quizás, para incrustar, pendientes tabulares, un pendiente en fragmento de bivalvo, y cuentas y pendientes de Oliva reticularis (Ver fotografía siguiente).
Ornamentos de concha. Izquierda: Ídolo tabular de 34 mm de largo; Centro: colgante en Oliva sp., 34 mm de largo; Derecha: fragmento de disco, 32 mm de largo. El Chorro de Maíta.
Cerámica europea
Se recuperaron 107 piezas de cerámica europea, incluyendo 4 fragmentos hallados en superficie (3 en Campo Moisés y uno en Campo Torres), no incluidos en el conteo general de materiales de excavación. Menos en la Cala 19, donde esta cerámica se obtiene en capa 1 y 2, en las restantes áreas casi siempre se restringe a capa 1. De modo excepcional en la Unidad 14 se localiza un fragmento en capa 2 pero parece tratarse de una intrusión.
Se repiten muchos de los tipos hallados en superficie y en las calas exploratorias, excepto la Mayólica Santo Domingo Azul sobre Blanco y el Lebrillo Verde. Aparece además un fragmento de Mayólica Columbia Simple Verde y otro de un tipo de cerámica que pudiera ser Stone Ware, éste último se registra en el grupo de Cerámica Ordinaria con vidriado plúmbeo, pues la clasificación es insegura dado el tamaño de la pieza y su conservación.
Como mismo en la exploración de superficie y en las calas exploratorias, es dominante la presencia de los fragmentos de Jarra de Aceite vidriados, seguidos por los no vidriados y por la Mayólica Columbia Simple. Este material se halla muy fragmentado, siempre en piezas de pequeño tamaño. Sólo se pudo identificar parte del cuello de un albarelo en Mayólica Caparra Azul (contenedor para medicina), parte de una jarra en Bizcocho y de dos platos de Mayólica Isabela Policromo, uno encontrado durante la excavación y otro en superficie.
Fragmentos de cerámica Mayólica Columbia Simple. El Chorro de Maíta.
Fragmentos de cerámica Mayólica Isabela Polícromo. El Chorro de Maíta.
En todas las excavaciones apareció cerámica europea excepto en la Unidad 18. Campo Moisés muestra la mayor cantidad, particularmente la Cala 19 con 33 fragmentos; dado su pequeño espacio se trata de una concentración significativa.
Cascabel europeo
En la capa 1 de Unidad 16 se encontró la mitad inferior de un cascabel tipo Clarksdale que debió ser de forma esférica. Mide 24 mm de diámetro y 9 mm de alto, y conserva la típica pestaña de unión de sus dos partes. Muestra dos perforaciones conectadas por un corte.
Cascabel de metal de 24 mm de diámetro. Excavaciones 2007 – 2009. El Chorro de Maíta.
Por su coloración probablemente fue elaborado en una lámina de latón. Según Deagan (2002) la cronología de estos cascabeles se extiende de 1492 a 1575.
Vidrio europeo
Se encontró un objeto curvo, similar a una cuenta de forma aperada, en vidrio de color azul oscuro.
Objeto de vidrio de 12 mm de largo. Excavaciones 2007 – 2009. El Chorro de Maíta.
La perforación debió ser de al menos 7 mm de diámetro, lo que es demasiado amplia para las cuentas europeas en este material. El objeto tuvo aproximadamente unos 12 mm de diámetro. Su forma redondeada y una fractura en todo el borde inferior sugiere que pudo ser la boca de un frasco muy pequeño o, quizás, de un lagrimario, recipiente para recoger las lagrimas propio de la primera mitad del siglo XVI (Deagan 2002).
Restos de fauna
Solo se estudió un escaque de algunas de las unidades principales: 10, 12, 14 y 16 (Pérez Iglesias. 2008). Se identificaron más de 30 especies, en su mayoría de moluscos, aunque también reptiles, crustáceos, peces y mamíferos terrestres. En cuanto al número de fragmentos, el conjunto de restos de moluscos terrestres son los más abundantes, en especial la Zachrysia sp. Por otra parte los moluscos del mediolitoral mostraron cifras superiores a los del infralitoral.
Los principales aportes de restos de alimentación provienen de la pesca, seguida de la caza de jutias (Boromys offella, Capromys pilorides y Mysateles melanurus) y la recolección.
La Unidad 12 reportó una cantidad de individuos y especies muy superior a las restantes; en ella, aún cuando el mayor número de fragmentos proviene de los moluscos, también es alta la cantidad de restos de peces, particularmente encontrados en la capa 1 (Sphyraena barracuda, Calamus bajonado, Lachnolaimus cuvier, Sparisoma sp y un pez Orden Rajiforme). En la cantidad de fragmentos le sigue a la Unidad 12, las unidades 10, 14 y 16. En el caso específico de la Unidad 16, aunque reitera las especies comunes en las otras áreas; se distingue por la presencia de restos de perro (Canis lupus familiaris) y de algunos fragmentos de huesos de cerdo (Sus Scrofa) pertenecientes al menos a un individuo. En la actualidad es es difícil asegurar el origen temporal del resto de perro, situado en capa 1, pero el cerdo no es moderno en tanto se halla un fragmento de hueso en capa 2. Si es justo consignar que los restos de estas dos especies son muy pocos.
La Unidad 10 es la única con una cantidad importante de fragmentos en la capa 4. esa Unidad se destaca por la diversidad de especies, incluyendo la presencia significativa del crustáceo Gecarcinus ruricola.
De modo independiente se analizó el material de la Cala 19. Se identificaron 14 taxones, similares a los de las unidades excavatorias aunque no se hallan mamíferos terrestres locales ni reptiles. La especie más importante en ella es el cerdo, con 107 elementos entre fragmentos de huesos y piezas dentales. Estos restos de cerdo están presentes en todas las capas, de modo principal en la capa 2. Son mayormente restos pequeños pertenecientes a dos individuos subadultos.
Análisis de residuos absorbidos y visibles
A partir de coordinaciones realizadas por Vernon James Knigth, Eleanora A. Reber, de University of North Carolina at Wilmington, se realizó un análisis de residuos en cerámica indígena (Reber 2010).
Se valoraron tanto residuos absorbidos como incrustaciones visibles en 6 fragmentos de vasijas, (de distinta forma y tamaño), y en un fragmento de burén.
En la investigación se usó cromatografía de gases y espectrometría de masa, determinándose la presencia de residuos de lípidos interpretables. Se pudieron reconocer en todas las muestras, incluso en el fragmento de burén, residuos de plantas y de carne aún cuando no se logró una identificación más precisa de la naturaleza de estos debido a la pobre conservación de las muestras. También se hallaron restos de resina de conífera, preliminarmente identificados como pertenecientes al género Pinus.
Pese al alcance limitado de la identificación resulta muy interesante la similitud general de origen de los residuos y su presencia en vasijas de formas y dimensiones diferentes. Este aspecto y la presencia de restos de conífera en cerámica de las tres unidades, se llegó a la conclusión que esas resinas eran frecuentemente usadas en el sitio. (Cerca de El Chorro de Maíta crecen bosques de esa especie).

Investigación (2008) Campo Riverón



 

En esa zona (la más cercana al Cementerio) se abrieron unidades: La No. 16 (2 x 2 m) se sitúa 26 m al sureste de la Unidad 3, y la No. 18 (1 x 2 m), a 23 m en igual dirección.
La Unidad 16 se inicia con una capa de suelo arcilloso pardo, algo compacto, con un grueso que oscila entre 0.20 y 0.30 m; removida por el uso del arado. El área muestra intrusiones de material actual, principalmente vidrio y metal, así como gran cantidad de cerámica indígena, restos de fauna marina y terrestre, varios fragmentos de cerámica europea y artefactos indígenas utilitarios y ornamentales.
Objetos rituales u ornamentales de piedra. Ídolo en proceso de elaboración, 46 mm de largo. Unidad 16. El Chorro de Maíta.
Objetos rituales u ornamentales de piedra. Objeto con incisiones, 22 mm de largo. Unidad 16. El Chorro de Maíta.
Objetos de origen europeo encontrados en la Unidad 16, Campo Riverón. Izquierda, objeto de vidrio de 12 mm de largo. Derecha, parte de un cascabel de metal de 24 mm de diámetro. Excavaciones 2007 – 2009. El Chorro de Maíta.
En esa Unidad se colectó un ídolo en elaboración (no terminado), y  otras varias piezas ornamentales; también se encontró un fragmento o parte de un cascabel europeo.
A unos 0.20 m de profundidad del área se inicia un estrato (capa 2) de suelo pardo rojizo, oscuro, algo compacto y con piedras de material calizo; con elementos intrusivos en sus primeros 0.10 m.
La capa 3 comienza a unos 0.50 m y se hace estéril entre 0.60 y 0.70 m. Parece ser el suelo base en esta área y en él se localiza la huella de un poste, de 9 cm de ancho y 14 cm de largo, que alcanza una profundidad de 0.37 m. (Siguiente imagen)
 
La Unidad 18 repite la misma estructura estratigráfica pero con un reporte muy bajo de materiales.
Según Reinel Riverón (comunicación personal 2008), la actual superficie de terreno de todo el Campo Riverón no es original pues se ha perdido parte del sedimento inicial por el arrastre de las lluvias y el trabajo agrícola. Aún así en la Unidad 16 es evidente la gran cantidad de depósitos de materiales indígenas y europeos. Los objetos ornamentales y rituales en fabricación, indican la existencia en ese lugar de un espacio o taller de labor artesanal. La huella de poste pudiera ser parte de una estructura constructiva pero el reducido tamaño de la excavación impidió valorar esto. No hay indicios de manejos mortuorios. Reinel Riverón informó, además, el hallazgo de dos individuos enterrados a menos de dos metros al norte de la Unidad 16, y otros dos al norte de Unidad 6.



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