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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

4 de marzo de 2017

Estudio del material colectado durante las excavaciones de 2008 y 2009



Aún cuando ya fue valorado, el material de la Unidad 9 se incluye en este análisis en tanto resulta importante para entender los comportamientos en Campo Moisés. Las anteriormente colectadas entre 2006 y 2007 y las colectadas entre 2008 y 2009 suman una colección de 5 771 objetos, entre indígenas y europeos.
En el caso del material europeo se considera sólo aquel con una cronología que remite a los siglos XV, XVI y XVII. Otras piezas, entre ellas clavos, principalmente, pudieran estar relacionado con esta temporalidad pero como también son comunes en siglos posteriores no se incluye en esta cifra. (Esos clavos se valoraran más adelante, independiente, junto a evidencias similares obtenidas en otros momentos, bajo el término “Metal antiguo”).
Se obtuvo también vidrio y distintos materiales actuales. No se han hecho análisis especializado del vidrio citado, y, aunque mayormente parece moderno no se puede descartar la presencia de alguna pieza antigua. Sólo un objeto de este material se incluyó en el material europeo. Los restos considerados modernos sólo fueron cuantificados.
El 91.3 % de los objetos arqueológicos encontrados son restos de vasijas indígenas de cerámica.
Elementos decorativos incisos y modelados en cerámica. Excavaciones 2007- 2009. El Chorro de Maíta.
Elementos decorativos modelados y aplicados en cerámica. Excavaciones 2007 – 2009. El Chorro de Maíta.
Estas vasijas se decoraron con elementos incisos, lineales y punteados. En ellas, más que decoraciones, se aprecian asas, aunque tampoco son frecuentes. Entre ellas predominan las vasijas de perfil angular y planta circular manteniéndose el conjunto dentro de los aspectos estilísticos referidos por Valcárcel Rojas (2002) para el área de Banes, aunque en una expresión moderada en cuanto a complejidad estética.
Esas piezas son similares a otras aparecidas en un grupo de sitios de la zona de Banes (Loma de Baní, Esterito, Loma de la Campana, El Boniato, El Porvenir y Punta de Pulpo) algunos de ellos con indicios de interacción o convivencia de aborígenes e hispanos y otros sin ellos. (Las aparecidas en El Chorro de Maíta reportan un por ciento menor  de decoraciones, incluyéndose en ese punto las asas y decoraciones incisas y aplicadas).
El resto de los materiales, propios de contextos indígenas por su tipología o reporte, son muy poco variados, particularmente los utilitarios. En importancia, aunque su representatividad es bastante baja, a la cerámica le siguen la piedra tallada y la concha. El análisis realizado indica que muy pocas preformas fueron usadas como artefactos tratándose de una colección compuesta mayoritariamente de restos de taller.
Objetos utilitarios. Raspadores en Codakia orbicularis, el mayor con 55 mm de largo.
En concha aparecen principalmente raspadores en Codakia orbicularis, aunque también los hay sobre fragmentos de gasterópodos, y una gubia.
Objetos utilitarios. Lascas en material silíceo, la mayor con 39 mm de largo.
La piedra en volumen incluye un peso de red, un fragmento de hacha petaloide y varios percutores (Ver fotografía siguiente).
Objetos utilitarios de piedra. Izquierda, percutor de 77 mm de largo. Derecha, peso de red de 69 mm de largo. El Chorro de Maíta.
Punta de proyectil en la espina caudal de una raya o manta (Orden Rajiforme), 69 mm de largo. El Chorro de Maíta.
La punta de hueso es el único artefacto utilitario construido en este material, (esa es una pieza muy poco común en Cuba). En hueso también se consiguieron dos cuentas sobre vértebras de pescado.
En coral sólo se halla un fragmento usado como lima o escofina, los restantes son restos con huellas de modificación. Muchos fragmentos de coral no tenían indicios de trabajo.
Comparativamente los elementos ornamentales o de uso ritual son más diversos aunque también escasos (0.42 % del total sumando los de concha, piedra y hueso). En piedra se encontraron cuentas de cuarcita y calcita. Una de ellas proviene de la Unidad 16 donde aparece un conjunto excepcional; incluye un pequeño ídolo en proceso de elaboración y un objeto de forma rectangular con incisiones, aparentemente inconcluso. (Ver fotografías siguientes)
Objetos rituales u ornamentales de piedra. Ídolo en proceso de elaboración, 46 mm de largo. El Chorro de Maíta.
Objetos rituales u ornamentales de piedra. Objeto con incisiones, 22 mm de largo. El Chorro de Maíta.
En concha se colectaron discos, en un caso, quizás, para incrustar, pendientes tabulares, un pendiente en fragmento de bivalvo, y cuentas y pendientes de Oliva reticularis (Ver fotografía siguiente).
Ornamentos de concha. Izquierda: Ídolo tabular de 34 mm de largo; Centro: colgante en Oliva sp., 34 mm de largo; Derecha: fragmento de disco, 32 mm de largo. El Chorro de Maíta.
Cerámica europea
Se recuperaron 107 piezas de cerámica europea, incluyendo 4 fragmentos hallados en superficie (3 en Campo Moisés y uno en Campo Torres), no incluidos en el conteo general de materiales de excavación. Menos en la Cala 19, donde esta cerámica se obtiene en capa 1 y 2, en las restantes áreas casi siempre se restringe a capa 1. De modo excepcional en la Unidad 14 se localiza un fragmento en capa 2 pero parece tratarse de una intrusión.
Se repiten muchos de los tipos hallados en superficie y en las calas exploratorias, excepto la Mayólica Santo Domingo Azul sobre Blanco y el Lebrillo Verde. Aparece además un fragmento de Mayólica Columbia Simple Verde y otro de un tipo de cerámica que pudiera ser Stone Ware, éste último se registra en el grupo de Cerámica Ordinaria con vidriado plúmbeo, pues la clasificación es insegura dado el tamaño de la pieza y su conservación.
Como mismo en la exploración de superficie y en las calas exploratorias, es dominante la presencia de los fragmentos de Jarra de Aceite vidriados, seguidos por los no vidriados y por la Mayólica Columbia Simple. Este material se halla muy fragmentado, siempre en piezas de pequeño tamaño. Sólo se pudo identificar parte del cuello de un albarelo en Mayólica Caparra Azul (contenedor para medicina), parte de una jarra en Bizcocho y de dos platos de Mayólica Isabela Policromo, uno encontrado durante la excavación y otro en superficie.
Fragmentos de cerámica Mayólica Columbia Simple. El Chorro de Maíta.
Fragmentos de cerámica Mayólica Isabela Polícromo. El Chorro de Maíta.
En todas las excavaciones apareció cerámica europea excepto en la Unidad 18. Campo Moisés muestra la mayor cantidad, particularmente la Cala 19 con 33 fragmentos; dado su pequeño espacio se trata de una concentración significativa.
Cascabel europeo
En la capa 1 de Unidad 16 se encontró la mitad inferior de un cascabel tipo Clarksdale que debió ser de forma esférica. Mide 24 mm de diámetro y 9 mm de alto, y conserva la típica pestaña de unión de sus dos partes. Muestra dos perforaciones conectadas por un corte.
Cascabel de metal de 24 mm de diámetro. Excavaciones 2007 – 2009. El Chorro de Maíta.
Por su coloración probablemente fue elaborado en una lámina de latón. Según Deagan (2002) la cronología de estos cascabeles se extiende de 1492 a 1575.
Vidrio europeo
Se encontró un objeto curvo, similar a una cuenta de forma aperada, en vidrio de color azul oscuro.
Objeto de vidrio de 12 mm de largo. Excavaciones 2007 – 2009. El Chorro de Maíta.
La perforación debió ser de al menos 7 mm de diámetro, lo que es demasiado amplia para las cuentas europeas en este material. El objeto tuvo aproximadamente unos 12 mm de diámetro. Su forma redondeada y una fractura en todo el borde inferior sugiere que pudo ser la boca de un frasco muy pequeño o, quizás, de un lagrimario, recipiente para recoger las lagrimas propio de la primera mitad del siglo XVI (Deagan 2002).
Restos de fauna
Solo se estudió un escaque de algunas de las unidades principales: 10, 12, 14 y 16 (Pérez Iglesias. 2008). Se identificaron más de 30 especies, en su mayoría de moluscos, aunque también reptiles, crustáceos, peces y mamíferos terrestres. En cuanto al número de fragmentos, el conjunto de restos de moluscos terrestres son los más abundantes, en especial la Zachrysia sp. Por otra parte los moluscos del mediolitoral mostraron cifras superiores a los del infralitoral.
Los principales aportes de restos de alimentación provienen de la pesca, seguida de la caza de jutias (Boromys offella, Capromys pilorides y Mysateles melanurus) y la recolección.
La Unidad 12 reportó una cantidad de individuos y especies muy superior a las restantes; en ella, aún cuando el mayor número de fragmentos proviene de los moluscos, también es alta la cantidad de restos de peces, particularmente encontrados en la capa 1 (Sphyraena barracuda, Calamus bajonado, Lachnolaimus cuvier, Sparisoma sp y un pez Orden Rajiforme). En la cantidad de fragmentos le sigue a la Unidad 12, las unidades 10, 14 y 16. En el caso específico de la Unidad 16, aunque reitera las especies comunes en las otras áreas; se distingue por la presencia de restos de perro (Canis lupus familiaris) y de algunos fragmentos de huesos de cerdo (Sus Scrofa) pertenecientes al menos a un individuo. En la actualidad es es difícil asegurar el origen temporal del resto de perro, situado en capa 1, pero el cerdo no es moderno en tanto se halla un fragmento de hueso en capa 2. Si es justo consignar que los restos de estas dos especies son muy pocos.
La Unidad 10 es la única con una cantidad importante de fragmentos en la capa 4. esa Unidad se destaca por la diversidad de especies, incluyendo la presencia significativa del crustáceo Gecarcinus ruricola.
De modo independiente se analizó el material de la Cala 19. Se identificaron 14 taxones, similares a los de las unidades excavatorias aunque no se hallan mamíferos terrestres locales ni reptiles. La especie más importante en ella es el cerdo, con 107 elementos entre fragmentos de huesos y piezas dentales. Estos restos de cerdo están presentes en todas las capas, de modo principal en la capa 2. Son mayormente restos pequeños pertenecientes a dos individuos subadultos.
Análisis de residuos absorbidos y visibles
A partir de coordinaciones realizadas por Vernon James Knigth, Eleanora A. Reber, de University of North Carolina at Wilmington, se realizó un análisis de residuos en cerámica indígena (Reber 2010).
Se valoraron tanto residuos absorbidos como incrustaciones visibles en 6 fragmentos de vasijas, (de distinta forma y tamaño), y en un fragmento de burén.
En la investigación se usó cromatografía de gases y espectrometría de masa, determinándose la presencia de residuos de lípidos interpretables. Se pudieron reconocer en todas las muestras, incluso en el fragmento de burén, residuos de plantas y de carne aún cuando no se logró una identificación más precisa de la naturaleza de estos debido a la pobre conservación de las muestras. También se hallaron restos de resina de conífera, preliminarmente identificados como pertenecientes al género Pinus.
Pese al alcance limitado de la identificación resulta muy interesante la similitud general de origen de los residuos y su presencia en vasijas de formas y dimensiones diferentes. Este aspecto y la presencia de restos de conífera en cerámica de las tres unidades, se llegó a la conclusión que esas resinas eran frecuentemente usadas en el sitio. (Cerca de El Chorro de Maíta crecen bosques de esa especie).

Investigación (2008) Campo Riverón



 

En esa zona (la más cercana al Cementerio) se abrieron unidades: La No. 16 (2 x 2 m) se sitúa 26 m al sureste de la Unidad 3, y la No. 18 (1 x 2 m), a 23 m en igual dirección.
La Unidad 16 se inicia con una capa de suelo arcilloso pardo, algo compacto, con un grueso que oscila entre 0.20 y 0.30 m; removida por el uso del arado. El área muestra intrusiones de material actual, principalmente vidrio y metal, así como gran cantidad de cerámica indígena, restos de fauna marina y terrestre, varios fragmentos de cerámica europea y artefactos indígenas utilitarios y ornamentales.
Objetos rituales u ornamentales de piedra. Ídolo en proceso de elaboración, 46 mm de largo. Unidad 16. El Chorro de Maíta.
Objetos rituales u ornamentales de piedra. Objeto con incisiones, 22 mm de largo. Unidad 16. El Chorro de Maíta.
Objetos de origen europeo encontrados en la Unidad 16, Campo Riverón. Izquierda, objeto de vidrio de 12 mm de largo. Derecha, parte de un cascabel de metal de 24 mm de diámetro. Excavaciones 2007 – 2009. El Chorro de Maíta.
En esa Unidad se colectó un ídolo en elaboración (no terminado), y  otras varias piezas ornamentales; también se encontró un fragmento o parte de un cascabel europeo.
A unos 0.20 m de profundidad del área se inicia un estrato (capa 2) de suelo pardo rojizo, oscuro, algo compacto y con piedras de material calizo; con elementos intrusivos en sus primeros 0.10 m.
La capa 3 comienza a unos 0.50 m y se hace estéril entre 0.60 y 0.70 m. Parece ser el suelo base en esta área y en él se localiza la huella de un poste, de 9 cm de ancho y 14 cm de largo, que alcanza una profundidad de 0.37 m. (Siguiente imagen)
 
La Unidad 18 repite la misma estructura estratigráfica pero con un reporte muy bajo de materiales.
Según Reinel Riverón (comunicación personal 2008), la actual superficie de terreno de todo el Campo Riverón no es original pues se ha perdido parte del sedimento inicial por el arrastre de las lluvias y el trabajo agrícola. Aún así en la Unidad 16 es evidente la gran cantidad de depósitos de materiales indígenas y europeos. Los objetos ornamentales y rituales en fabricación, indican la existencia en ese lugar de un espacio o taller de labor artesanal. La huella de poste pudiera ser parte de una estructura constructiva pero el reducido tamaño de la excavación impidió valorar esto. No hay indicios de manejos mortuorios. Reinel Riverón informó, además, el hallazgo de dos individuos enterrados a menos de dos metros al norte de la Unidad 16, y otros dos al norte de Unidad 6.



Investigación (2008) Campo Torres



 

En esa área se excavaron dos unidades. La Unidad 14 de 2 x 2m, se halla a 107 m de la Unidad 3, (Cementerio) y la No. 15 (1 x 2 m) se localiza 13 m al sur de la No. 14.
Los estratos con material arqueológico son de poco grosor, particularmente los de la Unidad 15. Se inician con una capa de material vegetal mezclado con suelo calizo, arcilloso, similar al de Campo Moisés (llega a unos 0.15 ó 0.20 m de profundidad), al que siguen una o dos capas de suelo más oscuro, dispuestas sobre la roca base. Esta es irregular e inclinada y comienza a aparecer a unos 0.20 m de profundidad en Unidad 15 y a 0.38 m en Unidad 14. La actividad agrícola alteró toda la deposición en la Unidad 15 y en 14, las dos primeras capas.
Unidad 14, Campo Torres. El Chorro de Maíta.
En la capa 1 y 2 el material (restos de fauna, cerámica indígena y europea) no muestra una relación significativa. Es importante no obstante, la presencia de cerámica europea en la Unidad 14, incluso al final de capa 2. El limitado reporte de evidencias y la alteración del espacio impiden definir cuál fue su uso.



Investigaciones (2008) Campo Moisés

 
Se realizaron trabajos en nuevas unidades de excavación en Campo Moisés que ampliaron la Unidad 9, excavada en 2007 (Ver siguiente imagen).
Excavaciones en Campo Moisés, 2008 y 2009. El Chorro de Maíta.
Estratigrafía de la cara oeste de la Unidad 12. El Chorro de Maíta.
Unidad 12. Concentraciones de restos de fauna a la derecha. El Chorro de Maíta.
La Capa 1 en Campo Moisés resulta común a todas las unidades en cuanto a tipo de suelo. Extremadamente afectada por su manejo agrícola, reporta gran cantidad de cerámica europea siendo imposible definir, al menos en las unidades formales, si toda la capa se debe a la situación de interacción o si se mezclan estratos con y sin material europeo.
Un segundo estrato, generalmente no alterado y con restos de material quemado y combustible, se ubica en las unidades 9 general, 12 y en el lado oeste de Unidad 11. Ello no parece ser sólo producto del fogón definido en Unidad 9 general, sino que pudiera haber zonas de fogón menores en Unidad 12. Lo que sí queda claro es que el espacio fue usado para similar fin.
Unidad 10, concentración de fragmentos de cerámica. El Chorro de Maíta.
Cala 19, concentración de restos de cerdo y cerámica europea e indígena. El Chorro de Maíta.
Es interesante el hallazgo en esta última unidad, de una punta de proyectil elaborada de la espina caudal de una raya o manta (Orden Rajiforme), que, quizás, es resultado del procesamiento de animales en esa área con fines de consumo.
Punta de proyectil en la espina caudal de una raya o manta (Orden Rajiforme), 69 mm de largo; Unidad 12. El Chorro de Maíta.
También se hallaron numerosos restos de burén relativamente grandes, (evidencia poco frecuente en las demás unidades, excepto la No. 10).
Esta zona doméstica (cocina) debió funcionar al aire libre pues no se encontraron huellas de estructuras constructivas en ninguna de las unidades.
La mayor parte de la Unidad 11, así como las unidades 13 y 17, son espacios sin una función evidente.
La Unidad 10 reporta gran cantidad de restos de fauna, carbón, ceniza y diversas evidencias culturales, pero su mezcla hace creer que esa era un área de desecho (basurero). La presencia allí de rocas también pudiera ser indicio de lo anterior, quizás resultado del despeje o limpieza de las zonas domésticas situadas al norte.
Por su cercanía al camino puede pertenecer a los montículos mencionados por Irving Rouse (1942) en la propiedad de Cordovés.
En la Unidad No. 10 es significativa la presencia de un hueso humano en la cala 4. Por su parte la cala 19 es diferente. En ella se descubrieron estratos generados por la interacción hispano indígena, que en las otras están totalmente alterados. 



Excavaciones y prospección (2008)



Entre 2008 y 2009 se iniciaron nuevos trabajos en El Chorro de Maíta, que tuvieron como objetivo ampliar el reconocimiento de los campos Riverón y Torres, así como evaluar la conformación del depósito hallado en Campo Moisés y su relación con los espacios inmediatos y potenciales estructuras constructivas y residenciales de aborígenes y posiblemente de europeos.
En Campo Riverón las excavaciones debían reconocer el Área de entierros y su relación con zonas domésticas. En ese mismo campo se buscaba entender el manejo de partes alejadas del cementerio, con una topografía inadecuada para hacer construcciones pero posiblemente útil para labores agrícolas.
Nuevas excavaciones en los distintos campos entre 2008 y 2009. El Chorro de Maíta.
Durante los trabajos se incorporó la colecta de sedimentos para estudios paleobotánicos a fin de caracterizar aspectos del entorno vegetal, valorar manejos agrícolas y localizar especies introducidas por los europeos. En relación con este último aspecto y considerando las experiencias en En Bas Saline (Haití), sobre animales europeos de pequeño tamaño o difíciles de percibir mediante las técnicas de muestreo y estudio tradicionales en zonas con concentración de restos de fauna, parte del sedimento se revisó usando mallas con cuadros de 3 mm. Se prestó especial atención a la detección y ubicación de restos de cerdo, tanto en excavación como en los trabajos de laboratorio.
Continuando la numeración iniciada en los estudios de 2007, y toda vez que la Unidad No. 9 se dividió en dos, la nueva área fue nombrada No. 9 (cuando se mencionen ambas unidades se dirá Unidad No. 9 general). La nueva unidad se nombró No. 10.
La metodología de excavación y registro fue igual a la usada en el 2007. En ocasiones, en los niveles de inicio debió excavarse más de 0.10 m para lograr cierta nivelación del terreno. La tierra fue cernida 10 m al norte de la Unidad No. 9 y 6 m al suroeste de la Unidad No. 10. para ello se utilizó una malla metálica de cuadros de 5 mm y cuando se sospechó la presencia de material de tamaño reducido se usaron mallas de cuadros de 3 y de 4 mm.

Nuevas investigaciones (2006-2009) Resultados de las prospecciones



Los trabajos de exploración redefinieron el contorno del sitio al precisar su límite Oeste y ubicar nuevas zonas con material arqueológico, alcanzado el área arqueológica un total de 34 448 m² 
Nueva área de dispersión de material arqueológico (2007). Obsérvese la diferencia respecto a la reconocida en 1987. El Chorro de Maíta.

Asimismo aportaron evidencias sobre un posible sitio arcaico ubicado a 140 m al oeste del sitio arqueológico El Chorro de Maíta, aunque sin ampliar su estudio es imposible descartar que el lugar solamente sea resultado de un manejo diferenciado del lugar por los mismos habitantes de El Chorro de Maíta.
No está clara la filiación cultural del esqueleto hallado al oeste de Área Arqueológica de 1987.
Dentro de los nuevos límites del sitio se recuperaron 1561 evidencias indígenas, 84 restos de cerámica europea y 1 fragmento de cerámica México Pintado de Rojo, para un total de 1646 piezas, (ello sin considerar el material de la Unidad 9). 
Fragmentos de cerámica México Pintado de Rojo. El Chorro de Maíta.

El hallazgo, dentro de los nuevos límites del sitio, de numerosos restos de fauna vinculados a fragmentos de cerámica y artefactos utilitarios, refiere la existencia de varios puntos de acumulación de residuos (basureros) alrededor del Área de entierros.
Las evidencias también indican acciones de fabricación de artefactos en el lugar y la presencia de una zona de elaboración de alimentos en campo Moisés. Tales aspectos se corresponden con la estructuración arqueológica usual de sitios indígenas.
El repetido hallazgo de cerámica europea da una nueva dimensión a los criterios de interacción o convivencia de aborígenes y europeos en el lugar, mucho más potente que en los datos disponibles al inicio de los trabajos. Los tipos de cerámica europea encontradas aportan una cronología a la presencia de colonizadores (o por lo menos a sus objetos materiales), de fines del siglo XV y primera mitad del siglo XVI, aunque una pieza de México Pintado de Rojo, (material mexicano de carácter colonial), y otra de Mayólica Santo Domingo Azul sobre Blanco, obtenidas en la superficie de Campo Moisés, introducen la posibilidad de extender este rango. La primera se creaba desde 1550 hasta 1750 (Deagan 1987) y la segunda entre 1550 - 1630 (Deagan 1987)
Fragmento de cerámica Mayólica Santo Domingo Azul sobre Blanco. El Chorro de Maíta.

La mayor cantidad de cerámica proviene de restos de Jarras de Aceite, con vidriado plomizo, que eran vasijas para contención y traslado de sustancias y, en menor medida, para consumo. 
Fragmentos de Jarras de Aceite vidriados. El Chorro de Maíta


Por la abundancia de cerámica europea que se encontró en ese lugar, Campo Moisés comenzó a ser considerado un lugar muy significativo, esto es, que parece que en ese espacio específicamente era donde se produjo la mayor interacción o convivencia de aborígenes y europeos. 
 

Finalmente, la nueva visión aportada por las prospecciones y el trabajo de excavación en la Unidad No. 9 indican que el montículo del lote de Vázquez, mencionado por Irving Rouse en 1942, podría estar muy próximo al Área de entierros, quizás en el espacio de la Unidad 6, y los dos montículos del lote de Cordovés (anotados por el mismo arqueólogo) se hallarían al norte, al otro lado del camino, en Campo Moisés o en relación con las unidades 1 y 2.



Las nuevas investigaciones. (2006-2009) Área de investigación No. 9




Al ser el Campo Moisés tan rico en objetos arqueológicos, los expertos decidieron ubicar allí una nueva unidad de excavación, a la que nombraron como No. 9 para seguir el orden de las hechas entre 1986 y 1987.
La excavación de la Unidad 9. aportó una amplia concentración de restos de fauna y parte de vasija de cerámica asociados a un fogón. El Chorro de Maíta.
Ubicada 38 m al noroeste de la Unidad 3 (cementerio), la Unidad No.9 mide tres por dos metros.
Al ser una excavación en un campo de cultivo, la capa inicial, (entre 0.18 y 0.20 m de grueso), estaba  removida y con abundante material arqueológico en superficie, sobre todo, restos de cerámica indígena y europea, conchas de moluscos terrestres y en menor medida, marinos. Obviamente que las piezas habían sido removidas por lo que su distribución no decía anda a los arqueólogos.
Al iniciarse el segundo nivel artificial (0.12-0.22 m) los restos de fauna, ahora relacionados con ceniza y carbón, se hacen más notables en todo el espacio y de manera especial, en los escaques 1, 2, 3 y 6. Casi al finalizar este nivel comienza a aparecer una nueva capa (No. 2), entre 0.18 y 0.20 m de profundidad. Esa está formada por suelo arcilloso de color rojizo-amarillento relativamente compacto, con pequeños terrones de apariencia calichosa. Dentro e inmediatamente sobre ella, se localizan restos de fauna que en algunos casos parecen haber estado expuestos al fuego. Como núcleo de este contexto se distingue una concentración de carbón cuya distribución laminar pudiera deberse a la combustión de ramas y fragmentos alargados de madera. Asimismo aparecen partes de burén (que era una especie de torta de cerámica en la que los aborígenes cocinaban el casabe). En la capa 2 también se localizaron fragmentos de una vasija que contenía huesos articulados de Capromys sp., y una gran concentración de restos de pescado; cercanos a esos apareció una vasija navicular casi completa.
En el escaque 1 y 3, a 0.32 – 0.42 metros de profundidad, apareció una nueva capa (No. 3) de suelo oscuro y compacto, sin los pequeños gránulos de la capa anterior. En ella el material arqueológico es extremadamente escaso y se limita a restos de fauna, principalmente terrestre, que deja de aparecer a 0.42-0.52 metros de profundidad.
A los 0.52-0.62 metros de profundidad y hasta los 0.92 apareció una capa de caliche estéril. Allí se detuvo la excavación.
El aspecto más significativo de la excavación fue la ubicación de la concentración de ceniza y carbón mezclada con restos de fauna en el inicio de la capa 2. Hacia el este, bordeando el carbón y la ceniza, aparecieron restos de fauna y fragmentos de vasijas de distintos tipos (ver imagen anterior). Los arqueólogos concluyeron que se trata de una zona de fogón donde se abandonaron vasijas que contenían restos de animales.
La mayor parte de los fragmentos de burén encontrados pertenecen a una sola pieza de 1.8 cm de grueso y de 38 a 40 cm de diámetro. Su presencia y la de las vasijas, junto a los restos de alimentos, (todos a una misma profundidad), indican que era ese el nivel del suelo, donde, posiblemente hubo un piso.
Estudio del material colectado en la Unidad 9
Se obtuvo una colección formada por cuatro fragmentos de cerámica con decoración incisa, tres con decoración aplicada, cinco asas y 553 fragmentos de vasijas no decorados.
Estos fueron hechos con pastas de textura compacta atemperada con gránulos finos de arena o roca triturada, aunque posiblemente fue con concha molida. Las superficies exteriores de esos fragmentos de cerámica son mayormente lisas pero ásperas al tacto, con ocasionales irregularidades por defectos en el alisado y frecuentes huellas de exposición al fuego; en un caso hay engobe o pintura roja.
En todos los fragmentos predomina el color pardo oscuro aunque aparecen tiestos de color pardo claro y pardo rojizo. Las superficies interiores tienen un tratamiento similar aunque los colores rojizos son dominantes. Los bordes son casi siempre de orientación recta, con topes generalmente redondeados. Aparece un reborde interno decorado con punteados.
Los restos en su mayoría provienen de vasijas angulares según la clasificación de vasijas arqueológicas de Agüero Hernández y Valcárcel Rojas (1994).
El reducido tamaño de los fragmentos impide valorar las formas de vasijas predominantes y su tamaño; sólo se trabajó la reconstrucción ideal de una vasija angular de 10 cm de diámetro, un plato de 22 cm y un recipiente navicular de 20 cm de largo.
Estilísticamente la cerámica es similar a la del Área Arqueológica de Banes; muestra rasgos meillacoides y el reporte decorativo es pobre en número y calidad estética.
Los restos de cerámica europea resultó muy poco variada y concentrada en la capa inicial (niveles 0.00-0.12 m, 0.12-0.22 m), sin contacto con la capa 2.
Los artefactos no cerámicos son poco abundantes, tratándose básicamente de lascas y restos de taller hechos de rocas silíceas, asimismo se encontraron raspadores de valvas de Codakia orbicularis.
Notable resultó el hallazgo de dos pendientes de concha; uno hecho de Oliva reticularis y otro, relacionado con la capa de carbón y restos faunísticos, hecho de Pinctada sp.
La arqueozoologa Pérez Iglesias identificó un amplio grupo de especies: moluscos marinos, gasterópodos terrestres, crustáceos, un quelonio fluvial, tres especies de jutias y varias de peces. El número total de fragmentos de huesos alcanzó la cifra de 5426 y se concentró al final de la capa 1, en la capa 2 e inicio de la capa 3.
En el escaque 1, donde se alcanzó una profundidad de 0.92 m, , a partir de 0.42 m, sólo se observan remantes naturales del bosque como Polymita muscarum, Zachrysia sp., Cerion sp. y Caracolus sagemon.
La mayor cantidad de restos animales los aportan los peces marinos seguidos por los mamíferos terrestres, entre ellos el Capromys pilorides como la especie más frecuente.
La recolección de moluscos marinos y, particularmente, terrestres, se dio en todas las capas.
La capa 3 reporta la mayor cantidad de mamíferos terrestres; estos son menos frecuentes en la 1 y la 2, donde el mayor aporte de restos animales viene de los peces.
La coincidencia de ceniza, carbón, restos de fauna y vasijas, así como la reiteración de determinadas especies, indica que en el espacio donde los arqueólogos ubicaron la Unidad No. 9 se preparaban y quizás consumían alimentos.

Las nuevas investigaciones, (2006-2009) Calas exploratorias en Campo Moisés, a cinco metros de separación



 
Durante las calas exploratorias a quince metros de distancia, fue el área conocida como Campo Moisés el espacio donde mayor cantidad de objetos arqueológicos se encontraron, por ello los expertos decidieron hacer allí una prospección con calas separadas entre sí por cinco metros. En total se cavaron 21, todas positivas.
Los restos de fauna colectada se mantuvieron en el mismo perfil de las calas situadas a 15 m. El elemento más notable en cuanto a cantidad fue la cerámica indígena: tiestos, asas y bordes. Igualmente se consiguieron mayor cantidad de fragmentos de cerámica europea: 19 fragmentos aunque de pocos tipos.
Se localizó además una hebilla plana, sin decoración, elaborada en un metal de poco grosor y tamaño no identificado, pero similar al latón. Esa pudiera ser una pieza antigua aunque no ha podido fijarse su cronología.
Aunque en todas las calas la capa inicial aparece alterada y en ella se halla material actual, los expertos llegaron a la conclusión de que en esa zona había un alto potencial arqueológico. Por ello decidieron ubicar allí una unidad de excavación que nombraron como No. 9, siguiendo el orden de las excavaciones realizadas entre 1986 y 1987. (Leer más)






Las nuevas investigaciones (2006-2009) Calas exploratorias a quince metros de distancia



Las calas de exploración a quince metros de distancia y con cinco metros de profundidad, además de localizar nuevas piezas de origen europea (que era el objetivo principal), debía ayudar a valorar hasta que punto la zona entre la mitad Este del área explorada superficialmente y su extremo Oeste, carecía de material arqueológico, y a definir la filiación cultural de la posible zona de aborígenes arcaicos.
Prospección con calas a 15 metros de distancia entre sí y a 5 metros de profundidad.
Las calas a 15 metros de distancia entre sí y a 5 metros de profundidad tuvieron un diámetro de 0.40 metros. En caso de ubicar material arqueológico se profundizaba mientras fuera posible. En total se excavaron 208 calas de las cuales 86 resultaron positivas.
Todo el sedimento fue cernido usando una malla metálica con cuadros de 5 mm. Las evidencias se colectaron en bolsas debidamente identificadas y se conservan en los fondos del Departamento Centro Oriental de Arqueología.
Las evidencias más comunes en el área Este fueron restos de fauna marina y terrestre, seguidos por la cerámica indígena. En la primera son muy importantes las valvas de Isognomun alatus, Crassostrea ryzophora, y Codakia orbicularis, así como las conchas de Nerita peloronta, Nerita versicolor y Cittarium pica. Se reportan también vértebras de peces y algunas otras especies de moluscos y gasterópodos. La fauna terrestre es mucho más frecuente, en especial la Zachrysia sp. y Polymita muscarum (Valcárcel Rojas, Persons, Knight y Pérez Iglesias 2007).
En la parte Oeste se reiteró el reporte de Lucina pectinata y sólo se obtuvieron dos fragmentos de cerámica. En esa área fue mayor el reporte de piedra tallada y apareció trabajo sobre coral.
Comparando los hallazgos conseguidos con las calas y el anterior (exploración de la superficie), el resultado resultó poco variado y no muy abundante. Sólo los fragmentos de cerámica que se encontraron fue parecido al conseguido con la exploración de la superficie, con frecuencias relativamente altas en los puntos de mayor riqueza.
Además de Campo Moisés y Campo Riverón, se destacó un área de cultivos en el extremo este, fuera de Área Arqueológica de 1987. Esa es propiedad de la familia Torres-Guerra y en lo adelante será llamada Campo Torres: allí los fragmentos encontrados de cerámica indígena fue más frecuente de lo que se podría esperar, superando las cantidades de Campo Moisés y Campo Riverón.
 
La cerámica europea, principal objeto de la búsqueda, resultó  escasa, sólo un fragmento en cada uno de los tres campos antes mencionados: parte de una escudilla y fragmentos de Jarra de Aceite no vidriada.
Entre los objetos hallados destaca una pieza de metal que a algunos especialistas le recuerda parte del mecanismo de un arma de fuego antigua; (hasta el presente eso no ha podido ser esclarecido).
Por ser el conocido como Campo Moisés el espacio donde mayor cantidad de objetos arqueológicos se encontraron, los expertos decidieron hacer en esa área una prospección con calas separadas entre sí por cinco metros. (Leer Más)


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