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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

9 de enero de 2017

Centro Comercial de Holguín - EVOLUCION HISTÓRICO-ARQUITECTÓNICA DEL CENTRO COMERCIAL TRADICIONAL DE HOLGUÍN. (Parte XI)




 
Libertad no. 213, El Encanto: Construcción racionalista de tres niveles, inaugurada en 1953, (en 1957 era Libertad 141)
En 1959 esa cadena ya tenía 70 años de existencia en Cuba. Pertenecía a  Solís Entriago y Compañía S. A. y en Holguín era su agente Andrés  M. Torres y Compañía. Antes de edificarse el edificio había sido una casa de vivienda y además comercio del tipo de quincalla llamado “Casa Aladino”.

Cuando el capitalismo en Cuba cobra mayor auge llegan hasta la ciudad importantes firmas comerciales tanto nacionales como  extranjeras. Así abren sus puertas en Holguín: “El Encanto”, “Sears”, “Wolwords”, entre otras. Los viejos y transformados edificios coloniales que servían de comercios fueron derrumbados y en su lugar se fabricaron otros modernos establecimientos de hasta cinco plantas. En esos casos, por lo general, las dos primeras plantas se dedicaban a tiendas con ventas por sistema por departamentos y los niveles superiores a uso habitacional.
Un ejemplo de la transformación de los viejos edificios holguineros en otros modernos para uso del comercio:
 
La mitad de esta casona colonial holguinera se demolió para construir un moderno edificio donde se instaló la tienda Komodidad, la otra mitad aún está en pie
 
Libertad no. 217, Tienda Trasval, Heladería Guamá y vivienda por Luz Caballero: Edificio Betancourt, construcción racionalista edificada durante la década del 50 del siglo XX, tras demolerse la parte que ocupaba la fábrica de bastidores y camas plegables La Industrial, de Virgilio Fernández Aja, que formaba parte de la construcción colonial del siglo XIX que aún se conserva por Luz Caballero esquina a Miró, para entonces propiedad de la familia  Fuentes y también residencia del comerciante  Waldo Betancourt. Inaugurado en 1957, albergó los comercios Mónaco y Komodidad.

Los nuevos edificios eran de estilo Racionalista pero se integraban perfectamente al anterior entramado urbano porque, en el caso de los que se levantaron alrededor de las plazas, mantuvieron la portalería y altura promedio de la trama. Fabricados con hormigón armado y paños de cristal en la fachada, lo que permitía apreciar los productos de venta desde el exterior, les colocaban anuncios metálicos con iluminación eléctrica, lo que permitía destacarlos durante la noche. Estos, además, poseían sistema climatizado (aire acondicionado) y algunos música indirecta, todo lo cual les proporcionaba el confort que exigía la clase de mayores recursos económicos que era, lógicamente, quien podía pagar los productos de  importantes firmas cubanas y extranjeras que se ofertaban en ellos. 

En la foto se aprecia un ejemplo de la transformación arquitectónica de los alrededores del Parque Calixto García: Observe donde pacientemente esperan los dos caballos, los arcos de medio punto del viejo edificio donde luego construyó la tienda de la cadena “Sears”, actual Hanoi.
 
Libertad no. 179, Comercio Hanoi: Fue construido en la década del 50, siglo XX, en estilo racionalista, de concepción moderna, la parcela que se extiende a la calle del fondo (Miró) se ocupó con almacenes y oficinas. Fue una de las primeras tiendas concebida por departamentos para el comercio Sears  Roebuck and Co., S.A.,  Surcursal en Holguín, que además poseía una cafetería y un piso intermedio o mezanine. El inmueble anterior a este era la vivienda familiar de Pedro Rodríguez Fuentes, también se reporta en ese espacio la existencia de una pequeña papelera con el nombre “La Pluma de Oro”.
 

De los nuevos edificios comerciales levantados en Holguín en la década de 1950 destacaron “La Época” y “El Encanto”, ambos inaugurados en 1953;  “Sears” (Hanoi);  “Niquels” (1959);  “Edificio Betancourt” (1957) que fue ocupado por Mónaco (tienda Trasval) y Komodidad (entonces una colchonería y ahora heladería); “Mueblería Escobar” (La Amistad); el “Banco Continental” (actualmente Internacional) y el “Banco Agrícola e Industrial” (BANDEC), por citar algunos de los más importantes. 

Maceo esquina a Aguilera, Banco BANDEC: Edificio racionalista, construido en 1942 para Banco Agrícola e Industrial, entidad que lo poseía para 1959 (Maceo 74). Anteriormente había sido una bodega de Nicolás Besil, llamada “El Cedro”. En la planta alta funcionaban otras dependencias como era el Bufete del Dr. Carlos D´Espaux Martínez, abogado y Registrador Mercantil.
Frexes esquina a Máximo Gómez, Por Máximo Gómez no. 276, edificio El Niquels: Inaugurado en 1959, de los edificios de apartamentos de Holguín construidos antes de 1959, este es el más moderno.La primera y segunda plantas estaban ocupadas por una tienda por departamentos y hacia el lateral, por Frexes, una cafetería.
Anteriormente en ese lugar había existido un viejo caserón que se explotaba por medio del juego y billares, propiedad de la familia Palomo. Es famosa la anécdota que cuando se construía el nuevo edificio se encontró una botijuela con monedas de oro.
 
Libertad no. 171, Notaría Especial MINJUS, anteriormente Bufete Internacional: Bellísima construcción colonial afectada por el incendio provocado por el ataque y sitio a la ciudad en 1868 y reconstruida posteriormente por su propietario don Andrés García Bárcenas. Desde 1900 funcionó allí el hotel Isla de Cuba, famoso por su comida, bajo la propiedad de diferentes dueños, uno de los más conocidos fue José Trueba. En 1959 el inmueble estaba numerado con el 101.

Entonces (década de 1950) era tracción de las familias residentes en la ciudad los paseos nocturnos domingueros hacia el parque Calixto García a escuchar la retreta y a contemplar las vidrieras de los comercios circundantes, que exhibían sus ofertas y atractivos adornos de Navidad en el mes de diciembre, juguetes para el Día de Reyes (6 de enero) o para las Ferias de Abril dedicadas al Patrono de la Ciudad (San Isidoro, 4 de abril). También era tradición de las tiendas exhibir en sus vidrieras las fotos de las carrozas premiadas y de la Reina y Damas de Honor durante el Carnaval.
Después de 1930 el comercio holguinero ocupó una gran área, comprendida por las calles Cables al sur hasta Garayalde al norte y de este a oeste, desde la de Morales Lemus a la de Máximo Gómez.
Dentro de esa área se encuentran los tres parques centrales: Calixto García, Peralta, Céspedes y además la Plaza del Mercado, además las calles que los comunican entre si, aunque en las principales vías holguineras, Libertad y Frexes, los comercios se extendían a todo lo largo.
 
Otras zonas de interés comercial fueron las cercanas a las vías de comunicación, así las entradas por carretera a la ciudad y cercanas a las estaciones de pasajeros de los ferrocarriles del norte y del sur (Central y de Holguín y Gibara), a  cuyos alrededores se edificaron almacenes, bodegas, industrias, bares, cantinas y otros servicios especializados, como la venta de autos.
Significa lo anteriormente dicho que el proceso de expansión urbana de Holguín no cambió la concepción de tiempos de la colonia de centralizar todo lo de valor frente al parque García. (Con la excepción de los repartos Pueblo Nuevo y Vista Alegre, que tuvieron una pequeña infraestructura urbana, en ninguno de los otros repartos hubo zonas de interés comercial.


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En los primeros años del siglo XX holguinero se construyen otros inmuebles comerciales de uno y dos niveles. Los segundos establecían la primera planta a comercio y la segunda a vivienda. Así estuvieron, entre otros, el edificio ubicado en la esquina de las calles Martí y Maceo (de 1913) propiedad del Dr. Socarrás; la casa familiar de Wenceslao Infante (actualmente Casa de la Cultura) que en 1918 ya tiene el segundo nivel,  y la de los Manduley, en la cuadra este del parque García (actual librería Pedro Rogenas); otro en Libertad y Arias, frente al parque San José y dos en la Plaza del Mercado.

 
Martí esquina a Maceo, Hotel Saratoga, actualmente en reparación. El edificio se construyó en 1913 y fue ocupado en ese año por un banco y una tienda la planta baja y vivienda la alta. Posteriormente fue comprado por Robustiano Diego, Sociedad en Comandita, quien hasta el primer nivel la ferretería La Llave y alquiló la segunda para ser utilizadas en distintas funciones la alta, y así hasta el año 1937 en que se convirtió en hotel Saratoga.
 
Para 1959 el edificio y la ferretería eran propiedad de Arnaiz Diego y Cía., Sociedad en Comandita.
Según el proyecto de la arquitecta Ivet Planas, después de la reparación el edificio quedará así:
 
Libertad no. 193, Librería Pedro Rogena y vivienda en los altos: Vivienda comercio de dos niveles con galería en planta baja, de estilo ecléctico, edificada en los primeros años del siglo XX. En 1959 (Libertad No. 123) radicaba en la planta baja, el comercio “El Bazar Cubano”, de Fernández,  que se anunciaba como “La Casa de los Juguetes”, y en los altos la vivienda familiar de Octavio Manduley y hermanos.
La fotografía es de la década de 1940
Libertad no. 137, esquina a Arias, viviendas, carnicería y Galería Holguín en planta baja y Academia de Ajedrez en segunda planta: Edificio ecléctico de dos plantas, construido en la década del 30 del siglo XX para albergar establecimientos comerciales en el primer nivel y vivienda en el segundo. En 1959 estaba ocupado en la planta baja por la casilla “Mi Casa no. 1”, le continuaba por Libertad un depósito de tabaco en ramas, una quincalla y donde actualmente está la galería Holguín era el café “El Parque”, propiedad de chinos,. En la planta alta era la residencia de Neyle Marson de Góngora. Anteriormente la familia Góngora había usado la segunda planta del edificio para instalar la primera radioemisora que hubo en la ciudad, nombrada CMKF, dirigida entonces por Manuel J. Góngora, y más tarde por sus hermanos, esos la  trasladaron a la calle Frexes, donde hoy radica la Empresa de Proyectos Vértice, antes EMPAI 13.

En las primeras décadas del siglo XX el valor del terreno del centro de la ciudad subió vertiginosamente, lo representó un gran negocio venderlo o arrendarlo para comercios y otras instalaciones. Los viejos inmuebles coloniales comenzaron a modificarse y a adaptarse a la actividad comercial. Todos los propietarios quisieron modernizar los edificios para hacer los comercios más atractivos y recibir mayor número de clientes, de ahí que a las que habían sido casas de familia devenidas en tiendas, les demolieron las  paredes que dividían la sala de los aposentos y recámaras, le eliminaron las arcadas y les colocaron una viga de acero para dintelar  y consolidar la casa, logrando de esa manera un espacio amplio para el salón de venta que, en un primer momento tuvo mostradores y ahora ya admitía mesas.
La necesidad de recuperar espacios interiores para almacenes, se lograba cerrando galerías y techando los patios interiores. En los casos en que el inmueble estaba precedido de colgadizos sobre pies derechos, y también los de arcadas sobre pilares, se llegó a transformar la fachada a cualquiera de los estilos en boga: hasta la década del 30, al Eclecticismo, y más tarde al Art-Decó o Monumental Moderno. En el interior quedaron escondidos los elementos originales de influencia mudéjar, barroca  y neoclásica característicos del período colonial.
 
Los inmuebles de esta zona céntrica comenzaron a explotarse al máximo. Los dividieron para arrendarlos a distintos comerciantes, e igual  en un solo inmueble hubo varios comercios: tiendas mixtas y de especialidades, entre estas segundas: ferreterías, peleterías, joyerías, ventas de bicicletas y autos, venta de equipos electrodomésticos e industriales, gasolineras, farmacias, cines, bancos, hoteles y servicios artesanales y técnicos de todos tipos, gastronómicos, recreativos, así como para la ventas de billetes, periódicos y revistas, frutas californianas y otras baratijas que se vendían en estantes colocados en las entradas de los cafés, hoteles y en los corredores de los inmuebles que bordean el parque central.
Para que se tenga una idea somera idea de lo anteriormente descrito, en la década de 1950 en la Plaza del Mercado existían 7 ferreterías, y en el área del Centro Comercial Tradicional unos 15 pequeños hoteles de ciudad, 27 cafeterías y 179 tiendas de ropas y servicios.
Para entonces era tan grande la competencia que los comercios que ocupaban las grandes casonas coloniales, sino se equiparaban a las condiciones del momento, quebraban o eran disminuidos y cada puerta se ocupaban con nuevos servicios, (generalmente cuando se abrieron los vanos de las ventanas coloniales, cada gran comercio poseía cuatro puertas en su fachada).  
Vidrieras de los comercios de Holguín
Cientos de personas visitaban cada día el centro comercial de la ciudad atraídos por las necesidades perentorias o por la propaganda que cada comercio hacía colocando las novedades en las vidrieras que, en su  mayoría, sobresalían al  muro de fachada. Asimismo se hacía propaganda escribiendo en los muros de la fachada o en los toldos que contribuían a la protección solar; y los más favorecidos por la fortuna se anunciaban en la prensa escrita, en las radioemisoras locales o por medio de altavoces. En el caso de los altavoces la propaganda la hacía uno de los empleados frente al propio comercio.
Ferretería La Sucursal, en una de las esquinas más céntricas de Holguín, la que hacen las calles Maceo y Frexes
El Centro Comercial constituyó la mayor atracción de la vida citadina. Los corredores [portales] de las plazas y las cuadras aledañas diariamente se cubrían  de público, haciendo esa área la populosa de una ciudad que hasta la década de 1950 tenía sus calles de tierra y donde el transporte que prevalecía era de tracción animal, como puede apreciarse en las fotos de época en las que los caballos aparecen amarrados frente a los comercios, (incluso hasta hoy quedan varias de las argollas empotradas en las aceras que se usaban para amarrar los caballos mientras sus dueños estaban en los comercios, cafés u otras instalaciones).

Eran inmigrantes los principales dueños de los comercios de Holguín

Generalmente la mayoría de los dueños de las ferreterías eran peninsulares, santanderinos los de las dos más grandes, La Surcursal y La Llave; árabes eran los propietarios de las tiendas de ropa y joyerías; chinos, los propietarios de los hoteles, cafés, bodegas y puestos de frituras, y, obviamente, unido a ellos un grupo de holguineros también era propietarios.
Es ese el tiempo en que Holguín comienza a expandirse y rebasa los viejos límites de los ríos, la burguesía abandona el centro bullicioso de la ciudad y se va a los nuevos y modernos repartos residenciales  donde construyen sus viviendas en grandes parcelas.

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A partir del 1900 el centro comercial se fue ampliando debido al acelerado desarrollo económico y demográfico tras el término de la Guerra de Independencia y las inversiones de capital norteamericano en el territorio.
Se abrieron nuevos comercios, talleres, servicios, bufetes de abogados, clínicas y gabinetes médicos, estudios de ingenieros y agrimensores y un número considerable de farmacias y sociedades como El Liceo, el Club Atlético y El Alba. Ahora, además de los ya tradicionales, surgen nuevos puntos de interés en el Centro Histórico holguinero.
Los comercios y servicios, la principal actividad económica de la urbe, eran explotados al máximo y se mantenían abiertos a toda hora. En 1910 los dependientes de los mismos lograron cerrarlos los domingos y días festivos, obviamente no sin la protesta de sus dueños, encabezados por el peninsular Saturnino García Zaballa. Éste aludía, para no cerrarlos, que los “guajiros” [campesinos] solo visitaban la ciudad los domingos. (García Castañeda1955: 35) 
La protesta de los dependientes consiguió que los comercios nada más permanecieran abiertos hasta las 8 de la noche, excepto los sábados y víspera de días festivos en que podían realizar ventas hasta las 11 p.m.  

Desde 1868 habían surgido los gremios por oficios, y ya muy entrado el siglo XX, la clase obrera con el interés de protegerse en un régimen social donde imperaba la propiedad particular de la clase poseedora de la economía nacional, se congregó en sindicatos de obreros, surgiendo estos en las distintas ramas, entre esas la del comercio que se forma  después de la caída de Machado, adherido a la Federación Regional Obrera y a la CNOC. (Urbino 1993: 117) Además se constituyeron asociaciones, como la Cámara de Comercio en la cual voluntariamente se agrupaban no tan sólo los comerciantes, sino también los industriales y los profesionales de la contabilidad. En ella el secretario era un abogado que representaba los intereses de los asociados. Las bodegas de víveres se agrupaban en la Asociación de Detallistas. (Peña 2008)

La Pluma de Oro estaba donde luego se levantó La Moda Cubana, en Libertad, esquina Frexes.

Interior de “La Pluma de Oro”

 
El Potro Antillado, de Bush y Roca estaba donde ahora la dulcería La Crema
Para 1918 se han inscripto en los registros de subsidio696 establecimientos, de ahí la importancia que la ciudad y su término iba  adquiriendo. Destacaban entre las casas comerciales e importadoras: Aguirre y Sondón, Rimblas, García y Co., Fuentes e Hijos, Manuel Rippe, Miranda e Hijos y Rosendo Gómez; también eran reconocidos algunos comercios como el de don Evarito Ramos que se llamó “La Pluma de Oro” y que estaba donde hoy La Moda Cubana, “El Buen Gusto” de José S. Betancourt (actualmente Casa de la Trova),  la farmacia “Sirvén” fundada en 1899, que más tarde fue farmacia “Carril”, única que se conserva de las seis que existieron enfrentadas al parque Calixto García durante la primera mitad del siglo XX; la talabartería “El Potro Antillano” (hoy dulcería “La Crema” en Libertad entre Frexes y Aguilera), y funcionaban desde muy temprano las sucursales de los Bancos Español y Nacional con más de un millón de pesos sus depósitos.
Cuando llega la corriente eléctrica a la ciudad, (1910), se beneficia el  sector comercial: los cafés comenzaron a vender junto a los vinos y licores, sabrosos helados hechos en sorbeteras aprovechando el adelanto tecnológico que era la industria del hielo y gaseosas. Entre ellos estaba en Holguín “El Fénix” de Domingo Madariaga e hijos que ocupaba lo que es hoy el vestíbulo del cine Martí; seguido a este, hacia la derecha, estaba el café Venus (ocupando el lateral izquierdo entrando del edificio La Periquera).
El centro de la ciudad donde radicaba el sector comercial había cambiado, el tráfico que antes nada más eran un coche y una carretilla, creció hasta unos 80 automóviles y muchos coches tirados por caballos elegantes, y a la vez se observa una actividad febril, precursora de grandes transformaciones.
En 1919 ya había en Holguín un comercio de alquiler de bicicletas, situado en la calle Miró 99, propiedad de Miguel Cárdenas. (Archivo Provincial de Historia, Holguín, Registro de Comerciantes) (Se dice que las primeras bicicletas las trajeron a Holguín las hijas del Coronel Mr. Duncan N. Hood, jefe militar de las tropas interventora norteamericanas acantonadas en la ciudad a partir de los últimos meses de 1898).

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Siguiendo la documentación del Ayuntamiento, para 1868, tras el sitio y ataque a la ciudad por las huestes mambisas, las principales residencias y establecimientos localizados en las nueve manzanas alrededor de los perímetros de las Plazas de Armas y San José fueron prácticamente destruidos principalmente por incendios provocados por las huestes mambisas que trataban de sacar a los integristas que se habían guarecido en La Periquera.
En total fueron unas 40 construcciones las que se afectaron, entre ellas los comercios de Manuel Nates y Bolívar, localizado en el ángulo de las calles Rosario y San Miguel (Frexes y Maceo, ocupado hoy por La Luz de Yara); el de García Bárcena, en la calle San Isidoro entre las de Frexes y Calvario (Libertad entre Frexes y Aguilera, Bufete Internacional), y “El Volcán” de Francisco Rondán y su principal socio, Casiano Labusta en los bajos del edificio conocido a partir de ese hecho, como La Periquera.

Maceo no. 160,  Comercio La Luz de Yara: Vivienda familiar de la familia de la Cruz en sus orígenes. Para 1868 era un comercio propiedad de Manuel Nates y Bolívar. Se conoce que en el siglo XIX también radicó allí la sociedad La Filarmónica. 

 

En 1900, (Maceo No. 52) era su dueño Wenceslao Infante, propietario del comercio La Luz de Yara, y ya desde 1941 de Ángel González Cuesta. De la construcción original solo queda el portal.

Posteriormente, en 1872, las fuerzas del General Calixto García saquearon y volvieron a quemar algunos comercios de la Ciudad.

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