(Raúl Rabert. Primer director artistico del Lírico)
“Vengo a verte para que tu hagas la dirección artística
de Los gavilanes” Primero lo miré de
arriba abajo y después me quedé así… yo había dirigido teatro dramático como
aficionado, pero no tenía ninguna experiencia en el teatro musical. “No”, le
dije categóricamente, “no me atrevo y no conozco el género”. Entonces él me
llevó para la casa de su madre Argelia, a oír discos. Y al otro vuelve Camayd:
“Oye, dale, que Argelia te está esperando para almorzar”
En esos días oímos millones de discos de zarzuela,
operetas, óperas; nunca se me olvida que Camayd iba traduciendo las obras del
italiano y las tarareaba. Y así me fue embullando, porque él contagiaba a la
gente con su entusiasmo y bueno, lo hicimos.
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Sergio Ochoa
(21 Noviembre de 1997) |
Me acuerdo que a la vez que ensayábamos me decía “ve
pensando en el vestuario, que lo vamos a diseñar también”: ¡Cosas así del
carajo!!!! Hicimos el diseño y el vestuario con la ayuda de Zenayda Cardet que
es una institución, y de Sergio Ochoa. La escenografía la hizo Argelio
Cobiellas, el pintor, una gran “ferma”
pesadísima que Raúl y yo cargamos desde la casa de Cobiellas hasta el Teatro
Infante.
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Los gavilanes |
Hacíamos teatro y a la vez todos trabajábamos en otras
cosas. Yo era dependiente de una tienda de ropas, “El 20 de Mayo”. Eran muchas
las dificultades que teníamos que sortear, pero el era mayor el amor por lo que
estábamos haciendo.
Raúl Camayd en La salida de Juan, de "Los Gavilanes"
Yo lo conocía desde muchacho y también a Yoyita Herce;
ellos ya tenían un nombre. Estábamos acostumbrados a oírlos cantar en las
veladas de las escuelas. Pero mi primer intercambio con Raúl fue en una emisora
de radio de Holguín que precisamente se llamaba Radio Holguín. Raúl trabajaba
con nosotros como actor en algunas de las obras que ponía el Cuadro de Comedias
de la emisora, en el que también estaban González Valero, Yolanda Guillot,
Vilma Pérez… Como actor hizo varias cosas, porque él era así, metía la cuchareta
en todo, pero era muy inteligente y capaz.
Una vez, en el Lírico, estábamos montando “Molinos de
viento” y él me dice que hiciera el
trabajo con Juan José Ricardo, otro barítono, porque él no iba a actuar en
aquella obra. Pero poco antes del estreno se embulla y viene a ensayar. La
parte musical se la sabía a la perfección, pero en las letras y los diálogos se
equivocaba mucho y yo me pongo cabrón y le pregunto: “¿Usted se sabe el diálogo
o no se lo sabe?” y me responde: “No me lo sé hoy, pero mañana me lo voy a
saber”. Y así fue, al otro día se sabía los textos de arriba abajo, como si
llevara un mes ensayando.
La última vez que lo vi estaba presidiendo una reunión en
el Teatro Lírico, en Holguín. Era una reunión importante, con mucha gente y yo
llego y me quedo afuera, esperando. Entonces Martín Arranz va y le dice: “Moro,
¿tú sabes quién está ahí? Tu tocayo Rabert”. Raúl paró la reunión ahí mismo y
salió a abrazarme. Yo, francamente, lo encontré muy bien y poco después me
entero de su recaída hasta que un día oigo por la radio la noticia de su
muerte. Pero cuando por la radio y la televisión dan esas noticias uno no se
entera de lo más importante, yo creí que había muerto en Holguín y no, fue en La Habana y su cadáver estuvo
tendido a unas pocas cuadras de mi casa, en la funeraria de Calzada y K, y yo
no fui a acompañarlo.