Soprano. Primera figura del Teatro Lírico Rodrigo Prats.
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Raúl con María
Luisa Clark en “La Viuda
Alegre” |
Yo estudiaba en la secundaria, tendría 14 ó 15 años,
cuando tuve la suerte de conocer a Raúl Camayd. Tey Aguilera, que estaba en el
Teatro Lírico desde que Raúl lo fundó, me oyó cantar en una misa (yo cantaba en
el coro de la Iglesia San
Isidoro), y va y le habla a Raúl de mi. Y él, sin más ni más se aparece en mi
casa, me acuerdo que lo acompañaba Sergio Ochoa. Raúl me miró un poco
incrédulo, yo era una niña y muy delgada, y por fin se decidió a probarme la voz
en el Teatro.
Después que me oyó decía: ¿Cómo esta niña con esa
figurita va a cantar así? Y Martín Arrans, que estaba allí, en un gozo
tremendo, le decía: “Esa es solista, Raúl, ésa esa solista”.
Pero mi padre, que él mismo se decía “ratón de camerino”,
porque era un apasionado al teatro, no me dejó entrar al Lírico… es que él era
así de cascarrabia y Raúl se reía mucho de esa contradicción. Años después me
casé y finalmente pde entrar al Teatro, pero las dificultades para mi eran las
giras. Yo no participaba en las giras porque quería estar en la casa con mi
esposo, que claro, ejercía su presión para que no fuera. Pero Raúl,
lógicamente, aspiraba a que yo fuera en las giras y parece que pensó que la
única solución era que Pavón, mi esposo, trabajara en el Lírico. Y cuando a
Raúl se le metía una cosa en la cabeza siempre la lograba y por eso en todas
partes hablaba maravillas de mi esposo: “que Pavón es buena gente… que es gente
valiosa… que es esto y lo otro”. Pero mi esposo trabajaba en Educación y no le
convenía el traslado y Raúl no lograba convencerlo, hasta que un día viene a
casa y trae un telegrama que había recibido des la dirección provincial de
Cultura, que en aquel momento radicaba en Santiago de Cuba, donde le ofrecían
al Lírico una plaza para un curso sobre diseño de luces en Alemania. “Si Pavón
estaba de acuerdo podía trasladarse al Lírico y recibir la beca de estudios en
el extranjero”, dijo. Aquello nos extrañó un poco, me pero mi esposo se
entusiasmó, dejó su trabajo y pasó al Teatro. El curso jamás llegó y cada vez
que nos acordábamos queríamos matar a Raúl, pero es que él era como un
muchacho, siempre haciendo maldades.
Con mi esposo participando en ellas, yo pude participar
en las giras.
Me acuerdo que cuando estábamos en esos hoteles de por
ahí, Raúl, imitando la voz de una mujer, llamaba a los compañeros por teléfono y
hacía citas amorosas, diciéndole que “ella” iba a ir vestida de tal forma. Y
entonces le avisaba a los demás de la broma, y todo el mundo iba a vigilar al
que caía en la trampa, riéndose de cómo esperaba…
Pero eso sí, Raúl tenía una capacidad de trabajo
increíble y una inteligencia genial. Nunca he conocido a otra persona igual.
Para él no había problema sin solución.
Yo nunca creí que era una gran cantante, bueno a veces ni
creía que fuera cantante y por eso Raúl siempre andaba detrás de mi diciéndome:
“María Luisa si malo es creerse mejor de lo que uno es, peor es subestimarse”,
pero es que ese siempre ha sido mi carácter…
Él se preocupaba por todo el mundo, no solo por mí. Y les
decía las cosas que les tuviera que decir, pero siempre muy respetuoso, claro,
porque él era muy respetuoso. Te lo digo yo que durante años hicimos giras y
estuvimos solos en muchísimos lugares y siempre se comportó como lo que era: un
caballero elegante y respetuoso.
Cierto es que él era un galán, que tenía una suerte loca
con las mujeres, pero eso de que para entrar al Lírico había que acostarse con
él es un comentario falso y mal intencionado, una calumnia. Y te lo digo yo que
conozco cada una de las interioridades del Teatro Lírico. Raúl no tenía
necesidad de eso. Te repito que tenía una suerte tremenda con las mujeres por
su carácter, porque siempre tenía una expresión bonita, porque era generoso y
hacía buenos regalos. Pero los hacía para darse el gusto de hacerlos, nunca con
segunda intensiones. Y por otra parte te digo que era una persona amantísima de
su casa, quería y respetaba mucho a su familia.
Yo recuerdo sus últimos días en el Hospital Hermanos
Ameijeiras; hablamos tanto y de tantas cosas, incluyendo cuestiones personales.
Por esos días Raúl se había acercado nuevamente a la religión católica de la
que había estado separado, a pesar de que se había formado en esa fe desde
niño. Por aquellos días usaba un crucifijo y yo, con satisfacción, percibía en
él un reencuentro con Dios.
Estaba muy enfermo, pero sin nada de pesimismo. Ni
hablaba ni esperaba la muerte. De lo que hablaba siempre era del futuro en el
que tenía una gran seguridad.
Entre nosotros existió una gran afinidad. Y ahora que no
lo tenemos es que una se percata de la falta que nos hace, de lo que tanto que
él significaba para nosotros. Era un guía en todo, incluso, hasta en el
repertorio personal. Cuando nos oía ensayando si lo consideraba venía y te
decía: “Ese número no te ayuda”, y él mismo te buscaba otras obras y hasta te
las copiaba; yo tengo mucha música copiada por él. Esas piezas las guardo como
una reliquia.
Hablar de él me pone triste y muy nerviosa. Ni se como
pude hacer el primer concierto después de su muerte. Ese día canté un dúo con
Nelson Martínez, alumno suyo y también barítono. En el escenario yo cerraba sus
ojos y volvía a escuchar su voz de oro, su timbre bello, su buen gusto
interpretativo. Yo cerraba mis ojos y allí estaba él, a mi lado, cantando como
siempre.